viernes, 28 de septiembre de 2012

Marea negra funcionarial


En este país parece que sólo protestamos cuando nos tocan el bolsillo. Corrupciones, injusticias, disparates, y todo lo malo que uno pueda imaginar han sido durante años moneda corriente de la actualidad nacional, pero es ahora, con los recortes, cuando de repente hemos despertado de nuestra estulticia y hemos decidido organizar la de S. Quintín.

Nadie antes había denunciado con tanto encono los dislates de nuestros gobernantes, fueran del signo que fueran, nos limitábamos a hacernos cruces y a murmurar. Ahora, de repente, lo vemos todo muy claro: lo que cobran los diputados, las prebendas de los políticos, el pasado del personaje con cargo y si estuvo implicado en alguna trama. Sale a la luz información que parecía enterrada por años de silencio y oscuridad, y que estaba ahí en realidad para ser usada cuando la ocasión lo requiriera.

Y no deja de ser vergonzante: las mismas prebendas las tenían anteriores gobernantes y servían únicamente de chascarrillo en tertulias y correos electrónicos. El sentido de la justicia y la equidad parecen depender de la bonanza de los tiempos: si nuestro nivel de vida no se ve afectado, allá que hagan lo que quieran los que están en el poder. La prensa de nuestro país nunca ha masacrado a la clase dirigente como se hace por ejemplo en EE.UU., donde cualquier miseria es aireada y condenada por una opinión pública acostumbrada a usos patibularios.

¿Qué pasa con los funcionarios? Y aunque yo lo soy no quiero cerrar filas con ellos en este tema. ¿Es necesario vestirse todos los viernes de negro, abandonar el puesto de trabajo y armar bulla en la calle? Hay una compañera en la planta donde trabajo que se viste encantada de luto cuando llega el día y espera ansiosa el momento de salir a meter follón. Yo creo que en raras ocasiones se la ha visto pasarlo tan bien. Luego vuelve desahogada, portando una pancarta y una trompetilla roja de las que meten un ruido horroroso en los partidos de fútbol, muy ufana, como si hubiera cumplido una gran misión.

Por la calle se les ve riéndose, aprovechando cualquier momento para usar los silbatos y las trompetillas, dar gritos y enarbolar carteles. Parece una fiesta de carnaval más que un asunto realmente serio y reivindicativo. Es lo único que nos faltaba para terminar dando la razón a los que consideran a los funcionarios unos vagos rematados, defenestrados socialmente por sistema, si es que a alguien le quedaba alguna duda. Qué respeto nos van a tener, qué consideración. Todo lo que nos está pasando viene de esa imagen ominosa que hemos dado siempre, desde los tiempos en que el inefable Larra nos caricaturizaba en sus relatos. Y como formamos parte de la "cosa pública" somos el chivo expiatorio de los errores de Estado. Pero la tan cacareada crisis afecta a todos los sectores, aunque parezca que es a nosotros a los que más palos nos están cayendo.

Y nadie vela por nuestros derechos, los sindicatos los últimos, auténtica mafia de chupópteros, cáncer de la Administración. Es una vergüenza. Nadie nos respalda ni ayuda. A nuestro sueldo miserable, después de años de horrible burocracia en la que malgastamos nuestra vida laboral y nuestras esperanzas de un trabajo mejor, se une el desprecio de los que nos rodean, y la rechifla.

Siniestro futuro nos aguarda, al paso que vamos. Si es que llevamos algún paso, o lo llevamos cambiado. Paso que nos conducirá a un abismo nihilista, a un horror vacui profesional y personal, pues nos guste o no es bastante el tiempo que tenemos que estar en el trabajo, y esto afecta a toda nuestra vida.

Por lo menos hay sitios en el mundo, como la India, donde en las protestas funcionariales se suelta un humo de color fucsia. Ya que hay que reivindicar, por lo menos se hace de forma muy chic. Aquí preferimos el luto, desgraciadamente, la marea negra funcionarial.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Pintura contemporánea (III): Ferdinand Georg Waldmüller


Atardecer en Neue


Catharina baronesa de Koudelka


El cumpleaños de la abuela


El desayuno de la familia


Felicidad maternal


Frutas y jarrón

Hermanos


La familia feliz


La familia Kerzman


Madame Bartsch

Rosas en jarrón de cristal

Pintor y escritor vienés, nacido a finales del siglo XVIII. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Viena y se conseguía su sustento pintando retratos y como maestro de arte para los hijos de un aristócrata. Trabajó su estilo copiando las obras de grandes maestros.

Pronto empezó a pintar paisajes, aunque fue en los retratos donde más desarrolló su talento, destacando el que hizo para Ludwig van Beethoven.

Estuvo trabajando durante un tiempo como profesor de la Academia de Bellas Artes de Viena, pero mantuvo regularmente conflictos con la élite de Viena a causa de sus críticas sobre el sistema académico de la Academia, ya que quería que se enfocase más en el estudio de la Naturaleza.

Como escritor trata sobre aspectos teóricos de sus concepciones de la pintura y el dibujo y sus consecuencias pedagógicas.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Tambor


Trajo mi hijo a casa antes de las vacaciones un pequeño conejito que había encontrado en uno de sus paseos campestres cerca de la finca que tiene uno de sus tíos. Me llamó por teléfono primero antes para ver si estaba de acuerdo, y yo le dije que no, pensando en que una cría debía estar con su madre y en que nunca había cuidado de ningún animal y no iba a saber cómo hacerlo.

Miguel Ángel hizo caso omiso de mi negativa, tal ha sido siempre su deseo de que tengamos alguna mascota. Llegó con una jaula enorme en la que el conejito parecía muy pequeño y perdido. Tambor, fue el nombre que le puso mi hija enseguida, recordando al personaje de Bambi. Algo contrariada por la nueva responsabilidad, decidí sanear un poco la jaula, limpiando bien el suelo, lleno de cartones sucios y alfalfa. Mi hijo me dijo que de eso se alimentaba, para mi sorpresa, pues siempre había creído que era el sustento del ganado.

La jaula, ya limpia, fue a parar a un rincón de la librería del salón. Al principio el animalito se escondía en un lado procurando pasar desapercibido, tanto era el miedo que tenía. Miguel Ángel quería jugar todo el rato con él, y lo sacaba para cogerlo en sus manos. El conejito se refugiaba en los huecos de sus brazos, se apretaba contra su cuerpo buscando calor y refugio y, cuando cogía más confianza, se aventuraba a pasearse por la cama de mi hijo, en la que él estaba medio tendido, hasta llegar a los bordes, donde miraba al abismo sin atreverse a dar el salto. Su pelo era gris claro y blanca su barriguita.

En Ana encontraba una mayor tranquilidad, pues era ponerlo en el hueco de sus manos y quedarse dormido. Recuerdo en una ocasión, tras un breve sueño, en que despertó y se estiró igual que lo hacía el Tambor de la película de Walt Disney, y luego se rascó con una de las patas traseras tal y como lo hacía también el personaje de dibujos animados. Me sorprendió hasta qué punto el dibujante había percibido la vida y el movimiento de estos animales, cuando yo creía que esos gestos eran de su invención para darle más dulzura y viveza a su creación. La verdad es que el recién llegado terminó de cautivar mi corazón al hacer eso.

Por la noche, metido en su jaula, permaneció silencioso y quieto hasta que clareó, en que empezó a agitarse dando golpes en las rejas: quería que lo sacaran de allí. Yo sufría oyéndolo, al pensar que es una crueldad tener allí un animal que hasta entonces había vivido con los suyos en completa libertad.

Como estaba lleno de unos minúsculos parásitos, pulgas me imagino, entre mi hija y yo decidimos bañarlo el 2º día, muy a su pesar, porque se debatía entre las manos de Ana mientras yo le aplicaba el jabón y le aclaraba con agua. Después le sequé con cuidado. Parecía el pobre una rata despeluchada. Uno de aquellos bichitos se me metió bajo la ropa y me picó de tal forma en la cintura que me sorprendió que algo tan pequeño pudiera hacer tanto daño. Me hice cruces de cómo Tambor podía resistir semejante ataque y por todo su cuerpo.

Tambor, ya sin jaula, pasó a ocupar la habitación de Ana, donde se refugiaba en los rincones más escondidos y se paseaba cuando no estábamos cerca. Se hizo sus necesidades aquí y allá, y le dejábamos trozos de zanahoria, lechuga y migas de pan para que se alimentara. Siendo tan pequeño imaginé que necesitaría leche. La zanahoria no la quiso casi, con lo que se me vino abajo la imagen típica de los conejos al estilo Bugs Bunny.

Mi hermana lo cogió un día entre sus manos, pero en muy poco tiempo había crecido bastante, y tuvo energía suficiente para dar un salto enorme y correr sobre la cama, ocultándose detrás de la almohada, donde se quedó quieto mirando de reojo. Yo esperaba a que se acercara a la comida, y aprovechaba para alargar la mano despacio, permitiéndome que le acariciara un poco. Su pelo era tan suave que me pareció el de un peluche. La única persona de la que no huyó cuando se acercó fue de mi cuñado, seguramente por la paz que transmite.

Por la noche, los dos primeros días, no se movía mucho, pero al 3º ya no pudo soportar más el silencio y la oscuridad, y daba grandes saltos hacia las paredes como queriendo escapar. Tenía miedo de que se hiciera daño. Ana no podía pegar ojo, y lo encerraba en la jaula, en el salón, donde se quedaba algo más tranquilo. Si al día siguiente tardábamos un poco en sacarlo, ya no se refugiaba en un rincón como hacía al principio sino que se colocaba junto a la portezuela mirándonos fijamente, y a veces se erguía poniéndose de patas contra las rejas. Pensé que los animales tienen más poco de irracionales de lo que los humanos solemos creer. Sentimientos, sensibilidad, necesidades, igual o más que nosotros.

Yo sufría pensando en que una casa no era el lugar más adecuado para un animalito acostumbrado a vivir en libertad. Me dolía que hubiera perdido a su familia, pues aunque hubiéramos querido devolverlo a su lugar de origen, ya no reconocerían su olor y lo rechazarían.

Al 5º día, y aprovechando el fin de semana, Miguel Ángel se lo volvió a llevar, metido en su jaula, a la finca de su tío. Lo recuerdo expectante mientras bajaba en el ascensor de casa, preguntándose sin duda a dónde lo llevarían esta vez. En la finca, el tío decidió adoptarlo como mascota, donde ahora se ha hecho grande y puede corretear de aquí para allá en un cobertizo que tienen. Allí recibe la atención de todos, y hasta las carantoñas del tío de mis hijos, al que nunca hubiera imaginado en esas tesituras. Como dice Miguel Ángel, “ahora está gordo y feliz”.

Mis hijos piensan que si hubiera seguido libre hubiera estado amenazado por muchos depredadores, y a lo mejor ni siquiera seguiría vivo. Yo creo que todos tenemos derecho a ser libres, animales incluídos, con todas las ventajas e inconvenientes que eso lleva consigo.

La imagen de Tambor, aún chiquitito, se ha quedado ya grabada en mi memoria de forma permanente, pues no le he vuelto a ver después, y constituye una evocación agridulce para mí, por la ternura que despertó en nosotros y por la angustia de no poderlo atender como necesitaba. Espero que su vida sea larga y pacífica, aunque no esté rodeado de sus semejantes. Ahora, cada vez que vea al Tambor de Disney me acordaré siempre de él.

martes, 25 de septiembre de 2012

Ciao


Una persona de eDarling me sugirió que, ya que había hablado de la web en mi blog en alguna ocasión, podría escribir también mis comentarios sobre el tema en el portal de opinión Ciao.

La verdad es que buena parte de lo que allí contaba la gente era más bien negativo: pocas personas parecían contentas con el resultado obtenido, decían cosas bastante horribles incluso. La chica de eDarling que contactó conmigo me dijo que la mayoría de los usuarios utilizan Ciao para quejarse, para desahogarse por los eventuales desengaños sufridos, y que a los que sí les había ido bien no se acordaban de ponerlo de manifiesto para que todos pudieran ver que hay muchos desenlaces diferentes. Esto fue lo que yo puse en el portal de opinión:

Soy usuaria de eDarling desde abril de este año. Creo que el resultado del uso de la web depende del nivel de exigencia que nos hayamos planteado. Ya que se puede elegir, y encima a la carta, pues queremos algo que nos parezca que realmente merece la pena.

Esta web no es sino el espejo en el que nos miramos. Los filtros que utiliza para sugerirnos parejas se basan en lo que nosotros le hemos indicado, y por eso los resultados son el fiel reflejo de nuestros más íntimos anhelos y deseos, de nuestros gustos y nuestra personalidad. Si somos de fácil conformar, surgirá enseguida esa persona que nos guste, si no es así el proceso puede tardar algo más y habrá que armarse de paciencia.

Yo sólo he quedado con una persona, con la que no pasé de la 1ª cita. Para no haber quedado con un hombre en mucho tiempo la cosa no se dio mal, pero no éramos lo que andábamos buscando.

Un par de personas me escribieron un mensaje, contestando al mío, diciendo que sí que querían conocerme, pero cuando llegó el momento de concretar, dieron la callada por respuesta. Los hombres suelen dejarse llevar por un primer impulso, pero a la hora de tomar decisiones o introducir cambios en su vida se acobardan.

He mandado otros muchos mensajes, pero esas personas no han visitado mi perfil, lo que me lleva a pensar que no están utilizando la web porque ya han encontrado pareja o por desinterés.

Cierto es que cuanto más tiempo pasa más pereza dar comenzar una nueva relación. Mucho me tendría que entusiasmar esa posible pareja que yo llegara a conocer para que desapareciera la desidia.

Lo que sí me parece evidente es que eDarling es una web de contactos muy bien montada, seria, que enfoca el asunto amoroso, tan peliagudo a veces, con inteligencia, y que conseguir el éxito con ella depende de cómo la utilicemos. El azar hace mucho también, porque nunca sabes cuándo vas a encontrar lo que llevas buscando desde hace tiempo, pero aquí no sólo hay que poner el corazón sino también la cabeza. Hay que aprender a elegir, a sopesar.

Quizá la parte más curiosa sea la de “Otras sugerencias”, en la que me he encontrado seres que por su aspecto parecían casi alienígenas. Pero la web no es responsable de la apariencia de sus usuarios, pues forma su base de datos con todas las personas que se hayan apuntado, independientemente de si son agradables a la vista o no.

Mucha gente escribe en los foros de opinión diciendo cosas tremendas de esta web. Los desengaños cuando se conoce a personas que no terminan de responder a nuestras expectativas sentimentales, o el hecho de tener que esperar un tiempo hasta hallar al que realmente nos llene, exacerban los ánimos y las susceptibilidades. Pero no hay que achacar el fracaso al funcionamiento de la web, sino al habitual devenir de la vida, porque qué son las relaciones humanas sino un acercarse y alejarse los unos de los otros, en una marea contínua de encuentros y desencuentros.

Creo que, en el momento en que estoy en mi vida, eDarling es la mejor forma que he podido encontrar para conocer a esa persona que llene mi corazón.

He dado una de cal y otra de arena, como se suele decir, he dicho lo negativo y lo positivo del asunto, según mi criterio, que no es determinante ni pretende convencer a nadie. En fin, que ahí estamos, a la espera de buenas noticias sentimentales.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Bad teacher


Elizabeth era una mala profesora, más por dejadez que por maldad. Es de las que se daba la vuelta y salía corriendo si veía a alguna alumna llorando (nada de que le fueran con problemas), o a sus colegas celebrando un cumpleaños en la sala de profesores. Consideraba a todo el mundo a su alrededor una panda de frikies.

Sus reacciones son rápidas y agresivas. Conduce el coche marcha atrás a toda velocidad para tomar una determinada dirección. Le gusta decir palabrotas.

Escultural, guapa, vestida a la última, alta, rubia platino, con las uñas siempre pintadas, hace amistad con otra profesora que es la antítesis de ella: gordita, anticuada, fea, tímida… A ella le cuenta todas sus cuitas, es la única que la escucha e incluso la alaba.

En su primer día de clase entra con paso vacilante, como si estuviera bajo los efectos de una resaca, luciendo unas enormes gafas de sol y con gesto de asco en la cara. Los alumnos la aguardan sentados y con gran expectación. Una niña, la típica pelota, se acerca a su mesa con un tapeware de galletas hechas por su madre. “Asquerosas”, suelta tras probar una y comprobar que están durísimas. La niña vuelve a su pupitre muy ofendida. A continuación les pone una película, y ella se dedica a dormitar y a beber alcohol de una botella que esconde en un cajón de su mesa, agachándose tras ésta para que no la vean.

En el comedor se sienta sola. Si ve a algún alumno haciendo el gamberro, hace como que no lo ha visto. Es su hora de descanso y no le apetece tener que estar imponiendo orden.

La llegada de un nuevo profesor parece animarla. Es joven y atractivo, y su familia tiene mucho dinero. “Quiero que me lo coma todo”, le dice a su amiga.

El principal objetivo de la mala profesora es ahorrar dinero para operarse el pecho. Cuando en la clínica le informan de lo que le va a costar dice: “Soy profesora, no traficante de drogas. Volveré”.

Su compañero de piso es un hombre grande, gordo y bruto con el que apenas se comunica y que ni siquiera sabe a qué se dedica ella. Lo encontró poniendo un anuncio en el periódico.

Un día decide camelarse al director, un tipo jovial y excéntrico apasionado de los delfines. Se ha enterado de que va a haber una jornada de limpieza de coches, organizada por el centro para recaudar fondos, y quiere que el director la deje participar.

El día señalado se presenta con un pantalón vaquero muy corto y una camisa de cuadros ajustadísima cerrada con un nudo. Organiza todo un espectáculo de sensualidad para atraer a los conductores. Se desliza por encima de los coches toda mojada, envuelta en espuma, escandalizando a todo el mundo.

En la reunión con los padres de sus alumnos elude las preguntas sobre el programa que va a seguir durante el curso, pero intenta distraer la atención general ofreciendo unas bebidas y algo para picar. Un padre la coge aparte y le ofrece dinero para que apruebe a su hijo, y ella acepta encantada. Luego insinúa al resto de padres que podrían hacer lo mismo.

Mientras está fumando marihuana dando grandes bocanadas dentro de su coche, antes de marcharse a su casa, se le acerca la niña de las galletas, que trae más en otro tapeware, y se sorprende al verla con sus inhalaciones. “Es medicinal”, le dice la profesora a modo de excusa, molesta. “Son de jengibre”, le dice la niña al ver que no se decide a coger las galletas. Cuando lo hace aprovecha para sugerirle que cambie de apariencia y de aspiraciones. “¿Me subirá la nota si hago eso?”, pregunta la niña. Ella, irritada, pega un acelerón y antes de marcharse a toda velocidad le dice: “No cambiarás nunca”.

En su casa la nevera está casi vacía, sólo hay un par de envoltorios arrugados y alguna cosa caducada. Cuando sale a por provisiones se encuentra con un alumno y su madre que desde su coche la invita a pasar con ellos la Navidad. Mientras la familia canta villancicos, todos vestidos con jerseys gruesos con dibujos de renos, ella come con desgana, aburrida. Su alumno recita sus poesías, que son horrorosas. Después les dejan a solas. Él está enamorado de una compañera de clase. “Alguien que lleva 3 semanas seguidas la misma sudadera es imposible que moje”, le dice la profe. “Es el único recuerdo que me dejó mi padre cuando nos abandonó”, le responde compungido. “Pues no me extraña que no se la llevara”, le contesta sin contemplaciones.

Expresiones como “que te den”, “prefiero un tiro en la cara” y frases por el estilo son su forma habitual de hablar.

Algunos profesores han formado una banda y tocan en un pub, entre ellos el guapo profesor recién llegado. Mientras están allí la mala profe anima a su amiga menos agraciada a que se acerque a dos tipos muy feos que no dejan de mirar en su dirección. Le da unas instrucciones disparatadas y así consigue ligar.

Elizabeth se entera de que el profesor que tenga los mejores resultados en los exámenes estatales recibirá un cuantioso premio monetario. Es entonces cuando empieza a tomarse sus clases en serio. Reparte libros a sus alumnos y les hace preguntas sobre ellos. Si alguien hace un comentario chistoso lo echa de clase.

Los chicos protestan porque hace un control de las primeras 100 páginas de uno de los libros al día siguiente de haberlo mandado. Incluso les manda libros que no están en el programa. Los pone en fila en el gimnasio y les hace preguntas sobre todas las asignaturas. Al que contesta mal le tira una pelota de baloncesto con saña, para que duela. Si la víctima intenta esquivarlo le dice a los de los lados que lo sujeten. Si contestan bien son ellos los que tienen que tirarle el balón a ella.

Cuando corrige los exámenes en clase no para de horrorizarse. Escribe en rojo sobre ellos: “Chorradas”, “Gilipolleces”, “¿En qué idioma está?”. Luego los lanza por encima de sus cabezas. “¡Tenéis que trabajar!”, les grita airada, pese a las protestas de los chicos.

Como no tiene mucha confianza en poder ganar el premio, se hace pasar por periodista, cambiando su imagen con una peluca de rizos oscura, unas gafas de sol, pendientes de aro y una blusa escotada, un look muy años 70, y se entrevista con el encargado del examen estatal. Como se muestra reticente a enseñarle el examen, lo emborracha mientras se le insinúa y le pone un somnífero en la bebida. Así logra que le den el premio a ella. Otra profesora que se da cuenta intenta descubrirla ante todos, pero consigue cambiar las tornas para que sea su acusadora la perjudicada. 

Tras el verano, cuando vuelve a las clases, ha decidido que ya no se va a operar el pecho. Al final se ha tomado tan en serio su trabajo que se ha convertido finalmente en la jefa de estudios.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Un poco de todo (XXIII)


- Los norteamericanos son tremendos con las pasiones. Aman a sus presidentes, lo que no les impide matarlos a tiros de vez en cuando. Son capaces de recordar, da igual los años que pasen, cuándo tal o cual jugador de rugby o béisbol hizo determinada jugada, en qué minuto del partido fue y cuántos tantos se había adjudicado ya su equipo. El fervor llega a cosas tan corrientes como el himno nacional, que escuchan de pie, con la mano en el corazón y cantando a pleno pulmón.

El suyo es un chauvinismo distinto del de los franceses, acuñadores del término. Mientras éstos se creen algo especial y miran al resto del orbe con arrogancia y condescendencia, los norteamericanos prefieren pasar a la acción y ser los que realmente muevan los hilos del mundo. Su afán imperialista es probablemente una revancha por haber sido colonizados en tiempos pasados y por gente infame en su mayor parte.

No creo que su preponderancia en el orden mundial tenga que ver con sus dimensiones geográficas, sino más bien con el espíritu que los anima, que sí tiene enormes proporciones. No hay nada como estar convencido de las propias posibilidades y saberse vender. La confianza en uno mismo lo es todo.

- No sé si ocurrirá lo mismo por ahí fuera, pero aquí parece que estamos acostumbrados a la resignación. Crisis, recortes, austeridad. Todo es acogido con protestas pero sin una verdadera contrarréplica revolucionaria.

Es lo mismo que cuando asistimos a la tortura y muerte de un toro en la plaza, la costumbre hace que nos parezca incluso normal, sólo una minoría creciente nos rebelamos contra esa atrocidad, y parece casi como si estuviéramos traicionando las señas de identidad de nuestro propio país.

La sangre, mientras no sea de ser humano, no importa que sea derramada, y si se derrama la del torero pues qué emoción, qué valiente ha sido, y si muere se convierte en un héroe, un ídolo. Al final asistimos impasibles a un doble sacrificio, el del animal y el del hombre, y con el que no sabemos muy bien qué se pretende demostrar. El valor está en otras cosas. Seguro que si la profesión de torero no estuviera tan bien pagada los que se dedicaran a ello se podrían contar con los dedos de una mano, si quedaba alguien.
Con las creencias religiosas pasa lo mismo. Vemos pasar a Cristo en la Cruz en las procesiones, y más que recordar una parte de Su vida que fue determinante para todos nosotros, nos recreamos en esa inmolación, con las figuras ensangrentadas y arrebatadas por gestos de pena y dolor, y contemplamos la casquería incorrupta que la Iglesia conserva en vitrinas de dudoso gusto como reliquias. Nos van los espectáculos violentos. Hay algo que es aberrante en nuestra forma de pensar.

En lo que a la muerte de Cristo se refiere, nadie, ni siquiera en el momento mismo en que tuvo lugar, fue capaz de arrancar a ese Hombre de las garras de sus verdugos e impedir tamaña injusticia. Tenía que ser así, estaba escrito, nos decimos a modo de excusa. Resignación. Es evidente que la desidia nos viene de muchos siglos atrás. 

En el mundo actual seguimos contemplando sacrificios e injusticias con atribulado estoicismo, amparándonos en la impotencia. También es cierto que hay más solidaridad que en tiempos pasados, la conciencia social está más presente que nunca. Pero la maldad parece crecer en la misma proporción que la bondad universal. Habrá que ponerse el mundo por montera.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Ayrton Senna


Maravilloso e impactante el reportaje que vi en televisión sobre Ayrton Senna. Cuánto me acuerdo de él, de lo famoso que llegó a ser, en un mundo como el de las carreras de coches que no a todo el mundo nos gusta, pero su figura siempre llamó la atención por muchos otros motivos, además de por sus logros profesionales.

En el documental podemos apreciar la trayectoria de este corredor desde sus comienzos en la Fórmula 1. Se le ve tan joven. Siempre acompañado por su familia, con la que disfruta de sus ratos de relax y en vacaciones, rodeado de comodidades. Hijo y hermano cariñoso, también se le ve con alguna novia, amistades femeninas que no le duraban mucho, porque su mayor preocupación era competir.

Ayrton se puede decir que era como una figura romántica sobre ruedas, con ese aire lánguido y ausente. Parecía tener casi siempre la mente en otra parte, concentrado en sus pensamientos que le llevaban muy lejos, y en sus obsesiones. Cuando algo le preocupa, se le ve haciendo gestos desesperados, completamente ensimismado y ajeno a la cámara que está captando esos momentos, en un contínuo diálogo consigmo mismo. Había cosas que le hacían sufrir mucho, y cuya carga no compartía con nadie.

Me llama la atención su rivalidad con Alain Prost, otra gran figura de la época. Le recuerdo a él también muy bien. Al principio parecían tan amigos, y un buen día empezaron a distanciarse hasta el punto de convertirse en enemigos acérrimos. Sus enfrentamientos fueron legendarios. Prost veía en Ayrton un rival, un deportista que venía pisando fuerte y le podía quitar su posición preeminente. Prost llega a denunciarle en una carrera que había ganado Ayrton por hacer una salida a pista, tras un percance, que podía considerarse o no de acuerdo con las normas, en connivencia con el director de la competición, amigo de Prost, que se encara con Ayrton de forma muy desagradable.

Prost provocaría otros incidentes, no sólo ante la prensa sino también en pista, poniendo en peligro la vida de ambos, parecido a lo que sucedió más recientemente entre Alonso y Hamilton.

Al año siguiente de este incidente, por el que fue descalificado, en la siguiente competición, y mientras estaba en la reunión previa con el director del evento, otro piloto comentó lo sucedido a Ayrton, la injusticia de que fue objeto, y éste salió muy alterado de la reunión, al ser puesto en evidencia lo sucedido sin que nadie hubiera hecho nada para evitarlo. En sus declaraciones a la prensa él, siempre tan educado y amable, no pudo evitar soltar alguna palabrota. Fue su forma de descargar tensión.

Después de una larga trayectoria llena de triunfos, a Ayrton le quedaba por ganar el Gran Premio de Brasil, su país. Corrió con tanta emoción y el momento en que llegó vencedor a la meta fue tan impactante para él, que se oían sus gritos por los micrófonos de su casco, auténticos aullidos con los que daba rienda suelta a su euforia y descargaba la enorme tensión sufrida. Cuando quiso salir del coche no pudo, pues el stress le había contracturado todo el cuerpo, y no se le podía ni tocar. El dolor era especialmente agudo en los hombros. Salió como pudo, y sólo permitió que se le acercase su padre, en cuyo hombro apoyó su cabeza transido de emoción, como si fuera un refugio y un consuelo para él tras tanto sufrimiento. Pero había merecido la pena. Al final hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar su trofeo en el podio, aunque lo tuvo que bajar enseguida porque no podía más. Fue algo tremendo, impactante e increíble, nunca antes había visto yo algo igual.

Ayrton era todo corazón, pero también tenía una mente inquieta y entrenada. En su última competición se sintió muy conmocionado cuando uno de los pilotos que corrían perdió la vida durante las pruebas de clasificación, un día antes. Vió el accidente en uno de los monitores de la sala de descanso, cómo se estrellaba contra un muro y el cuerpo del infortunado se doblaba en su asiento hacia un lado, como un muñeco, sin vida. Preguntó a cuánta velocidad iba, y con cara de horror y consternación abandonó el recinto. La muerte le obsesionaba mucho, era muy consciente del enorme riesgo de su profesión.

Al día siguiente, los corredores manifestaban su descontento con los coches en los que tenían que competir. No estaban lo suficientemente preparados, les faltaban los controles electrónicos habituales, por los que ciertas funciones se controlaban desde un ordenador. Durante la fatídica carrera, en cada vuelta se podía apreciar que el volante de Ayrton se movía cada vez más, hasta que en un momento dado se quedó con él en las manos. El coche se salió de pista y el piloto intentó frenar como pudo, pero no fue lo suficiente, se estrelló contra las vallas protectoras y se quedó sentado, derecho, inconsciente.

Fue traslado a un hospital, donde murió al poco tiempo. Se dijo que si la barra que atraviesa por arriba el coche para darle mayor equilibrio hubiese estado unos centímetros más arriba o más abajo, no le habría atravesado el cráneo. No tenía señales de golpes en el cuerpo, ni fracturas, todo fue en la cabeza. El accidente se había debido a un fallo técnico, no humano. Desde entonces se modificaron los diseños de los coches para corregir ese error, y según he leído no ha vuelto a haber ningún otro accidente mortal desde entonces. Todos dijeron que Ayrton tuvo mala suerte.

Alain Proust, que presenciaba la carrera desde la sala de prensa, se quedó profundamente abatido. Aunque hacía tiempo que habían hecho las paces, desaparecía la rivalidad y, por tanto, la emoción de haber quién era el mejor.

Los funerales de Ayrton en su país fueron multitudinarios, y se le rindió honores de Jefe de Estado. Tenía 34 años y toda una vida por delante que ya no podría disfrutar. Muchos proyectos rondaban su mente, y mucha ilusión. Es siempre lamentable una muerte temprana, pero lo es más una larga vida sin pasión. Ayrton tuvo de eso sobradamente, pues se atrevió a llegar a donde otros no habían llegado nunca antes. 

Sus compañeros de entonces lo recuerdan y aún le lloran, por su forma de ser, una rara combinación de bondad, tesón, humanidad y fortaleza. Como ser humano y como profesional mereció para siempre el cariño y el respeto de todos los que le conocieron.


miércoles, 19 de septiembre de 2012

martes, 18 de septiembre de 2012

Palabras de Neruda


He encontrado unas bellas palabras de Pablo Neruda, un canto poético a la necesidad no sólo de estar vivos sino también de sentirnos vivos.

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos. Quien no cambia de marca no arriesga a vestir un color nuevo, y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco, y los puntos sobre las “íes” a su remolino de emociones; justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en sí mismo.

Muere lentamente quien destruye su amor propio; quien no se deja ayudar.

Muere lentamente quien pasa los días quejándose de su mala suerte, o de la lluvia incesante.

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos senderos, quien no cambia de rutina, no se arriesga a vestir un nuevo color o no conversa con quien desconoce.

Muere lentamente quien no cambia la vida cuando está insatisfecho con su trabajo, o su amor, quien no arriesga lo seguro por lo incierto para ir tras de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar.

Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Mi amigo Melchor



Como ha sido el cumpleaños de mi amigo Melchor este fin de semana, además de felicitarle aproveché para echar un vistazo en Internet en busca de novedades sobre su persona, y me topé con un video grabado durante unas conferencias en el Metanexus Institute, en Filadelfia, hace 6 años. Él participaba el penúltimo de 6 conferenciantes. Hablando en un perfecto inglés, aunque un poco academicista para mi gusto (la “t” la pronunciaba con demasiada sonoridad), él, como sacerdote y representante del Vaticano, exponía los puntos de vista de la Iglesia católica sobre lo que suele tratar siempre allá donde vaya: ciencia y fe.

Mientras hablaba en público hizo gala de algunos efectismos que no sé si eran para descargar tensión o para parecer más natural, como quitarse y ponerse el reloj en un cierto momento, o ajustarse el pantalón por la cintura desde la espalda.

En el turno de preguntas del público, él fue el único al que no le preguntaron nada. Cuando el acto estaba llegando a su fin, después de 2 horas, se le notaba molesto. Puede que nadie se diera cuanta, pero yo lo conozco. Y es que la opinión de la Iglesia suele merecer poco interés y respeto allá donde va, y más si se tratan temas como el origen del Universo.

Sin embargo, di con otro video, de principios de junio de este año, de una conferencia en Cartagena hablando de Galileo Galilei, sus estudios y su condena por la Iglesia, tema sobre el que ha escrito un libro en colaboración con otra persona, y resultó encantador. Hablando en su propio idioma, en su patria, como único conferenciante, estaba en su salsa, distendido, como él ha sido siempre. Su charla fue instructiva y muy interesante, explicándolo todo con esa forma suya que hace que todo parezca tan especial, con un lenguaje y una dicción perfectos. Él es un hombre que se mantiene fiel a sí mismo, pues con independencia de las vivencias que haya tenido a lo largo de su vida y los ambientes exquisitos que ahora frecuente, no se ha dejado tentar por el poder y el lujo, es el mismo que era cuando yo le conocí.

Me hizo gracia que le incomodara el hecho de que le alabaran antes, a modo de presentación, y después de la conferencia, para clausurarla. Hacía gestos de extrañeza y se medio sonreía, y al final empezó a juguetear con la botella de agua que había vaciado. Pero se le veía contento de estar allí. Hizo el mismo gesto que en Filadelfia de ajustarse el pantalón por la cintura desde la espalda, y también se quitó el reloj, esta vez para dejarlo sobre la mesa.
Cualquiera que conozca a Melchor sabrá que es una persona extraordinaria. Desde que llegó al colegio, cuando teníamos 10 años, me pareció alguien fuera de lo corriente. Al principio no destacaba del resto de compañeros, pues su aspecto era muy normal y su carácter discreto, pero conforme pasaban los cursos iba destacando cada vez más por su personalidad y su inteligencia.

Todavía lo recuerdo alto y desgarbado, pálido, muy delgado, un poco ojeroso, metiendo la cabeza en un pupitre y cerrando la tapa en un intento de aislarse del mundo. Qué chico más raro, pensábamos entonces. Probablemente su necesidad de aislamiento, de estar a solas contigo mismo y con sus pensamientos, que a eso de los 13 años recuerdo que a mí me pasaba también, él lo llevaba al extremo, era aún más perentoria que para la mayoría de nosotros.

Ya en el instituto despuntó ampliamente. En su tiempo libre salía con pocas personas, no era de pandillas. Siempre iba a estudiar a la biblioteca del centro, pues la suya era familia numerosa y su casa debía ser una jaula de grillos.

Melchor no hacía nada para llamar la atención, era su ser el que emanaba una fuerza y una luz interior pocas veces vista. Vestía de la forma más corriente, con unos vaqueros, una camisa y una rebeca, y en invierno se ponía un plumas. Solíamos quedarnos todos maravillados cuando hablaba, y lo hacía con sencillez, con soltura, con ingenio e inteligencia, y con un toque tierno.

Normalmente él se aburría en clase. Lo suyo es que lo hubieran llevado a algún centro de altas capacidades, que imagino que ya existirían en aquella época. Tenía memoria fotográfica: con sólo echar un vistazo a las hojas de un libro podía repetir su contenido, y su vasta cultura le permitía ampliar los conocimientos sobre la marcha.

Pero se le veía con frecuencia con un aire un poco triste. Luego he sabido que Madrid no le gustó nunca, que prefería Toledo, donde cursó estudios de Teología, y por supuesto Roma, donde ahora vive y donde trabaja con un buen puesto en uno de los organismos de la Santa Sede.

Todos supimos sin lugar a dudas que llegaría muy lejos. Hace años le escribí una carta, cuando hacía yo mis pinitos en Internet y le busqué por si había información sobre él. Me sentí muy feliz de verle después de tanto tiempo, y me sorprendió tanto (y no tanto) de todo lo que había conseguido, que no pude reprimir la necesidad de escribirle, y él me contestó muy cariñoso.

En entrevistas que le han hecho, salvo cuando aborda temas muy especializados, que a los profanos nos pueden parecer tediosos, sus respuestas son muy interesantes y están en consonancia con los tiempos que corren. Al preguntarle por el aborto no lo justifica, por supuesto, pero habla de una necesidad de crear un ambiente laboral donde la mujer no esté sometida a presión, donde no vea amenazado su puesto de trabajo o se le impida conseguir uno por el hecho de estar embarazada.

En lo de que la gente joven va cada vez menos a Misa, tampoco adopta una postura radical, sino que afirma que ahora la juventud vive la religión de otra manera.

Tan sólo faltó a su habitual comedimiento al decir que la base de nuestra sociedad está cimentada en la labor de los sacerdotes de las parroquias (él lleva también una), y no en los obispos, y en concreto en España Rouco Varela, personaje público que a mí tampoco me ha agradado nunca.

Habla de la “vieja guardia”, que va siendo un poco menos arrogante. También la Iglesia tiene que adaptarse a los cambios que el paso del tiempo trae consigo, para no quedarse anacrónica y obsoleta.

En fin, que es una maravilla tener noticias de él, de sus opiniones, de su periplo vital, me produce mucha satisfacción saber que está en el mundo y tan bien. No saben la suerte que tienen los que estén a su lado, no sé si lo sabrán apreciar lo suficiente.

 
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