miércoles, 5 de septiembre de 2007

Actores


Dicen que los actores son una raza aparte, personas que viven en su propio mundo, al margen del resto. Imagino que como cualquier artista en general, da igual el arte al que se dediquen, gente con una sensibilidad que les hace ver la realidad en torno de forma distinta a los demás.
En el caso de los actores, su trabajo es aún más especial, porque su arte es cambiante, momentáneo, intenso y público. Cuando un intérprete se mete en un personaje y se mueve en él como si de su propia piel se tratara, olvidándose del espectador, de los focos, de las cámaras, es un momento irrepetible. Hay siempre un punto álgido en una historia, como cuando se sube a la cima de una montaña, en el que el diálogo del actor pone al descubierto, sin previo aviso, ámbitos ocultos del ser humano. Él te va llevando de la mano, a través de su actuación, por un camino lleno de sentimientos, en el que intuyes que si sigues andando encontrarás un mundo diferente y sorprendente.
Tengo mitos dentro del mundo del cine americano, gente como Charlton Heston, Burt Lancaster, Kirk Douglas, Katherine Hepburn (me encantan sus pucheros), Liz Taylor (fresca y magnética), Jane Fonda (magistral), Meryl Streep (encarnación del drama más profundo), por decir algunos, y más recientemente Nicole Kidman, Russell Crowe, Matt Damonn, Jude Law, e incluso Leonardo di Caprio. En el cine inglés, cuna de la interpretación por excelencia, la lista sería interminable: Lawrence Olivier, John Gielgud, Jeremy Irons, o el irlandés Richard Harris.
De la colección de cine que tengo en casa, en lo clásico, la película que más veces he visto es "Cautivos del mal", en la que tanto el argumento como los diálogos y la interpretación de todos los actores me hipnotiza por completo, no me canso de verla.
De entre las más recientes está "Mejor imposible", una comedia hilarante, llena de emoción y sensibilidad, que refleja increíblemente todas las neurosis que aquejan a nuestra sociedad actual.
Pero es en el teatro donde un actor demuestra su versatilidad interpretativa. Es sobre las tablas de un escenario, sin posibilidad de repetir la escena si ha habido algún fallo, improvisando incluso cuando falla la memorización del texto, en contacto directo con un público que absorbe como una esponja todo lo que el intérprete sea capaz de transmitirle, cuando se produce esa magia, esa comunicación irrepetible y distinta a cualquier otra, entre el artista y el espectador. Un goce para los sentidos.
Inglaterra es la cuna del teatro, aunque en medio de tantas compañías serias que interpretan a los grandes clásicos, me quedo con una que, en su momento, rompió moldes, la Monty Python. Con sus ingeniosísimas, sarcásticas e inteligentes puestas en escena, nos dieron una visión de la vida y la sociedad como nadie antes había hecho.
España ha visto nacer a actores de teatro maravillosos, aunque desgraciadamente, por el paso del tiempo, la mayoría están retirados, han fallecido, o hacen pequeños papeles esporádicos en series de televisión mediocres en las que lo único que brilla es precisamente ellos. Hablo de gente como Agustín González, Berta Riaza, los hermanos Gutiérrez Caba, la saga de los Larrañaga-Merlo, los Prendes, Luis Varela, Jaime Blanch, y un sin fin de figuras que han dejado una huella imborrable en nuestra alma cuando hemos tenido la fortuna de verlos trabajar en directo.
Recuerdo especialmente en el teatro, hace unos cuantos años, una obra de Arthur Miller, "Todos eran mis hijos", interpretada precisamente por Agustín González y Berta Riaza. En la escena culminante en la que el protagonista, sentado en el porche de su casa (decorado años 40 en América), revela a su esposa que él fue el culpable indirecto de la muerte del hijo de ambos, ya que era constructor de aviones de guerra durante la 2ª Guerra Mundial y dió el visto bueno a sabiendas a una partida hecha con materiales defectuosos. Uno de estos aviones lo usaría por esos reveses de la fortuna su hijo, soldado en el frente. Cuando Agustín González, sollozando, grita que no sólo fue su hijo el que murió, sino que en realidad "¡...todos eran mis hijos!", el teatro entero puesto en pie remató el momento con una cerrada y emocionante ovación que duró varios minutos, y con la que aún se me ponen los pelos de punta cada vez que la rememoro.
Más recientemente hay algunos actores en nuestro país, pocos, que han demostrado un enorme talento en más de una ocasión, como Pilar López de Ayala o Umax Ugalde, que fuera de las cámaras son personas tímidas y reservadas, pero que se transforman por completo cuando están trabajando.
Y ahora, querido lector, que estoy a solas contigo, te digo que quiero expresar mi más profunda admiración y respeto por esta profesión, que no siempre ha estado considerada, y que nos ha permitido transportarnos a mundos que de otra forma no hubiéramos conocido.
Actores ....., una raza aparte.

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