viernes, 26 de junio de 2009

El milagro de la vida


A veces los deseos se convierten en obsesiones cuando se comprueba lo difícil que puede llegar a ser hacerlos realidad. El de ser padre-madre es uno de los peores, porque ante su irrealización se produce un desequilibrio progresivo y lastimoso de la persona, pues tiene su origen en una necesidad física y psíquica que no se limita únicamente a asegurar el mantenimiento de la especie. Es realmente una pulsión que todos tenemos, seres humanos y animales, que nos viene dada por nacimiento y sobre la que carecemos de control.
A mi hermana el deseo de ser madre le sale de las entrañas. Hace tiempo le quiso quitar importancia al tema cuando vió que el ansiado embarazo no llegaba a producirse, pero desde que se está sometiendo a tratamientos de fertilidad su anhelo no ha hecho sino crecer y crecer.
Ya ha pasado por tres inseminaciones y cuatro in vitros. A partir de ahora, si quiere seguir adelante, se lo tendrá que pagar de su bolsillo. Un in vitro puede llegar a costar seis mil euros. Las dos clases de pastillas que tiene que tomar cuestan cada caja 250 €. Las inyecciones que se tiene que poner son de dos tipos y una de ellas requiere una aguja más gruesa que resulta especialmente dolorosa.
La extracción de óvulos es tan desagradable o más a como le habían dicho que sería. Aunque le ponen una anestesia leve, el dolor es tan insoportable que se le han llegado a saltar las lágrimas. No me extraña que su donación esté tan bien pagada.
Mi cuñado hace su aportación pese a lo frío y lo mecánico del procedimiento, y pese al enorme stress que todo esto le supone a él también. Mi hermana se queja del poco cuidado que en la clínica a la que van tienen con el envase en el que va el semen: una enfermera, bastante mal encarada (quizá por el exceso de trabajo), se lo guarda en un bolsillo de su bata blanca y está un rato de aquí para allá haciendo otras cosas hasta que lo lleva al laboratorio.
Desde luego es éste un negocio floreciente, porque no dan abasto con la cantidad de parejas, de todas las edades, que acuden para someterse a estos tratamientos.
El milagro de la vida se produce en una probeta de forma aséptica y artificial. A veces pienso si los bebés que surgen de este proceso no sentirán en lo más hondo de su ser como una frialdad, la carencia primigenia del calor que la pasión provoca en las personas cuando hacen el amor y engendran un hijo. Un tubo de cristal sustituye a la fusión de dos cuerpos, al intenso intercambio de fluidos a través de conductos y cavernas hechos de carne y de sangre.
Mi hermana ya se ha hecho una experta en esto de la reproducción asistida. A mí me habla de folículos, de óvulos aptos, de transferencia de óvulos, cosas que normalmente a nadie nos preocupan ni profundizamos en ellas cuando concebimos a nuestra descendencia de la forma habitual.
A veces le implantan dos óvulos, como pasó la primera vez. Ella, que aún no sabía lo difícil que iba a resultar conseguir llevar adelante un embarazo, se ilusionó al pensar que tendría dos hijos a la vez y así, como se suele decir, mataría dos pájaros de un tiro. Sacó una foto con su móvil a la imagen ampliada que le dieron en la clínica en aquella ocasión, y me la mandó con un mensaje. Aún la conservo. Como eran tan redondos y perfectos, según le parecía a ella, les llamó “repollitos”. Cuando le vino la regla los buscó desesperada entre los restos de sangre y mucosa vaginal de sus compresas, y le pareció verlos, pequeños trozos gelatinosos que se le escapaban, sin vida ya. O quizá fuera su imaginación atormentada. En ese momento no pudo llorar, tal era el bloqueo emocional que tenía, pero cuando yo la llamé sin saber nada para preguntarle por ellos, rompió a llorar desconsoladamente. Enseguida se sobrepuso y hasta me agradeció mi metedura de pata porque le había servido para desbloquearse y poder expresar sus sentimientos, algo que es absolutamente necesario si se quiere gozar de salud mental. Qué torpe fui, qué impotente me sentí al no poder ayudarla.
Lo que sí le dije fue que a partir de ese momento no volviera a hacer fotos a sus transferencias ovulares ni mucho menos que les pusiera nombre. Ella ya estaba informada de todo lo que podía ocurrir, pero la ilusión hizo que se olvidara de lo malo, no podía creer que pudiera llegar a pasar.
Mi hermana y su marido han llegado a hablar de donante de esperma anónimo (algo tremendamente generoso por parte de él), y hasta de adopción. Sea cual fuere lo que pueda suceder en adelante, todo lo que suponga hacerme tía es bien venido, de las cosas que más deseo en el mundo, y ellos lo saben.
Una compañera del trabajo me contó que su hermano y su mujer estuvieron intentando ser padres durante cinco años, y que después de agotar todas las posibilidades con los tratamientos y, a pesar de no tener ningún problema físico, cuando ya lo habían dejado por imposible ella se quedó embarazada de forma natural. No lo podían creer.
Es cierto que la mente influye en el buen funcionamiento de nuestro organismo en todos los aspectos, pero los mecanismos por los que se mueve y que pueden llevar a hacer de una mujer una persona fecunda o estéril, me parecen un completo misterio.
Qué injusto es que muchos que no quieren tener hijos los tengan y encima no les den la importancia que merecen, mientras otros los anhelan desesperadamente sin resultado. Todo lo que uno desea con tanta fuerza debería llegar, y no tardando mucho. Habrá que perseverar, y de paso rezar alguna que otra oración, que tampoco está de más.

jueves, 25 de junio de 2009

Llueve sobre mi corazón


Fue el último día de clase para mi hija una jornada muy emotiva, por muchas razones. Se despedía del colegio, en el que ha pasado gran parte de su vida, y también de dos profesores que ingresaron en la plantilla del centro hace cuatro años, y como fueron ellos los primeros alumnos que tuvieron entonces, les guardaron siempre una querencia especial, y ahora pasaron por su clase para despedirse de ellos y darles una tarjeta que habían confeccionado y en la que les pusieron una palabras llenas de emoción y afecto, firmadas por ambos, Vicente y Mª Ángeles.
Con ella he tenido ocasión de hablar muy pocas veces, pero en lo poco que la traté me pareció una magnífica persona, inteligente y muy humana. Fue Vicente, que era el tutor de la clase de Ana, quien dejó en ella y en todos los que le hemos conocido una huella imborrable, por su especial forma de ser. Ana todavía tiene una foto, en la que aparece con él, colgada de la pared de su habitación, y seguro que ahí seguirá da igual el tiempo que pueda pasar. Fue como un padre para ella.
Pero otro de los motivos por los que resultó ser una jornada especialmente emotiva era, además de porque se despedía de los compañeros (aunque la mayoría ingresarán en el mismo instituto), porque decía adiós a Fernando.
Ya hablé sobre él hace tiempo cuando, con motivo del Día de los Enamorados, le hizo un regalo a Ana al que acompañó con una tarjeta en la que escribió palabras muy bonitas, aunque según le dijeron a ella inspiradas por otro compañero que le sirvió de ayuda para la ocasión.
Fernando sufre un leve retraso mental que se hace sólo evidente cuando se habla con él. Su apariencia es la de un chico normal, bien parecido, el cabello negro y ondulado, grandes ojos azules, piel muy blanca y una sempiterna sonrisa. Va un curso atrasado, pero parece aún mucho mayor de lo que es por lo alto y lo fuerte que está. Es hijo único y huérfano de padre.
Desde aquel Día de los Enamorados Fernando, ocasionalmente y cuando a él le parecía, le traía a Ana algún obsequio. Cuántas niñas no se habrían avergonzado por la posibilidad de que el resto de los compañeros pudiera reírse de la situación: que un chico con retraso mental declare su amor tan abiertamente delante de todos puede llegar a convertirse en una situación muy incómoda.
Por qué será que sólo los que son niños toda la vida son los únicos que hablan sin tapujos de sus sentimientos, sin ningún temor. Los que conservan la inocencia, los que no saben lo que es la malicia, no sienten pudor en manifestar todo lo que pasa por su corazón. Fernando decía en clase que tenía a Ana en el bote. Pobrecito. Por lo general el resto de la gente callamos u ocultamos lo que sentimos, aún más en la edad adulta, por miedo o pudor. Eso no se dice o eso es inapropiado, son frases habituales cuando te manifiestas con naturalidad.
Ana nunca ha dejado a un lado la opinión ajena, sobre todo por lo que pudiera pensar el chico que sí le gusta a ella, pero también habrá prestado atención a su propia conciencia y a la intención de quien le hace tantos presentes. Cuántas mujeres hay que se burlan de los sentimientos de los hombres cuando éstos no les gustan o no les convienen, cómo les complace atormentarlos y conseguir de ellos todo lo que se le antoje nada más que por el placer que sienten humillándolos y despreciándolos.
Si algo Ana no va a ser jamás es una manipuladora. Aunque nunca le ha dado a Fernando pie a nada (el pie se lo coge él solito), y mantiene una prudente distancia, tampoco le rechaza por completo. Siente piedad por él y no quiere herirle en sus sentimientos ni dejarlo en ridículo delante de todo el mundo, y aunque pretende no darle importancia a ninguno de estos detalles que con ella tiene, sé que guarda cuidadosamente en una bolsa que tiene en su habitación todo lo que él le ha ido regalando. El afecto es un bien muy preciado en los tiempos que corren, venga de donde venga.
El último día de clase Fernando apareció con un colgante que eran un niño y una niña en plata, uno al lado del otro. Le dijo que eran ellos dos. En ese momento Ana no se lo quiso poner, pero hace un par de días, cuando empezó su viaje de fin de curso, lo llevaba puesto. El próximo curso Fernando pasará a un centro especial para adolescentes con retraso y, aunque le seguiremos viendo por el barrio, ya es difícil que puedan mantener una relación como la que tenían hasta ahora.
Lo que a ellos les pasa me recordó una película de los años 70, “Llueve sobre mi corazón”, que hasta ahora era inédita para mí y que he visto hace poco. En ella un jovencísimo James Caan encarna a un ex jugador de rugby americano que, tras una grave lesión, queda mentalmente disminuido y casi incapaz de cuidar de sí mismo. En su viaje a ninguna parte, abandonado por familiares y amigos, traba amistad con una mujer que está embarazada y que huye de un matrimonio que la hace desgraciada. Él cree estar enamorado de ella de la forma como creería estarlo un niño sin apenas uso de razón, pero ella le dice que no puede hacerse cargo de él, pues casi no puede cuidar de sí misma. Tendrán una serie de encuentros y desencuentros que culminarán con la muerte de él al intentar defenderla de un hombre, policía para más inri, que quería abusar de ella. La película termina con el llanto y el lamento de ella, al sentirse terriblemente culpable por no haberlo cuidado cuando él se lo pidió.
El film es una castaña en sí mismo, a pesar de contar con muy buenos actores, es caótica y los diálogos son horribles, pero el argumento, el sentido que se desprende de todo lo que en ella se cuenta, es conmovedor y dramático y te hace reflexionar. La indefensión de él sobre todo, más cruel e injusta si cabe cuando vemos que en el pasado había sido un hombre de éxito que lo tenía todo para ser feliz, me recuerdan mucho a Fernando. Me pregunto qué será de él a partir de ahora y en el futuro, cuando sea un adulto. Las circunstancias personales trazan desde bien temprano caminos muy distintos para todos.
Me pregunto que será de él y de todos los que están en su situación, porque parece que son como un mundo aparte, y cuando lo hago me parece que llueve sobre mi corazón.

miércoles, 24 de junio de 2009

En honor a la verdad (XXIV)


- Me causó una gran impresión la noticia reciente de la extraña y repentina muerte de David Carradine, el inolvidable intérprete de Kung-Fu. La verdad es que ya tenía sus años, pero todavía le quedaba carrete para rato. Nunca se sabe lo que se puede llegar a hacer cuando te encuentras lejos de casa y de la familia, en un país exótico. Desde luego hay ciertas prácticas masturbatorias sadomasoquistas que me dejan alucinada. Será que cuando uno lo ha probado ya todo experimentar con usos difíciles y peligrosos es lo único que queda por hacer, y más cuando ya se tiene cierta edad. No creo que pensara lo que le podría pasar.
Este suceso viene a confirmar una vez más lo de que el personaje y el actor poco tienen que ver la mayoría de las veces. Carradine era todo equilibrio, pureza y espiritualidad en la famosa serie televisiva que le catapultó a la fama, una inspiración para todos. Pero cada uno tiene sus necesidades, sus gustos y sus circunstancias, y en nada tienen que ver con ese papel ficticio con el que todo el mundo te identifica. Por eso cuando pasan ciertas cosas que no esperas sobreviene el desconcierto y la decepción muchas veces. Yo le voy a echar de menos porque era un tipo que siempre me cayó bien.
Y es que con frecuencia no sabemos lo que nos traemos entre manos….

- Hace unos días dio la casualidad que en el espacio de un rato ví en mi trabajo a dos actores conocidos. El primero fue a Juan Luis Galiardo, que estuvo a punto de entrar en el ascensor que yo había cogido, pero que a última hora cambió de opinión porque uno de sus acompañantes le dijo que se fueran a tomar antes un café. Qué emoción. La trayectoria profesional de este hombre ha sido un poco especial, porque en sus comienzos hacía las típicas películas pornográficas de los años 70, que tan mal le hicieron sentir (depresión profunda incluida), luego se fue a hacer novelas a Sudamérica, y cuando regresó a España en plena madurez era una persona nueva, parecía otro, había sacado lo mejor de sí mismo y se encontraba en paz, o por lo menos todo lo en paz que podemos llegar a estar los miserables mortales. Las veces que le he visto en televisión cuando le han hecho alguna entrevista ha resultado un poco plasta, porque se pone a hablar y parece que no tiene fin, pero es muy inteligente y ocurrente, a pensamientos muy profundos y a veces muy tristes les da un aire cómico-festivo que me hace reir mucho (puede ser terriblemente sarcástico), con lo que pretenderá seguramente alejar los fantasmas de la melancolía y la desesperación que tanto le atormentaron de joven. Hay que relativizarlo todo.
La verdad es que para la edad que tiene está hecho una pena. Lo recuerdo hace años como un hombre muy guapo, el típico galán de cine.
El otro personaje famoso que ví fue a la actriz que hace el personaje de Cañizares en “Camera café”. Fue de lejos y de espalda, pero su voz es inconfundible.

viernes, 19 de junio de 2009

Amelia Earhart







Está ahora muy en boga el nombre de Amelia Earhart tras la película que se ha hecho sobre su vida.
Ciertamente fue la suya una existencia muy interesante, como la de cualquiera que se dedique a la aventura. Su meta era batir rércords, en una época en la que las mujeres lo tenían difícil a la hora de competir y destacar en cualquier ámbito. Ella usó la celebridad que llegó a alcanzar para defender la incorporación de las mujeres al campo de la aviación, entre otros muchos ámbitos copados sólo por los hombres.
Ser la primera mujer que realiza en solitario la travesía del Atlántico es la proeza por la que más se le conoce, pero llevó a cabo otras muchas.
Estableció marcas de tiempo y de altitud, y de velocidad en vuelos sin escala, recorriendo miles de kilómetros en rutas interminables que ella misma se trazaba y para las que no tenía descanso. Cuando un propósito se instalaba en su mente, su tesón y su coraje la empujaban a intentarlo sin casi mirar los peligros que pudiera acarrear.
Se puede decir que sacaba el máximo partido posible al avión que pilotara, y desde luego al depósito de carburante, al que debía apurar hasta la última gota.
La travesía aérea que cubrió entre Hawai y California era una distancia superior a la que hay entre EEUU y Europa. Fue el primer piloto en completar con éxito este difícil viaje sobre aguas del Pacífico, ya que los anteriores habían concluido en desastre (diez pilotos lo intentaron y murieron).
Tras el infortunado vuelo durante el cual su avión desapareció, se especuló sobre las extrañas circunstancias de su muerte. En 1992 un grupo dedicado a la recuperación de aviones desaparecidos aseguró haber visto en una remota zona del Pacífico Sur un pedazo del fuselaje del aparato que pilotaba, e incluso un zapato.
Han pasado casi 72 años desde que ella se volatilizó durante una de sus incursiones aéreas, cuando estaba a punto de cumplir los cuarenta años. ¿Un error de cálculo?, ¿un fallo mecánico?, ¿una indisposición de ella?. Nunca lo sabremos, su desaparición ha estado siempre envuelta en el mayor de los misterios.
La primera vez que montó en un avión cuando tenía 23 años, en un vuelo que duró sólo diez minutos, supo que aquello iba a ser su vida.
Cuando sus hazañas empezaron a hacerla famosa, construyó una pista de aterrizaje, vendió aviones y ayudó a formar una aerolínea de vuelos nacionales.
Un editor y aventurero, Putnam, interesado por sus proezas, la ayudó a publicar un libro en el que contaba sus experiencias. Él la acompañaba en todas las conferencias que daba. Con el tiempo se convirtió en su marido.
Su afán de impulsar la aviación femenina la llevó a organizar una carrera aérea sólo para mujeres a través de EEUU, y a fundar la organización “Las 99” por el número de miembros que la constituyeron, en la habitación del hotel que ocupaba y donde se alojaron cuando concluyó la carrera.
En los vuelos, como no tomaba café ni té, se mantenía despierta oliendo sales. Su alimentación consistía en un termo con sopa y una lata de jugo de tomate.
Durante su último vuelo tuvo varios percances, por las averías del avión y por el mal tiempo. Además contrajo la disentería. Iba acompañada de otro piloto amigo, Noonan. Tras su desaparición el presidente Roosevelt organizó una búsqueda exhaustiva que no obtuvo resultado. Su marido la continuó después, pero sin éxito tampoco.
Amelia recibió mientras vivió multitud de condecoraciones y premios, y su labor, pese a las reticencias iniciales, fue ampliamente reconocida. Se convirtió en una de las mujeres más renombradas de su tiempo, todas sus hazañas tuvieron siempre una gran acogida y una amplia repercusión en la sociedad del momento. Fue un modelo a seguir por toda aquella mujer que fuera emprendedora y quisiera hacer realidad sus sueños, costara lo que costara.
Hace poco oí que le preguntaban a una alpinista que si merecía la pena arriesgar su integridad física como lo hacía, perdiendo algunos dedos de los pies y casi uno de una mano, pasando calamidades. Ella contestó que cada uno debía hacer lo que más le gustara, porque eso es lo que da sentido a la vida, es por lo que merece la pena vivir. Esa pasión, esa fuerza interior no se sabe de dónde vienen, pero es una llamada a la que uno no puede resistirse.
Amelia Earhart seguramente pensaba lo mismo.

miércoles, 17 de junio de 2009

Chinos


Dentro de la inmensa gama de inmigrantes que conviven actualmente en nuestra sociedad, los chinos se desmarcan del resto de razas y procedencias por amplio margen.
Cada uno se busca la vida de forma similar según su procedencia: los sudamericanos están en todas partes, aunque cuidar y acompañar ancianos se ha convertido prácticamente en su especialidad; los negros vendiendo en la calle música y cine piratas y toda clase de complementos… Los chinos establecen sus negocios acaparando los locales más grandes y peor ventilados que puedan existir, y a todos les dan una apariencia similar, como si hubiera un modelo standard a seguir.
Quién no tiene cerca de su casa una tienda de “chinos” donde a cualquier hora y día encuentras casi todo lo que necesitas por poco dinero. El calendario laboral chino no debe tener ningún día en rojo, y es precisamente su enorme capacidad de trabajo el secreto de su éxito en comparación con otros inmigrantes.
Es cierto que se benefician de la exención de ciertos impuestos, como medida favorecedora de inserción social para los que vienen de allende nuestras fronteras, lo cual ha provocado no pocas críticas y protestas por parte del resto de los comerciantes autóctonos, pues el trato recibido es discriminatorio: a todos nos cuesta dinero montar un negocio, a nadie le cae del cielo. Y pasa lo mismo en otros muchos ámbitos, como la adjudicación de viviendas.
Me ha asombrado siempre la facilidad con la que los orientales aprenden nuestro idioma. Inmigrantes de otros países que llevan años en nuestro país no terminan nunca de dominarlo, y mucho menos de escribirlo. En el caso de los chinos, donde tanto el lenguaje como la escritura son tan diferentes de los nuestros, además de las costumbres y la mentalidad, es especialmente significativo.
Casi todo el mundo piensa que para aprender un idioma hay que estar dotado de una especial capacidad intelectual. Viendo a estas pobres gentes, que vienen la mayor parte de las veces con lo puesto, procedentes de las regiones más pobres y atrasadas de China, esta creencia pierde sentido.
El secreto del aprendizaje de un idioma siempre ha estado en introducirse en el país donde se habla y vivir allí una temporada, porque hay cientos de términos, de giros, de frases hechas, que no aparecen en los libros y que están en la calle, forman parte de la existencia cotidiana de los habitantes de un determinado país. Podrás tardar más o menos tiempo en dominarlo, pero al final lo terminas haciendo tuyo.
Los chinos que más han llamado mi atención son los que hay cerca de mi casa. Hace poco que abrieron, y desde la primera vez que los visité no he dejado de alucinar con ellos. Son todos muy jóvenes, chicos y chicas, muy modernos de ropa y peinado, parecen más japoneses que chinos. Uno de ellos especialmente destaca por su simpatía y el peinado tan vanguardista que luce, muy de moda entre la juventud de su tierra. En su afán de ser simpático y agradable, me dijo incluso dónde vivía, en un bloque enorme de casas que hay justo enfrente, viviendas que costaron un ojo de la cara y parte del otro cuando se vendieron en su momento, hace pocos años. Puede que vivan todos en una misma casa, como dicen que suelen hacer para ahorrarse un dinero, pero el sitio donde lo hacen ya da una idea de lo que pueden llegar a ganar. Casi me dio vergüenza decirle dónde vivía yo cuando me lo preguntó.
Trabajo y economía es la clave de todo, como solía decir una amiga mía. Y eso no es sólo tarea de chinos.
Nunca está la misma persona más de un día seguido atendiendo la tienda. Todavía les cuesta bastante entender nuestro idioma, y casi todos los precios de las cosas las tienen que estar preguntando con el móvil a otra persona, chino también, que debe ser el encargado. El sistema informático que tienen para pasar los códigos de barras de los productos y que queden marcados los precios no les suele funcionar. Una de las chicas, que parece tener peor genio, se desespera intentando saber el precio exacto y haciendo la suma, mete y saca las cosas de las bolsas en las que acaba de meterlas una y otra vez, completamente perdida. A mí me han llegado a pasar su móvil para que hablara con el encargado, porque ellas no entendían nada. Una vez tampoco yo lograba entenderme con él, sobre todo porque iba conduciendo, y tuve que esperarle un rato hasta que pudo llegar. Alucinante.
En otra ocasión la chica con mal genio le daba voces al encargado, que dormía profundamente tendido cual largo es en un banco de la plazoleta donde está la tienda, preguntándole los precios. El otro ni se movía, tal era el cansancio que debía tener, hasta que el cabreo de ella fue lo suficientemente importante para que despertara levemente de su sueño, muy a su pesar.
Ellos buena voluntad le ponen, tienen a mano su diccionario español-chino, chino-español, que no sé si les servirá de mucho.
Los chinos son la envidia del resto de inmigrantes de nuestro país, que no logran ponerse a su altura. No es que unos sean mejores que otros, si no que parece que se adaptan mejor y logran salir adelante con más éxito. Se hacen muchas bromas sobre ellos, pero no hacen caso de nada, van a lo suyo, aguantan de todo, nunca se quejan y son muy constantes en sus cosas.
En algunos colegios privados ya se está impartiendo el chino como idioma alternativo de obligado aprendizaje. El lenguaje de los negocios, la lengua del futuro. Lo encuentro un poco exagerado, pero en fin, por algo será.

lunes, 15 de junio de 2009

En honor a la verdad (XXIII)




- Lo primero que han hecho mis hijos en cuanto he puesto Internet en casa es meterse en una red social a chatear. Creo que se llama Habbo, y Miguel Ángel supo de ella por alguno de sus amigos al que se la oyó mencionar.
Todo consiste en crear un personaje, un muñeco bastante feo por cierto, al que le das la apariencia que quieras (tienes modelos de peinado, ropa y rostros, y una paleta de colores para todo), y le asignas un nombre. Con él participas en el chat introduciéndote en alguno de los ambientes de que dispone: el hall de un hotel, el ático de un edificio, unos grandes almacenes, una discoteca (aquí es donde Miguel Ángel se mete más), etc. Debe tener muchos espacios similares porque aunque están participando cada día miles de personas, en cada uno sólo se ve como mucho una docena de personajes.
Los bocadillos con las frases cortas de los que conversan se van sucediendo, cada uno con nombres que los identifican absolutamente disparatados. Miguel Ángel tuvo que cambiar el de “mafioso” por otro porque hubo gente que se asustó un poco.
Se conectan con gente de toda España y de Sudamérica. Ana contactó con una chica que vivía en Calama, pueblo de no sé qué parte de aquel continente que he oído mencionar por una canción que Víctor Manuel compuso hace años.
Por el contenido de los mensajes y la cantidad de mentiras que deben decirse, sobre todo en lo que a la edad se refiere, lo encuentro una cosa insulsa y sin mucho sentido.
Miguel Ángel, la primera vez que participó, se quedó un poco sorprendido y algo molesto porque estuvo conversando con una chica un año menor que él durante hora y media y, de repente, desapareció sin despedirse. Ésto debe ser como el que sale a la calle y se pone a hablar con cualquiera que pase en ese momento por tu lado, nunca sabes con quién vas a dar ni la educación de todo el mundo es la misma. Lo mejor es no tomarlo demasiado en serio.

- Me hizo mucha gracia cuando ví en un programa de sketchs de televisión el trozo de uno que se dedica a introducir a familias españolas en una tribu, africana supongo, y se tienen que adaptar a las costumbres de ésta. Uno de los miembros de la tribu probó el chopped y le dio un asco tremendo. Se lo pasó a su hijo diciendo que parecía un trozo de un brazo humano y que se lo diera a comer a los cerdos. Cuando fueron probando todos la Coca-cola pasó algo parecido, pusieron cara de repugnancia y decían que les escocía la garganta. No en vano se utiliza para quitarle el óxido a los metales.
Lo de tener que asearse con la propia orina o no tener lavadora sí son cosas por las que sí es difícil pasar, pero en muchas otras estamos nosotros más salvajes y más atrasados que ellos. Menos mal que los monopolios no han llegado a todos los rincones del planeta. Todavía hay sitios donde los alimentos artificiales no tienen ninguna acogida.

viernes, 5 de junio de 2009

Teatro y circo




El mundo del espectáculo, en todas sus variantes, me ha fascinado siempre, pero desde que trabajo en un sitio donde se llevan las subvenciones para este tipo de eventos, he tenido ocasión de verlo desde otro punto de vista.
Estando aquí he oído hablar de compañías teatrales a las que se otorgan ayudas económicas que, por su éxito e importancia, tienen obligación de devolver parte de lo que les ha sido concedido y no reintegran más que una pequeña proporción.
Las hay que, sin embargo, las subvenciones no les han alcanzado, porque no es tanto el dinero con el que se cuenta y en cambio son muchas las compañías que existen. Gente que manda un estado de cuentas con déficits de 1800 €, fotocopia de extracto bancario en números rojos incluida. Se cae el alma a los pies sólo de imaginar los apuros por los que pasan algunas personas para poder llevar adelante su trabajo. Los equilibrios y los riesgos no sólo tienen lugar en el trapecio.
Algunos compañeros se encargan de los premios teatrales. Los autores llegan con sus libretos debajo del brazo, con un aire distraído, un tanto extravagante a veces, para presentar su trabajo y ver si consiguen alguna recompensa en el concurso. Imagino que no sólo buscan dinero sino sobre todo el reconocimiento a su labor. Hubo uno que llegó cuando el plazo se había terminado el día anterior y tuvo que marcharse sin haber podido participar.
La mayoría de los expedientes que he visto son del ámbito circense, y todos tenían más gastos que ingresos, un resultado negativo de cientos y hasta miles de euros. Envían facturas para justificar los gastos, y a través de ellas vas viendo el recorrido que hacen estos artistas por toda la geografía nacional a lo largo de un año, papeles que huelen a rancio muchas veces cuando los sacas de las bolsas de plástico en las que los meten, o que tienen manchas de grasa y suciedad. Son sobre todo gastos en gasolina. Miles de kilómetros metidos en camiones enormes llevando su arte de un lado a otro.
Las ayudas que reciben no sólo se refieren a las infraestructuras que montan y a las giras que hacen, sino también a las aulas itinerantes que tienen para que los niños del circo reciban formación escolar permanente aunque estén de viaje.
Por aquí algunos hablan con cierto desprecio de la gente del circo: que si son informales e ignorantes, que si mandan las cosas de cualquier manera, que si son chapuceros… Parece que este espectáculo es considerado un género menor comparado con otros. Creo que es un error pensar así.
En las memorias y folletos que tienen que mandar ves cómo son sus números, fotos a todo color en las que se reflejan en todo su esplendor los trabajos que llevan a cabo, tan difíciles, tan llenos de pericia y de magia, tan imposibles a veces.
En mi trabajo ves la parte más dura de todo ésto, los cambalaches que tienen que hacer para que les cuadren las cuentas, lo complicado que es atraer al público, que el espectáculo tenga acogida y logre obtener algún beneficio, y así todo ese inmenso esfuerzo se vea recompensado.
Que si son gente estrafalaria, rara, sin raíces, que viven en un mundo aparte distinto de cualquier otro… Muchas cosas son las que se les suele achacar, pero cada uno es libre de vivir la vida como mejor le parezca, aunque se distinga del resto y nos parezca raro.
Se da el caso curioso de tres hermanos que tienen cada uno su circo y, aunque les lleva los asuntos la misma asesoría, presentan sus papeles por separado y por lo visto se llevan muy mal entre ellos. También hay otro que hace poco ha saltado a los titulares de la prensa porque se le acusó de que en su circo se maltrataba a los animales, algo que él se apresuró a desmentir.
Ayer unos representantes de un circo gay vinieron a repartir calendarios que les publicitan. En este circo hay tanto hombres como mujeres homosexuales.
A veces todo ésto me hace pensar que nuestros artistas viven en su mayor parte de la caridad, como si por sí mismos no fueran capaces de mantener sus espectáculos, da igual si se trata de teatro, circo, cine, música, danza o museos. No sé cómo funcionará en otros países, pero aquí la cosa es un poco lamentable.
Todo sea porque podamos seguir disfrutando del arte en todas sus facetas.

jueves, 4 de junio de 2009

Cuenta conmigo


Rob Reiner nos vuelve a obsequiar con otra de sus magníficas películas, llenas de magia y encanto, con “Cuenta conmigo”. La historia de cuatro amigos de 12 años que viven en un pequeño pueblo de EEUU en los años 50. Los avatares de estos muchachos cuando deciden emprender la aventura de adentrarse en el bosque para ser los primeros en encontrar el cadáver de un chico un poco mayor que ellos que lleva varios días desaparecido.
Son cuatro niños distintos: el gordito asustadizo, comilón y el más infantil de todos; el gafotas, hijo de un héroe de guerra que perdió la cordura y que solía maltratarlo, a pesar de lo cual quiere mucho a su padre y no permite que nadie hable mal de él; el guaperas, valiente, decidido, interpretado por un ya estupendo River Phoenix que más tarde se haría famoso y cuyo inesperado y rápido fin pocos años después nos sorprendió a todos; y el más serio y sensato de todos, un jovencito escuálido con una gran imaginación que será el escritor que de mayor contará la historia de todos.
El suyo es un viaje iniciático a la edad adulta más que una simple aventura, pues sacarán a relucir todas sus ilusiones, sus miedos, sus frustraciones y sus traumas. El mundo de los mayores ya se ha encargado de dejarles su particular huella en el alma. Quizá no tendrán nunca tal nivel de comprensión, solidaridad y afecto como el que disfrutan cuando están juntos y ponen al descubierto lo que llevan en el corazón y en sus mentes.
Al calor del fuego cuando acampan por la noche entre la foresta, la conversación está salpicada de chistes, bromas, puyas, las preocupaciones propias de su edad y sus anhelos. Y es que las cargas parece que son menos pesadas cuando se comparten.
El que va a ser escritor ameniza las veladas con alguno de sus relatos, improvisados, originales y algo disparatados, para regocijo general. Todos están deseando escuchar sus cuentos, con finales inesperados, y siempre le están animando a hablar.
Atravesando campos, cruzando unas vías sobre un puente (la llegada repentina del tren les hará correr como en su vida), pisando terrenos cenagosos y sumergiéndose en las aguas de un pantano (descubrirán con repugnancia que el cuerpo se les ha llenado de sanguijuelas, y el futuro escritor se desmayará tras sacar una de ellas del fondo de sus calzoncillos), pasando en fin mil y una vicisitudes, esta experiencia les unirá aún más pese a sus disputas y diferencias, forjando su carácter y poniendo a prueba su incipiente virilidad.
El niño escritor no podrá reprimir las lágrimas cuando lleguen ante el tan buscado cadáver, atropellado por el tren y tirado al final de un terraplén. Siente por vez primera la fragilidad y la fugacidad de la vida, y le invade una enorme tristeza por el trágico y prematuro final del infortunado chico, y por sí mismo, al ser consciente en un momento de la falta de amor que le profesa su padre, obsesionado con el hijo mayor, muerto recientemente. Piensa que a su progenitor le es indiferente que él esté vivo o no. La importancia de la propia vida cuando se es niño parece estar en función del valor que los adultos le quieran dar.
Cuando una banda de jóvenes más mayores llegue para disputarse el descubrimiento del cadáver, que parece que se ha convertido en una especie de trofeo, River Phoenix y el niño escritor lo defenderán con uñas y dientes, sacando a relucir una pistola que llevaban para protegerse por las noches del ataque de posibles peligrosos animales salvajes. La determinación del segundo, que saca el arma y apunta con mirada fija e irrevocable, de adulto ya, será decisivo para que la violenta pandilla decida batirse en retirada.
Cubrirán el cadáver con una manta y a su regreso avisarán por teléfono a las autoridades para que sean éstas las que se encarguen de todo: al final el mérito, la gloria del descubrimiento, no será para unos ni para otros.
Al regresar al pueblo, les parecerá más pequeño. Es como si sus mentes se hubieran abierto a otros horizontes. Ahora, aunque han pasado sólo dos días, lo ven todo distinto. Cada uno regresará a su casa, y la voz del narrador (el niño escritor cuando ya es adulto), nos irá haciendo un breve resumen de lo que será de cada uno de ellos en el futuro.
Amigos que son casi como hermanos, y que sin embargo perderán todo contacto con el paso de los años. Queda el recuerdo de lo que pasaron juntos y de cómo se sentían en aquel entonces, en sus vidas cotidianas y mientras duró la aventura. En aquel momento sabían que si alguno de ellos hubiera necesitado algo, lo que fuera, habrían dicho sin dudarlo: “Cuenta conmigo”.
 
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