viernes, 31 de enero de 2014

La Navidad en mi móvil


Aunque ya no estemos en época y parezca que no pega nada, quiero poner las fotos que hice con mi móvil esta Navidad porque, entre unas cosas y otras, lo he ido dejando y me gusta tenerlas en este blog.


Estas son algunas de las fotos que le hice al tiovivo de la plaza de Oriente.


El árbol de la plaza del Callao, precioso, me recordó al que ponían hace años en la Puerta del Sol. Este estaba plantado en un gran macetero, para que las asociaciones ecologistas no protesten, con razón.


El árbol cónico de la plaza de España sucumbió a un día de viento muy fuerte, pero mientras estuvo en pie iluminó con su luz rosa a todos los que pasamos a su lado.


Aquí, ya en mi casa, una pequeña iglesia que tengo desde hace lustros, que apenas da ya luz, aunque nunca he tenido que cambiarle las pilas.


Un rincón de mi salón. El tiovivo musical es uno de los regalos de Navidad que me ha hecho mi hija este año. El portal de Belén, pequeño y modesto, al fondo.


Uno de mis crismas preferidos: Papá Noel se marcha después de haber dejado los regalos y pide silencio porque el niño, precioso, está durmiendo en su cama.


El árbol de Navidad está poco adornado este año, porque mi hija, que me ayuda a montarlo, sugirió que lo recargásemos menos. Y tenía razón, así está mejor, aunque en la foto los reflejos de las luces salen un poco destellantes.


Este Papá Noel cuelga del árbol desde hace 19 Navidades, las que llevo viviendo en mi casa. Aquí no se aprecia, pero es un anciano con una cara muy especial, tiene un aire mágico. Si fuera supersticiosa diría que es una figura de la buena suerte.


Este es un original portal de Belén que cambia de color. Me lo regaló mi padre esta Navidad.



Así quedó el cabecero de la cama de mi hijo. Ese pequeño Papá Noel solía ponerlo en el exterior de la puerta de entrada de mi casa.



Un rincón del salón, junto al equipo de música. Es una lámpara con cristales de colores, estilo Tiffany, que da un ambiente cálido.


En estas dos últimas fotos se ven los adornos que pongo en el trabajo, los de arriba sobre un archivador. El centro de flores azules de la de abajo lo compré con otras dos compañeras que tuve en un trabajo anterior, hace muchos años, que son ahora mis amigas. Cada una lo teníamos de un color. Me acompaña desde entonces en cada nuevo destino.


jueves, 30 de enero de 2014

En el nombre de la patria


Hoy nos levantamos con una imagen en prensa que llama poderosamente mi atención, la foto del sargento Cory Remsburg en el Congreso norteamericano, en el momento en que es ovacionado mientras Obama le dedicaba un discurso en el que hablaba de los héroes. El militar fue herido gravemente hace casi 5 años en la guerra de Afganistán, por lo que estuvo en coma un tiempo y ha tenido que sufrir muchas intervenciones quirúrgicas.

La foto del periódico lo retrata con la mano que le queda sana en el pecho, su forma de responder a los aplausos, dándose golpecitos repetidamente como si aplaudiese también. Es su imagen más favorecedora, porque hay otras en las que se ve el lado derecho de la cabeza hundido y sin pelo, y se aprecian las heridas en la cara.

A su lado está la mujer del presidente, más fashion cada día que pasa, y un señor de pelo blanco, el padre de Cory, que mira con un ¿inesperado? gesto de consternación hacia el presidente mientras sujeta por un brazo a su hijo. Y es precisamente este hombre el que más llamó mi atención. Ese gesto lo dice todo: tú homenajeas a mi hijo y le organizas todo esto, pero mira cómo está él, cómo ha quedado. ¿Hay guerra que justifique una aberración semejante?.

El militar parece muy contento, ve recompensado su sacrificio con un reconocimiento público al más alto nivel. Las secuelas que le acompañarán el resto de su vida sin duda merman su capacidad de raciocinio. O quizá el instinto de supervivencia le mueve a aceptar la situación y recibir el agradecimiento ajeno como una forma de conformarse con su destino, sin querer pensar en si lo que ha quebrantado su salud para siempre merecía la pena realmente.

El que no parece opinar lo mismo es el padre del militar. Se habrá preguntado mil y una veces por qué elegiría su hijo una profesión como esa. Se supone que ya sabría a lo que se exponía, pero creo que no te das verdaderamente cuenta de la locura que es hasta que no te pasa lo que sólo habías imaginado.

Los americanos son muy de eso, de darlo todo por la patria y la bandera. Aquí se les llamaría fachas, pero allí se les llama patriotas, héroes. Pero no nos engañemos: los que dan su vida en el campo de batalla o pierden la salud a causa de ella son víctimas, no de esos supuestos enemigos a los que combaten, sino de aquellos que organizan el cotarro bélico. Después, cuando ocurre la tragedia, se les da una pensión, un homenaje, o se les dedica en el cementerio un solo de trompeta, unas salvas al aire y la bandera de tu país puesta sobre tu féretro. Bonita envoltura, como un bombón, como un caramelo con un papel llamativo.

Quién puede creer, a estas alturas, que es bueno y memorable que te asesinen o te machaquen en nombre de un espíritu patriótico que sólo favorece a los que no se van a partir el pecho por nadie en ningún campo de batalla, cómodamente sentados en su despacho dando órdenes y apretando botones rojos y nucleares. Concepto este del patriotismo que nos hemos inventado para seguir dando rienda suelta a nuestras pulsiones violentas, que nos han acompañado desde el principio de la Humanidad, y nuestro afán conquistador.

La cara del padre de Cory lo dice todo. De pie junto a su hijo, sujetándolo por un brazo, su consternación parece una mezcla de asco, de espanto, de contenido dolor. Sí, mi hijo ha sido un héroe, pero a cambio de qué. Incluso si estuviera en ese estado a causa de un siniestro con un coche no sería tan dramático como a consecuencia de una guerra. Lo 1º es un accidente, lo 2º un suicidio inducido. Se les lava el cerebro a la gente en Norteamérica con el tema de la patria desde que son pequeños, parece lo normal, lo más natural, meterte en el ejército y salir a dar tu vida por una idea abstracta que no sabemos quién inventó.

El espectáculo del militar deshecho y su padre devastado a su lado es tremendo. Parece una representación macabra, una burla cruel: vamos a darle una medalla al lisiado, a ese títere cuyos hilos hemos manipulado con nuestra propaganda bélica habitual(el tío Sam te necesita), a esa sombra de hombre que queda después del horror. Todos parecen muy contentos, como si hubieran perdido la chaveta o se hubieran puesto una venda en los ojos para no ver la realidad. Es el alivio del que contempla la desgracia ajena como un mero espectador, uf, no me ha tocado a mí, que apechugue cada uno con lo suyo.

Cuántos hay como ellos, víctimas de una maquinaria imparable que tritura al que se atreva a introducirse en sus engranajes creyendo que está formando parte de algo bueno y honorable. Todo está montado a lo grande, como hacen siempre en EE.UU., para fomentar ideas ilusorias lo más alejadas posible de la realidad: tu futuro asegurado, un trabajo digno, una reputación. Cuántas mentiras, qué vergüenza. No puedo por más que recordar Nacido el 4 de julio, una gran película que retrató todo esto con absoluto verismo y que tanto nos hizo pensar. Cuántas cosas deleznables se hacen en el nombre de la patria.

Le doy a Cory y a su padre desde aquí no la enhorabuena sino mi más sentido pésame. Imágenes como la protagonizada por ellos, que hoy viene a ilustrar la portada de los periódicos, nunca debieron haberse producido. Nos desayunamos a diario con noticias y fotos que nos quitan el apetito a la fuerza. Uf, qué bien, no me ha tocado a mí.

miércoles, 29 de enero de 2014

Entrevista a Isabel Allende


“Por ser mujer y vender muchos libros ya parece que lo que hago no es literatura”, declaraba recientemente la siempre maravillosa escritora Isabel Allende, durante una entrevista en 20 minutos. Estos días estuvo por Madrid para promocionar su último libro, El juego de Ripper.

Y tiene razón, como suele ser habitual en ella. Inteligente, trabajadora, buena gente, muy femenina, con mucha personalidad y una sensibilidad especial, su talento nos regala cada poco tiempo libros que los críticos suelen denominar de “realismo mágico”, aunque como ella dice, si se tratara de Suecia y no de Latinoamérica no se llamaría así. Es este un estilo denostado, calificado como poco serio, generador de personajes lunáticos, al borde de la locura.

Para Isabel Allende existen“premoniciones, sueños, cosas que no se pueden explicar. En el fondo, lo que nos mueve es irracional: pasiones, emociones, sentimientos”, que en el caso de personas con cualidades perceptivas tan desarrolladas como las de ella alimentan un mundo rico, una imaginación desbordante, un espíritu inquieto y abierto a toda clase de emociones, en el que la delicadeza y la crudeza se dan la mano.

La escritora cree en las sanadoras, esas mujeres que sanan imponiendo las manos. Una de ellas curó a su marido, al que habían dado 2 años de vida. Esta figura aparece en más de una de sus novelas. Ella se inspira en personas reales para crear sus personajes.

En la entrevista le preguntaron por la fallida colaboración con su marido, con el que estuvo a punto de escribir un libro. Isabel afirmó que fue imposible, que casi se matan. “Él es un gringo, no puede concentrarse más de 11 minutos”.
Se queja del machismo que hay en Latinoamérica. A pesar de los avances que la mujer ha hecho por ver reconocidos sus derechos y conseguir puestos relevantes en la sociedad, allí todavía las propias mujeres educan a sus hijos varones “como machitos”, dice. Y la crítica alcanza a EE.UU. donde “horroriza la idea de que una mujer sea presidenta”.

Isabel Allende tiene una fundación dedicada a ayudar a mujeres y niños víctimas de la violencia. Aboga por el reparto de la riqueza. Piensa que si el sistema político no funciona es porque sólo “80 personas tienen todos los recursos del mundo en su poder. Y es esa desigualdad la que puede generar una violencia desatada que nadie podrá controlar”.De todas formas cree que “la tendencia es hacia un mundo más liberal, más inclusivo y más tolerante. Los malos son muy ruidosos, y la gente buena suele ser más discreta”.

Le preguntaron a la escritora por su negativa a Hollywood para llevar al cine su novela Hija de la fortuna, debido a las abusivas condiciones que le imponían. “No podía firmar lo que querían. Ellos tienen todo el poder, pero hay escritores que les decimos que no. El escritor es el que menos gana y al que más roban”.

Su energía y su visión tan positiva de las cosas es contagiosa. “No caminamos en círculo”, dice, “caminamos en una espiral ascendente, aunque creamos que cometemos los mismos errores una y otra vez”.

En la entrevista le comentan que en sus libros se deja traslucir que el ser humano está tan hecho de cosas buenas como malas. “Yo no he tenido oportunidad de sacar a relucir la codicia, la maldad, la rabia. Agradezco a la vida no haber tenido que sacar a la bestia que todos tenemos dentro. Creo que no somos conscientes de hasta dónde somos capaces de llegar. Igual que tenemos la capacidad del mayor heroísmo y puede pasar la vida sin que lo saquemos, también creo en lo otro”.

Seguro que Isabel Allende habrá tenido motivos más de una vez en su vida para sacar lo peor de sí misma, porque todos tenemos luz y oscuridad, pero ella es lo suficientemente positiva como para dejar a un lado lo malo y explotar todo lo que es bueno.

Todavía recuerdo con delectación lo mucho que disfruté leyendo La casa de los espíritus y De amor y de sombra, con los que la descubrí. Son esos regalos que a veces te hace la literatura. Ahora quizá su estilo y sus historias ya no me causan tanta impresión por lo conocidas, pero en su momento me impactó mucho su forma de contar las cosas, tan tremenda y al mismo tiempo tan delicada, tan pasional, tan imaginativa. Ella llegaba a zonas de mi mente y mi corazón hasta entonces ignotas e inexploradas. Creo que compraré su última novela, aunque indaga en un tema como el policíaco que no suele ser de mi gusto. Seguro que en sus manos me sorprenderá.

martes, 28 de enero de 2014

Una Nochevieja diferente


Ahora que ya está acabando el mes me siento un poco más capaz de recapitular lo que ha sido el 2º ingreso que tuvo mi madre tras su operación, desde el día antes de Nochevieja hasta después de Reyes. Lo que más me asustó fue que estuviese delirando durante al menos 3 días. Los médicos y enfermeras entraban y salían de su habitación sin darle mucha importancia aparentemente. Como nadie nos informaba recurrí a Internet: la hipercalcemia severa cursa con delirios, entre otras cosas.

Este ingreso fue consecuencia de una negligencia médica, el exceso de calcio que le suministraron en el primer ingreso. Y luego los reconocimientos médicos tan espaciados: no se puede dar el alta a una paciente recién operada y de cierta edad y dejarla sin una atención médica continuada. El alta médica no significa curación y a veces ni siquiera mejoría.

Nunca había pasado la Nochevieja en un hospital. A mi madre, como al resto de los pacientes, le trajeron una cena a base de pierna de cordero, crema de marisco, una cajita con dulces de Navidad, una bolsita con las 12 uvas y una tarjeta de la cocina deseando Felices Fiestas.

Me pregunto si hay una coordinación real entre médicos y servicio de comidas, porque de ser así nunca le habrían traído a una mujer que delira semejante menú. Me dio casi tanta angustia ver a mi madre en ese estado como que se desperdiciara semejante banquete. Pero al que más pena debió darle fue a mi padre, que no pudo contener las lágrimas. Se escondía por los rincones para que no le viéramos, y no había palabras de consuelo para él. Al día siguiente me tocó a mí. No sé cómo me las arreglo para dar siempre el espectáculo.

Nos contó mi padre que en Nochevieja en el edificio de en frente, que es del personal sanitario, se veía a las enfermeras mirando hacia arriba, donde tendrían colocado algún aparato de televisión, mientras se tomaban las uvas. Qué trabajos estos que no te permiten ni siquiera estar con tus seres queridos en fechas señaladas. No hay dinero que pague eso.

La compañera que le tocó a mi madre en la habitación resultó ser una mujer muy interesante. Grande, con una larga melena teñida de rojo, simpática, afectuosa, muy habladora, con un desparpajo y un sentido del humor envidiables. Encarni, que así se llamaba, nos contó que había sido actriz de varietés con su marido, el director de la compañía y primer actor. Había hecho las Américas y luego de vuelta a España habían trabajado con gente muy conocida, haciendo zarzuela. Imagino el enorme esfuerzo de esta mujer, que tenía que memorizar en poco tiempo un montón de números, los viajes constantes en autocar que le machacaron la espalda. Su marido era muy celoso y se lo hizo pasar mal más de una vez, sin embargo era un encanto en otras cosas y se quisieron mucho. Él murió pronto y no tuvieron hijos, aunque como decía ella con esa vida que tenían que llevar habría sido complicado.

También nos dijo que su representante y los dueños de los teatros tenían sus arreglos y nunca cotizaron por ella, por lo que no le quedó pensión, sólo la de viudedad. Cuántos desmanes se hacían en aquella época, cuando los actores y en general los trabajadores eran víctimas de empresarios sin escrúpulos que les contrataban de cualquier manera sin asegurarles la vejez. Ella, confiada, nunca sospechó nada.

La solía visitar una hermana, con la que vivía y tenía un parecido muy lejano, que según nos dijo antes de casarse fue cantante y tenía una voz preciosa. Otra hermana suya, fallecida en ese mismo hospital el año anterior, a la que más quería, había sido bailarina. Un hermano, fallecido también, fue actor. Era pues una familia entera dedicada a las artes interpretativas.

Por las noches se desorientaba mucho la pobre y le daban crisis violentas. Es lo malo de tener que compartir habitación, aunque durante el día era una persona estupenda. Peor hubiera sido que a mi madre le tocara una persona moribunda, como las había en aquel mismo pasillo en el que cada día moría alguien. Me contaban mis padres que en la madrugada les habían despertado más de una vez los gritos y llantos de familiares que acababan de perder a un ser querido. En el momento que se oían carreras y voces del personal sanitario ya sabían que había alguien en estado crítico o a punto de irse ya al otro mundo. Los pacientes en ese área eran casi todos nonagenarios.

Encarni se fijaba con tristeza en lo acompañada que estaba mi madre y en lo sola que estaba ella. Una noche se quedó dormida sin probar siquiera la cena. A nadie pareció importarle: se llevaron su bandeja sin molestarse en despertarla. Cuando le dieron el alta y me despedí de ella le dije lo encantada que estaba de haberla conocido y lo interesante que nos había resultado todo lo que nos había contado, retazos de su vida que quiso compartir con nosotros. Ella, que no se lo esperaba, se sorprendió y me deseó lo mejor, agradecida.

La imaginación del personal sanitario tuvo su muestra evidente en forma de adornos de Navidad, hechos por ellos mismos. Es la prueba fehaciente de que no hace falta mucho dinero para conseguir objetos bonitos con los que festejar la época. Le hice fotos con mi móvil al muñeco de nieve que estaba en el mostrador de las enfermeras, hecho con vasos de plástico grapados, papel cebolla para la bufanda y cartulina para la chistera, ojos, nariz, pajarita y botones. Dos vasos de cartón grandes de los de Coca Cola puestos boca abajo, con sombrero de cartulina roja rodeado de algodón, ojos, boca, cinturón, y unas pajitas negras que hacían de piernas, puestos sobre un reborde de la pared hacían la veces de pequeños Papa Noel traviesos. Unos cartones marrón claro recortados con forma de chimenea, de la que colgaban unas botas rojas de cartulina y un fuego hecho con papel cebolla rojo y amarillo daban un aire muy acogedor. El papel de las magdalenas recortado por los bordes y pintado eran como estrellas sobre los cristales de las ventanas.

A mi madre le regalé una maceta forrada de fieltro verde que llevaba pegado un osito blanco, con algunas plantas y una mariquita hecha de fieltro rojo clavada en la tierra, a la que se le movían los ojos. Se lleva mucho lo de poner estos adornos en las macetas. Por lo menos conseguí arrancarles una sonrisa. Allí estuvo en el alféizar de la ventana junto a su cama hasta que le dieron el alta.

Ahora ella tiene reconocimientos médicos continuados y está más tranquila en el confort de su casa, cuidada por mi padre. Con buenas comidas, reposo y rodeada de sus cosas se siente mucho más recuperada. En la vida nunca sabes lo que puede pasar, y las dolencias no perdonan fechas señaladas. Somos, a pesar de todo, afortunados por haber salido con bien de esta. Fue sin duda la de este año una Nochevieja diferente.

lunes, 27 de enero de 2014

Las innovaciones del Papa Francisco


"No tengáis miedo a la ternura", ha dicho el Papa Francisco. No es de extrañar, con declaraciones como esta, que todo lo que diga o haga nos resulte siempre tan conmovedor. Como conmovedores son los esfuerzos que hace por ampliar las miras de la Iglesia católica y por modificar las rancias estructuras que mueven sus engranajes, oxidados tras siglos de inmovilismo y renuencia al cambio. Tiene que estar resultándole un esfuerzo titánico.

O no. Porque en él todo parece fluir con naturalidad, sin grandes quebraderos de cabeza. Me asombra que pueda él solo con toda esa carga. En Las sandalias del pescador se dibujaba la imagen del Papa como un ser obligado a vivir en soledad, con la única compañía de su fe y sus asistentes personales, que se limitaban a cumplir su función y poco más. En aquella película el Santo Padre era como un pájaro encerrado en una jaula de oro, coartada su libertad por normas rígidas y ancestrales, que tenía que pedir permiso para casi todo. Me hacía gracia ver cómo se escapaba de vez en cuando de su reclusión a escondidas, de incógnito: para él la vida normal que llevaba el resto de la gente se había vuelto una aventura.

Tampoco creo que la vida papal sea exactamente así. Sí es cierto que están colmados de innumerables actos oficiales, viajes sin fin, agendas maratonianas que pocos resisten, dada la avanzada edad a la que son elegidos para el cargo. Pero en el Papa Francisco se vio, desde un principio, una energía y una salud, física y mental, poco comunes.

Casi cada día nos sorprende con una nueva declaración. Primero fue aquello de que quién era él para juzgar a los homosexuales, cuando fue preguntado al respecto al salir de un avión. También lo del banco vaticano, que es un tema peliagudo, porque tocarle el bolsillo a los demás, aunque sean sacerdotes y tengan voto de pobreza, es algo que puede hacer estallar un polvorín. Después lo de que las monjas puedan oficiar Misa y dar la Comunión. Esto sí que me dejó estupefacta. Debe ser que las mujeres formamos parte de esos grupos marginales de la sociedad a los que tanto está volviendo sus ojos el Papa Francisco. En la Iglesia católica, y creo que en el resto de confesiones religiosas, nosotras seguimos siendo plato de 2ª mesa, con un trato diferente del de los hombres.

Hace poco pensaba que en realidad las monjas siguen las mismas costumbres que las mujeres de los países más integristas: también se tienen que tapar la cabeza y llevar ropas que les llegan por los pies. Se confunde su voto de castidad, el recato y la modestia por no presumir o hacer alarde, con una anulación completa de lo que es ser mujer. De nada tenemos que avergonzarnos, nada tenemos que esconder. Lo feo, el pecado, está en la mirada de los demás. La historia de Adán y Eva y la expulsión del Paraíso es un cuento inventado por los hombres para tener una excusa con la que someternos, prevaleciendo siempre ellos. Será que nos tienen miedo.

Me llamó la atención el Papa Francisco una vez que hablaba sobre la necesaria renovación de la Curia romana. Es la única vez que he visto temor en su cara, como si estuviera abriendo la caja de Pandora de todos los intereses creados en el Vaticano, un tema que nadie antes se había atrevido a tocar.

Lo último que me ha llegado al corazón son sus rotundas afirmaciones en relación con las acusaciones de pederastia hechas a algunos sacerdotes, que han sido juzgados por ello. Ha sido contundente, ha condenado a esas personas sin reservas y ha dicho que deben pagar por lo que han hecho. Nada de mentiras, nada de esconder los trapos sucios, que los hay en todas partes, la Iglesia incluída.

Pero sus innovaciones no alcanzan sólo a su trabajo, también a su aspecto exterior. Si Benedicto llevaba anillo y crucifijo de oro colgando de una cadena muy elaborada, el Papa Francisco los lleva de plata o de hierro sin adornos en la cadena. Y es austero hasta con los colores de la vestimenta: si el anterior Papa llevaba pantalón y medias blancos, zapatos y muceta rojos, y roquete con puntillas, el actual lleva pantalón, medias y zapatos negros, no se pone muceta, sólo la sotana y la esclavina blanca, y el roquete sin puntillas.

Y no es porque Benedicto fuese ostentoso, sólo se limitaba a seguir la tradición. Pero el Papa Francisco ha roto también en estas cosas el boato al que nos tenía acostumbrados la Iglesia. No es difícil imaginar que alguien como él no podrá soportar la eterna contradicción de un ministerio que no deja de predicar la sencillez, la humildad y la ayuda a los necesitados, y luego luce en sus apariciones públicas todo tipo de lujos.

En los encuentros con los cardenales eludió el tradicional besamanos, y viaja con ellos en microbús, eludiendo el papa móvil. Para salir fuera del Vaticano prefiere utilizar un Volkswagen negro de la Gendarmería vaticana antes que el lujoso coche oficial, un Mercedes. Además su escolta se ha reducido al mínimo. Cuando viaja al extranjero no se aloja en lujosos hoteles sino en habitaciones sencillas y no muy grandes. No es de extrañar que cesara al obispo alemán aquel que vivía con ostentación y derroche.

Ya desde el principio rechazó vivir en los fríos apartamentos pontificios, y lo hace en la residencia de Santa Marta, donde viven los eclesiásticos de la Secretaría de Estado y los obispos de todo el mundo que llegan a Roma, porque no le gusta vivir solo. Él llega al comedor y se sienta con su bandeja en el primer sitio que haya libre. Se levanta a las 5 menos cuarto de la mañana y se acuesta a las 8 de la tarde.

En fin, que estoy maravillada con la forma de hacer las cosas de este hombre, su apertura de miras, su bondad sin amaneramientos beatos, la fuerza de sus palabras y sus acciones. Necesitábamos algo así. Cuando le veo fotografiado junto al anterior Papa, algo inédito en la Iglesia católica, dos Papas juntos, me encanta, o cuando aparece junto a personas afectadas por todo tipo de enfermedades, cómo las toca, cómo las besa, es increíble. Es el Sumo Pontífice que más se me asemeja a lo que debió ser Cristo en la Tierra.

Esperamos que siga así por mucho tiempo. Con cuántas cosas más nos sorprenderá…

viernes, 24 de enero de 2014

Emociones tóxicas (XIV): el rechazo


“Lo que tenemos por delante y lo que dejamos atrás es insignificante en comparación con lo que está dentro de nosotros” (Oliver Wendell Holmes).

La toxicidad del rechazo tiene que ver con todo lo que hacemos para obtener la aceptación, una necesidad digna de todo ser humano, pero mal buscada. Buscamos la aceptación en el exterior, pero el rechazo está en nuestro interior.

La gente no tiene autoridad para rechazarte. Sólo tú puedes hacerlo.

El rechazo es la hemorragia emocional más dolorosa que una persona pueda tener, porque ser aceptado es el pasaporte que te habilita y te da permiso para vivir. Nadie puede vivir sin ser aceptado. Los primeros que nos dan esta validación necesaria son nuestros padres, pero luego iremos descubriendo que cada uno de nosotros tiene la capacidad de darse valor.

Cuando una persona ha experimentado el rechazo, sangra a donde quiera que va y la muestra es que la aceptación sale de su propia boca y no de los demás.

La gente rechazada sobreestima las opiniones de los demás. Se trata de personas hipersensibles.

El rechazo nos convierte en personas y seres susceptibles.

Nos impide echar raíces.

Las personas rechazadas no se cuidan.

Si te sientes rechazado sólo serás capaz de dar aquello que has recibido. Harás todo lo posible para rechazar, aún en circunstancias en las que, para tu sorpresa, seas felicitado.

Por eso es por lo que necesitamos sanar el rechazo que sentimos. No permitas que nadie marque tu corazón.

Por lo general, muchas personas que tienen alteraciones espirituales, mentales y emocionales no han visto satisfechas sus necesidades de amor y afecto en su niñez.

El rechazo no puede detenerte ni limitarte, no puede debilitarte ni condicionarte.

No te aferres a nada. Ser libre es no estar atado a nada.

Técnicas para librarnos del rechazo tóxico:

1) EL rechazo se anula cuando decido usar sabiduría.

2) El rechazo se anula cuando invierto en mí. Sólo serás capaz de dar a los otros lo que te des a ti mismo. Invierte en ti y date tiempo.

3) El rechazo se anula cuando hablo bien de mí. Aquello que más se nos repitió es lo que determinó nuestra imagen. Transforma tu propia imagen a través de las palabras.

4) El rechazo se anula cuando me regalo lo mejor.

5) El rechazo se anula cuando me junto con gente que ya lo ha logrado.

Anula todo rechazo, abandono, castigo, todo estigma, toda comparación, toda exigencia desmedida que cargaron sobre tus hombros.

La felicitación es agradable y la aprobación útil, pero no trabajes buscando la aprobación de los demás, el hacerlo te hará desviarte del objetivo y de la meta.

Cuando alguien te rechace, aléjate de ese lugar.

Necesitas aprender a concentrarte en la gente que te ama y no en quienes te rebajan y anulan tu ser.

Libérate de lo material, los recuerdos tristes, los ritos, las costumbres, las creencias erróneas que no te sirven para crecer y ser libre de la culpa y de aquellos miedos heredados.

Libérate de las emociones que te hieren y te aprisionan.

No guardes rencor a nadie, vuelve a sonreír. Para el que cree todo es posible.
Libérate de toda imagen errónea de Dios. Él no te condena ni te acusa de nada. Todo lo contrario. Él anhela verte sano, recuperado, próspero, feliz.

Libérate de los momentos de éxito que has tenido, porque los mejores están por venir.

No mires hacia atrás, no te detengas, no pierdas tiempo. Libérate del dolor, de las emociones tóxicas. Después perdónate y perdona.

(Del libro de Bernardo Stamateas)

jueves, 23 de enero de 2014

A Manu Leguineche


“Su móvil no era otro que la curiosidad periodística, el testimonio, la vocación por contar la verdad y buscar la justicia”, decía el gran Manu Leguineche en un artículo sobre Kapuscinski allá por abril de 2003. Un excelente periodista hablando de otro. Y son palabras que se podría haber aplicado a sí mismo.

Nos llega hoy la noticia de su muerte. No sabía que estuviera enfermo desde hace tiempo. Oir su nombre es recordar mi infancia, cuando salía con asiduidad en televisión, toda una vida dedicada a hacer buen periodismo, un hombre que era una institución, aunque su modestia le impidiera reconocerlo. Especializarse en crónica de guerra es una de las labores más difíciles a las que se puede entregar un periodista, y hacerlo como él lo hizo es una muestra fehaciente de su talento.

Igual que hay otros periodistas, como Pérez Reverte, a los que su inmersión en conflictos bélicos, con sus inevitables crudezas, ha convertido en personas escépticas y duras, amargas diría yo, a Manu Leguineche lo único que hizo fue crecerle la humanidad. En él era todo naturalidad. Fue, además de un gran profesional, una muy buena persona.

Me he preguntado siempre, ya cuando estudiaba Periodismo en la facultad, qué es lo que mueve a un periodista a dedicarse a la crónica de guerra. Ahora, pensando en él, creo haber encontrado la respuesta: se trata de entender el mundo, de ampliar los horizontes vitales dejando a un lado lo acomodaticio, ser testigo veraz de las grandes calamidades e injusticias que tienen lugar en nuestro planeta para luego transmitirnos su testimonio fidedigno, la verdad por encima de todo. “Yo nunca llamé a nadie, ni siquiera a mi familia, antes de salir hacia un fregado. En esta profesión hay que ir llorado”, decía sin lamentaciones.

Manu también gozaba de sentido del humor: hace más de 4 décadas fundó en su casa, con un grupo de amigos y amigas, el Club de los Faltos de Cariño, del que seguía formando parte y al que se añadía gente cada cierto tiempo. Soltero vocacional, dice haber sido siempre un solitario, ya desde el internado cuando era niño. Ha tenido varias relaciones, algunas le duraron hasta 5 años, pero afirmaba no ser hombre capaz de aguantar discusiones, y la convivencia las hace a veces inevitables. Además no quería hacer daño a nadie.

Tímido irredento, prefería estar en países del Tercer Mundo, a donde viajó ya con 18 años para encontrarse y conocerse mejor a sí mismo, como comentó en alguna ocasión, antes que en la gran ciudad. Volver a vivir en un pueblo le había quitado gran parte de esa introversión, algo que no hacía desde su niñez. Adoraba el silencio. Decía tener aversión incluso al teléfono, que cada vez le costaba más relacionarse con la gente, que estaba volviendo a la época de las cavernas. Sin embargo, su carácter bondadoso y afectuoso hacía que la lista de sus amigos fuera incontable.

Emprendedor, fundador de agencias tan importantes en nuestro país como Colpisa, en la que se han formado tantos y tan buenos informadores, Manu Leguineche fue un espíritu inquieto que nunca se conformó con la estabilidad del periodismo más convencional. Siempre viajando, destacado en los lugares más remotos, siendo testigo de guerras, de caídas de tiranos, sacando a la luz pública la verdad sobre tantos desmanes como en el mundo hay, sus últimos años los dedicó a escribir libros, faceta que ya desarrollaba desde hacía tiempo.

Veraz, honesto, tan alejado del sensacionalismo al que tiende el periodismo actual, con él se va uno de los pocos profesionales auténticos que aún quedan, gente que, como he podido leer y es cierto, parece una especie en vías de extinción. Para él nuestro afecto y nuestro recuerdo.

miércoles, 22 de enero de 2014

Los últimos descubrimientos sobre el Titanic


Es increíble la cantidad de películas, literatura, documentales e investigaciones de toda índole que se han llevado a cabo acerca de lo que le pasó al Titanic. Lo último que he visto en televisión es un estudio muy reciente, y como todo lo que con este asunto se refiera, los resultados son sorprendentes.

En esta ocasión se hicieron miles de fotografías de gran definición sobre los objetos rastreados con radar a lo largo de unos cuantos kilómetros, en la zona donde tuvo lugar el siniestro. Luego las juntaron, como si se tratara de un puzzle, y crearon un mapa en el que aparecía con exactitud todos los restos, algunos no hallados anteriormente.

Hay trozos que miden 3 plantas. Los motores están juntos, piezas que miden 4 plantas. Por el estado en el que se han encontrado los restos se ha podido saber qué sucedió con cada una de las dos mitades en que se dividió el barco. La proa descendió a gran velocidad y se posó en el fondo con un fuerte golpe que hizo saltar muchas piezas. La popa se mantuvo poco tiempo más a flote, después se le desplomaron las chimeneas y se sumergió dando vueltas en espiral hasta tocar fondo, a 800 metros de la proa, mientras se iban desprendiendo por el camino partes que se fueron diseminando a lo largo de un radio de unos pocos kilómetros. Esta circunstancia se ha sabido observando el retorcimiento del fuselaje.

reconstrucción de las dos partes del barco tal y como están ahora
Se hizo un experimento reproduciendo una plancha y los enormes tornillos que se emplearon en su momento para construir el casco, con el mismo material y diseño. Se lo sometió a diferentes niveles de presión, y en la zona donde se ejerció más fuerza el tornillo se deformó, pero no se produjeron fisuras ni en la pieza ni en la estructura. Se quería averiguar si había defectos de fabricación, pero se comprobó que no. La presión que tuvo que soportar mientras arrastraba el lado de estribor a lo largo del iceberg fue tremenda y no lo resistió: hundió varias planchas del casco (cada una pesaba 136 kg.) y abrió 5 mamparos de los 16 que llevaba, que se inundaron rápidamente.

También ha sido muy polémico el hecho de que el barco llevara menos botes salvavidas que pasajeros. En aquella época la legislación lo establecía así, porque en realidad estaban destinados al traslado de los náufragos del barco siniestrado a otro que fuera en su auxilio, no era para acoger a todo el pasaje e ir a la deriva en medio del mar. El Titanic de hecho llevaba más botes salvavidas de los prescritos por ley, aunque por supuesto no eran suficientes. Después de aquel desastre se cambió la normativa y se incluyó tantos como pasajeros, en prevención de accidentes similares.

Con la estricta aplicación del protocolo “las mujeres y los niños 1º”, se salvó sólo el 40% de los hombres de 1ª clase y un 10% de los de 2ª clase. De las mujeres de 3ª clase sólo se salvó un 30%, y otro tanto de los niños. El presidente de la compañía, la White Star Line, fue acusado de cobardía por el rápido abandono del barco, y condenado al ostracismo social.

perfil del fuselaje de estribor que se abrió
El pecio del Titanic, descubierto hace casi 30 años, fue objeto de un profundo estudio hace 9, y se llegó a la conclusión de que los restos podrían terminar desapareciendo por el efecto corrosivo del agua o enterrados por las montañas de arena de gran altura que tiene a su alrededor y que se van desplazando por efecto de las corrientes submarinas.

En los próximos años se estudiarán las miles de fotografías recientemente tomadas y se seguirán produciendo nuevas conclusiones y hallazgos. Los esperaremos expectantes.


martes, 21 de enero de 2014

Diana


Me quedé muy sorprendida con la versión cinematográfica sobre los dos últimos años de la vida de Diana Spencer, interpretada por la siempre estupenda Naomi Watts.

Ya de por sí era difícil encarnar a una mujer tan conocida, con unos tics y una personalidad tan marcados, y resultar convincente. Por eso se acerca sólo rozando a la verdadera lady Di, se la reconoce en algunos de sus gestos y en sus reacciones, pero poco más.

Sin embargo, los datos de su biografía que aquí aparecen son muy interesantes. Desconocía que hubiese mantenido una relación durante dos años con un médico paquistaní, que empezó cuando ella se estaba divorciando. Por lo visto era de dominio público, pues fue un romance a duras penas mantenido en secreto, pero yo desde luego nunca lo supe.

De su vida oficial lo sabemos todo, los viajes, las recepciones, la variedad y buen gusto de sus trajes. De su vida privada algunas particularidades que ella misma reveló ante las cámaras de televisión, como es bien sabido. La versión que la película da sobre este asunto está muy mitigada, Diana aparece como si se desahogara, como si necesitara hacer una confesión pública para mostrarse al mundo sin tapujos, con todas las verdades y miserias que la acompañaban, como queriendo decir que a todos, nobles o plebeyos, nos suceden el mismo tipo de cosas, que ella no se había librado.

Pero en Diana había un trasfondo distinto, una necesidad casi enfermiza de llamar la atención. La falta de afecto, ya desde su infancia, había condicionado su carácter. Nunca fue una mujer del todo madura, ni se sintió nunca lo suficientemente querida. Pagaba a los que le hacían daño con su misma moneda, rebajándose a su nivel. Las declaraciones en televisión sobre temas tan personales eran una venganza hacia su ex marido y toda la familia real.

Es muy bello ese amor que sintió por Hasnat Khan, el cirujano que vivía modestamente en un pequeño apartamento y trabajaba en un hospital público, y aún más bello que él fuera capaz de corresponderla sin que subyaciera ningún tipo de interés. Se nos haces extraño ver a una británica y a un paquistaní manteniendo una relación, y más si ella es aristócrata, pero en Gran Bretaña sabemos que la población de origen indio y paquistaní está muy extendida y establecida en la sociedad inglesa desde hace décadas.

Hasnat Khan era el tipo de hombre con el que ella sí debía haberse casado. Tímido, gentil, extremadamente discreto, aborrecía el acoso de la prensa casi tanto como lo aborreció ella, aunque pareciera haberse acostumbrado con el paso de los años y por sus obligaciones como princesa. Según la película, esa fue la causa de su ruptura. Altruista por naturaleza, ejercía labores humanitarias viajando a otros países para desempeñar la medicina sin compensación económica alguna.

Diana llegó a conocer a la familia de Hasnat Khan en Paquistán, a la que quiso visitar en solitario, descubriendo a un clan numeroso que vivía en un estrato social muy selecto. Se la ve paseando por enormes jardines llenos de plantas y fuentes mientras conversa con los parientes de él, y consigue vencer la oposición de la madre, reacia en principio a la inclusión de una extranjera blanca, divorciada y de otra religión en el grupo.

En algunos momentos tuvieron sus discrepancias, pero el verdadero Hasnat Khan, que a simple vista no parece paquistaní, aunque el actor que lo encarna tiene marcados rasgos raciales, desmintió tajantemente que él se hubiera comportado como aparece en la película. En ella se le retrata como un hombre que pasa de la dulzura a la cólera con gran facilidad. Él afirma que jamás habló así a Diana ni le faltó al respeto de esa manera, su educación le impide hacer eso ni con ella ni con nadie.

Antes nunca había querido pronunciarse, llevó la muerte de la princesa con la misma discreción con la que llevó el amor que sintió por ella. El dolor que su desaparición le produjo le impidió durante años rehacer su vida con otra persona, hasta que por razón de su edad su familia decidió recurrir a un matrimonio concertado, como es costumbre en su país, que él aceptó sin objetar nada, dado su carácter afable.

La relación con Dodi Al-Fayed fue un idilio efímero. Me acuerdo perfectamente de cuando tuvo lugar. En su momento creía que era una relación más estable, que había comenzado hacia más tiempo, pero no fue así. Mientras estuvo con el millonario egipcio no dejó de llamar a Hasnat Khan. Quería provocar una reacción en él. Sólo contestó a su llamada justo la noche en que Diana murió, por lo que nunca pudo hablar con ella.

Y es que la princesa jugaba a muchas bandas y nunca terminó de llevar una vida estable. La relación con Dodi perseguía dar celos al médico, y al mismo tiempo servía para poner en jaque a toda la familia real, fastidiando especialmente a su ex marido y su ex suegra, que no daban abasto con tanto escándalo.

En la película vemos a una Diana que sabe apreciar la vida sencilla, todo lo que es auténtico. Hastiada del boato en el que siempre ha vivido, comparte cotidianeidad con Hasnat Khan en su pequeño hogar, y confidencias con su mejor amiga en la intimidad. Le molestaba profundamente no poder ver a sus hijos con más frecuencia, sometidos a las rigurosas normas del internado en el que se hallaban.

El accidente que le costó la vida le podía haber pasado a cualquiera, fue una cuestión de mala suerte. Yo, que estuve con mis hijos en el puente del Alma cuando visité París hace 4 años, pensé, mirando el Sena y no muy lejos la Torre Eiffel, que si había de morir no podía haber elegido un lugar más bello. Me alegra saber que, por lo menos los dos últimos años de su vida, fue feliz.


lunes, 20 de enero de 2014

Inmigración


Me sobrecogía una imagen de portada de un periódico hace unos días, en la que se veía a unos subsaharianos custodiados por la policía, horas después de haber saltado esa valla con cuchillas que tienen en Melilla. De 450 que lo intentaron sólo 60 lo consiguieron. Los que aparecían en la foto estaban exhaustos, algunos llorando, recostados contra la fachada de un edificio. Uno de ellos yacía tirado en el suelo, malherido.

El tema de la inmigración es un asunto que me revuelve el estómago. Cómo se puede en un mundo libre, al menos en teoría, cerrar las fronteras a las personas. Por qué yo puedo moverme libremente de un país a otro y un africano no. ¿No estamos todos documentados? Todos tenemos un documento que nos identifica, sea del tipo que fuere. ¿Es que el hecho de pertenecer a un país determinado, tener la piel de un determinado color o cualquier otra característica común al ser humano es determinante?. Y si se trata de vivir me parece injusto que sea necesario un permiso de residencia, aquí o en cualquier otro país. Quién es nadie para dar permiso por algo así, es como si los países, las fronteras, tuvieran propietario. Cuántos hay que están solteros, desempleados o que no estudian y no se les expulsa a otro lugar, pero al que viene de fuera no se le mide con el mismo rasero.

Lo único que debería impedir que una persona cruzase una frontera o permaneciera en un país es una actividad ilegal, pero el que circula sin molestar a nadie y honradamente no tiene por qué serle impedido el paso, y más con violencia.

Un compañero del trabajo lo justificaba como una forma de defensa: no podemos consentir que los extranjeros lleguen en avalancha y nos invadan. “¿No te molestaría a ti que a tu barrio, por ejemplo, llegaran 500 senegaleses?”. “No, en absoluto”, le contesté. “A mí los que me molestan son los maltratadores de mierda, que hay unos cuantos, y las viejas del visillo que se pasan la vida poniendo verde a todo el mundo. A esa gente sí que habría que echarla del país”.

No en vano en mi barrio han proliferado en los últimos años los comercios de chinos. ¿Por qué a ellos no se les ha impedido su entrada en nuestro país, o a los sudamericanos?. ¿Es una cuestión de interés económico? Es como si sólo los que van a dar algún servicio, como montar negocios o trabajar en sectores que los que somos de aquí solemos rechazar, tuvieran carta blanca. Y los árabes, que con sus millones están copando el mundo empresarial español.

Estoy segura que no es sólo la pobreza o la desesperación de los que vienen de África lo que provoca el rechazo de los países de acogida. Es el color de su piel, y sus características físicas. Hombres que son altos como torres, más negros que la pez, deambulando por nuestras calles. ¡Qué miedo!. Por eso no consiguen trabajos de cara al público, sólo ocupaciones penosas, como la construcción o el campo. Y vendiendo bolsos, música y cine en el top manta, corriendo cada dos por tres perseguidos por la policía, que ya sólo hace el paripé de que los intenta controlar, cuando en realidad se limitan a hacer patrullas disuasorias.

Lo que más se critica de los inmigrantes, sea cual sea su origen, es el hecho de que se organicen en bandas y mafias. Pero no es patrimonio exclusivo de ellos, claro está. No hay más que ver cómo se pone mi barrio cada vez que hay partido. Todavía recuerdo la reyerta cerca de mi casa entre los hinchas de dos equipos rivales, que salieron en tromba de un bar con mesas y sillas que lanzaron por los aires en plena calle, a una altura que llegó hasta el primer piso del edificio junto al que estaban, además de propinarse una buena tanda de golpes hasta que llegaron los antidisturbios, y eran todos españoles.

Se ve la inmigración como una nueva invasión bárbara, tal y como sucedía en siglos pasados. La rígida legislación internacional es la nueva arma que ahora se esgrime contra ese supuesto enemigo. Las batallas se libran ahora en los aeropuertos, en las aduanas, en las fronteras llenas de alambradas. La tendencia del ser humano es protegerse contra lo que no conoce, que ve como una amenaza. O a acaparar, a no dejar que otros disfruten de lo que tiene. Pero el instinto del hombre, al mismo tiempo, es expansivo, le gusta abarcar otros territorios, extenderse, ensanchar sus límites, concer otras culturas, y no necesariamente por afán dominador y violento.

Nos pueden molestar sus costumbres, que son diferentes a las nuestras, su forma de hablar, que a veces no entendemos, pero no somos quién para impedirles la libre circulación y establecimiento, como no nos gustaría que nos hicieran a nosotros cuando viajamos fuera. Mi compañero del trabajo cuestionaba hasta la licitud de sus creencias religiosas, criticando su radicalidad en el caso de los árabes. Quiénes somos nosotros para juzgar confesiones ajenas cuando hasta a las nuestras se les podría poner muchas objeciones. Vive y deja vivir. Intentando combatir la intransigencia nos volvemos nosotros intransigentes. Él piensa que el mío es un pensamiento anarquista. No es cierto, yo hablo con la Constitución en la mano, que no es una simple declaración de principios, muy bonitos expuestos en un libro, vacíos de contenido.

Es precisamente el mundo desarrollado el que hace que el Tercer Mundo siga siendo pobre, vendiéndole armas con las que poder llevar a cabo esas guerras que luego el imperialismo norteamericano hace como que intenta detener con su intervención, después de haberlas propiciado. Las labores humanitarias son pequeñas penitencias para intentar lavar grandes pecados. Pero a quién engañan, es el colmo de los absurdos. Primero fomentan su pobreza, y cuando quieren buscar una vida mejor los devuelven a su miseria. Los carceleros quieren que se conformen con su negro futuro y que además no rechisten ni intenten escapar. Es la tiranía del Primer Mundo, su despostismo manipulador.

No más vallas sangrientas, no más pateras. Se está atentando contra derechos fundamentales del ser humano. No le hagamos a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros.


 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes