miércoles, 24 de junio de 2009

En honor a la verdad (XXIV)


- Me causó una gran impresión la noticia reciente de la extraña y repentina muerte de David Carradine, el inolvidable intérprete de Kung-Fu. La verdad es que ya tenía sus años, pero todavía le quedaba carrete para rato. Nunca se sabe lo que se puede llegar a hacer cuando te encuentras lejos de casa y de la familia, en un país exótico. Desde luego hay ciertas prácticas masturbatorias sadomasoquistas que me dejan alucinada. Será que cuando uno lo ha probado ya todo experimentar con usos difíciles y peligrosos es lo único que queda por hacer, y más cuando ya se tiene cierta edad. No creo que pensara lo que le podría pasar.
Este suceso viene a confirmar una vez más lo de que el personaje y el actor poco tienen que ver la mayoría de las veces. Carradine era todo equilibrio, pureza y espiritualidad en la famosa serie televisiva que le catapultó a la fama, una inspiración para todos. Pero cada uno tiene sus necesidades, sus gustos y sus circunstancias, y en nada tienen que ver con ese papel ficticio con el que todo el mundo te identifica. Por eso cuando pasan ciertas cosas que no esperas sobreviene el desconcierto y la decepción muchas veces. Yo le voy a echar de menos porque era un tipo que siempre me cayó bien.
Y es que con frecuencia no sabemos lo que nos traemos entre manos….

- Hace unos días dio la casualidad que en el espacio de un rato ví en mi trabajo a dos actores conocidos. El primero fue a Juan Luis Galiardo, que estuvo a punto de entrar en el ascensor que yo había cogido, pero que a última hora cambió de opinión porque uno de sus acompañantes le dijo que se fueran a tomar antes un café. Qué emoción. La trayectoria profesional de este hombre ha sido un poco especial, porque en sus comienzos hacía las típicas películas pornográficas de los años 70, que tan mal le hicieron sentir (depresión profunda incluida), luego se fue a hacer novelas a Sudamérica, y cuando regresó a España en plena madurez era una persona nueva, parecía otro, había sacado lo mejor de sí mismo y se encontraba en paz, o por lo menos todo lo en paz que podemos llegar a estar los miserables mortales. Las veces que le he visto en televisión cuando le han hecho alguna entrevista ha resultado un poco plasta, porque se pone a hablar y parece que no tiene fin, pero es muy inteligente y ocurrente, a pensamientos muy profundos y a veces muy tristes les da un aire cómico-festivo que me hace reir mucho (puede ser terriblemente sarcástico), con lo que pretenderá seguramente alejar los fantasmas de la melancolía y la desesperación que tanto le atormentaron de joven. Hay que relativizarlo todo.
La verdad es que para la edad que tiene está hecho una pena. Lo recuerdo hace años como un hombre muy guapo, el típico galán de cine.
El otro personaje famoso que ví fue a la actriz que hace el personaje de Cañizares en “Camera café”. Fue de lejos y de espalda, pero su voz es inconfundible.

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