Rob Reiner nos vuelve a obsequiar con otra de sus magníficas películas, llenas de magia y encanto, con “Cuenta conmigo”. La historia de cuatro amigos de 12 años que viven en un pequeño pueblo de EEUU en los años 50. Los avatares de estos muchachos cuando deciden emprender la aventura de adentrarse en el bosque para ser los primeros en encontrar el cadáver de un chico un poco mayor que ellos que lleva varios días desaparecido.
Son cuatro niños distintos: el gordito asustadizo, comilón y el más infantil de todos; el gafotas, hijo de un héroe de guerra que perdió la cordura y que solía maltratarlo, a pesar de lo cual quiere mucho a su padre y no permite que nadie hable mal de él; el guaperas, valiente, decidido, interpretado por un ya estupendo River Phoenix que más tarde se haría famoso y cuyo inesperado y rápido fin pocos años después nos sorprendió a todos; y el más serio y sensato de todos, un jovencito escuálido con una gran imaginación que será el escritor que de mayor contará la historia de todos.
El suyo es un viaje iniciático a la edad adulta más que una simple aventura, pues sacarán a relucir todas sus ilusiones, sus miedos, sus frustraciones y sus traumas. El mundo de los mayores ya se ha encargado de dejarles su particular huella en el alma. Quizá no tendrán nunca tal nivel de comprensión, solidaridad y afecto como el que disfrutan cuando están juntos y ponen al descubierto lo que llevan en el corazón y en sus mentes.
Al calor del fuego cuando acampan por la noche entre la foresta, la conversación está salpicada de chistes, bromas, puyas, las preocupaciones propias de su edad y sus anhelos. Y es que las cargas parece que son menos pesadas cuando se comparten.
El que va a ser escritor ameniza las veladas con alguno de sus relatos, improvisados, originales y algo disparatados, para regocijo general. Todos están deseando escuchar sus cuentos, con finales inesperados, y siempre le están animando a hablar.
Atravesando campos, cruzando unas vías sobre un puente (la llegada repentina del tren les hará correr como en su vida), pisando terrenos cenagosos y sumergiéndose en las aguas de un pantano (descubrirán con repugnancia que el cuerpo se les ha llenado de sanguijuelas, y el futuro escritor se desmayará tras sacar una de ellas del fondo de sus calzoncillos), pasando en fin mil y una vicisitudes, esta experiencia les unirá aún más pese a sus disputas y diferencias, forjando su carácter y poniendo a prueba su incipiente virilidad.
El niño escritor no podrá reprimir las lágrimas cuando lleguen ante el tan buscado cadáver, atropellado por el tren y tirado al final de un terraplén. Siente por vez primera la fragilidad y la fugacidad de la vida, y le invade una enorme tristeza por el trágico y prematuro final del infortunado chico, y por sí mismo, al ser consciente en un momento de la falta de amor que le profesa su padre, obsesionado con el hijo mayor, muerto recientemente. Piensa que a su progenitor le es indiferente que él esté vivo o no. La importancia de la propia vida cuando se es niño parece estar en función del valor que los adultos le quieran dar.
Cuando una banda de jóvenes más mayores llegue para disputarse el descubrimiento del cadáver, que parece que se ha convertido en una especie de trofeo, River Phoenix y el niño escritor lo defenderán con uñas y dientes, sacando a relucir una pistola que llevaban para protegerse por las noches del ataque de posibles peligrosos animales salvajes. La determinación del segundo, que saca el arma y apunta con mirada fija e irrevocable, de adulto ya, será decisivo para que la violenta pandilla decida batirse en retirada.
Cubrirán el cadáver con una manta y a su regreso avisarán por teléfono a las autoridades para que sean éstas las que se encarguen de todo: al final el mérito, la gloria del descubrimiento, no será para unos ni para otros.
Al regresar al pueblo, les parecerá más pequeño. Es como si sus mentes se hubieran abierto a otros horizontes. Ahora, aunque han pasado sólo dos días, lo ven todo distinto. Cada uno regresará a su casa, y la voz del narrador (el niño escritor cuando ya es adulto), nos irá haciendo un breve resumen de lo que será de cada uno de ellos en el futuro.
Amigos que son casi como hermanos, y que sin embargo perderán todo contacto con el paso de los años. Queda el recuerdo de lo que pasaron juntos y de cómo se sentían en aquel entonces, en sus vidas cotidianas y mientras duró la aventura. En aquel momento sabían que si alguno de ellos hubiera necesitado algo, lo que fuera, habrían dicho sin dudarlo: “Cuenta conmigo”.
Son cuatro niños distintos: el gordito asustadizo, comilón y el más infantil de todos; el gafotas, hijo de un héroe de guerra que perdió la cordura y que solía maltratarlo, a pesar de lo cual quiere mucho a su padre y no permite que nadie hable mal de él; el guaperas, valiente, decidido, interpretado por un ya estupendo River Phoenix que más tarde se haría famoso y cuyo inesperado y rápido fin pocos años después nos sorprendió a todos; y el más serio y sensato de todos, un jovencito escuálido con una gran imaginación que será el escritor que de mayor contará la historia de todos.
El suyo es un viaje iniciático a la edad adulta más que una simple aventura, pues sacarán a relucir todas sus ilusiones, sus miedos, sus frustraciones y sus traumas. El mundo de los mayores ya se ha encargado de dejarles su particular huella en el alma. Quizá no tendrán nunca tal nivel de comprensión, solidaridad y afecto como el que disfrutan cuando están juntos y ponen al descubierto lo que llevan en el corazón y en sus mentes.
Al calor del fuego cuando acampan por la noche entre la foresta, la conversación está salpicada de chistes, bromas, puyas, las preocupaciones propias de su edad y sus anhelos. Y es que las cargas parece que son menos pesadas cuando se comparten.
El que va a ser escritor ameniza las veladas con alguno de sus relatos, improvisados, originales y algo disparatados, para regocijo general. Todos están deseando escuchar sus cuentos, con finales inesperados, y siempre le están animando a hablar.
Atravesando campos, cruzando unas vías sobre un puente (la llegada repentina del tren les hará correr como en su vida), pisando terrenos cenagosos y sumergiéndose en las aguas de un pantano (descubrirán con repugnancia que el cuerpo se les ha llenado de sanguijuelas, y el futuro escritor se desmayará tras sacar una de ellas del fondo de sus calzoncillos), pasando en fin mil y una vicisitudes, esta experiencia les unirá aún más pese a sus disputas y diferencias, forjando su carácter y poniendo a prueba su incipiente virilidad.
El niño escritor no podrá reprimir las lágrimas cuando lleguen ante el tan buscado cadáver, atropellado por el tren y tirado al final de un terraplén. Siente por vez primera la fragilidad y la fugacidad de la vida, y le invade una enorme tristeza por el trágico y prematuro final del infortunado chico, y por sí mismo, al ser consciente en un momento de la falta de amor que le profesa su padre, obsesionado con el hijo mayor, muerto recientemente. Piensa que a su progenitor le es indiferente que él esté vivo o no. La importancia de la propia vida cuando se es niño parece estar en función del valor que los adultos le quieran dar.
Cuando una banda de jóvenes más mayores llegue para disputarse el descubrimiento del cadáver, que parece que se ha convertido en una especie de trofeo, River Phoenix y el niño escritor lo defenderán con uñas y dientes, sacando a relucir una pistola que llevaban para protegerse por las noches del ataque de posibles peligrosos animales salvajes. La determinación del segundo, que saca el arma y apunta con mirada fija e irrevocable, de adulto ya, será decisivo para que la violenta pandilla decida batirse en retirada.
Cubrirán el cadáver con una manta y a su regreso avisarán por teléfono a las autoridades para que sean éstas las que se encarguen de todo: al final el mérito, la gloria del descubrimiento, no será para unos ni para otros.
Al regresar al pueblo, les parecerá más pequeño. Es como si sus mentes se hubieran abierto a otros horizontes. Ahora, aunque han pasado sólo dos días, lo ven todo distinto. Cada uno regresará a su casa, y la voz del narrador (el niño escritor cuando ya es adulto), nos irá haciendo un breve resumen de lo que será de cada uno de ellos en el futuro.
Amigos que son casi como hermanos, y que sin embargo perderán todo contacto con el paso de los años. Queda el recuerdo de lo que pasaron juntos y de cómo se sentían en aquel entonces, en sus vidas cotidianas y mientras duró la aventura. En aquel momento sabían que si alguno de ellos hubiera necesitado algo, lo que fuera, habrían dicho sin dudarlo: “Cuenta conmigo”.
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