
No sé por qué pensaba que los
pájaros se tendrían que haber ido ya de aquí antes de que empezaran los rigores
del invierno, pero mirando la Wikipedia leo que hay dos
épocas migratorias: de enero a mayo, que es la migración
prenupcial, en la que ponen rumbo al hemisferio Sur, como África, y la migración posnupcial, que
comienza en la 2ª quincena de julio y se prolonga hasta octubre o noviembre.

Siempre he pensado que son animales afortunados, a pesar del esfuerzo, porque pueden viajar sin
necesidad de costosas reservas de vuelo, incómodas esperas en aeropuertos y
estrechos asientos de avión, sin más equipaje que tu instinto que te guía como
si de un GPS se tratara y tu fuerza, a cualquier punto del planeta. Las aves
son capaces de adaptarse a todo tipo de entornos y climas. Si alguien tiene
mundo son ellas.
Las que hacen migraciones de
corto recorrido se limitan a cruzar un país de punta a punta o se acercan a
países limítrofes, y sólo si las condiciones climáticas les empujan a ello, el frío sobre todo, pues los inviernos no son siempre los mismos.
También se distinguen migraciones
diurnas y nocturnas, dependiendo de los hábitos de cada especie. Las noctunas, a pesar de lo que pudiera parecer, son las más seguras, porque se evitan a muchos depredadores. Además,
según las horas del día, que condiciona que haya más o menos corrientes de
aire, las aves que son planeadoras las suelen aprovechar cuando tienen lugar,
al principio y al final de las horas de luz.

Estos animales se desplazan de un
lado a otro respondiendo a una llamada inexorable que se atribuye por igual a
condicionamientos genéticos y necesidades biológicas. La búsqueda de alimento,
o de lugares adecuados para la crianza de la prole y donde las condiciones de
vida sean más favorables, son los principales motivos.
Desde hace años me parece
sorprendente la existencia de gaviotas en el entorno del río Manzanares. Aves que normalmente tendrían que estar en zonas de mar y que prefieren
permanecer tierra adentro hace pensar que es porque el sustento falta en su hábitat y
tienen que buscarse otros. Aunque según he podido leer esta especie se ve en
Madrid desde mediados de los años 50, cuando dos ornitólogos hicieron un
estudio con la población que empezó a observarse en las inmediaciones
de la Casa de Campo, y que luego han ido extendiéndose al río Manzanares y a los
embalses de los alrededores. En la capital hay mucha basura, muchos restos, que
es de lo que se alimentan estas aves.
También se ven cigüeñas en los
pueblos de la Comunidad de Madrid que ya no migran, quizá porque los inviernos
son más benignos aquí que hace años.
Es el mundo de las aves y sus
costumbres, en fin, un tema apasionante que despierta mi imaginación cuando
pasan no lejos de mis ventanas, volando allá en lo alto del cielo. Otras muchas
especies también migran, pero son las aves las que más interés me provocan. El
hecho de poder volar ya me parece algo prodigioso.
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