viernes, 11 de abril de 2008

Maniática de la última palabra (X)

- Sabiduría oriental: si un problema tiene solución, ¿por qué sentirnos desgraciados?. Y si no tiene solución, ¿qué sentido tiene sentirse desgraciado?.

- Pensamos en la familia como en una roca, fuerte e inexpugnable, y nos lamentamos cuando las circunstancias de nuestra vida la deshacen. Pero no nos damos cuenta que de todas formas no es eterna ni indestructible, porque ya sólo el paso del tiempo la desgasta y la merma, cuando van desapareciendo algunos de sus miembros. Las estructuras familiares son cambiantes, unos nacen, otros se van, nunca permanecen inalterables. Decía mi profesor de Filosofía que una familia es un microcosmos irrepetible, puede haber unas que se parezcan a otras, pero nunca serán la misma. La familia nos aporta identidad, valores, raíces, nos fundamenta. Es tan importante tener una familia que los que no la tienen se la inventan, porque necesitamos pertenecer a alguien. Las experiencias que en ella vivimos desde que venimos al mundo nos marcan para el resto de nuestra vida, todo lo que nos inculcan desde niños nos determina para siempre. Nos creemos libres para elegir nuestro destino, y lo somos sólo en parte, porque llevamos con nosotros el bagaje que nos aporta nuestra familia.

- Me pareció curiosa y admirable la iniciativa de un matrimonio, que tenía ya una niña china adoptada y ahora han adoptado trillizas, chinas también. Pienso en la de tiempo y dinero que se necesitan para adoptar un hijo. Cuando se inician los trámites, aún no ha nacido en la mayoría de los casos. Es como si compraras un proyecto, un sueño, algo que aún no es real. No debería existir más obligación que la de demostrar que tu hogar es acogedor. Si hay dinero por medio, parece que se trata de un negocio. La generosidad que se demuestra al hacer algo así debería ser pago suficiente.

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