martes, 30 de abril de 2013

Tal como éramos


Es gracioso cómo los que han sido presidentes de gobierno en el pasado gustan de aparecer de vez en cuando en televisión, entrevistados a cerca de su opinión sobre el panorama nacional, respaldados por su experiencia y su supuesto “caché”, que les avala. En realidad sólo son dos, puesto que nuestra democracia es demasiado joven como para haber podido dar más líderes con tanto "carisma", o tantas ganas de seguir figurando.

A veces es Aznar que, con su aire reposado, meditabundo y docto, nos alecciona empezando casi todas sus frases con un “Mire usted” que me desagrada bastante, porque es una forma de hablar un tanto paleta y demasiado imperativa, como si lo que va a decir sentara cátedra, algo que también hace su predecesor Rajoy. Espero que no se comporte así cuando vaya por el mundo dando sus conferencias.

Pero al que vi el otro día fue a Felipe González, muy avejentado con tanta cana, aunque sus mofletes parece que siguen tan lozanos como siempre. Ha perdido la fuerza de su gesto y de la mirada, las mandíbulas apretadas como solía tener, pero básicamente sigue igual. Ahora habla con más enjundia. En los tiempos en que fue presidente se perdía en un lenguaje tecnocrático con el que hablaba mucho sin decir casi nada, como hacen los dictadores para adormecer a las masas, para hipnotizarlas, o los charlatanes de feria para confundir al personal.

Pero si en algo sigue siendo el de siempre es en la imprecisión de muchas de sus afirmaciones, premeditada por supuesto. Hasta en algo tan poco importante como hablar sobre su edad, que por cierto nadie le preguntó (debe ser algo que lleva mal), afirmó “no tengo ni 70 ni 71”. ¿Tan difícil es hablar claro?, es como si jugáramos a las adivinanzas.

Al preguntarle por la corrupción, se extendió en una diatriba con la que condenaba la actual situación, aunque añadió una frase final, hablando en un tono un poco más bajo, como si no quisiera ser escuchado, no reconocer cosas del pasado o no quisiera ser claro. La frase fue algo así como “aunque la corrupción está siempre ahí”. Tendría mucha cara, que la ha tenido siempre, y muy dura, para negar la que hubo mientras fue presidente. Todos recordamos que a su gobierno lo terminaron llamando “corrupsoe”, en una época en que no estábamos tan acostumbrados como ahora a oir hablar de ese tema.

Le preguntaron si se sentía a gusto viviendo en España. Él contestó que, si lo pensaba fríamente, preferiría estar a miles de kilómetros. No puedo por más que recordar la época de su mandato, sobre todo el 2º, cuando pasaba casi todo el tiempo viajando con el pretexto del trabajo. Ni se enteraba de lo que sucedía aquí, ni creo que se quisiera enterar. Es más idílico codearse con los dirigentes del resto de países del mundo, donde todo funciona de otra manera o donde encuentra un reconocimiento que aquí no tuvo en la medida que él hubiera querido. Algo parecido le pasó a Aznar, que gozaba alternando en las altas esferas políticas en el extranjero.

Dijo unas cuantas frases más de coletilla atenuando la voz. Taimado, y fiel a sí mismo, cómo no. Transparencia cero. En el fondo le debe halagar que sigan recurriendo a su criterio después de tanto tiempo, como se hace con los sabios en algunas culturas.

No creo que ni Aznar ni Felipe González sean precisamente sabios, pero ahí están, con sus aciertos y sus fallos, diciendo aún la última palabra. Si los comparamos con Zapatero sí tienen ventaja, pero lo de este último es un caso aparte. No me extraña que no haya vuelto a dar señales de vida, aunque lo mismo hizo Adolfo Suárez, aunque por razones diferentes, pues mientras pudo (hace tiempo que no por su enfermedad) se abstuvo de ir dando entrevistas y conferencias, discreto como siempre fue. Y eso que él si que tuvo un comportamiento irreprochable mientras estuvo en el poder, no como los otros. Pero en fin, el mundo parece que es de los charlatanes, los pretenciosos y los arribistas.



lunes, 29 de abril de 2013

Ilustradores (XI): Roger Olmos





He aquí algunos de los trabajos de este ilustrador catalán. En ellos hay una mezcla de maestría técnica, imaginación desbordante y jocosa ingenuidad.


viernes, 26 de abril de 2013

Querido Terenci


Hace poco se cumplían 10 años de la muerte de Terenci Moix. Cómo es posible que haya pasado ya tanto tiempo. Me parece que fue ayer cuando se fue, quizá porque nunca he dejado de recordarlo. Era una figura pública que se dejaba ver con frecuencia en televisión con sus programas, siempre tan interesantes, y con las entrevistas que le hacían cada vez que publicaba algún libro. Se había hecho un personaje familiar al que era muy agradable ver y escuchar, siempre aprendías algo con él, era una fuente de inspiración.

Y como nunca tuvo pudor en hablar de sí mismo es por lo que sabemos tantas cosas suyas. Que era el mayor de 3 hermanos, que sólo le queda su hermana, la más pequeña, porque el mediano murió a los 18 años tras una penosa enfermedad, algo que le marcó profundamente. Que de niño era terriblemente introvertido, y que su afición al cine provenía de su necesidad de mitigar la soledad que le cercaba, de llenar sus horas con mundos de fantasía. Se veía a sí mismo en aquella época de su vida con una conmovedora melancolía.

Los que le conocieron de joven dicen que era una persona muy silenciosa y ensimismada, tremendamente triste, como si hubiera algo dentro de él que no pudiera expresar y le consumiera por dentro.

Él comentó una vez que fue un niño muy mimado, que no le habría venido mal que le hubieran pegado una torta en más de una ocasión, porque era, según sus palabras, “un monstruo del amor”.

Sólo cuando fue a la universidad y empezó a publicar sus libros consiguió desarrollarse como ser humano en plenitud. Su verdadero carácter salió a la luz: extrovertido, hablador, capaz de hacer amigos con suma facilidad. Sus primeras obras fueron polémicas, intensas, descargaba con ellas sus fantasmas personales, sus frustraciones, y también sus anhelos y sus pensamientos más íntimos. Política, religión, amor, todo lo divino y lo humano pasaba por su pluma.

Sus ideas sobre el independentismo catalán eran muy claras. Llegó un momento en que se negó a escribir en catalán, Terenci tenía una mentalidad universal, enormemente abierta, y todo lo que fuera reducir esa visión a horizontes estrechos le horrorizaba, lo cual no le impedía ser catalán hasta la médula.

Siempre amante del mundo de la interpretación, conoció a Enric Majó, que fue su pareja y con el que conviviría muchos años, hasta que éste le dejó. Tuvo muchas relaciones sentimentales, pero él fue su gran amor. Solía decir que no comprendía por qué decían que los homosexuales salían del armario cuando se declaraban como tales. “Yo nunca he salido de ningún armario”. Es una expresión que a mí tampoco me ha gustado nunca y que nunca he comprendido.

Una amiga suya dijo que Terenci era un ser extraordinario, pero que vivir con él no era sencillo. Se dejaba llevar por arrebatos coléricos que no era capaz de controlar, y no había razonamiento posible con él. Con sus parejas tuvo relaciones tormentosas.

Le gustaba retirarse a una casa que tenía en un pueblecito catalán, encalada, de dos plantas, con habitaciones pequeñas, un lugar tranquilo donde encontraba la paz que necesitaba. Allí, en el piso de arriba, pasaba horas interminables dándole a la tecla en su máquina de escribir. Cuando le llamaban a la hora de la comida él siempre decía que no podía parar de repente, porque la inspiración se le iba. Tenía horarios intempestivos para trabajar, se quedaba despierto hasta la madrugada, y luego no se levantaba tarde. Cuando tenía un libro entre manos ocupaba toda su vida, no había otra cosa más importante para él.

En un programa al que acudió cuando publicó una de sus obras, había un público compuesto por gente joven que también podía hacerle preguntas. Un chico le preguntó malintencionadamente (se veía que había hecho alguna apuesta con sus compañeros sobre si se atrevería o no a formular la pregunta venenosa) que cómo era posible que, después de haber escritos libros tan interesantes como los primeros que hizo hubiera podido escribir el que estaba presentando, “El peso de la paja” creo que era. Lo dijo mucho más groseramente de cómo yo lo reproduzco. Terenci, al que la alevosa alusión pilló desprevenido, le preguntó a su vez con fastidio que si había hecho mal a alguien con él, y cuando le respondió que no entonces dijo que ya le saldría mejor el siguiente. Supo reaccionar muy bien, me encantó.

Terenci hipersensible, extremadamente inteligente, con una imaginación desbordante. No se debería permitir que cualquiera pueda decir de cualquier manera lo 1º que se le ocurra. Todos merecemos un respeto, pero una figura reconocida como era él, un intelectual de su talla, más aún si cabe. Juguetón, transgresor pero sin malicia ni agresividad, poseía un finísimo, irónico y agridulce sentido del humor, y era difícil no verle con una sonrisa en la cara.

Me encantaban sus programas de entrevistas, especialmente aquel en el que invitaba a artistas de cine de toda la vida. Comparto con Terenci su amor por el tercer arte. Recuerdo especialmente cuando llevó a Kirk Douglas, ya muy mayor por aquel entonces. El escritor le hizo una de sus preguntas en inglés, pero el intérprete no entendió bien una de las palabras que utilizó, escuchó “vicioso” en lugar de ambicioso. Se creó una situación un poco tragicómica, hasta que le sacó del error. Terenci hablaba distendidamente en inglés con todas las grandes figuras que pasaron por su programa, el sueño de su vida nunca imaginado, cuando de niño iba a las sesiones dobles de los cines de su barrio, un paraíso de ensueño para él.

Recuerdo también cuando rompió con la que creo que fue su última pareja, cómo se condolía en una entrevista en televisión al  preguntarle sobre el amor. No revelaba intimidades, pero sólo ver su cara de dolor y escuchar el sentimiento de sus palabras me sentí muy conmovida. Él ya no se encontraba bien. Fumador incansable, confesaba que sabía lo que le podía pasar pero que no podía evitarlo.

Se fue siendo un niño grande, vital, lleno de ideas, de sentimientos, de talento. Cuando se es tan sensible y se goza y sufre con tanta intensidad la vida se acorta, el corazón no lo resiste. Aún podía habernos deleitado con mucho más, su creatividad era inagotable. Sus amigos, que se encontraban especialmente en el mundo de las artes y las letras, le lloran aún, sobre todo Nuria Espert, que se emociona con sólo mencionarle. Pero su evocación no es en realidad triste sino alegre, nunca dio pie a la melancolía o la amargura, ni siquiera cuando ya estaba tan enfermo. Tierno, generoso, lo compartía todo con aquellos a quienes quería.

Muy pocas personas encontraremos con una personalidad tan particular como la suya, alguien a quien no es posible olvidar.

Querido Terenci.

jueves, 25 de abril de 2013

Pequeña miss Sunshine


La pequeña Olive viaja con su hermano, sus padres, su tío y su abuelo en un monovolumen tipo años 70, más de mil kilómetros camino de un concurso de belleza infantil en el que tiene mucha ilusión por participar.

El abuelo, con sus vaqueros, sus camisetas de manga corta y su chaleco de cuero y ese aire macarrilla, es el que pone la nota picante. Inefable la forma como le habla a su familia. Al nieto adolescente le alecciona respecto de algunos aspectos de la vida. “Tú folla todo lo que puedas, cuanto más folles mejor. Tírate a cualquier mujer que te encuentres. Y mejor ahora, si los dos sois menores de edad, porque en cuanto cumplas los 18, si te lo montas con una menor son 2 ó 3 años de cárcel”. El chico no contesta, a raíz de un enfado decidió dejar de hablar y comunicarse únicamente escribiendo en una libreta que siempre lleva consigo.

Son inútiles los esfuerzos de uno de sus hijos, el padre del chico, para intentar cambiar de conversación. Es el que conduce, y está preocupado porque su trabajo corre peligro y porque disponen de muy poco tiempo para llegar a su destino. Oli escucha música con sus cascos, ajena a las conversaciones subidas de tono del abuelo.

El otro hijo, que les acompaña un poco forzado por las circunstancias, lleva vendadas las muñecas tras un intento frustrado de suicidio. Un homosexual con penas de amor. “Papá, ¿pero tú en la residencia estabas mal?”, le pregunta. “Qué va, estaba fenomenal. Piscina, sauna… Había 4 ó 5 mujeres por cada hombre”.

La nuera le recrimina con afecto por haber consumido drogas, que fue el motivo por lo que tuvo que marcharse del geriátrico. “Tú no consumas nada de esa mierda”, le dice el abuelo al nieto. “Pero si tú lo haces papá”, le dice su hijo gay. “Yo sí puedo, cuando se es joven no, pero ahora que ya soy viejo debo hacerlo. Estaría loco si no lo hiciera”.

Cuando aparcan en una gasolinera, el hijo gay le pregunta a su padre si quiere que le traiga algo. “Sí, cómprame porno, las revistas más guarras que veas. Ya sé que eres marica, osea que si quieres cómprate alguna de esas revistas para maricas”.

En la tienda se encuentra con su antiguo amante, aquel por el que había estado a punto de quitarse la vida. Le oculta sus vendajes detrás de la espalda. El otro mira extrañado las revistas pornográficas de mujeres que está comprando. Cuando se va, vuelve a la furgoneta muy desanimado.

En una cafetería de carretera, a donde han entrado a comer algo, el padre de Oli le reprocha que haya pedido helado porque engorda. La niña no se atreve a probarlo cuando lo traen, pero cuando ve que todos empiezan a probarlo, ella recobra su apetito. El padre de Oli suele ser pedante y engolado respecto a muchos aspectos de la vida, algo que a su mujer le hace poner los ojos en blanco más de una vez, pero en los momentos en los que hay que tomar decisiones importantes, es decidido y valeroso, y lo daría todo por su familia.

Los frenos del monovolumen se estropean, y el encargado de un taller de reparaciones, como ve que no tienen tiempo de arreglar la avería, les aconseja que empujen el vehículo y ya en marcha lo hagan funcionar metiendo la 3ª. El resto del camino cada vez que quieran ponerse en movimiento deberán empujar todos a la vez y subirse en marcha, con la puerta corredera siempre abierta. Como al principio va despacio 1º Oli y el abuelo, luego la madre, después tío y sobrino, de acuerdo con las fuerzas de cada uno, pues el vehículo va cogiendo velocidad. El padre siempre al volante. Es muy cómico verlos en esa situación, y ellos parecen divertirse mucho.

Cuando paran en un motel para pasar la noche, el abuelo ensaya con su nieta algunos de los pasos que hará durante el espectáculo, un baile que él le ha enseñado, al ritmo de una música trepidante. Los padres de Oli no dejan de discutir en su habitación a grito pelado, y aunque el tío pone la televisión alta para que su sobrino no los oiga, éste la apaga y escucha complacido con una sonrisa un tanto siniestra, tendido en la cama con las manos debajo de la cabeza.

Al día siguiente el abuelo no se despierta. Ha sufrido una sobredosis por culpa de las drogas que habitualmente consume. Cuando le llevan al hospital les comunican que ha muerto. Todos lloran desconsolados. Para evitar todo el papeleo y el entierro, que les retrasaría, deciden sacar el cadáver por la ventana y, envuelto en una sábana, lo meten en el maletero del monovolumen.

Ya en ruta, y a modo de distracción, Oli se dedica a hacerle pruebas de visión a su hermano, y descubren que es daltónico. Su tío le dice que no va a poder ser piloto de aviones de caza, que era su sueño. El chico entonces comienza a dar golpes desesperado, hasta que paran junto a un terraplén. Sale corriendo y baja por él hasta una zona de campo, donde grita y se sienta a llorar, lamentando su suerte. Cuando se decide a hablar por 1ª vez desde hace mucho tiempo es para insultarlos. La madre va junto a él pero no consigue convencerlo para continuar el viaje. Sólo cuando baja Oli, que apoya la cabeza en su hombro sin decir palabra, decide levantarse, pedir disculpas a todos por los insultos proferidos, y continuar el viaje.

En la carretera un policía motorizado les para por exceso de velocidad. El claxon de la furgoneta suena todo el tiempo intermitentemente porque se ha estropeado, y se produce una situación muy cómica mientras el padre de Oli intenta explicarse con el agente con ese ruido de fondo. Éste le pide que abra el maletero, y ante el terror de todos en lo único que se fija es en las revistas pornográficas que compraron en la gasolinera. Distraído por el reclamo no sigue inspeccionando, y se queda con todas menos una, marchándose jocoso. Todos respiran aliviados.

Llegan por fin a las inmediaciones del sitio donde se celebra el concurso, equivocándose varias veces de dirección por los nervios y la gran velocidad a la que van, saltándose barreras, contra las que chocan, haciéndolas saltar por los aires. El tío se adelanta, corriendo hacia la mesa donde se hacen las inscripciones, con un trotecito extraño, pero llega tarde por unos minutos. La engolada mujer que le atiende les niega la inscripción, pero tras muchos ruegos el hombre que se encarga del ordenador les dice que no cuesta nada volver a encenderlo e inscribir a Oli, conmovido por el padre, que se ha puesto de rodillas.

El padre se desembaraza entristecido del abuelo contactanto con una funeria. Tío y sobrino pululan por allí aburridos, y mientras Oli se prepara salen a tomar el aire. El ambiente no les gusta nada, niñas repollo maquilladas, peinadas y vestidas como si fueran adultas, obligadas a ejecutar los ejercicios más rocambolescos para demostrar sus destrezas. El hermano de Oli piensa que ella no tiene ninguna posibilidad, pues no tiene el mismo aspecto que las demás.

Oli tampoco lo tiene claro, y ante las dudas y la expectación de sus padres, termina decidiendo participar. Su número despierta las iras de la señora de las inscripciones, que intenta detenerla, sin éxito. El abuelo había enseñado a la niña pasos de baile felinos, provocadores, como si fuera un espectáculo erótico. Los primeros sorprendidos son su familia, que no sabían en qué clase de baile la habían adiestrado. El jurado mira perplejo, sin poder salir de su asombro, mientras Oli va de aquí para allá sobre el escenario, disfrutando de su momento, ajena al revuelo causado a su alrededor. Poco a poco, 1º el padre, luego su tío, después la madre y el hermano, van subiendo al escenario cuando ven que mucha gente se va escandalizada. Al final todos juntos bailan y animan al escaso público que ha quedado para que aplaudan y disfruten.

Quedan descalificados y un policía los custodia hasta que abandonan el edificio, y el estado. Salen de allí rompiendo otra barrera, pues el monovolumen sigue sin frenos, ante el asombro y la furia de la encargada de las inscripciones, que los ve desde su coche. Misión cumplida, han hecho el espectáculo, en memoria del abuelo, y aunque Oli no ha ganado no importa, se ha atrevido, ha podido cumplir su sueño. Todos se sienten liberados, satisfechos. Son una familia, contra viento y marea, y al final lo han pasado bien viviendo una experiencia única. 


miércoles, 24 de abril de 2013

Wendy Luhabe


El dinero da libertad y poder. Para emprender más, para seguir creando riqueza, para elegir el futuro, para comprarse un barco. El credo de la empresaria sudafricana Wendy Luhabe no difiere del de cualquier otro empresario. Pero lo que la ha convertido en una de las 100 personalidades más influyentes del mundo, según la revista Time, es que ha convertido esa libertad y ese poder en una oportunidad para los que no tienen ninguna.

Wendy es una “emprendedora social”. Una sociedad mejor la construyen las personas, dice. Y ella invierte en su crecimiento. Ética y beneficio: esa es su balanza contable.

Los jóvenes negros con pocos recursos fueron el primer yacimiento de riqueza en el que se fijó. Con el tiempo, puso en marcha un ambicioso plan: convencer a las mujeres, pobres y negras, de que son líderes, aunque no lo sepan. Ella lo había comprobado siendo niña: su madre se quedó al cargo de cuatro hijos, los sacó adelante y los matriculó en la escuela y la Universidad, con los 40 dólares al mes que ganaba como enfermera. “Decidió no ser una víctima”, dice Wendy.

Con el tiempo, creó el primer fondo de inversión privado para financiar a mujeres emprendedoras, el Women Private Equity Fund. Ese modelo de mujer fuerte, que no renuncia a sus sueños y sabe cómo conseguir atajos baratos y eficaces, como su madre, fue su inspiración. Las mujeres sacan su fuerza de donde pueden para salir adelante, porque tienen hijos a los alimentar. Y, la mayoría de las veces, solas. “Por eso, las madres, las abuelas, las hermanas mayores son las líderes de su familia, de su barrio, de su comunidad, de su país. Aunque su modestia y su falta de formación les impida darse cuenta”, explica Wendy a los poderosos del mundo, especialmente a las poderosas, que hoy la reciben con los brazos abiertos: Hillary Clinton, Melinda Gates o la Princesa Rania.

Curiosamente, el mundo se apiada de esas mujeres y, en su piedad equivocada, las reviste del manto de las víctimas. Mientras se compadece a alguien, es difícil considerarle autónomo, capaz, autosuficiente. Libre. Así es difícil que el poder cambie de manos: la víctima permanece atada su dolor, como a un destino, y el verdugo sigue dictando las reglas. Estas mujeres merecen otra suerte. Y además, excluirlas, es una gigantesca falta de visión empresarial.

Wendy Yvonne Nomathemba Luhabe nació en 1957, en Sudáfrica, en pleno “apartheid”.

Se graduó en Arte y en Marketing y Comercio por la Univesidad de Lesotho.

En 1993 creó el Women Investment Portfolio Holdings, para formar a las mujeres como emprendedoras, y en 2002 lanzó para ellas el primer fondo privado de financiación, el Women Private Equity Fund.

Está casada con el gobernador de la provincia sudafricana de Gauteng y tienen dos hijos.

Por sus palabras la conoceréis:

"Mis padres se ganaban la vida de forma miserable. Su obsesión era matricular a sus hijos en el colegio, que era de pago para los negros. Mi madre me enseñó que todo era posible, y siempre quise vivir una vida sin barreras" (Madame Fígaro, febrero de 2013).

(Artículo aparecido en Mujer Hoy el 16/3/13)


martes, 23 de abril de 2013

El Papa Francisco


Nunca pensamos, cuando fue elegido el Papa Francisco, que le veríamos arrodillado lavándole y besándole los pies a la gente, tal y como hacían Jesús y sus discípulos en los comienzos del cristianismo. En los tiempos que corren, donde hay que mantener una pos preestablecida de cara a la galería, todo dentro de las normas y el protocolo habitual y "bien visto", esta señal de humildad puede parecer inapropiada.
Pero el Papa no entiende de rigideces ni costumbres inamovibles. Él hace parar su papa móvil en medio de la muchedumbre, se baja y se acerca a acariciar y besar a un hombre con parálisis cerebral que está en brazos de otra persona, y les dirige unas palabras. Él no pasa de largo, saludando desde su vehículo sin casi mirar a los que le rodean, él se fija, y si ve que alguien necesita una atención especial va y se la da, sin más. Y no es un golpe de efecto de cara a la opinión pública, se nota enseguida que es lo que le sale del corazón, lo más natural del mundo para él.

Qué sentido tiene seguir los pasos de Cristo desde un vehículo motorizado, o emular su estilo de vida sencillo simplemente lavándole los pies a la gente. ¿Cómo viajaba Jesús cuando predicaba su doctrina?. Ya sé que no tiene sentido hoy en día ir de un lado para otro a pie o en burro, como se hacía entonces, pero bajarse del papa móvil en un momento dado y acercarse a los demás es lo menos que se puede hacer. El Papa no es un mero símbolo, una figura a la que idolatrar y preservar por temor a que pueda ser dañada, es un ser humano que quiere estar en contacto con otros seres humanos, un hombre al que el azar ha querido poner en un lugar preeminente en la jerarquía eclesiástica, y no para permanecer ahí estáticamente.

La polémica está servida: que si es demasiado impulsivo, que si pone en peligro su seguridad constantemente, que si los guardaespaldas tienen que ir a la carrera detrás de él por sus imprevistas aproximaciones a los que vienen a verle. Es cierto que está en el punto de mira de toda clase de terroristas y chiflados, pero si algo le pasara en el ejercicio de su labor ¿no estaría siguiendo en realidad los pasos de Cristo, que dio su vida en el ejercicio de su misión?.

Ignoro cuál ha sido el pasado del Papa Francisco, se dijeron muchas cosas oscuras que no eran ciertas. Lo que sí veo ahora es a una persona que disfruta, pese a su edad, de todo lo que hace, con entusiasmo y vigor. Cansaba ya un poco la imagen del eterno Pontífice exhausto, con mala salud, excesivamente mayor y sin demasiada alegría. Debe ser duro ejercer ese ministerio, pero el actual Papa lo desempeña con un ánimo que no he visto nunca antes, y eso es muy de agradecer.

Hace unos días leí un artículo en el que se criticaba su excesiva exposición mediática, alegando que corría el peligro de adquirir un protagonismo que en realidad le corresponde a Dios, del que es sólo su representante en la Tierra. Pero estoy segura que esta afirmación está muy lejos de ser cierta: Francisco I es un hombre que quiere vivir de acuerdo con los tiempos que corren, y si las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes sociales provocan una excesiva amplificación de todo lo que sucede en el mundo no es culpa de él.

Y es que a la Iglesia católica se la critica por todo, porque está obsoleta unas veces o, como en el caso del actual Papa, porque que quiere innovar, aunque sea en algunos aspectos, ya que en otros es difícil aún que se produzca un progreso.
Cierto es que el ser humano es propenso a la idolatría, a crearse símbolos de cosas que creemos buenas, sublimes, ejemplos a seguir que llenen nuestras corrientes vidas. A ellos les otorgamos cualidades especiales, les suponemos niveles a los que creemos que nosotros nunca llegaremos. Pero a estas alturas, y por mucho que nos quieran vender la burra, ya nadie se lleva a engaño, y la figuras que merecen la pena ser admiradas son fácilmente reconocibles y perdurables, y las que resultan ser un timo no tardan mucho en ser descubiertas y vilipendiadas, terminando relegadas al ostracismo.

Poco margen queda a la idolatría. El Papa es la cabeza visible de una institución, nada más. Su forma de actuar es escrupulosamente seguida por todos, todo lo que hace o dice es analizado hasta la exasperación, como ocurre con cualquier figura pública. Hoy en día se cuestiona todo, y el Papa no es una excepción. Todo el mundo parece tener su propia opinión, influido por los medios de comunicación o por la educación recibida.

Si ocupar un sitio como el del Papa es difícil, y de hecho muchos lo han rechazado antes cuando han sido propuestos, es precisamente por su enorme exposición, además de por su apretada agenda, excesiva para personas de edad tan avanzada como suelen tener los elegidos. Lo que pasa es que Francisco I no lo lleva como una cruz, como les ha pasado a otros antes que a él, sino como algo que forma parte de su misión. Y, aceptémoslo, a él le gustan los baños de multitudes, por qué no, va con su carácter. Los hay más retraídos, que prefieren el recogimiento y el aislamiento de la oración. Él no, es capaz de alternar ambos estados.

Me quedo con su eterna sonrisa, con su forma de hablar con la mirada, con su desenvoltura, su criterio propio, su inteligencia y su sensibilidad, su gran personalidad. Apoyémosle, ahora que está empezando, para que pueda seguir con ese ánimo, en lugar de criticar sus maneras sólo porque no sigue como un borrego el camino ya tan trillado antes de que él llegara. Al final van a ser los demás, y no la Iglesia, los que no saben adaptarse a los cambios. 

lunes, 22 de abril de 2013

Fotos que me gustan (XVIII)


Turquía


Plaza de Roma



Islas Graciosas (Azores)


Volcán Puyehue Caulle (Chile)


Volcán Puyehue Caulle (Chile)


Arnastape (Reikiavik)



Volcán Sta. Ana (Salvador)

Volcán Zunil, Quetzaltenango (Guatemala)


Volcán Pacaya (Guatemala)


Flores de hielo

Ártico

Iceberg gigante (Australia)



Antártico

El Ártico desde un avión

Titán (luna de Saturno)

Groenlandia

Cuevas de Eisriesenwelt, montañas de Tennen (Austria)

Ártico

Sáhara

Sáhara





Islandia


viernes, 19 de abril de 2013

Las espinas del amor


Es curioso cómo para algunas personas cuestiones tan delicadas como el amor son sencillas, y para otras es un camino incierto cuajado de espinas. Cual puede ser el secreto, la fórmula mágica que permita que para unos sólo haya disfrute y para el resto sólo pesar.

Mi hijo, que acaba de romper con su chica tras casi medio año de relación, ha encajado la situación con filosofía. A las exigencias que ella tenía él no se sintió capaz de responder, y ante la insistencia decidió, después de muchas moratorias, dar por concluido el noviazgo. Ella montó en cólera (demasiado carácter para él), y se lamentó por el tiempo “perdido” mientras estuvieron juntos. Este es un error en el que suele incurrir la mayoría de la gente cuando se termina el amor.

Nunca es baladí la experiencia, los buenos momentos vividos juntos es con lo que nos deberíamos quedar. No hay garantía de que la aventura sea duradera y satisfactoria, ojalá fuera así, pero cuando nos embarcamos en ella procuramos poner lo mejor de nosotros mismos. Miguel Ángel le dijo a Fiona que comenzó ilusionadísimo. Era ciertamente una ilusión necesaria, después de haber tenido experiencias poco gratas en el pasado. Necesitaba resarcirse.

Lo del tiempo perdido puede que sea una afirmación, muy estereotipada por otra parte, fruto de la rabia por el fracaso de aquello que había dado lugar a tantas expectativas.

Miguel Ángel fue muy caballeroso. Él, lejos de enfadarse, se sintió entristecido y prefirió enfocar el asunto desde un punto de vista más positivo, dándole las gracias de una forma muy bonita por el tiempo que habían pasado juntos. Pero algunas mujeres se encolerizan aún más cuando la otra persona se lo toma con calma, por lo visto necesitan hacer un drama de todo. Fiona era un poco tremenda.

Ahora dice no tener ganas de iniciar una nueva relación sentimental, por ahora ha tenido bastante. Su corazón necesita un descanso, y prefiere compartir su tiempo con Lucas, su mejor amigo hasta el momento. Ellos se entienden, tienen cosas en común, y comparten sus cuitas, encontrando alivio en la amistad más que en cualquier otra parte.

Yo le aconsejé cuando aún no tenía claro lo que iba a hacer, y porque él me lo pidió. En Semana Santa él se marchaba al pueblo de su padre, y después ella se iba de viaje de fin de curso a París. Se dieron un compás de espera y lo hablaron después, pero estaba todo más o menos decidido. Le dije que ella no era mala chica, pero que las cosas en una pareja se deciden a medias, no hay que hacer siempre lo que quiera una de las partes, y con Fiona todo tenía que ser como ella creyera oportuno.
Son muy jóvenes, y es difícil que ambos tengan madurez suficiente como para llegar a un ten con ten. Es complicado incluso en la edad adulta. Miguel Ángel necesita una chica dulce, con personalidad, con buen carácter, inteligente, no demasiado habladora, porque él no lo es y se aturde. Se trata de pasar tiempo juntos y sentirse a gusto. Ahora él siente su ausencia, esa persona que llenaba su corazón y sus horas. El ser amado es una joya que quién sabe en qué arcón de los tesoros pueda encontrarse.

Y quién no está libre, a cualquier edad, del deseo de encontrar ese preciado tesoro. Yo en eDarling, hasta el momento, no he encontrado lo que buscaba. Si envío un mensaje a alguna pareja que me sugieren, la mayoría no responden, y los pocos que lo hacen emplean palabras educadas de saludo y nada más. En cuanto ven que tengo hijos, aunque ellos también los tengan, no quieren saber nada. En otros países esto seguro que no pasa, pero en España está muy arraigado el “moro”, el que acapara y sólo quiere a la mujer para sí, sin querer compartirla con nada ni con nadie, el celoso egoísta. No en vano estuvieron entre nosotros durante siglos.

Dónde está el amor en estos casos, la atracción sana, desinteresada y limpia, sin ideas preconcebidas, cómo puedes alcanzar a vislumbrar más allá de lo que hay tras una simple foto o de la impresión de una 1ª y única cita.

Yo siempre comparo la elección amorosa a lo que me sucede cuando voy a comprar unos zapatos. Y digo zapatos porque es una de las cosas con las que más me cuesta decidirme, porque mis gustos son muy definidos y no me conformo con cualquier cosa. Miras y miras tiendas, harta ya de dar tantas vueltas y de marearte, viendo siempre el mismo tipo de modelos, hasta que donde menos te lo esperas encuentras lo que andabas buscando, sientes ese placer que da la sorpresa de hallar lo largamente deseado y que creías que nunca  encontrarías, aquello que es distinto y que presientes que te va a colmar.

Para algunos es fácil, el amor es un sendero sin escollos por el que se dan un paseo triunfal. Es cuestión de tener buen ojo, buena suerte, un sexto sentido

o como quiera llamarse. Para otros nos es poco gratificante, es un camino oscuro e incierto. El camino de espinas del amor.

jueves, 18 de abril de 2013

Monólogos de cine (II): Algunos hombres buenos


Siempre me han gustado las películas en las que aparecen juicios. Es tan interesante escuchar, no tanto la exposición de hechos del abogado de la acusación, como el alegato del abogado de la defensa. Esa guerra dialéctica, esa exposición apasionada de razonamientos y ese manejo de las palabras para lograr convencer, son lo que hacen que parezca viva una maquinaria tan soporífera como es la de la justicia.

En España el jurado popular ha tenido escaso éxito. No es lo mismo la ficción, en la que somos meros espectadores, que tener que decidir en la vida real sobre el destino de otra persona. Es curioso que en el cine me parezca que tiene una función social y lo encuentre hasta loable (qué valor para enfrentarse cara a cara a un asesino y emitir un juicio), y sin embargo en nuestra realidad cotidiana me parezca algo siniestro, pues cómo se puede poner la vida de alguien en manos de personas inexpertas en cuestiones legales, fácilmente influenciables. Su imparcialidad es cuestionable. Y el cargo de conciencia que queda si te das cuenta que has cometido un error, eso es insoportable.

Nadie está lo suficientemente libre de culpa como para ser juez y condenador de nadie. Aunque a la mayoría de nosotros nos encanta opinar sobre asuntos ajenos, es muy distinto eso a tener que sopesar la información que los abogados (uno bueno entre 100) quieran darnos.

El juicio más original e hilarante que recuerdo en el cine es el que se recreó en La costilla de Adán, pero uno de los que más me impresionó fue el de Algunos hombres buenos, cuando Jack Nicholson, en el papel de un alto mando del Ejército americano, descubre casi al final toda la trama en un arrebato de ira a duras penas contenido, ante las palabras de un joven e inexperto abogado militar que le acusa de homicidio.

“Yo desayuno a 1000 metros de 15000 soldados cubanos entrenados para matarme y no voy a consentir que ninguna boquita de Harvard con su amariconado uniforme blanco venga a decirme como tengo que defender a mi país, ¿está claro?”.

A la pregunta de si ordenó un código rojo, por el que perdió la vida uno de sus hombres, él responde en una explosión de ira que así fue, y continúa, creyendo estar en posesión de la verdad absoluta, convencido de haber hecho lo mejor y creyéndose impune:

“Hijo, vivimos en un mundo que tiene muros, y esos muros deben ser protegidos por hombres con armas. ¿Y quién va a hacerlo? ¿Tú? ¿Tú, teniente Weinburg? Yo asumo una responsabilidad más grande de la que puedas imaginar. Lloras por Santiago y desprecias a los marines. Puedes permitirte ese lujo. Tienes el lujo de no saber lo que yo sé: que la muerte de Santiago, aunque trágica, probablemente salvó vidas. Y mi existencia, aunque grotesca e incomprensible para tí, salva vidas. Tú no quieres la verdad porque en tu interior, en lugares de los que no hablas en las fiestas, me quieres en ese muro, me necesitas en ese muro. Utilizamos palabras como honor, código, lealtad. Utilizamos esas palabras como la columna vertebral de una vida dedicada a defender algo. Tú las utilizas como una frase hecha. No tengo ni el tiempo ni las ganas de dar explicaciones a un hombre que se levanta y se va a dormir bajo el manto de libertad que yo le garantizo, y que luego cuestiona la manera en que yo le protejo. En tu lugar, me limitaría a darme las gracias y seguir tu camino. Si no, te sugiero que tomes un arma y ocupes un puesto de vigilancia. En cualquier caso, me importa un carajo lo que creas a lo que tienes derecho”.

Magistral Nicholson en el papel. Él suele encarnar con frecuencia personajes extremos, duros, seres al límite que guardan una violencia a duras penas contenida, que se dejan arrastrar por sus bajas pasiones hasta rozar la locura.

Aquí encarna a un hombre con delirios de grandeza, un auténtico déspota que se cree elegido para alguna misión especial, un patriotismo mal entendido en cuyo nombre no duda en eliminar a quien considere un obstáculo, por el bien de esa misión. Es una apisonadora, una máquina alimentada por su propia soberbia, creador de su propia justicia, la que toma por su mano, ciego a cualquier otro razonamiento, que se salta a la torera las normas preestablecidas.

Sin embargo su monólogo tiene algo en su exposición devastadora que atrae como un imán, la poderosa atracción magnética que produce una convicción y una personalidad tan fuertes y arrolladoras. Así debe ser un líder, aunque en este caso se llegue demasiado lejos, al trastocarse los valores morales y llegar a un lamentable final.

Un monólogo este memorable, que ha pasado a los anales del cine.


 
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