martes, 29 de abril de 2008

Maniática de la última palabra (XII)

- Hace poco, durante una de las clases de baile del programa “Fama”, una profesora le dijo a una de las alumnas a la que no terminaba de salir bien un movimiento, que primero tenía que sentirlo (interiorizar la música) y luego tenía que bailarlo. No se puede hacer bien una cosa sin haber antes pasado por la otra. Me gustó la forma como lo explicaba, y creo que ocurre lo mismo con el resto de las Artes: primero hay que sentir una cosa y después ya se puede escribir sobre ella, pintarla, esculpirla, tocarla con un instrumento musical o, como en este caso, interpretarla con el cuerpo. Si no hay sentimiento, se convertiría en un acto mecánico, vacío.

- Ya están mis hijos otra vez con sus juegos. Ahora les ha dado por jugar a la guerra, aunque ojalá las guerras funcionaran así. Mi hijo ha hecho una trinchera apilando todas las cintas de video de dibujos animados que tenemos en casa. Ha dejado un pequeño hueco para meter un cilindro de papel que dice que es como un catalejo, y se ha armado con un montón de conos que ha hecho también con papel a los que llama dardos, que lanza al enemigo metiéndolos en un tubo y soplando.
Su hermana ha construido su trinchera con cajas grandes de juegos que nunca utiliza y también ha puesto un catalejo, pero lo ha sofisticado todo mucho más, porque ella no va a la guerra de cualquier manera: se ha colocado una alfombra, unos cojines, una manta, un ordenador portátil de juguete y un teléfono con forma de labios rosas. Se puso unas gafas de sol para protegerse los ojos de los ataques. Ella es muy “chic”.

- Me quedé gratamente sorprendida hace poco con la película de la hija de Coppola, “Mª Antonieta”. Cómo se puede reflejar así el color, es un impacto para los sentidos, no parece real, tanta nitidez. La mirada se relaja y disfruta con los decorados, el vestuario y los paisajes. La cámara se interna en todos los rincones, entre las telas de los ropajes, se mete encima de las tartas, los merengues, las frutas, las copas de champán, parece que se va a dar un festín. Sigue a la protagonista cuando pasea por el campo, y casi se puede oir el “frufrú” suave de su vestido al deslizarse sobre la hierba, se detiene en la mano de ella cuando roza con los dedos las flores al pasar, o en su brazo de piel tan blanca cuando lo saca por la ventanilla del carruaje para sentir la brisa. Se recrea en un amanecer dorado sobre un estanque, en las praderas de un verde casi irreal y salpicadas de margaritas, en la leche vertida en un maravilloso juego de tazas de porcelana cuando Mª Antonieta y sus amigas disfrutan de una merienda en el porche de su casa de campo.
“Estallido de color”, “femenina y placentera”, son algunos de los calificativos que he visto en Internet sobre la película.
El placer de la recreación visual.

viernes, 25 de abril de 2008

Madre Teresa: en los límites de la dignidad. La revolución del amor





Hubo una mujer en la India, una monja occidental, a la que durante cincuenta años se la pudo ver entre la muchedumbre actuando sin descanso, vestida con un sari blanco ribeteado de azul, y con una cruz prendida sobre un hombro.
Madre Teresa había llegado desde muy lejos a aquel país, y durante un tiempo fue directora y profesora en un colegio muy exclusivo, pero aquel trabajo no era suficiente para ella. Sabía que fuera de allí había un pueblo hambriento y enfermo, que vivía en los límites de la dignidad humana. Sabía que la muerte estaba presente constantemente en las calles, que había miles de moribundos abandonados medio devorados por las ratas, niños comiendo basura, sin que nadie hiciera nada para remediarlo. Hay un hedor en todo Calcuta que difícilmente se percibe en ninguna otra parte del mundo.
Entonces dijo que quería salir y ayudar. Las autoridades eclesiásticas le negaron el permiso aduciendo que una monja europea no debía internarse por las calles en una época de grandes disturbios sociales, políticos y religiosos. Sólo se le permitiría si dejaba de ser monja. Madre Teresa tuvo que pedir la autorización al Vaticano, y le fue concedida.
Siguió un corto curso de enfermería y alquiló una cabaña en un barrio marginal para comenzar enseñando a los niños, a los que también bañaba, y para cuidar de los enfermos. Algunas personas le donaron enseres para su vivienda.
Los voluntarios no tardaron en llegar. “Queremos ayudar”, le decían. Un sacerdote donó un dinero con el que pudo levantar la primera escuela. Empezó a visitar los barrios de los leprosos, abandonados por sus propias familias. Según pude leer en Internet “la Madre Teresa llamó a todas las puertas para reclamar con amabilidad y firmeza todo tipo de ayudas. Su mirada penetrante, la dulzura de su sonrisa y su rostro, prematuramente surcado de arrugas, se hicieron en poco tiempo famosos en todo el mundo”. No siempre fue bien recibida, antes al contrario, fue insultada y despreciada más de una vez. Pero también recibió donaciones altruistas procedentes de todos los estratos sociales.
Fundó una orden religiosa que aún hoy en día, a pesar de la sequía vocacional que existe, no deja de aumentar en número, a pesar de la vida espartana que tienen que llevar y la dureza de la misión a la que se dedican. Viven de la caridad y por la caridad.
A unos budistas japoneses que les visitaron les transmitieron la costumbre de hacer ayuno todos los primeros viernes de mes, y el dinero que ahorraron se lo dieron a la Madre Teresa, que lo empleó en la construcción de un centro para las muchachas que estaban en la cárcel.
Hoy en día tienen casas repartidas por todo el mundo que acogen a todos aquellos que no importan a nadie, con independencia de cuál sea su religión: leprosos, niños abandonados, enfermos de SIDA.... Hace años algunas personas llegaban a suicidarse cuando recibían la noticia de que tenían esta enfermedad. En estos centros van a morir sin desesperación ni angustia. “Lo que más hiere a los necesitados es el estado de exclusión que su pobreza les impone”.
Llegaron a tirarles piedras cuando quisieron establecer en un barrio un centro para leprosos. “El milagro no es que hagamos este trabajo, sino que nos sintamos felices de hacerlo”.
Coincidiendo con los primeros tiempos de su labor en las calles, surgió en ella una profunda crisis de fe. A través de las cartas que durante décadas escribió a varios confesores, describe su sentimiento como “un enorme vacío y oscuridad”. Esto fue algo que le acompañó el resto de su vida y la hizo sufrir mucho.
Cuando una vez un hombre la criticó diciendo que en lugar de darles pescado a los pobres lo que tenía que hacer es enseñarles a pescar, ella contestó que “cuando recogemos a nuestros necesitados, carecientes y enfermos, no pueden siquiera mantenerse en pie. Yo les daré el alimento y después se los enviaré a usted para que les enseñe a pescar”.
Conoció durante varias décadas a personajes célebres, y en 1979 se le concedió el Premio Nobel de la Paz, entre otros muchos que recibió a lo largo de su vida. En esa ocasión convenció a los organizadores de la ceremonia para que renunciasen a organizar la clásica recepción y le entregasen el dinero que hubiera costado para obras benéficas. Su humildad, a pesar del reconocimiento público, fue enorme: “Líbrame Jesús mío del deseo de ser alabada [....], honrada [....], aprobada [.....], del temor de ser despreciada [....], calumniada, olvidada.....”
Cuando hablaba en público no preparaba discursos, decía sólo las cosas que le salían del corazón. Nunca se metió en cuestiones políticas, ni hizo denuncias sociales. No tenía tiempo. Sólo pedía ayuda.
Escribió seis libros, en los que dejó sus reflexiones personales acerca de todo lo que veía, y sobre Dios. Algunas de sus frases han dado sentido a muchas vidas:
“No hay peor pobreza que la soledad, el no sentirse amado, el verse abandonado”.
“El amor y la paz empiezan en el seno de la familia”.
“Los pequeños detalles, hechos con gran amor, llevan a la alegría y a la paz”.
“No hay barreras físicas para llegar con el espíritu a donde uno desea”.
“Es algo muy grande dejar de temer”.
En alguna ocasión se le reprochó que aceptaba donaciones sin tener en cuenta de quién procedían. Podía más su enorme sentido práctico.
Cuando tomaba una decisión, la llevaba adelante costase lo que costase, era muy difícil que diera marcha atrás. En ella se mezclaban una serena dulzura y humildad con una voluntad de hierro. Sólo así podemos entender cómo una mujer tan aparentemente frágil pudiera hacer tantas cosas y vivir hasta tan avanzada edad.
Madre Teresa hizo realidad las Bienaventuranzas: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, no tenía casa y me diste posada. Trataba de hacer con amor lo que otros sólo hacían con dinero.
Ella llevó a cabo una auténtica revolución del amor, y elevó la dignidad del ser humano hasta cotas nunca antes alcanzadas.

miércoles, 16 de abril de 2008

Maniática de la última palabra (XI)

- Es increíble a lo que se puede llegar para publicitar una liga de fútbol. He visto en el Digital un anuncio en el que unos jugadores se pasaban un balón, y cuando uno de ellos chutaba, según iba subiendo la pelota, en lugar de elevarse hacia un firmamento estrellado, se vislumbraba nada menos que el techo de la capilla Sixtina. Se podían ver los frescos que pintó el genial Miguel Ángel. Vamos a terminar creyendo que el fútbol es comparable con el Arte, y del más sublime, o que roza casi lo divino. Ni hartos de vino se lo creen.

- Cómo he detestado siempre los corazones atravesados por varios puñales que se ven en las estampas y figuras religiosas. La imaginería católica está plagada de vísceras y de sangre. No sé a qué conduce esta afición a la casquería. Y lo de las reliquias es el colmo, venerar miembros amputados de santos. Cuanto más bueno has sido en vida, menos te dejan descansar después de muerto, qué manía de hacer pedacitos a la gente.

- Y luego llega Almodóvar y utiliza lo de los corazones apuñalados para retratar a un sector de la población nacional que representa lo más granado y selecto de la horterez y lo friki, imagen que exporta al resto del mundo para nuestra desgracia. Menuda proyección internacional tenemos. La estética de este hombre incluye además las flores de plástico de colores chillones metidas en pequeños jarrones, la decoración a base de tapizados de piel de cebra o leopardo, y otras menudencias por el estilo. También cultiva la afición por hacer aparecer a las mujeres como marujas, histéricas o locas. Dicen que hay una cierta clase de homosexuales que nos odian a las mujeres porque no pueden ser como nosotras. Almodóvar está dentro de esta categoría. Pero luego hay otro sector que nos adora porque precisamente se identifica con nosotras. Almodóvar no deja de ser un paleto muy original.
“Spanish is different”, que dicen los angloparlantes de nosotros.
“Cognum íberos”, que diría el inefable Forges.
“Hombreya”, que suele decir Lorza girl en su blog.
“¡Qué atroz!”, que diría Mafalda.

martes, 15 de abril de 2008

Mi habitación

Siempre hay un lugar al que echamos de menos porque en él pasamos muchos momentos de nuestra vida, y al que ya nunca volvemos o si lo hacemos no lo encontramos igual. En mi caso es la habitación que compartía con mi hermana cuando aún vivía en casa de mis padres.
La primera vez que dormí en ella tenía yo año y medio y me pusieron en una cama enorme en la que casi me perdía para dejar el que era mi sitio en la cuna en la habitación de mis padres, cuando nació mi hermana. Me cuentan que sufrí celos tristones porque, aún siendo tan pequeña, me debí sentir desplazada, y se me quitaron las ganas de comer y dormir.
Recuerdo cuando más tarde pusieron la cuna de mi hermana junto a mi cama, y que le tuvieron que colocar una malla por encima para que no se escapara. Yo la veía escurrirse, no sé cómo, y bajar al suelo deslizándose por los barrotes. “¿Pero tú no has visto nada?”, me decía mi madre un poco enfadada, y yo ponía cara de inocente.
Luego a ella le pusieron otra cama como la mía, con una mesilla en medio de las dos. Yo le hacía perrerías: alguna vez que se sintió mal, si estaba en la cama medio incorporada vomitando en un recipiente puesto en el suelo, yo le decía cosas repugnantes para que vomitara más.
El día que hacíamos la Comunión, mi hermana se despertó pronto porque debía estar nerviosa, y no se le ocurrió otra cosa que intentar despertarme a mí. “¡Pilar, Pilar, que ya es de día, que hoy hacemos la 1ª Comunión!”, recuerdo que me dijo. Aunque no suelo tener mal despertar, aquel día, con mis incipientes ocho años, la mandé a la mierda. “Ya no puedes comulgar, has dicho una palabrota y eso es pecado”, me dijo compungida.
Tiempo después nos pusieron camas abatibles para que hubiera más espacio, y un secreter en el que pasé años y años estudiando. En las paredes teníamos puesto de todo: un gran póster de la película “La familia”, una tarjeta en la que se veía a un elefante y un ratón viajando juntos en globo y en la que se podía leer: “La amistad no depende de cosas como el espacio y el tiempo”. También teníamos fotos de actores americanos: James Dean, Marlon Brando, Warren Beaty cuando hizo “Reds”...
En la cabecera de la cama, mi hermana tenía fotos de chicos guapos, algunos haciendo windsurf. Yo tenía fotos de series de televisión que seguía por entonces y que me encantaban: “Kunta Kinte”, “Los Roper”, “Starsky y Hutch”.... También imágenes de nebulosas de colores que recorté de un reportaje precioso del “Hola”, y el perfil del dibujo de un hombre vuelto de espaldas, atlético, con una cazadora negra y el pelo azabache muy bien peinado. Anunciaba una colonia de hombre, “Jules”, y me parecía que tenía un estilazo impresionante. Para rematar hice una estrella de David en dos tonos de azul en cuanto ví la serie “Holocausto” y me hice consciente por primera vez del problema judío. Todas las causas perdidas han sido siempre mías.
Yo seguía haciéndole trastadas a mi hermana. En una ocasión en que nos marchábamos de vacaciones a la playa, la desperté de madrugada haciéndole creer que ya era hora de levantarse para irnos. La pobre se lo creyó y se puso tan contenta, y qué desilusión cuando le dije la verdad.
En otras ocasiones le metía los dedos en la nariz. Tardaba bastante en abrir la boca. O se ponía a hablar en sueños y yo le preguntaba cosas, que ella me respondía. Luego no se acordaba de nada.
Cada vez que me ponía mala, pues pasé todas la enfermedades infantiles posibles, ella se acercaba a mi cama para que la contagiara y así no tener que ir al colegio, pero fue en vano porque siempre tuvo una salud de hierro.
A veces, si nos costaba dormirnos, nos poníamos a decir palabras malsonantes, la mayoría un poco marrones, y nos reíamos hasta que se nos saltaban las lágrimas. Mis padres nos mandaban callar desde la habitación de al lado.
Las dos éramos muy distintas. Yo siempre fui muy ordenada y ella todo lo contrario. Había dos zonas en la habitación separadas por una línea imaginaria, y se veía claramente a cuál pertenecía cada una de ellas.
Cuando mi hermana empezó a fumar, sólo una vez lo hizo en la habitación. Yo no dije nada, pero por la cara que puse supo que no estaba bien y no volvió a repetirlo jamás.
Me gustaba tumbarme en mi cama, que estaba junto a la ventana, cuando entraba el sol a raudales, y sólo aquello bastaba para que me quedara dormida, sentía una tranquilidad interior muy grande.
Echo en falta también cuando nos cogíamos de la mano mi hermana y yo en la oscuridad de la habitación, poco antes de dormirnos.
Qué a gusto dormía en mi cama. Ya no he vuelto a dormir así. El día que me casaba, recuerdo que me senté nada más incorporarme y ví mi vestido de novia por la puerta entreabierta, colgando de lo más alto de la librería del salón. Pensé que era mi último día en mi habitación, y no fue así porque cuando llevaba tres meses casada volví en una ocasión para dormir allí y no quedarme sola en mi casa, pues mi suegra se había puesto mala y mi entonces marido pasaba la noche en el hospital. Yo estaba embarazada de no más de dos ó tres semanas, pero aún no lo sabía.
Aquella fue la última vez que descansé a gusto. Luego mi hermana cambió la habitación y la adaptó para ella sola. No volvió a ser la misma.
Aún me gusta estar allí alguna vez, cuando entra el sol por la ventana, y sigo sintiendo una sensación de paz.
Allí pasé años jugando, estudiando, leyendo, escribiendo, escuchando música..... y soñando.

viernes, 11 de abril de 2008

Maniática de la última palabra (X)

- Sabiduría oriental: si un problema tiene solución, ¿por qué sentirnos desgraciados?. Y si no tiene solución, ¿qué sentido tiene sentirse desgraciado?.

- Pensamos en la familia como en una roca, fuerte e inexpugnable, y nos lamentamos cuando las circunstancias de nuestra vida la deshacen. Pero no nos damos cuenta que de todas formas no es eterna ni indestructible, porque ya sólo el paso del tiempo la desgasta y la merma, cuando van desapareciendo algunos de sus miembros. Las estructuras familiares son cambiantes, unos nacen, otros se van, nunca permanecen inalterables. Decía mi profesor de Filosofía que una familia es un microcosmos irrepetible, puede haber unas que se parezcan a otras, pero nunca serán la misma. La familia nos aporta identidad, valores, raíces, nos fundamenta. Es tan importante tener una familia que los que no la tienen se la inventan, porque necesitamos pertenecer a alguien. Las experiencias que en ella vivimos desde que venimos al mundo nos marcan para el resto de nuestra vida, todo lo que nos inculcan desde niños nos determina para siempre. Nos creemos libres para elegir nuestro destino, y lo somos sólo en parte, porque llevamos con nosotros el bagaje que nos aporta nuestra familia.

- Me pareció curiosa y admirable la iniciativa de un matrimonio, que tenía ya una niña china adoptada y ahora han adoptado trillizas, chinas también. Pienso en la de tiempo y dinero que se necesitan para adoptar un hijo. Cuando se inician los trámites, aún no ha nacido en la mayoría de los casos. Es como si compraras un proyecto, un sueño, algo que aún no es real. No debería existir más obligación que la de demostrar que tu hogar es acogedor. Si hay dinero por medio, parece que se trata de un negocio. La generosidad que se demuestra al hacer algo así debería ser pago suficiente.

jueves, 10 de abril de 2008

Brando




Si hay un personaje que ha merecido pasar a los anales de nuestra Historia más reciente por su trayectoria es Marlon Brando. Camaleónico hasta su máxima expresión, conozco a pocas personas que hayan sufrido tantas transformaciones a lo largo de su vida, desde que comenzó a ser conocido, hasta el final de sus días, ya en la vejez.
Con su controvertida personalidad, es un ser humano que no dejó de sorprender a todo el mundo a lo largo de su vida, siempre imprevisible, muchas veces polémico y escandaloso.
Desde que hizo su primera película llamó poderosamente la atención. Con un físico atlético y un rostro bello que parecía esculpido en piedra, dio muestras de un talento para la interpretación fuera de lo común. Si alguna vez resultó inexpresivo, siempre terminabas hallando en su mirada el sentimiento que la escena requería, daba igual lo intensa que fuera. El resto de las veces en su rostro aparecían todas las emociones de que es capaz el ser humano, llevadas a su máxima expresión si llegaba el caso, desde la felicidad más intensa hasta el dolor más desgarrador. Todo su cuerpo emanaba una fuerza y una sensualidad que a nadie pasaba desapercibida.
Hace poco, en un documental que ví sobre él, se hablaba del magnetismo que ejercía sobre las mujeres. Las conquistaba con una conversación, en la que las dejaba hablar a ellas, pareciendo poner todo su interés en lo que decían, mientras las miraba fija e hipnóticamente y sacaba a relucir la más sugerente de sus sonrisas. Dicen que conquistó a cientos, aunque sus gustos a la hora de elegir esposas fueron muy concretos y bastante exóticos.
Hizo películas de muchas clases, y cuando fue alcanzando la madurez se decantó por la lucha antirracista y el ecologismo, dedicando a ello buena parte de su vida, y llegando a sufrir amenazas de muerte por ello. Su generosidad no tuvo límites. Había que darle un sentido y una utilidad a la vida.
La primera vez que fue galardonado con un Oscar, dice que se sintió ridículo y absurdo, objeto de una atención masiva que le sobrepasó, dejándose fotografiar mil veces y posando con una sonrisa fingida porque se encontraba fuera de lugar, y se juró entonces que si volvían a premiarlo no acudiría a una ceremonia como aquella, y así fue.
Su forma de prepararse para rodar era muy peculiar, porque aunque la cámara hubiera empezado a rodar, él permanecía aún cinco o diez minutos divagando hasta que se decidía a decir sus frases, pero cuando lo hacía todos los que estaban en el estudio seguían atentos su intervención, sin poder apartar la mirada.
También tenía sus pequeños trucos, como cuando se quedaba mirando hacia arriba, callado, como si estuviera meditando sobre lo siguiente que iba a decir, cuando en realidad era que no se acordaba de la frase que le tocaba.
En un rodaje que transcurría en las montañas, le gustaba apartarse del resto del equipo para bañarse en un río cercano con los caballos. El contacto con la Naturaleza era vital para el.
De algunas de sus películas abominó después de verse en ellas, como en “El último tango en París”. En otras fue contratado cuando ya todos creían que estaba acabado para su profesión, como en “El padrino”.
Hay veces, como en “Apocalipsis now”, que su interpretación me ha dado incluso miedo. Algo dentro de su cabeza empezó a funcionar de forma distinta a partir de un cierto momento de su evolución personal. Era muy inquietante, una mezcla de tristeza, desencanto, escepticismo, y una violencia sorda, latente, con tintes siniestros, rayanos en la locura. El caso es que dicen los que le conocieron que disfrutaba de las cosas como un niño, con una capacidad para entusiasmarse por todo que se acrecentó en la vejez.
Dejando a un lado su tormentosa vida privada, fue un padre tierno y sentimental, al que le gustaba hacer reir a sus numerosa prole a la hora de la comida cuando, sentados todos a la mesa, les hacía cada día trucos de magia distintos que les sorprendían y entretenían y que nadie supo nunca de dónde sacaba. Los problemas que algunos de sus hijos tuvieron con la justicia con el paso del tiempo, ensombrecieron sus últimos años.
Ya al final, con la imagen que nos dejó de su absoluto abandono físico, con una obesidad galopante a la que no puso freno y que contrastaba terriblemente con la perfección de su cuerpo cuando fue joven, sólo pienso en que se trató en realidad de una persona humilde, que tuvo en su mano todo lo que cualquiera podría desear pero sin ostentación, que se dejó llevar por la pasión y que disfrutó de lo que le rodeaba al máximo. Si podía comprar una isla paradisíaca en un remoto rincón del mundo que le había cautivado por su belleza, lo hacía, se le considerara o no extravagante.
Marlon Brando creo que fue, ante todo, un ser humano, con sus grandezas y sus miserias, alguien que nunca se escondió de nada y al que le importó muy poco la opinión ajena. Él siempre se mostró tal cual era, sin temor, se expuso a la mirada pública sin protección, sin barreras, y manteniendo su dignidad personal. Se entregaba en cuerpo y alma a todo aquello que emprendía, hasta el último momento.

martes, 8 de abril de 2008

De amor y de sombra

La verdad es que no me suelo parar a pensar mucho en la relación que tienen mis padres como pareja, supongo que porque ya tengo bastante con mis propios abatares sentimentales, pero no deja de ser una cosa más de mi vida que me gustaría poder cambiar para que fuera de otra manera.
Los recuerdo de niña siempre tiernos el uno con el otro. Se llamaban por apelativos cariñosos que sólo ellos conocían, y se prodigaban abrazos aquí y allá cuando estaban en casa. Mi padre solía poner su cabeza sobre el pecho de mi madre, y ella le acariciaba el pelo con una mano mientras la otra la depositaba sobre su cara. Reían juntos con frecuencia, y si alguna diferencia hubo entre ellos, la solventaron cuando no estábamos mi hermana y yo delante.
Aunque sus formas de ser siempre han sido muy distintas, tenían la misma educación y la misma forma de educarnos a nosotras. No solía haber desacuerdos entre ellos en casi ningún tema.
Si bien mi madre siempre se quejaba de soledad, porque mi padre estuvo muchos años pluriempleado. Cuando él dejó su trabajo de la tarde, el que más le gustaba, donde la verdad es que le pagaban nunca, mal y tarde, fue como si una sombra planeara sobre ellos.
Con dos empleos o sólo con uno, nunca tuvimos en casa una economía muy boyante, cosa que no nos impidió ser felices, ni tampoco nos creó ningún complejo. Pero mi padre, desocupado por las tardes, comenzó a aburrirse. Vagaba por la casa sin encontrar nada que hacer que le gustase. Sólo escuchar música clásica ha sido su principal hobby, además de dar largos paseos. Mi madre tampoco pareció mucho más contenta por el hecho de tenerlo al lado más tiempo.
Un desacuerdo entre mi abuela paterna y mi madre durante unas vacaciones, que terminó con malas palabras de ésta hacia aquella (el eterno dilema de las suegras), fue el comienzo del deterioro en la relación de mis padres, que tampoco pasaba por su mejor momento. Como además mi abuela enfermó al poco tiempo, posiblemente por el disgusto que tuvo, mi padre guardó este hecho en su corazón como una herida abierta que nunca dejó de sangrar.
Su relación con nosotras, sus hijas, también fue a peor. Ya éramos mayores y reclamábamos una lógica libertad que nunca terminaba de llegar. Pienso a veces que perdieron los papeles tanto en lo relativo a ellos como pareja como en lo concerniente a nuestra educación.
Mi madre comenzó a llorar por cualquier cosa. Algunas veces lo hacía cuando estábamos sentados todos a la mesa a la hora de comer. A ella se le mezclaban las lágrimas con la comida, mientras mi padre ponía cara de pócker , como si no pudiera hacer nada para evitarlo o se sintiera impotente.
Lo peor era ver que casi nunca reían ya juntos, ni se abrazaban, y dejaron de llamarse por los apelativos cariñosos que había inventado el uno para el otro.
Un día, haciendo limpieza, descubrimos un vestido de mamá de cuando era joven, que estaba escondido debajo de uno de los asientos de los sillones del salón. Cuando le preguntamos a mi padre puso cara de apuro pero no dijo nada. Posiblemente quiso retener un retazo del pasado de ellos cuando aún eran felices, enfermo de nostalgia por una época de su vida que él añora y que ya no volvería a repetirse jamás.
Desde que se casó mi hermana y se quedaron solos en casa, discuten por cualquier cosa. Cuando hablan conmigo, el uno le quita la razón al otro, y si es un tema relacionado con mi divorcio, mi padre le manda callar a mi madre si insiste mucho, lo que a ella le saca de quicio.
Por las noches ven la televisión en habitaciones separadas, porque a cada uno les gustan programas distintos.
Tan sólo alguna vez, cuando nos reunimos todos para celebrar algún cumpleaños o santo, parecen contentos de nuevo y hasta mi madre se permite el lujo de acariciar la cara de mi padre o de cogerle del brazo, y él se deja hacer un poco a regañadientes. Hasta se me hace raro cuando los veo cariñosos entre ellos otra vez.
Mi madre me solía contar que cuando yo era niña (muy pequeña debía ser porque no lo recuerdo), si les veía un poco serios y distantes les cogía de las manos, se las juntaba y les decía “amoraros”, término de mi cosecha que supongo que significa que se tuvieran amor, y que aún empleo alguna vez cuando los veo enfadados para que se rían un poco.
Si bien es cierto que la convivencia y el paso del tiempo minan mucho la relación de pareja, a lo que nunca se tendría que llegar es a la animadversación mutua y la falta de respeto. La ausencia de comunicación es la clave de todo, porque aunque cada uno piense de forma diferente sobre una determinada cosa, siempre hay un punto de convergencia, como en un tira y afloja o una transacción comercial, en el que se puede llegar a un acuerdo aunque sea mínimo. De otra manera vienen los malos entendidos, el pensar mal del otro antes que bien y a veces injustificadamente, y todo ello se va acumulando y es como una pirámide cuyo vértice nunca llegas a ver, porque el desamor lo mismo que el amor no tiene límites.
Creo que mis padres se han envejecido antes de tiempo, y no sólo físicamente si no también psíquicamente, por esa falta de amor, algo que día a día produce un desgaste enorme.
Por propia experiencia sé que a veces se llega a un punto de absoluta oscuridad en la pareja, cuando lloras más veces que ríes, cuando empiezas a perder tu dignidad como persona y tu autoestima, cuando te horrorizas ante la idea de tener que envejecer al lado de una persona así. Entonces es como una enfermedad, un cáncer que te va destruyendo poco a poco, todo lo contrario del amor que es algo que te reconstruye por dentro y te da vida.
En el caso de mis padres, como en el de tantas parejas que llegan a mayores juntos, lo suyo sería que cuidaran el uno del otro más que nunca, porque la salud es más precaria y porque parece que el final está más cerca. Pero como los humores se agrían y el desgaste es muy grande, suele pasar justo lo contrario.
Para mí es como una pesadilla, cuando al principio hay amor, y luego sólo hay sombra.

lunes, 7 de abril de 2008

Maniática de la última palabra (IX)

- Hay que ver los niños qué capacidad de sugestión tienen, y qué imaginación. Mi hija cada vez que ve una película que le ha gustado o le ha impactado por el motivo que sea, se apresura a recrearla con su estilo, que es un estilo muy personal. Hace poco cuando vió “Memorias de una geisha”, ya estaba poniéndose una especie de túnica negra brillante que tiene (creo que pertenece al uniforme de Harry Potter que le regalaron los Reyes Magos hace tiempo), se recogió el pelo a la manera oriental, y se hizo con un abanico tras el cual escondía su cara de forma muy sugerente. Lo más curioso es que consiguió que su hermano se convirtiera por un rato en su vasallo, adoptando una actitud imperativa, y haciendo que él se postrara todo el tiempo a sus pies y juntara la manos mientras hacía reverencias, con la vista baja, obedeciendo a todo lo que ella decía. “Lo que tú digas, Ana-shan”, le decía a su hermana. “Así me gusta Miguel-shan”, le respondía ella. De vez en cuando le atizaba con su abanico cerrado, como para someterlo aún más. Yo creo que como normalmente es al revés, que es ella la que recibe, aprovecha esas raras ocasiones para vengarse un poco.
Otro día vió “Límite vertical”. Pues ya era una esquiadora-alpinista perdida en las altas cumbres. Se puso una cazadora de mucho abrigo, una bufanda, guantes, gafas de sol y un walkie talkie colgando de la cintura que tiene y que siempre intercepta la frecuencia de la policía. Cada vez que oía voces por el aparato, ya estaba diciendo que iban a venir a rescatarla.
Los niños pueden ser todo lo que se les pase por la imaginación, y lo viven intensamente.

- Hace un tiempo un jefe muy sapiente que tuve nos dijo que nuestro lugar de trabajo es el “nicho biológico”. Era la primera vez que oía hablar de un “nicho” sin tratarse de un lugar de enterramiento. Nos explicó que en este caso se trata de la posición o el espacio concreto que una especie ocupa en un ecosistema. En el caso de los seres humanos, el lugar donde más tiempo pasamos, el sitio en el que vivimos.

- Cuando se habla del “efecto mariposa”, se dice que si uno de estos insectos “agita hoy con su aleteo el aire de Pekín, puede modificar los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene”. Se suele utilizar como símil para hacer referencia a los hechos y decisiones del pasado que, por insignificantes que puedan parecer en un primer momento, afectan sobremanera a lo que nos acontecerá en años venideros. ¿Qué sería ahora de nosotros si tiempo atrás hubiéramos actuado de una manera y no de otra, o hubiéramos conocido a una u otra persona?. Como leí en Internet “¿hasta qué punto puede influir en nuestras vidas el más pequeño cambio en el pasado?”.

viernes, 4 de abril de 2008

Mi jefe

Tuve un jefe hace tiempo que fue, de todos los que he tenido en los muchos años que llevo trabajando, el único que recuerdo especialmente por su forma de ser y lo peculiar de su persona.
Era de mi edad, muy inteligente, hiperactivo y con un delirante sentido del humor. Antes de que él llegara, las dos compañeras que tenía en el despacho por entonces y yo, vivíamos en un remanso de paz, algo aburridas si bien es cierto, e informáticamente muy atrasadas.
Cuando él llegó la situación cambió radicalmente, y nos vimos sacudidas por un auténtico huracán. Experto en ordenadores, nos consiguió unos equipos nuevos e ideó un programa para gestionar uno de los asuntos más laboriosos y aburridos de los que allí teníamos que llevar: el control horario del personal. Aquel programa facilitó enormemente nuestra labor, abreviándola y haciéndola más sencilla. Estaba hecho a la manera de ser tan original que tenía este hombre: cada persona tenía su propio registro, con datos no sólo horarios sino también personales y laborales. Incluía una foto del interesado. Con su extraño sentido del humor, le daba por reirse de las caras de la gente, y solía decir que a lo mejor un día las imprimía y hacía “tazos” con ellas para que jugara su hijo.
Tanto el nuevo formato que dio a los escritos como aquella curiosa base de datos, estaban hechos para nuestro entretenimiento: todo eran ventanas de colores, y su manejo era muy sencillo. Yo más de una vez le dije que más que trabajar parecía que estábamos jugando.
Mientras cumplíamos con nuestras tareas cotidianas, él supervisaba nuestra labor y nos alentaba a aprender cosas nuevas. Quería que nos promocionáramos laboralmente y nos enriqueciéramos en lo personal. Con él la informática parecía cosa de niños.
También le gustaba hablar de cualquier cosa de actualidad o de la vida, y organizábamos pequeños debates en los que se mezclaban opiniones muy profundas y trascendentales con otras llenas de humor.
Lo mejor eran los café bombón con los que iniciábamos la jornada. Compramos una cafetera eléctrica entre todos, y procurábamos que la despensa nunca estuviera vacía: leche condensada, café, filtros, cucharitas y vasos.... Estas pequeñas tertulias atrajeron a más de un compañero o jefe, y fueron la envidia de otros departamentos. Aún después de que él se marchara, continuamos con esta costumbre.
Lo cierto es que a él nunca le gustó aquel trabajo, llegó allí de rebote para suplir a la persona que era hasta entonces nuestro jefe, pero sin embargo cambió nuestra forma de trabajar y formamos todos un equipo en el que se mezclaba lo laboral con lo sentimental, pues a nuestras ganas de trabajar y de hacer las cosas lo mejor posible se unió el gran afecto que le profesamos desde entonces y que él correspondía sobradamente. Él nos conocía perfectamente, y a cada una nos sabía tratar como mejor correspondía a nuestra forma de ser. Nosotras también sabíamos sobre su vida personal por pequeñas cosas que nos contaba.
Pero aquel trabajo no era para él, que estaba preparado para tareas muy diferentes y más cualificadas. Su disgusto creciente con la empresa hizo que empezara a cogerle manía a algunos de los jefes que estaban por encima de él, y un buen día no se le ocurrió otra cosa que colgar en Internet una especie de “gacetilla”, que no recuerdo cómo tituló, en la que escribía a diario por la noche en su casa y en la que se burlaba de buena parte de la jefatura del centro, poniéndoles motes para no comprometerse pero lo suficientemente significativos para que todos supiéramos a quién se estaba refiriendo. Me acuerdo especialmente del que le adjudicó al Director, “Corleone” creo que fue. Y para más inri le fue dando a todo el mundo la dirección en Internet para que lo vieran.
No contento con eso, colgó también la base de datos que había hecho para todo el personal, con lo cual cuando estalló el escándalo se montó la de San Quintín al ver la gente sus datos personales y sus caras expuestas de esa manera.
El expediente disciplinario que le metieron no fue a mucho más por las consecuencias que ésto tuvo para él, pues se vió obligado a acudir a un psiquiatra y seguir un tratamiento para superar la depresión y el estado de ansiedad que le sobrevino a raíz de todo aquello, y por el que tenía que tomar un montón de pastillas. Le relegaron al ostracismo en un despacho sin casi trabajo, y cuando íbamos a visitarle allí se volvía de espaldas de cara a la pared para que no le viéramos llorar como un niño.
Poco tiempo después consiguió un destino en otro centro y sólo le vimos en una ocasión que vino para saludar a la gente, y en la que comprobamos que volvía a ser él mismo.
Con el tiempo piensas en las situaciones tan rocambolescas en las que nos vemos metidos algunas veces en la vida, y cuyo alcance no sabemos valorar hasta que no tomamos distancia.
Dicen que a las personas con un coeficiente intelectual muy alto se les suele ir la pinza bastante en determinadas situaciones. Puede ser que ese fuera el caso de mi jefe, su reacción ante una situación de frustración, pero para mí será siempre una persona muy especial, inteligente, sensible y muy vital, alguien a quien mereció la pena conocer.
Ese fue mi jefe.

miércoles, 2 de abril de 2008

Los Sims


Tienen mis hijos un juego de ordenador, “Los Sims”, que merece un capítulo aparte dentro de la amplia oferta de videojuegos que existe en el mercado. En este juego se pueden crear personas, como si de un laboratorio se tratara, y les eligen desde el color del pelo o los ojos hasta su edad, su sexo y su complexión, pasando por su ropa e incluso el signo del zodiaco y los rasgos de la personalidad.
Pueden crear familias, conseguirles amigos y mascotas, y montarles una casa al gusto de cada uno.
En la casa suena la cisterna, el equipo de música, el llanto de un bebé, la alarma del horno o el microondas, etc. Si se produce un accidente, como un incendio por ejemplo, si pones alarma vendrán los bomberos, y si no morirán los personajes, momento en el que aparece un espectro con una guadaña y el individuo en cuestión queda reducido a un montón de cenizas. Si algún personaje sobrevive, llora desconsoladamente junto a los restos. Si hay un robo, vienen los policías y se pelean con el ladrón en medio de una gran polvareda.
Los miembros de una familia pueden discutir entre ellos o simplemente jugar. Las parejas que se aman aparecen con una especie de nube distorsionante sobre ellas porque esas escenas requieren un “Sims” para edad más avanzada, lo mismo que si se están bañando o haciendo sus necesidades.
Con una llamada telefónica pueden encargar una pizza, contratar a una asistenta para que les limpie la casa, a una señora que cuide de los niños, y hasta a un jardinero.
Chatean con los amigos, ven televisión, sacan la basura, miran el correo y observan las estrellas cuando cae la noche.
La casa se construye sobre un solar cuyo tamaño eliges, y puedes incluir una piscina con las dimensiones y la forma que quieras, iluminación subacuática y trampolín. En el jardín también puedes añadir columpios y toboganes, mobiliario, árboles, fuentes y hasta la caseta para el perro.
El tiempo libre se puede ocupar pintando con tu propio caballete y un gran lienzo, dejándose dar un masaje o disfrutando de sauna y jacuzzi.
Tienes que pagar los recibos del agua y la luz, y mis hijos se tenían que ajustar a un presupuesto dado de antemano hasta que una de sus primas les pasó un truco para que su fuente de financiación fuera inagotable (el sueño de todos).
También se pueden construir edificios de un montón de plantas, y ponerles ascensor y escaleras para moverse entre los pisos.
Un coche de empresa aparece por un extremo de la pantalla moviéndose por una carretera solitaria, y recoge al personaje para llevarlo al trabajo. A medida que asciende laboralmente, el coche va haciéndose cada vez más grande, caro y sofisticado. Las profesiones son variadas y no siempre recomendables, y se eligen en el periódico o en Internet.
Los hombres se declaran a las mujeres rodilla en tierra, como antigüamente, y les ponen un anillo, con lo que quedan casados automáticamente. Los embarazos duran dos ó tres días (dulce ficción), y los hijos llegan enseguida y crecen muy rápido. Se ve cómo estudian y cómo se los lleva un autocar al colegio o al instituto.
Acabo de ver al perro que mi hijo incluyó en su juego atacando los muebles de la casa y haciéndose pis en el suelo. Todo lo más que puede hacer es regañarle. Luego se ha puesto a escarbar un agujero en el jardín. A perros y gatos se les elige también los rasgos de la personalidad. A los hamsters, loros y peces del acuario no.
Se pueden montar fiestas, con globos y champán, y hasta hay un ratito para el yoga y la meditación trascendental, que tienen lugar en una alfombra sobre la que el personaje levita. Quizá sea ésto lo único que se sale de la cotidiana normalidad que se respira durante el desarrollo del juego. Una concesión a la fantasía.
Puedes montar un negocio en casa, siempre de tipo comercial.
Los vecinos no hace falta que los crees porque vienen solos. Mi hija los echa con cajas destempladas, porque dice que si no terminan metiéndose en la casa y comiéndose lo que tengas en el frigorífico, o usando el servicio a discreción (como la vida misma).
Lo que más me llama la atención de todo ésto es cómo se manifiesta la personalidad de cada uno por la forma de jugar. Aquí puedo ver los gustos que tienen mis hijos a la hora de decorar, de vestir, o de idear situaciones, y compruebo lo distintos que son.

Lo que no entiendo es qué es lo que puede entretener en un juego así, porque no es más que la representación de la vida en una casa, con sus rutinas y sus actos sin mayor trascendencia. Quizá para ellos se trata de la posibilidad de disfrutar, aunque sea sólo virtualmente, de unos lujos de los que carecen en la realidad. O puede que sientan una extraña sensación de poder al erigirse en los únicos artífices de la vida, como jugar a ser Dios, manipulando a unos y otros a su capricho.
Yo sin embargo no encontraría aliciente en este juego, porque me parece que hay en todos sus personajes una rigidez y una inexpresión, a pesar de lo logrados que están sus movimientos y sus cuerpos, que me inquietan mucho.
Sólo espero que ellos distingan siempre entre ficción y no ficción, que estos videojuegos son simuladores de la realidad (su mismo nombre SIM lo indica), y que sólo les permite por un rato experimentar otros mundos.

martes, 1 de abril de 2008

Maniática de la última palabra (VIII)

- Qué curioso me ha resultado siempre eso de tenerse que meter en una cabina y echar la cortinilla cada vez que hay que ir a votar en las elecciones generales. Yo he visto gente que se mete con papeletas de todos los partidos para despistar. Parece que hay miedo, que no existe la libertad ideológica sin temor a ser criticado o algo peor. O quizá es pura paranoia: quién se va a fijar, a quién le va a importar, aunque sí es cierto que en los sitios donde se vota te encuentras a todos tus vecinos. A mí esas cabinas me recuerdan a las de los sex-shops, imagino que deben ser una cosa así . Seguro que es más entretenido que lo de ir a votar, y no sólo se puede hacer una vez cada cuatro años.

- Odio a mi abogado. Es una persona siempre muy atenta, pero cada vez que le llamo o tengo que ir a verle, se me queda temblando el bolsillo. Y siempre por cosas desagradables que no he podido solucionar de otra manera. Entre lo costoso que es y lo tétrico del asunto, no puedo evitar tenerle manía. Además que la pela la quiere siempre por anticipado. Si todos hiciéramos lo mismo.....

- Pocas cosas hay tan aburridas como los concursos de belleza. Ese desfile interminable de mujeres que tienen que sonreir sin ganas, tener unas medidas que otros deciden, y vestirse, peinarse y maquillarse exageradamente. Para ellas mismas debe ser un vía crucis. Lo peor son los concursos de belleza infantiles, tan corrientes en EEUU. Las niñas parecen monitos de feria. Es una forma de explotación que no sé cómo puede estar permitida legalmente. A las pobres criaturas no las dejan alimentarse y descansar en condiciones. Nos creemos que las conductas aberrantes sólo proliferan en el Tercer Mundo, pero en los países supuestamente civilizados las hay igual o mayores.
 
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