viernes, 19 de septiembre de 2008

Sal y pimienta (II)




- P: ¿Qué cosa maligna querría hacer alguna vez?.
R: Vudú, para ver si es verdad que funciona. Simple curiosidad.

- P: ¿Qué baile sería imposible que aprendiera alguna vez?.
R: La jota aragonesa. Se me desplazaría el eje de gravedad, seguro.

- P: ¿Cuál es la pesadilla más alucinante y en technicolor que he tenido últimamente?.
R: Cuando soñé con una tsunami que asolaba mi barrio. Lástima que no era día de partido.

- P: ¿Y la que más inquietud me produjo?.
R: Hace tiempo, una en la que alguien que me ayudó con mis problemas en cierto momento parecía empequeñecerse y enfermar cuando se encontraba con su novia y se alejaba con ella por una calle solitaria, cuesta abajo y que no se sabía a dónde llevaba.

- P: ¿La vez que voy a dormir más tranquila será cuando por fin duerma el sueño de los justos?.
R: No siempre los que duermen ese sueño son justos, no sé por qué lo llaman así.

- P: ¿Cuándo he descansado por fin más en paz (RIP)?.
R: Cuando he terminado una sesión de step o aerobic, que acabo muerta.

- P: ¿ Por qué es por lo que estoy más agradecida a la Administración Pública?.
R: Por la posibilidad de escribir un blog en horas de trabajo y no tener que irme a un ciber café.

- P: ¿De qué me gustaría ser dueña?.
R: De mis sueños nocturnos, pero Pizza Hut me lo impide.

- P: ¿Cuál ha sido el piropo más suave que me han dicho últimamente por la calle?.
R: Qué flamenca estás, jamona.

- P: ¿Hay que atar corto a las mujeres, como dicen algunos hombres?.
R: Con las dimensiones que yo tengo es difícil que a mí me aten corto. Quizá con nudo corredizo.

- P: ¿Me gustaría hacerme pescadora de hombres, como los apóstoles?.
R: Siiiiii, siiiiii, siiiiii.

- P: ¿Y no poder comer nunca más chocolate?.
R: Noooo, noooo, nooooo.

- P: ¿Qué es la cosa que menos me gusta que me llamen?.
R: Jo, macho’s.

- P: ¿Y cuáles son las palabras no muy bien sonantes que repetía con más frecuencia una de mis jefas?.
R: Jobar, macho.

- P: ¿Me gustaría estar divina de la muerte?.
R: Sólo si fuera una reinona.

- P: ¿Qué condiciones son necesarias para llegar a la cumbre en la profesión administrativa?.
R: Ignorar (sobre todo lo que tenga que ver con la informática), y delegarlo todo en los subordinados menos el tiempo del desayuno.

- P: ¿Poto luego existo?.
R: Eso dijo Forges a propósito de los que se marean en los viajes (puag).

- P: ¿Quién llamó al embarazo la dulce espera?.
R: Un hombre seguramente.

- P: ¿Y quién llamó al exceso de barriga la curva de la felicidad?.
R: Algún gilipuertas, sin duda, aunque no necesariamente un hombre.

- P:¿ Estoy empezando a parecerme a Risto Mejide por la forma como escribe?.
R: Él a mí a lo mejor. También tiene su puntito lacerante, y tierno.

- P: ¿Para qué sirve la vaselina? (ya empezamos).
R: Los del Opus me dijeron una cosa muy fea a ese respecto cuando hacía el cursillo prematrimonial. Seguro que me gafaron ellos.

- P:¿ Con qué me río más últimamente?.
R: Con las gilipolleces que escribo, me hago mucha gracia. Estaré perdiendo el norte. Aunque siempre queda el sur, que también existe.

- P: ¿A qué cosas tengo más miedo?.
R: A la montaña rusa, y a que no me quiera nadie. Creo que es algo parecido.

- P: ¿Y a qué cosas no tengo miedo nunca?.
R: A unas buenas olas, y a un tío bueno que sea bueno.

- P: ¿ Dónde se esconde el demonio?.
R: En la nevera de casa, y en el interior de las tabletas de chocolate.

- P: ¿Y dónde se esconde un ángel?.
R: En la cara de un niño cuando está durmiendo.

- P: ¿Por qué la mayoría de mis preguntas son tan mordaces?.
R: Seguramente porque desayuno guindilla.

- P: ¿Qué noticia me ha entristecido más recientemente?.
R: Que Paul Newman se esté muriendo de cáncer. Ya se podría morir otro que fuera más feo.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Para Mercedes


El primer recuerdo que guardo de ti, Mercedes, fue una vez que, charlando con una compañera que tenía yo por entonces en mi despacho, te oí decir hablando sobre ti misma que eras como una niña, por tu forma de ser y de ver la vida. No sé si sabrás cuán afortunada eres en realidad: pocas personas no pierden por el camino con el transcurso de los años, entre avatares y decepciones, esa chispa de ingenuidad y fantasía que son sin duda tus señas de identidad.
Nada en ti deja indiferente, no eres como la mayoría: tu personal forma de vestir y tu amabilidad con todo el mundo, en un trabajo éste como el que tenemos en el que casi nadie concede el tiempo suficiente a las relaciones personales, son cosas que llaman la atención. Tú siempre te presentas a los demás sin artificios, sincera y natural, transparente.
Nosotras hemos conversado en contadas ocasiones, las suficientes para saber, Mercedes, que eres un ser humano lleno de metas y proyectos, tesonera con lo que te importa, alguien muy humano.
Tu enorme esfuerzo cuando, estando embarazada y faltándote muy poco para dar a luz, te presentaste una vez más a las oposiciones que por fin has conseguido superar, y que son la causa que hace que te tengamos ahora que despedir, es un ejemplo a seguir por todos por tu valor y tu dedicación. Sabes que, aunque tú le quitas importancia por tu sencillez, es un logro que muchos persiguen y pocos alcanzan. Y además encuentras tiempo para estudiar en la Universidad: no puedo más que quitarme el sombrero.
Cuando nos presentaste a tu hijo me pareció tan frágil y tan bonito, aferrado como estaba a ti y chupándote, en una mezcla de glotonería de amor y de comida, vi que era el regalo perfecto largo tiempo deseado que Dios te había hecho para colmar de felicidad tu existencia. Y cuando conocí a tu marido, sin duda un hombre bueno y un auténtico padrazo, otro niño más en tu casa, supe por qué conservas y mantienes tus ilusiones y tus ganas de vivir.
Aún dentro de tus zozobras, que te hacen dudar de los pasos que vas dando en la vida y darle vueltas a todo en tu cabeza, sigues un rumbo para nada equivocado que seguramente te conducirá a la realización de todos tus sueños. Has conseguido ahora la estabilidad laboral y sabrás ya a estas alturas que llevarás siempre a término todo lo que te propongas.
Si allá donde vayas sigues siendo como hasta ahora, ten por seguro que ningún mal te va a acechar: no cambies nunca, no tengas temor a lo incierto del futuro.
Seguro que en tu nuevo trabajo harás muchos amigos, y sabrán apreciarte en lo mucho que vales. Ellos van a tener la suerte de contar con tu buenhacer profesional y con tus valores humanos. Y de aquí nunca te irás del todo, porque de los sitios donde somos queridos no nos terminamos nunca de marchar completamente.
Guarda tus tesoros, los que tienes en tu hogar y los que albergas en tu corazón. Son al final lo único que realmente importa en la vida, aquello que nunca debes perder. Mucha suerte en todo lo que emprendas a partir de ahora. No vuelvas nunca la vista atrás: lo mejor está siempre por venir.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Sal y pimienta (I)




- P: ¿Por qué en un examen de matemáticas en el instituto en el que una “compañera” copió de mí, a ella le pusieron un 5 y a mí un 4?.
R: Porque era una lameculos (y creo que lo sigue siendo).

- P: ¿Por qué cuando estaba pariendo a mi hijo me decían las comadronas que apretara como si estuviera haciendo mis necesidades?.
R: Porque sabían, no sé cómo, que soy de natural estreñido.

- P: ¿Por qué llevo 42 años estudiando el comportamiento humano y sigo sin encontrarle una explicación?.
R: Porque del planeta que vengo se olvidaron de darme el libro de instrucciones.

- P: ¿Por qué hubo un profesor de gimnasia que dijo que me hacía falta una brújula?.
R: No fue porque necesitaba orientarme, noooooo. Sólo se refería a mi incapacidad para entender algunas de sus explicaciones.

- P: ¿Qué fue lo más valioso que tuve en el pasado?.
R: El amor que sentí, el primero.

- P: ¿Qué es lo más valioso que tengo en el presente?.
R: Mis hijos, por lo que ha merecido la pena todo lo demás, lo bueno y lo malo.

- P: ¿Qué es lo más valioso que quiero tener en el futuro?.
R: Amor, y a mis hijos.

- P: ¿Por qué es bastante probable que muramos viejos y solos?.
R: Porque ésta es la carrera de a ver quién aguanta más, y tonto el último, y nosotros tenemos mucho aguante y no queremos ser tontos.

- P: ¿Se puede luchar contra lo malo que la genética hace que heredemos de nuestros padres?.
R: Sí, acudiendo conjuntamente a Esthetic Center y a un psicólogo, que a golpe de talonario casi todo tiene arreglo. Mens sana in corpore sano. Y menos fabada Litoral. Y menos sado maso mental.

- P: ¿Qué desearía hacer a todas horas?.
R: Bailar dance y house. Y sufrir un síndrome de Stendhal. Y comer chocolate. Lo otro va a ser más difícil.

- P: ¿Qué querría hacer con mi pensión cuando me jubile?.
R: Dar la vuelta al mundo en 80 días. Si lo hago en globo, como contaba Julio Verne, a lo mejor me da para todo.

- P: ¿Cuál ha sido una de las imágenes de televisión que más me ha horrorizado?.
R: Cuando el príncipe Carlos de Inglaterra quiso imitar a los de Full Monty poniéndose en una cola y haciendo ciertos gestos.

- P: ¿ Y cuál fue una de las que más me gustó?.
R: Cuando ví a una mujer pariendo en una especie de piscina (con epidural, me imagino), las cosas que dijo y las emociones que transmitió. Absolutamente conmovedor.

- P: ¿Por qué las mejores cosas de la vida tardan en llegar?.
R: Porque en ésto es como con la comida, necesita su tiempo para estar a punto, y a fuego lento mejor.

- P: ¿Es importante el nº de años que vivamos, cuantos más mejor?.
R: Es importante cómo los vivamos, mejor pocos y bien que muchos y mal. Instinto de supervivencia aparte.

- P: ¿Por qué en China se cotizan ahora tanto las niñas?.
R: Porque durante años las estuvieron masacrando cuando nacían, y las que quedan se han hecho mayores y quieren vivir independientes, sin formar una familia.

- P: ¿Cuál es el reportaje que más me ha impresionado últimamente?.
R: Uno que leí en una revista sobre unas mujeres en las montañas de Albania que desde niñas decidieron vestirse y comportarse como hombres para complacer a sus padres y para tener más libertad.

- P: ¿Qué quitaría si pudiera del pasado de mi país?.
R: La guerra civil.

- P: ¿Y qué quitaría del presente de mi país?.
R: La guerra civil encubierta que hay. La memoria histórica que va a ser como la caja de Pandora. Vivimos una constante regresión. Hubo fosas comunes para ambos bandos. Ni fosa vamos a tener los que queremos que nos incineren. Y qué.

- P: ¿Cuál es el indicador más preciso, además de la báscula, de que he vuelto a coger peso?.
R: Un andamio lleno de albañiles. Cuenta más carne, más barbaridades dicen. Así hay luego tanto accidente laboral.

- P: ¿ En qué se parece el mar a un vagón de metro?.
R: En que puedes encontrar pulpos dispuestos a rodearte con sus tentáculos y dejarte pegadas sus ventosas.

- P: ¿Qué es lo único que vamos a tener vitalicio en esta vida?.
R: La pensión de jubilación (de momento). Y la estupidez fluctuante también.

- P: ¿Qué dos cosas se le dan mejor a mi madre?.
R: Escribir poesías y contar chistes durante varias horas seguidas sin casi respirar. Lo de poner a parir a los socialistas no sé si cuenta.

- P: ¿Y qué dos cosas se le dan mejor a mi padre?.
R: Dibujar, y dirigir una orquesta imaginaria cuando escucha música clásica. Lo de reirse-escarnecer a Zapatero no sé si cuenta.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Un toque de canela




A Fanis, con sus siete años, le gustaba estar en la tienda de especias que su abuelo tenía, allá en Estambul, donde vivían. Era un lugar lleno de aromas, en el que además aprendió muchas cosas de la vida.
El abuelo le enseñaba las propiedades curativas de todos aquellos polvos de colores que se amontonaban en pequeños sacos por todos los rincones, y comparaba sus sabores con los astros y planetas: la pimienta, como es caliente y quema la garganta, es como el Sol y Mercurio; la canela, que es dulce y amarga, es Venus, la más bella de las mujeres, porque las mujeres más hermosas son así, dulces y amargas; la sal es como la Tierra, es lo que da vida.
Las tías y la madre de Fanis cocinaban muy bien, pero una de ellas tenía un don especial, aunque cuando le pasaba sus recetas a las demás ya no sabían lo mismo. Un día la madre de Fanis le preguntó por una receta, y ella le dijo que el secreto estaba en echarle una especia llamada guisamabut. Cuando el padre de Fanis le preguntó qué era lo que le había puesto a aquella comida para que supiera tan mal y ella se lo dijo, exclamó horrorizado que cómo había podido, que esa especia la usaban en su casa cuando era niño para quitar los granos. La tía le dijo a la madre que ella echaba muy poco: todo consistía en poner la cantidad justa a cada cosa, como un toque mágico.
Era cómico estar en la cocina de la casa de Fanis, porque había siempre una multitud allí congregada y cada uno daba su opinión.
El tío Emilius, capitán de barco, les visitaba de vez en cuando y cada vez que iba les traía algún artilugio de cocina de reciente difusión. En esa ocasión llevó una olla a presión. Cuando la pusieron y vieron que hacía tantos ruidos todos se asustaron, y el padre de Fanis quiso abrirla sin esperar a que saliera el vapor. El susto que le provocó la explosión a una de las tías más mayores le curó el Parkinson que tenía.
El tío Emilius hablaba de las cosas que había visto en sus viajes y de las mujeres que había conocido. Enseñó la foto de su última conquista, y dijo que en algunos países las mujeres cuando saltean mejillones es que están enamoradas.
Fanis también estaba enamorado, y el objeto de su amor era Saime, la hija de la mejor amiga de su madre. Ella decía que cocinara para ella, y él le contestaba que sólo si bailaba para él.
A los hombres les gustaba ir a los baños turcos a charlar. Allí tienen lugar conversaciones muy profundas, porque las almas se abren como los mejillones con el vapor.
Un buen día un funcionario de inmigración les visitó en su casa: todos los ciudadanos griegos que vivían en Turquía iban a ser deportados. Aquel hombre le dijo algo al oido al padre de Fanis: si abrazaban la fe musulmana podrían quedarse. Él sólo dudó cinco segundos antes de negarse, pero esa pequeña duda que tuvo le atormentaría el resto de su vida.
En las oficinas de inmigración de la estación de tren, cuando ya se marchaban, marcaron todos los equipajes con una tiza blanca. Fanis pensó que aquellas marcas serían muy similares probablemente a las de todos los deportados del mundo.
Los turcos les deportaban como griegos, y éstos les recibían como turcos. Tenían una sensación como de haberse quedado sin patria.
Ya instalados en su nueva casa de Grecia, la madre añoraba el pescado que tenían en Estambul, porque decía que era el mejor del mundo. El padre, sin embargo, decía que eso sólo se producía cuando el Bósforo se desbordaba y no había cristales en las ventanas.
Fanis, un buen día, se remangó estando en la cocina y comenzó a preparar platos exquisitos. Todos se preguntaban cómo era capaz de hacer aquellos platos tan deliciosos si no lo había hecho nunca antes. Fanis había aprendido mucho durante todos aquellos años, escuchando los secretos culinarios y viendo cocinar a los demás.
Las salsas llevan los sabores hasta la exageración. Así hay gente que no pone salsas en las comidas, pero sí en las conversaciones. Por eso empezaron a decir los conocidos que lo que hacía Fanis era cosa de niñas y de gente trastornada. En el colegio también le dijeron al padre que no se concentraba en los estudios, que su cabeza andaba siempre en otra parte y que jugaba en el recreo a las cocinitas con las compañeras.
Cuando los padres decidieron apartarlo de la cocina, Fanis se encerró en el servicio: dormía en la bañera y en la taza del váter se sentaba a escribir a Saime unas postales, que perfumaba con un poco de canela. Así estuvo casi dos años.
Cuando el tío Emilius volvió a visitarles, trajo esta vez una batidora. La tía más mayor la cogió con tanto entusiasmo con las dos manos mientras funcionaba, que le volvió el Parkinson.
Su tío le convenció para que saliera de su reclusión diciendo que Saime ya le habría olvidado. Entonces, cuando nadie le veía, hizo su equipaje y se fue a la estación de tren para regresar a Estambul. Los revisores lo descubrieron dormido en uno de los asientos, poco antes de que saliera el tren. En el andén le esperaban sus padres y un pelotón del ejército. Con razón a él no le habían gustado nunca los uniformes.
Su padre lo metió entonces en los Boy Scouts. Un día cantaba con otros compañeros ante unos hombres para ganarse algún dinero, cuando la dueña de un prostíbulo le hizo pasar a la cocina para darle también unas monedas, y allí se puso a cocinar otra vez.
Cuando estaba en la comisaría, el policía jefe le dijo a su padre que al niño le convenía visitar otros lugares que reforzaran su espíritu étnico y le alejaran de las ideas comunistas, por lo que a modo de receta le recomendó que visitara los Jardines Reales y el Museo de la Guerra, dos veces en semana después de las comidas.
De jovencillo siguió visitando el burdel, donde además de cocinar disfrutaba de otras cosas. Se empleó en la cocina de un restaurante. Él pensaba que allí se cocinaba muy deprisa, sin cuidado: parecía que hubieran dejado la comida sin terminar a medias en alguna otra parte.
Cuando el tío Emilius se quiso casar, para que al abuelo le gustase ella tenía que saber cocinar. Fanis fue el encargado de enseñarle, aunque con poco éxito. Le decía que a la ternera había que esconderle siempre un poco de ajo y cebolla, pero ella lo ponía en duda y todo lo discutía. Fanis le dijo que para casarse tendría que aprender a esconder algunas cosas.
El abuelo le mandaba al tío Emilius radiografías a todos los sitios del mundo donde viajó. Él al principio creía que era para que las vieran otros médicos. Luego comprendió que en realidad quería que las viera él, y esto sucedía cada vez que había una crisis con los turcos.
Fanis fue a ver al tío Emilius a su barco, y charlaron de mujeres. Emilius decía que por la forma de moverse una mujer sabes lo que se está cocinando. También dijo que en la vida hay dos clases de viajeros: los que miran el mapa para trazar una nueva ruta, y los que se miran en el espejo. Los primeros son los que se van, los segundos los que regresan.
En las comidas, siempre esperaban al abuelo, pero no llegaba nunca porque en el último momento les llamaba poniendo cualquier pretexto. El padre de Fanis dijo que era inútil que le esperaran porque nunca vendría, él nunca abandonaría Estambul porque era la ciudad más bonita del mundo, y ellos tampoco se habrían ido si no fuera porque los habían deportado.
Ya de adulto, Fanis se hizo profesor de astronomía. Su abuelo solía decir que la palabra gastrónomo contiene también la palabra astrónomo.
Cuando regresó a Estambul para visitar al abuelo en el hospital porque se estaba muriendo, como no podía hablar, el anciano frotó los dedos de una de sus manos como si estuviera espolvoreando alguna especia. Fue su forma de decirle adiós.

“Un toque de canela” es una película en la que nada absolutamente, ni las imágenes, ni los diálogos, ni la voz del protagonista que es el narrador, están puestos por casualidad: todo tiene un significado, todo tiene un sentido que no se alcanza a comprender en su totalidad hasta que no se ha visto varias veces.
Los acontecimientos se suceden sin solución de continuidad, se tiene la sensación de que la vida de Fanis se nos presenta como a cortes, en episodios sueltos que reflejan momentos importantes y aislados que tienen resonancias significativas en su existencia.
Los escenarios donde se desarrolla la historia, la visión de Estambul desde lo alto de un alminar mientras llaman a la oración, la tienda del abuelo, la casa familiar a la hora de comer, aparecen en la pantalla llenos de sugerencias, de calor, y parece que incluso de olor.
Este film es un canto al hogar, a las raíces, al amor, a la patria que te ha visto nacer y a la que te ha acogido, visto con dulzura y melancolía.
Los diálogos son tan pronto evocadores y nostálgicos como salpican la cotidianeidad de picaresca e ironía.
Todo en la vida de Fanis tiene que ver con la cocina, incluso cuando dejó de cocinar. Y ciertamente, al final de la película queda como un regusto en la boca a canela.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Sexualmente correcto


Parece increíble que una faceta tan básica y tan corriente en la vida de las personas como es el sexo siga siendo aún hoy en día un tema casi tabú, algo de lo que hay que hablar como a media voz.
El sexo se sigue entendiendo mal: no es un asunto relegado al ámbito de la pornografía y la prostitución, ni una cuestión que esté reñida con la moral, las buenas costumbres y la religión.
Seguimos creyendo que nos expulsaron del Paraíso por culpa del deseo carnal, e incluso hubo un Papa, creo que fue el anterior al que ahora tenemos (lo adoro a pesar de todo), que dijo que era pecado mirar con deseo a tu pareja.
La represión tan grande que ha existido siempre en este tema conduce a lo que en el momento actual estamos padeciendo: una exacerbación del sexo traducida a lamentables programas de televisión, películas y libros. Hasta se puede ganar un concurso de blogs hablando sólo de eso.
Los pocos programas televisivos que lo han tratado han durado poco y han resultado pintorescos. Quizá en este país sigamos sin estar preparados para hablar de sexo con naturalidad. En ninguna parte del mundo creo yo, porque o la tradición cultural lo impide (sobre todo en detrimento de la mujer), o se disfraza de puritanismo (los norteamericanos son maestros en eso). Sigo pensando que los países del norte de Europa son en cuanto al sexo, y en casi todo lo demás, mucho más avanzados que nosotros.
Uno de los temas de discusión entre mi ex marido y yo era precisamente éste: él censuraba que yo contestara sin tapujos a las preguntas de nuestros hijos sobre sexo. Los sobrinos de él tenían una asignatura cuando estudiaban dedicada exclusivamente a este tema. ¿Por qué esperar a que un extraño te hable de ello cuando en tu casa puedes comprenderlo, seguramente mucho mejor?. Además, se trataba de explicaciones muy someras, adaptadas a su edad, ya que muchas cosas no podrán comprenderlas hasta que nos las experimenten por sí mismos.
Cuando mi ex marido reprobaba el tema delante de los niños, hacía que el sexo pareciera algo feo. No sabe él que algunos de los pocos recuerdos gratos que guardo de cuando estuvimos casados se refieren precisamente a esa época, que duró poco, en la que hacíamos el amor en cualquier parte, más de una vez al día, esa época en la que había tanta confianza entre nosotros, algo que creo es fundamental en una pareja. Era un juego divertido y placentero, algo sano y bonito.
Es cierto que hablar o escribir sobre sexo suele resultar estéticamente incorrecto, aunque sea sexualmente correcto aquello que estemos tratando y no entremos en muchas profundidades. Esa pátina de suciedad aparente está por lo general en la mente del que escucha y en los ojos del que mira, cuando no se vive la sexualidad de forma sana y cuando se ha recibido una educación precaria.
La terminología que acompaña a lo sexual es siempre bastante explícita, e intentar adornarla con tintes poéticos nos aleja de la realidad: se trata al fin y al cabo de una necesidad fisiológica más de las muchas que tenemos, y a la que quizá se le ha dado una importancia desmesurada.
A mi hermana le hacía mucha gracia una profesora que tuvo en el colegio, y que afortunadamente duró poco tiempo, que le gustaba hablar de vez en cuando de sexo en una época en que aún no era corriente hablarlo en las aulas. Decía que el sexo había que tomarlo con naturalidad y que teníamos que aceptar y conocer nuestro cuerpo, y mientras lo decía se daba unos masajes en los pechos a modo de ejemplo, para rechifla general.
El sexo parece que invita al exhibicionismo. No es necesario dar una clase práctica ante un auditorio seguramente muy receptivo, como hiciera en su día la Monty Pyton en una de sus hilarantes películas, pero sí hablar desinhibidamente de ello, porque la sexualidad mal entendida es fuente inagotable de frustración. No hace falta recurrir ni siquiera a un psicólogo para este asunto, a no ser que sea un caso extremo: cualquiera puede dar su opinión abiertamente, porque todos somos distintos y experimentamos las cosas de forma diferente, y siempre tenemos algo que aprender, sobre todo en lo que a sexo se refiere. No hay misterios ni morbo: se trata al final de una de las dos cosas, junto con nuestras necesidades escatológicas, que son cotidianas pero que hacemos en privado.
Tampoco vamos a achacar el origen de nuestros problemas al exceso o carencia de sexo ya desde nuestra infancia, como hacía Freud, si no más bien a cuestiones de índole afectiva.
Es cierto que algunos trastornos de la mente, como la personalidad bipolar o la neurosis, producen un apetito sexual desmedido en quienes la padecen, pero salvando estos casos que son ya patologías y que además tienen curación, cada cual debe hacer uso del sexo en la medida de sus necesidades, que normalmente escapan a nuestra voluntad, ya que nacemos con unas predisposiciones que no elegimos nosotros.
Es bueno, sin embargo, ejercitar la mente para conseguir un adecuado control sobre la propia sexualidad, como sobre todo lo que atañe a nuestro cuerpo, porque en la vida no siempre tenemos de todo cuando lo necesitamos.
El sexo, tema inagotable de debate donde los haya, el mayor placer de todos los que conocemos, combinación perfecta y sublime del amor, ejercicio gimnástico recomendable para todos los que quieran perder peso, acicate de la imaginación, reductor de estrés, alivio de enfermedades físicas y psíquicas…. En fin, no hay nada que se le pueda reprochar. Seguro que Adán y Eva hicieron otra cosa para que les expulsaran del Paraíso, eso no pudo ser. Reinterpretemos las Sagradas Escrituras, por favor. Y si no que nos hubieran hecho de otra manera.

viernes, 5 de septiembre de 2008

De amor y de sexo




Aviso legal: el contenido de estas preguntas con respuesta puede herir la sensibilidad del lector infantil, tenga la edad que tenga. Los adultos pasarán un rato lubrificante y jocoso, espero. Que cada cual aporte su experiencia personal, que supongo será muy variopinta.
Pasen y lean.

- P: ¿Por qué Adán se arriesgó a perder su inmortalidad comiendo de la manzana de Eva?.
R: Porque toda una eternidad de amor sin sexo no tiene maldita la gracia.

- P: ¿Por qué hay un índice tan alto de separaciones hoy en día?.
R: Porque toda una eternidad de sexo sin amor no tiene tampoco maldita la gracia.

- P: ¿Por qué a los hombres casi no se les oye cuando tienen un orgasmo?
R: Porque las mujeres nos hacemos notar más.

- P: ¿Cómo se puede hacer el amor con tu pareja y estar pensando en otra persona?.
R: Se puede hacer echándole muchísima imaginación y siempre que se padezca algún tipo de neurosis.

- P: ¿Por qué les gusta tanto a los hombres el sexo anal y bucal?.
R: Porque, al contrario que en el golf, el agujero no importa.

- P: ¿Cuántos agujeros del cuerpo de la mujer pueden utilizar los hombres en la práctica del sexo?.
R: Eso depende del tamaño de su p..., no hay una medida stándard.

- P: ¿Por qué se siente un placer cada vez mayor con cada orgasmo que tengamos en una sola noche?.
R: Porque cuando la libido se despierta no le gusta irse a dormir, y encima aprende.

- P: ¿Por qué envidiamos a Marilyn?.
R: Porque era multiorgásmica.

- P: ¿Por qué practicar sexo se parece a comer?.
R: Porque también comemos, chupamos, mordemos, lamemos, saboreamos, digerimos, degustamos ....

- P: ¿Por qué todo lo que produce placer tiene que entrar por algún tipo de agujero: la música por el conducto auditivo, el perfume por el conducto nasal, el pene por el conducto vaginal-anal-bucal-¿auditivo?-¿nasal?.
R: No lo sé, pero si al final del túnel ves una luz muy intensa no vayas hacia allí.

- P: ¿Por qué el ginecólogo utiliza un aparato con forma de falo para hacer las ecografías vaginales?.
R: Porque la Sanidad aún no ha divulgado los nuevos diseños tocológicos europeos.

- P: ¿La frigidez femenina es culpa del hombre?.
R: Es culpa del hombre y de la madre de una.

- P: ¿Por qué al hombre le preocupa tanto conseguir una erección?.
R: Porque creen que las mujeres disfrutamos más con la penetración que con la fricción. Y porque les gusta poner una pica en Flandes, dejar el pabellón bien alto, ...... etc.

- P: ¿Cuál fue la película porno que más asco me dio?.
R: Una en la que una mujer exprimía un condón lleno de semen sobre un plato de Duralex transparente y luego se tomaba el contenido a lametones. Sólo le faltó hacer gárgaras con él.

- P: ¿Por qué la Iglesia censura la masturbación?.
R: Lo ignoro, pues siempre le ha gustado los actos de contricción.

- P: ¿Por qué los hombres suelen hablar de fútbol y de sexo de forma parecida?.
R: Porque le gusta todo lo que sea meter y sacar, chutar, lanzar un córner, y marcar un gol....

- P: ¿Por qué la mayoría de los hombres llaman guarras a las mujeres que opinan libremente sobre el sexo?.
R: Porque sus madres las pobres les enseñaron que tenían que ser muy machotes, mientras ellas sufrían en silencio sus frustraciones (y sus hemorroides probablemente).

- P: ¿Cuál fue uno de los orgasmos del que más grato recuerdo guardo?.
R: Aquel que tuve cuando hice a mi hijo, que fue bastante bestial y me lo pasé muy bien.

- P: ¿En qué se parece el sexo a un circo?.
R: En que es el mayor espectáculo del mundo, y encima nos crecen los enanos (¿?).

- P: ¿Por qué nos reproducimos?.
R: Porque nos gusta el sexo productivo (y si no que se lo digan a los del Opus).

- P: ¿Sería interesante practicar las mil posturas del Kamasutra?.
R: Sí si lo que queremos es ir a las Olimpiadas.

- P: ¿Por qué al órgano sexual masculino le ponen tantos nombres femeninos: verga, polla, churra, cola.....?
R: Porque lo de ellos nos pertenece en realidad a nosotras.

- P: ¿Y por qué al órgano sexual femenino le ponen tantos nombres masculinos: coño, chocho, chichi, chumino....?
R: Porque lo nuestro les pertenece a ellos.

- P: ¿Qué es más importante a la larga, el sexo o el amor?.
R: El amor, porque no tiene limitaciones físicas ni de ninguna clase, ni exige tomar precauciones, ni se pasa en un rato.

- P: ¿Por qué el hombre y la mujer, ya sea por amor o por sexo, no pueden pasar el uno sin el otro?.
R: Porque nosotras salimos de una costilla de ellos, y ellos salen de nosotras cuando los parimos. Somos una misma carne, una misma sangre, y nos gusta fundirnos-confundirnos los unos con las otras.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

En honor a la verdad (III)


- Hay una imagen que siempre me ha encantado, en “El Sur” de Víctor Erice, aquella en la que la niña protagonista en el día de su Primera Comunión baila con su padre, mientras el resto de los invitados al convite los están mirando encantados, sentados a ambos lados de una mesa muy larga. El sonido del acordeón, ellos bailando mientras se miran a los ojos, el velo y la corona de flores de ella puestos sobre el respaldo de su silla presidiendo la mesa, un aire familiar y de celebración que flota en el ambiente, todo eso hace que esa escena sea una de las que guardo en mi memoria de las muchas que he visto en el cine como algo precioso y bonito. La relación entre padre e hija, la ternura, la fascinación de ella, el orgullo de él, un estrecho contacto que en el caso de esta niña sería muy corto. La música, las imágenes, todo a la vez, es mágico.

- Qué sugerente resulta la Catwoman que interpretó Michelle Pfeiffer, con esa forma de lanzar la pierna cuando lucha, de sacar las uñas, de manejar el látigo, de pasar la lengua por el brazo y luego por la frente como hacen los gatos cuando se atusan, con esa manera tan felina de mirar. Lo único que no conseguiría emular nunca es lo de ir a todas partes dando volteretas. No me importaría ser de vez en cuando Catwoman, saltar de un tejado a otro de noche por toda la ciudad y ver desde allí arriba todo lo que no podemos ver estando aquí abajo. Y decir “miau” cuando algo me guste. Miau.

- Una de las cosas más absurdas que hay hoy en día son los letreros de los paquetes de tabaco amenazando a los compradores con todo tipo de enfermedades y con la muerte. Todo el mundo sabe lo que puede suponer fumar, no hace falta recordarlo con esos rótulos siniestros. A las pistolas no les ponen carteles diciendo que pueden matar, es algo evidente.
Lo que es demencial es que se comercialicen cosas que son nocivas para la salud, sean de la índole que se trate, y que además resulten tan rentables para los fabricantes. Son suicidios que salen caros, los hay que cuestan bastante menos y acaban antes. Para que luego digan que cada uno no puede elegir su forma de morir, si hasta te lo sirven en bandeja y lo promocionan por todos sitios.
 
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