miércoles, 28 de enero de 2015

La calle Tres Peces


Hay veces en que un determinado lugar frecuentado en mi infancia me ronda la cabeza durante unos días, y entonces siento la imperiosa necesidad de volver a él. Me estaba pasando con la casa de mi abuela Pilar, y esta mañana, casi sin proponérmelo, mis pasos me llevaron después de desayunar hasta la calle donde vivía.
No tenía idea de que se tardara tan poco tiempo en llegar desde la zona donde trabajo. Plaza de Jacinto Benavente, Plaza del Ángel, donde comprobé que el Café Central sigue funcionando, a pesar de que estuvo a punto de cerrar por la subida de las rentas antiguas (conciertos de jazz programados luciendo en una de sus cristaleras hasta bien entrado febrero), el vivero El jardín del ángel que hace esquina con la calle Huertas, en donde mi abuelo materno le gustaba comprar plantas (hermoso cartel en la puerta, antes del jardín, en el que se puede leer “No dejes de soñar” y otro en el suelo que reza "Hay seres extraordinarios que dan color a nuestras vidas"), dar la vuelta por la iglesia de S. Sebastián, que me propuse visitar más tarde, calle Atocha, plaza de Antón Martín (el teatro Monumental ya no luce los grandes carteles que exhibía hace años con las obras que representara en cada momento), calle Santa Isabel, y más allá la calle Tres Peces, que visité hace tiempo cuando aún estaban rehabilitando la casa donde vivía mi abuela Pilar. Ahora, terminadas las obras, lucen los tres balcones que tenía pintados en un verde oscuro que, para mi gusto, no es bonito y está pasado de moda.
Falta una fuente que recuerdo en lo alto de la calle, haciendo esquina. Hay multitud de pequeños comercios curiosos y antiguos alrededor. Dio la casualidad que una de las acompañantes que tuvo mi madre cuando estuvo ingresada a principios de año vivía allí también. Con lo grande que es Madrid y quién lo hubiera dicho, parece increíble.
Al volver pasé por delante del cine Doré, toda una institución. En la cartelera se anunciaban clásicos como Con faldas y a lo loco, El apartamento y muchas más. A continuación hay unas tiendas, charcuterías, carnicería, pescadería, que tienen el mostrador a pie de calle. El cliente es atendido de pie, en la acera.
De nuevo en la calle Atocha entré en la Iglesia de San Sebastián, en donde oíamos Misa siempre que íbamos a visitar a mi abuela y mi tía. La recordaba más grande, pero ya se sabe que en la memoria de la infancia todo se agiganta. Sí reconocí el retablo en tonos verdes, con la imagen del santo que da nombre al lugar portando la Cruz. Las velas de cera han sido sustituídas por otras con luz eléctrica, con lo que se ha perdido ese olor característico de los templos de antes. Me acerqué a la capilla que hay en el lateral derecho, que tiene también bancos y otro altar. Desde esa zona, cuando la iglesia estaba muy llena, también escuchábamos los Oficios. Recordaba otra disposición de los asientos, y el altar principal de otra manera. Era un sitio que me resultaba muy acogedor, aunque para las homilías siempre preferí la parroquia de mi barrio.
Pensar en mí en aquella época, cuando era una niña y frecuentaba todos estos lugares, y verme como soy ahora, con mis actuales circunstancias, me da una perspectiva diferente de mi existencia, me hace ver las cosas de otra manera. Esas calles, esa casa, tienen para mí muchos recuerdos, mucha vida. Es como si el tiempo no hubiera pasado sobre todo aquello.



martes, 27 de enero de 2015

Aniversario laboral

Hacía 30 años el pasado día 16 desde que empecé a trabajar en la Administración. Fue aquel un crudo día de invierno también, había nevado y mi estreno en los madrugones que le seguirían no pudo ser más desalentador con ese panorama helador. A mis 18 años me veía con responsabilidades y obligaciones que haber nacido en una familia más acomodada me habría evitado a edad tan precoz, pero también me vi con dinero en el bolsillo. Mi padre me recordó lo que ganaba por entonces, 25.000 pesetas. Yo tenía una cifra mayor en la memoria, pero es porque me falla mucho últimamente. En los tiempos que corren este sueldo sería una minucia, pero en aquella época era un capital, tampoco grande, pero que sin embargo supuso para mí, que nunca había tenido nada, un tesoro.
Siempre he echado en falta haber desarrollado la profesión para la que estudié en la Universidad, unas veces más que otras, aunque viendo el panorama que el Periodismo tiene ahora mismo, con tantos despidos, puede que estuviera engrosando las colas del paro. O no, nunca lo sabré.
Cuando pienso en cómo funciona el sector en nuestro país me sigue pareciendo que hay algo que falla, que no va bien. Un gremio cerrado como es este, en el que no me fue permitido entrar en su momento por carecer de experiencia y referencias, me pregunto si merece la pena que me haya adolecido durante tantos años por no haber podido formar parte de él. Teniendo en cuenta lo aburrido que resulta aquí el Periodismo, y más en los últimos años, siempre con las mismas noticias políticas, y la abominable cobertura que se le da a los sucesos, que parece más diarios para porteras que informativos serios, las expectativas para un profesional de los medios de comunicación no son muy atractivas.
Siempre que veo Íntimo y personal, aquella película sobre una pareja de periodistas y la forma como se hace Periodismo en EE.UU., me siento fascinada. Sólo hay que mirar la escena en la que ella, que apenas tiene experiencia, debe cubrir para la televisión una noticia sobre dos emigrantes que se han ahogado cuando ya estaban a punto de llegar a la costa. Él, experto profesional, con sólo unas pocas indicaciones le traza las directrices a seguir siempre que se ha de retransmitir cualquier tipo de información: no hablarle al espectador de los simples hechos tal como sucedieron, sin más, ni tampoco demorarse en enunciar los antecedentes, que a la mayoría no interesan. Hay que ir más allá, ponerse en el lugar de los protagonistas de la noticia, lo que les ha pasado y lo que podría haberles pasado de no haber sido ese su destino, sus anhelos, sus esperanzas.
Así, de una forma tan sencilla pero tan auténtica, ella improvisa dejándose llevar por las circunstancias, empatizando con los emigrantes, que yacen tras ella sobre la arena de la playa, apenas tapados por uno de esos envoltorios plateados con los que se cubren los cadáveres. Menciona sus nombres, lo que estaban haciendo, lo que les ha pasado “cuando estaban a unos pocos metros de la playa, en la ciudad en la que quizá mañana hubieran encontrado un trabajo que les habría permitido tener una vida mejor”.
Los informativos aquí en España son tediosos. Los reporteros gritan al hablar, y modulan todos con las mismas y extrañas inflexiones de la voz. Sus comentarios son insípidos y monótonos, y sólo se incide en los detalles morbosos. Cuando yo estudiaba la carrera ni siquiera nos enseñaron cosas tan básicas como editar videos, algo que creo que ahora sí hacen.
Imagino que hubiera preferido pasar mi aniversario laboral siendo periodista que funcionaria, pero es bastante probable que la profesión me hubiera terminado aburriendo y defraudando más de lo que yo misma quisiera admitir. De este modo continúa siendo una ocupación idealizada para mí, un medio de ganarse la vida que a buen seguro sólo si hubiera podido desarrollar con gusto en otro país, con una estructura informativa más interesante que la que hay aquí.
Me sorprende cómo he podido aguantar tantos años trabajando en algo tan feo como la Administración, y siento que ahora se me vienen encima de golpe, como una losa que nunca he podido sujetar lo bastante como para evitar que me sepultara. Soy consciente de que he perdido mi tren, de que si de joven era difícil poder dedicarme a lo que quería, ahora a mi edad y sin experiencia ya es prácticamente imposible. Y no es una actitud derrotista sino la constatación de una cruda realidad. Cierto que no me puedo quejar en otros sentidos, pues tengo un trabajo estable que me permite ir tirando, pero no es lo que yo hubiera deseado. Me faltó ambición, empuje, decisión para buscar mi camino.
En los últimos tiempos le he perdido por completo el poco respeto que le tenía a mi trabajo. La burocracia no es más que un montón de gestiones inútiles, papeles con los que uno se podría limpiar el culo sin reparos, y montones de gente que estamos de más. Una completa pérdida de tiempo, una inutilidad. Ahora con la informática sobramos casi todos los que somos. Y lo peor es que sólo anhelo el día que llegue mi jubilación, que aún le queda, y este deseo me parece nefasto, porque anula todos los años que hay en medio, como si no existieran, como si no los fuera a vivir, tal es el vacío que deja una profesión como esta, si es que se le puede llamar así.

Encontré un gráfico muy significativo, que paso a reproducir aquí, en el que se hace un estudio comparativo del porcentaje de licenciados universitarios que tienen trabajos pocos cualificados, referido a los países europeos y diferenciando entre mujeres y hombres. El licenciado en España encontrará poco trabajo de aquello para lo que se ha preparado, será malo y mal pagado.
Leí hace un tiempo que una mujer pudo dedicarse a lo que realmente le gustaba, concertista de violín o alguna otra cosa muy interesante, cuando se jubiló. Creo que era bibliotecaria. Ella se había aburrido hasta entonces en su trabajo, y no dejándose amilanar por el hecho de ser una persona de edad, inició una nueva etapa de su vida en la que por fin pudo sentirse realizada. Hay quien puede llegar a eso en la juventud (¡afortunados!), y hay quien lo consigue más tarde, pero el caso es no abandonar nunca los sueños, aquello que realmente nos apasiona.
Me pregunto qué queda de aquella jovencita que pisaba la nieve en su primer día de trabajo, aquella mañana de enero de aquel crudo invierno. Creo que sigo siendo la misma de siempre, mejor aún. Como decía la canción de Gardel, Volver, aunque la letra era “que es un soplo la vida, que veinte años no es nada”, yo diría lo mismo pero con treinta años. Aunque ya pesen.


lunes, 26 de enero de 2015

La yihad en Ceuta

Muy interesante el reportaje de En tierra hostil sobre la yihad en Ceuta, aunque algunos lo han tachado de sensacionalista. Un poco aburrido, eso sí, el trasiego del periodista que lo hacía por las calles del barrio de El Príncipe, largas caminatas de un lado para otro por sitios pintados con vivos colores. Por la mayoría de estos lugares apenas transitaba gente, pero por otros casi no cabía un alfiler. En estos últimos increparon a los miembros del programa diciéndoles que apagaran la cámara. Mucha tensión pero ningún percance real.
Le preguntaban a un vecino que llama la atención porque por su actitud de protesta ha visto amenazada su vida en muchas ocasiones. Enseñaba las marcas que los tiroteos dirigidos contra él habían dejado en la fachada de su casa. Le habían quemado varios coches y su negocio de carnicería. Su familia se había tenido que ir a otro lugar a vivir, pero él no consentía moverse de allí. Se prestó a acompañar a los del equipo para ir en coche enseñándoles dónde vivía tal o cual miembro de la yihad, o conminaba a los que se encontraba a su paso a hablar. Al principio él mismo se resistía a comentar ciertas cosas abiertamente, pero al final no tuvo pelos en la lengua.
Dos vecinos a los que se les preguntó por el reclutamiento de gente de allí para la yihad hablaban de la miseria del barrio como causa principal de que los jóvenes aceptasen marchar. Dos chicos jóvenes les acompañaron hasta la casa donde vivía uno de los que habían sido reclutados, pero la familia no quiso ni mostrarse ante la cámara. Apenas tenían 20 años, lo que no les impidió enseñar una gran navaja uno y el otro un enorme cuchillo que parecía casi una espada, con el filo oxidado, que llevaban escondidos bajo sus ropas. Afirmaron simpatizar con la yihad, porque Alá es grande y no les importaría morir por él para ir al Paraíso.
Preguntaron al muecín de la mezquita, vestido muy circunspecto con traje y corbata. Afirmaba que el perfil del reclutado no era el de un descerebrado que estuviera en paro, sino que había mucha gente muy consciente de lo que hacía y sin ningún problema económico que había abrazado la causa. El problema según él era la forma como hacían las cosas: la violencia es una manera equivocada de vivir la religión.
Pero la entrevista que me resultó más interesante fue la que le hicieron a una mujer que dijo haber seguido a su marido a Siria, a donde iban todos los que eran reclutados por la yihad, para traérselo de vuelta. No fue un viaje fácil, pero ella pensaba en su hijo pequeño y en que tenían que volver a estar juntos. Ahora su marido está encarcelado, aunque no llegó a cometer ningún delito de sangre. Mientras permanecieron en aquel país estuvieron viviendo en unas casas de una gran barriada donde se alojaban exclusivamente los que pertenecían a la yihad. Les daban un sueldo y les preparaban para el momento en que se los necesitase. Si tenían que hablar con alguien era con un jefe militar. Decidieron escapar y su marido tuvo que dejar el pasaporte. Aunque el país está en guerra no lo parecía, todo estaba tranquilo.
En el XL Semanal también leí un poco sobre este tema. Aquí se afirma que en el triángulo Tánger-Castillejos-El Príncipe ya han reclutado a 2.000 marroquíes y más de 50 españoles. Unos por fanatismo y otros por hambre, todos acaban siendo arrastrados por una causa que no es más que puro terrorismo. Les prometen 3.000 € para sus familias, y con ese gancho económico les convencen. Pero también dice que al menos 800 querrían volver.
Diga lo que diga el muecín de la mezquita entrevistado, la mayor parte de los que son reclutados para la yihad son desesperados que huyen de la falta de horizontes o se les ha lavado el cerebro aprovechándose de su ignorancia. Es inquietante la de gente que se está sumando a este grupo terrorista. Mientras haya fanatismo, ignorancia y pobreza tendrá asegurados sus adeptos. 

Ceuta, la tierra de mi padre, de mi abuela paterna y de toda su familia, era muy distinta cuando ellos la habitaban. Todo cambia con el tiempo, pero lo que ellos se podrían encontrar allí ahora, por culpa de ese barrio, sería muy desalentador.

viernes, 23 de enero de 2015

Un poco de todo


-          Cogía un folleto en la farmacia de mi barrio en el que se anunciaba un gimnasio, que han abierto hace poco, que por lo visto pertenece a una cadena de fitness y se llaman f.a.s.t. “20 minutos a la semana que cambiarán tu cuerpo y tu vida” es el eslogan publicitario que se marcan . Hay que reservar una prueba gratuita, que habían hecho las dos chicas de la farmacia, y según me contaron consiste en hacer unas flexiones muy básicas que te obligan a estar en determinadas posturas más tiempo del que sería normal, como estar en posición de sentado en el aire y aguantar ahí un rato.

A mí lo que me llamaba la atención era el atuendo de la pareja que aparece en el folleto. Me preguntaba por qué para hacer gimnasia hay que ponerse un traje que está a medio camino entre el neopreno del buceo y la indumentaria del montañista. Mirando en Internet vi que se trata de un equipo de electroestimulación que hay que ponerse mientras realizas los ejercicios. Veinte minutos de deporte con eso puesto equivalen a varias sesiones, y está pensado para los que disponen de poco tiempo para ir al gimnasio. Todo muy fast, muy rápido.
En el folleto aconsejan un nº determinado de sesiones dependiendo de lo que necesites: aumentar la musculatura, perder peso, eliminar celulitis, mejorar el funcionamiento de las articulaciones o curar una lesión, etc. Lo malo es el precio: en Internet he leído que cuesta 100 € al mes.
Es similar a los anuncios de La tienda en casa, en los que aparecen un hombre o una mujer con un equipo parecido, que hace moverse la zona del cuerpo donde está situado de forma rítmica, como pequeños espasmos. Me recuerda a los efectos de la silla eléctrica pero a pequeña escala.
Yo dejé hace tiempo de ir a gimnasios, y no creo que vaya a retomar la costumbre ahora, pero para el que crea en estas cosas y tenga la suficiente fuerza de voluntad, ahí tiene una nueva tendencia que por lo visto está haciendo furor, como todas las novedades. Pasará esta moda y surgirá otra casi inmediatamente, pues hay negocios tan fructíferos que se están renovando continuamente para no cansar al consumidor y despertar su curiosidad, su afán por probar todo lo nuevo. La imaginación se desborda cuando se trata de hacer negocio, y utilizando términos en inglés, para que parezca más interesante.

-          Maravillosa Jennifer Connelly hace un par de días en El Hormiguero, un privilegio poder   escuchar su voz y verla tal como es, no sólo en sus interpretaciones. Le decían las hormigas del programa que les gustaban todas sus películas, y es cierto: no hay un solo trabajo suyo que tenga desperdicio. Le recordaron mucho su actuación en Una mente maravillosa, pero en realidad su buen hacer en cualquiera de los films en los que ha participado merece una mención aparte. 


Vestida con un conjunto sencillo pero moderno, jersey rojo, pantalón negro, tacones altos y un anillo haciendo juego con el jersey, paseó con naturalidad, simpatía y una educación exquisita su belleza y su personalidad. Siempre me ha fascinado el brillo de su pelo azabache y el color tan claro del verde de sus ojos. A Anita, mi hija, le llamó la atención nada más verla la espesura de sus cejas, que es cierto que han sido una de sus señas de identidad.  

Las preguntas que le hicieron durante la entrevista fueron, casi todas y como es habitual en este programa, ordinarias y banales, con motivo del estreno de su último trabajo. Una gran actriz y una estupenda persona, muy especial.


martes, 20 de enero de 2015

Migración

Me gusta mirar por las ventanas de mi casa, cuando estoy sentada en el sillón del salón, o en mi cama, el paisaje que se divisa desde allí, porque aunque es una zona que no es muy concurrida, se puede contemplar la vida en la ciudad con su tráfago de vehículos en la lejanía, algún paseante, las luces de las tiendas al caer la tarde, el vaivén que el viento provoca en las copas de los árboles, el cielo cambiante de colores y nubes y, últimamente, el vuelo en formación de cientos de aves que migran a tierras más cálidas.
No sé por qué pensaba que los pájaros se tendrían que haber ido ya de aquí antes de que empezaran los rigores del invierno, pero mirando la Wikipedia leo que hay dos épocas migratorias: de enero a mayo, que es la migración prenupcial, en la que ponen rumbo al hemisferio Sur, como África, y la migración posnupcial, que comienza en la 2ª quincena de julio y se prolonga hasta octubre o noviembre.
Hay migraciones de largo recorrido, que son las que le supongo a todas las bandadas de pájaros que vislumbro desde mis ventanas, porque son las que a mí me apasionan, y las hay de corto recorrido. En las primeras pueden llegar a hacer hasta 11.000 km. sin parada. Hay especies que sí hacen escala, por aquello del descanso, siendo algunos de los lugares preferidos para hacerlo las bahías de Fundy y Delaware. Luego las hay que, como los albatros de los océanos australes, circunvalan el globo durante la estación no reproductiva, o algunas que alcanzan distancias récord, como las que migran desde Alaska a Nueva Zelanda.
Siempre he pensado que son animales afortunados, a pesar del esfuerzo, porque pueden viajar sin necesidad de costosas reservas de vuelo, incómodas esperas en aeropuertos y estrechos asientos de avión, sin más equipaje que tu instinto que te guía como si de un GPS se tratara y tu fuerza, a cualquier punto del planeta. Las aves son capaces de adaptarse a todo tipo de entornos y climas. Si alguien tiene mundo son ellas.
Las que hacen migraciones de corto recorrido se limitan a cruzar un país de punta a punta o se acercan a países limítrofes, y sólo si las condiciones climáticas les empujan a ello, el frío sobre todo, pues los inviernos no son siempre los mismos.
También se distinguen migraciones diurnas y nocturnas, dependiendo de los hábitos de cada especie. Las noctunas, a pesar de lo que pudiera parecer, son las más seguras, porque se evitan a muchos depredadores. Además, según las horas del día, que condiciona que haya más o menos corrientes de aire, las aves que son planeadoras las suelen aprovechar cuando tienen lugar, al principio y al final de las horas de luz.
Desde mi mesa en el trabajo puedo ver a través de la ventana los grupos de aves que empiezan sus migraciones dando vueltas entorno a un punto concreto, como una quedada en la que esperan a que lleguen todos y de paso se informan del plan de ruta. Desde mi casa lo que me encanta ver es los cambios inesperados en la formación del vuelo, giros repentinos que se asemejan a las columnas de los huracanes, y que es lo mismo que hacen los bancos de peces bajo el mar. Cómo se pondrán todos de acuerdo para sincronizarse, para no chocar, para hacer todos lo mismo a la vez sin equivocarse, como en una coreografía perfecta. Es la Naturaleza con su sorprendente armonía, equilibrio y belleza.
Estos animales se desplazan de un lado a otro respondiendo a una llamada inexorable que se atribuye por igual a condicionamientos genéticos y necesidades biológicas. La búsqueda de alimento, o de lugares adecuados para la crianza de la prole y donde las condiciones de vida sean más favorables, son los principales motivos.
Desde hace años me parece sorprendente la existencia de gaviotas en el entorno del río Manzanares. Aves que normalmente tendrían que estar en zonas de mar y que prefieren permanecer tierra adentro hace pensar que es porque el sustento falta en su hábitat y tienen que buscarse otros. Aunque según he podido leer esta especie se ve en Madrid desde mediados de los años 50, cuando dos ornitólogos hicieron un estudio con la población que empezó a observarse en las inmediaciones de la Casa de Campo, y que luego han ido extendiéndose al río Manzanares y a los embalses de los alrededores. En la capital hay mucha basura, muchos restos, que es de lo que se alimentan estas aves.
También se ven cigüeñas en los pueblos de la Comunidad de Madrid que ya no migran, quizá porque los inviernos son más benignos aquí que hace años.
Es el mundo de las aves y sus costumbres, en fin, un tema apasionante que despierta mi imaginación cuando pasan no lejos de mis ventanas, volando allá en lo alto del cielo. Otras muchas especies también migran, pero son las aves las que más interés me provocan. El hecho de poder volar ya me parece algo prodigioso. 

lunes, 19 de enero de 2015

Charlie Hebdo

Es curiosa la fuerza que tienen, no sólo las palabras, sino también las imágenes. Tanto como para llevar a dos asesinos a realizar una matanza en el diario Charlie Hebdo, que por cierto ya había sido objeto de ataques y amenazas por otros trabajos suyos. El hecho de que una viñeta, una simple caricatura, provocara las iras de los musulmanes hasta el punto de llegar al asesinato es algo que no nos es desconocido. No digo que todos los que adoran a Alá tengan ese afán de venganza sanguinario, aunque se sientan molestos cuando alguien se burla de su religión, pero sí una gran parte respaldan este tipo de acciones, y hasta son el brazo ejecutor de oscuros designios si la ocasión les es propicia.
 Y es que hay cosas en la mentalidad de otras culturas que nos cuesta comprender. A los occidentales no nos parece que merezcan pena de muerte los que faltan al respeto a nuestras religiones, las muchas que tenemos, católica, protestante, luterana o la que sea que profesemos. Nos podrá molestar, pero en un mundo como el actual donde se vierten toda clase de opiniones acerca de todos los temas imaginables en las redes sociales y medios de comunicación, ya nadie hace caso de nadie, hay una saturación de información, de declaraciones, que hace que la mayoría de las cosas apenas les prestemos atención, cuando no pasan desapercibidas. Cualquiera puede decir lo que se le antoje en cualquier momento, no hay un criterio selectivo para filtrar al público lo que de verdad pueda interesarle.
Es cierto que la libertad de expresión debería terminar allí donde comienza el respeto por la dignidad de los demás. Si alguien se mofa de los principios morales que conforman una creencia religiosa, para la mentalidad de una parte del mundo puede que no tenga importancia, pero la otra parte puede considerarlo un pecado mortal. Ya se sabe que en nombre de Dios, sea el que fuere, se han llevado a cabo a lo largo de la Historia guerras “santas” que han sido una simple excusa para la expansión de los imperios y para imponer la preeminencia de unos sobre otros: el más sanguinario era el que se llevaba el gato al agua.
Para nuestra forma de pensar una viñeta cómica no tiene repercusión ninguna, pero para el mundo árabe hasta la más mínima insinuación tiene su alcance. Ellos odian a todo aquel que no comulgue con su fe, consideran una afrenta el que otros tengan otras creencias. Y esta es la base del fanatismo, ya sea religioso o político. La no tolerancia de que hacen gala sí que es insultante para los demás, sí que es una afrenta para el resto. La cerrazón mental, la ignorancia, el miedo a ser cuestionados o influenciados por otros pensamientos que puedan “pervertir” su sentir primigenio, les lleva a tomar decisiones de lo más siniestras.
A mí personalmente me parece hasta infantil que haya alguien que se pueda molestar por un dibujo, por muy satírico que sea. Es como si estuviéramos en el colegio, y fulanito hiciera una caricatura de menganito y éste se cogiera una pataleta. En el caso de Charlie Hebdo, que había publicado la viñeta hacía dos años, resulta aún más anacrónico que ahora se les ocurra darles un castigo. Normalmente las reacciones de ese sector suelen ser inmediatas. Es como si los dos hermanos autores de la masacre actuaran por su cuenta, sin conexión con ningún grupo terrorista. Dos huérfanos con un triste pasado que quieren llamar la atención a toda costa, ser alguien en la vida pasando a la Historia por hacer algo “sonado”, y de paso ganarse el favor de una organización a la que sin duda veneran, como todos los descerebrados, carne de cañón para todo tipo de sectas.
Charlie Hebdo lo critica todo, se burla de todo, ya sean moros o cristianos, y para mi gusto con una grosería sin precedentes. Presumen de estar en el filo del cuchillo, en el ojo del huracán, y me imagino que nunca habrían adivinado lo que se les venía encima. Aunque parecen no tener miedo, porque siguen a la carga. A lo mejor cuando ya no quede ningún miembro en la redacción, masacrados por otros tantos individuos integristas, que parecen tener vía libre para entrar y salir de allí, será cuando la revista ponga fin a sus invectivas. Lo que sí es cierto es que se han atraído una publicidad gratuita increíble, aunque a costa de una tragedia.  Una libertad de expresión mal entendida, y una reacción ante la ofensa desproporcionada. Parece que compiten por ver quién es más radical.


viernes, 16 de enero de 2015

El plan urbanístico que nos asola

Al principio del curso, un miembro del AMPA del instituto donde estudia mi hija, interrumpió la reunión que tenemos por esas fechas los padres con los tutores de curso, para exponer brevemente la problemática planteada ante el Plan Urbanístico con el que el Ayuntamiento pretende asolar nuestro barrio. Habían estado hablando con la Asociación de Vecinos de la zona y comprobaron que tenían frentes comunes de reivindicación y lucha. Tiempo después nos mandó un correo electrónico que incluía unas apreciaciones personales y las alegaciones que un tal Pelayo Gutiérrez hacía, como presidente de dicha asociación vecinal, respecto al polémico Plan.
El tal Pelayo, cuyo nombre recuerda a aquel D. Pelayo del reino de Asturias que fue tan batallador, exponía a lo largo de 16 páginas todos los inconvenientes que supondrán las viviendas que se pretenden hacer en los solares donde se encontraba la fábrica de cerveza Mahou, y los rascacielos que ocuparán el emplazamiento que tiene actualmente el estadio del Atlético. Propone otras alternativas, entre las que se incluyen centros sanitarios, biblioteca, escuela de idiomas, centros para mayores, ampliación de aceras y del carril bici, entre otras muchas cosas. “En este proyecto”, dice lleno de exaltación y verdad, “se tienen en cuenta principalmente los intereses de los grandes promotores inmobiliarios, asociado al capitalismo financiero y apoyados por unos gobiernos neoliberales, que descubren en estos terrenos el lugar propicio para el gran negocio, una vez perdido el atractivo de las urbanizaciones periféricas, que se nos quiere presentar con un astuto marketing, envuelto en una falsa retórica de modernidad, competitividad, de la oferta turística y las compras. Pero esto es sólo un envoltorio para vendernos la “moto” a los ciudadanos y a la opinión pública y aceptemos un modelo de ciudad que nada tiene que ver con el desarrollo humano y social para las personas (…)
 La zona ganará prestigio con unas construcciones de calidad, de bella factura y funcionales, que estén pensadas sobre todo para el servicio y comodidad de los ciudadanos.
No hacen falta rascacielos e inmensas moles de edificios, que son todo lo contrario a la belleza, comodidad y funcionalidad al servicio del ciudadano”.
Pero antes de dejarme llevar por la pasión del relato, pues Pelayo parece dotado para la escritura de novelas épicas, lo que hizo que se me cayeran los palos del sombrajo fue la nota introductoria a las alegaciones que escribió el representante del AMPA que nos había visitado, refiriéndose a las instalaciones del instituto en el que estudia mi hija: “Los edificios del Gran Capitán, en la actualidad, tienen unas graves deficiencias de imposible subsanación con el presupuesto actual del Instituto y la distribución de los espacios, como son la estrechez de los pasillos por donde deben circular todos los alumnos y profesores en los cambios de clase, clases pequeñas para 30 alumnos, falta de aulas para desdoble de asignaturas, falta de aseos para profesores y alumnos, falta de espacio en el patio para albergar pistas deportivas, no están preparados para personas con movilidad reducida (no hay ascensor ni manera de acceder a las plantas superiores). También es necesario acomodar las instalaciones al plan de prevención de riesgos (instalación de tomas de agua para incendios, etc,), y una serie de deficiencias que urge solucionar para nuestra tranquilidad, ya que son nuestros hijos, nuestro bien más preciado, los que las padecen”.
Este instituto, en el que yo también estudié en tiempos, tenía unas flamantes aulas de 50-60 alumnos antes de que a alguna lumbrera años después se le ocurrió tabicarlas para hacer grupos más pequeños, lo mismo que los aseos, que antes eran enormes y los redujeron a la mínima expresión para dar ese espacio a otras cosas. Los pasillos siempre han sido los mismos, y las escaleras, y el patio, y a nadie le pareció nunca objetable. A lo mejor queremos instalaciones como las de los centros privados, pero es evidente que en los públicos hay ciertos lujos que no nos podemos permitir, y si los queremos tenemos que irnos a esos otros sitios y rascarnos el bolsillo. Y si las instalaciones están en malas condiciones es por el uso bárbaro que le dan los alumnos, algo que no sucedía hace años cuando yo estudié allí. La educación en casa y en la sociedad ha cambiado mucho.
En lo único que estoy de acuerdo es en la accesibilidad para personas de movilidad reducida, hace años, cuando se construyó el instituto, no se solía pensar en los que tienen minusvalías.  
En fin, que cada cual arrima el ascua a su sardina, y tonto el último. Mi barrio ha sufrido grandes transformaciones en las últimas décadas. De ser las afueras de Madrid a mediados de los 60 ha pasado a disponer de grandes urbanizaciones de alto standing, Madrid Río y un Pasillo Verde que en realidad nunca tuvo zonas verdes, porque como decía Pelayo, prima la especulación inmobiliaria antes que los parques y jardines, los pulmones de la ciudad. Qué será de nosotros, los que allí vivimos, nadie lo sabe aún.
Encontré en internet una curiosa imagen del famoso cuadro en el que Goya retrató la pradera de S. Isidro al que se le habían añadido en rojo, para resaltar aún más si cabe el anacronismo, los rascacielos que pretenden levantar en el lugar del estadio. Claro que la visión del campo del Atléti también horrorizaría al legendario pintor.


jueves, 15 de enero de 2015

Un poco de todo


- Cuánta seguridad últimamente en los partidos del Atléti. Después de la muerte reciente del jugador del Depor a manos de los ultras atletistas, que en realidad existen desde tiempo inmemorial y han protagonizado toda clase de fechorías sin que se les denunciara, es ahora cuando se ha decidido vigilarlos muy estrechamente, obligarlos a pasar varios controles antes de entrar en el estadio, con las cámaras de televisión muchas veces captándolo todo, a las que increpan haciendo culpables a los medios de comunicación de la mala prensa que tienen. Pues para eso están los periodistas, para sacar a la luz todo lo que debe saber la gente aunque haya quienes pretendan ocultarlo. Nada debe temer quien nada malo hace. Estoy segura de que de todas formas ellos van a continuar haciendo lo mismo de siempre. 
-  Me pregunto qué bolsillos habrá enriquecido el cambio de marquesinas que nos han impuesto últimamente. Ninguna falta hacía ese cambio, las que había eran incluso mejores que las actuales, ya que tenían luz y podías ver la hora y la temperatura. Las de ahora tienen ese incómodo trozo que divide el asiento, dicen que para que no se tumben los vagabundos (¡inhumano!), un cuadrado vacío sobre soportes que no se sabe muy bien si es para poner algún mapa de la ciudad, una guía de transportes públicos o simplemente el trasero, que es para lo que lo está utilizando la gente, y un techo plano en el que se acumulan las hojas y todo tipo de basuras que el viento deposita allí, al contrario que en las anteriores, que tenían el techo curvo y se ensuciaba menos. 

Me ha parecido ver que es el mismo modelo de marquesina que tienen en París. No sé por qué tenemos que imitar lo que hay por ahí fuera, si es mejor que lo que tenemos pues bien venido sea, pero no es el caso. Derrochar el dinero en cosas que no hacen ninguna falta nos va a llevar a la ruina como capital europea y como ciudad. En manos de quién estamos. 

-       En una conversación con unas compañeras de trabajo salía a colación el tema de la prestancia viril, que en los hombres de hoy en día parece tan ausente. Recordaba yo la belleza de Robert Redford en sus buenos tiempos y también la impronta que su personalidad dejaba en todo lo que hacía. Su manera de hablar, de mirar, de moverse, nos hacía percibir que detrás de la perfección física había todo un mundo lleno de matices, rico y complejo. Ahora, cuando contemplas a un actor en acción, de los muchos que hay apolíneos y a la última, no ves más que un trozo de carne con ojos que se mueve de aquí para allá sin conseguir transmitir nada. Es la ausencia de valores, la propia vaciedad de la sociedad, la preponderancia de las cosas materiales y lo superficial, la falta de reflexión, de cultura, de experiencias vividas con verdadera introspección e intensidad, lo que hace que detrás de una simple fachada no hallemos nada más. 
Hoy en día, que cada vez gusta más lo light a todos los niveles, hallamos una inconsistencia tal a nuestro alrededor que el mundo entero amenaza con derrumbarse como un castillo de naipes. No hay color, no hay calidad, ni en las cosas, ni en lo que comemos, ni en las personas, en nada. Y sin embargo seguimos viviendo, seguimos orbitando en el espacio y girando sin cesar en ese eterno efecto Coriolis que no nos deja parar. Será que las fuerzas de la Naturaleza, con su imperturbable, inexorable funcionamiento, son lo único auténtico, consistente, que existe. La mecánica del Universo, con sus reglas inmutables, es lo único que al final permanece inalterable en el tiempo.


miércoles, 14 de enero de 2015

Reunión de amigas


Nos juntamos unas amigas el día de los Inocentes, simple casualidad porque no nos fijamos en la onomástica al decidir cuándo vernos. Cualquier momento es bueno para reunirse, y nosotras nos frecuentamos por separado pero todas a la vez no tanto. No habíamos hecho comida de Navidad y lo estábamos posponiendo: no podíamos permitirlo.
Mª José, Celia, Toñi y Elena son amigas queridas a las que hace tiempo que conozco, y todas tienen para mí algo especial, cálido, muy femenino. Porque no hay nada comparable a la amistad entre mujeres. Todas menos Toñi estamos divorciadas. “Es que tu marido es el único que ha resultado normal” le dije yo, chistosa, a lo que ella respondió con su guasa habitual “bueno, tampoco es eso…”. A todas nos han pasado cosas parecidas, todas tenemos una forma similar de ser, de ver la vida. Todas somos niñas grandes en cuerpos de mujeres maduras, a las que las circunstancias han llevado por derroteros que nunca hubiéramos imaginado. Estamos un poco maltrechas pero enteras, ponemos al mal tiempo buena cara, y procuramos tomárnoslo todo con filosofía.
Quedamos en la plaza de los Cubos, zona en la que corren vientos helados en esta época del año (qué frío a la intemperie) y, como hay muchos restaurantes por la zona, encontramos uno que nos gustó, un Indalo, que se están poniendo ahora muy de moda en Madrid. Mª José y yo vamos al del Pº de la Florida con frecuencia. Todos tienen una decoración moderna, y sirven unas tapas estupendas con las bebidas, con las que casi comes por lo abundantes que son. El menú tiene buen precio y la cocina no está mal. Ambiente acogedor y buen servicio de camareros.
Charla animada durante la comida. De los muchos temas de los que hablamos fue el de nuestros hijos el que más acaparó la conversación. Todos son buenos chicos, todos viven con nosotras, a pesar de que los de mis amigas son ya talluditos. Están a gusto con nosotras, y nosotras a lo que ellos quieran: si se van que sean muy felices, y si se quedan pues también.
Fotos de grupo tras la comida, que nos hizo un improvisado fotógrafo, cliente de una mesa cercana, un calvo treinteañero feo y bajito que estaba rodeado de bellas mujeres. Había que inmortalizar el momento. Después decidimos ir al Geographic Club, lugar por delante del cual había pasado muchas veces sin llegar a entrar, y que está junto a una tienda dedicada al espionaje que es famosa por lo curioso de los objetos que vende.
En realidad es como un pub irlandés pero mucho más grande, con butacas de cuero y armazón de madera, respaldos altos, vidrieras de colores iluminadas artificialmente, velas en las mesas, espejos corridos, toneles enormes. Pedí un California no se qué, un cóctel hecho a base de zumo de frutas, sin alcohol. Los había de todas clases en la carta, con nombres rimbombantes. Me encantó el vaso de borde caramelizado que me sirvieron. Hace tiempo que quiero comprarme una coctelera y un libro para aprender a hacer las mezclas, y a Anita, mi hija, también le apetece.
Hablamos de trabajo, de amores, de viajes. Celia quiere que hagamos un crucero para solteros. Le gustan los grandes trasatlánticos, como en los que viajaba cuando estaba casada. Ella tiene un buen nivel económico, le pagan muy bien en su trabajo, no tiene tantos reparos como las demás a la hora de hacer planes porque su economía da mucho más de sí. Pero, en fin, no estaría mal hacer ese viaje, sería toda una experiencia. También quiere que nos vayamos nosotras dos y Mª José a un par de sitios muy exclusivos que conoce para bailar y alternar, por la noche. En realidad somos muy paraditas, otras en nuestro lugar hace tiempo que estarían entregadas a la juerga total.
Reunión de amigas, charla y risas, buenos ratos en buena compañía. No se puede pedir más.
 
 


viernes, 9 de enero de 2015

El loco del pelo rojo

 
Siempre me resistí a ver a Kirk Douglas interpretando a Van Gogh en El loco del pelo rojo pues me parecía que, pese a ser un actor de cualidades más que demostradas, capaz de dar vida a todo tipo de personajes, no terminaba de encajar en ese papel. Pero era un error por mi parte, claro.
La película debió pasar muchas censuras antes de que pudiera estrenarse, por lo controvertido de lo que en ella se contaba. La existencia de aquel pintor fue tan sórdida y lastimosa que sería muy difícil narrarla omitiendo detalles procaces, aunque aquella versión es bastante más light de lo que sería cualquier otra realizada más recientemente. Si ahora se rodara un film sobre él podríamos ver al artista en el mismo momento en que contrae las enfermedades venéreas que le aquejaron, o vomitando sus borracheras, o autolesionándose cada vez que le sobreviniera una de sus crisis, o peleándose constantemente y de forma violenta con todo el mundo. Tendríamos un primer plano de todas estas exquisiteces que, en la película de Kirk Douglas, apenas se vislumbran, aunque sí lo suficiente como para dejarnos un regusto amargo en la boca.
Su relación con otros artistas, tan excéntricos y vehementes como él, y tan pobres, es sumamente interesante, sobre todo la que mantuvo con Gauguin, con quien convivió y del que aprendió mucho. Tormentoso, colérico como él, se hartó de aguantar sus cambios de humor y le reprochó que hubiera nacido en el seno de una familia acomodada, con un hermano que le mantenía, mientras que él, Gauguin, había nacido pobre y había tenido que desempeñar los trabajos más duros para sobrevivir, nadie le había ayudado económicamente jamás.
Y ciertamente, si hay algo conmovedor en la historia de Vincent van Gogh es el amor que le profesaba su hermano, que siempre creyó en él e intuyó que un futuro sería reconocido como un gran artista. Por eso guardó con devoción todos los cuadros que le mandaba, todas las cartas que le escribía, todo lo que tuviese que ver con él. Aunque Vincent pasaría a la posteridad no sólo por haberse cortado una oreja sino también por haber sido el único pintor que vendió un solo cuadro en vida.
Su estilo, aún hoy en día, sigue dando mucho qué hablar. Hay quienes no les gusta y  los hay que se sienten fascinados tanto por su obra como por su persona. Yo soy de estos últimos, aunque reconozco que la piedad también tiene mucho que ver. No puedo imaginar el sufrimiento con el que debió vivir una persona tan dotada artísticamente y tan poco reconocida, e incluso rechazada socialmente por sus problemas mentales, las estrecheces con las que bregó pese a la manutención de su hermano, su falta de afecto, incluso hacia sí mismo.
Yo veo en su pintura un leve toque infantil, muy personal. Me encantan las tonalidades que empleaba, la manera tan peculiar de representar su entorno vital, con esas volutas en el cielo tan características. Los retratos, los paisajes, todo sigue cobrando vida bajo su pincel pese a los años transcurridos, pues cada vez que miramos su cara aún percibimos la expresión de sus ojos, las muchas cosas que decía con ellos, o cuando paseamos la vista por uno de sus campos sentimos la misma quietud que debió haber en ese momento mientras lo captaba. Que él no quisiera seguir viviendo, por el tormento que le provocaba su enfermedad mental, es más que comprensible. Pienso que él no buscaba enriquecerse, sólo el reconocimiento de la gente, y aunque tarde lo obtuvo, ya lo creo que sí.
 


jueves, 8 de enero de 2015

La Navidad que ya se fue


Se acabaron las Fiestas Navideñas, una vez más, que nos saben siempre a poco. Este año tuve más tino al elegir los regalos para mis hijos. Bueno, a Miguel Ángel es muy fácil complacerle, unos auriculares y un videojuego, y ya estaba contento. Con Ana hay que ser más cautelosa porque no le gusta cualquier cosa. Un bolsito beige, un colgante con pendientes a juego que no le gustaron, y unos guantes de lana negros con perlitas en las muñecas, que seguramente se habrá puesto en Nochevieja con su traje de fiesta. En las botas de tela rojas que suelo poner en el salón los Reyes le dejaron a Miguel Ángel los muñecolates y las monedas de chocolate que siempre le han traído, porque él es de gustos poco cambiantes, y a Ana en cambio ya le dejaron otras cosas más propias de la mujercita que es: un estuche con esmaltes de todas clases, otro con sombras de ojos y otro con pequeños pinceles y brochas, aunque no le faltó una cajita dorada con bombones, pero a ella el chocolate no le va ya mucho.

Este año los niños vieron por fin a unos tíos que hacía al menos 8 años que no veían, el día de Navidad en casa de los abuelos. Ana dijo que amenizaban mucho la reunión y Miguel Ángel que decían cosas interesantes. Es una lástima que no nos frecuentemos más.

En casa hemos visto las películas típicas de esta época, entre las que nos gusta especialmente Solo en casa, con ese niño protagonista de doble personalidad, unas veces un angelito caído del cielo y otras un demonio psicópata, con esas ideas tremendas que se le ocurren.

Este año no he frecuentado el ambiente nocturno navideño por tener a Miguel Ángel conmigo en casa. Es la 1ª vez en muchos años que no paso la Navidad sola. Eché en falta contemplar el hermoso árbol que ponen en la plaza del Callao o los puestos de la Plaza Mayor. Además ha sido el primer año que no pongo en casa árbol de Navidad ni Belén, pero como mi madre vuelve a estar hospitalizada con los mismos problemas que el año pasado tampoco ha habido momento. Esta vez le ha tocado una buena habitación y una buena compañera. María, operada de cadera, a sus 86 años luce sonrisa con dientes propios, relucientes y blancos, de los que le gusta presumir, y el apetito voraz propio de la diabética que es.

Parece haber tomado la costumbre mi madre desde el año pasado de pasar la Nochevieja y el Año Nuevo en estado de semiinconsciencia. Ahora que ya abre los ojos, se empieza a levantar un poquito y a comer me sorprenden mi padre y ella con escenas amorosas en las que se tiran besitos y mi madre le pone miradas interesantes y le dice cosas que él no puede resistir, que si qué bonito es, que si parece un niño travieso, cosas a las que él responde con risas y ojos lacrimosos por la emoción. Me sorprende la entereza de mi madre con las cosas que le están pasando, ni una lágrima, ni una mala palabra, sólo la queja pasajera por alguna molestia física.

Este año pasé la Nochevieja en la única y maravillosa compañía de mi hijo. Nunca habíamos sido tan pocos, pero también nunca me sentí mejor. Vimos el programa de José Mota, las campanadas de Anne Igatirburu, siempre deslumbrante, y Ramón García, elegante con su capa, nos tomamos las uvas de rigor y brindamos con sidra en unas copas preciosas que compré hace poco en Zara Home. Nunca me sentí más en paz y más animada. Los festejos con mucha gente, aunque sea la familia, me cansan, me aburren y me producen melancolía. 

Navidad, dulce Navidad que vienes todos los años cargada de magia y de promesas, que te vas tan rápidamente como llegas, dejándonos el dulce gusto del turrón aún en la boca, qué poco estás con nosotros. La más especial de todas las celebraciones, de las pocas que están exentas de modas y caprichos del momento. Ya estoy deseando que vuelvas y apenas te has ido.


jueves, 1 de enero de 2015

La gran tregua de Navidad de 1914


Aprovechando que se estamos en Navidad la cadena británica Sainsbury ha sacado a la luz un anuncio absolutamente espectacular para festejar las navidades de este año 2014.

Basándose en las cartas de soldados británicos y en colaboración con la Real Legión de ese país han traído a la luz un episodio casi desconocido pero que realmente tuvo lugar durante la Nochebuena de 1914, en plena I Guerra Mundial, en uno de los frentes donde británicos y alemanes combatían.

Se conoció como la Gran Tregua de Navidad de 1914 y puso de manifiesto la crueldad de los altos mandos militares de época y el poco interés que tenían los soldados de matarse los unos a los otros.

En la Nochebuena de 1914 los soldados alemanes decoraron las trincheras con abetos iluminados. Estos habían sido enviados al frente siguiendo órdenes directas del Káiser. También se hicieron llegar a los agotados soldados, raciones extras de pan, salchichas y licores.


No me puedo imaginar la extraña sensación que aquella imagen, tan evocadora del cálido y acogedor ambiente Navideño pudo haber causado en los desdichados soldados.


Los soldados alemanes entonaron canciones de navidad y en la distancia los aliados podían escuchar y sentir el ambiente festivo del que disfrutaban sus enemigos. Al poco rato de comenzar a cantar, desde las trincheras aliadas alguien se unió a la celebración, y así, uno tras otro, los hombres de uno y otro bando, comenzaron a confraternizar, compartiendo canciones navideñas.

Tras la noche, y al amanecer del día 25 de Diciembre de 1914, algunos soldados alemanes, salieron de sus trincheras enarbolando banderas blancas y, caminando desarmados, se internaron en tierra de nadie. ¿Te imaginas el asombro y desconcierto que aquella escena provocaba entre los soldados aliados?. Al poco rato soldados de uno y otro bando se hallaban en tierra de nadie intercambiando chocolate, tabaco, bebidas. Mostrándose fotografías y recuerdos de sus familias y confraternizando como buenos vecinos. A lo largo del día y en medio de aquel extraño clima de paz, cada uno de los bandos contendientes pudo recoger los cadáveres de los compañeros muertos en los combates anteriores. Llegaron a realizar oficios religiosos conjuntos e incluso jugaron algún que otro partido de fútbol.

Al regresar a sus respectivas trincheras y terminado el día de Navidad, aquellos hombres que se habían conocido entre si, que se habían saludado y con quienes habían compartido sus sentimientos, sus fotos íntimas, las cartas de sus familiares…  se negaron a luchar. Disparaban al aire o se avisaban y saludaban a gritos.

Cuando la noticia de la tregua llegó a  los cuarteles generales de uno y otro bando los altos mandos tomaron las medidas oportunas para evitar que un hecho similar pudiera volver a suceder.

Muchos soldados franceses fueron fusilados, como medida drástica para escarmentar al resto de sus compañeros. Los soldados alemanes fueron enviados a otro frente. Las cartas en las que los soldados narraban lo sucedido a sus familiares fueron interceptadas y destruídas y cualquier información -o la mayoría- que pudiera llegar a los periódicos birtánicos o franceses, censurada. Los franceses confiscaron los negativos de las fotografías que algunos soldados habían tomado durante la tregua, en donde se veían hombres de uno y otro bando posando amistosamente.

A lo largo de la Primera Guerra Mundial se volvieron a dar algunos sucesos similares, aunque ninguno tan generalizado como el de la Navidad de 1914.
Se han hecho películas y escrito novelas narrando aquel extraordinario suceso. Paul McCartney  lo recordó en su tema Pipes of Peace (Pipas de la paz) de 1983. 

 
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