
Veía un reportaje hace poco de una mujer, ya madura, cuya afición deportiva la había llevado a tirarse desde una avioneta innumerables veces a muchos kilómetros de altura, con un traje que se asemeja al cuerpo de esos mamíferos planeadores, colugos creo que se llaman, que tienen unas membranas que les salen de las extremidades y que les sirven para descender en vuelo rasante. Se lanzaba igualmente desde el pico más alto de una gran montaña que le había llevado dos semanas escalar.
Hace poco vi la foto de un batiscafo de un tamaño inferior al habitual, con un diseño muy innovador, aplastado por los lados como las criaturas abisales, ovalado y casi plano. Como en el caso del traje volador, no hay nada mejor que imitar las peculiaridades de la Naturaleza. Igual que cuando se experimenta con la composición de la sustancia que segregan las arañas, tan extraordinariamente resistente y pegajosa, con el fin de crear nuevos materiales. Intentamos inventar cosas diferentes, originales, sin percatarnos que en nuestro entorno está todo lo que es necesario para alcanzar ciertos objetivos hasta ahora impensables en los seres humanos, miramos y parecemos no verlo, pero siempre ha estado ahí.
- Es increíble cómo cambia la perspectiva con la que vemos ciertas películas en el transcurso de los años. Primera plana por ejemplo la veía en mi juventud disfrutando de ese guiño tragicómico que destila, dejándome llevar por el tirón de la historia, el mundo de los periodistas en los años 30, tal y como lo retrata Billy Wilder, con esa visión tan particular que tiene acerca de todo.
Pero ahora ya no me gusta, me parece ácido, cruel, da una imagen del periodista deleznable, como si fuera un buitre, un ser sin escrúpulos capaz de cualquier cosa con tal de dar una primicia, incluso de vender a su madre si llega el caso. Para dar una de cal y otra de arena nos presenta a un protagonista que realmente lleva el periodismo en las venas, el prototipo de informador auténtico,vocacional, que todavía tiene unas cuantas normas éticas que procura no saltarse y al que le corre tinta en lugar de sangre por el cuerpo.

Hay unas secuencias muy curiosas al principio de la película, en las que una cantante toca el piano y entona una melodía siguiendo el texto que aparece en la gran pantalla de un cine, coreada por el público asistente. Era un entretenimiento introductorio de la película que se proyectaría a continuación, el primer karaoke. No cabe duda de la maestría del director para recrear épocas y ambientes y para dibujar personajes muy especiales, cubiertos con una pátina de aparente normalidad, pero, cuidado, no hay que caer en sus trampas emocionales. Él juega con nuestra mente, con nuestros sentimientos, nos lleva a donde quiere. Con él cabe siempre la duda de que el mundo sea un lugar donde pueda haber verdadera bondad, verdadera felicidad.
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