Es muy llamativa la forma que tiene de dar las noticias el diario 20 minutos, no contrasta las informaciones que recibe y mete la pata hasta extremos escandalosos con cada nueva edición que sale a la luz. Parece que no les importara mucho, que lo único que persiguen es captar la atención del lector con titulares morbosos, exagerados y difamantes, tratándolo como si fueran borregos dispuestos a tragarse sin pensar todo lo que se les eche, incapaces de distinguir lo real de lo que no lo es. Para mí es la prensa amarilla que existe en ciertos países, tan deleznable.
Una de las últimas aberraciones que ha sacado a relucir ha sido la afirmación categórica de que los pilotos han olvidado cómo se maneja un avión, acostumbrados desde hace años a dejar el vuelo en manos de los pilotos automáticos, de modo que sólo se hacen con los mandos cuando despegan y 2 ó 3 minutos antes de aterrizar. Ponía como ejemplos que ratificaban sus afirmaciones el hecho de que haya habido varios casos sonados en los que, debido a una emergencia durante el vuelo, han tenido que hacerse cargo y han llevado el avión al desastre. Eso sí, se ilustraba el artículo con la foto de la cabina de un avión en la que se señalaba para qué servía cada cosa que en ella aparecía, muy a groso modo. Era una información tan simplona que hasta daba a entender que es sencillo pilotar, como si estuviera al alcance de cualquiera.
Mi jefa tiene un hijo que es piloto, y cuando le comenté todas estas cosas se echó las manos a la cabeza. Dijo que cada 3 meses tienen que pasar por una prueba de simulador para refrescar sus conocimientos y capacidades, y el que no la pasa se va a calle. Entre otras muchas precauciones no pueden ingerir alcohol con muchas horas de antelación, ni tomar medicamentos aunque no se encuentren bien, para evitar la pérdida de reflejos. El piloto y el copiloto se ponen de acuerdo en las comidas para tomar platos diferentes, si uno toma carne el otro pescado, siendo el 1º el que decide siempre y el otro el que se debe acomodar. Es de suponer que para evitar ponerse malos al mismo tiempo en caso de intoxicación.
Los avatares por los que pueden pasar los pilotos en sus viajes son incontables. Mi jefa dijo que a su hijo, que es copiloto, le pilló una vez una tormenta y que las decisiones que tomó el piloto fueron tan desacertadas que terminó cogiendo él los mandos, algo que está absolutamente prohibido. Por el esfuerzo que hizo con las manos y la tensión sufrida terminó con los dedos llenos de derrames. Hubo una investigación, como suele pasar en casos así, y en el expediente se le dio a él la razón.
Tienen reconocimientos médicos físicos y psicológicos frecuentes, y la duración de su carrera profesional es más bien corta, pues con 50 y tantos años se tienen que jubilar o ser destinados a otras tareas.
Fallos los hay en todas las profesiones, pero cuando se trata de aviones parece que se les da una difusión desproporcionada. Rara vez se sabe cuándo un médico ha provocado la muerte de un paciente por negligencia, o cuándo un abogado ha mandado a la cárcel a su cliente por no haberlo sabido defender. Los casos que el periódico describía están en esta línea, son errores humanos o materiales, y en la mayoría de las ocasiones las circunstancias sobrepasarían a los miembros de la tripulación, aterrorizados ante la proximidad de la tragedia. A pesar del entrenamiento recibido, las posibilidades de una reacción eficaz ante una situación de alarma disminuyen enormemente. Sin embargo volar sigue siendo el medio más seguro para viajar, pues se produce un accidente entre miles de vuelos diarios que sí llegan a buen puerto.
Qué podemos esperar si diarios como 20 minutos se dedican a difundir patrañas, a ser panfletarios. Y nadie parece demandarlos. Si tuvieran que indemnizar en los tribunales a todos aquellos que se ven afectados por sus falsas informaciones se cuidarían muy mucho de seguir por ese camino. La seriedad y el rigor de los medios de comunicación descienden de forma alarmante en este país. Está en juego el prestigio de muchos profesionales que se dedican a esto. Si ya no se fía nadie de lo que difunden, qué credibilidad les queda. Y todo por unas pocas manzanas podridas que dan mala reputación al resto.
Confiemos en las personas que están a nuestro servicio, sobre todo en actividades de riesgo. Hagamos caso omiso del alarmismo que pretenden introducir en nuestra sociedad periódicos como el ya mencionado. Ni desconfianza ni miedo, disfrutemos de la vida sin sobresaltos, pues es mucho mejor que la visión pesimista, radical y cutre que quiere transmitirnos cierta clase de prensa o televisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario