miércoles, 25 de febrero de 2015

Electricidad


No puedo dar crédito a lo que está pasando con la electricidad en este país. Desde hace unos cuantos años no hacemos otra cosa que dejarnos el sueldo a base de pagar facturas astronómicas que no sabemos muy bien de dónde salen. Cuando vas a una de las oficinas de la compañía, en mi caso Iberdrola, te dicen que el ordenador establece las cantidades aleatoriamente, ya que por convenio sólo tienen obligación de hacer lecturas reales de los contadores dos veces al año.

Pero hete aquí que me ha llegado ahora una factura de casi 734 € en la que se afirma haber hecho una lectura real, para a continuación poner un gráfico con la evolución de mi consumo desde diciembre de 2013, en el que las barritas siguen un proceso ascendente, siendo los meses más fríos en los que se supone que menos gasto. Hay que tener desfachatez para colocar semejante fraude en medio de otras muchas cantidades y porcentajes, todos falsos, y con una frasecita, “le ayudamos a entender su factura”, que parece una broma de mal gusto, una burla al consumidor.

Yo, que tengo calefacción eléctrica por acumulación nocturna lo más que pagaba era 200 y pico euros cada 2 meses en diciembre y enero, todo lo más, cuando hace 20 años la instalé en mi casa pensando en que la tarifa nocturna, de la que disfrutábamos hasta hace no mucho, era un lujo asequible. Ahora tengo que estar pendiente de las horas del día para no poner los electrodomésticos en una franja horaria que no esté comprendida entre las 10 de la noche y las 12 de la mañana del día siguiente en invierno, y entre las 11 de la noche y la una de la tarde del día siguiente en verano.

Antes solía poner el lavavajillas y la lavadora después de comer, o cuando me venía en gana. No tenía que estar pendiente de estas cosas, pues lo único que más gastaba, la calefacción, se cargaba por la noche y de madrugada sin mayor problema, que es cuando la electricidad ha sido siempre más barata. Pero ahora, con los nuevos precios, hay que tener mucho cuidado con el momento que uno elige para encender los aparatos eléctricos porque te puede costar muy caro. Y eso de estar pendiente de las franjas horarias es una esclavitud que llevo mal, pues no hay cosa que más estrese que vivir dependiendo de rigideces temporales y del reloj consultado obligatoriamente.

Menos mal que tengo una cuota mensual fija para no llevarme sustos, pero cuando no la tenía igual pagaba un mes 25 € que podía pagar 500, y la compañía se quedaba tan ancha. Y que no me digan que estamos a nivel europeo, porque en Alemania, tanto que se dice, pagan la mitad que nosotros. Será que lo saben gestionar bien, no como aquí, que nos callamos por las cosas cotidianas que más afectan a nuestros bolsillos y a lo mejor protestamos por tonterías que no van a ninguna parte y que baste que sean divulgadas en las redes sociales para que se propaguen como la pólvora y terminen teniendo una importancia desproporcionada e inmerecida.

Un técnico que vino hace un tiempo a arreglarme algo que se me había estropeado en el cuadro de luz, me dijo que la compañía no tardaría en mandar una carta advirtiendo que una parte del contador que hasta ahora estaba en los domicilios lo iban a cambiar al cuadro de luz general, para evitar manipulaciones, y que convenía cambiar la potencia contratada porque iba a subir y ya no sería suficiente la que tengo, me cortarían la luz sin que saltaran los plomos, como se suele decir, que no pensara que era una avería sino una medida de la compañía. Terrorismo doméstico lo llamaría yo. Me comentó que cambiarme de compañía no iba a solucionar nada porque todas iban a hacer lo mismo. Los monopolios se ponen de acuerdo para seguir repartiéndose el pastel sin problemas, hacen frente común, expoliando al infeliz consumidor al que dan un servicio básico a precio de oro, cuando hasta hace no mucho los precios eran razonables y no se abusaba de la gente. Ahora, por lo que se ve, todo vale.

Pero es que en cualquier servicio que uno reciba se montan un paripé para justificar el dinero que te sacan. Cuando vino el inspector del gas le quitó un esparadrapo plateado al tubo de escape de gases del calentador, que habían puesto los que vinieron antes que él tras hacer un agujero, alegando que eso no servía para nada y que al desprenderse con facilidad podía ser hasta peligroso. En su lugar colocó un tapón parecido a los de plástico de las antiguas botellas de vino, y con esa minucia dijo que todo estaba correcto, con esa tomadura de pelo justificó en un ratito el dinero que tengo que pagar en concepto de “otros servicios” en mis facturas. El siguiente que venga quitará el tapón y a saber qué otra cosa se inventará. Se desdicen unos a otros, ya no te puedes fiar cuando te dicen que tu casa está fuera de peligro por inhalaciones y otros peligros.
 
A ver cómo vamos a sustituir los combustibles fósiles por energías alternativas como la electricidad con estos precios. Será una maniobra para que eso no suceda, tantos son los intereses creados en torno al petróleo. Una compañera del trabajo, que siempre comenta cosas de interés, decía, a propósito del reciente auge de Nikola Tesla, tras la película que sobre su vida han hecho en Hollywood, que en EE.UU. hay coches con un sistema eléctrico que él ideó que consumen menos que un coche convencional de electricidad. Será muy difícil que llegue aquí, si llega algún día. Yo ya sabía de Tesla hace mucho, por un reportaje que leí sobre su triste historia. Aparecía en una foto, recuerdo, con los pelos de la cabeza erizados y rayos saliendo de sus manos por unos experimentos que hacía en los que dejaba que la corriente eléctrica atravesara su cuerpo. Era un poco excéntrico, pero sin duda un tipo genial.

A nosotros sí que se nos están poniendo los pelos de punta con lo que está ocurriendo con la electricidad, y sin ser sometidos a corrientes eléctricas. A lo mejor la gente piensa que es una tontería organizar una manifestación para que bajen las tarifas de la luz, pero a eso sí que me apuntaría. No sé si serviría para algo, puesto que la apisonadora del monopolio se divierte aplastando al personal y con impunidad, pero por lo menos descargaríamos el alto voltaje que llevamos dentro, como Tesla, que no es otra cosa que indignación.

viernes, 20 de febrero de 2015

La resiliencia

La resiliencia es un término que cada vez se escucha con más frecuencia.  La definición que mejor la retrata es “esa capacidad para resistir, tolerar la presión, los obstáculos y, pese a ello, hacer las cosas correctas, bien hechas, cuando todo parece actuar en nuestra contra”. También se dice que se ha convertido en un concepto que integra ámbitos tan dispares como el psicológico, el social, el emocional, el cognitivo, el cultura, el étnico, etc., por lo que se extiende a la Psicología, a la educación, a la salud y al mundo empresarial.
La resiliencia se puede definir también como “un conjunto de procesos sociales e intra psíquicos que posibilitan tener una vida “sana”, viviendo en un medio “insano”.
Está asociada a características como el autoconocimiento, la autoestima, la independencia, la capacidad para relacionarse, la iniciativa, el buen humor y la creatividad, entre otras, y todas ellas forman parte de las personas que se transforman con el devenir de la vida. No es algo propio de seres extraordinarios sino que está en todo ser humano en mayor o menor medida. Con todos estos elementos podemos deducir cómo se adquiere la fortaleza para superar las adversidades:
1)      Con buena autoestima, buena imagen de uno mismo.
2)      Con conocimiento de nuestros puntos fuertes y los débiles.
3)      Cultivando aficiones y potencialidades.
4)      Incentivando la expresión de nuestros sentimientos y necesidades.
5)      Tomando los errores como lecciones y no como fallos o fracasos.
6)      Siendo creativos, flexibles y proactivos.
7)      Teniendo buenas relaciones emocionales.
8)      Sabiendo pedir ayuda cuando se necesita.
9)      Reflexionando antes de actuar, teniendo buen autocontrol.
10)   Viendo la vida con optimismo, con sentido del humor.

Los autores que han investigado la resiliencia afirman que la experiencia traumática puede generar 3 tipos de cambio: en relación a uno mismo, en las relaciones interpersonales, y en la propia espiritualidad y filosofía de la vida. La resiliencia no significa invulnerabilidad, las personas resilientes sufren como cualquiera.
Entre los estudios que diversos investigadores han hecho sobre este tema, captó mi atención el modelo de Stefan Vanistendael, que se representa como una casa:
a)      Los cimientos son las necesidades básicas: comida, salud, vivienda, ropa, etc.
b)      El subsuelo son los vínculos y contactos sociales: familia, escuela, barrio. Aquí se produce la aceptación del individuo. Se necesita al menos un vínculo fuerte con una persona que crea en las potencialidades del niño o la niña y lo acepte como es, de forma incondicional. Esta persona puede ser un familiar, un vecino o un profesional. Todos podemos asumir ese papel frente a un niño o conocido con dificultad.
c)       El primer piso es la capacidad de descubrirle sentido a la vida, lo cual puede estar vinculado a la fe religiosa, al compromiso político o al humanitario.
d)      El 2º piso tiene 3 habitaciones: la autoestima, las aptitudes personales y sociales, y el sentido del humor. Este último transforma la realidad de la vida en algo más soportable y positivo. Las personas capaces de reírse de sí mismas ganan en libertad y fuerza interior.
e)      El desván es un gran espacio abierto que representa la apertura a las nuevas experiencias por descubrir. Es la capacidad de creer que la vida no se acaba con la desgracia ni el sufrimiento y que aún puede dar sorpresas, incluso en la vejez. 

Me viene a la memoria un magnífico artículo que Pérez Reverte le dedicó a la resiliencia, aunque no la nombró con este término. No soy capaz de recordar las palabras exactas, tan bien escritas por él, pero venía a decir algo así como que admiraba profundamente a quien tiene el valor de permanecer en calma frente a las tempestades, cuando vienen mal dadas, no hay más que nubarrones en el horizonte y no se ve ni un rayo de sol que te ilumine aunque sea por un momento. La soledad del resiliente quizá no sea tal, puesto que se tiene a sí mismo, y a quién mejor si no. No todo el mundo cuenta consigo mismo, aunque parezca mentira, aunque suene extraño.



jueves, 19 de febrero de 2015

Un poco de todo

-        Leía hace poco un artículo de Antonio Muñoz Molina en su sección de Muy interesante que me llamó la atención. Me gusta mucho su forma de escribir, me transporta, me llena, me enriquece. En él decía que hay pensamientos que, de tanto repetirlos, se han vuelto tópicos, dogmas de fe aceptados por el común de los mortales, pero que en realidad no están basados en nada real, son falacias. Y ponía de ejemplo esa leyenda urbana de que en Nueva York hay una rata por cada habitante, pues hubo un investigador que calculó las colonias de este animal que existen en la ciudad, de forma aproximada porque la exactitud es imposible con esta especie, haciendo un estudio en los edificios y teniendo en cuenta el nº de miembros que suelen formar cada grupo, y llegó a la conclusión de que hay 2 millones de roedores, y no 8 millones, que son los habitantes neoyorkinos.
Casi mejor así, porque si fuera cierto lo que en principio se decía me parece terrorífico, un ejército de unos animales que siempre están entre basuras y que transmiten enfermedades. Según el escritor, Nueva York carece de un dispositivo de limpieza adecuado para la gran urbe que es, puesto que no hay suficiente presupuesto. Cuesta creer que un lugar del mundo como este, referente universal, no tenga medios de desinfección suficientes. Muñoz Molina, que frecuenta de vez en cuando la ciudad, dice que no es difícil ver ratas deambulando entre las vías de los túneles mientras esperas en el andén a que llegue el metro.
Está claro que Nueva York está perdiendo todo su glamour. A dónde vamos a llegar.
-        Y en esta misma revista encontré, como siempre, cosas que son curiosas y que creo merece la pena compartir, aunque sea como dato anecdótico. En esta ocasión relativas a los ojos de ciertos animales:
1)      Las córneas de tiburón son muy similares a las de las personas. Tanto, que se han llegado a utilizar en trasplantes en seres humanos.
2)      Los escorpiones pueden llegar a tener hasta 12 ojos, las medusas 24, y 100 las vieiras distribuidos a lo largo de su concha para detectar depredadores.
 
3)      El ojo más grande del planeta pertenece al calamar colosal, Mesonychoteuthis hamiltoni, invertebrado que puede medir hasta 15 metros y cuyo órgano visual tiene un diámetro de 27 cm.
4)     Los geckos (tipo de lagarto) ven los colores unas 350 veces mejor que los seres humanos. La visión nocturna de los tigres es 6 veces más aguda que la nuestra.
5)      El ojo compuesto de una libélula tiene 30.000 lentes agrupadas en miles de facetas u omatidios. Permiten al insecto detectar cualquier movimiento o apreciar incluso los rayos ultravioleta.
6)    Los camellos poseen 3 párpardos que protegen sus ojos de la arena que transporta el viento del desierto. Sus pestañas de 10 cm. tienen el mismo fin.
7)      Los 285 grados de visión periférica de los gatos los convierten en mejores depredadores que sus rivales los perros, animales que no distinguen el rojo del verde.


martes, 17 de febrero de 2015

Ejercicios de paciencia

Cuántas veces me he cuestionado mi criterio a la hora de educar a mis hijos. Como elegí un camino que no es el convencional, no intencionadamente sino por instinto, no tengo parámetros conocidos  con los que comprobar si sigo los cauces convencionales establecidos, aquellos que son aceptados por la mayoría. Aunque en esto, como en todo lo demás, me sucede lo mismo.
Mi hija cuestiona incluso mi actitud ante la vida en general. Dice que si alguien te habla mal hay que contestarle de la misma manera, porque si no cree que te acobardas o que le das la razón. Ella, que siempre ha sido bastante diplomática, y aún lo es a veces, en ciertos momentos no puede contener el genio que aflora en cuanto cree dañada su integridad moral. Porque cualquiera en realidad puede tocarte las narices, otra cosa es que tú te des por aludido. El dicho aquel de que no ofende el que quiere si no el que puede es una gran verdad.
Yo, por el contrario, pienso que contestar en el mismo tono es rebajarte al nivel de quien no es capaz de tratarte como una persona. Porque el otro pierda los papeles no los vas a perder tú. Mentalmente le estás mandando al carajo, pero se debe notar lo justo. Por propia experiencia he visto que causa más impresión el que tiene la habilidad de controlar las situaciones en las que se halle metido, por injustas que sean, que el que responde con la misma ira que su interlocutor. Dos no discuten si uno no quiere, es así.
Pero en ocasiones, y a mi hija le pasa, te subleva el maltrato, te indigna la falta de consideración injustificada, te sale el carácter heredado, en el caso de ella por ambos progenitores, y el horóscopo llegado el caso, pues los que somos Leo tenemos esa fama de fiereza. Prefiero llamarlo personalidad, tener las cosas claras, los criterios firmes, los ovarios bien puestos.
Mi manera de ser hace muy difícil el cabreo tal y como lo conocemos. No está escrito en mi código genético el uso del exabrupto, de la voz demasiado alta, de la agresión en ninguna de sus formas. Cuando así ha sido me he sumido luego en un estado de ira temblorosa que me ha descompuesto el cuerpo y que he aborrecido. Aborrezco al que me lleva a ese estado y a mí misma por no haber sabido controlarlo.
Temo por mi hija porque a ella no le arredra nada, y a veces me parece que no mide el alcance de sus actitudes. Si un profesor te habla sin respeto, respóndele con él, aunque sea para darle una lección, que porque sea adulto y docente no quiere decir que sepa comportarse ni hacer bien su trabajo. Ella ve pisoteados sus derechos, el abuso de poder, y es como si le pisaran el dedo gordo del pie, reacciona automáticamente.
Puede que sea porque aún es jovencita y sólo el paso de los años nos hace tener la retranca suficiente como para encarar situaciones difíciles sin que nos afecte más de lo necesario. Siempre he pensado que si te enfadas consigues lo que el que te ofende pretendía, porque qué quieren los necios, mezquinos, groseros, maliciosos si no que lo pases mal, que te lleves un mal trago, ponerte en evidencia y armar follones, alimento del que se nutre el aburrido, el envidioso, el que no tiene luz en su vida.
Lo que no quiere decir que yo no tenga mala leche. Todos los que reúnen las “cualidades” antes descritas merecen mi más absoluto desprecio, y mentalmente les someto a todo tipo de torturas. Pero luego reaparece el cristianismo que aún anida dentro de mí, o todos los pacifistas que en el mundo han sido, los de la resistencia pacífica que a mi hija no le gustan nada porque les parece que son tontos o locos, y una vocecita me susurra al oído que eso no está bien, que no hay que ser como el que te agrede, pobre infeliz que peor lo pasará él teniéndose que aguantar a sí mismo. Hay que compadecer, tener caridad, perdonar, como querríamos que también hicieran con nosotros llegado el caso. Lo de poner la otra mejilla ya no estoy tan de acuerdo, porque no soy santa ni mártir ni quiero serlo nunca. Lo cierto es que aquel precepto que decía “soportarás con paciencia los defectos del prójimo” lo llevo cada vez peor, me cuesta mucho cumplirlo, y a mi hija igual cuando se lo dije, hasta se sonrió guasona e incrédula de que pudiera existir semejante sentencia y pudiera ser llevada a la práctica.
Y es que siempre fui así, no es algo premeditado. Cuando jugaba a balonmano en el instituto hacía rebotar la pelota en el suelo junto a la portería para marcar el tanto, cosa que solía suceder porque no era la forma habitual de hacerlo y pillaba por sorpresa, en lugar de lanzarla directamente contra ella, no fuera a ser que le hiciera daño al que la defendía. En el juego, sea el que fuere, se tiene que ser agresivo en un momento dado, pero yo nunca fui capaz. Buscaba otras formas de conseguir lo que me proponía, sin confrontaciones, sin poner en peligro integridades físicas.
O cuando aprendí a conducir, que nunca quería hacer adelantamientos, y sólo lo hice una vez y porque el profesor ya se cabreaba y me obligó. Para mí era una forma de competición, como de hacer carreritas a ver quién llega antes. Ya sé que es una tontería, porque cada uno va al ritmo que le parece, pero se me antojaba una maniobra peligrosa, incluso aunque fuera una carretera de un solo sentido y no existiera el peligro de encontrarme con nadie de frente.
Incluso cuando montaba en una especie de motos de choque cuando era una niña, en unas atracciones de feria estando de vacaciones en la playa. Eludía los encontronazos, esquivando sin cesar, evitando las zonas de conflicto, desplazándome por el perímetro de la pista armoniosamente. La diversión se supone que consistía en el golpe, el ataque, la reacción imprevista, y debo confesar que las pocas veces que lo llevé a cabo sentí un cierto placer sádico, sobre todo si le daba un susto al que golpeaba. Ese gusto con la dominación del otro, con su sometimiento, es una extraña sensación que no logro descifrar, que veo en los jugadores de videojuegos por ejemplo y que nos acerca a la condición animal más que a la humana.
Y volviendo a la forma como educo a mis hijos, a la que aludía al principio, digo como decía el filósofo y escritor coreano Byung-Chul Han, del que hablaba ayer, que el poder inteligente es el que en vez de prohibir seduce. Yo no digo terminantemente no se hace tal cosa: les he dado unas normas a lo largo de su vida que eligen seguir o no, pero cuando lo hacen y comprueban los beneficios que les produce sé que será su pauta a seguir. Nada hay que desagrade más que una imposición, y más en la adolescencia. Lo dejo a su albedrío, a su criterio, a su buen entender, y les hago ver que confío en ellos. De esta manera si me defraudan les duele más que cualquier cosa, porque se están defraudando a sí mismos. Y en cosas simples como no tirar colillas a la acera. Mi hija dice que exagero pero ya tiene en su cabeza la imagen de lo que pasaría si todos hiciéramos lo mismo, montañas de colillas aquí y allá convirtiendo la ciudad en la que vivimos en un estercolero.
Y lo pienso cada vez que cuido mis plantas: no se les debe cortar las hojas, a no ser que estén muertas. Pero hace falta remover la tierra en la que crecen para que se oxigene. En la educación hay que hacer como en las huelgas japonesas, que para demostrar que merecen aquello que reivindican se realiza un esfuerzo aún mayor del habitual. Así fue cuando mi hija repitió curso: en lugar de castigarla le hice el regalo de cumpleaños más caro de todos cuantos le había hecho, el objeto que más ha deseado y que más veces me había pedido, su cámara de fotos profesional. Ella se sintió abrumada, avergonzada, sobre todo cuando le dije que aquello era una demostración de mi confianza en ella, de que sabía que aquello había sido un bache y que a pesar de todo la creía capaz de las mejores cosas. Mi hija no se creía merecedora de tal obsequio en ese momento, pero luego demostró que sí lo era, como yo ya sabía.
El control de la ira en situaciones complicadas o la elección del criterio que nos parezca más correcto cuando educamos a nuestros hijos son decisiones que nos ponen en un brete y, al fin y al cabo, ejercicios de paciencia, que como decía el dicho aquel es un árbol de raíces amargas y frutos muy dulces.


lunes, 16 de febrero de 2015

Entrevista a Byung-Chul Han

Me ha parecido interesantísima una entrevista al filósofo y escritor Byung-Chul Han, a propósito de su último libro. Nacido en Corea del Sur, está afincado en Alemania desde hace años, donde es profesor de Filosofía y Estudios Culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Nada sabía de él hasta que lo encontré en un conocido suplemento cultural. Sus pensamientos, aparentemente sencillos, aquilatan toda una vida de profundas reflexiones, vertidas en obras como la que ha publicado ahora, Psicopolítica. Sus trabajos no son precisamente optimistas, a juzgar por los títulos: La sociedad del cansancio, La agonía del Eros
Es reacio a hacer declaraciones, no le gusta la exposición mediática. Como dice el periodista durante la entrevista, “sabe que depende de la prensa para que sus ideas se difundan, pero le gustaría no tener que hacerlo”. El diálogo se hace difícil, se toma su tiempo para contestar, como si cayera en pequeños trances en los que se sumerge en su interior para encontrar las respuestas más acertadas. “Es un pensador de nuestro tiempo, pero también un hombre misterioso. No será fácil descifrarle, aunque en sus libros se esmera en expresarse con claridad. La cortesía del filósofo, el enigma del hombre”.
Pero una vez que empieza, es un gusto recibir sus palabras. “Mis libros sacuden el sobrentendido en el que muchos se han acomodado. Concentran la atención de la gente en la parte interior fea, la que se oculta tras la bonita fachada. Dejan al descubierto ilusiones fatales. “Aguafiestas” sería un término demasiado suave”.
Habla sobre el trabajo tal como se concibe hoy en día, algo sobre lo que ya se conceptualizó en el pasado: “Para Karl Marx el trabajo conduce a la alienación. El sí mismo se destruye por el trabajo. Se aliena del mundo y de sí mismo a través del trabajo. Por eso dice que el trabajo es una autodesrealización. En nuestra época el trabajo se presenta en forma de libertad y autorealización. Me (auto)exploto, pero creo que me realizo”.
Cuando le preguntan por la brevedad de sus libros responde: “Hace poco se publicó una entrevista en la que fui presentado como alguien capaz de derrumbar con pocas palabras construcciones enteras de pensamientos que sostienen nuestra vida cotidiana. Entonces ¿por qué hace falta escribir libros voluminosos?”.
Sobre la caída del Muro ofrece una idea, una imagen, que me ha fascinado: “Durante la época del Muro existía un enemigo con el que se estaba en guerra. Este enemigo ya no existe. Hoy la gente está en guerra consigo misma. Hoy estamos en una guerra sin muro y sin enemigo”.
Preguntado sobre si Orwell se equivocó en su visión del mundo futuro, afirma: “El estado policial de Orwell, con telepantallas y cámaras de tortura, se distingue fundamentalmente del panóptico digital que representa internet, teléfonos inteligentes y Google Glass, en que es controlado por la ilusión de la libertad y la comunicación ilimitadas. Aquí no se tortura sino que se postea y se tuitea”.
Consulté lo que significa la acepción “panóptico” y he aquí lo que encontré: tipo de arquitectura carcelaria ideada por el filósofo utilitarista (doctrina en la que todo lo que es útil, relacionado con el principio de felicidad, es bueno) Jeremy Bentham hacia fines del siglo XVIII. El objetivo de la estructura panóptica es permitir a su guardián, guarnecido en una torre central, observar a todos los prisioneros, recluidos en celdas individuales alrededor de la torre, sin que estos puedan saber si son observados.
El efecto más importante del panóptico es inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder, sin que ese poder se esté ejerciendo de manera efectiva en cada momento, puesto que el prisionero no puede saber cuándo se le vigila y cuándo no. Este dispositivo debía crear así un «sentimiento de omnisciencia invisible» sobre los detenidos.
Habla Byung-Chul Han del poder, y lo que dice es sumamente interesante. “La técnica de poder del sistema neoliberal no es ni prohibitiva ni represiva, sino seductora. Se emplea un poder inteligente. Este poder, en vez de prohibir, seduce. No se lleva a cabo a través de la obediencia sino del gusto. Cada uno se somete al sistema de poder mientras se comunique y consuma, o incluso mientras pulse el botón de “me gusta”.
Preguntado por la necesidad de transparencia, responde que “el que relaciona la transparencia solamente con corrupción y con libertad de información ignora su alcance. La transparencia es una coerción sistémica que incluye todos los sucesos sociales para someterlos a cambios fundamentales (…) Esta coerción sistémica convierte la sociedad de la transparencia en una sociedad sincronizada. Lleva a la conformidad y a la sincronización”.
Sobre el éxito de libros como 50 sombras de Grey, en los que prima la pornografía sobre el amor, al que se ve como rendimiento, como inversión calculada, dice que “el Eros supone una relación con lo otro, más allá del rendimiento y de las habilidades que se tengan. Ser capaz de no ser capaz es el verbo modal del amor”.

viernes, 13 de febrero de 2015

Decoración

Me encanta comprobar cómo están cambiando los rígidos cánones de decoración que perduran desde hace décadas, como que las cocinas lleven azulejo en la pared y gres en el suelo. Ahora se ven planchas de madera o muros de piedra envejecida en las paredes, y tarima o parquet con alfombras en los suelos. En los baños pasa lo mismo. Me chiflan esas duchas con suelos de madera, o sobre el mismo suelo con el sumidero a nivel inferior para que no se vaya el agua fuera. Se acabaron las juntas sucias de azulejos y baldosas, a las que siempre había que estar aplicándoles productos para blanquearlas, y también los obstáculos para acceder a la ducha, que cuando ya se va teniendo una edad son una continua molestia.
Paseo la vista por las imágenes de Westwing Home, una página de decoración del hogar que un día, hace tiempo, descubrí por casualidad, y a la que me suscribí para que me mandaran correos con las últimas novedades, ideas y sugerencias. Y tanto he visto que ha habido veces que en el duermevela, cuando ya estoy acostada por la noche, me vienen flashes mentales en los que se mezcla un poco de todo lo que he contemplado, colores, formas, luz, y es en esa fase, curiosamente, en la que de pronto soy creativa en lo que a interiorismo se refiere. Siempre he admirado a quienes tienen gusto para la decoración, ideas sorprendentes y un 6º sentido para captar las tendencias de cada momento. En esa fase entre la vigilia y el sueño no sé por qué soy capaz de inventar entornos en los que me gustaría vivir, lugares confortables y acogedores que se disipan de mi mente al día siguiente, cuando intento recordarlos. Sólo he podido traer a la memoria una terraza acristalada llena de plantas, como una especie de invernadero, en la que entraba el sol a raudales e iluminaba con su cálida luz muebles blancos y encimeras de haya o marrón chocolate con leche, repletos de objetos.
Pero si hay algo que me chifla son los office. Tener un lugar en la cocina donde comer me parece lo más. Ya no se llevan los asientos de rinconera, ahora se imponen grandes mesas con sillas de ratán que son tan bonitas y cómodas, y colgando del techo lámparas de metal oscuro por fuera y por dentro como de cobre reluciente. Los mostradores con taburetes me gustan menos, son más incómodos. Yo no sabía de la existencia del ratán hasta hace poco. Es parecido al bambú, una especie de palma que crece en África, Asia y Australia.
También me gustan los recipientes de cristal grandes llenos de agua sobre los que se ponen velas flotando o pétalos de flores. En las mesas de centro para salones dan un toque relajante y como de ambiente limpio. Se ven mucho enormes lámparas con pantalla negra pendiendo del techo, a baja altura.
Cuando veo una película en la que la mayor parte de la acción transcurre en una casa que me gusta me suelo fijar en los detalles de interiorismo. Una de las que más me gustó fue la que apareció en Cuando menos te lo esperas aunque, claro, es una mansión de las de los Hamptons, lugar donde el dinero y el buen gusto corren a raudales. Recreaba mi vista con una lámpara de mesa en el salón, o una vela metida en un recipiente de cristal (qué bonito) sobre una mesilla de noche en un dormitorio, un pequeño ramillete de flores blancas en el baño, unas conchas en un mueble del recibidor (es una casa junto al mar). Por no hablar de las alfombras, las enormes cristaleras del salón, en fin, todo. Los ojos se me perdían en medio de tanta belleza.
Tampoco se queda atrás la casa que aparecía en Lo que la verdad esconde. El baño precioso, en tonos blancos, gris perla y detalles en negro. El despacho elegante y acogedor, con muchos ventanales y muebles de madera brillante. El dormitorio con moqueta blanca y una zona junto a las grandes ventanas con mesita y sillones, y muchos almohadones. Precioso y amplio el porche, y maravillosos los jardines de alrededor, con unas vistas al mar impresionantes.
Ciertamente hay quien no le da importancia a la forma en que se dispongan las cosas en una casa, pero es importante vivir en un lugar que esté a tu gusto, que sea confortable. Yo sí creo que es importante la decoración, y son los pequeños detalles los que determinan un conjunto atractivo que lleva tu sello personal y en el que apetezca estar.
  

jueves, 12 de febrero de 2015

Cadena perpetua

España se está convirtiendo en un inmenso gallinero donde cualquier cosa es comentada y criticada hasta la exasperación. O quizá lo ha sido siempre, pero con el auge creciente de los medios de comunicación ese descomunal vocerío se ha amplificado hasta extremos intolerables. Y más ahora con las elecciones generales a ojos vista: es más frecuente de lo habitual la difamación, la falsedad, la avaricia, la ambición. Se promete lo que quiere oir el ciudadano de a pie, aunque luego las decisiones tomen otros derroteros, y se inventan falacias sobre los demás para atribuirse méritos a costa del hundimiento del prestigio ajeno.
Ahora saltan chispas con la reforma del Código Penal a raíz de lo que ridículamente han llamado prisión permanente revisable. Cuántos tecnicismos rocambolescos y sin sustancia han surgido desde que empezó nuestra democracia. Lo de cadena perpetua les debe sonar muy mal, algo que por otra parte ha existido en nuestro país a lo largo de muchísimo tiempo. Se habla de ello como si fuera algo nuevo o desconocido.
Son muchos los que se han llevado las manos a la cabeza alegando derechos humanos y crueldad. Se pone en duda que los terroristas merezcan semejante castigo. Curiosamente los partidos de izquierda y de derecha han hecho causa común en su apoyo a esta reforma penal, pues grupos como Podemos la secundan en un alto porcentaje. Tampoco es de extrañar pues oí en una ocasión que no les importaría reinstaurar la pena de muerte. Volvemos a la época de Robespierre y su reinado de terror. Mano dura con el delincuente, sobre todo el ideológico.
Estas son las normativas, europeas eso sí, que permiten que etarras y violadores salgan a la calle al cabo de unos cuantos años. Parece que se le da más importancia hoy en día a los delitos fiscales que a todos los demás. Se puede esperar cualquier cosa de un país donde La Pantoja permanece en la cárcel seguida muy de cerca por el gran público, que está pendiente de la marca del colchón que se ha comprado para estar en prisión o de si otra presa le ha robado su ropa interior, cara y finísima, y sin embargo campean por sus respetos en total libertad quienes tienen en su haber delitos de sangre y de tipo sexual.
En tiempos de Sarkozy, no hace tanto, fue muy polémica en su momento una ley parecida a esta, sólo que en Francia no se decía que esa pena fuera revisable. Pero lo que a mí me impresionó de aquella noticia fue que los presos protestaron diciendo que preferían la instauración de la pena de muerte a toda una vida encerrados en una prisión.
Porque como oí en El intermedio, programa con el que me suelo reir un rato, aunque por lo general me produce urticaria, la cárcel se supone que debe ser un medio de reinserción social y no un castigo. Eso está muy bien para los países nórdicos, donde apenas hay delincuencia, las prisiones están amuebladas en IKEA y no hay muros que impidan salir, allí son extremadamente civilizados, en general. Yo creo que debe ser ambas cosas, una forma de reinsertarse y un castigo por el delito cometido. Aunque todos sabemos que la realidad de las cárceles es otra, porque allí eres inducido a cometer delitos que no has cometido nunca, es una 2ª escuela, después de la de la calle, de delincuencia. Por no hablar de otros abusos a los que eres sometido por los compañeros, cosas que no te tendrían por qué pasar si no hubieras llegado a un sitio así. Es un doble castigo, el de la ley oficial y el carcelario, que tiene sus propias leyes.
De todas formas la Justicia es uno de los temas peor llevados por todos los gobiernos, aquí y fuera de aquí. Pocas reformas han sacado en los últimos años que se puedan decir que sean realmente buenas. Cada vez que promulgan una nueva ley me echo a temblar: como sigamos así los inocentes y justos estarán en la cárcel y los culpables y delincuentes en la calle. Y todo en un país como este, donde todo es posible.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Internet en el trabajo

Revisando papeles hace unos días apareció una hoja en donde había apuntado todos los Favoritos que tenía en el ordenador de mi anterior trabajo, y la lista era interminable. Tres años sin tener apenas nada que hacer dan para mucho ocio. Me pregunto qué habría sido de mí si no hubiera existido Internet, o no lo hubieran permitido utilizar, pues no en todos los trabajos se le pueden dar usos extra laborales, el aburrimiento entonces me habría llevado a la más absoluta desesperación. Espero no volver a tener que pasar por algo así. Con razón dicen que sobramos la mayoría de los funcionarios, es un asco y una vergüenza que te paguen, por poco que sea, por no hacer nada.
Y es que cada Ministerio es un mundo. En el Defensa lo pusieron cuando yo acababa de marcharme a Justicia, aunque sólo funciona el correo electrónico y unas pocas cosas más relacionadas con el trabajo, lo demás está capado. En Justicia, que fue cuando yo descubrí el universo de los internautas, la única restricción que había, creo recordar, era la de las compras on line. Al principio no sabía ni qué mirar, ni dónde meterme, era como asomarse a una dimensión tan infinita que me sentía incapaz de abarcarla.
En Cultura no había trabas de ninguna clase, y el único percance que tuve fue que el ordenador se infectó con un virus al visitar unas páginas de arte. El que me lo arregló dijo en plan jocoso que a saber dónde me había metido para que me pasara eso. En realidad en cualquier sitio al que accedas en Internet te puede pasar.
En Fomento tampoco hubo restricción, de ahí mi larga lista de Favoritos que mencionaba al principio, y ahora en Hacienda sí que las hay: no te puedes meter en redes sociales, lo cual es más que comprensible, ni mandar correos desde tu e-mail particular, y ciertas páginas están restringidas, aunque no sé muy bien por qué, por ejemplo la consulta del callejero. Son los misterios de la censura administrativa. Las compañeras se las arreglaron para que permitieran las compras on line, a las que son adictas. Yo no lo utilizo, aunque han intentado infructuosamente que me aficione.
Por este motivo tengo desatendidos a mis amigos de Facebook. En casa me meto poco porque no suelo tener mucho tiempo, y además mi portátil funciona lento y mal. Estuve muchos años sin Internet en el trabajo, 19, cuando aún no existía, y ahora sin embargo se me haría muy difícil aguantar toda una jornada laboral si no lo tuviera, cuando hay poco que hacer, las horas pasarían muy despacio. Es una válvula de escape, un  pozo de saber, una manera más de estar en el mundo.
Ahora nos parece mentira imaginar un tiempo en que Internet no existía, es como si hubiera un antes y un después. Nos ha cambiado la vida, igual que con la telefonía móvil. Me pregunto qué nuevos avances tecnológicos nos traerá el futuro, hasta dónde seremos capaces de llegar. 


viernes, 6 de febrero de 2015

Un poco de todo

-          De vez en cuando me da por echar un vistazo al almacén que tengo de ropa de hace años, por ver si puedo deshacerme de algo y así dejar sitio a otras cosas. Guardo especialmente una maleta de las de antes, cuando aún no tenían ruedas, de cuando soltera, en la que conservo la ropa más especial, la que quiero distinguir del resto, como para preservarla.

Y echar un vistazo consiste muchas veces en probármela de nuevo, a ver si me vale, como si la talla 42 me pudiera caber ahora, que tengo dos tallas más. Pero me desanimé no tanto por el hecho de haber engordado como por el de comprobar que antes vestía mejor. Y son muchos los motivos que me rondan la cabeza, a cual más desalentador: porque para las gordas no se hace ropa tan bonita, porque mi vida es más gris ahora y eso se refleja en mi modo de vestir actual, o simplemente porque hay menos gusto que antaño. No hay más que mirar lo que se vende en las boutiques y grandes almacenes, es peor que en los saldos de tiempos ha. La ropa que se hace en los talleres donde se esclaviza a tanta gente será más barata, pero es inferior en todos los sentidos que la que se hacía no hace tanto. No vamos a pedir que sea bueno y que valga dos duros.

Esta ropa que guardo de forma especial me la ponía hace 8 años, y es con el paso del tiempo como me doy cuenta de lo bonita que era, en comparación con lo que hay ahora. Da gusto llevarla. Quizá en su momento, cuando me la ponía, no supe apreciarlo tanto. La metí de nuevo en la maleta. Puede que si algún día la puedo volver a lucir ya no esté de moda, pero soy capaz aún así de hacerlo. Al fin y al cabo qué es la moda, la uniformización del estilo, cuando en realiadad cada uno debería ir como le parezca.
-          Es un hartazgo encontrar en las noticias de todos los días los mismos partes informativos sobre la nieve, el desbordamiento de los ríos, los vientos y las marejadas. Se ve que no tienen noticias más interesantes que contar y cuando cogen un tema ya no lo dejan, por anodino que sea. El problema no son las condiciones meteorológicas sino la falta de preparación que tenemos para afrontarlas. Es como si fuera la 1ª vez que nieva, se sale un río de su cauce, sopla fuerte el viento o hay un fuerte oleaje en el mar. El año pasado fue peor, que se metía tierra adentro e inundaba las calles de las poblaciones de la línea de costa. 

El reportaje de turno sobre la inundación del mismo pueblo de todos los años es un ejercicio de estupidez sin igual. Si ya saben lo que va a pasar por qué no construyen un dique o lo que haga falta para que no vuelva a suceder. Y si ya están tan acostumbrados y hasta aburridos del tema por qué salen quejándose en televisión como si fueran víctimas de alguna plaga inesperada. Y la nieve lo mismo: de toda la vida de Dios ha nevado en España. Que la cantidad que caiga sea mayor o menor es lo de menos. Seguro que en Alaska no se dedica en los informativos más de 3 minutos a la nieve, entre otras cosas porque allí sí están preparados para recibirla.

La noticia sería que nevara en Cuba, por ejemplo. Un hecho tan increíble sí merecería un lugar en los telediarios. Lo demás es aburrir al personal, que en realidad es lo que hacen incluso aunque no nieve. Siempre se buscarán este u otro tema con el que machacar a la audiencia a fuerza de repetirlo incansablemente. Es peor la psicosis que crean los medios de comunicación que el hecho en sí.

A mí me resulta más interesante la tormenta de nieve de Nueva York que, como el año pasado, paralizó la ciudad, o ver los coches en Boston sepultados bajo metros de manto blanco.

Y aquí en Madrid, que sí ha nevado otros años, nos estamos librando, pues apenas caen unos pocos copos a ratos. Cuando el resto del país está sufriendo los rigores invernales, aquí estamos tan panchos. Será que la capital es un mundo aparte, o como dicen las malas lenguas, que somos más chulos que un ocho. 

 
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