miércoles, 29 de febrero de 2012

Cuando me amé


Una vez más, recibí un correo electrónico que me gustó mucho por su contenido y porque me parecieron muy auténticas las cosas que en él se decían. Trata del tema de nuestra propia valoración, nuestra autoestima, y de lo necesaria que es para poder llevar una buena vida.

Cuando me amé de verdad comprendí que en cualquier circunstancia yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta y en el momento exacto… Y entonces pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre, se llama confianza.

Cuando me amé de verdad pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es autenticidad.

Cuando me amé de verdad dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama madurez.

Cuando me amé de verdad me di cuenta lo ofensivo que puede llegar a ser tratar de forzar a una situación o persona sólo para realizar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o la persona no está preparada… inclusive yo mismo. Hoy sé que el nombre de eso es respeto.

Cuando me amé de verdad comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable… personas, situaciones, todo lo que me empujara hacia abajo. De entrada mi razón llamó a esa actitud egoísmo. Hoy sé que se llama dignidad.

Cuando me amé de verdad dejé de temer tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los megaproyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé que eso es simplicidad.

Cuando me amé de verdad desistí de querer tener siempre razón, y de esta manera erré muchas menos veces. Así descubrí la humildad.

Cuando me amé de verdad desistí de querer reavivar siempre el pasado y de preocuparme tanto por el futuro. Ahora me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez, y eso se llama plenitud.

Cuando me amé de verdad percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme, pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón sé que cuento con una gran y valiosa aliada. Todo eso es saber vivir.

No debemos tener miedo de enfrentar nuestros pensamientos con nosotros mismos o con los demás. Hasta los planetas chocan, y del caos nacen las estrellas.


lunes, 27 de febrero de 2012

Isabel, antes de ser la Católica


El 28 de febrero de 1462 fue un gran día para la Corona de Castilla. Tras años sin descendencia, por sus problemas para casarse, Enrique IV consigue un heredero, en este caso, heredera: la futura princesa de Asturias, Juana. Si el apodo del Impotente para él está justificado, no lo está menos el de la Beltraneja para su hija, considerada, según los rumores, hija de la reina, que no del rey, y de Beltrán de la Cueva, favorito del rey y ¿amante? de la reina. La madrina de bautizo de la pequeña Juana es la infanta Isabel, su tía, de solo diez años. ¿Habría cambiado la historia si Isabel, futura reina de Castilla, hubiese sabido que tenía en sus brazos a la que sería su rival por la Corona? Cabe pensar que no. Con este nacimiento, Isabel pasaba a ser la tercera en la línea sucesoria de la Corona de Castilla. Por delante, la recién nacida y Alfonso, su propio hermano.

Once años antes, el 22 de abril de 1451, Juan II, rey de Castilla y padre de Enrique IV, anunciaba que, tras un parto difícil, y fruto de su segundo matrimonio, nacía la infanta Isabel en Madrigal de las Altas Torres (Ávila). Aunque nacida para ser un eslabón más de la cadena de matrimonios de conveniencia, según lo necesitase la Corona, su carácter y algunas muertes providenciales le permitieron labrarse su destino y llegar a reina de Castilla.

Sus primeros años transcurrieron en compañía de su hermano, Alfonso, dos años menor, y de su madre, depresiva, casi demente, sin más consuelo que la religión. La influencia de esta la convirtió en una devota católica, lo que marca dos de sus futuras decisiones.

La paz y la tranquilidad se rompen con la muerte del rey Juan II. En 1454, Enrique IV, hijo del primer matrimonio de Juan II con María de Aragón, sube al trono. Su primera decisión es apartar de la Corte a sus hermanastros y enviarlos con su madre a Arévalo (Ávila), sin más ayuda que para sus necesidades básicas. Allí, Isabel vive en la austeridad, la oración, el estudio y la preparación para casarse. Forja a su vez su primera y gran amistad: Beatriz de Bobadilla, de su misma edad e hija del gobernador del castillo de Arévalo. Inseparables, comparten juegos, paseos a caballo, jornadas de caza y correrías. Isabel ya muestra carácter y una tarde, en una expedición, rechaza la montura habitual para las mujeres, las mulas, y monta un corcel.

Visto que Enrique IV no consigue un heredero, lleva a Segovia a sus medio hermanos, siguientes en la línea sucesoria, para manejarlos a su antojo. Isabel y Alfonso, ya con diez y ocho años, abandonan así a su madre, que los advierte de las intrigas de palacio. Ante aquel cambio radical, los hermanos, al inicio, permanecen juntos y se apoyan. Nadie repara en Isabel, centrada en sus quehaceres de mujer, pero ella observa a las facciones enfrentadas: monárquicos y nobiliarios. Más débil de carácter, su hermano se ve envuelto en la Farsa de Ávila. Los nobiliarios, los nobles que buscan delimitar el poder real, deponen en efigie al rey Enrique IV, escenificado sobre un monigote al que despojan de la corona, la espada, el cetro y el trono. Además, obligan a excluir a su hija Juana como heredera por ser fruto de un matrimonio nulo (Enrique IV y Juana de Portugal eran primos hermanos y no tenían la dispensa papa), y proclaman rey al pequeño Alfonso. Ante aquello, el reino se divide y Enrique IV, demasiado débil, cede: excluye a su hija y nombra heredero a Alfonso, un juguete en manos de los nobiliarios. Para Isabel, el primer escollo ha desaparecido: ahora, solo su hermano la separa de heredar el trono.

Isabel hace gala de sus dotes diplomáticas: apoya la causa de su hermano y, a la vez, no desafía la legitimidad vigente del rey, que, para ganarse el favor de los rebeldes, la ofrece en matrimonio a Pedro Girón, uno de los cabecillas. Aquello no entra en los planes de ella. Y el destino, sus rezos o algún veneno acaban con la vida de Girón antes de que él pida su mano.  

La rendición de Granada

En 1468 también su hermano Alfonso muere en extrañas circunstancias. Su camino hacia el trono está de pronto libre. Isabel se deja querer por los nobles enfrentados a Enrique IV, quienes, creyendo que ella será un pelele como su hermano, la ponen al frente de sus reivindicaciones y obligan al rey a firmar el Tratado de los Toros de Guisando, por el que se proclama a Isabel princesa de Asturias y heredera de la Corona de Castilla. Se acuerda que no pueda casarse sin el consentimiento del rey, pero ella, a cambio, impone que nadie pueda casarla en contra de su voluntad. Pese a sus muchos pretendientes, sólo ella, que no quiere un adefesio ni un títere a su lado, decide que el elegido sea el príncipe Fernando, heredero de la Corona de Aragón.

Pero aún hay un escollo: su rectitud cristiana le impide aceptar un matrimonio sin la bula papal. El arzobispo de Toledo consigue una bula de Pío II, fallecido hacía unos años, en favor de Fernando, en la que le permitía casarse con cualquier princesa a la que lo uniera una consanguinidad de hasta tercer grado. Tras escapar Isabel de los nobles que la custodiaban y Fernando atravesar Castilla disfrazado de comerciante, se casan el 19 de octubre de 1469 en el palacio del señor de Vivero (Valladolid).

Las hostilidades con Enrique IV rebrotan. El matrimonio no cuenta con su aval. El rey sabe, además, que la dispensa del arzobispo Carrillo es falsa. Saca entonces a su hija Juana del encierro y la vuelve a nombrar heredera del trono. Esto descoloca a los nobles y divide otra vez Castilla en dos bandos. Durante el enfrentamiento (1469 a 1473) nace Isabel, primogénita de Fernando e Isabel y, por mediación del aragonés Rodrigo de Borja, el papa Sixto IV legaliza el matrimonio de los futuros Reyes Católicos. En la Navidad de 1473, Isabel y Enrique IV acercan posiciones. Y, un año más tarde, él muere. Isabel aprovecha la ausencia u ocultamiento del testamento e impone sus condiciones. El 13 de diciembre de 1474 hace valer el acuerdo de los Toros de Guisando y se proclama reina. A los ojos de los presentes entra en la iglesia de San Miguel portando el pendón de Castilla; a sus propios ojos, lo que porta es su destino.

viernes, 24 de febrero de 2012

Pobreza


Me vienen conmovedores y cada vez más frecuentes correos relacionados con la mendicidad y, junto con la inevitable compasión que despiertan sus historias, siento al mismo tiempo una cierta repulsión. Es verdad que va en aumento el número de seres humanos que pasan necesidad y que los momentos que nos están tocando vivir son difíciles, pero se percibe un trasfondo de enorme injusticia en todo esto de la pobreza. Injusto es el desigual reparto de la riqueza, injusta la impunidad con la que cometen sus delitos los poderosos para acaparar bienes y hacerse con una fortuna personal, injusto es que no todo el mundo pueda tener acceso a una instrucción, a un adiestramiento en ciertos aspectos de la vida con el que posiblemente no se llegaría a esa pobreza. Y es que la pobreza mental suele venir asociada a la material.

Cuando entras en una cafetería a tomarte un simple café todo tipo de seres en situación precaria aprovechan que te has detenido, siquiera momentáneamente, para caer sobre ti como águilas al acecho: alcohólicos violentos, drogadictos medio zombis, africanos que te quieren vender sí o sí algún objeto exótico, gitanas rumanas. A ninguno le doy nada, no sólo porque no me sobra precisamente el dinero sino porque los que tienen adicciones gastarán lo que se les de en el mismo mal que los aqueja, y los emigrantes deberían saber ya a qué países ir si quieren ganarse el sustento. España me parece que no es el más adecuado últimamente.

Pero fue el caso de una gitana rumana que se me acercó hace poco el que más me conturbó. Embarazada de al menos 8 meses, esquivó las mesas de las emigrantes sudamericanas y se vino directamente hacia mí. Tras mucho insistir sin yo contestarle nada (qué violenta me sentí), me preguntó si le daría comida. Le dije que sí. Y como estábamos en un Pans and Company, allí me vi comprándole un bocadillo. Casi 5 euros de bocata. Mientras pedía sacó un papel de los que dan en las urgencias de los hospitales y me dijo que tenía una niña de 3 años enferma y que no tenía Seguridad Social para poder pedir recetas. La miré y pensé “¿Para qué tienes hijos?. Y encima otro que viene en camino. No creo que un preservativo valga mucho más que esa ropa que llevas puesta”. Pero no se lo dije, como tampoco le dije que hasta yo necesito recetas si quiero comprarle medicinas a mis hijos. ¿Cómo le voy a dar a ella lo que ni  yo misma puedo permitirme?.

Como no iba a contarle mi vida para que comprendiera ni para justificarme, hice de tripas corazón y musité una breve despedida mientras le preparaban el bocadillo, que parecía importarle poco. La dejé, ella sumida en su desesperación, y yo en la desolación.

Por eso hablo de una instrucción adecuada en el adiestramiento sobre ciertos aspectos de la vida para evitar llegar a extremos así. Control de natalidad, cuidado de los niños, adaptación al lugar donde estés. La gitana rumana bien podría quitarse el pañuelo de la cabeza y los faldones largos para tener un aspecto más acorde con lo que se lleva aquí y así conseguir un trabajo. Trabajo hay, aunque no sea el que uno deseara: siempre hace falta gente para limpiar escaleras o fregar váteres. Lo que haga falta para no tener que depender de la caridad ajena y vivir en la miseria. No se trata de darles dinero o comida, que son soluciones provisionales a un problema enorme, sino un medio de subsistencia.

No veo a los que vienen de China mendigando por las calles. Cuál es su secreto. No esperan a que los demás les den un empleo, ellos mismos montan sus negocios y trabajan más que nadie. Ya sé que cuando emigran lo hacen sobre seguro, usando los contactos que ciertas organizaciones formadas por gente de su país les proporcionan, llamémosles mafias o lo que sea, pero por lo menos no tienen que estar luego mendigando.

Como decía un amigo, vienen de un lugar pobre a otro que se está empobreciendo. Y los que ya somos pobres tenemos que empobrecernos más aún si ejercemos la caridad como desearíamos con ellos. Y siento un gran vacío al pensar que todo esto pueda ser posible en un mundo civilizado y en un siglo como el nuestro.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Pretty woman


Vivian es una chica fácil, según sus propias palabras, que se ríe a carcajadas con los programas de humor de la televisión mientras toma las fresas y un champán carísimo que Edward, su improvisado “benefactor” le ha ofrecido en la habitación del hotel.

“Lo hago todo menos besar en la boca”. En su mano aparecen de repente un montón de condones de todos los colores. El más llamativo es uno grande, redondo y dorado, la estrella del condón según ella.

En realidad, una chica que esconde su hilo dental, despertando las sospechas de Edward, que cree que son drogas, no puede ser mala.

Al día siguiente ella luce suelta su larga, rizada y pelirroja melena, libre de la peluca rubio platino con la que pretende parecer más atractiva. Se quita sus larguísimas botas acharoladas bajando poco a poco la cremallera. Vivian tiene las piernas más interminables que nadie haya visto nunca.

Cuando Edward le propone pasar juntos una semana entera, ella se sumerge feliz en la bañera llena de espuma. “Es un pervertido?. ¿Es feo?. ¿Pues dónde está el fallo?”, le pregunta su amiga y compañera de piso cuando hablan por teléfono.

“Oiga, tengo pasta larga para gastar”, le dice a las dependientas de la tienda de lujo en la que ha entrado a comprarse ropa con el dinero que le ha dado Edward. De vuelta al hotel, saca un montón de billetes arrugados del bolsillo de su chaqueta cuando le explica a Barnie, el director, que no le han querido vender ropa. “Te mando una cliente muy especial”, le dice a la encargada de la boutique del hotel. Brigette, que la trata con simpatía, sabe enseguida cuál es su talla con sólo mirarla.

Esa noche Edward va a llevarla a una cena de trabajo. Tenedor de pescado, de ensalada, de carne. Barnie le enseña, a petición suya, el protocolo de una mesa. “Una joven fascinante la señorita Vivian”, le dice Barnie a Edward cuando éste llega al hotel después del trabajo.

Ya en la cena, Vivian parece un poco desconcertada. “¿Dónde está la ensalada?”. “La ensalada se sirve al final de la cena”, le dice Edward. “Pues es el único tenedor que conocía". Cada vez que sirven un plato se fija en cómo lo empiezan a comer los demás. El comensal más mayor se lo indica. Edward está complacido por este gesto. Pero el otro comensal, nieto del 1º, está enojado: Edward se dedica a comprar empresas con problemas económicos para revenderlas a un precio mayor, y eso es lo que pretende hacer con la suya.

“Pasemos toda la noche viendo viejas películas, los dos plantados frente a la tele”, le dice Vivian ya de nuevo en la habitación. Pero él prefiere bajar al bar a relajarse tocando un poco el piano. Ella baja también al cabo de un rato, pero lo hace en ropa interior con un albornoz encima. Él le pide a los camareros que están recogiendo que les dejen solos.

“Fueron malas conmigo”, le dice a Edward al día siguiente cuando le cuenta que no quisieron atenderla en Rodeo Drive al ir a comprar ropa. “Vamos a gastar una cantidad indecente de dinero”, le dice Edward al dependiente de la 1ª tienda de lujo en la que entran. “Quiero que nos hagan la pelota… A mí no, a ella”. “Estuve ayer aquí y no quiso atenderme. ¿Trabaja a comisión verdad?. Pues metió la pata hasta el fondo, no sabe cómo”, le dice Vivian a la vendedora de la tienda en la que no quisieron atenderla. Cuando él vuelve del trabajo, ella le recibe con una corbata que le ha comprado como único atuendo.

Esa noche Edward se pone confidencial y le habla de la mala relación que tenía con su padre. “La empresa de mi padre es la 3ª empresa que compré. La vendí por partes”.

“¿Son estos tus amigos?. Pues no me extraña que vinieras a buscarme”, le dice Vivian en el hipódromo. El abogado de Edward se pone desagradable con ella aprovechando un momento en que él no está cerca. Cuando regresan al hotel ella está muy enfadada. “Quiero mi dinero y quiero irme de aquí”, le dice a él. Pero ella no coge el dinero. La sigue hasta el ascensor. “Lo siento, he sido estúpido y cruel. No estaba preparado para contestar preguntas sobre nosotros”. “Me has hecho daño. No vuelvas a hacerlo”, le dice Vivian.

“La gente te rebaja tanto que acabas creyéndoles”, le dice a Edward esa noche, cuando le habla de cómo empezó a ejercer la prostitución.

Todos los empleados del hotel se quedan admirados cuando la ven pasar con un espectacular vestido rojo de noche en compañía de Edward. Van a coger un avión privado para ir a la ópera. Ya en el palco, ella no sabe cómo usar los anteojos. No comprende lo que dicen los cantantes, pero sí el sentimiento que transmiten. Vivian llora en silencio. “¿Le ha gustado la ópera querida?”, le pregunta una señora mayor del palco vecino cuando termina la representación. “Por poco me meo de gusto en las bragas”, le dice a su estupefacta interlocutora.

Mientras él duerme ella le besa en los labios, contradiciendo sus propias normas. Él se despierta sorprendido y la corresponde. “Te quiero”, le dice después, pero él no contesta.

“Oh no, conozco esa mirada llorosa en tu cara. Te has enamorado de él. ¿Le has besado en la boca?”, le dice su amiga, sorprendida y enfadada, cuando la va a visitar al hotel.

“Me encuentro en un terreno desconocido. Quiero ayudar”, le dice Edward al dueño de la empresa que pretendía desmantelar, cuando se quedan a solas. En lugar de eso, se asocia con él. Pero esto enfurece a su abogado, que va al hotel para discutir con Edward y, al no encontrarlo, descarga su furia en Vivian, golpeándola, después de que ella se niegue a mantener relaciones sexuales con él. Edward aparece en el momento justo y le golpea a su vez.

Llega el momento de las despedidas. Ella creía que él iba a ser, pese a todo, su valiente caballero de brillante armadura, aquel que la rescataría de la torre en la que está encerrada como la princesa del cuento. “Mi especialidad son las relaciones imposibles. Cuando necesites algo, hilo dental, lo que sea, llámame”, le dice a Vivian.

Barnie, el director del hotel le besa la mano al marcharse. “Que siga tan guay”, le dice ella.

Vivian hace el equipaje para ir a San Francisco a buscar trabajo y terminar sus estudios. Le regala alguno de sus objetos más preciados a su compañera de piso y amiga, que lo recibe llorosa y emocionada.

“Debe resultar difícil separarse de algo tan bello”, le dice Barnie a Edward con doble sentido cuando éste le da el collar que ella lució en la ópera, para que lo devuelva a la joyería, pues sólo era un préstamo. Barnie se toma la libertad de indicarle que el chófer que lo llevará al aeropuerto es el mismo que condujo a Vivian a su casa. 

A pesar de que Edward sufre de vértigo, sube por las escaleras de incendios de la casa donde Vivian vive tras llamar su atención desde la calle. Lleva un ramo de rosas en la mano y la va a rescatar de la torre donde vive, porque el cuento, por una vez, se ha hecho realidad.


martes, 21 de febrero de 2012

Mi filmoteca particular

Hace poco decidí deshacerme de la colección de videos que tenía guardada en mi casa como oro en paño desde tiempo inmemorial. Cuando mis padres compraron su primer video hace ya 22 años, estuve grabando en los 5 años siguientes todas las películas que me encantaban, y fueron muchas, porque la programación por aquel entonces era estupenda. Luego, cuando me casé, grabé ya muy pocas, unas veces porque tenía poco tiempo y otras porque el interés de los films ha ido bajando progresivamente.

En cada cinta solían caberme 3 largometrajes. Grababa con el sistema SP, que era el más habitual, o con el LP, que comprimía la grabación para que se pudieran grabar más. Si era muy larga sólo me cabía un título, como con Ben Hur o El último emperador. Las guardaba en cartucheras que imitaban el formato de un libro, algunas de plástico azul marino, rojo o negro, y otras como aterciopeladas en negro o color vino con los cantos dorados.

En el lomo de la cartuchera colocaba una tira de papel que mi padre me imprimía en el ordenador de su trabajo con los títulos que yo le indicara, enmarcados con una doble raya muy historiada. Él comparte mi afición por el cine, lo mismo que él la compartía con su padre. Por dentro colocaba media cuartilla con el nombre de la película, una sinopsis del argumento, los intérpretes principales y la duración. En la portada ponía un recorte del Teleprograma, pequeña revista que creo que aún se edita, que solía tener carteles publicitarios de films.

Incluso me hice con unos estantes de madera de haya que mi padre colgó de la pared de mi por entonces habitación para otorgarle el merecido lugar que correspondía una pasión como la mía, el altar de las cosas sagradas.

Pero el nuevo video que compré hace pocos años, sustituyendo al que tenía, muy machacado con la grabación de películas y series infantiles cuando mis hijos eran pequeños, nunca funcionó bien, y las cintas con el paso de tantos años se terminan borrando. Efímera adoración la mía, que con el paso del tiempo se desintegra sin que nada pueda hacer para remediarlo. Ingenua de mí al pensar que la devoción hacia algo o alguien puede transmitirle a éste carácter inmortal.

Mi hijo me ayudó a hacer una relación con los títulos antes de comenzar a deshacerme de las cintas. Mi intención es comprármelas en DVD, y las que no encuentre en las tiendas porque no son comerciales y las pasaron por televisión fugazmente hace décadas, esas las tendré que piratear, si consigo aprender a hacerlo (se puede ser más torpe). Hay verdaderas joyas del celuloide que no están editadas, y ésta es la única manera de hacerse con ellas. Me compraré un DVD grabador para hacerme con las que me gusten del canal Digital.
En total tenía 89 películas. 5 ya las tengo en DVD. Luego había capítulos sueltos de algunas series que me gustaban. También hay un concierto de Génesis de 1992, y un debate que dirigió Jesús Hermida sobre la crisis de los 50, y que me encantó.

También han corrido la misma suerte los videos de películas infantiles que veían mis hijos de pequeños, y que eran muchos. Tengo DVD’s con dibujos animados que compré después, pero sus gustos han cambiado según se han ido haciendo mayores, y ya tampoco los ven. En este caso sería una tontería reponer las cintas, pero sí que hay algunos títulos significativos que no me importaría conservar, porque pese a los años que tengo sigo disfrutando mucho con las pelis de niños.

Tengo bastantes DVD's con películas recientes que nos han gustado a todos, y muchos otros que espero tener aún. Son ahora mi nueva filmoteca particular.

Cada noche bajo un par de las muchas bolsas que he acumulado con los videos viejos, y las dejo junto a los contenedores de basura, con la esperanza de que le interesen a alguien. Cuántas cosas he dejado así y han desaparecido al cabo de un rato, siempre hay quien quiere lo que a otros ya no les hace falta, y más en tiempos de crisis. Pero en esta ocasión sólo se llevaron unas pocas bolsas, los demás días se limitaron a revolver su contenido y esparcirlo. Cuando bajaba a la calle al día siguiente para ir al trabajo, me encontraba esparcidas por la acera cintas, algunas rotas, y el corazón se me encogía: el objeto de mi pasión era destruído. Habrá sido algún ser vil y despreciable, pensé. Aquello era incalificable.

Ahora, las pocas bolsas que quedan las depositaré en el contenedor de basuras, puesto que a nadie le aprovechan, todo menos verlos por ahí tirados.

Nadie se imagina cuántas horas de placer me han proporcionado estas películas, cuántas cosas he aprendido en ellas y cuántas emociones despertaron en mí. Y cuando mis hijos eran pequeños lo pasamos genial con las que ellos veían, lo que sucedía en aquellos largometrajes de dibujos animados fueron su primera ventana al mundo. Habrá películas que ahora quizá ya no quiera tener, porque aunque sean clásicos del cine las tenga muy vistas y ya no me dicen nada, pero el resto de las que ya tengo y las que vaya reponiendo de las que tenía en video pasarán a formar parte de mi nueva filmoteca particular. Espero que esta vez el formato sí sea duradero.

viernes, 17 de febrero de 2012

Un poco de todo (XXXVII)


- Me ha parecido chocante la imagen de Angelina Jolie luciendo un bolso de Louis Vuitton con un paisaje de Camboya de fondo, en la última campaña publicitaria de esta marca. Parece que la actriz utiliza el dinero ganado en las causas humanitarias en las que suele participar, pero no por ello me ha dejado de producir una extraña sensación. Aquello de que el fin justifica los medios no es algo con lo esté muy de acuerdo. Y creo que es ella la que me resulta inquietante también. 

Hoy en día, para anunciarse, los creativos de las empresas ya no saben muy bien qué hacer para llamar la atención. Y si no que se lo digan a los de Benetton…

- Hace unos días me mandaron un correo con un test para saber exactamente tu posicionamiento político, por si no lo tenías claro. Según cómo fueras contestando a las preguntas, cada una con tres opciones, un círculo rojo se va desplazando a través del llamado Diagrama de Nolan, especie de mapa dividido en cuatro partes, a un lado conservador (derechas), al otro lado progresista (izquierdas), y en medio de ambos un territorio indefinido que va desde lo liberal a lo totalitario. Para mi sorpresa, y después de haber contestado a todas las preguntas (tampoco pensé mucho las respuestas, la verdad), yo que me creía conservadora resulta que soy de centro tirando a izquierda. Lo cierto es que si hubiera que cambiar de pensamiento ideológico, habría preferido ir hacia lo liberal.

Me pregunto qué les saldrá a los que se declaran apolíticos. Esa posibilidad no parece estar contemplada en el Diagrama de Nolan. A lo mejor a los estudiosos del tema les parece imposible que haya gente que le sea completamente indiferente la política, deben creer que todos tenemos una opinión aunque muchas veces no queramos decantarnos claramente. O piensan que todas las ideologías posibles están aquí contempladas, cuando en realidad puede haber otras que pertenecen al pecunio personal de cada cual, mezcla de otras ya existentes o incluso absolutamente originales. Estaría bien conocerlas.

- Están cada vez más de moda las películas que se introducen en el mundo de lo onírico como una realidad alternativa donde tienen lugar casi más cosas que en el mundo real. Ya empezó hace años con la saga Matrix (espacios informáticos y muchas descargas eléctricas), y más recientemente ha seguido con Origen, una complicada historia de varios niveles de sueños de los que no es fácil despertar. Es como si lo inconsciente estuviera estructurado en muchos compartimentos por los que hay que pasar, en un contínuo descenso y ascenso, para llegar a ciertos sitios, que se supone sólo existen en nuestra mente, pero que determinan nuestro futuro dependiendo de las vivencias que tengamos cuando accedemos a ellos. Hasta qué punto nuestras experiencias pasadas nos marcan y nos condicionan, alterando todos esos infinitos mundos inconscientes. El inconsciente está siempre ahí, conviviendo con el consciente, no surge sólo cuando estamos durmiendo. 

Los sueños son ciertamente una amalgama de hechos pretéritos y sensaciones presentes. En ellos se mezclan los acontecimientos que hemos dejado atrás, en una extraña asociación con los hechos presentes de la que resultan cosas que aparentemente no tienen sentido. En Origen el protagonista y la que fue su mujer se pasean por unos paisajes construidos con elementos de su infancia y los primeros años de su matrimonio, que coexisten con otros que aparecieron después. La mente hace curiosas simbiosis que escapan a nuestro control. Lo cual no deja de ser inquietante.

Sería fantástico que existiera un Universo que careciera de las estrictas normas de funcionamiento que rigen el nuestro. En la película los espacios son cambiantes, lo que antes era el suelo puede convertirse en cuestión de segundos en cielo, en un proceso espectacular de transformación a ojos vista que altera nuestras percepciones, ampliándolas. Ya no existen los límites conocidos, el espacio es curvo, como decía Einstein, y muchas cosas más.

jueves, 16 de febrero de 2012

Fotógrafos (X): Igor Zenin


Fotógrafo moldavo, nacido a finales de los años 40. es un maestro de la fotocomposición.

Los colores, las perspectivas, las sensaciones que transmite, y su gran imaginación, hacen que sus obras formen un conjunto artístico muy poco corriente, a medio camino entre la realidad y la ensoñación, y con un gusto exquisito.

La Naturaleza es el tema más recurrente en su producción, y nos llega a hacer pensar que la Tierra es un auténtico Paraíso.

Son muchas las fotografías suyas que me han encantado, pero no puedo dejar de ponerlas aunque pueda resultar excesivo.



















































 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes