martes, 1 de abril de 2008

Maniática de la última palabra (VIII)

- Qué curioso me ha resultado siempre eso de tenerse que meter en una cabina y echar la cortinilla cada vez que hay que ir a votar en las elecciones generales. Yo he visto gente que se mete con papeletas de todos los partidos para despistar. Parece que hay miedo, que no existe la libertad ideológica sin temor a ser criticado o algo peor. O quizá es pura paranoia: quién se va a fijar, a quién le va a importar, aunque sí es cierto que en los sitios donde se vota te encuentras a todos tus vecinos. A mí esas cabinas me recuerdan a las de los sex-shops, imagino que deben ser una cosa así . Seguro que es más entretenido que lo de ir a votar, y no sólo se puede hacer una vez cada cuatro años.

- Odio a mi abogado. Es una persona siempre muy atenta, pero cada vez que le llamo o tengo que ir a verle, se me queda temblando el bolsillo. Y siempre por cosas desagradables que no he podido solucionar de otra manera. Entre lo costoso que es y lo tétrico del asunto, no puedo evitar tenerle manía. Además que la pela la quiere siempre por anticipado. Si todos hiciéramos lo mismo.....

- Pocas cosas hay tan aburridas como los concursos de belleza. Ese desfile interminable de mujeres que tienen que sonreir sin ganas, tener unas medidas que otros deciden, y vestirse, peinarse y maquillarse exageradamente. Para ellas mismas debe ser un vía crucis. Lo peor son los concursos de belleza infantiles, tan corrientes en EEUU. Las niñas parecen monitos de feria. Es una forma de explotación que no sé cómo puede estar permitida legalmente. A las pobres criaturas no las dejan alimentarse y descansar en condiciones. Nos creemos que las conductas aberrantes sólo proliferan en el Tercer Mundo, pero en los países supuestamente civilizados las hay igual o mayores.

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