viernes, 28 de febrero de 2014

Una amiga de Facebook


Hace unos días me metía en el Facebook de una amiga reciente, que sabía que andaba mal de salud. Conocí a Ángeles cuando puso un “Me gusta” en una foto de mi muro, como había hecho un primo de mi padre al que ambas tenemos agregado. A través de él me conoció. Suelo mirar el muro de los que hacen esto para descubrir gente interesante, personas a las que poder pedir amistad y así ampliar el círculo de mis amistades virtuales, y mis horizontes vitales de paso.

Lo poco que te deja ver un muro ajeno cuando aún no te han agregado me dio a entender que ella era persona agradable, de confianza, y más si tenía por amigo a alguien de mi familia. Cuando por fin me aceptan echo un vistazo a las últimas cosas que haya puesto y poco más, por lo que no supe en un principio que Ángeles estaba enferma.

Poco tiempo después le volví a hacer una visita, y con sorpresa descubrí que tenía cáncer. La vi en unas fotos que me impactaron mucho, la cabeza sin pelo, sentada al borde de la cama de un hospital junto a sus hijos. Su hija la rodeaba con los brazos el cuello colocada a su espalda, en actitud cariñosa y protectora; su hijo, muy desmejorado, estaba sentado a su lado con una cara llena de pesadumbre que no podía disimular. En otra foto se la ve apoyando la cabeza en el hombro de él: parecía una niña grande, un ser en extremo dulce y adorable. La habitación era moderna y confortable, con estores blancos en las ventanas. No parecía un lugar malo para estar, a pesar de las circunstancias.

Ella, al contrario que yo, ponía fotos personales en su muro, y no tenía pudor en mostrar lo que le pasaba, cuando hay tanta gente que suele ocultar sus problemas, sus enfermedades, como si fueran algo de lo que hubiera que avergonzarse. Ángeles me pareció una mujer transparente, valiente y entrañable, sincera y llena de naturalidad, cualidades que valoro en extremo en las personas.

Supe que era gallega y que vivía en Madrid, que estaba licenciada en Psicología, que trabajaba en el Mº de Defensa y que había enviudado.

Añadí en su muro algunas palabras de aliento junto a las que ponían sus amigas, y ella me lo agradeció mucho. Pensé que usar Facebook la distraería y la acompañaría, manteniéndose en contacto con mucha gente a la vez. También pensé que su entereza debía ser enorme, pues en mi caso ante una situación semejante lo que haría sería pasar de todo, no querer ver ni hablar con nadie, aislarme en mi mundo a donde no llegaría nunca la conmiseración ajena ni nada que no estuviese encaminado a mi curación, si ésta fuera posible.

Pero Ángeles tuvo tiempo y ganas de seguir haciendo amistades. La admiro por ello profundamente, inasequible al desaliento, y lo que más siento es lo pronto que nos ha tenido que dejar, pues 51 años no es edad para morir, y el dolor de sus seres queridos, que por su forma de ser la tenían que adorar.

Me queda en la retina esa instantánea en el hospital, convaleciente, su rostro tan bondadoso y maternal, junto a sus hijos. Otra foto, en su perfil, la muestra cuando aún estaba bien, muy contenta con sus hijos también, muy sonrientes a su lado. Se ve que para ella, igual que para mí, ellos eran el centro de su vida. Su hija se le parece enormemente cuando era más joven, según pude ver en unas fotos suyas de hace años.

También hay imágenes en la maternidad cuando tuvo a sus hijos. Los contemplaba en sus brazos, ajena a la cámara, llena de felicidad. Hay muros que son el reflejo de toda una existencia, en las que la gente muestra sin pudor sus cosas más personales. A Ángeles se ve que eso no le importaba, antes al contrario, estaría orgullosa de todo lo que había logrado en la vida, deseando enseñarlo a los demás. Nunca le faltó la sonrisa, ni la bondad.

Sumé palabras de condolencia a las que ya había en su muro, dirigiéndome a ella como si aún pudiera leerme: “Hace poco que nos conocimos en FB, pero las escasas palabras que intercambiamos y las imágenes tan bellas con tu familia me dijeron que eras una magnífica persona. Lo siento de corazón. Ánimo para todos los tuyos..."
Aunque el desenlace no sabía que fuera a ser tan rápido y fatal, lamento ahora no haberla visitado más a menudo, cuando aún podía llegarme el impulso electrónico de sus mensajes y su amistad. Ese impulso se ha acabado, como se agotó el pulso de su corazón, pero queda el testimonio de su paso por este mundo, del que dan buena prueba sus fotos, sus palabras, sus preferencias acerca de muchas cosas (libros, cine, televisión). Un muro de Facebook es como un periódico personal que cada cual edita y que queda para siempre en la gran hemeroteca virtual que es Internet, archivo y memoria de todo lo que nos aconteció, a nosotros y al mundo.

Era una amiga reciente, pero ya se quedó para siempre en mi memoria.

PD: Alguna vez he imaginado qué sería de mis hijos sin mí, pero esa imagen no me ha dolido tanto como la de Ángeles. Por qué será que la tragedia ajena nos afecta a veces más que la propia, siendo en realidad igualmente terribles. Más la de uno mismo, porque es tu vida. Quizá no demos suficiente importancia a la propia existencia, aunque mejor sería no tener que poner a prueba nunca tal tesitura, porque puede que halláramos en esa situación la tristeza más infinita en el fondo de nuestra alma, la desesperación más absoluta por todo lo aún no vivido, la impotencia más desgarradora por no ser capaces de cambiar nuestro destino.

Ángeles fue capaz de superar todo eso, conmoviéndonos con su ternura, hasta el último momento.

jueves, 27 de febrero de 2014

El Masterchef americano una vez más


Hay programas en televisión que dan para mucho en esto de comentar sus peculiaridades, incontables, y el Masterchef americano no es una excepción. Hace poco tiempo hablaba por 1ª vez de él, y desde entonces siempre que he podido he visto algún episodio porque, aunque cocinar no es algo que me apasione, me gusta ver cómo lo hacen los demás, me fascina cómo combinan elementos tan diversos, algunos de los cuales incluso me eran desconocidos hasta ese momento. Y es que tengo la esperanza de captar algo de ese talento que otros tienen para lo culinario, que es obra de arte, o de magia.

En una de las ediciones participaba una vietnamita ciega, a la que los chefs estuvieron a punto de rechazar por su minusvalía (puede ser un peligro en la cocina), pero que terminó ganando, en reñida competencia con un negrito que hacía unos platos con una presentación increíble. Antes de eso habían pasado por pruebas sin fin, hasta dejar atrás a decenas de concursantes venidos de todas partes de EE.UU.

Una de ellas se hizo al aire libre, junto a una granja que parecía sacada de una postal, rodeada de una pradera verde clorofila, con su cercado, su tractor, sus animalitos aquí y allá. El concursante más ventajoso en ese momento, que era el negrito al que antes aludía, tenía que elegir los alimentos que otros 3 concursantes iban a cocinar. Y por supuesto, conociendo a sus contrincantes, procuró darles aquello que no se les daba bien, siendo más benévolo con aquellos con los que simpatizaba.

Al que era su amigo le asignó pollo, a otra compañera cangrejo, a otra algo difícil de guisar, ya no recuerdo qué, y para él mismo carne de ternera. Los miembros de una ONG local fueron los improvisados comensales, agrupados en varias mesas redondas colocadas en mitad de la pradera. Qué delicia poder comer al aire libre, y platos exquisitos elaborados por gente que a esas alturas contaban con muchos conocimientos.

En otra prueba, también al aire libre, les tocó cocinar formando 2 grupos para el cuerpo de bomberos de una pequeña localidad. Situadas las cocinas en medio de una plaza, y con bastante viento por cierto, se afanaron por elaborar el mismo plato cada grupo a su manera. Los musculosos invitados se sentaron a lo largo de una mesa larguísima, tras dedicarles unas palabras con un megáfono uno de los chefs, elogiando su labor. Parecían héroes nacionales. Los americanos son así, siempre aluden a la patria cada vez que homenajean a alguien, no pueden limitarse a resaltar el servicio social que realizan simplemente.

En esta ocasión los organizadores del programa fueron muy duros, pues a los que perdieron no les dejaron ni acercarse a los invitados para saludarles, quedando marginados junto a su cocina, que tuvieron que limpiar antes de irse junto a la de sus rivales.

Pero la prueba más absurda, a mi entender, fue la de freir huevos. Se les pedía a tres de los concursantes que hicieran la mayor cantidad posible en el tiempo que se les concedía. Por lo visto, algo que parece tan sencillo tiene su intríngulis. Cada chef se encargó de inspeccionar el trabajo de uno de ellos, con resultados lamentables, pues les iban tirando lo que habían hecho a un gran cubo de basura situado junto a cada cocina. Se podía oir el chasquido de los platos que se iban rompiendo unos contra otros. Tenía que estar perfecto, bien hecho, ni crudo ni pasado, ni deshecha la yema, ni chamuscada las puntillas. Pocos se libraron. Me pareció una sobreactuación lo de tirarlos de esa manera, ver desperdiciar comida y más en televisión, cuando tanta gente pasa hambre en el mundo, me pareció de mal gusto, algo innecesario.

En otro momento del programa se les pidió que hicieran una tarta de frutas, y curiosamente casi no pudieron lucirse. La repostería es de las cosas más difíciles que hay en la cocina. No es sencillo hacer masas y cremas pasteleras. Hubo quien quiso ser original y mezcló frutas que no combinaban bien entre sí, o las mezcló con cosas saladas, que no quedaban apetitosas.

Lo último que he visto es una prueba en la que los concursantes, divididos en 2 grupos, tenían que hacer una comida de gourmet en medio del campo utilizando sólo el equipo de supervivencia. Tenían que hacer noche allí, encender fuego, acampar. Hacía bastante frío. Cocinaron caza, hicieron pasta amasando con una botella y, en fin, se las ingeniaron para ser exquisitos con pocos recursos. El resultado, contra todo pronóstico, gustó mucho a los chefs. Sentados en una mesa larga sobre un promontorio, degustaron los platos, repartieron elogios y dieron a conocer su decisión haciendo humo del color del equipo ganador.

Lo que me sorprende es que los concursantes no lleven gorro, no sé si es que los americanos no tienen costumbre o lo encuentran antiestético, pero me parece una falta de higiene absoluta. Por lo menos las y los que llevan el pelo largo se lo tendrían que recoger.

Tampoco me parece bien que uno de los chefs, Gordon Ramsay, se dedique a gritarle a los concursantes y a decir groserías cada vez que algo no le gusta. Cuando lo parodió José Mota fue desternillante, pues exagerando la nota, como es habitual en él, lo hacía aparecer con dos pistolas pegando tiros al dueño de un restaurante cuya labor se supone inspeccionaba, hasta el punto que éste se preparaba para recibirle con un bate de béisbol, a modo de defensa. Me fastidia ese tic que tiene Ramsay al hablar de agitar constantemente el dedo índice en el aire, como si siempre estuviera advirtiendo o dando instrucciones, o esa manía de ponerse el lápiz detrás de la oreja.

Buscando información sobre el programa supe que existe un Masterchef junior, en el que los concursantes son niños, pero no sé si se habrá emitido aquí. Me encantaría verlo, tiene que ser muy curioso e interesante comprobar la habilidad de los chavales y las cosas que se les ocurren.

En fin, Masterchef no deja de sorprendernos y de hacernos pensar, porque la comida es un arte y una sabiduría, es toda una filosofía de vida, algo que no se puede hacer de cualquier manera.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Los disturbios de Ucrania


Veía ayer en el muro en FB de Jose Luis, un amigo de los tiempos del colegio y del instituto, el video de una chica ucraniana, muy bella cómo no, hablando sobre la situación de su país y todo lo que estaba ocurriendo, mientras a su espalda manifestantes armados deambulaban de aquí para allá, preparándose para el siguiente enfrentamiento con la policía, tal y como hemos sido testigos en televisión.

Una persona me comentaba recientemente que le parecía muy raro que la gente de una nación democrática se manifieste de una manera tan violenta. Muchos son los que se rebelan incapaces de hacer un examen riguroso de los problemas de otros países, al ignorar por completo sus trayectorias políticas e históricas.

La democracia no es una horma estándar con la que medir a todas las naciones que la han llevado a la práctica. Lo mismo que el comunismo o el socialismo, no son iguales en un sitio que en otro. Las mismas formas de gobierno en unos sitios funcionan de una manera y en otros de otra. En nada se puede generalizar en la vida, todo tiene sus matices, que dependen de innumerables factores.

A mi interlocutora le dije que la democracia de Ucrania es un paripé, que existe una corrupción sin medida. Ella lo puso en duda, pues el peor ignorante no es el que no sabe si no el que no quiere saber. No hace falta tener muchas luces para darse cuenta a qué se debe sino la virulencia de los disturbios en Ucrania. Habrá quienes hayan pensado que se trataba de grupos aislados muy violentos, pero pasó demasiado tiempo y sucedieron demasiadas cosas como para que eso pudiera ser cierto.

Los ucranianos salieron en masa a la calle a reclamar justicia social, el fin de la corrupción y unas condiciones de vida dignas. Nadie lucha de esa manera si no tiene motivos sobrados para hacerlo. Ha muerto mucha gente y ha habido muchos heridos, pero no ha sido en vano. Lo lamentable de todo esto es que, precisamente por vivir en democracia, tendría que haber habido otra manera de reivindicar los derechos conculcados. Son los casos en que la palabra democracia, usada tan a la ligera con frecuencia, carece de sentido al hallarse vacía de contenidos reales. Democracias auténticas hay muy pocas, las de los países nórdicos quizá.

Kiev
El pueblo ucraniano es un pueblo muy duro, como todos los de esas zonas de Europa, porque están acostumbrados a penalidades de toda índole. Es un pueblo que calla largamente, que aguanta mucho porque es abnegado y resistente, pero cuando se le hinchan las narices es cuando llega el momento de alzarse en contra del horror opresor y entonces no hay quien lo detenga. Naciones grandes, hermosas y fuertes sucumben bajo tiranías encubiertas y corruptelas viciosas y crónicas como enfermedades mortales. Es el autoritarismo solapado de las oligarquías, que son el cáncer de casi todas las sociedades actuales.

No me extraña que el presidente destituido haya huido por pies, incapaz de enfrentarse a la justicia. Es lo que pasa con la venganza y los escarmientos públicos, que el condenado termina convirtiéndose en verdugo y al revés, hay sed de sangre, con lo que al final descendemos todos en la escala moral. Pero así se ha escrito siempre la Historia.

Miles de ucranianos se acercaron a la lujosa residencia del presidente depuesto para contemplar sus riquezas. Mármoles, griferías de oro en los cuartos de baño, un zoológico para su disfrute particular en las inmediaciones, un gigantesco campo de golf en el que hasta las bolsas de cuero de los jugadores tenían bordado el nombre del ex presidente, un gran barco atracado en un lago cercano a su casa donde hasta las botellas de licor llevan su cara impresa. Es el narcisismo típico de todos los tiranos.

Hoy veíamos en la prensa las fotos de 100 antidisturbios que se arrodillaban por un momento en un escenario montado en un lugar al oeste del país, para pedir perdón por la brutalidad de su actuación. Antes y después permanecieron de pie, con las manos cruzadas, la cabeza agachada y el gesto contrito, como reos que esperaran sentencia. Es el miedo a las represalias, aunque en realidad estaban acatando órdenes, ellos son meros instrumentos, no tienen responsabilidad alguna, están entrenados para actuar así. Vistos en grupo bien podrían ser los cabezas rapadas hinchas de fútbol a los que estamos habituados aquí.

A mí lo que me ha sobrecogido es el pueblo ucraniano. Han exorcizado sus demonios, y algo más. Ha sido necesario que nos mostraran las imágenes de su tremenda lucha para que tomáramos conciencia de lo que les pasaba. Para un periodista este es el tipo de reportaje que le coloca en el firmamento de la comunicación, es un manjar suculento que se da sólo en contadas ocasiones. Espero que puedan solucionar definitivamente sus problemas y que todo vaya mejor a partir de ahora. Pocas veces los grandes cambios han podido hacerse de forma pacífica.


martes, 25 de febrero de 2014

La reina Isabel según Helen Mirren


La película protagonizada por Helen Mirren, La reina, es particularmente interesante, pues en ella se nos revelan algunos aspectos de la vida y los sentimientos de Isabel de Inglaterra que al común de los mortales nos eran desconocidos. El relato está centrado en la época en que murió la princesa Diana.

La actriz está caracterizada de tal forma que hay momentos en que cuesta distinguirla del personaje auténtico. Su gesto, su ropa, su forma de andar. Hay momentos en que nos olvidamos de que hay una actriz detrás del papel. Tan sólo los diálogos resultan demasiado esquemáticos, como si caricaturizan a los verdaderos protagonistas, y parecen tratarse a la ligera temas que en su día fueron muy delicados y polémicos.

Con esta película, que también fue llevada al teatro con la misma actriz, se quiere romper una lanza en favor de la soberana británica, tan criticada por su actitud en aquellos momentos tan delicados, tras el fallecimiento de la que había sido su nuera, pues permaneció en su residencia de verano mientras la multitud llenaba de ramos de flores, mensajes, velas y peluches las inmediaciones del palacio real.

Magnífica la mansión en la que vive en Balmoral, maravillosos los paisajes que la circundan. La reina y su marido permanecían allí cuidando de sus nietos, deshechos por la tragedia. En la televisión y en la prensa se suceden las declaraciones poniendo en tela de juicio el papel de la Corona ante tan delicada situación.

Repiten en la programación la entrevista que le hicieron a la princesa, en la que se sinceró públicamente acerca de su vida privada y su matrimonio. La reina se muestra contrariada por tanto sensacionalismo y por el hecho de que su hijo elogie ahora a la que fue su mujer, cuando antes la denostaba. Se queja de la volubilidad de su humor y sus opiniones. El príncipe Carlos se admiraba de la forma como todos querían a Diana, incluso en sus debilidades y defectos, y de lo buena madre que según él fue. El marido de Isabel piensa que había dos Dianas que nada tenían que ver, la que conocían ellos y la que creía conocer la gente.

El primer ministro, Tony Blair, habla con la reina frecuentemente por asuntos de estado. Cuando todo el mundo la critica, incluída su propia esposa, por su actitud fría y distante respecto a lo ocurrido a la princesa, él la defiende a capa y espada diciendo que es una mujer que fue obligada a llevar una pesada carga desde muy joven, con la que ha cargado durante medio siglo con mucho trabajo y toda la dignidad que le ha sido posible. Diana, en cambio, según él, le devolvió agriamente todos los parabienes que ella quiso hacerle, amargada por el desamor de su hijo.

Blair aconseja a la reina por teléfono que vuelva a Buckingham y haga unas declaraciones. La gente critica cosas como que esté ausente mientras el cadáver de la princesa permanece en soledad, o que no ondee la bandera a media asta en lo más alto del palacio. La reina y su marido se lamentan de que el pueblo ignore que esa bandera no es tal, si no la enseña de la familia, y que sólo se alza mientras está la soberana en el edificio. Por eso está bajada en ese momento, porque ella está ausente. Nunca estuvo a media asta ni siquiera por el fallecimiento de sus antepasados. Los duelos han sido siempre privados en su familia.

Tras mucho insistir finalmente la reina atiende las recomendaciones, regresa al palacio, hace unas declaraciones para la televisión con un discurso muy emotivo, y se pasea junto a la inmensidad de flores y obsequios que la gente ha dejado junto a las vallas que rodean su casa. Ella, consternada, lee en los mensajes allí depositados críticas hacia ella y laudes a la princesa muerta. La muchedumbre la observa pegada a las vallas de seguridad, muy cerca, y poco a poco van haciendo una tímida reverencia a su paso. Una niña le da un ramo y ella cree que es para que lo ponga junto con los otros. “No, es para usted”, dice la pequeña. La reina lo recoge emocionada.

Cuando se reúne con Blair y éste le agradece el esfuerzo y le pregunta por cómo se sintió, la reina dijo que había sido un trago muy amargo: todos los años que había pasado dedicados a su nación parecían haberse esfumado en un momento tras aquella tragedia. Todavía estaba extrañada por la reacción del pueblo ante aquel acontecimiento, quizá porque no supiera cuán arraigada estaba Diana en el corazón de los ingleses. Algo había cambiado en la relación del ciudadano con la monarquía.

Helen Mirren estuvo magnífica, como siempre, una gran actriz y una gran dama.

lunes, 24 de febrero de 2014

Madonna


Topé con un concierto de Madonna hace poco, haciendo zapping, y ya no pude cambiar de canal. A sus 55 años esta mujer sigue fascinando al espectador aún más que cuando era joven: sus ritmos trepidantes y magnéticos, su siempre peculiar estética, sus magníficas coreografías con ese cuerpo de baile de físicos perfectos, la espectacular e imaginativa puesta en escena. Me encantó la pantalla gigantesca al fondo del escenario con imágenes sorprendentes sucediéndose continuamente. Sólo el gusto por el baile y por el deporte hace comprensible que a esa edad todavía siga en forma, elástica, resistente.

Y no porque pretenda parecer más joven. Cuando una persona se siente como tal no hace falta que haga esfuerzo ninguno para aparentarlo, se le nota por los cuatro costados. Madonna ha sabido adaptarse a los cambios que el paso del tiempo ha impuesto en la evolución de la música y la moda, pero manteniendo sus señas de identidad de siempre. En el concierto que vi, el de Miami de hace año y medio, cambiaba constantemente de vestuario y escenografía, pero no tardó en aparecer el guiño a lo andrógino y la bisexualidad, tema recurrente en su discografía, y también sus inconfundibles sujetadores de rejilla cónicos, que han promocionado tanto a su costa a Jean Paul Gaultier, amante como ella de lo ambiguo.

El que realmente tiene talento suele gustar en todas las épocas y circunstancias. Así pasaba con Michael Jackson, un gran innovador y un gran creador con un sello personal inconfundible. El artista talentoso es incombustible, y sólo los excesos pueden acabar con él.

Madonna, como suele hacer, se comunicó con el público en un cierto momento, informada previamente supongo a cerca de qué asuntos son los que más preocupan en el lugar en el que esté. En Miami se puso a hablar del paro, y dijo sentirse muy afortunada de poder seguir trabajando con la que está cayendo. A un chico musculoso, que se quitaba la camiseta cuando ella pasaba cerca, le dijo bromista que se notaba que iba al gimnasio, “¿una vez al mes? No, una vez a la semana”, comentó sarcástica. “Eso es, hay que quitarse la ropa”, animaba ufana, predicando con el ejemplo.

Podrá gustar más o menos, podrá seguir pareciendo una macarra a pesar de sus esfuerzos por tener un prestigio en la profesión, podrá jugar con nuestros sentidos a su antojo utilizando su instinto para detectar lo que se lleva, lo que está en el aire, Madonna es el eterno y familiar icono siempre presente desde hace 30 años. Verla es recordar mi juventud, y comprobar que a pesar de haber ampliado mis gustos y mis pensamientos desde entonces, hay ciertas cosas que nos siguen marcando.

Moverse en la Administración


Es frustrante comprobar lo cada vez más difícil que resulta poderse mover en la Administración. Había pedido plazas en 5 concursos de traslado desde este verano para acá, ya se han resuelto 4 y no me he podido llevar el gato al agua con ninguno. Antes, cuando participaba en concursos, nunca pensaba en tal o cual puesto porque tenía menos posibilidades de que me dieran algo, y aún así he logrado moverme, pero ahora que tengo tantos años de servicio y tantos cursos y sí que me interesa determinada vacante no consigo nada.

Ya no me muevo por el nivel del puesto, puesto que he llegado al máximo de mi grupo, sino por un mejor complemento específico. Y había unos cuantos en sitios muy interesantes: en Justicia, ministerio por el que ya pasé hace tiempo, con un par de puestos que no estaban mal, uno de ellos con cometidos muy parecidos a los que desempeñé cuando estuve allí destinada.

Otro en Asuntos Exteriores, que es el ministerio que más cerca me queda de casa, con un puesto en el que se desempeñaban labores periodísticas, aunque no fuese un grupo alto, y para el que había que tener titulación universitaria. Me hubiera venido al pelo, aunque llevar las notas de prensa y el seguimiento de los viajes de la Casa Real no sea lo más apasionante en lo que una licenciada en Periodismo pueda trabajar.

Luego otro en Hacienda, que dicen que paga mejor que otros ministerios, pero que al igual que el de Empleo y Seguridad Social una vez que estás en ellos luego no dejan que te vayas, siempre hay cláusulas en todas las convocatorias de concursos por las que te impiden moverte. Seguramente porque son sitios de mucho trabajo, sobre todo de atención al público, y la gente no los quiere, por bien pagados que puedan estar en un momento dado.

El concurso que queda por resolverse, el de Presidencia, tiene una vacante en las oficinas del Palacio Real, que también me queda a pedir de boca de donde vivo, en temas de conservación de edificios históricos.

Pero visto lo visto ya nada espero. En los 29 años que llevo trabajando en la Administración no he visto funcionar otra cosa que el tráfico de influencias. Casi todos los puestos que quiera pedir estarán dados de antemano, y sólo aparecen en el BOE para cumplir el trámite establecido. El BOE es la constatación escrita de la red de intereses creados que ha existido toda la vida en la Administración. Las personas que son nombradas o cesadas de sus puestos tienen una mano detrás que mueve sus hilos y que decide con antelación lo que va a suceder, y sólo unas pocas vacantes no tienen adjudicación previa, que son las que me han ido tocando. Como en cualquier otra profesión o ámbito de la vida, no tenemos todos las mismas oportunidades.

Donde trabajo ahora una chica se pudo ir sólo cuando decidió arrimarse a un miembro sindical de los muchos que parasitan por el edificio. Y cómo se lo debió hacer que consiguió marcharse justo a la localidad mallorquina que ella quería, no cerca o un poco más allá, al sitio exacto con el que siempre había soñado, que era su lugar de origen. En la trastienda de la Administración es donde se cuecen realmente todos los asuntos. Lo demás es la versión oficial, el paripé cara al público.

Y el colmo de las vergüenzas han sido siempre las vacantes de libre designación, que se suponía que eran el enchufismo más manifiesto, sin tapujos. Aunque ahora aparecen con frecuencia algunas que son declaradas desiertas, no sé si por simulación para acallar rumores y protestas o porque realmente nadie las ha pedido o reunía los requisitos necesarios. Es muy extraño. La mayoría sean para puestos de niveles altos, con que poco se podrá solicitar.

Y no será porque no haya puestos libres. En todos los ministerios se está jubilando la gente a punta pala, pero luego amortizan las vacantes. Al final no va a quedar en la Administración más que 4 gatos maullando. Y cada vez se convocan menos concursos, y muchos son restringidos, son sólo para grupos superiores. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen. En fin, habrá que armarse de paciencia, cuando menos se espera suena la flauta.

jueves, 20 de febrero de 2014

Un poco de todo (XIII)


- Aún se me hace extraño ver fotos en color en los periódicos, acostumbrada durante tanto tiempo a que fueran sólo en blanco y negro. Quizá por eso me fijo tanto en ellas. Y la última que ha llamado poderosamente mi atención es una que anuncia viajes de crucero, de una conocida agencia, con ofertas varias. Aparentemente no tiene nada de particular pero que a mí me ha encantado.

Y es que una imagen te llega al alma a veces de forma inesperada. Puede que sea porque representa algo que en ese momento te gustaría hacer, algún sueño que tienes en mente sin llegar a ponerle forma. La foto a la que me refiero es una mujer sentada en una tumbona de madera, leyendo un libro, en la cubierta de un barco. La situación es perfecta: relax en medio del mar, un día soleado sin nubes y un poco fresco, a juzgar por la ropa que lleva. Me gustan mucho los suelos de tablas de madera oscura como el que aparece en la foto, que se usan tanto en los cuartos de baño. Me imagino caminando sobre él y me produce una sensación placentera.

En el periódico la imagen tenía los colores más apagados que la que he encontrado en Internet, lo cual le da una apariencia aún más relajante. La ropa de ella, cómoda, confortable, con esos tonos pastel tan bonitos, su postura, abstraída y en reposo, entregada al placer de la lectura, dejándose llevar por el mar azul, despreocupada de todo, es una situación ideal, lejos de preocupaciones y obligaciones.

Por eso la recorté y la tengo en un cajón de mi mesa de trabajo. Me gusta echarle un vistazo de vez en cuando, sobre todo por la mañana al llegar, cuando necesito motivos para animarme un poco y superar los estragos del madrugón. Hace tiempo que quiero hacer un crucero. Me imagino el típico trasatlántico atestado de gente en poco espacio, sin lugar para el descanso, idea que desmiente la imagen del anuncio.

Me hago la ilusión de que hay un momento y un lugar para mí como el sugiere la foto. No hace falta hacerse un viaje lujoso, sólo es cuestión de saber disfrutar de los placeres sencillos que la vida a veces te regala.

- Impresionantes las imágenes que se ven en televisión y que me han mandado por correo electrónico de los temporales en el norte. Ya son 6 ó 7 en estos 2 últimos meses. Aunque son zonas que nunca han carecido de tormentas y oleajes, en esta ocasión la fuerza del mar, aunque aterradora para los que allí vivan, nos ha dejado momentos fascinantes y bellos.

Vi en un reportaje unos aparatos colocados en el agua con los que han llegado a medir olas de 20 metros, lo que equivale a un edificio de 7 plantas. Eran olas aisladas, imprevisibles, porque las demás fueron muy altas también, pero estas que llegan por su cuenta son las más temibles.

Me asombra que la gente tenga sus casas tan cerca del mar. Acostumbrados a galernas y marejadas, esto no lo imaginaban. A quién se le ocurre construir tan próximos a la línea de costa. Con la fuerza que tiene el agua, que arranca puertas y ventanas, y arrastra todo lo que encuentra a su paso.

En el telediario decían que todo esto se debe a una subida de la temperatura de los océanos y a un ciclón muy fuerte que ha habido en Tailandia. Suena un poco descabellado, pero así funciona la Naturaleza: lo que sucede en una parte del mundo puede afectar a regiones remotas. La conexión planetaria.

- Gracias a mis nuevos seguidores, Ariadna de Asterión y Nacho Achútegui Conde por unirse a este blog, en el que espero puedan hallar cosas que les interesen y les gusten. Ellos también escriben en blogs cuya lectura recomiendo. Se nota que estamos con el concurso de blogs de 20 minutos: hay más visitantes, más comentarios y algunos nuevos adeptos que espero se queden por mucho tiempo. Sólo por esto ya merece la pena participar.

miércoles, 19 de febrero de 2014

La libertad y el amor


Hay una idea en la película sobre la que hablaba ayer, Desayuno con diamantes, que supone la quintaesencia de todo lo que en ella se quiso decir, y que me fascina. La protagonista, casi al final, revela desesperada sus más íntimos anhelos y temores: ella no pertenece a nadie ni nada ni nadie le pertenecen. El que la está escuchando, que como todos los enamorados pretende hacerse dueño de su persona, le grita exasperado que eso no es lógico ni normal, que todos pertenecemos a alguien y también los demás nos pertenecen.

La chica se resiste a abandonar la atalaya desde la que contempla el mundo feliz, un lugar no fácilmente conquistable desde el que goza de una libertad absoluta, dueña de sí misma y hacedora en cada momento de su propia suerte. Pero luego claudica, pensando que si no perderá a la única persona que la ha amado sinceramente. El miedo a perder su libertad es lo que le ha impedido decidirse hasta ese momento. El fantasma de la soledad, que hasta entonces parecía no preocuparle mucho, se cierne sobre ella siniestro.

Porque esa es la disyuntiva del amor: el hecho de permitir que otra persona comparta tu vida supone, cuando menos, ceder parte de tu terreno en beneficio del otro, y eso acarrea muchas cosas: renunciar a la libertad absoluta, ver invadida tu intimidad, tener que dar explicaciones o que justificarte por tus acciones u omisiones, ponerse de acuerdo, tarea harto difícil porque siempre uno de los dos tiene que ceder y no suele apetecer ser uno el que tenga que hacerlo.

Pero claro, hay que verse sumido en el meollo del amor para comprenderlo: estar enamorado significa ser capaz de todo eso y mucho más. Si se contempla la situación fríamente, sin el estado emocional que la pasión amorosa lleva consigo, nos parece una carga insoportable que no tenemos por qué asumir. Y cuando se lleva solo mucho tiempo, no se renuncia fácilmente a todo lo conquistado, esa libertad total, ese vuelo a cielo abierto, que pocos pueden disfrutar.

En cierta forma me apena la decisión de la protagonista de esta película, pues aunque el espectador sienta alivio por la decisión final de ella, la más convencional, que se corresponde con los cánones morales al uso de la época en que fue rodada, yo no dejo de pensar que ha renunciado a cosas muy importantes y dudo de que merezca la pena: nunca se podrá disfrutar tanto de uno mismo como cuando se está solo en el sentido amoroso del término.

Las delicias del amor, nada desdeñables, son el apoyo mutuo, el compartir las cosas de la vida, el goce físico y espiritual de saberse comprendido, admirado y querido, juntos en una única concepción de las cosas y el mundo. Pero cuán pocos consiguen que una situación ideal como esa se perpetúe en el tiempo. Antes de su extinción, lo que parece inevitable en la mayoría de los casos, es preferible creo permanecer en la atalaya en la que se hallaba la protagonista de la película, lugar en el que podía encontrarse consigo misma y con el universo entero sin cortapisas, lo que sí se prolonga en el tiempo.

Hay otra película en la que se trataba este tema, de forma aún más amplia y directa, Memorias de África. En esta ocasión era él el que no quería renunciar a su libertad personal, a ningún precio. Ella se lamentaba amargamente: “Me está prohibido necesitarte, apoyarme en ti”. Si se ponía a coserle a él un botón de la chaqueta, él le decía que no tenía por qué hacerlo. Si ella le decía que por qué no se casaban, él respondía que no la iba a querer más por eso, y que no quería despertarse un día descubriendo que estaba al final de la vida de otra persona. Resulta un poco cruel si se piensa que en el amor no se está al final ni al comienzo de nada, simplemente se está, no es una carrera de fondo. “¿Si yo muero morirás tú?”. Dennis no creía en las superestructuras amorosas, en que dos vidas se confundieran la una con la otra sólo por estar unidas con lazos sentimentales. La entrega y el amor llegan hasta un cierto punto, hay un límite, como para todo.

El protagonista quería vivir su propia vida, no tener que responder más que ante sí mismo. Luchaba contra las convenciones sociales de su época, a principios del siglo pasado, tan rígidas e inamovibles. Su forma de pensar y de comportarse era paradigmática, un avance en la evolución antropológica sin parangón. Le horrorizaban todos los tópicos al uso sobre el amor, el hecho de tener que seguir unas normas establecidas por otros, costumbres que había que aceptar tácitamente si se quería estar bien visto en sociedad. En ese sentido me identifico completamente con él, y me parece uno de los personajes literarios y cinematográficos más fascinantes que he conocido.

Pobre y feliz protagonista femenina de Desayuno con diamantes, ingenua en su jaula de amor a la fuerza. Pobre e infeliz protagonista femenina de Memorias de África, anhelando egoístamente algo que nunca va a llegar, el control sobre el otro. La libertad en el amor no es imposible, pero tampoco completa. Y para mí no hay mejor forma de vivir que no sea en completa libertad. Antes al contrario, creo que cuanto más se ama más espacio de libertad se deja a la otra persona, y cuanto más se es amado más libre se siente uno.

lunes, 17 de febrero de 2014

Desayuno con diamantes


Desayuno con diamantes es una película de la que, a pesar de su fama, apenas tenía recuerdo, si es que alguna vez la vi. Y es realmente una comedia romántica poco usual.

Audrey Hepburn está, como siempre, única. Es sorprendente comprobar cómo la ropa y los complementos que lucía y hasta la decoración del apartamento que aparece en la película siguen vigentes, 53 años después de haberse rodado. El vestido negro de Givenchy parecía distinto en las 4 ó 5 ocasiones en las que aparecía porque cada vez le cambiaba los accesorios, pero era todo el tiempo el mismo.

La cama, con su cabecero de forja negra con arabescos es lo mismo que se lleva ahora. El sofá, si nos fijamos bien, es una bañera seccionada por la mitad, en la que aún se aprecia la grifería dorada en un lateral. El film quería ser original a toda costa, y en esa línea se suceden los gags con un toque de fino humor, como cuando saca unas zapatillas de raso rosa del frigorífico, que nadie explica qué hacen ahí, o como el hecho de tener el teléfono metido en una maleta para que no moleste nadie.

La fiesta que da la protagonista en su apartamento tampoco se queda atrás. Una numerosa colección de personajes excéntricos se reúnen allí a beber, bailar y charlar animadamente. La larga boquilla de Audrey quema sin que ella se de cuenta el florido sombrero de una de sus invitadas, que está sentada cerca. El descuido del señor que habla con Audrey, que vuelca el contenido de su vaso sobre el pequeño incendio al ir a mirar la hora de su reloj de pulsera, evita males mayores y provoca la risa divertida del protagonista masculino, un George Peppard en lo mejor de su juventud.

La historia de una chica de origen humilde que quiere dejar atrás su pasado para convertirse en una mujer mundana y, a ser posible, casarse con un millonario que la saque de la pobreza que siempre la ha acompañado, no es un argumento desconocido en las películas de Hollywood de aquellos años. Pero en la figura de Audrey Hepburn adquiere una dimensión distinta. Su forma de caminar por las calles de Nueva York, con sus elegantes vestidos, mientras fuma con esa larguísima boquilla plateada tan snob, en esas escenas con las que empieza la película, cuando ella se asoma al escaparate de Tiffany para contemplar los diamantes que tanto le gustan, mientras desayuna, pues aún no se ha acostado después de una noche de juerga, son todo un símbolo de lo chic y la vida mundana.

Dicen que tuvo que repetir bastantes veces esas escenas iniciales, pues cientos de personas acudieron al reclamo de su presencia, a duras penas contenidas por las vallas protectoras, y esa expectación que causó la puso nerviosa. Ella, consciente de lo mucho que cuesta rodar una película, procuraba que se hicieran la menor cantidad de tomas posibles. Tan profesional como era, intentaba estar siempre concentrada y aprenderse muy bien los diálogos, además de ser de las primeras personas que llegaban al set de rodaje.

Como dato curioso cabe decir que para el momento en que la pareja protagonista entra en Tiffany y se pasea entre los mostradores abrieron la famosa tienda por 1ª vez en su historia un domingo.

George Peppard está también muy bien. Guapo y talentoso, era seguidor del método Stanislavski, y a Audrey le resultó difícil adaptarse a su forma de trabajar, pues el estilo de ella era radicalmente opuesto. Pero su carácter hacía que conectara con toda clase de personas, y con Peppard trabó una amistad que duraría el resto de sus vidas.

Este actor tenía fama de mal carácter, de estallar en ataques iracundos en medio del set de rodaje y llevarse mal con casi todos los compañeros con los que le tocó actuar. Esto y su afición a la bebida le relegaron a un lugar no merecido, cuando al empezar los 70 cada vez se le contrató menos. Su aparición en algunas series de televisión que logró llevar a la fama fueron breves momentos de éxito. Si no hubiera sido por todos estos problemas habría sido recordado como uno de los mejores actores de su generación.

Resulta sorprendente que el guión de la película estuviera basado en una obra de Truman Capote, escritor siniestro donde los haya. Por supuesto el argumento está muy retocado, pues en el original la protagonista se hace practicar un aborto, es fumadora habitual de marihuana y bisexual. Además mucho más joven de lo que era Audrey Hepburn, que ya tenía 30 años en aquel momento. Pero Blake Edwards, el director, le daba un toque muy dinámico y festivo a todas sus historias, y estuvo muy acertado con los cambios que introdujo.

Sin embargo resulta poco creíble el origen tan humilde y salvaje del personaje, dada la elegancia y exquisitez de Audrey Hepburn. Ella también tuvo una infancia triste al abandonarles su padre siendo una niña. Con los años se reencontraría con él en un asilo, y le sustentaría económicamente hasta su muerte.

Padeció además los devastadores efectos de la 2ª G.M., el hambre y el frío, que dieron a su cuerpo esa extrema delgadez que la caracterizó. Recuerda cuando recibió la ayuda de las Naciones Unidas, tras acabar la contienda, que se puso enferma con el paquete de leche condensada que se comió de golpe. A partir de entonces se prometió que algún día colaboraría en labores humanitarias, cosa que hizo cuando empezó a trabajar menos en el cine, y hasta el final de sus días.

Sus elegantes maneras se deben sin duda a ser hija de una aristócrata, pues su madre era baronesa, aunque ella nunca le dio demasiada importancia a eso. O también a haber sido bailarina de ballet antes que actriz, lo que tampoco se le daba mal. Audrey dominaba además varios idiomas.

El papel, curiosamente, le fue ofrecido en un principio a Marilyn Monroe, pero la aconsejaron que lo rechazara porque el personaje de “acompañante” de hombres no favorecía su imagen. Al dárselo a Audrey se pulió el texto hasta conseguir que fuera idóneo para ella. Hubo alguien en postproducción que quiso eliminar la escena en la que ella aparece cantando la famosa canción Moon river, sentada en la ventana, pero Audrey se levantó y dijo indignada: “¡Por encima de mi cadáver!”. Porque ella era una mujer tierna y dulce pero también tenía su carácter y mucha personalidad.

Audrey Hepburn y George Peppard, que fueron actores tan diferentes y con trayectorias vitales tan distintas, tuvieron un final parecido, pues ambos murieron a consecuencia del cáncer y siendo sexagenarios. En esta película, como en otras, ella desplegó en la película todo un repertorio de emociones, desde la mayor de las alegrías hasta la más profunda de las tristezas y la desesperación, como en las escenas en las que destruye el mobiliario de su casa cuando se entera de la muerte de su hermano. La violencia, tratándose de Audrey, resultaba lacerante pero nunca desagradable. Su encanto era mayor que ninguna otra cosa, lo cubría todo con un manto de delicadeza, elegancia y sensibilidad.


viernes, 14 de febrero de 2014

Amor, amor: Beyoncé y Jay Z


En un día como hoy de los enamorados el periódico nos trae algunos ejemplos de parejas de larga duración, iconos del romance, cuyas relaciones despertaron curiosidad y admiración a su alrededor, pues que el amor dure tanto parece ser algo poco corriente. Las parejas propuestas son las típicas que se suelen mencionar cuando llegan estas fechas: Lennon y Yoko, Paul Newman y Joanne Woodward, Dalí y Gala, entre otras.

Aunque pienso que en realidad no es tan poco corriente el amor intenso y duradero. Cuántas personas anónimas lo viven y no se dan a conocer porque no son famosas. Los ejemplos citados son amores de otra época, en la que parece que las parejas estaban asentadas sobre bases más solidas que las actuales. Por eso, cuando hoy en día vemos a una pareja famosa que disfruta de una pasión auténtica y de cierta duración nos quedamos maravillados, como si se hubiera obrado un milagro.

Es el caso de Beyoncé y su marido Jay Z. Echaron el otro día por televisión un reportaje sobre ellos con motivo del 2º cumpleaños de su hija. Es un canto al amor y al éxito en definitiva. Se la veía a ella en algunas de sus actuaciones, con ese físico espectacular que los partidarios de la escualidez tan de moda han criticado en alguna ocasión. La cantante, sin complejos, antes al contrario, orgullosa de los dones que la Naturaleza le ha otorgado, se movía incesantemente al ritmo de sus canciones acompañada por sus coreografías femeninas habituales. Su melena al viento, su vestimenta siempre sugerente, diseñada con muy buen gusto, enseñando mucho muslo, todo ello componía un conjunto magnético que, unido a su talento para el baile, atrae la atención de cualquiera aunque no se sea aficionado a su música.

En otro momento del reportaje Beyoncé, celebrando algo en su casa, con una copa de vino en la mano y dirigiéndose a los presentes, familiares y amigos de los dos, dedicaba emocionada unas palabras y un brindis a su marido, que la escuchaba atentamente, con esa expresión entre tierna y seria que le caracteriza. Su mujer quería manifestar su admiración, su agradecimiento y su amor al hombre de su vida. “Gracias por todo lo que has hecho por nosotros, los que aquí estamos. Cuánto te debemos. Te conocí cuando tenía 20 años y desde entonces cuánto me has enseñado”.

Realmente cuesta imaginar una vida anterior en la que Jay Z no lo haya tenido todo. Su fortuna, incalculable, sus prósperos negocios como empresario en todo tipo de productos, su ya larga y fructífera carrera musical, son un cúmulo de felices circunstancias que hacen que su vida sea el paraíso en la tierra. Pero no siempre fue así.

Jay Z vendió crack en su juventud, y estuvo envuelto en más de una reyerta con armas blancas y de fuego. A un hermano le disparó porque intentó robarle sus joyas, me imagino que todos esas cadenas, anillos y demás parafernalia que a los raperos gustan de lucir. Quizá por eso, a pesar del tiempo transcurrido, le quede ese aire melancólico y taciturno, ese ensimismamiento, que contrasta con sus enormes sonrisas en ciertos momentos de su vida, cuando está con su mujer, su hija o sus amigos.

Nadie mejor que él valorará lo que tiene ahora, lo que ha conseguido, porque antes le faltaron muchas cosas. Nadie le ha regalado nada, todo se lo ha ganado con esfuerzo, y con inteligencia, hábil como es para los negocios. Contrasta enormemente su poco agraciado rostro con la belleza de su mujer cuando están juntos. Ella sin embargo lo mira embelesada, pues ve en él cosas profundas que se nos escapan al resto de los mortales. Son ellos dos, Beyoncé y Jay Z, la representación de la buena fortuna en todos los sentidos, lo que todos querríamos tener. Una mezcla de azar y dedicación ha sido la pócima mágica que lo ha hecho posible.

Amor, amor, como ese anuncio del perfume de Cacharel que me gusta tanto, posible y duradero hoy en día como en cualquier otra época. Amor, amor, eterno motor del mundo.


jueves, 13 de febrero de 2014

Críticos y seguidores de El hormiguero


Veía hace un par de días a Laura Pausini invitada en El hormiguero y la verdad es que fue una delicia. Sigo a esta cantante desde que comenzó, a la tierna edad de 19 años según comentó ella misma. Cuántas tablas ha adquirido desde entonces, con cuánta desenvoltura se mueve en escenarios y platós de televisión. Si antes se le percibía cierta melancolía, como transfondo de su simpatía y su encanto natural, ahora ésta ha desaparecido tras su maternidad.

Su nuevo disco incluye en una de sus canciones una grabación de los primeros balbuceos de su retoña, entre los que se incluía por vez 1ª la palabra “mamá”. El presentador nos lo hizo escuchar, ante la emoción de la artista, que no se lo esperaba, y nos hizo darnos cuenta de que la pequeña cantaba, mientras los pronunciaba, a semejanza de la sintonía que hizo famosa El mago de Oz. La Pausini se quedó muy sorprendida, porque comprobó que era cierto, pues además es una de las canciones preferidas en su familia desde siempre.

La cantante nos cautivó a todos con sus ocurrencias, su forma de narrar, su voz tan personal. Es italiana por los cuatro costados, no lo puede negar, apasionada, tierna, muy vivaz. Habla el español perfectamente, por cierto, e hizo algunas alusiones graciosas a palabras que aquí significan una cosa y en su tierra otra muy distinta, algunas incluso no recomendables para pronunciar en televisión.

Hay artistas extranjeros que han criticado este programa en sus países de origen tras haberlo visitado. Justin Timberlake dijo que era ridículo lo que allí pasaba y vejatorio el trato recibido. Quizá recuerde el video que le pusieron en el que se le veía disfrazado de mujer, bailando con otros dos individuos, en una parodia de un videoclip de Rihanna. El hecho está ahí, no hay trampa ni cartón, otra cosa es que se haya arrepentido después de haberlo rodado. Parece mentira que un hombre como él, que lleva tantos años dedicado exitosamente a la música (aunque como actor sea penoso) tenga tantos complejos y sea tan inseguro. Lo cual no le ha impedido acudir al programa en más de una ocasión. Sabe que es un programa de mucha audiencia y es la mejor forma de promocionarse en nuestro país.

En su compañía estaba también Jesse Eisenberg, el actor que encarnó al fundador de Facebook, y también otros papeles en los que aparece como lo que debe ser, un bicho raro. También se sintió muy ofendido y se despachó a gusto en un programa norteamericano donde no dejaron de reir con sus sarcasmos acerca de El homiguero.

Otra pareja peculiar, la formada por Charlize Theron y Kristen Stewart, tampoco se quedó atrás. La 1ª comentó en la televisión estadounidense que nunca se había sentido tan incómoda y "confusa". Se burló de las costumbres del programa, como la de poner música insinuante cada vez que ellas hablaban, hacer preguntas insustanciales y a gran velocidad a las que parecía no importar si respondías o no, traer una mesa llena de envases de cristal con líquidos azules y verdes para hacer extraños y pueriles experimentos… Dijo que Kristen Stewart, la insípida, extraña e inexpresiva protagonista de la saga Crepúsculo, estaba a su lado y en un momento dado la vio agachada con las manos sobre la cabeza. Igual esperaba un ataque nuclear. Tom Hanks parecía también bastante seco cuando estuvo allí. Son todos personas peculiares llenos de manías, y allá donde vayan nunca se terminarán de encontrar a gusto y le sacarán pegas a todo.

Es cierto que los extranjeros no tienen por qué entender nuestro sentido del humor y nuestras idiosincrasias. Charlize dijo que parecía un programa de emisión en horario infantil. Y puede que no le falte razón, pero trae a gente interesante y siempre se aprende algo. En nuestro país no tenemos tantos canales ni tan variada oferta televisiva como en EE.UU., algo que seguramente desconoce la actriz al aplicarnos tan duro rasero.

Por eso la gente que es sana acude allí y se divierte, no se cuestiona nada, se deja llevar, son personas a las que la fama no se les ha subido a la cabeza y no se creen muy importantes por mucho bombo que les de en todos los lugares a donde acuden. La lista es interminable, Tom Cruise, Jean Reno, Will Smith, Harrison Ford, Russell Crowe, Gloria Estefan, Justin Bieber, Hugh Jackman, Elijah Wood, Jennifer Aniston, Mel Gibson y tantos otros pasaron un rato estupendo y nos lo hicieron pasar a nosotros, porque saben estar, con sentido del humor y sin complejos. Así disfrutamos todos.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Jordi Évole y el padre Josep Mª Fabró


Estaba Jordi Évole con uno de sus temas candentes, como siempre, en esta ocasión las repercusiones de la salida de delincuentes de la cárcel tras la derogación de la doctrina Parot, cuando tras muchas entrevistas apareció hacia el final un sacerdote, Josep Mª Fabró, que le dejó sin palabras, algo inusual en el periodista, y que le beatificó el gesto.

Este hombre, que regenta un hogar de acogida para presos que acaban de salir de la cárcel, es el cristianismo hecho realidad. Contaba que montó aquel lugar con mucho esfuerzo, pues cuando pedía ayuda a las autoridades y personas adineradas de donde vive, la mayoría le dijeron que les pidiera cualquier cosa pero que para los convictos no.

El padre Fabró da alojamiento y manutención al que llega por allí. Durante las comidas describe cómo las conversaciones terminan derivando hacia las experiencias sufridas durante el cautiverio. Todos están marcados, a todos les ha dejado huella la dureza de lo vivido. No niega que problemas han tenido de muchas clases en la casa de acogida, como cuando uno de ellos tuvo una sobredosis, pero tanto él como los voluntarios están preparados por anticipado para lo que venga, teniendo en cuenta las circunstancias. Comprensión y humanidad.

El periodista le preguntaba que si en sus visitas a la cárcel pasaba miedo, pero él afirma que sólo la 1ª vez que fue, esas rejas que se van cerrando tras de sí, hasta que empezó a hablar con aquellos hombres y sus temores desaparecieron.

Jordi Évole le inquirió acerca de si predicaba en la cárcel, pero el sacerdote lo negó. “Suena demasiado a Misa, y yo no he sido nunca persona de muchas Misas. Que me castiguen por ello, pero cuando llegue mi hora espero que se verá todas las otras cosas buenas que haya podido hacer”. Si le preguntan sobre religión o la conversación le lleva a ello entonces sí habla del tema, pero no por propia iniciativa.

El padre Fabró se quejaba de las condiciones de la vida carcelaria. “Una vez pasé cerca de unos presos a los que habían puesto en fila, y porque algunos de ellos me saludaron sus carceleros les mandaron callar, mantener su sitio y no alterar el orden de forma muy desabrida. Así no se puede tratar a unos hombres hechos y derechos, casi como si fueran críos en el colegio a los que hay que regañar”.

Dice llevar 40 años ejerciendo el sacerdocio. Es ya muy mayor, pero sus energías parecen no agotarse nunca. Habla con rapidez, con inteligencia y sencillez, con mucha claridad. Con él no hay malos entendidos, es transparente. Su aspecto es tan modesto como el lugar que regenta. La vida sacerdotal lleva consigo vivir con sobriedad. Pero esta apariencia humilde no oculta el hecho de que se trata de una persona con carácter.

El periodista le pregunta si admitiría al “violador del chándal”, el individuo sobre el que se centra el reportaje. Dice que lo conoce, pues hace 11 años, cuando murió su padre, lo dejaron salir de la cárcel para asistir al entierro y vino mucha gente sólo para ver si acudiría esposado y el aspecto que tendría. Él se ofreció para acompañarlo sin las esposas, garantizando que nada pasaría, y así evitar el espectáculo. Évole se sorprendía y lamentaba de que estas cosas pudieran pasar.

El padre Fabró por supuesto que lo acogería en el Hogar. “A cualquiera que venga aquí buscando ayuda y refugio. Quién soy yo para juzgar a nadie. Ya han sido juzgados y ya han cumplido condena”. “¿Y si aquellos a los que acoge cayesen una y otra vez en los mismos delitos?”. “Los acogería las veces que fueran necesarias”, contesta el sacerdote. Cree fervientemente en la redención, en que alguna vez llega la hora buena, el momento en que la bondad supera a la maldad. Su versión es muy distinta de la mantenida por los vecinos que protestaron airadamente cuando se enteraron de que el “violador del chándal” había vuelto a su casa, y así se lo hizo notar. La versión del sacerdote era como una bocanada de aire fresco. “Sólo fueron 70 u 80 personas a la manifestación, y reclamaban al alcalde, como si él tuviera algo que ver con eso. Es absurdo”, afirmó el padre Fabró.

El gesto del periodista era inefable, nunca le había visto mirar a nadie así. Le dejaba hablar todo lo que quiso, absorbiendo sus palabras. Él, que se protege siempre tras un aire neutro y un verbo incisivo, en esta ocasión parecía estar totalmente rendido ante la inobjetable honradez del sacerdote. Pocas personas como él habrá encontrado en su vida. En realidad así es como deberíamos ser todos, aunque no vistamos los hábitos de religión alguna. Me quito el sombrero ante el padre Fabró, inasequible al desaliento pese a la adversidad.
 
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