viernes, 21 de marzo de 2014

El amor a la vida de Lizzie


Descubrí recientemente, leyendo un blog que sigo, Psicología de barrio, el caso de Lizzie Velasquez, una chica de 25 años que tiene una rara enfermedad de la que existe sólo otro caso en el mundo además del suyo. A causa de ella su estatura es pequeña, no llega a 30 kg. de peso aunque coma mucho, su piel está envejecida y su cara deforme, faltándole la visión de un ojo y teniendo la visión limitada en el otro.

Si el autor del blog pretendía poner ejemplos de superación personal, con este caso ha elegido uno extremo. Por un lado se nos parte el corazón al saber de la existencia de dolencias que nos eran desconocidas y cuya truculencia nos parecía inimaginable. Pero por otro lado sentimos admiración y respeto por alguien que, aún estando en esta situación tan lamentable y después de todos los traumas sufridos y los obstáculos que ha tenido que vencer, se atreve a ser lo que ella llama “oradora motivacional”.

Durante una de sus charlas, sobre un escenario y ante mucha gente, contó su 1ª impresión al llegar a la escuela, con 5 años, cuando se acercaba a los otros niños y todos se la quedaban mirando horrorizados. Ella no comprendía lo que les pasaba, por qué la rechazaban. La habían educado como si no le pasara nada, en un ambiente de absoluta normalidad, y ella no era consciente de que le sucediera nada hasta que vio la reacción que provocaba en los demás. Sus padres se sentaron con ella para hablar sobre el tema, suavizándolo al aludir únicamente a su pequeña estatura.

En años posteriores fue víctima de todo tipo de burlas y crueldades. Muchos la acusaban de tener anorexia, desconociendo su problema. Se la llegó a grabar en un video de 8 segundos, sin que se diera cuenta, en el que sólo se la veía moverse, sin sonido. Al colgarlo en Internet tuvo en poco tiempo miles de comentarios en los que recibió calificativos como monstruo, la mujer más fea del mundo, e incluso se le sugería que se pegara un tiro en la cabeza. Ella nunca comprendió qué le había hecho de malo a la gente para ser tratada así, y estuvo llorando durante horas, hasta que algo hizo “click” en su cabeza: su apariencia externa no era lo que la definía, no podía verse condicionada el resto de su vida por el aspecto que tuviera ante los demás. Tenía derecho a vivir lo mismo que todo el mundo.

En el video que el autor del blog antes mencionado eligió para ilustrar su post me llamó mucho la atención los gestos que Lizzie hace al hablar, su lenguaje corporal. Son idénticos a los de una compañera de trabajo que tuve hasta hace poco tiempo, que era educadísima y encantadora.

Ahora, recién terminada su carrera en la Universidad y dedicándose desde hace 8 años a sus charlas, se siente una mujer realizada, sobre todo al haber contado en todo momento con el amor y el apoyo incondicional de su familia, que la quiere sin compadecerse. Tan sólo echa en falta una pareja e hijos, aunque teniendo en cuenta cómo es ella tampoco parece que sea algo en lo que se vaya a dar por vencida.

Lejos de mi intención caer en sensiblerías excesivas, pero el caso de Lizzie me llamó poderosamente la atención. Ella desea que se la quiera, no que se la tenga pena, y además, como pasa en tantas ocasiones en que un problema en la vida te hace sacar una fuerza que nunca hubieras imaginado que tenías y que de otra manera nunca habría salido de tu interior, ella se salta sus numerosos condicionantes para plantarse ante todo el que quiera escucharla, pasando por alto esa deformidad física o esa fealdad que tantos se encargaron de recordar que tenía. Sin complejos, sin temor, totalmente expuesta, impecable en el peinado y la vestimenta, consigue con ello vivir la vida en plenitud y de paso recibir el cálido homenaje del público, que la aplaude y la piropea en ciertos momentos de su intervención, lo que agradece con una sonrisa y una leve inclinación de cabeza.

Es conmovedor el amor a la vida que tiene Lizzie. Muestra a todo el mundo lo que le sucede y se pone de ejemplo: si ella puede superar sus problemas, que no son pocos, nosotros también. Todos podemos.

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