sábado, 30 de abril de 2011

Fotos de Ana (I)


A mí la fotografía es algo que me ha gustado siempre mucho. De hecho me faltó tiempo para comprarme una cámara en cuanto cobre mi primer sueldo.
Mi hija me sorprende ahora con las fotos que saca. La mayoria se las hace a sí misma o con sus amigos, poniendo esas caras lánguidas que están tan de moda últimamente, y luego las cuelga en el Tuenti. Pero a veces se le ocurren otras cosas. En realidad tiene un gran sentido de la estética, como yo.

Inmortalizó la cabina de teléfono que compramos en Londres, en el salón de casa. Aquí parece casi tan grande como una de verdad.


 De sus ojos ha hecho muchas fotos, porque la verdad es que los tiene muy bonitos, pero esta es la que más me gusta. Impresiona.

























 Me pareció curiosa la imagen de  este pollito sobre su mano, que hace poco le tocó en un huevo Kinder.

Este primer plano de su reloj y una de sus pulseras también me encanta.

viernes, 29 de abril de 2011

Sí quiero


Cuánta emoción hoy para los que somos románticos empedernidos, amantes de las historias con final feliz. Una vez más el común de los mortales asistimos palpitantes a otra boda de cuento de hadas, que nos ha hecho recordar a aquella otra que tuvo lugar hace ya tanto tiempo, cuando se casaron los padres del contrayente. Pero en esta ocasión no nos dejamos envolver por la nube de glamour que envolvió a aquella. Ahora vemos a dos personas de carne y hueso que pasan por la vicaría con el boato que su condición requiere, y con los pies bien puestos en el suelo.

Quién no recuerda a lady Diana Spencer caminando por el interminable pasillo de la Catedral de San Pablo de Londres, con su larguísima cola arrastrando por la alfombra de gala, su velo tan esponjoso y sugerente, la explosión de flores en el altar y en los bancos donde se sentaban los invitados. Nunca un acontecimiento de estas características había suscitado una curiosidad tan enorme ni había acaparado la atención pública de aquella manera. Las cámaras de televisión siguieron paso a paso cada momento de la ceremonia, y millones de personas contemplaron en directo cómo se casan los miembros de la monarquía en un país que al fin y al cabo son sólo unas islas.

Diana Frances Spencer sonreía tímidamente a todos, bajando un poco la cabeza, en un gesto que fue muy de ella al principio de su carrera pública. Era muy joven en aquel entonces y estaba empezando a vivir, y de la noche a la mañana se había convertido en la protagonista involuntaria de un cuento de hadas contemporáneo en el que no podía perder ningún zapatito de cristal (exigencias del rígido protocolo inglés). Confiada, enamorada, caminaba del brazo de su recién estrenado marido, el único hombre de su vida.
Él se había retirado al campo unos días antes para meditar el paso tan decisivo que iba a dar. Qué sensato y reflexivo, pensamos todos en su momento. A nadie se le ocurrió que en realidad se estaba debatiendo entre dos mujeres, y que la decisión que tomó fue la única que parece que le dejaron tomar los que siempre han decidido por él: casarse con la bella jovencita y seguir su affaire con la que realmente estaba enamorado.
Quién ha dicho que por pertenecer a la monarquía se esté libre de los mismos pecados y miserias que el resto de la gente. Adulterio, estafa sentimental, con las consecuencias psicológicas tan penosas que todo ello lleva consigo.

Mirando hace un momento las imágenes de Kate durante el enlace, se ve a una mujer serena y segura de lo que hace. Ella no parece arredrarse ante las dificultades, aunque la presión mediática la afectará de alguna manera (nadie es de piedra). Su creciente delgadez desde que empezaron los preparativos hasta que ha llegado el día nos hacen imaginar que los nervios tienen algo que ver. De todos modos, en la corte británica desde que lady Di entrara por vez primera, parece requisito imprescindible que la figura de las mujeres que la integran sea lo más delgada posible. Se inauguró la era de la anorexia, algo que Sara Ferguson llevó tan mal, ya que iba contra su naturaleza.

Millonaria gracias al éxito de sus progenitores con la venta por Internet de artículos para fiestas, su posición le permitió a Kate introducirse en los círculos más selectos. Pero no podemos olvidar sus cualidades como persona: su inteligencia, su naturalidad, su espíritu de superación, su bondad sin alardes,  y también su particular belleza, su encanto, su personalidad. Hay algo en ella que nos hace pensar que no es sólo una persona a la que la diosa fortuna ha sonreído gracias a un golpe de suerte. El príncipe del cuento de hadas no te toca en una tómbola de feria por llevar el número adecuado. Tenía al resto del mundo para elegir, y se quedó con él.
Viendo las fotos recién hechas de su boda, se ve a Kate bien alejada del estereotipo que todo el mundo había fabricado para ella: su vestido no podía ser más distinto del de lady Di por su sencillez y elegancia; su porte no podía ser más seguro; la ceremonia no podía ser más corta. El vestido de la reina era lo único previsible, fiel a sí misma. Y faltaba la madrina, a la que nadie se ha atrevido a sustituir, quiza porque nadie puede sustituir a una madre.

No sabemos si el príncipe será siempre azul, haciendo honor a su dignidad real, pero creo que sí podemos decir que ella va a ser la que es ahora siempre, con los inevitables cambios que en todos produce el paso del tiempo.

Cuando Kate se ha decidido a dar el “Sí quiero”, no lo ha hecho de una forma cualquiera.

jueves, 28 de abril de 2011

El sexto sentido


Hace unos días veía El sexto sentido, y me dejó una sensación distinta a las anteriores ocasiones en que la he visto. Siempre me ha impresionado el hecho de que haya personas que tengan una habilidad especial para percibir realidades que pasan inadvertidas a otros. Si esto le sucede a un niño, es aún más impactante.

Hay un programa en el Digital que trata este tema: aparecen diferentes casos de niños y algún adolescente que pueden “ver” a personas que ya han fallecido, y comunicarse con ellas. También, como en la película, viven estas experiencias como algo terrorífico. Ciertamente, si te pones en su lugar, y más si se es alguien aún tan joven, no es difícil imaginar lo mal que lo deben pasar. Tiene que ser espeluznante.

El protagonista de El sexto sentido no era desde luego un niño cualquiera. Experimentar percepciones extrasensoriales puede pensarse que es una cualidad excepcional. Para él era sin embargo una carga casi imposible de soportar. En el film la puesta en escena era sobrecogedora, con todos esos espíritus de gente fallecida en circunstancias violentas, seres llenos de ira o de tristeza, pálidos y ensangrentados. El hecho de que su boca exhalara vapor cada vez que ellos estaban cerca, como si de repente hiciera mucho frío, movía a espanto. “En ocasiones veo muertos”, le decía al otro protagonista, otra persona que no sabía que ya no pertenecía a este mundo hasta el final de la historia. “Ellos ven lo que quieren, y no saben que están muertos”, le dice con su voz infantil, con esa sesuda sensatez y resignación que sólo tienen los niños que pasan por circunstancias terribles. Es adorable.

Las premoniciones no sé si caerán dentro de la órbita del sexto sentido. Yo siempre he tenido, lo mismo que mi madre, y mi hijo ahora. Cuando los atentados de Atocha, la tarde anterior me abstraje por completo en un cierto momento y sin saber por qué y sin darle tampoco ninguna importancia, empezaron a pasar por mi mente una sucesión de imágenes, todas catastróficas, de cristales que reventaban como a cámara lenta, algo que debió durar unos segundos y que a mí me pareció que duraba mucho. Pensamientos negativos y apocalípticos son muy propios de mí, pero en aquella ocasión parece que sí tuvieron un fundamento.

Por lo general esas intuiciones, por llamarlas de alguna manera, no van más allá de recrear en mi mente la imagen de una persona que es significativa para mí o me ha dejado huella por alguna razón en el pasado, y verla ese mismo día o al día siguiente. La última vez que me ha pasado fue hace un par de días, que me encontré cerca del trabajo, cuando volvía del desayuno, a una antigua compañera del sitio donde trabajaba antes y en la que había pensado esa misma mañana, al encontrarme entre unos papeles el correo electrónico que me dejó en su momento. Paseaba con su marido y su hijo por allí. No tardó en mencionarme una carta que le escribí cuando se fue del sitio en el que trabajábamos, pues ella se marchó antes que yo, y que siempre me dijo que le había servido de ayuda para su vida, como si fuera un bálsamo para sus preocupaciones e incertidumbres. Su marido me dijo que al leerla le dio la impresión de que yo la conocía de toda la vida, cuando en realidad sólo habíamos hablado en algunas ocasiones, por los pasillos, aunque no hacen falta muchas palabras cuando hay empatía. Ella es una persona muy sensible, y me dijo que también tiene premoniciones. A lo mejor es sólo una cualidad de los que tenemos los sentidos muy receptivos, o quizá sea algo más que no se puede explicar, y que desde luego se transmite por herencia, como cualquier otra característica fisica o psiquica.
Cuando interactuamos con otras personas, percibimos detras de sus gestos y palabras una especie de aura que las acompaña, como un universo unico e irrepetible que los identifica y distingue, y que deja una impronta en nosotros. Con un poco mas que las lleguemos a conocer podemos imaginar por sus circunstancias cual ha sido su trayectoria vital y hasta sus mas reconditos pensamientos.

Dicen que el sexto sentido a veces está como adormecido, que hay épocas en que no está operativo. Otras, en cambio, en que funciona a pleno rendimiento. Es sin duda una extraña sensación la que se experimenta cuando se tiene, y a veces me da un poco de temor. En cualquier caso, parece que es algo inevitable e incontrolable.

miércoles, 27 de abril de 2011

Álbum familiar (VII)


Aquí se me ve recién licenciada, con el birrete y la toga, en una foto de estudio. Estoy enseñando pierna sugerente, en una pos muy sexy. Me hicieron otras dos más: en una aparezco muy formal sin el birrete, y en la otra riendo. La verdad es que estaba muy contenta. Parece que fue ayer...








En esta se me ve con mi padre en Mater Dei, un sitio de Castellón que fue mi primer lugar de vacaciones durante unos pocos años. La forma como miro a mi padre me encanta, para lo pequeña que era yo. Mi padre estaba tan delgado en aquella época que parecía una radiografía. Qué modas.

 











En esta otra estoy en el mismo sitio pero con mi madre y mi hermana. Mater Dei era un seminario que se vaciaba al llegar el verano, porque los seminaristas volvían con sus familias a pasar las vacaciones, y entonces se llenaba con turistas. Era un gran complejo de una sola planta, rodeado de césped y con una gran piscina. Aquí se nos ve en la zona donde se comía, al aire libre. Como estaban muy cerca las cocinas, recuerdo que siempre olía a patata cocida. Mi madre está muy guapa en esta foto.


martes, 26 de abril de 2011

Los Picapiedra


El otro día me ponía a ver en uno de los canales infantiles de Digital +, que aún conservo pese a que mis hijos por su edad ya no los ponen nunca, (y con la esperanza de que echen algo del Walt Disney de hace años), un episodio de Los Picapiedra. Recuerdo que de niña me encantaban, y que muchas noches, si me costaba dormirme, sólo bastaba con que recrease en mi mente el que hubiera visto ese día para entrar poco a poco en un dulce y apacible sueño.

Ya casi no me acordaba de muchas de las cosas que había en la serie que me divertían tanto, pero a poco de empezar a verla caí en la cuenta de por qué me gustaban tanto. Todo en ellos es ciertamente original e hilarante. Sus golpes de humor tienen su puntito irónico y jocoso, algo que también empleaba Walt Disney en sus historias. Y es que a los niños de antes nos trataban como a pequeños adultos, no tanto por los contenidos en sí como por el tono con el que eran relatados, siempre con inteligencia y agudeza. Se apelaba a la complicidad de la gente menuda, y se respetaba su inocencia. A los peques de hoy en día se les trata como a brutos y a estúpidos, pues se les ofrecen argumentos llenos de violencia y sexo velado, cuando no vacíos, monótonos y carentes de interés.

Sólo ver a Pedro Picapiedra con ese traje naranja plagado de manchas negras y esa extraña corbatita azul te llamaba poderosamente la atención. Su manera displicente de tratar a su vecino y mejor amigo, Pablo Mármol, recordaba un poco al juego de los payasos en el circo cuando uno hace de listo y castigador y otro de tonto al que le llueven las tortas. A Pablo rara vez lo llama por su nombre, siempre le dice despectivamente enano. Nunca me había fijado que Pablo tiene los ojos vacíos, lo que contribuye a darle inexpresión a su cara y a que parezca poco avispado.

Todos los personajes de la serie usan animales prehistóricos para las tareas del hogar. Un pequeño mono abre y cierra la puerta del garaje con una manivela.

Otro pequeño mono frota la ropa dentro de la lavadora sobre una tabla de lavar, mientras un elefante echa aire dentro con su trompa para hacer burbujas.

En este episodio construían un pequeño anexo a la casa: un pez espada hacía las veces de sierra para cortar la madera; un picamadero habría una ventana en la casa, aunque quedaba exhausto porque lo suyo es picar madera y no piedra; un dinosaurio hacía de grúa; a los castores les metían la cola en botes de pintura para pintar la fachada.

Después de comer Pedro unas costillas enormes, que suponemos pertenecientes a alguno de los enormes animales prehistóricos que existían, le quita una púa a un puercoespín que tiene a su lado en la mesa para usarlo de mondadientes. El animalito le increpa con fastidio diciéndole que es de mala educación hacer eso en la mesa, pero el otro no hace ni caso. La mayoría de los animales que utilizan hacen las tareas con fastidio. Pareciera que tienen más entendederas que los humanos.

Dino es un pequeño dinosaurio que es la mascota de la casa, y le recibe como si fuera un gran perro, derribándolo al suelo y echándosele encima para darle lametones. Es muy juguetón y no suele prestar atención a casi nada de lo que se le dice.

Cuando tienen que escribir le dan golpes con un punzón a un trozo de piedra, y si tienen que llamar por teléfono usa un “cuernófono”, un cuerno atado a un cable telefónico que queda cuanto menos muy decorativo. Si ponen música usan una especie de pterodáctilo para que pose su gran pico sobre el disco.

Vilma y Betty, las remilgadas esposas de Pedro y Pablo, son muy amigas y siempre están hablando de sus cosas. Nunca hacen mucho caso de las continuas peleas de sus maridos, y si al principio se preocupan un poco, terminan por burlarse de ellos, como si fueran sólo chiquillos. La calma de Vilma me hace mucha gracia, es absolutamente estoica, a nada le da la debida importancia hasta que la situación es tan insoportable que termina montando en cólera. A ella y a Betty les han prohibido sus esposos hablarse porque ellos han vuelto a discutir, y se las ingenian para seguir en contacto ideando un código morse a base de abrir y cerrar las persianas de las ventanas de sus casas repetidamente.

Pablo, cuando le tocan las narices, también saca a relucir su genio, y ya no parece tan simple y manejable como suele. Uno y otro traman pequeñas venganzas que terminan en agua de borrajas, cuando se dan cuenta con tristeza de que es absurdo ir por ese camino porque así son infelices. Siempre acaban dándose un abrazo, reconociendo que en realidad ellos se quieren y que no podrían pasar el uno sin el otro.

Pequeños huesos hacen las veces de clavos para colgar cuadros en la pared, y también sirven para sujetar el pelo de Pebbles, la hija de Pedro, que siempre me pareció una monada. El hijo de Pablo, que es un poco mayor, tiene una fuerza descomunal, y para demostrarlo voltea a Pedro en el aire y lo tumba en el suelo varias veces con sólo agarrarle por una muñeca.

Unos chicos más jóvenes tocan extraños instrumentos en una orquesta. Dos tortugas sustituyen a los timbales.

El hecho de que los coches funcionaran porque los personajes sacaran las piernas y corrieran era algo que me chocaba de niña mucho, un absurdo hilarante más de los muchos que tiene la serie. Y que el troncomóvil se ladeara y cayera al suelo cuando la camarera le ponía una enorme costilla al traer el pedido era lo más.

Los episodios acababan siempre igual, con Dino cerrando la puerta de casa tras de sí, en mitad de la noche, y dejando a Pedro fuera aporreando sin cesar y gritando el nombre de su mujer para que le abra. Los animales imponen sus normas, en cuanto encuentran la ocasión. La frase “¡Vilma, ábreme la puerta!”, vociferada a pleno pulmón, se ha quedado para siempre grabada en la memoria de toda una generación.

La película que hicieron sobre el tema no tiene color. Es mejor ver los dibujos animados, con esas voces en castellano neutro que se usaban tanto antes en los doblajes de este tipo de entretenimientos. No se ha vuelto a hacer nada igual. Son irrepetibles.

lunes, 25 de abril de 2011

Gérard Depardieu


No ha mucho que escuchaba en televisión una entrevista que le hicieron a Gérard Depardieu, en versión original y con subtítulos en castellano, en la que se alternaban momentos en los que contestaba a las preguntas que le hacían con imágenes suyas de hace años. De joven era delgado y fuerte, muy guapo. Siempre ha tenido una forma de moverse y de mirar diferente a la del resto de la gente, y muy subyugadora. Ha sabido sacarle partido también a su media sonrisa, tan sugerente.

Él hablaba de su profesión, afirmando que era la razón de su existencia, y sobre todo del reconocimiento del público, sin el que nada tendría sentido. Dio a entender, en un momento dado, que a lo mejor no estaría ni siquiera en este mundo si no hubiera recibido el cariño de la gente.

Hay en Depardieu una mezcla de seguridad, aplomo, franqueza, profundas convicciones personales, y una disposición abierta y natural hacia los demás. Parece querer decir que lo que ves es lo que hay. Es un hombre que transmite sentimientos y sensaciones por todos los poros de su cuerpo, un cuerpo del que renegó durante la entrevista, afirmando que no sabía cómo había llegado a estar así, tan grueso, como si las causas de su galopante obesidad fueran ajenas a él. Decía no estar cómodo con su apariencia actual, no se reconocía, no era él. Lo mismo me pasa a mí.

Sin embargo, Gérard Depardieu pasa página rápidamente sobre cualquier cosa que le produzca preocupación. Su gordura no le impide seguir siendo tan expresivo como siempre, e incluso le da cierto encanto, lo sabe llevar muy bien, pues a todo le saca partido. Es muy francés en sus gestos, con esos movimientos bruscos de la cabeza, las manos y el cuerpo, puntualizando cada palabra que dice. Su aspecto de oso grandote, tan alto y con ese corpachón, le dan un aire tierno y un tanto agreste. Pero en cuanto se le oye hablar, descubrimos su dulzura y su sensibilidad.

Su voz es muy bonita, varonil y melodiosa, llena de resonancias y con una dicción perfecta. La que le ponen en los doblajes no está mal, pero la suya es infinitamente mejor. Hace poco me compré la película que estrenó el verano pasado y que me gustó tanto, Mis tardes con Margueritte, y me gusta verla en versión original subtitulada sólo por escuchar las inflexiones de su voz, y las de la actriz que da título al film, que también es magnífica. Sólo el tono y el timbre de la voz lo pueden cambiar todo, la historia, los personajes, adquieren otras dimensiones. Depardieu parece un niño grande con una enorme nariz que logra conmover a los espectadores con sus gestos y sus palabras. Las mujeres salían encantadas del cine cuando fui a ver la película, se querían llevar una réplica de él a casa, como si fuera un peluche.

Gérard Depardieu ha sido un vividor, ha llevado una existencia intensa y ha amado a muchas mujeres. Como padre se le ha reprochado que nunca se haya encargado demasiado de sus hijos. Así pasó con Guillaume, actor como él, de gran parecido físico (era la versión refinada de su padre), que tuvo una turbulenta juventud, y al que parece que han perseguido las desgracias hasta su prematura muerte, hace algo más de dos años. Recuerdo a Guillaume siendo muy jovencito, con su melena rubia y sus ojos tan claros, tocando el violín. Me parecía un ser etéreo, de una belleza delicada y perfecta. Fue un buen actor ensombrecido por la fama de su padre, con una sensibilidad extrema dicen, muy simpático y afectuoso, extremo también en todo lo demás.

No ha tenido que ser fácil para Depardieu ser padre. En realidad no todo el mundo vale para ello.

Pese a todo lo considero un ser único, alguien muy especial, excepcional diría yo, sin posibilidad de imitación, y que no tiene parangón con nadie conocido. No lo hace a propósito, ni siquiera creo que se considere alguien destacable en nada. Su sencillez y naturalidad son absolutas, y oyéndole hablar en esta entrevista, me parece alguien a quien sería enormemente interesante conocer.

domingo, 24 de abril de 2011

Elogio del amor


Alain Badiou, filósofo, fue entrevistado por otro filósofo, Nicolas Truong, en el marco de la serie Teatro de las ideas, que organiza con el Festival de Aviñón. Invitado para mantener un diálogo público sobre el amor hace casi 3 años, sus opiniones fueron recogidas en un libro, Elogio del amor, algunos de cuyos pasajes, que me han parecido especialmente interesantes, he querido citar aqui textualmente.

- El lado amoroso resulta necesario, pero no menos el de la obstinación. Aquello que cae ante el primer obstáculo (…) no es más que una desfiguración del amor. Un amor verdadero triunfa de forma duradera, a veces con dificultades, sobre los obstáculos que el lugar, el mundo y el tiempo puedan plantearle. El amor es una aventura obstinada.

- Conozco, como creo que casi todo el mundo, la fuerza y la insistencia del deseo sexual. (…) Sé también que el amor inscribe en su devenir la realización de este deseo. (…) El cumplimiento del deseo sexual funciona también como una de las raras pruebas materiales, absolutamente unida al cuerpo, de que el amor es algo más que una mera declaración. Una declaración del tipo “Te quiero” sella el acontecimiento del encuentro (…). Pero entregar el cuerpo, quitarse la ropa, estar desnudo(a) para el otro, llevar a cabo gestos eternos, renunciar a todo pudor, gritar… toda esta puesta en escena del cuerpo es la prueba del abandono físico que se da en el amor.

- El amor y la declaración de amor, con las terribles dificultades y diversas angustias que le acompañan. (…) Se trata de pronunciar una palabra cuyos efectos en la propia existencia pueden ser prácticamente infinitos. (…) Las palabras más simples se cargan de una intensidad casi insoportable. Declarar el amor es pasar del acontecimiento-encuentro al inicio de la construcción de una verdad. Es fijar el azar del encuentro bajo la forma de un comienzo. Y a menudo, lo que entonces comienza dura tanto tiempo y está tan cargado de novedad y de experiencia del mundo que, retrospectivamente, se muestra no como algo contingente y aventurado como al principio, sino prácticamente como una necesidad. Así queda fijado el azar: la absoluta eventualidad del encuentro con alguien a quien no se conocía acaba por adoptar la forma de un destino. La declaración de amor es, pues, el paso del azar al destino y por ello resulta tan peligrosa, tan llena de una especie de ansiedad espantosa. La declaración de amor, por otra parte, no tiene por qué hacerse forzosamente de una sola vez; puede ser larga, difusa, confusa, complicada, redeclarada, incluso vuelta a ser redeclarada.

- No niego en absoluto que el amor sea secuencial o, dicho de otro modo, que no se desarrolla por sí solo. Existen puntos, pruebas, tentaciones, nuevas apariciones y, en cada ocasión, hay que volver a hallar los términos de una nueva declaración. (…) Por esto mismo, el amor está también en el origen de ciertas crisis existenciales violentas, al igual que todo proceso de búsqueda de una verdad.

- El amor es un pensamiento y la relación entre este pensamiento y el cuerpo es absolutamente singular y siempre marcada, como decía Antoine Vitez, por una inevitable violencia. (…) Es muy cierto que el amor puede doblegar nuestro cuerpo y provocar inmensos tormentos. (…) No hay que olvidar (…) el gran número de amores que llevan al suicidio o al asesinato. En el teatro, el amor no es solamente el vodevil del sexo o de la inocente galantería; es también la tragedia, la renuncia, el furor. La relación entre el teatro y el amor es también la exploración del abismo que separa a los seres y la descripción de la fragilidad de este puente que el amor tiende entre dos soledades.

viernes, 22 de abril de 2011

Recetas (II): potaje

Esta receta me la dio hace tiempo una amiga a la que le gusta cocinar cosas que sean rápidas, sencillas y ricas. La he adaptado un poco a mi gusto.

Ingredientes:

- 2 dientes de ajo
- vinagre
- 1/2  kg. de tomate natural triturado
- 1/4 de cebolla
- Pimentón
- 1 huevo duro
- 1 bote de garbanzos cocidos
- 1 porción de espinacas congeladas
- 1 bolsa de bacalao desalado
- 3 cucharadas soperas de aceite

Se trocea fino el ajo y se frie en el aceite hasta que quede dorado. Se echa la cebolla picada y se hace lo mismo. Luego el pimentón (la punta de un cuchillo) y antes de que se oscurezca en el aceite, se añade el tomate. Se refrie todo un poco y se echa el huevo duro, un chorro de vinagre, los garbanzos escurridos, las espinacas y el bacalao. Se echa agua hasta que cubra un poco más de la mitad de la cazuela, un poco menos si se quiere más espeso. Se deja a fuego lento hasta que se hayan descongelado las espinacas, unos 20-25 minutos.

jueves, 21 de abril de 2011

Recetas (I): torrijas


No soy una gran cocinera, pero sí que hay algunas cosilllas que no me salen mal. Esta será la primera de una serie de recetas, no muchas porque tampoco soy una consumada  restauradora. Espero que a Rosita, una de mis seguidoras, que sí es buena en esto, le guste. Y a vosotros también.
Ingredientes:
- Una barra de pan del día anterior troceada (el que viene preparado para torrija no me gusta, ni tampoco el pan de molde).
- Leche entera
- Huevos
- Azúcar
- Aceite

Se empapa el pan en la leche. Al cabo de un rato se escurre y se reboza en el huevo. Despues se fríe en abundante aceite caliente.
Se hace un caldo derritiendo el azúcar en una sartén (medio kg.). Cuando tenga un aspecto meloso y marrón, se baja la potencia del fuego y se añade poco a poco la leche (3/4 de litro), con cuidado porque ebulle enseguida y suelta mucho vapor. Hay que remover constantemente para que se disuelva el caramelo del azúcar. Cuando la leche ha adquirido un color marrón claro está lista para verterla sobre las torrijas.
Se conserva en el frigorifico.
Mi madre las hace sin caldo, poniendo vainilla en la leche que empapa el pan, y espolvoreando con azúcar las torrijas ya fritas.
Las hay de muchas clases, con miel, con vino, espolvoreadas con canela, con chocolate he visto últimamente. En fin, un postre para comer en cualquier época del año, no sólo ahora en Semana Santa.

miércoles, 20 de abril de 2011

De científicas y simios


Me ha sorprendido mucho algunas de las afirmaciones de la etóloga Jane Goodall, tras pasar décadas estudiando a los chimpancés en Tanzania. Me sorprende de por sí que una persona pueda dedicar prácticamente toda su vida al estudio de lo que sea y en lugares remotos e inhóspitos.

Tras sus estudios, se ha podido comprobar que las similitudes que tienen los chimpancés con nosotros son extraordinarias. Los machos atacan a sus propios hermanos para hacerse con el poder y se unen con otros individuos para patrullar el territorio y cazar intrusos de grupos vecinos.

“Durante un tiempo quise convencerme de que ellos eran pacíficos por naturaleza y que éramos nosotros los que debíamos hacer dado un traspié en algún momento de la evolución”, afirma Goodall. Pero no tardó en darse cuenta de que no era así. Una vez se despertó sobresaltada en la noche y vio una guerra en toda regla entre dos comunidades de chimpancés que se masacraron entre sí. Ellos trazan estrategias de combate, violan a las hembras, matan a las crías y torturan con saña. A nivel cognitivo son muy sofisticados, pero exhiben conductas egoístas, y la cooperación desaparece cuando se trata de conseguir alimento. Algunos emplean ramas a modo de picas para cazar gálagos, unos pequeños primates de hábitos nocturnos que forman parte de su dieta.

También tienen ciertos rituales, como representar una especie de danza cada vez que llueve. Fabrican sus propios utensilios para poder comer, como unas cuñas para partir frutos o pelan pequeñas ramitas para introducirlas en los hormigueros, que luego se llevan a la boca como si fuera un cubierto.

En el lado positivo, los chimpancés sienten compasión por sus congéneres, se consuelan entre ellos y entienden los sentimientos ajenos.

La peor lacra que tienen que soportar estos animales es su caza sistemática, con el fin de comerciar con su carne, servir de experimentación en laboratorios o para exhibición en zoológicos. Muchas hembras son quemadas vivas en presencia de sus crías, a las que se aprisiona, encadena y transporta en camiones, donde les echan agua hirviendo para silenciarlos. Los que son recuperados tienen tales traumas psíquicos y tales secuelas físicas que se tarda mucho en hacer que se recuperen y vuelvan a confiar en los seres humanos, pues despertamos en ellos un estado de terror permanente.

Los bonobos, según los estudios de la conservacionista Claudine André, son todo lo contrario: no patrullan las fronteras de su territorio, no atacan ni matan a los demás, ni torturan. Carecen de enemigos, y usan el sexo para resolver conflictos, practicado en grupo y en todas las formas posibles. “Me enamoré de los bonobos porque te llegan directamente al alma. Tengo cinco hijos y ninguno me mira a los ojos como estos pequeños monos que no pueden sobrevivir sin amor”, dice Claudine.

Aún recuerdo la película que sobre la zoóloga Dian Fossey se hizo en su momento, y el libro que ella publicó con sus experiencias, que tengo en mi casa. Está muy bien que se de a conocer la labor de estas personas, científicos que como ella han llegado a dar incluso su vida por esta causa. Era sorprendente verla agachada o medio tumbada entre los gorilas, tan territoriales y agresivos con los extraños, y cómo se acostumbraban a su presencia y terminaban aceptándola entre ellos. El miedo que nos tienen la mayoría de los animales es atávico, se ha transmitido a lo largo de generaciones como una forma de asegurarse la supervivencia, una salvaguarda contra un peligro seguro. 

El estudio de cualquier especie animal es siempre interesante, pero es cierto que cuando se trata de los simios, debido a su semejanza con nosotros, el interés es aún mayor. Y como digo yo siempre: tenemos tanto que aprender de los animales, si emuláramos muchas de sus conductas, más racionales y constructivas que las nuestras en innumerables ocasiones, el mundo iría mucho mejor. Dejemos que sigan creciendo en paz en sus hábitats naturales, limitémonos a observarlos y a estudiar sus hábitos. Volvamos a la Naturaleza.

martes, 19 de abril de 2011

Tecnología punta


Desde luego no me puedo quejar en cuanto a tecnología informática se refiere. Últimamente ando muy sobradita de todo, es lo que tiene estar en el siglo XXI y en un país europeo donde los haya como el nuestro.

Es por eso que en casa usamos un teclado blando de los que regalaba Cola Cao para sustituir al del portátil, que dejó de funcionar hace unos meses cuando mi hija derramó sobre él un poco de leche. Al del ordenador hacía tiempo que no le funcionaban los acentos, y a éste que le hemos acoplado le pasa lo mismo, aparecen dos espacios en blanco acentuados. Una maravilla. Cada vez que me meto en el blog desde mi casa para retocar cosas tengo que escribir sin acentos. Por si fuera poco ha empezado a no funcionar también la letra o, aunque mis hijos tienen la rara habilidad de pulsarla de tal manera que termina apareciendo, algo que yo casi nunca consigo.

Este teclado blando y enrollable es un teclado subarrendado, porque fue un préstamo que le ha hecho a Ana una de sus amigas, que a su vez se lo había dejado otra persona.

Si quisiera poner el router en los ordenadores fijos de mis hijos la cosa no iría mucho mejor. Funcionan con mucha lentitud, pues hace cerca de siete años que los compré, y la tecnología punta es lo que tiene, que al poco tiempo de empezar a usarla se queda obsoleta. La CPU, al encenderla, suena como una máquina cascada, con el ronquido exhausto de alguien moribundo. Cuando al cabo de un ratito empieza a aparecer el escritorio en pantalla, surgen ventanitas insidiosas en el ángulo inferior derecho, primero una que dice siempre que “Puede que su equipo esté en riesgo”, luego otra que afirma “Actualización fallida, error 12007”. Cuando quiero apagar debo desconectarlo de la red eléctrica tras haber pulsado la correspondiente opción, porque si no se quedaría encendido. Muy alentador todo esto.

Por supuesto el ratón tampoco funciona bien, porque es de los de bola y se llena de pelusa cada dos por tres, por lo que hay que estar dando bandazos, y con mucha dificultad, para conseguir que el cursor se sitúe en su sitio. Por aquello del “mientras funcione” me resisto a comprar uno de esos inalámbricos con maravillosa lucecita azul.

Últimamente utilizo el fijo de mi hija sólo para escribir mis posts, que luego grabo en un diskette (tecnología punta como había dicho) para pasármelos al ordenador del trabajo. Antes de tener el portátil usaba el router en el ordenador fijo de mi hija. En el Phone House me aseguraron que, como era inalámbrico, daba cobertura a cualquier otro ordenador que tuviera en casa, siempre que no estuviera en un área muy distante. El de mi hijo está separado del de Ana sólo por una pared y nunca le ha llegado la señal. A lo mejor soy yo la que no entiende lo que es una pequeña distancia.

Lo que sí puedo decir es que los virus no nos han invadido, gracias supongo a un contrato que tengo con una compañía creada en EE.UU. y que aquí tiene sede en Barcelona creo, cuyo nombre no recuerdo y que me ofrecieron en la tienda, que se encarga por ciento y pico euros anuales de mantener la seguridad de mi software, si no seguro que hasta eso tendría.

Ahora, como en el trabajo me han cambiado la CPU y ya no tiene diskettera como la anterior, tendré que comprar algunos de esos CD’s en los chinos que dicen ser regrabables y luego no funcionan como tal. O dedicarme a buscar el pendrive que tengo por casa, no sé dónde. Esta nueva CPU, que de nueva tiene poco, tecnología punta también que viene a sustituir a la puntera que ya tenía, es el típico hardware de hace varios años que sigue vigente en la Administración (cómo no, a la cabeza de todos los adelantos informáticos), y que en el resto de los sitios ya se desechó hace tiempo. Mi teclado además tiene una tecla que se queda enganchada cuando la pulsas, la que borra todo lo que hayas escrito a tu izquierda, con lo que si te descuidas y se queda pulsada sin que te des cuenta, se va cargando todo lo que hayas hecho hasta ese momento. Y no se desengancha fácilmente, hay que meterle el dedo por un lado con mucha premura y aspaviento, para evitar que siga su marcha destructora.

Pero no nos podemos quejar, la Administración se va incorporando a los nuevos adelantos como puede, el presupuesto no da para más (o está dedicado a otras cosas). Eran peores los tiempos aquellos en los que teníamos que usar una máquina de escribir manual, que no te permitía grabar ni rectificar, por lo que los errores se pagaban caro al tener que repetir el trabajo de principio a fin como si de un castigo del colegio se tratara: escribir cien veces “No volveré a hacerlo”.

En fin, que entre que la tecnología punta se queda obsoleta enseguida y los equipos son tan delicados, hay que tener un bolsillo importante para renovarse o morir. Y es que es un negocio al fin y al cabo.

viernes, 15 de abril de 2011

Citas varias (XI)


- “Para saber ver cine se requiere un largo aprendizaje, lenta educación de la mirada y, al final de ella, el afinamiento de la sensibilidad receptora” (Ángel Fernández-Santos, crítico cinematográfico).

- “El iceberg es la aurora boreal cristalizada”.

- “El asfalto es la alfombra del infierno”.

- “Un barco en la líquida ensenada de una pupila es cosa tan menuda que sólo se ve asomándose muy de cerca al mágico iris” (Estudios sobre el amor, de José Ortega y Gasset).

- “Para poder emocionar un poco a través de las obras propias hay que ser muy sensible a la emoción que han puesto otros en las suyas” (Santiago Calatrava, arquitecto).

- “Hay que proponer la comprensión de la moda no en los habituales términos de clase (moda como “distinción”), sino en términos culturales” (Gilles Lipovetsky, filósofo).

- “Leer un libro: espacio de libertad, horas de silencio, enriquecimiento, descubrimiento del inagotable placer de vivir” (Montserrat Roig, escritora).

- “Rechazo la cultura concebida como un alarde de prestigio social y como vanagloria personal” (Juan Barranco, político).

- “El buen profesor no es el que intenta hacer un discípulo a su imagen sino el que con sus enseñanzas desarrolla la personalidad individual del discípulo” (Aristóteles).


- “Una educación llena de prejuicios es la adecuada en lo que se refiere a la formación de un espíritu complejo” (Luisa Castro, escritora).

- “Ser natural es la más difícil de las poses” (Óscar Wilde, escritor).

- “La tendencia al autoanálisis es destructiva”.

- “Una persona sana mentalmente no es la que no tiene problemas, sino la que sabe asumirlos. El amor y el trabajo son los pilares fundamentales; cuando uno de los dos falla, se produce la irregularidad”.

- “Nadie puede renunciar al placer del escenario. Puedo escribir una novela contando lo devastador que resulta ir de gira, el vivir entre hoteles y aeropuertos. Pero en el escenario todo se olvida” (Dionne Warwick, cantante).

- “El apuntador en el teatro. Su concha es la viva imagen de la soledad hecha susurros, medias palabras, inicios deshilachados de frases. Contradictorio cometido el suyo: lo ideal es que su trabajo no sirva para nada, disuelto en la seguridad de los artistas” (Agustí Fancelli, escritor).

jueves, 14 de abril de 2011

Santiago Segura


Me cuesta reconocer que España sigue siendo un país decadente y primitivo, un lugar donde hay gente que todavía se divierte lanzando cabras desde los campanarios, incendiando los cuernos de los toros y lanzándose tomates en algunas fiestas, en un baño multitudinario y pringoso (lástima el Tercer Mundo y la hambruna).

Por eso se puede entender el éxito de personajes como Santiago Segura y su larguísima saga de Torrente, que sigue produciendo como si fueran churros. Hace ya trece años desde que este hombre nos empezara a martirizar con sus extrañas y repulsivas historias, y las que quedan todavía. A veces da la risa al verlas de pura estupidez, porque no das crédito a tanto sentido del humor escatológico e infantil. Es como estar con un niño pequeño tonto, malicioso y guarro. Y el caso es que las veces que le he oído hablar en alguna entrevista me ha parecido un hombre muy inteligente, cultito y bastante sensible. No sé por qué nos ha hecho víctimas de sus aberraciones mentales. Existen lugares más apropiados para intentar superar los traumas y las obsesiones, pero se ve que le ha resultado tan rentable que no va a renunciar a seguir mostrándolos a todo el mundo. Si algo me sorprende de este hombre es su falta de sentido del ridículo y su desfachatez.

Nunca pensé que hubiera tanta gente que pudiera sentirse identificada con cierta clase de frikismo galopante. Él ha sido el precursor de la telebasura, y ahora nada en aguas que le son conocidas y propicias. Además contrata en sus películas a toda clase de actores, y algún humorista, de los que ya no se acordaba ni su madre. Ver a Tony Leblanc encarnando a personajes inmundos me duele, porque él ha sido un actor que ha tenido un hueco destacado en el panorama artístico de nuestro país, que nos entretuvo enormemente durante muchos años con sus divertidas comedias, en las que hacía siempre de galán un poco caradura, guapete y garboso, y el contraste con la clase de papeles que se ha visto obligado a aceptar porque nadie le contrataba es terrible. El caso es que él está muy agradecido y, antes al contrario, parece rejuvenecer con el paso de los años y con cada nuevo personaje que tiene que interpretar en esta ominosa saga. Y es que su vida ha sido siempre el trabajo, trabajar le hace revivir.

Recuerdo que Santiago Segura apareció un día como por casualidad en televisión, empezó a hablar sin parar de su particular visión del mundo, cayó simpático por las cosas que decía, siempre ocurrentes, originales, sinceras e inteligentes, y se ha quedado en el panorama público me parece que para los restos. Hay en él siempre como una mezcla de cara dura, de autoburla, de desvalimiento acongojado y pueril que parece buscar el afecto y la aceptación de los que le escuchan, y al mismo tiempo su provocación. Le gusta escandalizar. Nunca sabes por dónde va a salir, resulta desconcertante, y eso quizá sea lo que guste de él. Antes era más cañero, pero el éxito le ha suavizado. Ahora es más mirado a la hora de opinar, temerá molestar a alguien y que se le pueda acabar el chollo.

Si te parabas a escucharle con detenimiento, te dabas cuenta de que vivía lleno de angustias existencialistas: el sentido de la vida y de la muerte, qué pasará con nosotros cuando ese momento inevitable (terrible y terrorífico para él) tenga lugar, y cosas por el estilo. Gastaba unas rarezas parecidas a las de Woody Allen, con sus hipocondrías, sus fijaciones y sus manías. Se diría que Santiago Segura ha tenido demasiado tiempo para pensar, y no precisamente en cosas constructivas.

Por lo que no extraña ahora que el recuelo de su bilis mental nos sea derramado en forma de terribles largometrajes de sordidez creciente, para solaz esparcimiento de todos aquellos consumidores de basuras diversas que parece que también van en aumento, y a los que también les da igual todo. Rebelémonos contra el mundo, pongámolos en evidencia sacando a relucir sus miserias. Que nadie pueda pensar que la vida puede ser algo bello y sano. Santiago Segura se ríe de sí mismo y de todos con denuedo e incansablemente, parece que nunca tiene bastante.

Se tendría que haber quedado en lo que era al principio, en un charlatán ocurrente de los muchos que pululan en televisión, pero ha querido aprovechar el tirón para sacar tajada, como hace todo quisqui supongo. A lo mejor ser actor y director de cine estaba entre sus sueños de lo que quería ser cuando fuera mayor.

Dios nos asista.

miércoles, 13 de abril de 2011

Grandes arquitectos contemporáneos (VIII): Moshe Safdie


Arquitecto palestino, en su adolescencia se fue a vivir a Canadá. Actualmente vive en EE.UU.







No es de los que más me gustan, porque casi todas sus obras son de tipo modular, que no es de lo que más me agrada, pero últimamente ha sorprendido enormemente con su hotel Marina Bay Sands en Singapur. Son tres torres de 57 pisos, con 2560 habitaciones, que cuentan con casino y 13 bares y restaurantes. Los precios oscilan entre 300 y 1000 dólares la noche. Tiene también un río interior para navegar en bote, un centro de convenciones, una plaza, un pabellón de cristal y un museo en forma de flor de loto. Pero lo que llama realmente la atención es la enorme terraza que une las torres, una plataforma en la que destaca la piscina sin bordes, de 150 metros (igual que la altura de la Torre Eiffel), y los hermosos jardines que la circundan. Se puede acceder sin ser cliente. El restaurante de esta terraza admite reservas.
 
El edificio está construído con las últimas tecnologías en materia de seismos, teniendo en cuenta que está situado a una manzana de una de las placas tectónicas con más actividad del mundo.

Otra obra de Moshe Safdie que me ha encantado es el Yad Vashem, en Jerusalén, en recuerdo de las víctimas del Holocausto.

martes, 12 de abril de 2011

Guarderías



Siempre me han parecido las guarderías, llamadas ahora jardines de infancia para que parezca más agradable, los lugares menos adecuados para que estén los niños. Cierto es que con frecuencia no queda más remedio que llevar a nuestros hijos a estos sitios, porque necesitamos que alguien se ocupe de ellos mientras trabajamos. No todo el mundo tiene la suerte como yo tuve de disponer de sus padres o de alguien de su familia para esos menesteres, y no sólo por el dinero que te ahorras, sino sobre todo por el cuidado y la dedicación que ellos van a recibir.

Cuando llevaba a mis hijos de pequeños a un parque cerca de casa en el que hay una guardería, de las caras por cierto, daba una pena enorme ver a los niños salir un rato para que les diera el aire, atropellándose unos a otros, medio aturdidos, con los moquitos colgando y muchos llorosos pidiendo que viniera su mamá. Había sólo dos chicas para un montón de niños, y no les hacían mucho caso. Parecía que cumplían con sus rutinas sin poner ningún cuidado y de mala gana. Con esta actitud, y sin aptitud ninguna, deberían pensar seriamente en dedicarse a cualquier otra cosa.

Hace poco hablaba de ello con una vecina que acaba de terminar los estudios de jardín de infancia y está haciendo las prácticas en la guardería del Congreso. Me dijo que llega antes que ninguna compañera y se va más tarde que las demás. También le quita tiempo a sus ratos de descanso, que son obligatorios, para echar una mano a alguna compañera que se haya quedado sola con muchos niños. Me consta que Eva, mi vecina, es un encanto de persona, que le gusta lo que está haciendo y que tiene una paciencia infinita, cualidades todas ellas imprescindibles si te quieres dedicar a una tarea tan importante como es cuidar niños.

Eva me cuenta cosas muy curiosas de los niños que están bajo su supervisión. Aunque son tan pequeños se percatan del más mínimo detalle, están pendientes de cualquier gesto que haga ella, de todas sus palabras, incluso cuando parece que no están haciendo caso. Si acaricia a uno, inmediatamente los demás se acercan y reclaman sin palabras lo mismo para ellos.

De vez en cuando hay casos difíciles, sobre todo de niños recién llegados que vienen con sus manías, consentidos o sin educar. A una niña le daba por darle tirones de pelo cuando la cogía en brazos. Otra le daba por darle tortas en la cara. Eva, sin duda, ha escogido una dura profesión, en la que no es difícil salir magullada o algo peor. Pero hay que tener los nervios templados. Los niños, tratados con una mezcla de dulzura y firmeza, fórmula mágica difícil de lograr pero que resulta un auténtico talismán en estos casos, responden mejor que cualquier adulto. Ellos aprenden muy de prisa, todos sus sentidos están sin estrenar, su alma está limpia de malos sentimientos o experiencias.

Me contó Eva algo que me sorprendió sobremanera: hay una niña, con dos añitos nada más, que se masturba constantemente. Yo pensaba que esto es algo propio de adultos, pero parecer ser que no es así. En ella es un acto instintivo, una forma de conseguir algún tipo de placer o afecto que de ninguna otra manera obtiene. Sus padres pasan todo el día fuera trabajando, y cuando están con ella no la prestan mucha atención. Como la han regañado, procura hacerlo cuando cree que nadie la está viendo, como a la hora de la siesta. Pone su manita sobre sus partes, por debajo de la ropa para que no se aprecie lo que hace, y se las frota con insistencia. Pobrecita. Eva debe ir corrigiéndola poco a poco, sin dureza. Aunque si su problema de desafecto persiste, difícil solución tiene todo lo demás.

Una sobrina de mi ex marido nos contaba cosas más peregrinas todavía. Ella empezó a trabajar en una guardería que tenía unas instalaciones maravillosas, pero en la que no se cuidaba debidamente de los niños. Los padres los llevaban ligeros de ropa, sin camisetas interiores, pensando que a lo mejor pasarían allí calor con la calefacción. Y resultaba que ésta casi nunca se notaba, por lo que los niños a poco que tardaran en cambiarles los pañales o les diera por gatear por el suelo, ya estaban malitos. Además solían desatender los llantos de los que eran bebés, los dejaban hasta que se cansaban de llorar en sus cunas.

Con Eva hay una compañera que hace lo menos posible, y lo que piensen las demás le da exactamente igual. Va a lo suyo, los niños le importan bien poco. Eso ocurre en todos los trabajos, pero en uno como éste, con sus especiales características, no se debería permitir. Pienso que no es un empleo cualquiera, que exige una dedicación, una vocación diría yo.

Poner a una persona en casa para que cuide de los niños es una buena solución si se conoce a alguien de mucha confianza, como alternativa a las guarderías.

Este tema me recuerda mucho a las residencias de ancianos, los problemas son muy similares. La verdad es que es una lástima empezar y acabar la vida de la misma penosa manera. Si tenemos que depender de los demás para vivir, si tenemos que estar en manos ajenas, por lo menos que sea en las mejores posibles.

 
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