miércoles, 27 de mayo de 2009

Rolling Stones


Una banda como la de los Rolling Stones no deja de sorprender a todo el mundo. Estaba viendo una de sus últimas actuaciones y, salvo por las inevitables arrugas (surcos diría yo) que han aparecido en sus caras por el paso de los años, siguen siendo los mismos de hace cuarenta y tantos años, tan vitales como siempre y con las mismas ganas de trabajar y de disfrutar con lo que hacen.
Dicen las malas lenguas que cada vez que se reúnen para hacer una gira el motivo es poder financiar los gastos que sus muchos vicios les ocasionan. Yo creo que en realidad obedecen a una voz interior, una fuerza ineludible a la que no pueden resistirse, que les obliga a estar juntos una vez más para recorrer el mundo con su música y recibir el calor de un público siempre entusiasta.
Pocas bandas pueden presumir de tener entre sus fans a gente de todas las edades. Las canciones que hacen conectan con todas las generaciones, y la forma como desarrollan su espectáculo, casi sin cambios durante todas estas décadas, engancha a todo el mundo.
A la mayoría de los músicos el cambio de modas y el paso del tiempo les obliga cada poco a reinventarse a sí mismos. No parece ser el caso de los Rolling Stones, que mantienen un estilo muy personal tanto en su trabajo como en su apariencia física, sin apenas modificaciones.
Lo único que ha cambiado es que ya no suelen tener problemas con las autoridades, y ya no saltan a los titulares de la prensa mundial cada dos por tres con los escándalos a los que nos tenían acostumbrados en el pasado. Procesados en varias ocasiones por tenencia de estupefacientes, legendarios por sus juergas de alcohol, drogas y sexo. Circulan videos desde hace años con las orgías que se montaban en los aviones privados en los que hacían sus giras.
Jagger aparece siempre muy “recatado” ante las preguntas que le hacían los medios de comunicación en su juventud, diciendo que a él-ellos no les gustaba hablar de “esas cosas” en público: sexo, religión, política. Una postura muy ecléctica y muy diplomática, muy inteligente por su parte.
Más adelante empezaron a adoptar una pose burlona, porque aunque el líder de la banda respondiese con mucha moderación, siempre asomaba una sonrisilla pícara a sus famosos y neumáticos labios, como queriendo decir: “Tú pregunta lo que quieras que yo te contaré lo que me de la gana. Si ya sabes lo que hay ¿para qué preguntas?”.
Los demás miembros del grupo solían quedarse como “colgados” cada vez que les hacían una pregunta. Colocarse debía servirles sólo para componer música y para interpretarla con garra en el escenario, pero meterse en muchas profundidades como saber qué pensaban sobre ésto o aquello, o qué sentían ante tal o cual cosa, era ya demasiado para las pocas neuronas que les quedaran, reservadas únicamente para su música. Puede que les aburriese escuchar siempre las mismas interpelaciones: ellos, al fin y al cabo, para lo que valen es para tocar y cantar.
He visto una foto de cuando eran más jóvenes en la que aparecen disfrazados de ancianitas, con chaqueta y falda, pelucas y tacones. Daban el pego, con esa cara que tienen. Da la impresión de que se ríen de todo y de todos, pero sin ánimo de hacer daño.
En la actuación a la que antes hacía referencia, se les ve con artistas a los que traen invitados para que les acompañen en algunos de sus temas. Mick Jagger siempre ha tenido una facilidad innata para sintonizar con los compañeros de profesión, respetándose y admirándose mutuamente. Esto hace más ameno y variado un concierto, no están todo el tiempo sólo ellos en el escenario si no que no les importa compartir con otros sus minutitos de gloria, y los que aceptan su invitación disfrutan también con ellos.
Me peguntaba mi hijo hace poco por qué tenían ese aspecto de momias. Ese es el físico que se le suele quedar a los que han tenido y tienen muchos vicios, la droga especialmente. Pero ellos llevan con naturalidad las decadencias físicas y parece importarles poco la opinión ajena a este respecto.
Jagger sigue saliendo a actuar como lo ha hecho siempre, moviéndose de un lado a otro sin parar durante todo el concierto, con los brazos en alto, cantando con su enorme boca abierta. Keith Richards magnífico a la guitarra, con su cara tan fea, los ojos pintados, el pañuelo cubriéndole la frente, un pedazo de anillo en uno de sus dedos y un aro en una de sus orejas. Le he oído cantando sin Jagger, sin tocar ningún instrumento, y diría que lo hace mejor que el líder de la banda, pero no tiene la energía de éste, la electricidad que parece brotar de su famélico cuerpo cuando está actuando. A Richards le gusta acercarse al público y barrerlo con su guitarra, mirando fijamente a unos y otros, o entra en trance mientras pone gesto de placer orgásmico con los ojos cerrados al interpretar determinados acordes. Ronnie prefiere mantenerse en un discreto segundo plano, muy bueno también con la guitarra.
El secreto del éxito y la permanencia de los Rolling Stones es que, pese a las disputas y las luchas de egos (todos tienen mucha personalidad), han sabido conservar por encima de todo su amistad. No se han dejado consumir ni derrotar por sus excesos, como le ha pasado a otros compañeros de profesión, aunque ahora parezca que casi no se tienen en pie (sobre todo Richards).
Ellos piensan que por separado no harían nada, pues dicen ser perezosos, pero juntos valen por cien. Cuando se reúnen se motivan, se transmiten energía mutuamente, la droga ha sido para ellos más que nada la música que hacen.
Mick Jagger, incansable, con sus movimientos paroxísticos y sus vertiginosos retrocesos en el escenario, ignoro cómo se las arregla para no tropezar con nada y caerse. Nunca ha tenido una gran voz, no así cuando habla normalmente, que luce una voz grave muy bonita y una dicción envolvente y perfecta.
Música que llena todos los ambientes, canciones que no cansan nunca por muchas veces que se escuchen, un trabajo el suyo que es intemporal, para todos los gustos. Rock al estilo puro.
Rolling Stones para siempre.

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