- Mi gratitud a los nuevos seguidores de mi blog, Abián Andrés Pérez Herrera; J.F., que tiene un maravilloso blog, Psicología de barrio, al que he votado en el concurso de blogs de 20 minutos, y que pone el mundo de la mente humana al nivel de comprensión que todos necesitamos; Jesús Fariña, gran aficionado al cine como yo; Folie, a la que por fin tengo el honor de tener entre mis huestes, y sobre la que hablé en un post anterior; Indira Carpio, periodista de Venezuela; y Eduardo Botero. Nunca antes habían llegado a estos parajes literarios tantos curiosos lectores a la vez, y por ello me siento feliz.
- Me parece increíble que las palabras vertidas en un blog puedan mover los hilos necesarios para cambiar los destinos de un programa como La noria, que mal que bien no era uno de los peores con los que contaba nuestra depauperada programación televisiva (me gustaba cuando comenzó). Quizá su autor tuvo el don de la oportunidad al hacerse eco del sentir popular, y ha conseguido provocar una oleada de indignación y renuncia, tan corriente hoy en día desde que miramos el mundo a través de Internet. Pero cuántos otros programas realmente deleznables funcionan desde tiempo inmemorial sin que nadie haga nada efectivo para evitarlo.
Por lo visto, lo peor que le puede pasar a un programa de televisión es que le abandonen sus patrocinadores. El tener grandes audiencias no parece ser importante. Ni tampoco que haya sido interesante o nos haya hecho pasar un rato divertido en otras ocasiones. Ni el buen hacer de su presentador, gran profesional desde hace muchos años, aunque yo hubiera preferido verle en otras lides. Un error lo puede tener cualquiera, se retracta uno y ya está. Pero no, cómo nos sigue gustando la guillotina, la lapidación pública, el impartir justicia por nuestra propia mano. El nuestro sigue siendo un país salvaje, pese a todo. Para machacar al prójimo siempre estamos dispuestos. Supongo que a Jordi González ya le tenían ganas desde hace tiempo, sólo era cuestión de encontrar la excusa adecuada para intentar quitárselo de en medio.
Qué diferencia hay al final entre una organización mafiosa y la forma como se comportan las masas en ciertos momentos: alguien no nos gusta, pues a acaber con él. Obviemos los cauces legales, que no son lo suficientemente drásticos, busquemos cabezas de turco con los que pagar nuestras frustraciones, rasguémonos farisaicamente las vestiduras ante cualquier delito moral (cuántos se cometen a diario y nadie organiza la que ha organizado este bloguero).
Jordi González es un profesional de reconocido prestigio. Lo recuerdo hace años, cuando se dio a conocer para el gran público, conduciendo macrodebates en los que, como el domador de leones de los circos, nada le arredraba y se hacía con todas las situaciones de manera impecable, saliendo airoso gracias a su habitual inteligencia y perspicacia. En él se da una curiosa mezcla de contundencia y finura. Es muy intuitivo, muy psicólogo, muy observador. Jordi es uno de los presentadores con más educación y más clase que he visto. Antes de la televisión ya tenía a sus espaldas una larga trayectoria en la radio, con esa voz tan personal suya. La noria es un programa que comenzó siendo interesante y luego ha degenerado, como tantos otros, pero la solución sería volver a retomar ese espíritu inicial con el que nació.
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