miércoles, 27 de mayo de 2009

Rolling Stones


Una banda como la de los Rolling Stones no deja de sorprender a todo el mundo. Estaba viendo una de sus últimas actuaciones y, salvo por las inevitables arrugas (surcos diría yo) que han aparecido en sus caras por el paso de los años, siguen siendo los mismos de hace cuarenta y tantos años, tan vitales como siempre y con las mismas ganas de trabajar y de disfrutar con lo que hacen.
Dicen las malas lenguas que cada vez que se reúnen para hacer una gira el motivo es poder financiar los gastos que sus muchos vicios les ocasionan. Yo creo que en realidad obedecen a una voz interior, una fuerza ineludible a la que no pueden resistirse, que les obliga a estar juntos una vez más para recorrer el mundo con su música y recibir el calor de un público siempre entusiasta.
Pocas bandas pueden presumir de tener entre sus fans a gente de todas las edades. Las canciones que hacen conectan con todas las generaciones, y la forma como desarrollan su espectáculo, casi sin cambios durante todas estas décadas, engancha a todo el mundo.
A la mayoría de los músicos el cambio de modas y el paso del tiempo les obliga cada poco a reinventarse a sí mismos. No parece ser el caso de los Rolling Stones, que mantienen un estilo muy personal tanto en su trabajo como en su apariencia física, sin apenas modificaciones.
Lo único que ha cambiado es que ya no suelen tener problemas con las autoridades, y ya no saltan a los titulares de la prensa mundial cada dos por tres con los escándalos a los que nos tenían acostumbrados en el pasado. Procesados en varias ocasiones por tenencia de estupefacientes, legendarios por sus juergas de alcohol, drogas y sexo. Circulan videos desde hace años con las orgías que se montaban en los aviones privados en los que hacían sus giras.
Jagger aparece siempre muy “recatado” ante las preguntas que le hacían los medios de comunicación en su juventud, diciendo que a él-ellos no les gustaba hablar de “esas cosas” en público: sexo, religión, política. Una postura muy ecléctica y muy diplomática, muy inteligente por su parte.
Más adelante empezaron a adoptar una pose burlona, porque aunque el líder de la banda respondiese con mucha moderación, siempre asomaba una sonrisilla pícara a sus famosos y neumáticos labios, como queriendo decir: “Tú pregunta lo que quieras que yo te contaré lo que me de la gana. Si ya sabes lo que hay ¿para qué preguntas?”.
Los demás miembros del grupo solían quedarse como “colgados” cada vez que les hacían una pregunta. Colocarse debía servirles sólo para componer música y para interpretarla con garra en el escenario, pero meterse en muchas profundidades como saber qué pensaban sobre ésto o aquello, o qué sentían ante tal o cual cosa, era ya demasiado para las pocas neuronas que les quedaran, reservadas únicamente para su música. Puede que les aburriese escuchar siempre las mismas interpelaciones: ellos, al fin y al cabo, para lo que valen es para tocar y cantar.
He visto una foto de cuando eran más jóvenes en la que aparecen disfrazados de ancianitas, con chaqueta y falda, pelucas y tacones. Daban el pego, con esa cara que tienen. Da la impresión de que se ríen de todo y de todos, pero sin ánimo de hacer daño.
En la actuación a la que antes hacía referencia, se les ve con artistas a los que traen invitados para que les acompañen en algunos de sus temas. Mick Jagger siempre ha tenido una facilidad innata para sintonizar con los compañeros de profesión, respetándose y admirándose mutuamente. Esto hace más ameno y variado un concierto, no están todo el tiempo sólo ellos en el escenario si no que no les importa compartir con otros sus minutitos de gloria, y los que aceptan su invitación disfrutan también con ellos.
Me peguntaba mi hijo hace poco por qué tenían ese aspecto de momias. Ese es el físico que se le suele quedar a los que han tenido y tienen muchos vicios, la droga especialmente. Pero ellos llevan con naturalidad las decadencias físicas y parece importarles poco la opinión ajena a este respecto.
Jagger sigue saliendo a actuar como lo ha hecho siempre, moviéndose de un lado a otro sin parar durante todo el concierto, con los brazos en alto, cantando con su enorme boca abierta. Keith Richards magnífico a la guitarra, con su cara tan fea, los ojos pintados, el pañuelo cubriéndole la frente, un pedazo de anillo en uno de sus dedos y un aro en una de sus orejas. Le he oído cantando sin Jagger, sin tocar ningún instrumento, y diría que lo hace mejor que el líder de la banda, pero no tiene la energía de éste, la electricidad que parece brotar de su famélico cuerpo cuando está actuando. A Richards le gusta acercarse al público y barrerlo con su guitarra, mirando fijamente a unos y otros, o entra en trance mientras pone gesto de placer orgásmico con los ojos cerrados al interpretar determinados acordes. Ronnie prefiere mantenerse en un discreto segundo plano, muy bueno también con la guitarra.
El secreto del éxito y la permanencia de los Rolling Stones es que, pese a las disputas y las luchas de egos (todos tienen mucha personalidad), han sabido conservar por encima de todo su amistad. No se han dejado consumir ni derrotar por sus excesos, como le ha pasado a otros compañeros de profesión, aunque ahora parezca que casi no se tienen en pie (sobre todo Richards).
Ellos piensan que por separado no harían nada, pues dicen ser perezosos, pero juntos valen por cien. Cuando se reúnen se motivan, se transmiten energía mutuamente, la droga ha sido para ellos más que nada la música que hacen.
Mick Jagger, incansable, con sus movimientos paroxísticos y sus vertiginosos retrocesos en el escenario, ignoro cómo se las arregla para no tropezar con nada y caerse. Nunca ha tenido una gran voz, no así cuando habla normalmente, que luce una voz grave muy bonita y una dicción envolvente y perfecta.
Música que llena todos los ambientes, canciones que no cansan nunca por muchas veces que se escuchen, un trabajo el suyo que es intemporal, para todos los gustos. Rock al estilo puro.
Rolling Stones para siempre.

lunes, 25 de mayo de 2009

Totalitarismos


Ahora que se está recordando en los medios de comunicación los 20 años que hace que tuvieron lugar los sucesos de la plaza de Tiananmen (no tenía consciencia de que hubiera pasado tanto tiempo), vuelven las imágenes de aquellos días terribles que en su momento se nos quedaron grabadas en la memoria: los estudiantes chinos en aquella plaza gigantesca poniéndose delante de los tanques del ejército, que sin embargo no detuvieron su marcha; los jóvenes masacrados por las fuerzas de seguridad…
Hablando de este tema con una mujer china a la que hace tiempo acudía para que me diera masajes (cuánto saben los orientales de los males del cuerpo y del alma, tradición milenaria como pocas), ella hablaba de que en su país no existen los derechos humanos. “Yo tengo sólo un hijo porque no me puedo permitir tener más”, me decía, “pero si estuviera en China lo tendría absolutamente prohibido por el gobierno. Allí, si descubren que estás esperando un segundo hijo, te encarcelan hasta que decides abortar, como si estuvieras cometiendo un delito”.
No puedo entender cómo es posible que en países tan inmensos como Rusia o China no surja un movimiento descomunal del pueblo en contra de sus regímenes totalitarios. Sus gobernantes se habrán asegurado una infraestructura lo bastante grande y fuerte como para mantener el orden establecido, y supongo que es cómodo formar parte de ella porque en naciones donde reina la pobreza, un trabajo estatal garantiza el sustento.
Muchos son los intereses creados, mucha gente no se atreve a iniciar una revolución por temor a lo que pueda pasar, a la incertidumbre del futuro. Sólo las clases más desfavorecidas, y los estudiantes porque el saber hace que te cuestiones muchas cosas y sus mentes trabajan y les mueven a buscar otras opciones, osan de vez en cuando protestar con pequeños conatos de incendio.
Lo que llamó la atención en Tiananmen fue la crudeza con que los universitarios fueron repelidos. Ellos casi no se defendieron. El gobierno chino tiene miedo, teme que se socaven sus cimientos, podridos desde sus orígenes, y la suya es la reacción habitual de los que son cobardes y mezquinos.
Algún intelectual chino, que por supuesto vive en el exilio, cree que aquella pequeña revolución fue un paso atrás más que un avance en la historia de China. Las autoridades reforzaron desde aquel momento sus medidas represivas contra la población, ya de por sí muy duras antes.
Cuando un gobierno establecido se pone a reprimir la voz del pueblo, no conoce límites, y da igual que se trate de un grupo numeroso de personas como de una sola. Algo que me ha impresionado de siempre es lo que le sucedió a Víctor Jara. Él era la cabeza visible de una ideología, la voz dulce, suave y sincera que denunciaba una injusticia absoluta. Bien saben los opresores a quién pueden exterminar fácilmente, aquellos que se encuentran indefensos y la única protección que les asiste es la Verdad, que por lo que se ve no sirve para protegerse y mantenerse con vida.
Por eso, como el pueblo llano ha sido eternamente maltratado y sometido desde hace siglos, cuando se levanta lo hace también con un odio mortal, con un deseo ciego de venganza, y es cuando los reyes franceses pierden sus cabezas, o cuando los zares de Rusia y toda su descendencia son fusilados y ultrajados después de muertos, o el dictador de turno es ejecutado y su cuerpo despedazado por las turbas enfurecidas como le pasó a Mussolini. La miseria y el dolor largamente soportados hacen desaparecer la compasión y la cordura.
Lo menos corriente es que un gobernante sanguinario sobreviva hasta bien entrada la vejez, como Pinochet, y se limite a última hora a sentarse en el banquillo y someterse a un juicio por delitos contra la Humanidad que ni él mismo recuerda casi ya, tantos como fueron y tantos años han pasado desde entonces. Estoy segura que gente como él no perdieron jamás ni una hora de sueño pensando en las atrocidades que cometieron, perfectamente en paz consigo mismos. Mientras se hiciera su voluntad, todo lo demás importó poco.
Si los habitantes de todos esos países con regímenes totalitarios los abandonaran y se fueran a vivir a otros lugares, si los tiranos se quedaran solos, entonces ya no tendrían a quién vejar, ya no tendrían razón de ser. Puede que terminaran desapareciendo por sí mismos, ahogados en sus propias inmundicias. Aunque es una pena que uno tenga que abandonar su hogar y la tierra que te vio nacer sólo porque no te dejen vivir en paz.
Mejor que enfrentarse a ellos es dejarlos a su aire. Ellos se lo buscaron.
Huyamos de los totalitarismos.

viernes, 22 de mayo de 2009

La creación




No deja de ser un tanto estrambótico todas esas teorías sobre el origen del Mundo y de la vida. Eso de que en un momento dado una gran masa de materia densa pegase un petardazo y en uno de esos trozos viajemos nosotros flotando por el espacio tiene su puntito espectacular, salvaje. Y lo de que la vida surgiera en el agua y que de una simple célula haya podido salir todas las especies que conocemos ahora es increíble.
A Darwin lo insultaron y se rieron de él, caricaturizándole en la prensa de la época, cuando expuso sus investigaciones sobre simios y hombres. Nunca un hombre tan sabio fue más incomprendido y vilipendiado. Quizá por ello ha despertado siempre mi admiración El conocimiento y la tolerancia están al alcance de pocos. Tenemos unos antepasados de los que por lo visto hay que avergonzarse, no conviene sacarlos a relucir mucho. Un origen tan poco estético y tan animalesco no es algo que satisfaga a muchos. Y sin embargo el parecido, sobre todo en algunos casos, sigue siendo más que evidente.
Intenté hace algún tiempo leer el libro que Darwin escribió sobre la evolución de las especies y lo tuve que abandonar al poco de empezarlo, porque me fue imposible entender su significado, tan complejo y especializado era el lenguaje que empleaba. Es sólo para eruditos, para especialistas en la materia. Lástima, me hubiera gustado comprender sus teorías con sus propias palabras si éstas hubieran estado al alcance de los profanos.
Algunos nos seguimos recreando en la Creación de todo lo conocido a lo largo de seis días, con descanso en el séptimo, según estipula el contrato laboral que Dios mismo se hizo. Esta cualidad divina de crear cosas de la nada la compartimos con nuestro sumo Hacedor los que nos dedicamos a las Letras, los pintores, escultores, publicistas, actores y otras hierbas en general.
Por lo común se suele necesitar más de seis días para llevar a cabo un trabajo bien acabado, y con frecuencia rectificamos sobre lo ya hecho porque el criterio del ser humano es indeciso y cambiante, o quizá porque sólo se proponga alcanzar lo que imaginamos es la perfección, algo que cada uno ve de forma diferente.
Pero Dios hizo un trabajo rápido, preciso y sin vacilaciones. Sabiendo en lo que derivaríamos, bien podría haber introducido algunos cambios que mejoraran el proceso resultante. Si todo acabó siendo como es, sólo Él sabrá por qué. Incluso Dios tiene sus razones.
Se dice que estamos destruyendo el planeta, pero cuando sobrevino la glaciación en los tiempos prehistóricos no se debió a la acción humana, y sí que entonces fue una auténtica catástrofe de proporciones gigantescas.
Ahora jugamos a ser un poco Dios, intentamos controlar la Creación con nuevos inventos que nos hagan dueños de todo lo que existe. Queremos ser capaces de provocar lluvia, queremos crear nuevas especies animales y vegetales en los laboratorios, decidimos sobre la vida y la muerte de los demás, los avances en Medicina no son tan rápidos como los que tienen lugar en la industria armamentística. Está bien intentar prever y manejar las posibles catástrofes naturales que nos amenazan, aunque aún estamos lejos de dominar la situación, sigue siendo la Naturaleza la que manda.
Por no decir de las catástrofes que el propio ser humano provoca con los atentados terroristas, las guerras, las tiranías, los intereses comerciales de unos pocos…
El origen de todo lo conocido sigue teniendo muchas teorías, todas muy dispares, y parece que cada cual se queda con la que más le gusta o parece convencerle. Es increíble que ni siquiera nuestros orígenes sea algo que esté lo suficientemente claro.
Lo importante es saber qué vamos hacer a partir de ahora con la Creación. Conservémosla, porque es la casa donde vivimos. A dónde iríamos a parar si no.

jueves, 21 de mayo de 2009

En honor a la verdad (XXII)




- Desde el mes pasado Anita ya es mujer. A sus once años y medio le vino la regla por 1ª vez un 18 de abril. Ella no sabía muy bien lo que era, porque aquello no tenía el aspecto habitual, y aunque hace tiempo que la estaba esperando se extrañó. Su hermano cuando lo supo se la quedó mirando fijamente y le dijo muy serio: "Ésto no cambia nada". Pensará que este paso en la vida de su hermana supondría una alteración en su persona, tanta importancia como le damos a este tema. Ella tiene la suerte que yo no tuve a su edad de no sentir dolores ni molestias. Espero que continúe así.
Ahora que Miguel Ángel ha empezado a salir con su grupito de amigos y Ana ha pasado ya a la fase inicial de su incipiente madurez, me doy cuenta de lo mayores que se han hecho en poco tiempo y de que dentro de no mucho ya no me necesitarán. Una madre me imagino que hace falta siempre, pero ellos volarán libres, y si lo hacen con plenitud yo seré feliz y muchas de mis inquietudes de ahora desaparecerán.
Ésta es una empresa en la que hay que darlo todo, no valen las medias tintas, hay que echar siempre los restos, contra viento y marea. Ya es hora de que decidan por ellos mismos las cosas de su vida, que mis decisiones me afecten como mucho a mí.

- Las máquinas hace tiempo que condicionan nuestra existencia. El ejemplo más reciente es ese aparato que algunos llevan en el coche para no perderse y que te dice por dónde tienes que ir con una voz impersonal y machacona, un tanto imperativa.
La historia ya empezó cuando las básculas empezaron a decir cuántos kgs. y gramos pesamos, e incluso si hemos engordado desde la última vez que nos pesamos. Llegará el día en que hasta nos regañen. Como ésto siga así acabaremos como en “2001: una odisea en el espacio”, donde el gran ordenador principal terminaba siendo el cerebro de la nave y dominándolo todo.
Algunas máquinas tienen su encanto, como esos pequeños robots que van rebotando de un lado a otro de la casa recogiendo todo lo que encuentran en el suelo. No nos fiemos ni siquiera de esos diminutos artilugios que se supone están ideados para facilitarnos las tareas domésticas, por muy inofensivos y juguetones que parezcan. Terminarán apoderándose de nuestras casas también.

- Es un fastidio tener que escuchar cada cierto tiempo a los que vaticinan que el fin del mundo está cerca. Ya se cierne sobre nosotros una amenaza evidente con los problemas medioambientales que no dejan de crecer en los últimos años. Un agujero en el ozono, hielo que se descongela en los polos, vertidos en ríos y mares, basura nuclear, polución, incendios en los pulmones de la Tierra, vertederos incontrolados, etc. Tenemos que ser menos guarros en nuestros hábitos cotidianos y menos cómodos en nuestros desplazamientos, entre otras cosas. Más mountan bike y menos coche. Tanto apocalipsis ya cansa. Lo que le gusta a la gente todo lo catastrófico, cuánto morbo hay.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La isla de Nim







A veces hay películas que pasan por las carteleras de cine sin apenas llamar la atención, sin hacer ruido. “La isla de Nim” es una de ellas.
Cualquier producción en la que trabaje Jodie Foster es garantía suficiente de que lo que vamos a ver resultará como mínimo interesante. Con este film no nos decepciona: está absolutamente genial en su papel de escritora hipocondríaca, llena de fobias y manías, con sus imprescindibles frascos de antiséptico y botes de sopa precocinada, hablando sola constantemente con el protagonista de sus novelas, al que imagina siempre a su lado, y que renuncia a la seguridad de su casa para cruzar continentes, atendiendo a la llamada de socorro de una niña que vive en una isla prácticamente desconocida, y que la cree el héroe aventurero protagonista de las novelas que la han hecho famosa.
La niña que interpreta a Nim nos encandiló en su momento con su interpretación en “Pequeña Miss Sunshine”. Aquí, algo más crecidita, nos vuelve a cautivar con su forma de entender el personaje y el mundo que la rodea, en contacto con la Naturaleza. Mis hijos dicen que es un poco rara. Yo diría que no encaja en los cánones estéticos e interpretativos de la mayoría del plantel de actores de Hollywood, lo cual es muy de agradecer en realidad, y digno de admiración teniendo en cuenta su edad.
El actor que hace de científico y padre de Nim nos hizo suspirar al sector femenino con su papel protagonista en “300”, que le encanta a mi hijo, donde aparecía todo músculos en medio de una atmósfera magnética y envolvente de lucha y fuerza, más propia de los videojuegos.
“La isla de Nim” es una pequeña joya de imaginación y talento, donde se combinan escenas de la vida cotidiana en mundos muy diferentes con pequeñas y fantásticas historias contadas con sencillez y un curioso despliegue de efectos especiales y recursos estéticos. Me encanta la referencia que hace Nim de su madre, cómo se explica mediante muñecos que la representan la forma como murió, engullida por una ballena en medio de unas olas muy azules mientras realizaba su trabajo de oceanógrafa. Representar este suceso de esa forma tan irreal y poética es una manera de minimizar el enorme drama que es la desaparición de un ser querido, y evita al espectador la sobrecarga emocional que ello conlleva.
La manera de mostrarnos cómo se imagina Nim lo que lee en los libros de la escritora me parece genial. De repente desaparecen las paredes y el techo de la cabaña donde vive en la isla y la cama en la que está echada leyendo aparece sobre la arena del desierto, mientras el protagonista del relato lucha a brazo partido cerca de ella con unos malhechores, saltando incluso por encima de donde está sin rozarla. Es algo muy parecido a como yo imagino el estado emocional y mental que tiene lugar cuando te sumerges en una lectura apasionante, encontrándote de repente en medio de una acción sin formar parte de ella, abstraída en los pensamientos y las ideas que otra persona ha tenido a bien transmitir por medio de las palabras escritas.
Las imágenes del padre de Nim de noche, en medio del mar, sobre su pequeño barco, poco antes de que se desencadene la tormenta, situado en una zona de fosforescencia azul provocada al parecer por unas algas (mi hija me preguntó si eso existía de verdad, maravillada por lo bonito del fenómeno), son de una luz y una plasticidad increíbles.
Todo en esta película es una mezcla de inventiva, aventura y humor. Ver los apuros de la escritora hasta que llega a su destino, su viaje accidentado y terrorífico para ella en todos los medios de transporte imaginables, precisamente lo último que ella necesitaba, nos mueve a la compasión, la hilaridad y la solidaridad. El despliegue que llevan a cabo en la isla los “piratas”, como los llamó Nim (y en cierta forma no le faltaba razón), una compañía mercante que explora nuevos territorios donde poder realizar sus negocios turísticos, es digno de mención. Cómo invaden la playa con sus sombrillas, sus bailarinas exóticas, sus casetas de plástico para hacer las necesidades…. Y lo que hace Nim para ahuyentarlos, provocando sin querer la erupción del volcán que hay allí, es el colmo de la imaginación.
Las escenas submarinas de Nim cogiendo a la escritora de la mano para tirar de ella hacia la superficie y que no se siga hundiendo, conmueven. Por cuántas calamidades se ve dispuesta a pasar con tal de salvar la vida de una niña que está sola, incluso hasta casi perder la vida en el intento. En realidad no sabemos al final quién ha salvado a quién: con la ayuda que mutuamente se prestan ambas consiguen superar sus propias limitaciones físicas y mentales, y paliar su soledad.
Sin duda, “La isla de Nim” es una pequeña joya que pasó inadvertida, sumergida en el maremagnum de películas comerciales que nos invade habitualmente, un tesoro o una rareza que por su originalidad y sencillez merece la pena ver, y más de una vez, porque en cada ocasión se le saca un significado o un detalle distinto.
“La isla de Nim”, un territorio virgen, aún sin apenas colonizar. La magia, lo especial de lo que todavía no ha sido contaminado, el paraíso perdido. La ingenuidad, la inocencia que rezuma este film por los cuatro costados. Busquemos algo así para nosotros, y una vez conseguido que no se entere nadie de lo que tenemos. Hagamos como Nim, que sea un secreto.

martes, 19 de mayo de 2009

La educación para la ciudadanía


Estuve leyendo la asignatura que tiene este año mi hijo, que causó tanta polémica cuando empezó a formar parte del compendio de materias que tienen los estudiantes de la ESO, “La educación para la ciudadanía”, y me recordó en cierta forma lo que se estudiaba hace más de 60 años en las escuelas, unas normas cívicas y de convivencia que lo normal es que se aprendan en el seno de la familia.
La asignatura que ahora se han sacado un poco “de la manga” parece más bien un conjunto de obviedades, aunque quizá la creciente falta de educación y de valores humanos hace que convenga un recordatorio de lo que hace posible que vivamos en una sociedad “civilizada”.
No deja de ser un montón de ideales, y diría yo utopías, que quedan muy bien a modo de buenos propósitos, pero que en la práctica brillan por su ausencia.
Se dice que se pretende “favorecer el desarrollo de personas libres e íntegras a través de la consolidación de la autoestima, la dignidad personal, la libertad(…) formación de futuros ciudadanos con criterio propio(…)”.
Se habla de fomentar el diálogo, explicando lo que es un debate, y el respeto a los derechos humanos, haciendo referencia a las organizaciones internacionales, al discurso de Luther King y el ejemplo de personas que se han hecho famosas por su defensa, como Rigoberta Menchú.
El discurso que pronunció Martin Luther King en agosto de 1963, que nunca había leído, me pareció poético, limpio, luminoso, lleno de fuerza, de deseo de apertura, de libertad, de acabar con todas las barreras, de raza y de religión especialmente, y de conseguirlo todos a una. No es extraño que su forma de hablar haya sido comparada con la de Obama, con el que parece compartir algo más que el color de su piel, sólo que a mí me parece que Luther King es aún más bondadoso.
Define los valores como principios éticos y creencias profundas que son aceptados porque conducen a una vida feliz. Se trata al fin y al cabo de vivir en paz con uno mismo, de hacer las cosas lo mejor que uno crea posible.
Explica que hablar de convivencia implica acercarnos al mundo afectivo, moral y social de las personas, y que la educación es la forma de transmitir conocimientos, cultura y valores.
Habla de la forma como las madres educamos a los hijos, y pone el ejemplo de una “madre hippy” como aquella que permite a sus vástagos adolescentes ir adquiriendo responsabilidades y aprender a equivocarse por ellos mismos. Reprimir a los jóvenes es contraproducente, ya que se así se origina el conflicto familiar. No entiendo por qué a este tipo de madres las llaman “hippies”, no creo que sea por lo permisivas y tolerantes. Cualquiera puede serlo y ello no conlleva abrazar las tendencias de los años 70.
En “La educación para la ciudadanía” se abordan todos los ámbitos del ser humano. Me ha llamado la atención el que se refiere al trabajo femenino cuando se emplea la metáfora “el techo de cristal” para describir una barrera que se interpone en la carrera laboral de las mujeres: no se ve, pero está ahí y es difícil de traspasar, lo que les impide seguir avanzando.
Se menciona también la pobreza, no sólo en el Tercer Mundo sino en lo que ha dado en llamarse el “4º Mundo”, la miseria en los países ricos cuyo reflejo son los ancianos desamparados, los refugiados, los mendigos, los niños abandonados y explotados, los enfermos que carecen de la debida asistencia médica…
Se habla también del comercio justo: que en las relaciones comerciales todos salgan favorecidos, que el consumidor no pague precios desorbitados por productos que ha costado poco fabricarlos, o precios bajos gracias al trabajo desmesurado e ínfimamente remunerado de quienes los fabrican. Igualdad, justicia, dignidad.
Aquí se hace alusión a la industria armamentística, la 2ª más importante después de la del petróleo. EEUU, Reino Unido y Francia obtuvieron por la venta de armas a países en desarrollo una suma mayor a la que gastaron en las ayudas oficiales a esos mismos países. Además, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (los antes mencionados más Rusia y China), son responsables del 88% de las exportaciones de armas.
Sí que algunas reflexiones que se hacen en “La educación para la ciudadanía” han hecho a mi hijo cuestionarse algunas cosas. Me pregunta para saber mi opinión o para ver si corroboro lo que ha leído en el libro.
No sé si después de haber estudiado esta asignatura los chicos serán más “ciudadanos”. Yo lo hubiera dejado más como un conjunto de disertaciones y coloquios realizados de vez en cuando con los alumnos que como materia de curso, y en su lugar haber puesto otras disciplinas más importantes como un 2º idioma o informática.
El gobierno que ahora tenemos hizo de la implantación de esta asignatura casi una cuestión de principios, tanta fue la oposición que despertó. No creo que fuera para tanto, pero ahí está, un poco de “relleno”. Ignoro si continuará cuando el signo político cambie. Parece que cada partido gobernante impone su propio estilo a todo, y el sistema educativo no es una excepción por desgracia a veces.

lunes, 18 de mayo de 2009

San Isidro


Tengo la costumbre desde siempre de acudir a la verbena de San Isidro, no sólo porque está cerca de mi casa sino también porque es de las pocas tradiciones que tenemos los madrileños que aún perviven, aunque un tanto distorsionada.
De niña me encantaba ir con tal de poder ver a la gente que se ponía el traje de chulapón-a. Como siempre ha hecho calor, menos este año, me preguntaba cómo podían aguantar ese atuendo, sobre todo las mujeres, con lo ceñido que es el vestido y lo que se ajusta al cuello. Las señoras maduras, entraditas en carnes por lo general, son las que mejor lo saben llevar, a pesar de lo mucho que marca la figura: no todo el mundo sabe ponerse un clavel y un pañuelo en la cabeza, aunque parezca algo sencillo. Y no digamos llevar el mantón en el sitio justo y con gracia.
El que se pone un traje como ese debe saber que tiene que ir acompañado de la actitud típica de los castizos: andar rumboso, un poco displicente, calmoso; habla descarada, chulesca, a la vez simpática y con temperamento; el mirar un poco por encima del hombro, los ojos medio entornados, estudiando al interlocutor. La puesta en escena lo es todo.
Por lo que he podido oir, en sus comienzos fue romería, una fiesta religiosa en la que se homenajeaba al santo patrón de Madrid, al que se paseaba para regocijo popular. Luego se convirtió en verbena. Como tal la he conocido yo, cuando montaban las atracciones en un solar que había cerca de mi casa, no en la pradera de S. Isidro como hacen ahora. En aquel entonces el calor que hacía nos obligaba a tener las ventanas abiertas y nos teníamos que tragar el ruido toda la noche.
Mucha gente se ponía el traje típico y se degustaban barquillos y la gran variedad de rosquillas que aún se siguen haciendo, para delicia de los que somos golosos, y se bebía limonada. Música de organillo de fondo. Ver a los niños pequeños con ese traje puesto era una gozada.
Ahora todo ha cambiado mucho. De la tradición de antes casi no queda nada. Pocos se ponen el traje, y el chotis se baila en pequeños y escasos grupos. Por todas partes proliferan las tómbolas y las atracciones de feria, que machacan el parque de S. Isidro, apenas transitado el resto del año.
Los madrileños parece que hemos abandonado esta celebración, cansados quizá del agobio de la masificación, los empujones y la suciedad general. En su lugar América Latina entera se da cita allí más que nada para pasar un rato entretenido, porque del santo y de la historia de Madrid dudo mucho que sepan gran cosa. Se me hace extraño ver a algún inmigrante sudamericano vestido con el traje típico de S. Isidro, no porque no sean libres de hacerlo sino porque hay algo anacrónico en ello, como que no se corresponde una cosa con otra. Es como si nosotros nos pusiéramos el traje de Perú o el poncho mejicano. No dejaría de ser un disfraz. Hay tradiciones que no nos pertenecen.
Entristece un poco ver en lo que se ha convertido esta fiesta. No creo que en ninguna otra provincia o región de España hayan sabido mantener con tan poco acierto sus tradiciones. Con eso de que Madrid es una ciudad cosmopolita, aquí se admite todo.
Muchas veces me dan ganas de no volver a ir más cuando pienso en las apreturas, el olor a gallinejas y entresijos del que abomino por muy típicos que sean de aquí (en eso sí que no soy nada castiza), y los escasos vestigios que quedan de lo que fue un día. Por mis hijos voy, que si no seguro que ni aparecía. Aún recuerdo cuando puse a Ana el traje de chulapona siendo muy pequeña, lo graciosa que estaba con sus zapatos de tacón, sus medias blancas transparentes, el vestido entallado, el clavel rosa y el pañuelo blanco sobre su cabeza de rizos rubios. Era como una mujer en miniatura. A Miguel Ángel siempre le dio vergüenza disfrazarse, si no habría estado muy guapo con el traje de chulapón, más chulo que un ocho, con camisa blanca, pantalón negro, chaleco gris muy entallado, pañuelo al cuello, gorra de visera y un clavel en el ojal. Menudo porte rumboso habría tenido.
Y la costumbre de guardar interminable cola para coger el agua “milagrosa” de la ermita que dicen que cura enfermedades me ha parecido siempre una tontería. Si es algo tan beneficioso para la salud debería estar abierto todo el año, ignoro si es así, supongo que no.
“Cuando vayas a Madrid, chulapa mía”, decía la canción… Yo añadiría “no te pases por la verbena de S. Isidro, que de castiza tiene poco ya”.
Soy única promocionando la capital. Pero estoy orgullosa de ser madrileña, a pesar de todo.

jueves, 14 de mayo de 2009

Lost in translation


Parece, cuando cambias de trabajo o cuando se produce cualquier otro cambio en la vida, que a veces nos sentimos como el protagonista de “Lost in translation”, pasamos a formar parte de un ámbito distinto del que ocupábamos hasta entonces, y al estar en un lugar desconocido, con personas extrañas, estamos un poco como dice el título de esta película, perdidos en el traslado.
El protagonista se deprimía profundamente porque encontraba mucha soledad, en un país extranjero muy lejano del suyo y haciendo algo que le aburría. Quizá trajera la soledad ya consigo allá de donde viniera, y sólo la compañía de otra inquilina del hotel donde se alojaba, también necesitada de compañía, paliaba fugazmente sus anhelos.
La ubicación de mi nuevo destino me trae recuerdos lejanos de mi juventud. No lejos de donde ahora estoy empecé a trabajar por 1ª vez con 18 años. Qué distinta era mi forma de ver la vida por aquel entonces. El futuro se abría ante mí lleno de promesas y todo era nuevo para mí.
El trabajo que tenía era bastante precario, un mal rollo para ser la iniciación al mundo laboral. Hay muchas cosas de aquel momento por las que si tuviera que pasar ahora me producirían un estado depresivo absoluto, pero era muy joven y lo llevé lo mejor que pude.
Ahora, cuando paso por una calle cercana, me acuerdo de cuando yo la transitaba hace casi un cuarto de siglo, para ir a cobrar a un Banesto que allí existía el talón que nos daban por entonces el día de cobro. Las transferencias vinieron después. Qué miedo me daba ir luego con todo el dinero por ahí. Hubo un compañero al que atracaron en una ocasión.
Contemplo ahora mi vida y veo que algunas cosas que sentía entonces y que me inquietaban continúan en la actualidad. Pero otras muchas buenas que han venido después se han instalado en mi ánimo, de las cuales la maternidad es la mejor de todas.
Compruebo que tanto en lo laboral como en lo personal el camino ha sido arduo y no siempre me ha conducido a donde yo quería. Una amiga mía dice que no somos dueños de nuestro destino, que las circunstancias nos empujan de un lado a otro como la bola de un pin ball, y terminamos por lo general lejos de donde nos proponíamos. A lo mejor la vida sería muy insípida si desde que la bola es lanzada desde el comienzo del juego llegara sin rebotar aquí y allá directamente al final.
No me puedo quejar: las personas que quiero gozan de salud y el trabajo que tengo, en el que espero no tardar mucho en integrarme, es un lujo comparado con las cutreces de antaño. Cuántas ocupaciones hay que rozan el nivel del subdesarrollo. Sin ir más lejos el de mi hermana, que todos los días tiene que coger trenes donde la gente se hacina como el ganado. Ir a un pueblo a no se cuántos kms. para trabajar en un sitio donde ni te sirve el justificante de Renfe que demuestra que tu retraso se debe a una avería y no a otra cosa. Hay condiciones laborales que son denigrantes.
Mucha gente procura no cambiar nunca de trabajo, incluso aunque el que tengan no les guste y se estén siempre quejando. Les dan miedo las novedades, el no saber con quién van a dar o en qué clase de sitio estarán. Yo, si hubiera hecho eso, todavía estaría en aquel primer trabajo del que tanto ahora me acuerdo, aguantando miserias.
Sí que me he sentido “lost in translation” en alguna ocasión con alguno de estos cambios en el pasado, pero aunque la sensación inicial no fue buena con el tiempo se le saca partido a todo.
No siempre acertaremos. Si eso fuera así tiempo hay de volverse a cambiar, y si no mejor que mejor: en lo que a la Administración se refiere, las cosas funcionan por el estilo, sólo son diferentes las condiciones materiales de las oficinas o la educación de las personas con las que te toque estar. Jefes o jefas no he conocido ni a uno bueno. A la que voy a tener ahora aún no la conozco porque está de baja por enfermedad, pero todo el mundo habla bien de ella. Bueno, igual es la excepción. Eso espero.
Quién no se ha sentido alguna vez "lost in translation" con cualquier cambio de la vida.

lunes, 4 de mayo de 2009

En honor a la verdad (XXI)




- “Mi esposa es tan gorda que yo soy cualquier cosa”.
“No sé si creeréis en la reencarnación, pero yo llevo ya cinco vidas siendo negro. Necesito un respiro”.
Éstas son algunas de las frases de Dave Chappelle, un humorista que hace furor en la televisión norteamericana. Alto, joven y muy delgado, se pasea por el escenario relajadamente y habla de prisa, con un ingenio ácido y elegante al mismo tiempo. Habla de racismo, de sexo, de política, y aunque dice cosas incómodas y cruza muchas veces la línea de lo que es permisible y lo que no lo es, no suenan en su boca de forma grotesca o vulgar. Sus ideas son sumamente originales. El éxito nunca se le ha subido a la cabeza. Sigue siendo un hombre sincero, fiel a sí mismo, realista, que empezó casi de adolescente participando en series de televisión que no tuvieron apenas acogida entre el público. Pero la gente se fijó en él y él continuó trabajando sin descanso, inasequible al desaliento.
“¿Sabéis lo difícil que es que un negro logre parar un taxi en Nueva York?. Pasan de largo como si tal cosa. Hace poco conseguí parar uno, y me llevé tal susto que tuve que decir: “Váyase, por favor”.
“En California hasta los pobres tienen tierras. ¡Y qué tierras!. Grandes extensiones de zona verde alrededor del gueto. Se pueden ver a gorilas mafiosos negros con el cortacésped bailando rap”.
Lo mejor de Dave Chappelle son los gestos que hace y los ruidos con los que acompaña sus shows. Una orquesta va con él a todas partes y es el contrapunto musical y de “gags” sonoros de sus intervenciones.
Inteligencia y humor.

- Me sobrecogen siempre que las veo las imágenes de las Torres Gemelas impactadas por los aviones y su desmoronamiento posterior. Parece mentira que ya hayan pasado siete años y medio de aquello, porque la impresión tan grande que todos recibimos ha dejado este suceso grabado permanentemente en nuestro cerebro y nos da la sensación de que hace poco que tuvo lugar.
En realidad casi no hay día desde entonces que no se haya recordado, quizá por el temor a que en cualquier momento pueda repetirse (la gente que se lanzaba desde las ventanas de las torres huyendo del fuego, una fracción de segundo para elegir la “mejor” forma de morir), los edificios deshaciéndose en mil pedazos entre llamas, cristales y amasijos de hierros, todo el mundo corriendo por las calles presa del pánico, y las cientos de historias que circulan sobre aquellas horas terribles, llenas de dramatismo y heroicidad en algunos casos, todo ésto forma parte de la manera como nuestro mundo “civilizado” inició el siglo XXI. Por no decir del avión que iba destinado al Pentágono, y cuyos ocupantes supieron con bastante antelación cuál iba a ser su final.
Siempre me llamó la atención esa lluvia de papeles que precedió al derrumbe de las torres. Se parecía a esa nube de confeti con que los americanos acostumbran a celebrar sus desfiles. Podrían ser los papeles de las muchas oficinas que albergaban los edificios (bonita forma de acabar tanta burocracia), o simplemente cenizas.
Sadismo a gran escala, otra de las especialidades que el hombre ha desarrollado en los últimos tiempos. Me pregunto cuál será la horrible y novedosa forma de matar con que tarde o temprano nos volverán a sorprender y obsequiar los terroristas.
Al final parecemos corderos que están esperando en el matadero el momento del sacrificio, y como no se sabe cuál va a ser esa incertidumbre nos va matando antes. Mejor no lo pensemos.
 
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