
Su madre biológica lo dio en
adopción nada más nacer con la condición de que los padres adoptivos le
proporcionaran una educación superior. El coeficiente intelectual de Steve
pronto llamó la atención, sin embargo sólo pasó un año en la Universidad. El
ambiente de lo que entonces no se llamaba aún Sillicon Valey le atraía
poderosamente. Ingenieros, químicos, informáticos y físicos llegaban atraídos
por las nuevas empresas de telecomunicaciones y electrónica.
Como ejecutivo y emprendedor se
reveló como un hombre de trato difícil. Insultaba grosera y cínicamente a cuanto
aquellos osaban oponérsele. Con el director de cine George Lucas tuvo palabras
mayores, lo que no impidió que le comprara su compañía, la que después sería
Pixar. Jobs ya no estaba en Apple, donde había sido defenestrado por su
carácter y una mala operación que realizó, y ahora al frente de su propio
negocio, Next, hacía y deshacía a su antojo. Pero lo que no sabía era que la
adquisición que acababa de realizar cambiaría su vida tanto profesional como
personal. Los dos directivos que ya había en Pixar consiguieron reconducir la
personalidad de Steve Jobs.
Según escribió Brent Schlender en
su El libro de Steve Jobs, “en Pixar descubrió, aunque de mala gana y en
contra de sus instintos naturales, que a veces conviene darles a las personas
con talento el espacio que necesitan (…) Sin las lecciones que aprendió en
Pixar, no habría existido el gran 2º acto de Apple”. En parte impresionado por
el talento de ambos directivos y en parte moderado por su fracaso en Next, que
no funcionó bien, les dejó hacer. Al principio fue difícil: los derroches, las
decisiones arbitrarias y su incapacidad para delegar no daban respiro a sus
empleados. Después, ya encauzado, cuando uno de los directivos le presentó el
presupuesto de un corto de animación que iban a llevar a cabo sólo pudo decir:
“Hacedlo genial”. El corto ganó un Óscar en 1989. En la cena para celebrarlo se
presentó con una joven rubia con la que había empezado a salir un par de meses
antes y que sería su esposa. A excepción de los raros viajes de negocios que hacía
Steve, estuvieron juntos todos los días del resto de sus vidas.

Pixar se convirtió en un negocio
lucrativo, pero Apple se hundía devorado por Microsoft. Sus directivos
decidieron que Steve volviera. Hubo que llevar a cabo recortes en la empresa y
una reorganización general. Empezó a lanzar nuevos productos y todo marchó
viento en popa.

Steve siempre estuvo interesado en
la vida espiritual. Viajó a la India con 18 años para profundizar en el
hinduismo y descubrió la autobiografía del yogui Yogananda, el libro que se
regaló en su funeral. Más tarde, sus preferencias fueron hacia el budismo. Durante
años, un monje iba a su oficina una vez a la semana para aconsejarlo sobre cómo
equilibrar su sentido espiritual y sus metas comerciales.
(Basado en el reportaje Steve Jobs.
Las dos caras del genio, de la revista XL Semanal del 14/nov./2015)