lunes, 10 de septiembre de 2012

Paul Simon y Graceland


Me quedé encantada con el reportaje que vi sobre el disco, Graceland, que sacó Paul Simon a mediados de los 80 en colaboración con un grupo africano. Recuerdo aquella etapa suya de ritmos negros, y la forma como armonizaba su voz con aquellos coros graves y profundos.

El grupo en cuestión era famoso en África, y solían cantar a capella. En el reportaje se recogía un encuentro reciente del cantante con ellos, y salvo a Paul, que acusaba mucho el paso de los años en su apariencia y en su actitud, los demás estaban más canosos pero igualmente entusiastas a como se les veía entonces. También había unos cuantos músicos que Paul escogió en su momento de entre los más conocidos y mejores del continente africano, para hacer el disco, personas muy alegres y sencillas.

Son un encanto, los comentarios que hacían tan cariñosos respecto a todo los que le pasó en aquel entonces, cómo se sintieron la 1ª vez que fueron a un hotel de lujo la 1ª vez que se marcharon de gira, en unas imágenes se veían sus caras al llegar. El haber conocido a Paul, lo que les permitió ser conocidos mundialmente, visitar otros países y llevar su causa, la de todas las personas de raza negra, al corazón del resto de la gente. El apartheid era uno de los temas más polémicos y sangrantes de la palestra pública de aquella época.

Faltaban aún tres años para que Nelson Mandela fuera liberado y empezaran a cambiar las cosas de verdad para ellos. Otras figuras del panorama social, como Harry Belafonte, luchaban por la causa negra. Él, al que hace años se le podía ver en alguna película o serie de vez en cuando, alternando el cine con su carrera como cantante, fue el hombre negro más bello que se haya visto nunca en su juventud, y dedicó toda su vida a la causa de su raza, sacrificando incluso sus prioridades profesionales y su vida personal.

Época convulsa aquella, y Paul en medio de todo aquello. Uno de los músicos le decía en el reportaje que en algún momento pareció que se prestaba a ciertos manejos, pero se daba cuenta de que lo hacía sin mala intención, atrapado en la vorágine ideológica y social, y que su contribución a la lucha contra el racismo había sido muy importante para ellos. Paul le pidió disculpas si en algo les había fallado, y luego se abrazaron para rubricar su amistad.

Paul Simon conoció a todas aquellas personas en su viaje a África, y se sintió siempre muy afortunado por ello. Dice que las experiencias que tuvo mientras estuvieron trabajando juntos le cambiaron la vida y su visión del mundo. Pero no se sentía cómodo allí, tenía la impresión de ser observado, juzgado, el racismo era algo palpable allá donde fuera. Decidió que sus colaboradores fueran a EE.UU. con él, lo que hizo que les cambiara la vida también a ellos.

Lejos quedó entonces la imagen de Paul Simon asociada a Garfunkel, su Mrs. Robinson entre otras muchas canciones tan conocidas que hicieron juntos. Aquella etapa melódica, sus voces perfectamente acopladas, los temas de sus letras, a veces polémicos, su juventud en suma, habían quedado atrás. Paul, con su agudo sentido musical, cambió su rumbo para explorar algo diferente,  los ritmos africanos, que no sabía si serían bien aceptados por el público, y nos ofreció una gama de sonidos y percepciones nunca antes vistos. 

El pequeño Paul, el único bajito, blanco, en medio de todo aquel conjunto de hombres enormes y negros, daba un espectáculo en el que todo tenía cabida, donde había compenetración y entendimiento, donde se fundían las barreras raciales y sociales. Algo que ha sido insuperable.

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