viernes, 5 de junio de 2009

Teatro y circo




El mundo del espectáculo, en todas sus variantes, me ha fascinado siempre, pero desde que trabajo en un sitio donde se llevan las subvenciones para este tipo de eventos, he tenido ocasión de verlo desde otro punto de vista.
Estando aquí he oído hablar de compañías teatrales a las que se otorgan ayudas económicas que, por su éxito e importancia, tienen obligación de devolver parte de lo que les ha sido concedido y no reintegran más que una pequeña proporción.
Las hay que, sin embargo, las subvenciones no les han alcanzado, porque no es tanto el dinero con el que se cuenta y en cambio son muchas las compañías que existen. Gente que manda un estado de cuentas con déficits de 1800 €, fotocopia de extracto bancario en números rojos incluida. Se cae el alma a los pies sólo de imaginar los apuros por los que pasan algunas personas para poder llevar adelante su trabajo. Los equilibrios y los riesgos no sólo tienen lugar en el trapecio.
Algunos compañeros se encargan de los premios teatrales. Los autores llegan con sus libretos debajo del brazo, con un aire distraído, un tanto extravagante a veces, para presentar su trabajo y ver si consiguen alguna recompensa en el concurso. Imagino que no sólo buscan dinero sino sobre todo el reconocimiento a su labor. Hubo uno que llegó cuando el plazo se había terminado el día anterior y tuvo que marcharse sin haber podido participar.
La mayoría de los expedientes que he visto son del ámbito circense, y todos tenían más gastos que ingresos, un resultado negativo de cientos y hasta miles de euros. Envían facturas para justificar los gastos, y a través de ellas vas viendo el recorrido que hacen estos artistas por toda la geografía nacional a lo largo de un año, papeles que huelen a rancio muchas veces cuando los sacas de las bolsas de plástico en las que los meten, o que tienen manchas de grasa y suciedad. Son sobre todo gastos en gasolina. Miles de kilómetros metidos en camiones enormes llevando su arte de un lado a otro.
Las ayudas que reciben no sólo se refieren a las infraestructuras que montan y a las giras que hacen, sino también a las aulas itinerantes que tienen para que los niños del circo reciban formación escolar permanente aunque estén de viaje.
Por aquí algunos hablan con cierto desprecio de la gente del circo: que si son informales e ignorantes, que si mandan las cosas de cualquier manera, que si son chapuceros… Parece que este espectáculo es considerado un género menor comparado con otros. Creo que es un error pensar así.
En las memorias y folletos que tienen que mandar ves cómo son sus números, fotos a todo color en las que se reflejan en todo su esplendor los trabajos que llevan a cabo, tan difíciles, tan llenos de pericia y de magia, tan imposibles a veces.
En mi trabajo ves la parte más dura de todo ésto, los cambalaches que tienen que hacer para que les cuadren las cuentas, lo complicado que es atraer al público, que el espectáculo tenga acogida y logre obtener algún beneficio, y así todo ese inmenso esfuerzo se vea recompensado.
Que si son gente estrafalaria, rara, sin raíces, que viven en un mundo aparte distinto de cualquier otro… Muchas cosas son las que se les suele achacar, pero cada uno es libre de vivir la vida como mejor le parezca, aunque se distinga del resto y nos parezca raro.
Se da el caso curioso de tres hermanos que tienen cada uno su circo y, aunque les lleva los asuntos la misma asesoría, presentan sus papeles por separado y por lo visto se llevan muy mal entre ellos. También hay otro que hace poco ha saltado a los titulares de la prensa porque se le acusó de que en su circo se maltrataba a los animales, algo que él se apresuró a desmentir.
Ayer unos representantes de un circo gay vinieron a repartir calendarios que les publicitan. En este circo hay tanto hombres como mujeres homosexuales.
A veces todo ésto me hace pensar que nuestros artistas viven en su mayor parte de la caridad, como si por sí mismos no fueran capaces de mantener sus espectáculos, da igual si se trata de teatro, circo, cine, música, danza o museos. No sé cómo funcionará en otros países, pero aquí la cosa es un poco lamentable.
Todo sea porque podamos seguir disfrutando del arte en todas sus facetas.

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