viernes, 28 de marzo de 2014

Un poco de todo (XV)


- Me enseñaba mi hija ayer un video que había hecho con su móvil en el instituto, en la clase que tenía el año pasado, y no dejé de alucinar. Estaba ella con su amiga Neus diciendo paridas en plan vamos a pasar el rato que esto es muy aburrido, mientras se oía de fondo la voz estridente y desagradable de la profesora de Matemáticas dando sus explicaciones. Habían dejado el móvil sobre la mesa e iba grabando sin que nadie más se diera cuenta. Detrás de Ana se veía a un chico moreno con cara entre cansado y sufridor, y detrás de éste, en la última fila, otro chico moreno muy peludo al que mi hija dijo que llamaban el orangután. Pero a su lado, y esto sí que me dejó de piedra, se podía ver a una chica durmiendo con la cara apoyada en los brazos cruzados sobre la mesa. Me recordó al curso de los niños más pequeños, cuando nos decían que adoptáramos esa postura para dormir un rato.

La voz de la profesora, demasiado alta y chillona, no lograba interesar a sus oyentes ni despertar a la muchacha, así como tampoco acallar un leve rumor de conversaciones de fondo. Ana me dijo que todo esto pasaba sólo con esa docente. No comprendí cómo no llamaba la atención a la dormilona, que era la más cantosa, en mis tiempos esto hubiera sido impensable, por muy cansada que estuviese o mucho sueño que tuviera. Imaginé que la profesora en cuestión era alguien con poca autoridad y demasiados nervios, que iba a lo suyo, y si alguien se dormía mejor, menos guerra daba. Y es que a los chicos, siempre se ha dicho, hay que traerlos educados de casa, porque si no es muy difícil que nadie los eduque ya ni que alguna vez consigan un nivel mínimo de convivencia y respeto.

Si es este el panorama general de nuestra enseñanza, y eso que este instituto es de los que más hace cumplir las normas y más exige en lo académico, estamos arreglados. Tampoco es bueno lo de antes, horas interminables sentados en las sillas escuchando monólogos, guardando la compostura en todo momento como estatuas vivientes, memorizando como loros las materias. Entre aquello y lo de ahora hay un término medio. Lo único que cabe esperar es tener la suerte de dar con un buen profesor, de los que saben hacerse respetar e impartir su asignatura interesando. Es como un trébol de cuatro hojas, difícil de encontrar, pero los hay.

- Veo con frecuencia a un grupo de personas mayores que se ponen en la sucursal de Bankia al principio de la calle Alcalá con silbatos, vuvucelas, cencerros y pancartas, a protestar con gritos por lo que les ha sucedido con las preferentes. Caso grave y doloroso que, sin embargo, en ellos parece fiesta de jubilados o motivo de rechifla. El que no está riendo está de cháchara con algún policía encargado de vigilarles, por si se desmandan. De vez en cuando entonan alguna cancioncilla jocosa sobre su situación, la única forma imagino de sobrellevar el asunto, tan lamentable.

Siempre digo “en este país”, como afirmaba el gran Larra, frase que al mismo tiempo criticaba por considerar que a ella se recurría con demasiada frecuencia para lamentarse de los males que nos aquejan a los españoles, prácticamente los mismos desde hace siglos, en lugar de intentar superarlos. Pero es así, en este país, digo de nuevo, no hay iniciativa seria que prospere con éxito por la tendencia que tenemos a convertir cualquier reunión multitudinaria y reivindicativa en un carnaval, un motivo para la juerga. Conseguiremos algún día esa madurez que nos falta y seremos realmente los dueños de nuestro destino, no como ahora, que estamos en manos de gente que no es de fiar, y encima lo celebramos.


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