miércoles, 31 de octubre de 2012

Entrevista a Rosa


Veía el otro día la mitad de una entrevista que Anne Igatirburu le hacía a Rosa, con motivo del lanzamiento de su último disco. Siempre es un placer verla en televisión, porque es encantadora. La cantante fue la misma de siempre, noble, muy natural, pero la presentadora me sorprendió con su actitud, y no precisamente para bien. Sacó a relucir en cuanto tuvo ocasión el tema de por qué no tiene novio y, aunque supongo que ella sólo pregunta conforme a un guión que previamente le han confeccionado, la forma como lo hizo, con cara maliciosa, me desagradó profundamente.

Hace poco la propia Igatirburu era objeto de una situación parecida, cuando una conocida periodista le hizo una encerrona ante las cámaras para ponerla en evidencia. Ella fue la 1ª sorprendida, pero consiguió salir airosa. La falta de profesionalidad y saber estar de la otra informadora, de la que sí que nunca me hubiera esperado algo semejante, me sorprendió a mí también.

Quién no ha sido víctima alguna vez de momentos inenarrables como éstos. La envidia, desgraciadamente, será siempre el pecado nacional.

Y qué tipo de personas hacen estas cosas, pues seres grises, aburridos o amargados por sus frustraciones personales, incapaces de hallar la felicidad ni de vivir en paz consigo mismos, que vuelcan sus miserias en los demás.

No sería de extrañar que Anne Igatirburu esté descontenta en lo profesional, pues ese programa en particular es de los que encuentras por casualidad después de un rato haciendo zapping, perdido en su mediocridad entre la mediocridad del resto. Y en lo personal tampoco creo que le haga mucha gracia que le hagan el tipo de preguntas como la que le hizo a Rosa, y con esa intención. Por qué se divorció, por qué no puede tener hijos. Asuntos privados que a nadie más que a uno mismo importan.

A estos mal llamados periodistas que no han hecho la carrera de Periodismo y que acaparan con su intrusismo los medios de comunicación, les suele molestar mucho que les paguen con la misma moneda con que ellos pagan a los demás. Algo incongruente y absurdo por otra parte.

Es más que probable que la presentadora sienta envidia de la paz espiritual en la que vive la cantante, a la que hace mucho tiempo conoce. Rosa supo salir de este mal trago al que la sometió la presentadora hablando de la manera tan especial como suele hacerlo ella, con mucha llaneza y sinceridad, con sensibilidad e inteligencia. Dijo que lo más importante para ella era su familia y que estaba muy centrada en su carrera. El novio es algo accesorio, si llega y está en la misma onda que ella, bien venido sea. ¿Cuál es el misterio?.

La presentadora quiso ridiculizarla, puso cara de suficiencia y desdén, cara de "ésta no tiene remedio", como si estuviera ella en un plano superior, y al final desistió, sin conseguir su oscuro propósito. Rosa no se dio por aludida y siguió hablando de otras cosas, como si nada hubiera pasado, tratando a la Igatirburu con el mismo afecto de siempre, con lo que le dio una lección de clase y humanidad.

Me pregunto por qué les gusta tanto a los necios y mezquinos inquietar a las personas buenas que aún conservan su inocencia intacta y que no saben o no quieren responder, rebajándose a ese nivel para defenderse, a quién puede gustar eso. Ese morbo ponzoñoso es la seña de identidad de este tipo de individuos. Qué lástima. Parece que el que es bueno es que es tonto, en lugar de decir que es honesto y sabio en su actitud. Así deberíamos ser todos.

Han pasado ya once años desde que Rosa ganó aquel primer programa de Operación triunfo. Me quedé sorprendida cuando lo oí, no creía que hubiera pasado tanto tiempo. Aún recuerdo lo distinta que parecía, gruesa, sin apenas arreglar, con una dicción penosa, los dientes un poco descolocados.

En el video clip que pasaron con una de las canciones de su último disco sorprendía lo bien que se movía, lo sensual que estaba. Ha cambiado su imagen radicalmente a lo largo de todos estos años, pero sigue siendo la misma de siempre, fiel a sí misma, auténtica, ingenua, confiada. Ella tiene muy claras las cosas que son importantes en su vida y las sabe cuidar. Es un placer verla entrevistada o actuando, con esa voz tan bonita y poderosa que tiene. Su modestia y su bondad son una inspiración.

martes, 30 de octubre de 2012

Pesadilla en la cocina


Cuando crees que está todo inventado en televisión, surgen nuevos programas que te sorprenden. Así me ha pasado con Pesadilla en la cocina, peripecia vital y restauradora de Alberto Chicote, chef que por lo visto tiene reconocido prestigio pero del que yo no había oído hablar nunca.

El cocinero, entradito en carnes y en carácter, entra en un restaurante de Pinto que está al borde de la bancarrota, atendiendo a la angustiosa llamada de uno de sus dueños.

Chicote se estrena ocupando una de las mesas, en la que se dispone a comer. Mientras lee la carta, hace lapidarios comentarios a cámara. “Te quedas pegado a la mesa” “La carta está pegajosa también”. Pide algunas cosas, y la mayoría no las tienen. El dueño va y viene a la cocina, nervioso, dando voces y abroncando. Falta organización. Cuando por fin le sirven lo que ha pedido, Chicote lo va rechazando por causas diversas: las verduras a la plancha con bechamel están poco hechas y saben a “gasolina”, según dice. “Se nota que se les ha incendiado”. Efectivamente, se había prendido fuego a la plancha y en lugar de retirar lo cocinado lo habían apagado con un trapo. La carne está cruda y el acompañamiento, irreconocible, tiene un aspecto que hecha para atrás. El postre tampoco tiene buen sabor.

Chicote decide entrar en la cocina. Es digno de ver lo que allí se encuentra. La cocinera es una rumana que trabaja mucho pero que sabe poco de restauración y mucho menos de higiene. Grasa goteando sobre las comidas que se están preparando desde la campana extractora, suciedad por todas partes, comida caducada en el frigorífico: lechugas podridas, bechamel con cosas que le han caído encima, trozos de carne y pescado juntos dentro de un mismo bol y con no muy buen olor. Chicote no deja de recriminar, sorprendido e indignado. “¿Es que os queréis llevar por delante a alguien?”.

La dueña, que también ayuda a la cocinera, al mismo tiempo que sirve las mesas, pone cara de consternación, lo mismo que el dueño, que es su pareja. No se esperaban acusaciones semejantes.

Empieza el trabajo. El dueño, macarroso y con poco espíritu de trabajo y de equipo, no hace más que protestar. Da voces sin parar de soltar palabrotas, y reacciona a la defensiva y con rechazo a las recriminaciones de Chicote, que le dice que está dormido. El aludido se termina marchando, y el cocinero le sigue hasta la puerta. “¿Ya está? ¿te rindes?”.

Los clientes protestan por la tardanza, pero al final el cocinero consigue que vayan saliendo los platos. Al día siguiente se reúne a solas con el dueño. “Tienes que despertar, estás dormido. Te juegas tu sustento, y también la continuidad de tu familia. Al final tu mujer te va a dejar”. Chicote mezcla lo profesional y lo personal, como si fuera un consejero laboral y sentimental. Parece que se metiera donde no le llaman, pero sabe que una cosa lleva a la otra, si no funciona una parte la otra tampoco lo hará.

El dueño reflexiona y da un giro radical a su actitud. Y más cuando el equipo del programa le cambia el aspecto al local. Lo 1º que quita son unos sillones de coche roñosos que tiene al fondo, como algo original. Cambia paredes y suelos, el mobiliario, la iluminación, que era escasa. Ahora es todo color. Le pone una moto deslumbrante cerca de la barra a modo de decoración. Ha cambiado hasta las cartas, mucho más chic ahora. Los dueños, y especialmente ella, están emocionados y encantados.

Les da también algunas nociones de cocina. Compra materia prima de 1ª calidad. Confecciona una receta de hamburguesa (“platos sencillos con vuestra marca de la casa”), con un buen trozo de carne de buey, y elabora una salsa diferente, añadiendo al ketchup tradicional un montón de ingredientes: albahaca, pimienta negra, tabasco, un licor, comino, y algunas cosas más que ya no recuerdo.

Les enseña a presentar los platos, y resulta todo un éxito. Los clientes le aplauden cuando sale a preguntar lo que les ha parecido.

El dueño está pletórico. Dice que va a cambiar y que se encuentra lleno de energía renovada. Nunca antes se había encontrado tan a gusto en el trabajo, y aprovecha la bonanza para declararse por 3ª vez a su pareja, que siempre le había dado largas, allí en el local, delante de algunos familiares. Ella bromea y se hace la remolona, pero al final termina aceptando el anillo que le ofrece y su petición de matrimonio.

Me hace mucha gracia que Chicote salga a la calle cada vez que hay una contrariedad para hacer sus comentarios y sus críticas, sin que le oigan los interesados. Habla sin mirar a cámara. “No he visto un tío más vago en toda mi vida. Además se enfada igual que un niño pequeño”.

Me hace gracia también la forma como Chicote irrumpe en las vidas y negocios ajenos como un huracán, trastocándolo todo. Podría parecer un bruto, pero realmente es una buena forma de conseguir resultados. Él dice siempre la verdad, por cruda que pueda parecer, y sólo quiere ver cambios. Es un hombre práctico. También él recibe improperios por parte de los aludidos, ofendidos, y todos injustos, pues le juzgan sin conocerle.

Hay otro programa con el mismo tema en EE.UU., presentado por un cocinero muy rubio con pinta de chiflado, que tiene un aire más hortera y sensacionalista, muy al estilo de los americanos, y que a mí me gusta menos. Chicote nos lleva por tinglados más de nuestra tierra, con una forma de hacer las cosas más de aquí, es más fácilmente reconocible para nosotros la peripecia vital que aborda.

A pesar de su aspecto obeso, su aire hosco y su sarcástico sentido del humor, hay algo en Chicote que es estiloso y distinto, algo que es muy sentimental. A poco que se le conozca nos damos cuenta de que se trata de un hombre muy lúcido e inteligente, demoledor, que tiene las cosas muy claras, y al mismo tiempo poseedor de una gran sensibilidad. Hubiese sido brillante en cualquier otro ámbito al que se hubiera dedicado, pero es la cocina la que ha tenido la fortuna de ser el objeto de su dedicación.

Chicote llega al estómago y al corazón.

lunes, 29 de octubre de 2012

Kubrick


Veía hace poco la famosa 2001, una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, y volví a sorprenderme, una vez más, como en las anteriores ocasiones en que la he visto. Empezando por el año en que fue hecha, 1968. Nadie diría al verla que alguien podía tener ya entonces una visión de futuro tan certera como la que tuvo este director. Casi da miedo. Cómo consiguió imaginar esos ambientes, esas formas de vida. Los sistemas de seguridad de reconocimiento de un sujeto por la voz, las videoconferencias, las pequeñas pantallas detrás de los asientos de un avión, cosas que ahora nos son familiares, entonces eran impensables.

Me maravillan sus encuadres perfectos, profundamente artísticos. Esa puerta que se abre para dar paso a un espacio circular y concéntrico, simétrico, perfectamente blanco. Esas salas inmensas con suelos luminosos, asépticas, frías, simétricas también. Las naves con diseños mucho más innovadores que los que luego se emplearían en La guerra de las galaxias, navegando por el espacio infinito majestuosamente, al son de un vals vienés o de música clásica.

Los espacios cambiantes, donde el suelo se convierte en el techo del ambiente siguiente, dinamitando las referencias de orientación, modificando una y otra vez la visión del entorno.

Hay una quietud deliberadamente inquietante en toda la película, desde la forma de caminar en la ingravidad de todos los personajes, hasta la manera lenta y mecánica de hablar de la máquina que controla la nave, o la cadencia de la música de fondo. Hay también muchos minutos de silencio que nos abocan a la inmensidad de los espacios, la frialdad de las estancias, los planos fijos mantenidos durante mucho tiempo durante los cuales apenas hay cambios. La interrupción repentina de estos silencios con otro sonido repetitivo y machacón que se prolonga largo rato, produce desasosiego, es como si despertara nuestros sistemas de alerta y nos machacara el cerebro, anestesiados por el mantra sonoro y, al mismo tiempo, angustiados por la incertidumbre de algún peligro inminente que parece cernirse sobre nosotros.

El viaje del protagonista a través del espacio-tiempo, ya casi al final, surcando mares, montes, paisajes diversos apenas vislumbrados, a gran velocidad, coloreados con tonos increíbles, combinados con gran gusto, nos ofrece un recorrido fantástico y psicodélico por el que nos dejamos llevar, abandonados a lo que la voluntad de Kubrick nos quiera conducir.

El contraste entre nuestro pasado, los simios que se pelean entre sí y aprenden el uso de la fuerza (el primer asesinato), y nuestro futuro, las naves espaciales, la colonización de otros mundos, es bestial. En 1968, cuando se rodó el film, descolocó a todos, cambió perspectivas y mentalidades, porque si ahora estamos habituados a muchos de los elementos que la ciencia-ficción nos ha aportado a lo largo de los años, en aquel entonces no era así, todo fue novedoso e impactante.

El cine de Kubrick ha sido siempre muy espectacular, en nada parecido a cualquier cosa hecha anteriormente, y ha abordado temas extraños, inquietantes, de forma controvertida, como sucedió en El resplandor, aquellos tsunamis de sangre inundando espacios, el miedo latente en cada rincón, los sonidos machacantes y las imágenes oníricas. Una vez más los encuadres simétricos en amplios espacios, el suelo con baldosas negras y blancas que se repiten hasta el infinito, como una pesadilla.

Seres atormentados, presencias latentes, una maldición que flota en el ambiente, inexplicable e inexorable, son temas recurrentes.

Kubrick no gozó de la estima de sus compañeros de profesión, ignoro si era porque no le entendían o por su forma de ser tan particular. Era una persona compleja a la que había que entender y aceptar tal cual era. A mucha gente le desagradaba. Fue, sin duda, distinto, polémico, rotundamente original.

viernes, 19 de octubre de 2012

Una calle de la infancia (II)


Siguiendo un buen trecho hay un gran supermercado que en tiempos se llamaba Arevalillo, a donde íbamos mucho a comprar, y del que recuerdo especialmente unas enormes latas de atún en aceite, tipo familiar, de las que dábamos buena cuenta. Lo reformaron hace tiempo y ahora tiene otro nombre, pero ya no es lo mismo.

Un poco más arriba una pequeña tienda de muebles en la que unos amigos que tenía cuando estaba casada compraron parte del mobiliario de su casa. Tenía mucho gusto. Yo compré una mesita con ruedas para una televisión pequeña. Ya ha desaparecido.

Después había otra tienda de ropa de niños, no muy espaciosa, donde compré muchas cosas para mis hijos cuando eran muy pequeños. Mi madre y la dueña, que era muy locuaz, solían mantener largas conversaciones mientras nos atendía. Este comercio tampoco existe ya.

En frente de nuevo unos salones de ceremonias muy ostentosos y horteras que hace tiempo cerraron, una farmacia muy fashion, y una corsetería que tenía unos sujetadores de copas muy grandes y tiesas en el escaparate, que ya no existe.

Y continuando se abrían unas calles que iban a parar a un gran complejo de viviendas que construyeron hace años para realojar gitanos, con una pinta estupenda, y que según las lenguas de triple filo están destrozadas por dentro porque esta gente no está acostumbrada a vivir en lugares que no sean chabolas, y arrancan azulejos, grifos, picaportes, de todo. Siempre me pareció injusto ese trato de favor sólo por ser de esa etnia, somos muchos los que no tenemos el poder adquisitivo suficiente para poder vivir en casas así. Desfavorecidos al final somos los demás.

Después hay una gran tienda de informática que hasta hace poco era un bingo, y antes fue un cine, el Salaberry, en el que vi muchas películas de niña. Recuerdo el horroroso olor del ambientador que solían poner en estos sitios en aquella época. También que mis padres llevaban merienda, despliegue de tarteras y queso manchego, aunque las palmeras de chocolate eran mis preferidas. Había que aprovechar la sesión contínua.
Siguiendo la cuesta se encontraba una pequeña tienda de reparación de relojes que tenía en el escaparate una especie de pato que sacaba y metía su largo pico de un tubo de cristal lleno de agua, en un movimiento repetitivo que obedecía a alguna ley física que desconozco. También tenía un juguete metálico y mecánico que representaba a un señor de cierta edad que se erguía y se inclinaba sobre una mesa a la que estaba sentado, llena de piezas sueltas de reloj, como si estuviera reparando algo. Llevaba un artilugio de aumento en un ojo, de los que se usan para ver mejor objetos pequeños. Me fascinaba ese escaparate, me habría pasado horas allí mirando.

Había otra tienda que vendía pelucas y tenía en el escaparate un artilugio mecánico, una cabeza sobre la que se levantaba y volvía a caer un peluquín. Causaba cierto repelús. Había un comercio parecido en la Gran Vía hasta hace poco.

Haciendo esquina una zapatería en la que comprábamos las zapatillas de estar en casa más cómodas que hemos usado nunca. En frente una tienda de Los Guerrilleros.

Y la estrella de la calle, un poco más arriba, era un bar de los de toda la vida, pintado de verde por fuera, cuyos dueños fueron con nosotros siempre muy cariñosos. Tenían una receta para las patatas bravas exquisita, como no las he probado en ningún otro lugar. Cuando les preguntamos cómo las hacía, como lógicamente es secreto del gourmet, tan sólo nos dijeron que mezclaban el tomate con un licor y lo dejaban macerar varios días. Las gambas a la gabardina eran también algo fuera de lo común, con un rebozado que se deshacía en la boca. Cualquier cosa que se pidiera era deliciosa. Siempre estaba lleno de gente.

En las inmediaciones del metro de Urgel recuerdo una tienda que reparaba paraguas, algo que no he visto en ninguna otra parte. Ahora en esa zona hay una lavandería, al estilo de las que llevan usando los americanos desde hace lustros. Están empezando a abrir por muchos sitios. En frente, un poco más arriba, una tienda de muebles haciendo esquina, en la que hace poco me he comprado mi nuevo dormitorio. A continuación había en un solar hasta hace unos años un montón de casas prefabricadas, que terminaron desapareciendo.

Hace años había muchos gitanos en toda la calle, cuyo lugar han venido a ocupar los sudamericanos. Casi todos los negocios de siempre han cerrado y otros han sido ocupados por tiendas de ropa de los chinos y fruterías regentadas por extranjeros. El paisaje ha cambiado enormemente, ya casi no lo reconozco, y siento una gran nostalgia por aquel tiempo perdido del que sólo quedan algunos sitios todavía funcionando, como pequeños reductos que se resisten a desaparecer, impermeables a los estragos del tiempo.

También es la añoranza de aquella parte de mi infancia en la que nos sentimos seguros, en familia, cuando tenemos quien nos cuide y no hay grandes responsabilidades que asumir. Y quizá por haber vuelto a esa época escribiendo este post es por lo que esta noche he soñado con que mi cuerpo se iba reduciendo y transformando hasta volver a ser pequeña.  

Añoro la calle que hubo, y la infancia perdida.

jueves, 18 de octubre de 2012

Una calle de la infancia (I)


Hay calles que, por alguna razón, se quedan en la memoria y en el corazón para siempre aunque casi no se hayan vuelto a transitar desde la infancia. A mí me pasa con unas cuantas, y especialmente con una que está cerca de mi barrio, la calle General Ricardos.

Es muy larga, cuesta arriba y llena de tiendas. Cuando empezabas a subir por ella te encontrabas un cine, el España, ya desaparecido, al que fui infinidad de veces con mi familia de niña, y luego con mis hijos cuando eran pequeños. Como en todos los cines de barrio, se permitían los abucheos, los pateos, las pipas y las palomitas (en aquel entonces no se solía comer en los cines). Los del piso de arriba se divertían tirándoles cosas a los del patio de butacas en los descansos de las sesiones dobles. Lo pasamos muy bien allí en todas las épocas en las que fui, y lamenté mucho que dejara de funcionar.

Después había una panadería haciendo esquina, en la que mis padres compraban a veces las típicas hogazas, una droguería perfumería con muchos adornos para el pelo en el escaparate, y varias boutiques, en las que mi hermana y yo nos comprábamos ropa con frecuencia. También una tienda de ultramarinos que tenía pasteles y bollos enormes y pringosos en un expositor que giraba mecánicamente en el escaparate. Luego una tienda enorme de deportes, donde compré a los niños zapatillas deportivas en más de una ocasión.

A continuación había un servicio de urgencias sanitarias al que llevó mi padre a mi hermana siendo muy pequeña por un accidente casero que tuvo por mi culpa. Ahora es una residencia de ancianos. Al lado, en una calle lateral pequeña y con apenas tráfico, estuvimos a punto mi ex marido y yo de comprarnos una casa cuando íbamos a casarnos, pero el matrimonio propietario, que ya eran mayores, se echaron atrás y quisieron subirnos el precio, después de haber estado aguantándoles sus batallitas por ser amables con ellos. Era una casa muy bonita y grande, muy bien cuidada por la dueña, decorada con gusto y muy acogedora. Lo único que no me gustaban eran los dormitorios, porque estaban al fondo de la casa y apenas tenían luz.

En frente hay una iglesia, antigua y bastante abandonada en su aspecto exterior, pero que por dentro es bonita, y no muy grande. Ahí asistíamos al oficio algunos domingos mi familia y yo hace muchos años. El sermón era bastante aburrido, y para paliar el hastío me dedicaba a observar las figuras y las pinturas del techo.

Si se sigue subiendo te encuentras un gran mercado de los que huele mucho a pescado y a carne cruda. Tenía las paredes del fondo adornadas con fotos murales en blanco y negro de una zona del barrio próxima, junto al río Manzanares. Le daba un aire muy antiguo, como de años 60.

A continuación una tienda de baños muy elegante que me encantaba porque allí veía lo que no tenía en casa, donde el servicio era tan pequeño que no permitía la posibilidad de poner aquellas cosas tan bonitas. Qué toalleros, qué escobilleros, qué repisas de cristal con balaustre dorado, y unas bañeras con todas las formas imaginables.

Hay después una panadería donde huele siempre muy bien, con unas magdalenas estupendas, y que está siempre llena de gente porque todo lo que venden está rico y te atienden con prestancia y deferencia . Aún funciona.

Siguiendo se puede encontrar un par de tiendas de las de toda la vida, muy parecidas, de ultramarinos. En ellas podías comprar legumbres al peso, metidas en grandes sacos, dulces artesanos, cajas de madera con arenques y membrillo, y todo tipo de productos artesanos venidos de todas partes de España. En los escaparates se agrupaban en pequeñas montañas los frutos secos, los quesos, los dulces, y las alacenas estaban llenas de todo lo que se pudiera comer. Se tenía la sensación al entrar allí de que el tiempo se hubiera detenido, y de que las cosas que allí se adquirían no se encontraban fácilmente en cualquier otro lugar, monopolizado el mercado como está por la fabricación industrial. Hace tiempo cerró una, y hasta hace poco aún funcionaba la otra.

Más arriba una tienda de muebles enorme que hace tiempo cerró. En frente una pastelería, Belén, en la que tienen el mejor chocolate de todo Madrid. Adornan el escaparate muy suntuosamente. A continuación una tienda de ropa infantil que hace poco ha cerrado, y en la que compraba de vez en cuando cosas a los niños de pequeños, porque tenía un género muy bonito, elegante, que no encontrabas en otros sitios, y con un precio razonable.

Subiendo un poco más hay una gran tienda de electrodomésticos, en la que mi familia y yo aún seguimos comprando cosas.

martes, 16 de octubre de 2012

Pintura hiperrealista (XXX): Tom Sierak










Pintor norteamericano, utiliza en sus obras óleo y pinturas pastel.

Recrea escenas cotidianas, pero en momentos especiales y significativos. Maravilloso dominio del color y la luz, de las texturas. 

Hay una gran armonía y belleza en las composiciones, que pone al descubierto una enorme sensibilidad.


lunes, 15 de octubre de 2012

El presente de la Reina


Qué distinto me pareció el desfile del día de la Hispanidad este año respecto al de otros años. A mi hijo y a mí nos gusta verlo por televisión, y al mismo tiempo contemplarlo en vivo y en directo por la ventana del salón, al estar más o menos próximos al lugar donde transcurre. El año pasado vimos al paracaidista descendiendo largo rato majestuosamente haciendo espirales, de esa forma tan impresionante como solía hacerlo, hasta este año que con los recortes nos hemos quedado sin esta exhibición. Igual que con el paso de los acorazados, que también se ha suprimido por los muchos gastos que genera.

Vimos pasar muy cerca de casa a los aviones que van dejando una estela roja y amarilla. Las demostraciones de las fuerzas aéreas son siempre muy espectaculares.
Pero lo que más me llamó la atención fue ver a la Reina tan desubicada. Cuando terminó el acto y el Rey se demoró un poco hablando con el presidente de gobierno, se la notaba incómoda y triste. Y no es para menos, cuando una de sus hijas ha tenido que faltar a este acto por vez 1ª y por los motivos de sobra conocidos, y cuando su marido ha dado tanto que hablar en los últimos tiempos. Ella, que ha aguantado el tipo durante tantos años contra viento y marea, cuando llegó a nuestro país en un momento tan difícil como fue el de la transición, en el que no tenían nada claro si iban a poderse quedar. Ella, que ha salido del paso de todos los rumores referidos a las repetidas infidelidades de su marido, haciendo de tripas corazón de su propia tristeza y decepción personal, pues siempre ha sido una mujer fiel y enamorada, y afrontando la vergüenza de ver expuesto a la luz pública un asunto tan privado. Ella, que no ha podido justificar de cara a la opinión pública el comportamiento de sus yernos en diversos momentos, cuando creía gozar de la tranquilidad que supone confiar en que tus hijas han sabido escoger a su pareja y viven felices con personas buenas que las quieren. En fin, ella que ha pasado por las mismas cosas que cualquier mujer corriente de hoy en día, pero con la carga añadida de ser una Reina y tener que ser un ejemplo, siempre en el ojo del huracán, cuando podría vivir una existencia apacible en consonancia a los años que tiene, que ya son unos cuantos. Parece que por todas estas cosas es juzgada con un rasero distinto al del común de los mortales.
Este verano se la podía ver en la cubierta del yate en el que suele navegar, acompañada de sus nietos, con la mirada perdida en el infinito, triste, desencantada. Los niños la rodeaban y ella los acariciaba y abrazaba como siempre, pero parecía que lo hiciera como ausente, como si ni siquiera eso la llenara. Qué ejemplo para estos niños, aún tan pequeños, a los que, como todo el mundo, se pretende educarlos en unos valores y en unas tradiciones familiares. Ellos son las víctimas inocentes de los desatinos de los adultos.

Por eso no me extraña que la Reina pase ahora más tiempo con su hermana o su hermano, que además está muy enfermo. Al final uno vuelve a sus raíces, que es donde uno se va a cobijar cuando vienen mal dadas, a los que tienen tu misma sangre, a los que te han visto nacer. Ellos son el refugio en los tiempos sombríos, el hogar que nos acoge cuando el otro hogar que hemos creado y nuestro mundo se desmoronan. En realidad ellos siempre han estado allí, esperando el regreso del hijo-hija que un día se marchó para emprender su propio camino, siempre dispuestos para lo que podamos necesitar.

Se preguntará la Reina qué ha hecho ella mal, en qué ha fallado para que haya llegado a suceder todo esto. La explicación es sencilla: no se ha sabido rodear de personas que estuvieran a su altura. Empezando por el hombre que eligió como marido, que nunca pareció estar lo bastante enamorado (había otra que le gustaba mucho más). Y a sus hijas les ha pasado lo mismo, con lo que las salidas de tono y el descrédito estaban servidos. Pero eso le puede pasar a cualquiera, todos hemos estado enamorados de la persona equivocada alguna vez, nadie es infalible, y no por ser Reina está libre de la posibilidad de equivocarse. Y por su cargo tampoco debiera echarse la culpa más de la cuenta ni abochornarse más de lo necesario. Ella responde por sus propios actos, y en ese sentido nada la ha de preocupar, pues es una mujer con una trayectoria intachable.

No es difícil imagimar lo que pasa por su cabeza, viéndola meditabunda este verano en ese yate con sus nietos: para esto tantos desvelos, tanto trabajo. En un momento se hunde todo lo construido con un esfuerzo de tantos años. La monarquía pasa por sus horas más bajas, es como si toda la vida hubieran tratado de demostrar la necesidad y el sentido de su permanencia, siempre puestos en duda, y ahora los últimos acontecimientos han venido a confirmar todo lo que decían sus detractores.

Lamento mucho todo lo que le está pasando a la Reina, ella no merecía algo así. Como a tantas de nosotras nos ha pasado, todo viene de una decisión errónea que tomó siendo muy joven, como fue casarse con quien no debía, y de ahí ha venido todo lo demás. Cuando los cimientos no son sólidos, la casa tarde o temprano se desmorona. Ignoro si su paciencia y su entereza han rebasado los límites de lo estrictamente razonable, me imagino que sí, pero la creo lo suficientemente inteligente como para capear una vez más el temporal y esperar tiempos mejores. Si hay una estrella que brilla en el firmamento de los ahora tan denostados linajes reales es ella y sus niños, esos pequeños que son sus nietos y que, como ella, conservan la inocencia y la bondad con la que todos nacemos.

jueves, 11 de octubre de 2012

Un poco de todo (XXV)


- Siempre me sobrecoge la visión que del SIDA se nos muestra en Philadelphia. Tantas veces vea la película no puedo dejar de sentirme conmovida y desolada. Me invade una sensación de impotencia terriblemente frustrante. Es como si el hecho de que exista esta enfermedad le diera la razón a los que consideran que la homosexualidad es una desviación que merece un castigo. Qué horror.

Pero aunque el SIDA sea el asunto central, se trata otra cuestión, igualmente triste, como es la precariedad del puesto de trabajo. El protagonista trabajaba en un bufete de abogados prestigioso, y llevaba años dando un buen servicio a la empresa, pero de nada le sirvió cuando se encontró en problemas. Y no es sólo un tema más para el cine, es la cruda realidad.

La polémica está servida: hasta qué punto una persona tiene que hablar en su entorno laboral de su condición sexual, siendo como es un asunto privado, y hasta qué punto tiene que comunicar a sus jefes que está enfermo, si su dolencia no le impide seguir realizando su labor. Es cierto que no se sabía gran cosa del SIDA en aquel tiempo. También está claro que existe la confidencialidad en el motivo de una baja médica, el diagnóstico sólo es conocido por médico y paciente.

El protagonista da a entender que se le ha discriminado por su condición homosexual, cosa que también era cierto. Se ve que es simplemente un hombre que no quiere renunciar a su vida, que quiere seguir trabajando hasta que no pueda más. Se pretende denunciar un prejuicio social en torno a su condición y a esa enfermedad, que aún hoy en día siguen provocando rechazo.

Hasta el momento en que supo que estaba enfermo, su homosexualidad no había sido un problema para nadie, incluso había pasado desapercibida. Era una persona querida y respetada en su trabajo, inteligente y eficaz. Qué habría pasado si hubiera hecho pública su condición, aún no habiendo estado enfermo. Todavía se sigue utilizando la expresión `salir del armario´ para aquellos que hacen saber su homosexualidad, como si tuvieran que estar ocultándose hasta ese momento o fuera un asunto que concerniera a nadie más que uno mismo.

Philadelphia es una historia que conmueve sobre todo por lo mucho que nos concierne, lo cercana que es la situación, lo habitual que ha llegado a ser debido a la proliferación de la enfermedad y las precarias condiciones laborales a las que estamos todos expuestos. Conmovedora y desoladora experiencia vital la de este hombre, algo por la que cualquiera de nosotros puede llegar a pasar.

- Es muy cambiante el mapa de mis adeptos. Cuando me meto en las estadísticas de mi blog aparecen a veces nuevas zonas del mundo donde me leen. En una ocasión fue Rusia, en otra Francia, ahora Brasil. Pero dura poco: en el momento en que no persiste el interés por mucho tiempo, desaparece el color verdoso con que se tiñen los países del mapamundi que hay las estadísticas del blog cada vez que hay un nº de lecturas suficientes.

Asia, África y el resto de países europeos no han dado señales de vida, y eso que puse el gadget para traducir a todos los idiomas posibles. Aunque ya se sabe cómo funciona el Google translate, sus conversiones son macarrónicas, pero en fin, es lo que hay. Algún día se conseguirá que sea más perfecto.

- Y hablando de seguidores, aprovecho para agradecer a Ana Giner, escritora y poetisa, su reciente incorporación al pequeño tumulto de los que en ocasiones me leen.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Ilustradores (IX): Jessie Wilcox Smith


Ilustradora norteamericana nacida a mediados del siglo XIX, trabajó en publicaciones de diversa índole y en libros para niños.

Su obra alcanzó fama notable, que aún perdura en nuestros días.




martes, 9 de octubre de 2012

Profesores que están revolucionando la enseñanza


"La escuela es aburrida". "El mundo entero se está transformando, pero el sistema educativo no ha cambiado desde el siglo XIX". "El modelo del profesor que suelta la lección a sus alumnos y luego los examina bajo un patrón estándar ha caducado". Bajo estas premisas, expertos de medio mundo llevan años pensando en cómo adaptar las aulas al siglo XXI. 

Salman Khan

Un debate que, hasta hoy, no parecía estar aportando grandes cambios al modo en que aprenden nuestros hijos. El éxito de la Academia Khan, un proyecto que ofrece clases gratis en Internet y que acumula casi 140 millones de visitas, parece sin embargo haber agitado la discusión en el seno de la comunidad educativa.

Como profesor, Salman Khan es un espécimen único. Más de cuatro millones de alumnos asisten con regularidad a sus clases gratuitas por Internet. Pese a ser matemático, sus lecciones abarcan más de 40 áreas del conocimiento; lo mismo ilustra sobre el nacimiento de EE.UU., la cadena evolutiva o la tabla del 6. Con su voz de tenor y sus amenas explicaciones, a sus 35 años, Khan, que dejó hace tres un puesto de analista de riesgos para entregarse a la Academia Khan, ha colgado más de 3000 vídeos en la red. El primero en YouTube, hace seis años, para ayudar a una prima suya peleada con las matemáticas.  Desde su modesto cuartel en Silicon Valley ha seducido con sus vídeos educativos a alumnos de medio mundo. Los hijos de Bill Gates, incluidos.

El fundador de Microsoft vio un día a sus hijos repasando matemáticas con los vídeos de Khan y se quedó entusiasmado. Fue hacer público este entusiasmo, en 2010, y las visitas se dispararon. La Fundación Gates tradujo su apoyo en 1,5 millones de dólares, con los cuales, sumados a otras aportaciones de Google o Netflix, Khan se ha lanzado a traducir sus vídeos a diez idiomas, incluido el español (con acento latino). "Sueño alto. Quiero hacer de la escuela un lugar divertido y eficaz", asegura. Su último paso: trasladar su tarea al aula. Un total de 15 escuelas de California llevan meses usando a Khan como parte del programa de estudios: los alumnos ven los vídeos en casa y aprovechan el horario escolar para resolver dudas, ampliar el tema o desarrollar proyectos que estimulen su capacidad creativa.

Ni Khan ni el valenciano Juan Medina, cuyos videos cuentan ya con más de 20 millones de visitas, cuyas iniciativas arrancaron en 2006, son pioneros en este campo. Tres años antes, el astrofísico Walter Lewin convulsionó la enseñanza de la física con demostraciones prácticas que colgaba en la web. En sus clases, Lewin dejaba que una bola de acero colgada de un péndulo se acercara a su mentón o que la corriente eléctrica fluyera por su cuerpo. Hoy, sus más de cien vídeos acumulan dos millones de descargas cada año.

La idea detrás de esta enseñanza abierta y compartida es sencilla: se graban las lecciones y se cuelgan al alcance de cualquiera en cualquier momento y en cualquier lugar. Según Khan "los alumnos ven los vídeos en sus casas, pueden rebobinar, detenerse, ir hacia adelante, verlo las veces que deseen; la lección está así siempre a su disposición". Al día siguiente, en clase, comparten lo aprendido, resuelven dudas y se desarrolla la interacción entre el profesor y sus alumnos. "Todos aprovechan mejor el tiempo que pasan juntos con ejercicios prácticos y actividades en grupo".

Este nuevo concepto se ha dado en llamar flip teaching (`darle la vuelta a la enseñanza´) y lo que propone en última instancia es invertir el método donde el profesor habla y los alumnos escuchan. Los mayores críticos de este sistema, curiosamente, acusan a gente como Khan o Medina de ser demasiado tradicionales en su forma de enseñar. Los constructivistas, defensores del aprendizaje por descubrimiento, donde el alumno aprende las cosas por sí mismo para que así desarrolle su destreza para resolver problemas, no ven nada significativo en esta tendencia. Para este grupo, que promueve una revolución para que en las aulas domine la experimentación, lo que hacen Khan o Medina sigue siendo transmisión de conocimiento, no construcción del mismo.

Discrepancias aparte, la idea de que el modelo tradicional ha perdido validez despierta amplio consenso. Así lo cree Juan Freire, experto en cultura digital: "La educación se ha basado siempre en la transferencia de conocimientos del profesor al alumno. Ahora, esta transferencia puede producirse de otras maneras".

Richard Baraniuk, fundador de Connexions, una pionera web de código abierto donde compartir, reutilizar, recombinar, interconectar y enriquecer libros de texto, asegura que en un aula, a partir de la tercera fila, el grado de atención decrece exponencialmente. "Si lo que quieres es contarle algo a alguien  una clase-conferencia puede ser útil, pero si quieres que aprenda de verdad, su eficacia es relativa".

"Los niños de hoy", según el británico Ken Robinson, autor del Informe Robinson, texto clave sobre los retos de la educación en el siglo XXI, "se están criando en el periodo de estímulos más intenso de la historia: Internet, móviles, publicidad, televisión… y son penalizados en la escuela cuando se distraen. Pero ¿de qué se distraen? Pues de cosas aburridas, casi todo lo que se les enseña en el colegio". Por eso, para Robinson, una de las premisas básicas que debe plantearse cualquier reforma educativa es no aburrir.

Khan es de los que han tomado nota de este principio. Así lo entienden, al menos, los millones de personas que han dejado sus comentarios de agradecimiento en su web. "Recuerdo", cuenta Khan, "uno de los primeros que recibí: `Por primera vez en mi vida me he reído haciendo derivadas´. Poco después recibí otro: 'Mi hijo de 12 años es autista y las matemáticas eran para él una pesadilla. Nos tropezamos con sus vídeos sobre decimales y lo entendió enseguida. No nos lo podíamos creer. Imagínese, yo era analista de riesgos; no estaba acostumbrado a esto. Me hizo sentirme muy bien y decidí seguir". Ahora, seis años después, arropado por los grandes popes del negocio tecnológico, Khan piensa a lo grande: "Me gustaría hacer de la escuela un lugar divertido y eficaz, características que hoy no reúne".

Los vídeos que Khan realiza no son visualmente arrebatadores: su voz suena sobre un fondo negro a modo de pizarra en el cual sus explicaciones van traduciéndose en imágenes. Su estilo entusiasta y ameno, así como la entrega que pone en cada lección, es el factor que ha seducido a sus millones de seguidores. Es decir, la tecnología, para Khan, no es más que un vehículo bien aprovechado; sin talento comunicador, nadie le habría prestado tanta atención.

Internet aporta, en este sentido, un elemento de juicio inapelable. De entre toda la maraña de profesores y divulgadores que pueblan la red, solo triunfan aquellos que enganchan con el alumno. Khan lo tiene muy claro. "Hay mucha gente que, más que contenidos, ofrece un show. Otros saben mucho, pero aburren a las piedras. Supongo que conseguí aunar contenido y ritmo adecuados".

Esta criba, digamos, natural que se produce en la red refuerza una de esas premisas educativas sobre las que cabe poca discusión: la clave de la buena enseñanza pasa por contar con buenos profesores. Este es, precisamente, uno de los puntos que a Ken Robinson le gusta subrayar. "Ya sea por Internet, a distancia o en persona, cualquier estudiante puede seguir un programa de estudios inadecuado. Lo importante es que tus esfuerzos se enfoquen en la dirección correcta para sacar lo mejor de ti mismo, lo cual se consigue con una buena orientación. La tecnología es muy útil, pero sin buenos profesores que animen e impliquen a los alumnos seguimos igual".

Implicar a los alumnos es, para Robinson, otro de los conceptos que debe regir toda reforma educativa que se precie. Según él, nuestro sistema anula la individualidad al definir la inteligencia en función de las aptitudes académicas.
Son ideas que enlazan con la teoría de las inteligencias múltiples elaborada por Howard Gardner. Este psicólogo, investigador y profesor estadounidense entiende que cada persona posee talentos específicos y que estos determinan nuestro aprendizaje. "Puedes ser sobresaliente en matemáticas, de la media en idiomas y mediocre en dibujo. Todos poseemos fuerzas relativas en potencia, pero para desarrollarlas se necesita motivación, modelos, apoyos…". En opinión de Gardner, Robinson y un gran número de expertos, el sistema que trata a todos los alumnos igual no facilita el desarrollo de ese potencial. "Debemos despertar en los niños todo eso que está dentro de ellos", concluye Gardner. 


(Basado en un reportaje aparecido en XL Semanal en abril 2012)

lunes, 8 de octubre de 2012

Publicidad creativa (II)


Estas fotos las he recopilado de una página que se llama Words create worlds. Son algunas muestras de la publicidad creativa que se impone en estos momentos, todo un prodigio de imaginación.












viernes, 5 de octubre de 2012

Arte urbano (II): Edgar Müller








Egdar Müller es uno de los artistas callejeros en 3D más importantes y conocidos del mundo. Nacido en Alemania, destaca en sus trabajos el color, la imaginación y efectos visuales como el uso de pintura fotoluminiscente para el visionado nocturno de sus obras.


 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes