lunes, 31 de marzo de 2014

Paranoia


Seré yo que me estoy volviendo paranoica, pero juraría que no caigo bien a la gente. Ya me pasaba en mi época de estudiante, cuando hasta la profesora de inglés en el colegio se reía de cómo pronunciaba las palabras terminadas en “ation” y el director me puso a parir porque sí el último día de clase del último curso, o en el instituto, donde el primer curso pertenecí al reducido grupo de los “raros”, integrado por un mariquita no confeso, la hija de uno de los golpistas del 23 F y unos cuantos seres más tan inclasificables y desubicados como yo.

Hay vecinos que se cruzan de acera en medio del tráfico con peligro de su vida con tal de no tener que hablar conmigo, las pocas veces que coincidimos en la calle, y en Facebook la mayoría de los que se comunican conmigo son los que no me conocen personalmente, casi siempre extranjeros que viven en lugares lejanos.

He tenido compañeras de trabajo que han puesto en juego su propia reputación con tal de que la mía sucumbiera en los abismos de la defenestración, y mi única hermana me llamó gilipollas el día de Año Nuevo, como salutación de buenos deseos con los que empezar este 2014 que avanza a velocidad de crucero.

Sólo he desayunado acompañada en mis horas laborales en una corta época de mi vida, y aquellas amigas eran ñoñas frustradas, niñas grandes y gordas con traumas de infancia y grandes carencias afectivas, que no llegué a considerar de ninguna de estas maneras hasta que me di cuenta, cuando ya no las trataba, de que yo pertenecía, muy a mi pesar, a su mismo club.

Mi ex familia política y mi ex marido se acostumbraron los años que duró mi matrimonio al sano deporte, cada fin de semana y vacaciones, de usarme como saco de boxeo de sus envidias y frustraciones, como un clan siciliano que te la tuviera jurada por algún agravio imperdonable y que no ceja en su empeño hasta conseguir tu eliminación.

Mi mejor amiga no deja de mirar el reloj cuando estamos juntas, y las teleoperadoras se enfadan conmigo cuando rechazo con mucha educación los móviles gratuitos que pretenden ofrecerme (¡cómo no querer algo que es gratis, será que he perdido el juicio!).

Los hombres a los que más gusto es a los casados, cansados diría yo, de sus rutinas conyugales y cercanos ya a la andropausia, época en que empiezan a añorar placeres imaginados y nunca disfrutados, como si una divorciada o una chica soltera joven, sus principales víctimas, fuesen meretrices que a buen seguro conozcan todo tipo de proezas sexuales. Los solteros me prefieren para hacerles compañía y como posible chica para todo (¡todo!) que les solucione la existencia, y ha habido alguno que prefirió inventarse que tenía novia para evitar que yo le echase los tejos, aún habiendo sido él el interesado en un principio.

Pero haciendo una 2ª reflexión, diría que aquella profesora de inglés del colegio era un cardo solterón que no pronunciaba bien la erre doble, por lo que era la rechifla de clase cuando en vez de decir perro decía pedo (su inglés sufría de un rotacismo que le hacía parecer un idioma extraño), y al director se encargó la vida de ponerle en su sitio, pues murió solo, como les pasa a todos los tiranos. Del pequeño grupo del instituto el primer año guardo un recuerdo afectuoso, aunque algo borroso.

También tengo vecinos que me quieren mucho, no todos se cruzan de acera temerariamente, y en Facebook mantengo comunicación con unos cuantos que sí me conocen personalmente, no todos van a ser maleducados y antipáticos.

Las compañeras de trabajo que me han puesto a parir a lo largo de mi vida tenían ya lo suyo, pues no es normal tanta inquina cuando uno se siente bien consigo mismo. A esas les decía qué guapas estaban y cosas por el estilo, lo que las dejaba descolocadas. De las que desayunaban conmigo mantengo amistad con una de ellas, porque al final las afinidades suelen darse con personas contadas.

Mi hermana se explayó conmigo de la forma antes mencionada en un momento de nerviosismo, pues estábamos con mi madre en el hospital, y luego me pidió disculpas, por el móvil y después de haberse fumado varios cigarrillos.

A mi ex marido lo trato lo justo y a su familia nada en absoluto, por lo que agua pasada no mueve molinos.

La impaciencia de mi mejor amiga se debe más bien a una insatisfacción vital que no logra superar. En realidad me quiere mucho, pues soy de las pocas personas que le aportan estabilidad, mi afecto y mi comprensión la han ayudado y la ayudan en momentos difíciles, lo mismo que ella conmigo. Tenemos aún el resto de nuestra vida por delante para disfrutar de nuestra amistad y hacer más cosas juntas de las que hacemos. Vamos superando al unísono etapas vitales y compaginamos nuestras circunstancias de cada momento con nuestras aficiones y proyectos. Formamos un pequeño equipo en el que sabemos que siempre podemos contar la una con la otra.

En cuanto a las teleoperadoras, comprendo que el suyo es un trabajo ingrato, pero las empresas deberían, por su bien, hacer una mejor selección de personal.

Los hombres merecen capítulo a parte, que no sé si llegaré a escribir nunca, la verdad. De momento prefiero citarlos de lejos, como a los toros en la plaza.

De todas formas, no sé, seré yo que me estoy volviendo paranoica pero juraría que, por alguna razón, no caigo bien a la gente. Por qué podrá ser.


viernes, 28 de marzo de 2014

Un poco de todo (XV)


- Me enseñaba mi hija ayer un video que había hecho con su móvil en el instituto, en la clase que tenía el año pasado, y no dejé de alucinar. Estaba ella con su amiga Neus diciendo paridas en plan vamos a pasar el rato que esto es muy aburrido, mientras se oía de fondo la voz estridente y desagradable de la profesora de Matemáticas dando sus explicaciones. Habían dejado el móvil sobre la mesa e iba grabando sin que nadie más se diera cuenta. Detrás de Ana se veía a un chico moreno con cara entre cansado y sufridor, y detrás de éste, en la última fila, otro chico moreno muy peludo al que mi hija dijo que llamaban el orangután. Pero a su lado, y esto sí que me dejó de piedra, se podía ver a una chica durmiendo con la cara apoyada en los brazos cruzados sobre la mesa. Me recordó al curso de los niños más pequeños, cuando nos decían que adoptáramos esa postura para dormir un rato.

La voz de la profesora, demasiado alta y chillona, no lograba interesar a sus oyentes ni despertar a la muchacha, así como tampoco acallar un leve rumor de conversaciones de fondo. Ana me dijo que todo esto pasaba sólo con esa docente. No comprendí cómo no llamaba la atención a la dormilona, que era la más cantosa, en mis tiempos esto hubiera sido impensable, por muy cansada que estuviese o mucho sueño que tuviera. Imaginé que la profesora en cuestión era alguien con poca autoridad y demasiados nervios, que iba a lo suyo, y si alguien se dormía mejor, menos guerra daba. Y es que a los chicos, siempre se ha dicho, hay que traerlos educados de casa, porque si no es muy difícil que nadie los eduque ya ni que alguna vez consigan un nivel mínimo de convivencia y respeto.

Si es este el panorama general de nuestra enseñanza, y eso que este instituto es de los que más hace cumplir las normas y más exige en lo académico, estamos arreglados. Tampoco es bueno lo de antes, horas interminables sentados en las sillas escuchando monólogos, guardando la compostura en todo momento como estatuas vivientes, memorizando como loros las materias. Entre aquello y lo de ahora hay un término medio. Lo único que cabe esperar es tener la suerte de dar con un buen profesor, de los que saben hacerse respetar e impartir su asignatura interesando. Es como un trébol de cuatro hojas, difícil de encontrar, pero los hay.

- Veo con frecuencia a un grupo de personas mayores que se ponen en la sucursal de Bankia al principio de la calle Alcalá con silbatos, vuvucelas, cencerros y pancartas, a protestar con gritos por lo que les ha sucedido con las preferentes. Caso grave y doloroso que, sin embargo, en ellos parece fiesta de jubilados o motivo de rechifla. El que no está riendo está de cháchara con algún policía encargado de vigilarles, por si se desmandan. De vez en cuando entonan alguna cancioncilla jocosa sobre su situación, la única forma imagino de sobrellevar el asunto, tan lamentable.

Siempre digo “en este país”, como afirmaba el gran Larra, frase que al mismo tiempo criticaba por considerar que a ella se recurría con demasiada frecuencia para lamentarse de los males que nos aquejan a los españoles, prácticamente los mismos desde hace siglos, en lugar de intentar superarlos. Pero es así, en este país, digo de nuevo, no hay iniciativa seria que prospere con éxito por la tendencia que tenemos a convertir cualquier reunión multitudinaria y reivindicativa en un carnaval, un motivo para la juerga. Conseguiremos algún día esa madurez que nos falta y seremos realmente los dueños de nuestro destino, no como ahora, que estamos en manos de gente que no es de fiar, y encima lo celebramos.


jueves, 27 de marzo de 2014

Fiascos de cine


Hay clásicos de la historia del cine que se han considerado desde que fueron creados auténticas joyas del celuloide, consideración inamovible que nadie ha osado contradecir por aquello de no parecer poco entendido o insensible. Lo que los críticos ponen de moda es como un mantra, un sofisma indiscutible, pero no es así en realidad.

Doctor Zhivago es un ejemplo de ello. Veía hace poco la última media hora, algo que no había conseguido nunca, por ser una película tan larga y pesada. Y la encontré en ese punto, sin proponérmelo, mientras hacía zapping. Un final, por cierto, que no justifica el tedio de las interminables horas permanecidas ante el televisor, por lo soso y moñas.

En mi juventud me parecía una historia muy romántica, y muy frustrante también, como lo son los amores que nunca llegan a realizarse o a perdurar en el tiempo. Esa mezcla de amor e idealismo político a lo largo de una trama demasiado larga la hace poco digerible con el correr de los años. Tenía buenos actores y el film cosechó un gran éxito en su estreno, pero aunque se ha convertido en un clásico del cine, sobre todo por esa banda sonora incomparable, no creo que resista una revisión en la actualidad.

Mi ojo crítico se ha vuelto despiadado con el paso de los años, y lo que antes creía hermoso ahora se me antoja feo. En esta película lo que se presenta como una manzana roja y reluciente, en realidad es una fruta ponzoñosa que está llena de gusanos por dentro. Doctor Zhivago no es sino la exaltación del adulterio. El protagonista está casado con una mujer dulce y buena aunque no muy agraciada, con la que tiene un hijo, y se enamora de otra mujer, rubia, despampanante, inteligente y atrevida, también casada y con una hija.

Una historia así tendría que haber tenido algún tipo de censura moral: un trío amoroso, hijos por todos lados, un señor de fama reputada que lleva una doble vida, y encima tratado como héroe y mártir. La novela en la que se basa sí sufrió censura, pero por motivos políticos, pues no se publicó en la URSS hasta 30 años después de su creación, al considerarla una crítica al sistema comunista.

Me asombra comprobar la cantidad de ciudades de España que se utilizaron en el rodaje. Cuando ves la película crees que estás en medio de la tundra, con un frío intenso y unas condiciones de vida durísimas, y resulta que a lo mejor estás en Ciudad Lineal, que fue una de las localizaciones. Cierto que tiene un brillo extraño, como de cristales, esa nieve que inunda el interior de la casa en la que transcurre el final de la historia, todo muy artificial.

Escuchaba ayer los gustos cinematográficos de un conocido actor español, y entre las películas que nunca le habían gustado estaba Casablanca. Parece casi un pecado o una ignonimia confesar tal cosa, pero yo siempre he opinado igual que él. Otro clásico del cine que considero una auténtica castaña, a pesar del prestigioso plantel de actores que lo protagonizaban y el gran director que tuvo. Leí en una ocasión que nunca se sabía cuál iba a ser el diálogo que tocaba, pues el guión se iba haciendo sobre la marcha, a lo que saliera. No me extraña que la historia resultara tan hueca, tan insustancial, puro humo. Si a eso añadimos la poca química existente entre la pareja de actores el resultado es frío, no logra transmitir gran cosa al espectador.

Un par de escenas han pasado a la memoria colectiva, eso sí, la del negrito pianista junto a un Bogart vestido de un blanco inmaculado e Ingrid Bergman diciendo aquello de “tócala otra vez Sam”, que por lo visto fue traducida así aunque no dijera exactamente eso. La otra es la escena final en el aeropuerto, de noche, la pareja protagonista mirándose a los ojos, el ala del sombrero de ella ligeramente agitada por la brisa, y una avioneta de fondo esperándola.

Es esta una película llena de clichés, que junto con la atmósfera de misterio y pasiones subterráneas, han hecho de ella un film de referencia. Para mi gusto es una exageración, pero como en gustos no hay nada escrito, ahí quedó para la posteridad y disfrute de quien sepa apreciar este tipo de films. Al igual que Doctor Zhivago si en algo destacó fue en la banda sonora, legendaria también.

Fiascos en la historia del cine ha habido unos cuantos, pero me quedo con estos dos por lo llamativo que resultan. No creo que mis ojos vuelvan a detenerse nunca más en sus secuencias.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Las exequias de Adolfo Suárez


Impresionante el despliegue que tuvo lugar ayer con motivo de las exequias de Adolfo Suárez. El paseo del Prado y el de Recoletos ya tenían vallas a ambos lados desde 1ª hora de la mañana. A la altura de Neptuno, cuando pasé con el autobús para ir al trabajo, había furgones policiales en los que podía leer “policía del subsuelo”, algo que nunca había visto, y eso que es una sección que existe desde finales de los 50. Un compañero del trabajo dijo haber visto agentes con ganchos levantando tapas de alcantarilla. En cualquier desplazamiento del presidente del gobierno tiene que haber siempre un despliegue semejante.

Intenté imaginar lo que pensaría nuestro actual presidente, cómo se sentiría, mientras iba en el cortejo fúnebre, pues cuando le toque a él pasar por ese trance le harán una ceremonia parecida. Realmente no sé hasta qué punto tiene una familia que pasar por ese calvario. Alguien del trabajo, que vio pasar la comitiva, comentó que los parientes del fallecido estaban muy compungidos. Siempre he pensado que estas ceremonias duran demasiado. Cuesta separarse del ser querido que murió, pero prolongar tanto la despedida me parece una tortura.

Las líneas de autobús y metro estaban cortadas, así como el tráfico, y sólo dejaban cruzar Cibeles por un lado. Era impresionante ver Alcalá y Gran Vía sin coches. Algunos despotricaban por todo el jaleo montado para la ocasión, sobre todo los ejecutivos, trajeados y con maletín, que se veían obligados a hacer a pie y con prisa un trayecto que normalmente hacen más cómodamente. Decían unas cosas tremendas hablando por el móvil, que si vaya un país de mierda, y cosas por el estilo. Es verdad que se están cortando las calles cada dos por tres por manifestaciones, marchas y todo tipo de concentraciones multitudinarias, pero el de ayer era un acontecimiento histórico, una cosa diferente. La gente de treinta y tantos años no ha conocido a Adolfo Suárez, pues ni habían nacido siquiera o eran muy niños para acordarse. Pero, como todo en la vida, hay que saber distinguir, y aunque el perjuicio es el mismo para el que tiene prisa, con independencia del motivo de la aglomeración, la consideración debida al hecho causante es bien diferente. La verdad es que se respetan muy pocas cosas hoy en día, y a muy pocas personas.

La gente interrumpió sus ocupaciones para ser testigos del momento. En el cuartel de Tierra los militares vestidos con uniformes caqui se arremolinaban sobre el césped del jardín, junto con otros empleados. En el cuartel de la Armada los soldados con sus uniformes azul marino con raya roja y gorra de visera blanca contemplaban expectantes la llegada del cortejo.

Cuando volvía de desayunar ya se acercaba la comitiva por donde yo estaba. Se oía el redoblar de tambores y el sonido de las trompetas. Había un silencio absoluto entre los asistentes que se agolpaban contra las vallas. En lo alto del Ayuntamiento, en una de sus terrazas, algunas personas hacían fotos y otras, la prensa, permanecían junto a sus cámaras dispuestas a grabar el momento. Yo no quería verlo, hubiese sido una impresión desagradable y difícil de olvidar para mí. Cuántos estarían allí porque realmente estimaran a Adolfo Suárez, y no por curiosidad morbosa. Al final la muerte se convierte en un espectáculo.

Ya en mi mesa, en la oficina, podía oir la música al pasar la comitiva por allí cerca. Pensé en lo emblemático de la zona en la que me ha tocado trabajar, donde no es difícil ser testigo de acontecimientos importantes. Aún recuerdo hace 2 años y medio la venida del Papa Benedicto XVI. Sin embargo debo decir que estoy un poco harta de todo este bullicio, me gustaría poder trabajar en una zona más tranquila. Todo se verá.

La catedral de Ávila acogió los restos del que fuera nuestro primer presidente en democracia, ciudad a la que pertenece el pueblo que le vio nacer. Los restos de su esposa, que estaban en un convento desde que murió hace casi 13 años, le acompañan en este destino final. Quién le hubiera dicho a Adolfo Suárez, cuando empezaba en esto de la política, que sería artífice de los destinos de toda una nación y que a su muerte descansaría en lugar tan insigne. Él y su esposa están ya juntos, para siempre.

Suárez y su esposa votando en las primeras elecciones
He leído que la especial melancolía que ha despertado la desaparición de Adolfo Suárez se debe sobre todo a que representa un pasado lleno de ilusión, que añoramos, aquel en el que, como los niños, nuestra democracia empezaba a dar sus primeros pasos y lo esperábamos todo de ella, expectantes ante un futuro incierto pero prometedor. También a que nos hace ser más conscientes que nunca de que vivimos un presente en el que ya no existen aquellas ilusiones y sólo queda la cruda realidad.

Sea como fuere, ya le despedimos con honores y queda para siempre su recuerdo en nuestro corazón. Pero toca pasar página, y a otra cosa. Que no se diga que no somos capaces de continuar la labor empezada por este hombre que ahora despedimos. Aunque sea por honrar su memoria.



martes, 25 de marzo de 2014

La voz kids


A veces Ana, mi hija, que habitualmente está metida en su cuarto por las noches estudiando, tiene un respiro y decide acompañarnos a su hermano y a mí viendo algún programa en la televisión. Sobre todo si echan algo que sea de su agrado, como pasa con el concurso La voz kids.

Si no es porque ella lo pone a mí nunca se me ocurriría, ya que los concursos en general no me gustan, sobre todo por lo de ser competitivo al máximo y poner tu meta únicamente en ganar mucho dinero, cosas ambas que están socavando los cimientos de nuestra sociedad. Pero ya que estábamos, contemplé por un largo rato lo que se nos ofrecía y, ciertamente, al tratarse de niños resultó muy conmovedor.

A los miembros del jurado se les notó que les gustaba más esta versión que la que hacen con adultos, pues es más difícil decidir sobre el destino profesional de éstos que sobre el de la gente menuda, que aún tiene toda la vida por delante y mucho que demostrar. Se sienten menos cohibidos, menos juzgados ellos a su vez, más confiados y desenvueltos, disfrutan mucho más. Los niños, a los que hace falta muy poco para conseguir mucho, lo dan todo en el escenario, y su inocencia transmite a su interpretación una calidez y una pureza que se pierden al llegar a la madurez.

Me resulta sorprendente cómo cambian estos chicos cuando se habla con ellos en una charla distendida a cuando están actuando. En el primer caso se ven que son niños, con sus miedos y su ingenuidad; en el 2º hasta su voz cambia, se vuelve firme, segura y grave como la de los adultos, su gesto se arrebata y se olvidan de todo, entregados a sus escasos minutos que se les conceden para brillar como estrellas. Algunos tocan algún instrumento, se acompañan del piano mientras cantan, son chicos muy preparados, que dominan facetas difíciles de la música.

A veces la emoción es tanta que no pueden contener el llanto al acabar, pues no es fácil salir tan de prisa del momento emotivo por el que acaban de pasar, o porque se ha terminado demasiado pronto esa ocasión que han tenido de demostrar su talento, todo lo que llevan dentro y que en tan poco tiempo apenas hemos podido vislumbrar. O también simplemente porque no les ha salido como esperaban, y se apodera de ellos la tristeza, la rabia y la desesperación por haber perdido esta oportunidad.

Lo peor llega cuando hay que ir haciendo eliminaciones, la cara de miedo y preocupación de los niños mientras esperan el veredicto. Al jurado se le hace muy difícil decidir, pues los quieren a todos y todos tienen algo especial, cada uno a su manera. Entonces Bisbal, Rosario y Malú se deshacen en halagos para todos, intentando que comprendan que su futuro artístico no se trunca allí sólo porque no han podido ser elegidos, que ese talento tiene que continuar hasta conseguir ser reconocido. A mí se me hace muy cuesta arriba ver a los niños sufrir. Si es difícil para un adulto ver que sus ilusiones no prosperan, para un chiquillo más. El 1º quiere mostrar lo que vale pero también pagar sus facturas; el 2º sólo quiere darse a sí mismo.

Me encanta la forma como Bisbal y Rosario tratan a los peques, con qué cariño y delicadeza. Malú, quizá porque aún no tiene hijos, se autorelega y deja que sean sus compañeros los que más intervengan. Ella seguramente se siente más cómoda en el concurso de adultos. Bisbal se ha hecho mayor en estos 12 años que hace que se dio a conocer para el gran público, aunque en lo fundamental siga siendo un niño grande. Más serio, menos dinámico en el escenario, habla muy bien, mucho mejor que al principio de su carrera, y demuestra ser inteligente y sensible. Sigue siendo un hombre apasionado y transparente, está lleno de fuerza, y es muy cálido. Muchas de sus reservas se deben a lo mucho que se le ha criticado por sus peculiaridades, lo que le ha restando espontaneidad, pero en cuanto se olvida de todo eso vuelve la confianza y se deja llevar, como el torbellino vital que siempre ha sido.

Rosario se parece cada vez más a su madre. Cuánto la echamos de menos, su arte, su forma de decir las cosas, su simpatía, calidez y humanidad. Y a su hermano también, su acierto para componer, su sensibilidad extrema que le hizo no saber encajar ciertos avatares de su vida y le llevó por malos caminos. Se fue demasiado pronto. Rosario ha recogido la herencia de toda su familia, su raza, su talento artístico, su carácter se ha suavizado con los años, pues era más independiente, más agreste en su juventud, la rebelde de su clan. Su cara lo dice todo, por ella pasan sin tapujos todos sus estados de ánimo, la alegría desbordante, la tristeza y la ternura en sus enormes y oscuros ojos, su sonrisa amplia con esos dientes blanquísimos. Me gusta mucho cómo ha evolucionado, cómo se ha sabido mantener en un mundo tan difícil como el de la música, cómo se ha aferrado con uñas y dientes a su puesto en ese mundo y no lo ha soltado jamás, fiel a sí misma, a su estilo, en todo momento.

En fin, que disfrutar un rato de La voz kids, por obra y arte de los gustos de mi hija, ha sido gratificante, en medio de la aridez televisiva habitual. Ver este programa es saber que tendrás un nudo en la garganta por la emoción contenida, que saldrán a relucir sentimientos dormidos que te erizarán el vello, que a duras penas podrás contener las lágrimas, por los niños, tan pequeños y ya con tanta fuerza, pasión y amor por lo que hacen. Ojalá que no tuvieran que ser eliminados la mayoría, que esos brotes tiernos que pugnan por salir a la luz no fuesen nunca cortados. Cuidado con la sensibilidad de los niños, con sus sentimientos: lo que te suceda en la edad 1ª marcará el resto de sus vidas.

lunes, 24 de marzo de 2014

Adolfo Suárez


Cerca de donde estoy escribiendo estas líneas están expuestos los restos mortales de Adolfo Suárez, un hombre que ha marcado un hito en la historia de este país. Durante el día de hoy todo el que quiera puede ir a verlo, y aunque en un principio pensé en hacerlo yo también, luego cambié de opinión, pues prefiero recordarlo cuando estaba vivo, y si no le conocí personalmente cuando así era, no me apetece verlo muerto.

Porque ¿qué sentimientos despierta este hombre en todos los que vivimos con él los mismos acontecimientos cruciales?, hechos que están grabados a fuego en nuestras memorias. No todos los países cambian de régimen político sin que haya infinidad de problemas y un baño de sangre. Fue un asunto complicado como pocos, pero de la mano de Adolfo Suárez todo resultó mucho más sencillo. Cuán afortunados fuimos en aquel momento por tenerle a él, puesto que si alguien debía dar ese paso nadie más preparado ni mejor que el que fue nuestro primer presidente en democracia. No creo que en aquel entonces lo supiéramos calibrar como ahora, con la distancia que impone el paso del tiempo.

Con Suárez tuvieron lugar hechos extraordinarios en el devenir de España a todos los niveles, político, social y económico. No sólo fue redactar una Constitución, con la colaboración de otros políticos insignes, sino también establecer unas instituciones que antes no existían, unos derechos y obligaciones que nos conformaron, no sólo como ciudadanos y miembros de una nación sino también como seres humanos.

El trabajo fue ingente y, gracias a su ecuanimidad, consiguió aunar posturas, allanar el camino erizado de espinas, poner de acuerdo a facciones opuestas, y todo con delicada firmeza y una sonrisa. Porque esas fueron las señas de identidad de Adolfo Suárez, la profundidad de sus convicciones sin caer en radicalismos, y la simpatía personal, porque todo se puede decir si de hace de buena manera. Su educación exquisita limó asperezas y le hizo contemporizar con toda clase de actitudes, a algunas de las cuales seguramente no le habría importado replicar de la forma contundente que merecían, pero sus principios y sus modales se lo impidieron, por el bien de todos.

Inteligencia, sensibilidad, una mente praeclara y abierta, una profunda religiosidad, una capacidad de trabajo infinita, dieron como resultado un hombre capaz de muchas cosas, y que vivió un momento de plenitud profesional y personal como pocos. De niño prefería las fiestas y los deportes antes que estudiar, y nunca se llevó bien con su padre, jugador y mujeriego. De su madre, a la que adoraba, heredó su espiritualidad. Ya por entonces se reveló como un líder nato.

Supo dimitir cuando vio que le faltaban los apoyos necesarios y que ya poco podía hacer en esas condiciones por nuestro país. Mantuvo su dignidad también cuando el intento de golpe de Estado. Todos recordamos que fue el único que no se agachó en su escaño para eludir los disparos de los asaltantes, y que tan sólo se levantó para auxiliar a Gutiérrez Mellado cuando fue zarandeado por estos. Su caballerosidad no tenía límites.

Adolfo Suárez reunía en sí mismo todas las cualidades que un hombre de bien requiere, y más si ha de gobernar los destinos de una nación: integridad, valor, constancia, bondad. Para mi gusto estuvo poco tiempo en el gobierno, fueron algo más de cuatro años que me parecieron un suspiro. Luego se ha visto que ninguno de los que le precedieron ha estado a su altura en ningún sentido.

Decían los hombres que las mujeres le votaban porque era guapo. Le hacían flaco favor a él, al infravalorar sus cualidades, y a nosotras, al creernos incapaces de tomar decisiones serias. La envidia es así, difama a unos y otros, destruyendo reputaciones sin inmutarse, nuestro sempiterno pecado nacional. Yo sólo veía en él a un hombre bueno. También decían que carecía de poso cultural, pero si esto era así fue lo bastante hábil como para saberse rodear de colaboradores muy capaces que suplieran lo que a él le faltaba. Muchos se reían de aquella frase que tanto repitió en sus discursos, “puedo prometer y prometo”, pero era un tic más de los muchos que tienen los que se dedican a esto de la política.

Cuánto lamenté saber que estaba enfermo. No sería extraño que ese horrible mal que es el Alzhéimer le hubiera llegado como consecuencia de las tragedias que sacudieron a su familia: la muerte de su mujer, a la que adoraba, a consecuencia de un cáncer de mama, y la de su primogénita, no mucho tiempo después por la misma causa. Ahí fue cuando su mente se extravió en la espesa niebla del olvido, era como si prefiriera perder la memoria y el sentido de la realidad antes que tener que afrontar tanto dolor. Sus otras dos hijas también han padecido la misma enfermedad, aunque han conseguido superarla. Cuántas dolencias hay que afectan a una generación tras otra de una misma familia.

Uno de sus hijos, el que lleva su nombre, que ha heredado un cierto parecido físico con él, su mismo timbre de voz y su manera de hacer discursos, declaraba estos días que esperaban su fin inminente, y que por un lado sentían tristeza pero por otro lado una gran alegría. Sin muchas explicaciones daba a entender que convivían en su familia emociones encontradas, la lógica pena por la separación y el gozo de verlo marchar con Dios, acabados por fin los padecimientos que soportaba. Cariñoso como fue, murió rodeado del cariño de sus seres queridos.

Tras su fallecimiento llegan condolencias de todas partes del mundo, todos le estimaron, el mismo respeto que él tuvo con los demás le ha sido devuelto con creces en estas horas luctuosas. He leído que una vez dijo “Yo el día que me muera, la verdad, no quiero que me pongan por las nubes los mismos que en vida me pusieron a parir”. Pues parece que sus deseos, al menos estos, no van a poder cumplirse. La hipocresía social es así.

Qué pensaría, si hubiera podido hacerlo, de las convulsiones que agitan a nuestra sociedad actualmente, después de tantos años. A él también le tocó bregar con dificultades parecidas. Parece que no vamos a cambiar nunca. Se nos ha ido en medio de una crisis que ya dura demasiado, que tiene como sonido de fondo las algaradas callejeras. Y ahí está en el Congreso, expuesta su capilla ardiente, el mismo lugar en el que tantos años trabajó y tantas cosas vivió, inimaginables para él hasta entonces. Ahora es el lugar que le acoge en su muerte, que no será definitiva, pues se suele decir que nunca se va del todo aquel que es recordado por los demás. A él nunca le vamos a olvidar.

viernes, 21 de marzo de 2014

El amor a la vida de Lizzie


Descubrí recientemente, leyendo un blog que sigo, Psicología de barrio, el caso de Lizzie Velasquez, una chica de 25 años que tiene una rara enfermedad de la que existe sólo otro caso en el mundo además del suyo. A causa de ella su estatura es pequeña, no llega a 30 kg. de peso aunque coma mucho, su piel está envejecida y su cara deforme, faltándole la visión de un ojo y teniendo la visión limitada en el otro.

Si el autor del blog pretendía poner ejemplos de superación personal, con este caso ha elegido uno extremo. Por un lado se nos parte el corazón al saber de la existencia de dolencias que nos eran desconocidas y cuya truculencia nos parecía inimaginable. Pero por otro lado sentimos admiración y respeto por alguien que, aún estando en esta situación tan lamentable y después de todos los traumas sufridos y los obstáculos que ha tenido que vencer, se atreve a ser lo que ella llama “oradora motivacional”.

Durante una de sus charlas, sobre un escenario y ante mucha gente, contó su 1ª impresión al llegar a la escuela, con 5 años, cuando se acercaba a los otros niños y todos se la quedaban mirando horrorizados. Ella no comprendía lo que les pasaba, por qué la rechazaban. La habían educado como si no le pasara nada, en un ambiente de absoluta normalidad, y ella no era consciente de que le sucediera nada hasta que vio la reacción que provocaba en los demás. Sus padres se sentaron con ella para hablar sobre el tema, suavizándolo al aludir únicamente a su pequeña estatura.

En años posteriores fue víctima de todo tipo de burlas y crueldades. Muchos la acusaban de tener anorexia, desconociendo su problema. Se la llegó a grabar en un video de 8 segundos, sin que se diera cuenta, en el que sólo se la veía moverse, sin sonido. Al colgarlo en Internet tuvo en poco tiempo miles de comentarios en los que recibió calificativos como monstruo, la mujer más fea del mundo, e incluso se le sugería que se pegara un tiro en la cabeza. Ella nunca comprendió qué le había hecho de malo a la gente para ser tratada así, y estuvo llorando durante horas, hasta que algo hizo “click” en su cabeza: su apariencia externa no era lo que la definía, no podía verse condicionada el resto de su vida por el aspecto que tuviera ante los demás. Tenía derecho a vivir lo mismo que todo el mundo.

En el video que el autor del blog antes mencionado eligió para ilustrar su post me llamó mucho la atención los gestos que Lizzie hace al hablar, su lenguaje corporal. Son idénticos a los de una compañera de trabajo que tuve hasta hace poco tiempo, que era educadísima y encantadora.

Ahora, recién terminada su carrera en la Universidad y dedicándose desde hace 8 años a sus charlas, se siente una mujer realizada, sobre todo al haber contado en todo momento con el amor y el apoyo incondicional de su familia, que la quiere sin compadecerse. Tan sólo echa en falta una pareja e hijos, aunque teniendo en cuenta cómo es ella tampoco parece que sea algo en lo que se vaya a dar por vencida.

Lejos de mi intención caer en sensiblerías excesivas, pero el caso de Lizzie me llamó poderosamente la atención. Ella desea que se la quiera, no que se la tenga pena, y además, como pasa en tantas ocasiones en que un problema en la vida te hace sacar una fuerza que nunca hubieras imaginado que tenías y que de otra manera nunca habría salido de tu interior, ella se salta sus numerosos condicionantes para plantarse ante todo el que quiera escucharla, pasando por alto esa deformidad física o esa fealdad que tantos se encargaron de recordar que tenía. Sin complejos, sin temor, totalmente expuesta, impecable en el peinado y la vestimenta, consigue con ello vivir la vida en plenitud y de paso recibir el cálido homenaje del público, que la aplaude y la piropea en ciertos momentos de su intervención, lo que agradece con una sonrisa y una leve inclinación de cabeza.

Es conmovedor el amor a la vida que tiene Lizzie. Muestra a todo el mundo lo que le sucede y se pone de ejemplo: si ella puede superar sus problemas, que no son pocos, nosotros también. Todos podemos.

jueves, 20 de marzo de 2014

Falsas informaciones


Es muy llamativa la forma que tiene de dar las noticias el diario 20 minutos, no contrasta las informaciones que recibe y mete la pata hasta extremos escandalosos con cada nueva edición que sale a la luz. Parece que no les importara mucho, que lo único que persiguen es captar la atención del lector con titulares morbosos, exagerados y difamantes, tratándolo como si fueran borregos dispuestos a tragarse sin pensar todo lo que se les eche, incapaces de distinguir lo real de lo que no lo es. Para mí es la prensa amarilla que existe en ciertos países, tan deleznable.

Una de las últimas aberraciones que ha sacado a relucir ha sido la afirmación categórica de que los pilotos han olvidado cómo se maneja un avión, acostumbrados desde hace años a dejar el vuelo en manos de los pilotos automáticos, de modo que sólo se hacen con los mandos cuando despegan y 2 ó 3 minutos antes de aterrizar. Ponía como ejemplos que ratificaban sus afirmaciones el hecho de que haya habido varios casos sonados en los que, debido a una emergencia durante el vuelo, han tenido que hacerse cargo y han llevado el avión al desastre. Eso sí, se ilustraba el artículo con la foto de la cabina de un avión en la que se señalaba para qué servía cada cosa que en ella aparecía, muy a groso modo. Era una información tan simplona que hasta daba a entender que es sencillo pilotar, como si estuviera al alcance de cualquiera.

Mi jefa tiene un hijo que es piloto, y cuando le comenté todas estas cosas se echó las manos a la cabeza. Dijo que cada 3 meses tienen que pasar por una prueba de simulador para refrescar sus conocimientos y capacidades, y el que no la pasa se va a calle. Entre otras muchas precauciones no pueden ingerir alcohol con muchas horas de antelación, ni tomar medicamentos aunque no se encuentren bien, para evitar la pérdida de reflejos. El piloto y el copiloto se ponen de acuerdo en las comidas para tomar platos diferentes, si uno toma carne el otro pescado, siendo el 1º el que decide siempre y el otro el que se debe acomodar. Es de suponer que para evitar ponerse malos al mismo tiempo en caso de intoxicación.

Los avatares por los que pueden pasar los pilotos en sus viajes son incontables. Mi jefa dijo que a su hijo, que es copiloto, le pilló una vez una tormenta y que las decisiones que tomó el piloto fueron tan desacertadas que terminó cogiendo él los mandos, algo que está absolutamente prohibido. Por el esfuerzo que hizo con las manos y la tensión sufrida terminó con los dedos llenos de derrames. Hubo una investigación, como suele pasar en casos así, y en el expediente se le dio a él la razón.

Tienen reconocimientos médicos físicos y psicológicos frecuentes, y la duración de su carrera profesional es más bien corta, pues con 50 y tantos años se tienen que jubilar o ser destinados a otras tareas.

Fallos los hay en todas las profesiones, pero cuando se trata de aviones parece que se les da una difusión desproporcionada. Rara vez se sabe cuándo un médico ha provocado la muerte de un paciente por negligencia, o cuándo un abogado ha mandado a la cárcel a su cliente por no haberlo sabido defender. Los casos que el periódico describía están en esta línea, son errores humanos o materiales, y en la mayoría de las ocasiones las circunstancias sobrepasarían a los miembros de la tripulación, aterrorizados ante la proximidad de la tragedia. A pesar del entrenamiento recibido, las posibilidades de una reacción eficaz ante una situación de alarma disminuyen enormemente. Sin embargo volar sigue siendo el medio más seguro para viajar, pues se produce un accidente entre miles de vuelos diarios que sí llegan a buen puerto.

Qué podemos esperar si diarios como 20 minutos se dedican a difundir patrañas, a ser panfletarios. Y nadie parece demandarlos. Si tuvieran que indemnizar en los tribunales a todos aquellos que se ven afectados por sus falsas informaciones se cuidarían muy mucho de seguir por ese camino. La seriedad y el rigor de los medios de comunicación descienden de forma alarmante en este país. Está en juego el prestigio de muchos profesionales que se dedican a esto. Si ya no se fía nadie de lo que difunden, qué credibilidad les queda. Y todo por unas pocas manzanas podridas que dan mala reputación al resto.

Confiemos en las personas que están a nuestro servicio, sobre todo en actividades de riesgo. Hagamos caso omiso del alarmismo que pretenden introducir en nuestra sociedad periódicos como el ya mencionado. Ni desconfianza ni miedo, disfrutemos de la vida sin sobresaltos, pues es mucho mejor que la visión pesimista, radical y cutre que quiere transmitirnos cierta clase de prensa o televisión.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Aparecer en prensa


Hace dos semanas contactó conmigo un periodista de La voz de Galicia, Alfonso Andrade, nombre que me sonaba mucho pero al que no he logrado poner cara, con la curiosa petición de que le contara mi experiencia en eDarling. Esta le había facilitado mi correo electrónico, pero con poco acierto, pues le dieron el de mi trabajo en lugar del mío particular. Le comenté que en mi caso no tenía historia de amor de la que hablar, al no haber obtenido resultado alguno, pero a él le dio igual, iba a hacer un reportaje sobre el amor on line y para ello entrevistaría a varias parejas que sí lo habían logrado, y también a mí. Lo importante era conocer muchas opiniones diferentes, muchas vivencias distintas.

Yo como siempre al quite, me faltó tiempo la 1ª vez que me mandó un e mail para decirle, un poco broma, que al ver el nombre de la publicación en su dirección de correo pensé, en un momento de euforia, que por fin me llegaba alguna oferta de trabajo periodístico, ya que estoy suscrita a Jobrapido , que me manda a diario posibles ofertas de empleo en este sentido. Pero no, Alfonso me sacó enseguida de mi error, y se justificó diciendo lo habitual, que si la crisis, que si lo mal que está la profesión periodística, etc.

Me propuso llamarme y hacerme una entrevista. Quizá habría sido más fresca mi intervención en el reportaje, pero tampoco recordaba yo con mucha precisión las cosas que me sucedieron mientras fui usuaria de eDarling, sólo de unas cuantas, quizá porque como no fue muy satisfactorio no he vuelto a pensar en ello ni ha habido nada que me pareciera que merecía ser recordado.

Le ofrecí la posibilidad de enviarle los 3 posts que en este blog escribí sobre el tema, y me contestó cuando los leyó que le habían parecido muy interesantes y además en clave de humor. La verdad es que este tipo de cosas es mejor tomárselas así, pues no ser afortunada en el amor puede llevar consigo mucho desaliento y decepción. Me dijo también que el primer post sería el que reproduciría, sólo parcialmente, pues todo era imposible dada la extensión, porque era en el que más hablaba de la mecánica de eDarling. Me imagino la curiosidad que despiertan este tipo de sitios para el que nunca los ha tenido que usar.

Más tarde, cuando ya lo tuvo todo, me pidió una foto, pero lo cierto es que fotos en las que yo salga bien no tengo muchas, sobre todo últimamente. Le mandé dos de mi perfil de Facebook, en las que aparezco de medio lado y no de cuerpo entero, una de ellas mirando a cámara. Mi hija me había peinado y maquillado para la ocasión, y me había puesto uno de sus pañuelos al cuello para darle un poco de gracia a la vestimenta. Pero Alfonso me dijo que quería una de frente. Le envié otra del perfil de FB, una captura que hizo mi hermana de su boda, muy sugerente porque estaba yo tan arreglada y morena, al ser verano. Le advertí que no era reciente. Él insistió: quería de frente y mirando a cámara. Con muchas reticencias le mandé otra del perfil en la que salgo con una expresión de gorda angustiada, pero le dije de broma que si era posible no fuera esa la que publicase. Al final publicó la 2ª, en la que salgo con cara un poco de mujer fatal, como se puede apreciar, pero bueno, es lo que hay. Le pedí que me mandara por correo electrónico su trabajo cuando ya estuviera publicado.

La verdad es que nunca imaginé que saldría en prensa no como periodista sino como parte de un reportaje de otra persona, y encima con un tema como éste, pero en fin, tampoco está mal colaborar para que otros puedan hacer su trabajo. Lo que no me dijo es que publicaría mi nombre y apellidos, algo que no ha hecho con el resto de las personas que aparecen. Creo que con que hubiera puesto sólo mi nombre bastaba. Me considero muy accesible, no tengo fotos protegidas en FB aunque sean de mis hijos, y no tengo inconveniente en hablar de mis cosas personales como lo de e Darling si a alguien le interesa, pero mi identidad al completo no me gusta que figure en una publicación y más con la difusión que tiene esta. Me ha dicho mi hermana que es uno de los periódicos más antiguos de Galicia, de los que más solera tienen allí.

Publicó el trabajo el domingo pasado y me lo mandó por e mail, como le solicité, agradeciendo muy afectuoso mi colaboración. Se lo reenvié a quien me pareció, pero sólo la hoja en la que salía yo. No me gustó el titulo que eligió, “Descárgate un marido”, me pareció bastante vulgar, ni tampoco el que puso para encabezar la parte en la que yo salía, “Los hombres y yo no terminamos de ponernos de acuerdo”, utilizando una frase con la que terminaba uno de mis posts, que me pasa como con otras muchas cosas que he escrito y vuelvo a releer, que no consigo saber cómo puse tal cosa o llegué a tal conclusión (el autor suele ser su peor crítico). Supongo que es para que llamen la atención del lector y logren interesarlo.

En fin, que como el tema de eDarling fue tan decepcionante y me dio la impresión de haber perdido el tiempo y el dinero con él, es algo de lo que me gustaría no tener que volver a hablar. Le mandé al periodista el nombre de mi blog por si alguna vez quisiera leerme, y él me contestó atentamente que así lo haría. Dudo mucho que tenga el tiempo y las ganas para ello, pero ahí está. Me deseó suerte dentro o fuera del Periodismo, lo cual es lo mismo que desearme suerte dentro o fuera de eDarling, disyuntivas ambas que parecen no tener vuelta de hoja para mí. Perseveraremos.

martes, 18 de marzo de 2014

Hoteles a examen


Cuando todo parece estar ya inventado en televisión, un nuevo programa se suma a la amplia oferta ofrecida con un tema que nunca pensé que podría dar pie a un espacio, y además tan interesante: Hoteles a examen. En él una experta hotelera, Alexandra Polizzi (Alex), visita establecimientos en Gran Bretaña que han solicitado previamente sus servicios por encontrarse en una delicada situación económica. Ella se encargará de asesorar a los dueños en todo aquello que vea que no funciona bien o que podría mejorarse, un poco como hace Chicote aquí con los restaurantes.

Y la verdad es que acude a lugares de todas clases. Uno de ellos, el más espectacular de todos los que he visto hasta ahora, fue una mansión señorial al sur de Devon, en medio de la campiña inglesa, un edificio vetusto regentado por un matrimonio mayor con poca visión para los negocios, ideas anticuadas y, eso sí, un gran amor por lo que hacen.

En su programa Alex suele pasearse seguida por la cámara, sin que estén presentes los propietarios, inspeccionando todos los rincones, y haciendo comentarios sarcásticos acerca de todo lo que ve, con muchas caras de asombro humorístico y "uf!". En esta ocasión hizo mofa de los adornos que la dueña había puesto por todas partes, pequeños cojines de raso con puntillas, algunos con forma de corazón, que seguramente había hecho ella misma. Se horrorizó por la cantidad de cosas de color rosa que había en el cuarto de baño de una de las habitaciones: las toallas, los complementos de aseo, la alfombrilla, etc. Las habitaciones eran espectaculares, grandes, con mucha luz por todas partes, y una decoración añeja pero elegante. Un poco recargadas quizá. Es un lujo decadente y con mucho encanto.

Alex les hacía recomendaciones que sus anfitriones recibían con reticencias. La habían llamado para que los ayudara pero luego no estaban dispuestos a hacer grandes cambios. Tenían unas ideas muy rígidas sobre cómo hacer las cosas, las habían puesto en práctica desde hacía muchos años y quizá también por su edad les costaba renunciar a ellas e introducir innovaciones. La experta, después de pasar la noche allí, como suele hacer en cada lugar que visita, les dijo que una habitación que costaba 273 € la noche tenía que demostrar que lo valía. Pero no se atrevió a hacer muchas modificaciones, sólo cambió unos almohadones por otros más modernos y elegantes, y puso una tapicería diferente en los sillones. Quitó figuritas, los pequeños cojines y otros adornos anticuados y los sustituyó por otros más actuales. En el baño dijo que lo mejor eran las toallas blancas porque transmitían sensación de limpieza.

Otro paso fue modificar su página web, cambiando la fotografía con las vistas del hotel, pues era tan mala que casi le hacía parecer una fábrica, quitando otra en la que aparecía el matrimonio con su perro (deseaban que apareciera por ser un miembro más de la familia), y arreglando los fallos de las reservas on line que no funcionaban. Por último, hizo venir a gente de negocios y críticos hoteleros para que los propietarios les dieran una charla informativa y les enseñaran las instalaciones, jornada de puertas abiertas lo llamó Alex. Les dio algunas instrucciones, y el matrimonio preparó unas presentaciones con diapositivas y dieron una extensísima explicación sobre la historia del lugar, con pocos datos prácticos, que aburrió a todo el mundo. La experta estaba horrorizada, y así se lo hizo saber. Ellos prometieron hacerlo mejor la próxima vez. En cambio la comida que ofrecieron a continuación, bien servida y exquisita, así como su conversación, fueron un éxito.

En otro capítulo Alex llegaba a un lugar bien diferente, un hotel más convencional regentado por un matrimonio cuarentón. Él iba vestido como un rocker, e imitaba con poco acierto a Elvis Presley, muy hortera, no pegaba nada con la imagen del lugar. Él era el cocinero. Preparaba unos platos abundantes y grasientos que asquearon a Alex. En la carta tenía demasiadas propuestas, de todas partes del mundo, por lo que gastaba mucho en materia prima. La experta le dijo que redujera la carta, y para saber qué platos casi no se consumían le hizo anotar durante un mes el nº de veces que los pedían. El propietario era muy reacio a hacer cambios, aún sabiendo que la mayor parte de sus pérdidas venían del gasto de la cocina. Presumía de ser generoso y de gustarle mucho su trabajo. Dijo que ella no entendía de comida, y que por eso estaba tan flacucha. Él, al igual que su mujer, eran obesos. Las habitaciones gustaron a Alex, y valoró mucho que tuvieran Wifi gratis. Sólo les faltaba crearse una página web para anunciarse. Les reformó el comedor, dándole un aire más moderno, con muchos estores blancos, muebles de maderas robustas y adornos florales.

El último episodio que vi fue el más escabroso. Se trataba de un hotel de muy bajo coste que había tenido incluso críticas terribles de usuarios en Internet. Alex pudo comprobar por qué: las duchas estaban llenas de pelos y moho, y el comedor no se limpiaba con frecuencia. Se negó a pasar la noche allí y a desayunar, como es su costumbre. El dueño le echaba la culpa a los demás de todo, al personal de limpieza por no cumplir con su trabajo, a los clientes porque eran obreros y ensuciaban mucho, etc. El personal contratado se quejaba en cambio de no recibir instrucciones, de que él no se ocupaba de nada. Tardó en seguir las instrucciones de la experta, era muy soberbio e iracundo. En cierto momento Alex se puso ella misma, ante la inercia del dueño, a meter en grandes bolsas los trastos que estaban acumulados para tirar a la basura, porque casi no dejaban sitio en la lavandería. El patio ajardinado también fue limpiado de malas hierbas y objetos inservibles. Les reformó el comedor y procuró poner un menú que atrajera a un público más extenso, estudiantes, oficinistas, etc.

Me gusta este programa, porque te enseña todo tipo de ambientes, y me hace gracia los toques que Alex le da a todo y los comentarios que hace, además de la paciencia que tiene, yo no lo aguantaría. Lo encuentro muy original. Me gusta también la decoración de interiores y las localizaciones. Inglaterra está lleno de sitios con mucho encanto.

 
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