martes, 19 de abril de 2011

Tecnología punta


Desde luego no me puedo quejar en cuanto a tecnología informática se refiere. Últimamente ando muy sobradita de todo, es lo que tiene estar en el siglo XXI y en un país europeo donde los haya como el nuestro.

Es por eso que en casa usamos un teclado blando de los que regalaba Cola Cao para sustituir al del portátil, que dejó de funcionar hace unos meses cuando mi hija derramó sobre él un poco de leche. Al del ordenador hacía tiempo que no le funcionaban los acentos, y a éste que le hemos acoplado le pasa lo mismo, aparecen dos espacios en blanco acentuados. Una maravilla. Cada vez que me meto en el blog desde mi casa para retocar cosas tengo que escribir sin acentos. Por si fuera poco ha empezado a no funcionar también la letra o, aunque mis hijos tienen la rara habilidad de pulsarla de tal manera que termina apareciendo, algo que yo casi nunca consigo.

Este teclado blando y enrollable es un teclado subarrendado, porque fue un préstamo que le ha hecho a Ana una de sus amigas, que a su vez se lo había dejado otra persona.

Si quisiera poner el router en los ordenadores fijos de mis hijos la cosa no iría mucho mejor. Funcionan con mucha lentitud, pues hace cerca de siete años que los compré, y la tecnología punta es lo que tiene, que al poco tiempo de empezar a usarla se queda obsoleta. La CPU, al encenderla, suena como una máquina cascada, con el ronquido exhausto de alguien moribundo. Cuando al cabo de un ratito empieza a aparecer el escritorio en pantalla, surgen ventanitas insidiosas en el ángulo inferior derecho, primero una que dice siempre que “Puede que su equipo esté en riesgo”, luego otra que afirma “Actualización fallida, error 12007”. Cuando quiero apagar debo desconectarlo de la red eléctrica tras haber pulsado la correspondiente opción, porque si no se quedaría encendido. Muy alentador todo esto.

Por supuesto el ratón tampoco funciona bien, porque es de los de bola y se llena de pelusa cada dos por tres, por lo que hay que estar dando bandazos, y con mucha dificultad, para conseguir que el cursor se sitúe en su sitio. Por aquello del “mientras funcione” me resisto a comprar uno de esos inalámbricos con maravillosa lucecita azul.

Últimamente utilizo el fijo de mi hija sólo para escribir mis posts, que luego grabo en un diskette (tecnología punta como había dicho) para pasármelos al ordenador del trabajo. Antes de tener el portátil usaba el router en el ordenador fijo de mi hija. En el Phone House me aseguraron que, como era inalámbrico, daba cobertura a cualquier otro ordenador que tuviera en casa, siempre que no estuviera en un área muy distante. El de mi hijo está separado del de Ana sólo por una pared y nunca le ha llegado la señal. A lo mejor soy yo la que no entiende lo que es una pequeña distancia.

Lo que sí puedo decir es que los virus no nos han invadido, gracias supongo a un contrato que tengo con una compañía creada en EE.UU. y que aquí tiene sede en Barcelona creo, cuyo nombre no recuerdo y que me ofrecieron en la tienda, que se encarga por ciento y pico euros anuales de mantener la seguridad de mi software, si no seguro que hasta eso tendría.

Ahora, como en el trabajo me han cambiado la CPU y ya no tiene diskettera como la anterior, tendré que comprar algunos de esos CD’s en los chinos que dicen ser regrabables y luego no funcionan como tal. O dedicarme a buscar el pendrive que tengo por casa, no sé dónde. Esta nueva CPU, que de nueva tiene poco, tecnología punta también que viene a sustituir a la puntera que ya tenía, es el típico hardware de hace varios años que sigue vigente en la Administración (cómo no, a la cabeza de todos los adelantos informáticos), y que en el resto de los sitios ya se desechó hace tiempo. Mi teclado además tiene una tecla que se queda enganchada cuando la pulsas, la que borra todo lo que hayas escrito a tu izquierda, con lo que si te descuidas y se queda pulsada sin que te des cuenta, se va cargando todo lo que hayas hecho hasta ese momento. Y no se desengancha fácilmente, hay que meterle el dedo por un lado con mucha premura y aspaviento, para evitar que siga su marcha destructora.

Pero no nos podemos quejar, la Administración se va incorporando a los nuevos adelantos como puede, el presupuesto no da para más (o está dedicado a otras cosas). Eran peores los tiempos aquellos en los que teníamos que usar una máquina de escribir manual, que no te permitía grabar ni rectificar, por lo que los errores se pagaban caro al tener que repetir el trabajo de principio a fin como si de un castigo del colegio se tratara: escribir cien veces “No volveré a hacerlo”.

En fin, que entre que la tecnología punta se queda obsoleta enseguida y los equipos son tan delicados, hay que tener un bolsillo importante para renovarse o morir. Y es que es un negocio al fin y al cabo.

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