jueves, 31 de enero de 2013

El diablo se viste de Prada (I)


Cuando Miranda llega con su coche a las puertas del Runway, una de las revistas de moda más prestigiosas, se corre la voz entre toda la plantilla y comienza una vertiginosa sucesión de cambios y preparativos, a fin de que todo esté a punto.

Andrea acaba de llegar también poco antes, en busca del empleo de secretaria, pero Emily, la otra secretaria, y Nigel, la mano derecha de Miranda, la miran de arriba abajo, horrorizados por el aspecto que tiene, mientras éste exclama con cara de asco: “¿Alguien ha comido cebolla?”.

Ella observa sorprendida y un poco asustada la repentina y acelerada actividad que se ha despertado a su alrededor: se retocan los maquillajes, se cambian los zapatos por unos más elegantes, y aparecen una botella de agua mineral y un montón de revistas sobre la amplia y reluciente mesa de cristal de Miranda.

Unos tacones rojos descienden de un lujoso coche con chófer. Una chica que iba a subir en el ascensor sale precipitadamente, disculpándose: cuando lo usa ella no puede ir nadie más. Al llegar va enumerando a Emily una interminable lista de tareas pendientes, tanto de trabajo como personales, salpicadas de palabras despectivas respecto a su incompetencia. Su mente es fría, ágil, perfeccionista. Sólo quiere que todo el mundo siga su ritmo, y eso no es fácil.

Su forma de hablar es suave, pausada, muy elegante y educada, pero también está envuelta en una ira gélida. No admite confianzas ni comentarios que no hayan sido pedidos. Sus invectivas a sus subordinados son terriblemente, cruelmente aceradas y sutiles.

Mientras Miranda la entrevista para el trabajo apenas la mira, ocupada en ojear sus revistas. Hace más afirmaciones que preguntas, poco gratas las primeras, muy concisas las segundas. Cuando da por concluida la entrevista al poco de haber comenzado y Andrea ya se va, ésta se da la vuelta, molesta porque no se ha tenido en cuenta su curriculum y sus cualidades, y dice ante una sorprendida Miranda, que se quita las gafas desconcertada e irritada mirándola fijamente: “Bueno, tiene razón, no encajo aquí, no soy flaca, ni tengo glamour, ni entiendo de moda, pero aprendo de prisa y trabajaré duro…”

Las interrumpe Nigel con algún asunto urgente. “Gracias por su tiempo”, dice Andrea antes de marcharse. Cuando está a punto de salir del edificio la llama Emily, que la apremia a regresar con gesto irritado: ha conseguido el trabajo. En una cena con sus amigos todos brindan: “Por los trabajos que pagan el alquiler”.

Al día siguiente, a las 6 y cuarto de la mañana, Emily la llama desde la oficina para que traiga los cafés que Miranda va a tomar a lo largo del día. Andrea corre con los vasos de Starbucks por la calle, pero no llega a tiempo.

Mientras está en la oficina no puede moverse de su mesa. Nigel le trae unos zapatos maravillosos. “No los necesito, me ha contratado, conoce mi aspecto”, le dice ella. “¿Y tú?”, le responde él.

Miranda la llama y enumera su interminable lista de cometidos. Cuando acaba la mira con desdén de arriba abajo, como a un insecto que molesta. No quiere a nadie a su alrededor que no vaya a necesitar.

Cada mañana Miranda tira su abrigo y su bolso sobre la mesa de Andrea. A medio día los jefes de cada departamento se reúnen y presentan sus propuestas para que la jefa elija la que más le guste. Hay mucha tensión, todos esperan que sus ideas sean las escogidas, y a la vez temen su desaprobación.

Durante una de estas reuniones Andrea no puede contener una risita que se le escapa cuando están comparando los tonos azulados de dos cinturones que a ella le parecen del mismo color. Miranda se vuelve hacia ella con una ira fría y calculada y le da un discurso aleccionatorio para ilustrarla sobre la importancia de la moda, haciéndola ver que hasta ese jersey de saldo que lleva ella puesto es fruto de la decisión de creativos, que decidieron desecharlo y relegarlo a tiendas baratas. Después le da la espalda.

Miranda la llama en cualquier momento del día, incluso fuera de las horas de trabajo. Cuando no le consigue un vuelo que supla el que iba a coger, que han cancelado, y no puede acudir a un recital de sus hijas, la reprende sin piedad: “¿Sabes por qué te contraté? Yo siempre elijo el mismo tipo de chicas, guapas, estilosas, delgadas, adoran la revista…, pero a menudo acaban siendo decepcionantes, estúpidas. Pensé que serías diferente y me dije: “Adelante, juégatela, contrata a la gorda y lista”. Pero has terminado por decepcionarme más que las otras chicas tontas”. Andrea intenta defenderse, entre lágrimas, pero Miranda siempre concluye sus diatribas del mismo modo cortante: “Es todo”.

Andrea acude a Nigel para que la ayude. Su consejo es importante para ella. “Déjalo”, le dice él, “encontraría otra chica en 5 minutos, que además deseará este trabajo”. “Sólo estoy diciendo que por lo menos me reconozca cuando lo hago bien”. “Seamos serios Andy”, le contesta él, “no te esfuerzas lo suficiente. Sólo te quejas. Este lugar, por el que muchos morirían por trabajar, tú lo haces sólo para comer. Y todavía te sorprendes por qué no te besa en la frente ni te da una estrella por tus deberes al final del día. Despierta corazón”, le dice con gesto afectuoso y compungido.

Andrea le mira de una cierta manera, implorando su ayuda. Necesita un cambio de imagen. Él entiende enseguida. “No….”, dice, pero al momento siguiente le está eligiendo ropa, calzado y complementos de entre las muestras de que dispone la revista, y de las mejores marcas.

La 1ª vez que Emily y otra chica de las oficinas la ven con su look renovado, justo cuando la estaban criticando y riéndose de ella, se quedan con la boca abierta. A partir de entonces lucirá toda una colección de prendas, zapatos, collares, a la última. En alguna ocasión Miranda se la queda mirando, y entonces asoma una ligera sonrisa en sus labios.

En lo que llaman “una vista previa”, Miranda ve las colecciones antes de los desfiles. Los diseñadores esperan aterrorizados su beneplácito, confiando en que no rechace sus creaciones. Nunca muestra emoción alguna, pero si pone mala cara es suficiente pare echar por tierra el trabajo de meses.

miércoles, 30 de enero de 2013

El acoso moral


Psiquiatra, psicoanalista y psicoterapeuta familiar, Marie-France Hirigoyen es una de las grandes especialistas en desenmascarar las actitudes perversas que conducen a la violencia y el abuso. Francesa, de ascendencia española, se formó en EE.UU. en Victimología, una rama de la Criminología que analiza las secuelas psíquicas en las personas que han sufrido atentados o agresiones diversas. En 1998 publicó Acoso moral, un libro sobre el maltrato que ha tenido un éxito mundial. En su último libro El abuso de la debilidad, publicado recientemente, nos habla de cómo se genera el abuso en las relaciones y nos hace reflexionar sobre la posibilidad de que podamos ser manipulados.

En una entrevista concedida hace poco, la psiquiatra afirmaba que el manipulado se avergüenza de no haber sabido reaccionar ante el manipulador, por eso es un hecho que suele ocultarse. “En una manipulación hay un cierto grado de consentimiento”.

El suyo es un libro que incita a la reflexión, nos hace preguntarnos por los límites de lo que cada uno de nosotros puede aceptar. “El abuso de debilidad es usar la debilidad de una persona para un bien propio o inducir a la debilidad, es decir, provocarla para el propio interés”.

Según la legislación francesa se considera personas vulnerables o débiles a los ancianos, los enfermos, los niños y las personas que se encuentran bajo sugestión psicológica. “Todos somos manipuladores y podemos hacerlo de forma benévola (la influencia sana). El manipulador lo hace por su conveniencia”.

En la entrevista le preguntaban qué es el consentimiento. “Es una decisión tomada con libertad y con conocimiento de causa. Pero en algunos casos se puede conseguir por la sugestión, la manipulación o la amenaza”.

Ante la pregunta de cómo se supera el status de víctima, Hirigoyen afirma que “en primer lugar hay que entender que no se trata de una situación normal, y a la vez reconocer el papel que ha tenido uno mismo en esa relación patológica. Esta experiencia debe ayudarte a defenderte mejor”.

“A menudo el vacío, que identifica muy bien el manipulador en la persona de la que abusa, es una carancia afectiva. Ese manipulador sabrá colmarlo”, y con mentiras si es necesario. “Hay dominaciones que son aceptadas y que no necesariamente son negativas. Por ejemplo, hay dominaciones naturales de un progenitor hacia su hijo. Pero otras, las negativas, hacen que la persona se retraiga y se convierta en la sombra de sí misma”.

Podría pensarse que la dependencia de una persona hacia otra que abusa de ella es comparable con la dependencia a sustancias psicoactivas. “El manipulador es el que necesita a la “persona blanco”, pero consigue cambiar la situación, invierte la dinámica y crea una dependencia de la persona manipulada hacia su persona. El manipulador, primero, induce la dependencia de la otra personas después de detectar su carencia afectiva, pues la llena de un supuesto amor; después amenaza con retirarle ese amor. Asusta a la persona con la posible pérdida y hace más álgida la necesidad del otro”.

A la pregunta de si las transgresiones del perverso aportan excitación a la víctima, sobre si ésta se encuentra en un estado depresivo, Hirigoyen afirma que “el perverso siempre acaba cruzando la línea de lo admitido. Siempre es subversivo, provoca miedo y da la sensación de peligro. Esta sensación provoca un efecto hormonal y una descarga de los neurotransmisores cerebrales. Esto, en una persona depresiva, provoca el mismo efecto que los antidepresivos. Le produce un “subidón”.

La psiquiata afirmaba en su primer libro que las víctimas eran elegidas porque aceptaban la seducción, eran tolerantes al abuso y su agresor detectaba en ellas un fallo, generalmente de desvalorización y culpabilización. “El manipulador dice: “Yo sé mejor que tú lo que debes hacer, yo sé mejor que tú lo que es bueno para ti”. Como buen perverso, pervierte la situación (...) “Es una estrategia de acoso muy conocida y que se utiliza en el marketing”.

Tanto manipulador como víctima tienen un déficit emocional. “El manipulador es alguien que tiene una baja autoestima y no para de realzarse de forma artificial a través de la manipulación del otro, aunque no es consciente del daño que causa, no es un psicópata, aunque se aproxima a él porque no siente ninguna empatía”.

En la entrevista se plantea la cuestión de por qué hay adultos inteligentes que caen en la manipulación, y se alude a posibles disposiciones psíquicas que se podrían cambiar. “Ninguna patología está en el origen del abuso o la propicia más. Cualquiera puede ser víctima del abuso. Todos tenemos fisuras, algún aspecto frágil, y el manipulador se cuela por esa rendija. En el principio de la relación la futura víctima sintió algo, pero no se escuchó a sí misma. Siempre hay que hacer caso a nuestra intuición y estar atento al malestar que sentimos. Cuando en una situación no nos encontramos a gusto, no nos aclaramos del todo, es porque hay algo que no es normal. Yo doy clases en la Escuela de Magistratura, y a los magistrados les explico lo siguiente: “Cuando se sientan tontos, que no se enteran, que no entienden absolutamente nada de lo que está pasando, es porque alguien les está intentado manipular”.

En su libro pone como ejemplo de manipulador al doctor House, el protagonista de la famosa serie. “Es el ejemplo del perverso manipulador, siempre está mintiendo, habla mal de todos los que están en su entorno, y además hace que éstos hablen mal unos de otros. Ni siquiera respeta a los pacientes y el código deontológico, lo que le interesa es el juego intelectual. Puede incluso provocar una enfermedad para demostrar que tenía razón”. En la serie se habla de que House sufrió maltrato de su padre en la infancia. “Sí, y además tiene malas relaciones con su madre, y es toxicómano, es decir, tiene problemas con los límites. Lo que es interesante es lo destructor que es, lo patológico que es, y sin embargo es seductor (…) Esta idea conduce a atravesar el límite de lo aceptable. De este modo, algo que es inaceptable se convierte en aceptable. Eso es lo que hace el perverso, hacerte creer que su comportamiento es vulgar y corriente”.

En su libro desfilan nombres de gente famosa, Madoff, Strauss-Kahn, ante un análisis que nos hace reflexionar sobre las pulsiones humanas, sobre la del dominio en particular. “La perversión moral se ha relativizado y se ha banalizado. Cuando alguien se ha pasado, puede acudir a un abogado, que presentará el hecho como aceptable y luego irá a una agencia de comunicación que lo transformará hasta que aparezca como la cosa más normal del mundo. Incluso se presentará como víctima de lo que se le reprocha”.

“Para ser manipulador es necesaria la megalomanía, es decir, alguien debe sentirse importante. Luego está la seducción. Para abusar de alguien se debe seducir. Además hay que mentir para tapar la verdad. El manipulador usa a los demás y los vampiriza. Y también tiene que haber falta de escrúpulos. Paradójicamente, estas características son las que se requieren hoy en día para tener éxito en nuestra sociedad (…) Se banalizan estos comportamientos, y nuestros hijos acaban pensando que son la norma para estar en la sociedad”.

En el libro Hirigoyen habla de la “dominación suave” que nos tiene sojuzgados. “A través de buenas palabras, de ciertas promesas e ilusiones que se crean, aceptamos lo que los estratos dominantes quieran”. 

Para la psiquiatra, el status de víctima no es irreversible. Hay reacciones individuales ante un problema de manipulación personal (pareja, familia, amigos, ámbito laboral), y reacciones colectivas ante un problema de manipulación social. “Es necesario que el afectado empiece a decir: “No, esto no, esto es inaceptable”.

lunes, 28 de enero de 2013

Los Globos de Oro 2013


Nunca había sentido curiosidad por ver cómo es la gala de los Globos de Oro, evento que parece minimizado por la gala de los Oscars. Sin duda, lo que sucede en una es un preludio de lo que va a suceder en la otra, aunque a veces hay muchas sorpresas.

Este año las películas que se presentan tienen calidad. Hacía mucho que no teníamos sobre la mesa creaciones tan jugosas. La competencia es muy reñida. Como era de esperar, Los miserables acaparó buena parte de los premios. Hugh Jackman le agradeció sobre todo a su esposa el éxito alcanzado, pues fue ella la que lo animó a aceptar el proyecto, venciendo sus reticencias, poco confiado como estaba en sus propias posibilidades.

Me gustaron las palabras de Daniel Day-Lewis al recibir su galardón por Lincoln. Se nota que es inglés, por lo estiloso y por su dicción maravillosa, además de ser un hombre culto que sabe hablar muy bien. Hace unos años volvió al cine, tras una etapa en la que estuvo dedicado a tareas tan inusitadas en él como zapatero, rescatado por Scorsese. Pero sus apariciones se espacían bastante. Es conocida su manera de meterse en los personajes, hasta el punto de perder la noción de la realidad y necesitar asistencia médica. Me encantaron las palabras que le dirigió a Spielberg en agradecimiento por el papel. Aún no he visto la película, pero sí algunos trozos, y el cartel publicitario: parece realmente la reencarnación del histórico presidente. Siempre ha tenido una camaleónica capacidad de transformación.

La que era un poema era la cara de Tommy Lee Jones cuando Will Ferrer y otra actriz que no conozco presentaron la candidatura a la mejor actriz de comedia, en la que estaba nominada su compañera en la cinta Meryl Streep. El dúo logró arrancar las risas del público, menos Tommy Lee Jones, al que no le hizo mucha gracia la parodia. Will Ferrer a mí también me parece insoportable.

Lo que me pareció fuera de lugar fue que Quentin Tarantino se llevara el galardón al mejor guión, siempre me parece tremendo que este hombre se lleve premio alguno, me da igual que tenga un coeficiente intelectual de 160. Y también me sorprendió que le dieran a Ben Affleck el de mejor director, habiendo otros tan importantes compitiendo con él. Como actor me ha parecido siempre insulso. Puede que en otras facetas nos demuestre mejor sus talentos.

Anne Hathaway vuelve a ser la misma que solía ser, chillona y saltimbanqui, olvidado su conmovedor despliegue dramático en Los miserables. Sólo el recordar su estupenda interpretación y su maravillosa voz me hace verla con más afecto que como solía hacerlo.

En los barridos y primeros planos que hacían las cámaras sobre los asistentes se veían muchas caras conocidas, y queridas. También había muchas actrices que no conozco, tendría que ponerme al día, aunque parecen clones unas de otras, peinadas, maquilladas y vestidas de forma similar. Los veteranos parecian acartonados, con tanta gomina y tantos retoques estéticos.

Los Globos de Oro son una ocasión más “íntima” que la de los Oscars, unos cuantos invitados y una cena en mesas primorosamente decoradas. A los norteamericanos les gustan mucho las veladas con espectáculo, velas en las mesas, saben crear un ambiente glamuroso.

Y con esto se nos hace la boca agua de cara a la entrega de las estatuillas allá por finales de febrero. Hay buenas películas en cartel, Los miserables, Lo imposible, El vuelo, Lincoln, Amor, Hitchcock, The Master… Promete ser una noche muy especial. La esperamos con anhelo. 


miércoles, 23 de enero de 2013

Turista y estafado


Hay un programa en televisión que me parece el colmo de lo inimagibale, la gota que colma el vaso de la moda imperante del reportaje callejero de español en el extranjero, en busca de experiencias y aventuras. En Turista y estafado el presentador viaja en cada ocasión a un lugar diferente para mostrar a la estupefacta audiencia los peligros que su dinero o su integridad física pueden correr, expuestos a mafias de diverso pelaje.

El episodio que vi transcurría en el carnaval de Río de Janeiro. Al presentador lo enfocan desde lejos mientras está sentado en la playa bajo una sombrilla. Alguien se le acerca preguntándole si le puede guardar sus pertenencias mientras se da un baño. El presentador, distraído por la maniobra, no se da cuenta de que por detrás otra persona se acerca y le mete la mano dentro de su bolsa para llevarse la billetera. Es difícil que nadie lo haya visto, pero nadie da la voz de alarma, no se quieren meter en líos.

El presentador retiene al bañista cuando regresa, y éste termina confesando sin necesidad de apurarle mucho. Luego le hace señas a su compinche, que observa desde una distancia prudencial, para que se aproxime, pero éste no quiere que le enfoquen con las cámaras. El ladrón da todo tipo de explicaciones, sonriendo sin cesar, como si se recreara en el asunto, o se las diera de listo: mira lo bien que lo hago, todo el que prefiera un trabajo honrado para subsistir es porque es tonto, con lo fácil que se vive así y el dinero que puedes ganar.

Luego el presentador va en taxi. Ya previamente nos advierte que seguramente el taxista nos va a querer engañar, como así ocurre. Cuando llegan al destino intenta confundirle con juegos de palabras, usando un tono intimidatorio. Al final le revelan al timador que le están grabando y que saben lo que pretende, y se van todos juntos ¡alucinante! a una terraza que hay cerca de allí, junto al mar, a tomarse algo, mientras le cuenta cómo es ser un “malandro”, palabra que utiliza el sujeto para autodenominarse con mucho orgullo y sonrisas, con el mismo talante del bañista chorizo.

Durante el desfile de carnaval son decenas de cacos los que quieren apropiarse de su cartera. Él se la pone en el bolsillo de atrás del vaquero, muy a la vista. La tentación es irresistible. Los descuideros te quitan todo lo que esté al alcance de su mano sin que lo notes, cámaras de fotos o video que sobresalen de un bolso, lo que sea. Se encara el presentador con el que cree que le ha robado, que se ha esfumado en un santiamén, pero al que consigue localizar milagrosamente. El sujeto en cuestión tampoco tiene inconveniente en hablar sobre sus actividades.

Una prostituta lo aborda en una zona de copas. Es fea de narices, pero tiene un cuerpo escultural. Por lo alta y lo fuerte que es parece casi un travesti. Lleva al presentador a la mesa de una de las terrazas y, mientras están charlando, le hace levantarse para ir a por algo para ella, momento que aprovecha para echarle unos polvos en la bebida. Cuando vuelve, le descubre todo el pastel y ella se lo explica todo: lo que le ha puesto en el vaso es una potente droga que le hará efecto, calcula ella, cuando la hubiese llevado al hotel donde él está alojado, y que le dejaría fuera de combate durante dos días. Ella se llevaría su dinero y todo lo que encontrara de valor.

Si quieres pasar por una experiencia exótica, te puedes citar con una especie de sumo sacerdote, “macumba”, al que serás conducido a través de la espesura de la selva, caminando durante un buen rato. El extraño personaje, ataviado y pintado como el salvaje de una tribu, te dará azotes con la rama de una palmera para ahuyentar los malos espíritus, y te pasará las manos por todo el cuerpo para sanar lo que esté enfermo. No da muchas explicaciones, es antipático a más no poder, y está así como un cuarto de hora por la "módica" cantidad y por adelantado de 300 € ó más.

Por todas partes hay unas personas que se dedican al juego del Bicho, como allí se le conoce, y que están camufladas al tratarse de una actividad prohibida. Es una especie de sorteo de la lotería. El dinero conseguido, que es muchísimo, se blanquea en las escuelas de samba, los desfiles, etc. Si preguntas por la calle nadie sabe nada, todos tienen miedo de delatar a esa mafia.

El mismo carnaval está en manos de estafadores. Otra mafia se encarga de la venta de billetes: el que más pague se queda con las mejores entradas, a precios desorbitados.

Conclusión: si viajas a según qué sitios te pueden robar, drogar, azotar, y todo lo que haga falta para que te vayas de allí con un recuerdo imborrable. De todas formas, y para que nadie proteste, el presentador aclara al final que a pesar de todo Río de Janeiro es un lugar incomparable que no hay que dejar de visitar. Aunque visto lo visto, a lo mejor nos lo pensamos dos veces.

martes, 22 de enero de 2013

Pintura hiperrealista (XXXI): Slava Groshev


 

Pintor ruso afincado en Canadá. Sus temas giran en torno a los niños, representados con enorme ingenuidad, pasajes de la Biblia, algunos desnudos muy sensuales, y el mundo judío.

lunes, 21 de enero de 2013

Ronald Reagan


He oído más de una vez, cuando se hace balance de la gestión llevada a cabo por los diferentes presidentes de EE.UU. que a lo largo de la Historia ha habido, que Ronald Reagan gustó especialmente y dejó un recuerdo imborrable en su país. Mientras estuvo en su cargo nunca le presté mucha atención, con aquel tupé pasado de moda y una sonrisa eterna, imagen muy americana, saludando con el brazo levantado siempre en la misma actitud. Pensé en que cualquiera podía ser presidente si en un país como aquel dejaban que un actor de 2ª llegara hasta ese lugar.

Pero estaba equivocada. No eligen por dos veces consecutivas a una misma persona sólo porque caiga simpático o pronuncie buenos discursos. Se ha dicho que América, cuando él llegó a la Casa Blanca, pasaba por horas bajas, pero que Reagan llevaba a su país dentro de sí y lo mostró para que todos volvieran a sentirse patriotas y orgullosos de su nación.

Siempre fue una persona muy idealista. De niño se refugiaba en sus sueños paseando por los parajes de los lugares en los que vivió, sin apenas amigos, al verse obligado a cambiar con frecuencia de residencia por el alcoholismo de su padre, que no conseguía conservar ningún empleo. Una vez se lo encontró inconsciente por la bebida, tirado en medio del porche de su casa. Él era un niño, pero sacó fuerzas de flaqueza para arrastrarlo al interior y así evitarle el frío de la intemperie.

Su madre pertenecía a una doctrina de la iglesia católica que rechazaba acérrimamente el alcohol, a la que Ronald terminó uniéndose también. Siendo muy joven empezó a trabajar en la radio, y más tarde se fue a Hollywood para lograr su sueño de siempre de ser actor. Ya entonces mostró sus condiciones para el liderazgo, al ser portavoz del sindicato del sector, y su conservadurismo, que le llevó a unirse a la caza de brujas del gobierno en su persecución del comunismo. Recibió una amenaza anónima en la que se le decía que si persistía en sus actividades le rociarían la cara con ácido, y así no podría ser nunca más actor. Esto le afectó profundamente, y en lugar de arredrarse se afianzó aún más en sus posiciones.

Por entonces estaba casado con la actriz Jane Wyman, con quien tenía un hijo fruto de su relación y otro adoptado. Ronald pasaba mucho tiempo trabajando, y ella, que había hecho todo lo posible por pasar por la vicaría en su momento, terminó diciéndole que la aburría y que se marchara de casa.

Él, destrozado, estuvo saliendo con muchas mujeres y llevando una vida caótica que no tardó en abandonar, pues le hacía sentirse mal. Hasta que conoció a Nancy Davis, una actriz que había sido acusada por error de actividades comunistas, al llamarse igual que otra intérprete que sí se dedicaba a ello. Acudió a Ronald buscando ayuda, y con el tiempo empezaron a salir.

En ella encontró la felicidad perdida. “Nancy llenó el vacío que había en mí y que durante mucho tiempo me negué a reconocer”. Fue el complemento perfecto para un hombre amable y galante que necesitaba, igual que un niño, que cuidaran de él.

Intentó alistarse durante la 2ª G.M., pero no pudo por su mala vista. En su lugar se dedicó a hacer películas de propaganda bélica, y en su mente se forjó la idea de que estaba en el frente y de que participaba activamente en la lucha, tal era su negativa al rechazo. Su enorme imaginación y su idealismo le ayudaron siempre a luchar contra la adversidad.

Hicieron juntos muchos anuncios publicitarios, por lo que sus rostros fueron muy populares durante mucho tiempo. Me sorprendió saber la edad a la que llegó a la presidencia. No aparentaba tener ya 70 años, parecía más joven. Su felicidad conyugal se reflejaba en todas sus apariciones públicas, y nos ha dejado muchas imágenes llenas de amor.

Sus discursos llegaban al corazón, empleaba palabras sencillas y llenas de significado, y su forma de moverse y hablar era muy agradable, muy humilde, siempre tenía alguna ocurrencia inesperada que hacía reir a todo el mundo, era realmente encantador, y sin pretensiones. Su dicción era muy buena. Su forma de alzar el brazo para saludar antes y después de sus arengas, dando las gracias sin cesar, cabeceando y mirando al suelo como si no mereciera los aplausos que recibía, cautivaba a la audiencia.

Cuando se reunió por 1ª vez con Gorbachov, otro grande de la política y una gran persona, no fue un encuentro fácil y no se obtuvo el resultado deseado, pero fue el germen de una relación sin parangón en la historia de Rusia y EE.UU., en una convicción compartida de reducir al máximo el armamento nuclear. Verles hablar y estar juntos, rodeados de tanta gente pero como si estuvieran solos y fuera la charla informal de dos amigos, era magnífico.

En su 2º mandato empezó a acusar el peso de los años, y fueron muchos los que sacaron el tema de su edad como óbice para seguir gobernando, pero él no tardaba en recuperar su habitual energía y su facilidad de palabra para tirar por tierra cualquier crítica u objeción. Quizá el alzhéimer empezara ya a dar las primeras señales, aunque no se confirmó hasta que terminó su mandato. Pensaban él y su mujer que tendrían un retiro dorado, viajando por el mundo y pasando temporadas en su rancho, alejados del mundanal ruido, pero no pudo ser. La enfermedad le impidió llevar a cabo estos planes, y pasó los siguientes 10 años en el rancho, en medio de la Naturaleza, bajo los cuidados de Nancy, mientras se iba poco a poco apagando.

Tuvo un funeral magnífico, organizado hasta el último detalle por su mujer. El hijo de ambos, alejado de su padre por su condición homosexual, que nunca admitió, le dedicó unas palabras emocionadas. La hija, muy parecida a su madre, permanecía sentada y compungida. Se ha dicho en más de una ocasión que no fue un buen progenitor, demasiado ocupado siempre. Puede que como él tampoco tuvo un buen padre, no existiera para él un ejemplo a seguir y se sintiera incapaz.

Me sorprendió comprobar que ya habían pasado 8 años y medio desde entonces. El tiempo vuela, casi sin darnos cuenta, pero el recuerdo de este hombre, con sus aciertos y sus equivocaciones, permanecerá ya para siempre.


viernes, 18 de enero de 2013

Para Ángela


He tenido a lo largo de muchos años de trabajo infinidad de compañeras de todas clases, pero sólo unas pocas han llegado a ser mis amigas. En el último sitio en el que estuve conocí a una persona peculiar, distinta a cualquier otra con la que me hubiera cruzado en mi camino, que me aportó mucho a nivel humano.

Ángela fue bailarina de ballet clásico antes de dedicarse a esto de la burocracia, reciclaje radical que tuvo que llevar a cabo cuando por sus años se vio en la obligación de dar por concluida su carrera. Acostumbrada desde muy joven a viajar por su trabajo recorriendo el mundo entero, tiene anécdotas para todos los gustos y recuerdos muy bonitos con los que podría escribir un libro si quisiera.

Ya la 1ª vez que la ví, y sobre todo la oí, con esa risa dinamitera que llega a todos los rincones y que resulta realmente contagiosa, supe que estaba ante un ser diferente. Pero no hay que llevarse a engaño. Ángela tiene también mucho temperamento y lo saca a relucir siempre que cree hallarse ante una injusticia, propia o ajena.

Ella es una mujer de profundas convicciones y tiene las cosas muy claras en su vida. Desde muy temprano supo que nunca querría estar casada, ni tener hijos. Ella no iba a seguir derroteros que fueran convencionales. Alguna que otra convivencia con alguna de sus parejas le llevó a la conclusión de que nada hay como la propia independencia. Y muchas veces se ha visto defraudada cuando el novio de ese momento se ha querido saltar lo acordado previamente, al cabo de un tiempo de relaciones, intentando llevarla a su terreno y que ella claudicara en sus posturas. Ni por todo el amor del mundo, que ha sentido mucho, cambió jamás de parecer. Ella cree que la convivencia destruye a las parejas, y la madurez que se necesita para adquirir la responsabilidad de tener descendencia o la necesidad está ausente en ella.

Pocas personas tienen las cosas tan claras en la vida, y pocos pueden hacer frente a una personalidad tan arrolladora como la suya sin perecer abrasados en ese fuego.

Sólo con echar un vistazo a su mesa de trabajo se sabe que se está ante alguien sin equivalente posible: pequeñas muñecas de la Betty Boop, con la que se identifica y guarda un cierto parecido físico; un llamador de ángeles en forma de corazón plateado del tamaño de un puño; una bola de cristal rojo semejante a las de las videntes que leen el porvenir; alguna brujita; un pequeño Buda; palillos de incienso; post it de colores con forma de corazón… Ante semejante bazar uno no puede dejar de sorprenderse y hace pensar que su dueña es alguien con quien es muy difícil aburrirse.

Recuerdo que un día sacó una caja blanca con tapa transparente, del tamaño de una mano y con muchos compartimentos, llenos de pastillas de todos los tamaños y colores. El botiquín ideal, pensé. Lo que no podía imaginar era que en realidad había servido para guardar anzuelos y cebos.

Otro día sacó un pequeño espejo con luz incorporada. Parecía la versión en miniatura del que pueda haber en el camerino de una artista.

Sus vestidos se le ceñían al cuerpo perfectamente, pues cuida su figura con dietas que lleva a rajatabla, acostumbrada a esa disciplina física por sus tiempos de bailarina, pues tenía estipulado por contrato un determinado peso y si cambiaba podía ser despedida.

Le encantan las cremalleras. Su ropa tiene siempre montones, por todas partes. Le parecen muy sugerentes. Y también las hay en su calzado. Le gustan las transparencias negras, los escotes y los tacones muy altos para compensar su baja estatura. Hay una gran armonía de movimientos en ella, una mezcla de fuerza y feminidad, y mucha seguridad al andar, todo fruto sin duda de su aprendizaje en el escenario, que ha forjado su personalidad.

A Ángela le gusta que la miren, provocar, no pasar desapercibida. Su dicción es perfecta, su nivel de vocabulario muy alto, su capacidad intelectual elevada. Razona todo con una inteligencia instantánea y transparente, y sus motivos están exentos de prejuicios y gazmoñerías.

Ella es extrema: todo aquello que le gusta le provoca un gran placer; lo que le disgusta lo aborrece sobremanera. Odia la rutina, la mendacidad, las miserias y los miserables. Por el contrario, se abre a todo lo que sea sinceridad y humanidad, sensible a los sentimientos ajenos. Cuando la llegas a conocer, ese aire mundano y un poco banal que la envuelve se difumina para dar paso a una persona entrañable, generosa, tierna, muy afectuosa (me hacía gracia cuando la oía decir “mami” al hablar por teléfono), y confiada, con un sentido del humor sarcástico y desternillante, muy aguda observadora y perspicaz para entender y conocer a los demás.

Al principio de tratarnos andaba sumida en la desesperación por tener que desempeñar un trabajo en el que no se tenían en cuenta sus limitaciones físicas. Con problemas en los tendones de las muñecas, se veía obligada a cargar con cajas llenas de expedientes, a pesar de tener hematomas y llevarlas cubiertas con vendas protésicas. Le estuve echando una mano durante un tiempo y su situación cambió de la noche a la mañana.
Después fue ella la que hizo algo por mí, al ponerme en contacto a través de un amigo con la institución en la que trataron a mi hijo. Era como si se hubiera convertido en mi ángel de la guarda. Ella le ha quitado siempre importancia a su intervención, pero sabe que mi gratitud es eterna y que no habrá años suficientes de vida para pagar una deuda como esa.

Polifacética hasta decir basta, el nº de sus talentos es incontable. Sabe francés perfectamente porque de jovencita estuvo viviendo en París. Practica el taewondo como medida de defensa personal y para mantenerse en forma. Colabora con una asociación benéfica en sus ratos libres que da de comer a indigentes. Le gusta bucear en aguas tropicales siempre que puede. Empezó a estudiar Psicología pero tuvo que dejarlo por un problema familiar, que ya parece superado.

Qué podría decir de Ángela, hiperactiva, inclasificable, se sale de todos los cánones establecidos, es imprevisible. Echo de menos cuando, un ratito después de llegar al trabajo me preguntaba: “¿Un cafetín?”, o se lo decía yo a ella, y nos bajábamos a la máquina de café para charlar de nuestras cosas y reirnos de todo un poco. Era una manera muy chispeante de comenzar la jornada.

Ahora que sé que cambió de ocupación casi al mismo tiempo que yo, y que está haciendo algo que le gusta, siento una gran alegría por ella y confío en que todo en la vida le vaya cada vez mejor. Su felicitación de Año Nuevo me ha traído a la memoria todo esto que he contado.

En los e-mails que nos intercambiamos siempre estamos con que a ver cuándo nos llamamos y quedamos para tomar algo y charlar, pero lo vamos demorando. En realidad nos movemos ahora en ámbitos diferentes, cada una con sus ocupaciones, pero sé que nuestros caminos volverán a cruzarse, y espero que pronto.


jueves, 17 de enero de 2013

Un poco de todo (XX)


- Hay cosas en mi blog que desaparecen o dejar de funcionar sin motivo aparente y de forma inesperada. Es algo que me pone mala. Yo, que no soy una experta en informática, me las tengo luego que ver y desear para restablecer lo que pierdo. Hasta ahora, las veces que me han cambiado mi nombre de usuario poniéndome una dirección gmail (¿una mano siniestra?), he conseguido de milagro volver a mis datos de siempre y seguir publicando. Pero el mes pasado me desapareció la pestaña que me permitía descargarme las imágenes que pongo en los post desde el ordenador. Ahora tengo que hacerlo desde otros sitios: páginas web, álbum Picasa, copiando la dirección de URL… Un rollo. Empezando porque no sé muy bien en qué consiste el álbum Picasa, he visto que ahí se van almacenando las fotos que pongo en el blog, pero no sé cómo colgar en él las nuevas que quiero ir poniendo.

Estoy usando lo de la dirección de URL, pero tardo mucho en encontrar imágenes que la tengan, pues suele aparecer la de la página en la que están, por lo que me tengo que conformar muchas veces con fotos que me gustan menos pero que por lo menos tienen lo que necesito. Esto me lleva mucho tiempo, y es aburrido.

Creo que el fallo vino a partir del momento en que quise usar una de las fotos que iba a descargar desde mi PC en mi Facebook, en el paso previo de selección, antes de colocarlas en el post. Igual se cruzaron los cables, o yo no sé qué pasó, pero desde entonces ya no ha vuelto a funcionar.

Lo mismo me pasa con la descarga de videos, o con la publicación de posts desde mi móvil, cosas que no puedo hacer. Mi blog se queda incompleto, cojo, no le puedo sacar todo el partido que quisiera, no puedo exprimir todo su potencial. Si consulto en los foros de opinión, hablan un lenguaje que no entiendo, y no puedo solucionar los problemas que van surgiendo. En fin, resignación y paciencia.

- Hay un grupo de Pínfanos amigos de mi tía Carmen que leen algunos de mis posts, por mediación de ella y que, salvo alguna excepción, les suele encantar lo que escribo. Los Pínfanos son los antiguos alumnos del colegio de huérfanos del Ejército. Uno de ellos en particular me ha dedicado unas palabras, que mi tía me ha hecho llegar por e-mail, que me han emocionado enormemente, aunque las creo inmerecidas, a propósito de los posts que últimamente he dedicado a dos películas, Náufragos y Annie Hall, y que reproduzco: “Con sólo leerte, Pilar, despiertas mis neurona adormecida... Renglón tras renglón abres mi mente y me contagias tus sentimientos, pétalos varios de la rosa que nos ofreces en cada crónica...

Siempre tengo prisa pero tus posts los leo dos veces o más porque son de mucho fuste y casi siempre esconden algún tesoro en uno o más párrafos.

A mi, W. Allen me pone nervioso a veces por sus tics y sobre todo porque, dicho en gallego, es un bule-bule; no para nunca, es como si tuviese el baile de san vito, liberando en cada movimiento sus manías, obsesiones y su judaismo. Es además un obsexo (así debería escribirse)”

Mi eterna gratitud para este hombre pues, además de ser muy generoso, me ha proporcionado un subidón para el ánimo, que nunca está demás. Él sí que escribe bien.

- Gracias también para Jose Luis Moreno, nuevo seguidor, que tiene un blog maravilloso que conviene visitar, Afán de saber, al que he dado mi voto en el concurso de blogs de 20 minutos en el que participamos ambos. El suyo es un espacio al que te asomas con curiosidad y en el que te terminas quedando.


martes, 15 de enero de 2013

Informática para mayores


Me quedé estupefacta con un folleto que me dieron hace poco por la calle en el que se anunciaba una academia, cerca de mi barrio, en la que dan clases de informática a personas “mayores”. La publicidad estaba encabezada por el siguiente título: “El mejor regalo para tus padres o abuelos”.

“Informática fácil para adultos”, continuaba diciendo, “Tengas la edad que tengas qué más da 50, 60, 70 años” “Todo lo que siempre quisiste al alcance de tus dedos” “Te sorprenderá la cantidad de alumnos de 60 y 70 años que pasan por nuestro centro”. “No temas más a la informática, ven a conocernos”. Qué se puede esperar de un centro donde para publicitarse entre el resto de su alumnado utiliza el anacrónico slogan "Aprobarás aunque tú no quieras". Increíble.

Desde luego en este cupo no entra mi padre. Él no necesitó de nadie para ponerse al día en lo que a Internet, videoconferencias, e-mails, scanner y todo lo que concierne a un ordenador se refiere. Aunque por lo visto eso es una rareza: tengo una amiga que cada vez que le hablo de la facilidad con que mi padre se desenvuelve en estas cosas, se ve invadida por un visible malestar. Su padre, por lo visto, no sabe casi ni coger el ratón, pero eso no creo que sea motivo para avergonzarse ni sentirse menos que los demás. Si no se tiene facilidad o no se ha tenido oportunidad de manejar nunca equipos informáticos no tiene importancia. No saber informática hoy en día es un hándicap, más que nada en el mundo laboral, pero no tiene por qué suponer ningún problema fuera de ese ámbito, no quiere decir que se sea tonto o se esté obsoleto. Se puede vivir sin Internet, a pesar de que ahora, una vez que lo hemos conocido, nos parezca imposible.

Mi padre hizo unas pocas preguntas durante su proceso de aprendizaje, tal y como lo haría una persona de cualquier edad. El resto fue trastear un poco, meterse aquí y allá, probar, sin miedo. De ser un neófito en la materia pasó en poco tiempo a ser un aguililla. Él ya estaba acostumbrado a manejar ordenadores en su trabajo, antes de jubilarse, pues era delineante y manejaba un programa específico, ploter, etc. Eso sí que era difícil de utilizar, tuvo que ir a un curso intensivo, aunque luego le gustó mucho más que tener que estar sobre el tablero con las herramientas de medición y la fotocopiadora enorme e insalubre que requería antaño. Internet y todo lo demás le era desconocido, pero su curiosidad ha sido siempre muy grande y ahora disfruta como un enano, no puede pasar sin estas cosas ni siquiera en vacaciones.

Esta publicidad que me dieron me parece horrorosa. Se trata a los mayores como si fueran retrasados o tuvieran la obligación de “ponerse al día” en nuevas tecnologías. Me recuerda a algunos anuncios que aparecían en televisión hace unos años en los que para publicitar cualquier producto se mostraba a la mal llamada “tercera edad”, término  muy poco afortunado la verdad, como si no supieran lo que decían o sus cerebros ya no funcionaran bien.

Desde que los publicistas se han dado cuenta que los ancianos ocupan un espacio creciente en la sociedad, procuran dirigir a ellos muchos de sus campañas comerciales porque son más que posibles consumidores.

No subestimemos a los mayores, pues ellos ostentan ahora un nuevo poder económico, son una nueva fuerza en medio de tanta crisis, y porque lo que ellos son lo seremos nosotros más adelante.

lunes, 14 de enero de 2013

Annie Hall


Siempre ha sido la figura de Woody Allen motivo de curiosidad. Su aspecto, su forma de hablar y de moverse, hacen pensar en un pequeño insecto que no para de zumbar inquieto, revoloteando de aquí para allá, como si siempre estuviera dubitante o no se encontrara a gusto en ninguna parte. Y sin embargo, se trata de un ser humano imperfecto que se ha convertido, con el paso de los años, en el paradigma del hombre moderno, acuciado por las neurosis y la hipocondría.

Nunca le hemos dado tantas vueltas a todo, nunca nos hemos cuestionado todo tanto como en las últimas décadas. La figura de Woody Allen nos mueve a la risa, convertido en un peripatético payaso que saca constantemente a relucir nuestras más profundas inquietudes, aquellas de las que no nos gusta hablar en voz alta, pero en realidad somos nosotros llevados al extremo.

El otro día vi una de sus primeras películas, Annie Hall, y, aunque peculiar como todas las que hace, me gustó mucho más que las que rodó después. Hasta ahora no había podido sacarle todo su jugo.

Sus frases son, cómo no, geniales. Al ser tan joven en aquella época, su genio es más vivo y fresco. Sus diálogos arrancan una risa descontrolada por lo originales e inesperados que son:

- Creo que se le da tanta importancia al orgasmo para suplir los vacíos de la vida.

- ¿Quién dijo eso?

- Creo que el marqués de Sade.

Se puede ser hipocondríaco, creer que se padecen todas la enfermedades inimaginables y estar obsesionado con la muerte, se puede estar convencido de que se es feo y raro, y aún así no hacerle ascos a uno de los principales motores que mueven el mundo: el sexo. Para Woody Allen debe ser el refugio placentero a todos sus temores y obsesiones.

Me encanta cuando recrea su niñez en el colegio. A través del pequeño actor, que le parodia, que tiene el mismo aire despistado y poco agraciado que él, y con sus sempiternas gafas, revive sus traumas infantiles, todas aquellas cosas que al ser humano sensible que fue y es le han dejado huella. En esas escenas se incluye él mismo de adulto, como testigo y narrador de su propia historia. La profesora, horrible por supuesto, debió ser el tipo de docente que traumatiza más que enseña. Quién no ha tenido a alguien así alguna vez en su vida.

También son desternillantes las escenas en que va al cine de pequeño y ya por aquel entonces no pensaba ni se comportaba como el resto de los niños de su edad: le gustaba la madrastra en lugar de Blancanieves, la encontraba mucho más atractiva. Sorprende la precocidad, y mueve a hilaridad. Woody Allen es el típico feo interesante, inteligente, que tiene siempre algo distinto que decir, con un particular sentido del humor que no deja indiferente.

Y no digamos la escena en la que se disfraza de rabino, con el sombrero, la ropa negra, unas largas barbas y cara seria y aburrida. Las películas le sirven al director para sacar a relucir todas sus obsesiones, y la de ser judío es una de ellas, pues cree que es una cosa más que le hace ser diferente, motivo de exclusión histórica, social.

Diane Keaton, su pareja en aquella época, es la compañera perfecta para un neurótico Woody, pues se complementa a la perfección con sus rarezas y manías, de las que ella no está exenta. Luce un look pretendidamente descuidado, masculino y un tanto extravagante que causó furor en aquel entonces. Tiene una voz preciosa esta actriz, por cierto, y el director le da la ocasión de lucirla en varios momentos del film.

Hay unas frases, que aparecen en otra de sus películas, Hannah y sus hermanas, que fueron escritas por el poeta Edward Estlin Cummings, que me han encantado siempre, y que ponen de manifiesto la clase de sensibilidad que tiene Woody Allen:

"Con sólo mirarte me liberas. Aunque yo me haya cerrado como un puño, siempre abres pétalo tras pétalo mi ser, como la primavera abre con un toque diestro y misterioso su primera rosa. Ignoro tu destreza para cerrar y abrir, pero cierto es que algo me dice que la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas. Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas".


 
MusicaServicios LocalesContadorsAnuncios ClasificadosViajes