jueves, 26 de marzo de 2009

Discotecas


El baile tiene siempre algo de mágico, de especial. Tanto si son dos personas coordinando sus movimientos entre sí como si es un grupo numeroso o simplemente una sola persona, la expresión corporal que interpreta el sentido de la música es como un don más que nos ha sido concedido para goce de nuestros sentidos.
Yo, que nada sé de bailes compartidos con otros porque me siento torpe y descoordinada respecto a los demás, admiro a los que sí saben hacerlo, aunque echo en falta un poco más de delicadeza y naturalidad en los bailes de salón que tan de moda están desde hace algunos años, porque a veces los pasos aprendidos en academias son excesivamente medidos y rígidos, no hay lugar a la espontaneidad.
Para mí no hay nada mejor que la pista de baile de una discoteca, cuanto más llena de gente mejor. Desde que se empieza a bailar, en mi caso casi sin descanso porque una vez que me pongo ya no puedo ni quiero parar, hasta que todo acaba, tiene lugar un proceso que a mí me ha recordado siempre al que se produce cuando se hace el amor: al principio hay unos preliminares, el cuerpo, que estaba en reposo, se va desentumeciendo, los músculos empiezan a calentarse, el placer que conllevan la música y su interpretación corporal poco a poco se va apoderando de los sentidos, hasta que al cabo de un rato notas que el ritmo va subiendo de intensidad y llega un momento, cuando la discoteca entera es ya un paroxismo de cuerpos cimbreantes como sacudidos por descargas eléctricas, en que te ves inmerso en un auténtico clímax, en una especie de orgasmo trepidante por el que interiorizas y vives la música como si formara parte de ti, como su corriera por las venas e inundara tu cerebro, dejándote llevar en medio de un frenesí colectivo que produce un enorme placer.
Pareciera que estuviera describiendo una orgía o una bacanal de las que tenían lugar en la Antigüedad, pero aquí no se trata de desenfreno sexual, aunque sí goce multitudinario de los sentidos.
Puede ser que el altísimo volumen de la música, que a mí me asustaba la primera vez que fui a una discoteca, combinado con los caprichosos y cambiantes juegos luminosos (el alucinante efecto fluorescente del láser sobre la ropa blanca), contribuyan a crear un estado de semiinconsciencia lúdica, un atontamiento divertido por así decirlo, similar quizá al que experimentará el que toma alucinógenos, aunque por supuesto en menor escala.
Yo nunca he consumido alcohol ni drogas en una discoteca, no lo necesito para poder disfrutar del momento y divertirme, nunca he buscado evadirme de nada.
A veces bailo en mi casa, para hacer ejercicio o por gusto, y nunca ha sido lo mismo. Si lo hago durante mucho rato también consigo llegar a ese momento de “clímax”, pero más atenuado. El ambiente de una discoteca, la gente, las luces, la noche, tienen siempre algo especial que no he encontrado en ningún otro momento del día o circunstancia. También el hecho de bailar en público, aunque nadie haga caso y cada cual vaya a lo suyo, tiene su puntito de exhibicionismo que puede ser gratificante. A todos nos gusta ver y ser vistos, hay una cierta vanidad en nosotros que a lo mejor nunca aflora hasta que llegamos a una pista de baile e iniciamos nuestro particular espectáculo.
Me he sorprendido muchas veces cuando he estado en una pista a rebosar de gente y compruebo que las personas a penas se rozan entre sí, es como si hubiera un espacio invisible entre unos y otros del que nadie parece percatarse y que nos individualiza del resto de la marea humana, permitiéndonos disfrutar sin molestarnos.
Los que están en contra de esta forma de pasar el rato creen que una discoteca es un lugar donde la juventud es tratada como el ganado, por el hacinamiento, y donde no se hace otra cosa que dar saltos como los monos, beber, drogarse y hasta follar, normalmente en los aseos.
Contratiempos pueden darse en cualquier sitio donde hay mucha gente. A mi hermana recuerdo una vez que no podía abrir la puerta del servicio, y tuvo que venir uno de los guardias de seguridad, una mole de hombre, y no se le ocurrió otra cosa que reventar la puerta de una patada. Y ella la pobre, allí encerrada, cubriéndose la cabeza y el cuerpo como podía para que no le saltaran las astillas. El caso es que lo guarda en la memoria como algo emocionante.
Todo el mundo es libre de escoger la forma como le guste más divertirse, y creo que las discotecas, a pesar de los peligros que pueden encerrar hoy en día por el consumo desmedido de alcohol y pastillas (simplemente con decir que no quieres debería bastar), son un lugar de ocio tan válido como el que más, puesto que todo lo que no sea bailar lo puedes hacer en cualquier otra parte, no necesariamente ahí. Yo, por lo menos, siempre que he ido lo he pasado muy bien.
El baile ha sido siempre uno de mis grandes placeres.

martes, 24 de marzo de 2009

La magia de Rowling




Siempre que miro una foto de Joanne Rowling, la autora de “Harry Potter”, no deja de sorprenderme la enorme tristeza que suele asomar a sus ojos, incluso aunque esté sonriendo. Una mujer como ella, que empezó trabajando de mecanógrafa en unas oficinas y que escribía sus relatos en servilletas de papel del café en el que se pasaba las horas muertas casi a diario, porque no tenía dinero suficiente para comprarse una máquina de escribir ni papel, debería sentirse más que satisfecha del reconocimiento mundial tan clamoroso que tienen sus obras. Quizá pasar de un polo a otro completamente opuesto de forma tan vertiginosa suponga un shock para cualquiera. También he leído que en su anterior matrimonio sufrió malos tratos. Hay cosas que ni el dinero puede solucionar, huellas dolorosas que quedan para siempre en el alma y que el bienestar material no puede borrar.
Alguien con una imaginación tan portentosa y original como la de Rowling tiene que vivir constantemente en un mundo a parte, distinto al del resto de los mortales. Seguramente que su enorme sensibilidad haga que todo le afecte de manera muy profunda, aunque como es una mujer inteligente lo podrá sobrellevar todo, los traumas del pasado y los vértigos del presente.
Siendo como es una de las personas más adineradas del mundo, tiene sin embargo una apariencia sencilla y natural, viste sin ostentación, se maquilla austeramente y no usa casi joyas.
Tiene la suerte, a través de la escritura, de exorcizar sus demonios interiores, presentándonos así una galería de monstruos, repugnantes y aterradores, que se confunden con la elegancia, la distinción y el misterio característicos del colegio Howards, centro neurálgico de todas sus invenciones.
De dónde saca toda esa retahíla de personajes (Harry está inspirado en un chico que le gustaba a ella de jovencita), términos, formas, inventos y situaciones, es un misterio que pertenece únicamente al estrato más profundo de su mente.
Rowling explora en el pozo oscuro y sin fondo del subconsciente, allí donde están escondidos todos nuestros miedos y nuestros anhelos.
La necesidad de afecto y comprensión que tiene siempre el protagonista, flota a lo largo de todos sus libros como una pátina de tristeza y desasosiego nunca satisfechos. Es el eterno huérfano que tiene que madurar antes de tiempo si quiere sobrevivir, víctima de toda clase de injusticias.
Parece que la estabilidad emocional y la seguridad física de Harry sean inalcanzables, porque sus aventuras nunca acaban de forma rotunda y feliz, sino que dejan en suspenso la inminencia de otro gran peligro o amenaza que se cierne sobre los que le rodean y sobre él especialmente. Es como si le tuvieran mucha manía, como si quisieran vengarse de él por algo malo que hubiera hecho, como si fuera víctima de una maldición. Su bondad y su coraje son las armas que emplea para luchar contras las fuerzas del Mal, además de su vara de mago y sus conjuros, pero tenemos siempre la impresión de que no son suficientes, que sale de todas las situaciones casi por los pelos, con poco margen, muy poco airoso.
Aunque ahora ya nos hemos familiarizado con Harry Potter y todo lo que lleva consigo, la verdad es que la primera vez que vi este derroche tan inédito de imaginación en el cine, tan distinto a todo lo conocido, me sentí subyugada, fascinada. Sobre todo porque la industria del celuloide ha sabido plasmar magistralmente en la gran pantalla todo lo que salía de la cabeza de Rowling, sin reparar en gastos, con un despliegue de medios y de magníficos efectos especiales nunca antes vistos.
Pero si algo tienen en común todos los relatos de Harry Potter es el desarrollo de su trama: la primera parte es más o menos tranquila, y la segunda salvaje y violenta, en exceso para mi gusto. Éste es el único reparo que le pongo yo a estas historias, esos desenlaces truculentos que no son aptos para niños, aunque el personaje haya ido creciendo a la par que el actor que lo interpreta y por ello los argumentos sean cada vez menos para todos los públicos. Un toque de dulzura, de sosiego, de armonía, puede que sea menos comercial pero abundará en el buen gusto. No sigamos la moda trepidante de las películas de acción convencionales, demos paso a la introspección, a la reflexión, a la enseñanza que suele acompañar a las películas que todos pueden ver con independencia de la edad que tengan. Si es una historia de magia, con tantos efectismos aterrorizantes, estresantes y desproporcionados, se pierde precisamente ese encanto, esa magia.
No sé si Rowling escribirá otro tipo de libros y si los llevarán a la gran pantalla, me imagino que sí porque es una mina. Estamos deseando que nos siga sorprendiendo. Sin duda, la magia está en ella.

lunes, 23 de marzo de 2009

En honor a la verdad (XVIII)

- Pocos personajes hay tan ridículos en el panorama actual como Evo Morales. Se niega a que multinacionales extranjeras establezcan acuerdos económicos con su gobierno para explotar los yacimientos de litio que tienen al sur del país, en auge creciente por ser el material usado en las nuevas tecnologías y que parece estar destinado a sustituir a los combustibles fósiles.
Dice que las formas de imperialismo extranjero que se dieron en el pasado no se van a volver a producir.
Cada país procura explotar sus recursos de manera que todo el mundo salga beneficiado. El planeta entero es una constante transacción, no podemos cerrar nuestras fronteras a la economía. Si algo debería estudiarse primero, más que la posible intromisión o “colonización” de nuestro territorio por parte de potencias extranjeras, debería ser el impacto que ésto pudiera tener en el ecosistema.
Pero no veo a Evo Morales muy ecológico. Dicen que su mezcla de socialismo e indigenismo levanta pasiones en Bolivia. Ya me llamó la atención cuando inició su mandato presidencial por alguna de las prendas de vestir que lucía en sus apariciones públicas. A todos nos gusta conservar y mostrar nuestras tradiciones, pero lo de este señor es más espectáculo circense que otra cosa. Es ridículo, un payaso y un paleto. No me imagino a nuestro actual presidente del gobierno con el traje de chulapo cada vez que tuviera que hacer una declaración en televisión, o vestido de bailaor flamenco o de lagarterana, por mencionar algunas de las muchas indumentarias regionales a las que nuestra rica idiosincrasia cultural da lugar, y no por ello queremos ni valoramos menos nuestro país.
Una nación pobre como Bolivia necesita y merece una persona inteligente y honesta al frente de su gobierno, no este atrasado prepotente que buscará lo que tantos otros mandatarios de las repúblicas bananeras que por desgracia abundan en Sudamérica: hacerse con el poder absoluto y con el mayor patrimonio posible, quitándose de en medio a todo el que no secunde o no le sirva para llevar a cabo sus planes.
Y en esto tiene un hermano gemelo en Hugo Chávez, otro bocazas, igual o peor que el anterior.
Osea señores que, si su hijo es muy lerdo, muy bruto o un sinvergüenza, no se preocupen: en el futuro puede llegar a ser presidente. Y si no ahí tienen la muestra.

- No comprendo cómo ciertos términos que antes no tenían un significado especial han acabado por convertirse en formas despectivas de nombrar a los demás. Es el caso de “maruja”, que es como se ha llamado toda la vida a las Mª Antonias y ahora equivale a mujer simple y vulgar que sólo sabe hacer las tareas de la casa. Seguramente se le ocurriría el invento a algún machista de los muchos que proliferan en este país. No saben los que así hablan que faltan al respeto y minusvaloran la labor de todas las madres, tías y abuelas que en el mundo han sido, menospreciando una dedicación sin la cual nuestras estructuras sociales se están viniendo abajo. El ama de casa tiene un trabajo ingente que todavía no ha podido ser valorado en términos económicos cuando han intentado calcular el sueldo que se les podría poner. Ellas son asistentas, cocineras, enfermeras, psicólogas, costureras, peluqueras y maestras, entre otras muchas cosas. Su horario abarca las 24 horas del día y para el resto de sus vidas. Su presencia da calor al hogar. Labor callada, desinteresada y abnegada la que realizan y que muchas veces no se considera o cae en el olvido. Si eso es ser “maruja”, entonces es un honor serlo.

viernes, 20 de marzo de 2009

La teología de la liberación


Parece que en el ser humano no tiene cabida la obediencia ciega a unas normas o patrones de conducta predeterminados, las personas nos lo cuestionamos todo, todo lo ponemos en duda. Ni siquiera en un terreno como el de las creencias religiosas nos libramos de esta predisposición. En un ámbito como éste, donde todo está reglado y no hay lugar para las preguntas (eso supondría una falta de fe), surge la teología de la liberación, una corriente de pensamiento y de acción absolutamente revolucionaria que pone en tela de juicio la labor de la Iglesia católica en nuestra sociedad, acusándola como he podido leer “de enseñar resignación ante las injusticias sociales y, por ende, ser cómplices de la opresión del hombre por el hombre.”
El estamento eclesiástico, según este planteamiento, se impone y se acomoda en la estructura social, formando con el resto de los estamentos un entramado de intereses creados que se encarga de asegurar y extender, procurando estar siempre al sol que más calienta, al lado del gobierno que en cada momento rija los destinos de un país en concreto.
Si en el cristianismo convencional lo que se lleva a cabo es una revolución personal, con la teología de la liberación lo que se pretende es una revolución social.
Se trata de eliminar la pobreza y la injusticia, algo que tiene que ver mucho con las teorías marxistas, y por su forma de desarrollarse con el integrismo islámico. La redención, según afirman, sólo es posible con un compromiso político: vivimos en el mundo y no podemos dejar que el mal siga su curso. El pacifismo, el poner la otra mejilla, el perdonar al enemigo, el hecho de que la violencia engendra violencia, todo eso es falso. Hay que tomar partido, actuar, y si no queda más remedio hay que coger las armas.
En películas como “La misión”, que puso de moda el tema de la teología de la liberación, se plantea la posibilidad como he leído de que las misiones jesuitas, allá por el siglo XVIII, “fueron sistemas de destrucción cultural de poblaciones impermeables a la colonización y los modos de pensamiento occidentales, es decir, instrumentos depurados del colonialismo.” En este largometraje, los misioneros jesuitas y los guaraníes son pacíficos, sociables, puros de espíritu, frente al cinismo, la avaricia y la necedad de los colonizadores, amparados por las altas jerarquías eclesiásticas, que no participaban de la vida de los nativos trabajando duramente a su lado, si no que se limitaban a permanecer en sus despachos, alejados de la realidad.
El Papa Benedicto sostiene que “hay siempre espacio para un debate legítimo sobre cómo crear las condiciones para la liberación humana. (…) Tratamos de hacer una acción de discernimiento para liberarnos de los falsos milenarismos y de la politización”. El milenarismo es una herejía que creía en la inminencia del fin del mundo y el advenimiento de un reino de paz y justicia perfectas que duraría mil años.
El Papa afirma que “el magisterio de la Iglesia no ha pretendido destruir el sentido de justicia social, sino reconducirlo por el camino justo”.
El pensamiento cristiano cree que “jamás hay que poner un objetivo social o político por encima del llamado fundamental del Evangelio. (…) Reconocer que los problemas de una sociedad son medularmente teológicos y espirituales: alejarnos de Dios nos sume en el caos y la desesperanza, en el pecado. La pobreza y la injusticia continuarán mientras haya pecadores en la faz de la tierra.”
El religioso que renuncia a llevar a cabo su tarea por medios pacíficos atenta contra los mandamientos de Dios, que dicen no matarás, y que contra la ira hay que tener templanza. Si nos comportamos como los que nos oprimen nos rebajamos a su nivel.
Hay muchas religiones que promueven el uso de armas y los mártires suicidas que mueren matando, es más, se enorgullecen de ello. Con la teología de la liberación nos acercamos a este fanatismo.
En “La misión” hay dos posturas enfrentadas porque hay dos clases de hombres: los que están en gracia de Dios y los que se dejan llevar por sus instintos. Cierto es que el levantamiento que protagonizó aquella misión jesuita fue más una reacción de legítima defensa que un plan premeditado y, por desgracia, también un baño de sangre.
La teología de la liberación no es hoy en día monopolio de la Iglesia católica sino que se puede dar en cualquier país o circunstancia donde un gobierno oprima a su pueblo, con independencia de cuál sea su fe. Pero empuñar un arma entraña siempre un riesgo, aunque tomarse la justicia por su mano es un deseo muy comprensible en muchas ocasiones. En los tiempos que corren vale más la denuncia social en los medios de comunicación que cualquier otra acción desesperada. El que ha manchado sus manos de sangre, aún creyendo que es por una causa justa, rara vez conoce después la paz, y si no es así es que algo falla en su cabeza.

lunes, 16 de marzo de 2009

Yeti


El misterio que envuelve la figura del Yeti es algo que siempre me ha llamado poderosamente la atención, aunque nunca he entendido el motivo por el que se le ha llamado también “abominable” hombre de las nieves, quizá por su enorme tamaño y el fiero aspecto con el que se le suele representar, no porque haya dado muestras de ser peligroso precisamente, pues huye despavorido ante la presencia del ser humano, emitiendo una especie de silbido o graznido parecido al de la gaviota.
Pertenece a una de las muchas especies que estudia la Criptozoología, disciplina que investiga y busca hipotéticos animales denominados “críptidos” por ser desconocidos para la ciencia o supuestamente extintos, y que estarían fuera de los catálogos de zoología convencionales.
Su hábitat natural son los bosques de las montañas del Himalaya, y sólo ocasionalmente atraviesa las laderas y los valles nevados para alimentarse de un musgo salino que crece en las rocas de las morrenas glaciares.
Quienes dicen haberlo visto lo describen como un ser de unos dos metros de altura que camina ligeramente inclinado hacia delante, con el cuerpo cubierto de un pelo lacio y fuerte de color claro, frente pronunciada, ojos hundidos y mandíbula prominente, cuello y espalda anchos, brazos muy largos y piernas grandes y ligeramente arqueadas. Desprende un olor característico, bastante nauseabundo, y se desplaza rápidamente aprovechando la noche. Se les ha visto llevando a sus crías sobre la espalda. Está habituado a vivir en zonas de alta montaña, pues se han encontrado indicios de su presencia a 5000 metros de altura.
Se trataría de un animal omnívoro, pues se alimenta de pequeños mamíferos, aves e insectos, líquenes, frutas y bayas, e incluso chocolate y galletas de los alpinistas.
Lo que más ha llamado siempre la atención sobre el Yeti son las enormes huellas que deja en la nieve, con 31 cms. de largo y 18 cms. de ancho.
Su denominación de “hombre” de las nieves hace referencia más bien a su apariencia de homínido, pero de un homínido no catalogable con ningún otro conocido y tratándose, por lo tanto, de un ser con identidad propia diferenciada.
Para los expertos el Yeti “podría muy bien constituir un eslabón desgajado del proceso de evolución seguido por el Homo Sapiens. Ser, en definitiva, un representante del antepasado del hombre, el Neanderthal. Para quienes defienden esta tesis resulta hasta cierto punto admisible la posibilidad de que un grupo de neanderthalenses quedasen “atrapados” entre las paredes del Himalaya y “desconectados” del resto de seres semejantes a ellos, sufriendo una evolución diferente o dejándolos anclados 30 millones de años atrás.”
Se han hecho famosas las fotos del naturalista Anthony Wooldridge en las que se puede ver una figura que mira a la cámara a una cierta distancia, medio escondido entre la maleza, y las huellas que dejó.
Algunas tradiciones tibetanas señalan la existencia de hasta tres tipos de yeti: los nyalmo, que dicen que tiene hasta 4 metros de altura (¿?) y son carnívoros; los rimi, de 2,5 metros, y los rackshi, de un tamaño similar al humano y que habitan en zonas no tan elevadas.
En otras partes del mundo se han visto criaturas similares, como el Alma ruso, el Yereen chino, el Yowie australiano, el Big Foot de EEUU y el Wendigo canadiense.
Algunos especialistas proponen la confusión con animales salvajes de comportamiento esquivo, como el oso kemo, los monos langur Nauman o un gran orangután de las montañas. De hecho, afirman que los primates en general y los simios en particular “sólo viven en lugares donde existen frutas todo el año, es decir, en las zonas tropicales. No hay primates en estepas, pinares mediterráneos ni bosques de coníferas.”
A pesar de las evidencias acumuladas en los últimos cien años y de la treintena de expediciones científicas organizadas, el Yeti sigue siendo algo inexplicable que atrae la curiosidad de todo el mundo. No sabemos cuánto tiempo tiene que pasar aún para que logre esclarecerse. Quizá en esto radique su encanto, en el halo de misterio que le rodea.

viernes, 13 de marzo de 2009

Decencia


Mi hija está empezando una etapa de su vida crucial en lo que al sexo opuesto se refiere. Hasta hace poco la costumbre de algunos de sus compañeros de clase de tocar traseros femeninos no le había llegado a ella, quizá porque incluso un chico por joven que sea se da cuenta de cuando una chica está predispuesta o no a esos manejos.
En mi último año del colegio recuerdo que sólo había un par de chicas a las que solía gustarle los jueguecitos de “empujones-manoseo”, que servían para un primer contacto entre sexos opuestos, un tanteo inicial cuando las hormonas despertaban la curiosidad sexual. Eran chicas a las que nadie tenía respeto, los chicos se aprovechaban de ellas y las trataban con desprecio. Y lo peor de todo: tampoco se tenían respeto a sí mismas, parecía que todo les daba igual. Ambas tenían en común ambientes familiares donde no abundaba precisamente el afecto, y yo creo que lo único que buscaban era gustar a alguien y que las quisieran, además de que no todo el mundo tiene el control de esa clase de impulsos hasta que no llega la madurez.
En el instituto había también jueguecitos, pero se veían más normales, más acordes con la edad que teníamos, existía buen rollo por ambas partes, distensión, afecto y ganas de pasarlo bien.
Pero lo de los niños de hoy en día se sale de lo normal: desde muy pequeños están oyendo hablar y viendo imágenes en televisión sobre sexo explícito y es evidente que, por su edad, no han podido asimilar con naturalidad algo que es natural en sí mismo. Sobre todo porque la forma como se les transmite no es sana sino sucia y enfermiza. Mi hija, al ver cierta postura sexual en una película llegó a exclamar: “¡Qué miedo dan los hombres!”, porque eso a ella le parecía más una tortura o algo antinatural y violento, al que se tenía sobre todo que someter la mujer, que otra cosa. Es difícil que pueda entender aún, por mucho que intenté explicárselo, que en el juego amoroso son dos que están de acuerdo y van a la búsqueda de la misma cosa: obtener placer y transmitirse amor. La forma como se haga, vista desde fuera, puede parecer obscena, aberrante e incluso grotesca. Cómo hacerle comprender que es como una coreografía, un ejercicio gimnástico, un ballet en el que dos ensayan posturas con el objeto de conseguir armonía, coordinación, fusión. Ella aún no ha amado a nadie, porque si no lo comprendería perfectamente, pero sí deseado, aunque no de la manera cerval con que un adulto necesita poseer a otro.
De momento se tiene que conformar con la “manita tonta”, y por lo visto hasta en la forma de usarla se ve la personalidad de cada chico: Daniel, el que le gusta, da pequeños toques; Juanjo va con la mano abierta preparada con la forma del trasero que vaya a tocar; Hanza propina un azote brusco. “Cuántos niños tienen esa costumbre”, le digo yo, “se te va a desgastar el culo”. Ella lo toma a broma, como un juego más, forma parte de sus relaciones sociales, no le da importancia. Igual termina siendo una manera más de saludarse.
Me sentí en la obligación, cuando hablamos de ésto, de mencionarle el tema de la decencia, con un poco de sorna la verdad, y ella me miró con sorna también, como si estuviera contándole algo pasado de moda y sin ningún interés. Y quizá tenga razón, para qué añadirle a su código de conducta una carga de la que las mujeres prácticamente hemos conseguido librarnos. Porque parece que sólo existe la decencia femenina, nunca se menciona la decencia masculina.
Antigüamente el hombre pretendía y la mujer aceptaba o no, los preceptos de la moral eran sólo para ella, ella era la que tenía que resistir la tentación, no podía tener necesidades, su entereza debía ser a prueba de bombas. Y mientras, el hombre campaba por sus respetos, y cuando había conseguido lo que quería se volvía contra la mujer y la despreciaba echándole en cara una moral de la que él mismo se excluía. En realidad todos los hombres, incluso los que parecen más honestos y prudentes, hacen ésto alguna vez en su vida.
Para acabar con esta situación tan desigual hemos pasado al extremo opuesto, al todo vale, en cualquier momento. No hay pecado, no hay culpas, se trata de disfrutar al máximo y dejarse llevar. Está bien la libertad sexual, pero hay también que discriminar un poco, porque acabaremos como los monos en la selva, le daremos al sexo una importancia desorbitada, por encima de todo lo demás, siendo como es una cosa más de la vida.
Hoy en día la decencia se ha alejado de la mojigatería y el machismo de antes y se ha acercado más a una escala de valores éticos que todos deberíamos tener si nos consideramos realmente personas. Y por supuesto, la decencia alcanza a todos los terrenos, no sólo el sexual.
Así parece que actualmente dejarse tocar el culo no es ser poco decente sino incluso simpática, accesible, una forma más de integrarse socialmente. Pero aún no existe en este terreno la igualdad de género que está ahora tan de moda: las mujeres seguimos sin atrevernos a tocar el culo a los hombres, no porque no nos apetezca si no por vergüenza. Las habrá que sí lo hagan, pero son pocas. Qué pena. Y luego que los hombres se acostumbren a eso también.
No sé si será decente o no hacerlo, pero nuestra higiene mental mejoraría mucho porque nuestros deseos se verían también satisfechos como los de ellos.

martes, 10 de marzo de 2009

En honor a la verdad (XVII)




- Tiene gracia el caso que contó no hace mucho Pérez Reverte a propósito de la memoria histórica. Unos “expertos” llegaron a un pueblo para desenterrar unos restos que se suponía pertenecían a víctimas de la guerra civil del bando republicano, y querían darles un entierro digno y con honores. Pero tras analizarlos descubrieron que allí había huesos mezclados de gente de ambos bandos, como suele ocurrir en cualquier guerra donde lo que hay son prisas, miedo y violencia, un completo caos. La muerte no entiende de ideologías. Pero el colmo de la desfachatez fue que los supuestos “expertos”, en lugar de dejar los difuntos donde los habían encontrado, si es que se trataba realmente de que descansaran en paz de una vez, los llevaron a las escuelas del pueblo y pusieron pies en polvorosa, desentendiéndose de ellos.
Memoria no nos va a faltar, por desgracia, porque lo malo rara vez conoce el olvido, por eso que no anden escarbando tanto, que la mierda es mejor no menealla. Todo lo que tiene que ver con la guerra civil es eso al final, una mierda, una vergüenza que no distingue bandos. Y si quieren escarbar, que se dediquen a la paleontología, que seguro que hay muchos tesoros de la Antigüedad y huesos de dinosaurios por descubrir.

- Qué fuerte lo de AC/DC, ahora que vienen a España a traernos su música. He visto un video en el que al empezar un concierto han sacado una bola de demolición gigantesca y han destruido parte del fondo del escenario, que simulaba unos edificios. La gente ya no sabe qué inventar para llamar la atención y parecer más espectaculares y originales.
El mundo del rock es muy dado al histrionismo. Lo más corriente suele ser que el cantante del grupo se tire en plancha sobre el público con los brazos abiertos y que la gente se lo vaya pasando por encima de sus cabezas como si fuera un muñeco de trapo, costumbre que también tiene sus riesgos si nos ponemos a pensar, sobre todo con unos fans enfervorecidos que no se sabe muy bien qué es lo que son capaces de hacer. Seguro que algunos no vuelven al escenario, y si vuelven no sé en qué condiciones será, es como el que se lanzara a los leones en el circo romano.

- He leído en un artículo de Carmen Posadas una curiosidad que se ha inventado recientemente, el teléfono FuChat, que es algo así como un teléfono emocional. Según cuenta “el artilugio está dotado de unos sensores que captan el estado de ánimo del usuario, así como su temperatura corporal. Con estos datos, y midiendo el tono y el más mínimo tremolar de la voz, el “teléfono psicológico” saca sus conclusiones. Luego, mediante emoticones como los que se usan para los SMS, da su veredicto alertándonos de la clase de predisposición que tenemos a la hora de hablar.” Si estás de capa caída las llamadas se desvían automáticamente a un contestador. Si se pudiera hacer lo mismo con el resto de las cosas que no nos apetecen, pues mira qué bien.

lunes, 9 de marzo de 2009

Boxeo


Es difícil admitir que el boxeo pueda ser considerado un deporte teniendo en cuenta la brutalidad y la falta de humanidad que lleva consigo, algo que va en contra de los derechos humanos.
Ciertamente ocurre lo mismo en otros deportes: rivalidad, enfrentamiento, fuerza… Pero en el boxeo hay algo de irracional y grotesco que lo coloca, a mi modo de ver, al margen del resto de las prácticas deportivas.
Existen otras muchas formas de lucha que nos vienen de la época de los griegos y romanos, el cuerpo a cuerpo en el que se dan golpes certeros con la intención de derribar al contrario pero sin hacer heridas, sin sangre, salvo que se de un mal golpe accidentalmente. Es el caso de las artes marciales hoy en día. No hay puñetazos, no hay salvajismo.
No entiendo la fascinación de la gente por el boxeo, será el poder de atracción que tiene la violencia y la sangre sobre la mente de los seres humanos, como si despertara sus instintos más atávicos y primitivos, que compartimos con los animales.
Después de ver “Million dollar baby” estoy aún más convencida de ello. Si el boxeo masculino es cruento, el boxeo femenino es algo antinatural, al contemplarlo me parece una aberración: ver a dos mujeres golpeándose, sangrando y sufriendo destruye definitivamente la imagen de fuente de vida, delicadeza y ternura que se supone que tenemos. Las demostraciones de fortaleza física nunca ha sido nuestra seña de identidad, ni falta que nos hace, las dejamos para los hombres.
Y más después de ver el triste final de la protagonista de esta película. Las lesiones por causa del boxeo son incontables, desde desprendimientos de retina o desgarros de los pabellones auditivos hasta daños cerebrales que van de la parálisis parcial de las extremidades a la tetraplejia, pasando por la llamada “demencia pugilística” o “síndrome del boxeador”, que tiene síntomas parecidos al Alzheimer y el Parkinson, del que Cassius Clay es su más famoso ejemplo.
Oí una vez, no hace mucho, el caso de un púgil al que se le había desprendido parte del cerebro a consecuencia del K.O. que le costó la vida. Es increíble que esto se pueda permitir.
Las secuelas que otros deportes pueden dejar suelen venir por accidentes fortuitos, pero en el boxeo pocas cosas son por azar: se trata de dos seres humanos que se enfrentan cara a cara y que lo único que pretenden es acabar con el contrario. Muchos púgiles al final de sus carreras tienen poco de personas y mucho de máquinas o de animales.
Es por lo que me parece si cabe más tremendo que sea legal el boxeo infantil, por mucho que en algunos sitios se quiera hacer pasar por simple exhibición en la que sólo se marca al contrincante, no se le golpea. Es mentira. Que los niños practiquen cualquier deporte, sobre todo si es de alta competición, ya me parece una barbaridad: los entrenamientos intensivos, la presión, la dureza de la disciplina, la alimentación rica en proteínas pero carente de otras cosas importantes para el crecimiento, la falta de tiempo libre, etc., son algunas de las servidumbres que tienen que soportar los niños cuando hacen deporte no sólo como una afición. Se trata de un negocio que mueve muchísimo dinero, y es una forma más de explotación infantil al fin y al cabo.
En “Million dollar baby” vemos cómo la protagonista sucumbe ante el juego sucio, y consentido, porque el árbitro sólo se limita a advertir a su contrincante de que le restará puntos si sigue cometiendo irregularidades: no sabía que estuviera permitido noquear a alguien que ha caido al suelo y está intentando levantarse, o cuando se da la vuelta para retroceder. Imagino que nunca se debe perder de vista a un oponente. Estas trampas se darán en circuitos de poca categoría, no creo que se permitan en campeonatos de más relevancia, el público sería el primero que lo abuchearía. El juego limpio es una norma que se da por descontado y su incumplimiento supone la descalificación del que la infringe. Un espectáculo basado en subterfugios resulta aburrido.
En esta película Clint Eastwood nos da unas lecciones prácticas de boxeo, aunque desde un punto de vista muy particular, como si se tratara de una pura contradicción en sí mismo. Se dice que el boxeo es una cosa antinatural, en él todo va al revés: si vas a golpear con el puño derecho debes cargar el cuerpo sobre el pie izquierdo; si golpeas con la izquierda cargas sobre el lado derecho. En lugar de huir del dolor como haría la gente cuerda, vas en su busca. No se trata de lo fuerte que golpees si no de cómo lo hagas.
También se dice que el boxeo es la magia de arriesgarlo todo por un sueño que nadie tiene excepto tú, es la magia de presentar siempre batalla más allá de la resistencia física. Parece como si fuera un deporte revestido de una cierta fatalidad, una práctica que pone en peligro la vida de quien lo lleva a cabo y que puede conducirle a situaciones terribles, terminales. Pese a ello arrastra a una afición considerable. Puede que sea porque es la representación extrema de la lucha por la vida que constituye la base de la existencia de todo ser humano: ganadores y perdedores, los que vencen y los que quedan fuera de combate. Todos luchamos, en mayor o menor medida, desde que nacemos. Lo que no sabemos es, como ocurre en el boxeo, hasta dónde podemos llegar.

viernes, 6 de marzo de 2009

Elio Berhanyer: la sencillez de un genio
















A veces cuando te pones a leer la biografía de algún personaje conocido te sorprendes enormemente, porque nunca hubieras imaginado que tras todo el éxito y el esplendor que aparentan pudiera haber un pasado lleno de tanto esfuerzo y dolor. Este es el caso de Elio Berhanyer, uno de los pocos diseñadores del que me gusta casi todo lo que hace.
Cuando tenía 6 años su padre, que era minero, fue fusilado al comienzo de la guerra civil, algo que nunca ha logrado superar. Nunca fue al colegio. Su nombre se lo puso su padre y es de origen griego, significa “el Sol”, y dijo que era para que se iluminara con su propio resplandor. A su hermana la llamó Plinia, que es un nombre romano.
Debido a desavenencias con su familia, a los 9 años se marchó de casa, se cambió el apellido (el que tiene no es el verdadero), y empezó a trabajar. Como era analfabeto le cogían en las obras para pintar palotes con los que iba contando las herramientas que se llevaban los obreros y que luego tenían que devolver. Muchas veces se quedaba a dormir entre sacos y los obreros le traían algo de comida. Pasó mucha hambre y tenía que dormir en los bancos de los parques.
Aprendió a los 14 años a leer y escribir por sí mismo. Hasta los 18 años calzó alpargatas porque no tenía dinero suficiente para comprarse zapatos. Aún tiene cicatrices en los pies.
Trabajó de botones en una agencia de publicidad y un día que se puso enfermo el dibujante le pidieron que copiara a plumilla una foto, porque siempre le veían pintando en sus ratos libre y lo hacía bien. Después le encargaron los dibujos de moda de una revista, y se inventaba los diseños.
En Madrid trabajó en una revista de moda y conoció a Pérez Puig, director de teatro, que le ofreció hacer los “figures” de las obras que dirigía.
En 1960 debutó en las pasarelas con sus diseños y desde entonces ha vestido a la aristocracia española y a las mujeres del mundo entero. Balenciaga le propuso irse con él a París pero le dijo que no porque quería tener su propio estilo.
Se confiesa ignorante de muchas cosas. Nunca fue a una autoescuela, ni cursó estudio ninguno, aunque le dieran una cátedra de Diseño en la Universidad de Córdoba, su ciudad natal, y un máster por la Universidad de Harvard. No ha aprendido idiomas, aunque ha viajado por el mundo entero y conocido a gente importante de todas partes del planeta. Diseña ropa, pero no sabe coser ni un botón ni quiere aprender.
Está separado desde hace muchos años y se lleva estupendamente con su ex mujer. Aunque le ha gustado siempre vivir solo ahora tiene un nieto en su casa que está estudiando en la universidad. Con él se pelea porque dice que pone una música horrible y a él le gusta la música clásica. Hace poco se instaló su hijo porque también se ha separado de su mujer. Nadie de su familia ha seguido sus pasos.
Confiesa que no aguanta a los niños, porque hacen mucho ruido. Tiene una nieta de 6 años y dice que no la soporta.
Ahora en la vejez, cansado de tantas fiestas y la vida mundana, prefiere pasar los fines de semana metido en su habitación con su gata. Le gustan mucho los animales, ha llegado a tener 14 gatos, un ocelote, un guepardo, un perro de la selva de Madagascar y un zorro.
No ha sido hombre mujeriego, tan sólo tuvo una novia antes de casarse con su mujer. Dice que a él siempre le ha absorbido el trabajo.
A algunas mujeres no las ha atendido cuando sus ideas no coincidían con las suyas. Le ha pasado con algunas de nuestras “folclóricas”. Les ponía cualquier excusa para no tener que atender su petición y evitar ofenderlas.
También diseña zapatos, complementos y hasta una casa en la que vivió antes de la de ahora y que se quemó. Su gran sueño incumplido es haber sido arquitecto.
Tan sólo en una ocasión le pidieron que reprodujera uno de sus diseños antiguos, y tuvo que ir a París a buscar los materiales porque en España ya no existían. Resultó carísimo hacerlo. La mayoría de las clientas quieren modelos exclusivos, y muchas conservan los que tienen como si fueran joyas y los siguen usando a lo largo de los años. Recuerda especialmente una falda de una de ellas, que aún se sigue poniendo, negra y cubierta de violetas teñidas cada una a mano con distintos tonos de morado.
Tiene casi un centenar de premios en su haber, el primero recibido ya el año que debutó. El que más le gustó fue el “Isabella d’Este”, pues se da en Italia cada seis años a un investigador, un arquitecto, etc., y él es el único diseñador al que se le ha otorgado.
Dice no notar la crisis, porque la gente sigue comprando sus diseños como siempre lo ha hecho. Ya no es el propietario de su marca sino que tiene un sueldo como diseñador y derecho a una parte de las ventas.
Muchas veces siente deseos de retirarse a una casa de campo y trabajar en el huerto, con sus gallinas y su perro, pero confiesa que sin su trabajo no puede vivir. El dinero no le mueve, a pesar de las necesidades y la miseria que soportó en el pasado, sólo la pasión por el diseño.
Lo que peor lleva de los años es que ha perdido mucha vista y ya no puede leer, que es una de sus grandes aficiones. Su salud es estupenda a pesar de lo mucho que ha fumado siempre.
Elio Berhanyer es ahora un hombre al que los años han hecho aún más tierno, entrañable y sentimental si cabe, alguien como se suele decir “de lágrima fácil”, sobre todo cuando recuerda las cosas del pasado. Es un genio agradecido y humilde, que parece que ha vivido su existencia como un regalo que se le hubiera concedido cuando todo parecía incierto y gris. Alguien hecho a sí mismo con mucho esfuerzo, muy español a pesar de haber conocido el mundo entero, muy de los suyos, de sus raíces y de la tierra que le ha visto nacer. Nunca ha perdido el sentido de la realidad, sus pies siempre han pisado firme.
Cuando le han pedido una frase que resumiera su vida ha dicho: “Ha sido maravillosa gracias a la gente que me ha rodeado. Todo se lo debo a los demás”.

jueves, 5 de marzo de 2009

Muerte en Venecia


Cuesta mucho disfrutar del cine europeo después de tantos años consumiendo cine norteamericano. Me pasó el otro día con “Muerte en Venecia”. Mis hijos no la entendieron y les pareció aburrida. Quizá sea un poco tarde para educar su sensibilidad, como le pasa al resto de la generación posterior a la mía. Es como intentar que un comedor habitual de fast food llegue a apreciar un plato exquisito.
Incluso a mí me pareció ahora una película lenta. Antes estábamos acostumbrados a otro ritmo cuando nos contaban historias, éramos capaces de paladear los momentos únicos que el cine nos ofrecía el tiempo suficiente para que quedasen grabados en nuestra memoria y pasasen a formar parte de nuestras emociones vitales.
Yo creo que aquel fue el primer largometraje que vi sobre el tema de la homosexualidad, siendo una niña, y recuerdo que me sorprendió y me conmovió profundamente. Los denonados esfuerzos que hace el protagonista por agradar y llamar la atención del joven y bellísimo Tadzio los he visto yo pocas veces. Inasequible al desaliento. Aquel amor representa para él un soplo de aire fresco que inunda su alma para dejar atrás pasadas desgracias personales, un bálsamo, y de esa necesidad se alimenta la fuerza con la que surge, sacando de lo más recóndito de su ser sentimientos y emociones que nunca antes había experimentado. Se siente realmente fascinado por los movimientos delicados y felinos del adolescente, por su juventud y su perfección física.
Un amor imposible, platónico se suele decir para estos casos, tremendamente frustrante pues. Ellos nunca llegan a intercambiar palabra ninguna.
El bello Tadzio se deja admirar, se pregunta quién es aquel hombre maduro que le contempla en la distancia. Seguramente no se cuestiona nada, no busca una explicación para algo que no es convencional y que por su juventud aún desconoce: amor homosexual y entre personas de edades tan distintas. Se considera el objeto de deseo de un artista mayor pero desde el punto de vista de la admiración estética, como quien contempla una obra de arte. Tadzio vive en su mundo, ajeno a las pasiones que despierta, y sólo de vez en cuando se percata de la mirada que lo acaricia y al mismo tiempo intenta penetrar en los más íntimo de su esencia, del hombre que incluso ya enfermo le sigue medio arrastrándose por las calles de Venecia para saber dónde va y si está seguro.
La exquisitez del ambiente del hotel donde se alojan, las ropas tan elegantes, la forma que tienen todos de moverse, casi flotando, como si estuvieran en otro mundo, al margen de todo lo que sucede en el exterior, hace que se cree una atmósfera casi etérea que, acompañada por la maravillosa música de Mahler, remedo del protagonista, componen un conjunto de una gran belleza y melancolía.
Las imágenes que más me impresionaron la primera vez que vi esta película fueron la del protagonista en la peluquería, cuando se hace teñir las canas y se maquilla para parecer más joven y agradable (por amor podemos llegar a hacer el más tremendo de los ridículos sin importarnos), y la escena final en la playa, cuando ya se siente realmente mal y debido al calor le empiezan a caer por las sienes churretes del tinte negro del pelo, y su maquillaje se estropea. Mientras se siente morir mirando a lo lejos la figura de Tadzio recortándose sobre el brillo del sol en el mar, allí en la orilla, siempre inalcanzable y hermosa, se pone de manifiesto su impotencia para poder comunicarse y transmitir sus sentimientos y la imposibilidad de mantener su juventud sin artificios. Parece como si se deshiciera en medio de un gran sufrimiento, como una flor que se marchita con rapidez.
Planos largos, muchos primeros planos que recrean el más mínimo gesto o detalle de los protagonistas, algunos planos a vista de pájaro de la bellísima ciudad, con un toque de bruma, y de la playa.
Destaca también Silvana Mangano en el papel de la madre de Tadzio, exquisita sólo con su aparición en pantalla, con una distante elegancia y muy bella.

miércoles, 4 de marzo de 2009

23 F


Hace unos días, cuando se conmemoró el 28 aniversario del 23-F, ponían un documental en televisión que mi hijo siguió con interés. Imagino que le será difícil hacerse una idea de lo que significan esas escenas, más propias de países tercermundistas que civilizados. Lo que no podemos imaginar nadie es qué habría sido de nosotros si aquello hubiera salido adelante.
Recuerdo que estaba yo en el primer año del instituto. Aquel fatídico día estábamos viendo la televisión, por la tarde, cuando de repente cortaron las emisiones de los programas habituales para informar de lo sucedido. En aquel entonces no existía una programación que durase las 24 horas, como ahora, si no que a partir de cierta hora de la noche se terminaba todo. Pero en aquella ocasión hubo emisiones toda la madrugada, y recuerdo que nos quedamos hasta muy tarde viendo dibujos animados y alguna película. Aquello nos pareció tan fuera de lo común que tuvimos la sensación de que realmente estaba sucediendo algo extraordinario.
Durante aquellas horas interminables, hubo un momento importante cuando apareció el Rey en televisión diciendo que no secundaba la intentona golpista.
Al día siguiente no fuimos al instituto. Hasta que no fue mediodía y Tejero por fin desistió de su postura, todo eran cábalas y preocupación.
Ya el día 25, de nuevo en el instituto, no se hablaba de otra cosa. Como casi todos los compañeros eran hijos de militares, estaban a favor de Tejero y parecían muy decepcionados porque aquello no había ido a más. Supongo que no tenían una idea real de lo que había sucedido, estaban condicionados por la opinión de sus familias. También tendrían ganas de romper la monotonía con emociones fuertes.
En mi casa también estaban a favor de aquello. Yo callaba y escuchaba, y no tuve ocasión de contrastar mi parecer con nadie. Cuando se supo lo que pasaba, mi primera reacción fue de sorpresa, curiosidad y una cierta emoción: nunca se había visto algo semejante en nuestro país. Pero según transcurrían las horas y fui asimilando lo que sucedía, cambié pronto de estado de ánimo. Empecé a sentir una especie de terror, como el que seguramente sentirá el que sabe que se cierne sobre él una amenaza, un peligro inminente, una guerra o algo parecido. Inseguridad, incertidumbre.
Cualquiera decía, en un ambiente como el de mi instituto, que me parecía una vergüenza que una parte de nuestro Ejército se comportara de esa manera, como si fuera un grupo terrorista. Cuando aquello por fin fue detenido sentí un gran alivio, pensé que era el lógico fin de una situación absurda y desproporcionada, de una monstruosidad.
Al ver las imágenes de Tejero en el hemiciclo me sobrecogí. Brutalidad frente a razón, autoritarismo frente a democracia. Y el toque de queda en Valencia, con los tanques circulando por las calles, igual que en una guerra, fue el colmo del disparate.
Cierto es que el ambiente era de descontento general, sobre todo en el mayoritario sector conservador del país al que no gustó que se legalizara el partido comunista. Aquel momento era además una etapa de transición entre un presidente de gobierno y otro, un momento de inestabilidad que quisieron aprovechar para imponerse. Por el “bien de la patria” se han hecho y se harán en todas partes auténticas barbaridades.
Las lamentables escenas que tuvieron lugar en el Congreso no fueron si no el producto de una sucesión de acontecimientos que no tenían apenas control. El aplomo de Tejero y sus acólitos fue más apariencia que otra cosa. Es tristísimo ver que para hacer valer unas ideas haya que recurrir a las armas, a la fuerza, la coacción, el miedo. Luego se supo que Tejero le abría el camino a otro militar que era el que iba a encabezar el nuevo gobierno y que nunca llegó a aparecer ni se supo a ciencia cierta quién era.
Hubo una compañera de clase cuyo padre sufrió prisión por secundar aquel intento de golpe de Estado. Nos contaba apesadumbrada cómo tenía que ver a su padre cuando lo visitaba en la cárcel, en la que tuvo que estar unos cuantos años.
El padre de otra compañera sin embargo, militar de alta graduación, fue muy elogiado por el papel que desempeñó para que aquello no prosperara.
Cuántos golpes de Estado sí han salido adelante en otros países, manteniendo en el poder a militares inmorales, despóticos e incluso asesinos durante décadas. Es escalofriante. España se habría convertido en una república bananera, nuestros destinos habrían cambiado radicalmente de la noche a la mañana. Qué arbitrario e injusto es que otros decidan por nosotros, y de mala manera. No queremos héroes que nos salven de nada, y menos a ese precio.
Por desgracia, aquel suceso será recordado ya para siempre cada vez que se conmemore su aniversario. Si sirve para que no vuelva a repetirse ya es bastante.

lunes, 2 de marzo de 2009

El Plan Bolonia




Cuánto se está hablando del Plan Bolonia, y por lo que puedo leer y escuchar, pocas cosas buenas va a traer consigo. Se pretende desde Europa una reforma de la educación a nivel universitario, pero a mí me parece que los cambios deberían hacerse primero dentro de cada país y, una vez llevados a cabo, intentar ponernos al día respecto del resto de los países comunitarios.
Según he podido leer, este Plan busca una convergencia europea pero sólo en cuanto a titulación se refiere, y no en conocimientos.
La forma como se quiera financiar la universidad pública a partir de ahora es algo que se me escapa, aunque dicen que dará lugar a universidades de primera y segunda categoría. Siempre ha habido universidades con más prestigio unas que otras, pero no con unas diferencias tan acentuadas. Parece cierto lo de que se quiere privatizar la universidad pública, favoreciendo a las clases más acomodadas. Las prácticas también se harán con empresas privadas.
Lo de reducir en un año las carreras para luego añadir ese año y otro más a modo de máster, prácticamente obligatorio si se quiere acceder al mercado laboral, me parece excesivo.
Los másters serán ofertados por las propias universidades y costarán entre 1000 y 6000€. Se financiarán, para los que no puedan pagarlo, con becas-préstamo a devolver en 15 años si el beneficiario consigue un trabajo con un sueldo medio, si no queda exento de reintegrarla (lo cual estaría también por ver si es así). Ésto se va pareciendo cada vez más a los créditos hipotecarios, un negocio como otro cualquiera, que lo único que hace es acentuar las desigualdades sociales. El máster permite la homologación en el resto de países europeos. No hay nada como tener proyección internacional, aunque sea endeudándose hasta el cuello.
Antes el que cursaba un máster o un doctorado lo hacía de forma optativa, no era imprescindible para poder dedicarse a la profesión para la que te habías preparado, y desde luego no garantizaba un puesto de trabajo, después de haber gastado un montón de dinero y de tiempo en llevarlo a cabo, lo mismo que pasaría ahora.
Sí que habría que reducir un año por lo menos ciertas carreras que, por su contenido, resultan demasiado largas. Unificar el tiempo de duración de casi todas las carreras es algo que siempre me ha parecido absurdo.
Lo primero y fundamental sería reformar en profundidad el plan de estudios de cada carrera, para hacerla realmente eficaz: eliminar las asignaturas repetitivas y de relleno, seleccionar un profesorado competente, y no necesariamente catedráticos, construir más edificios cuando una determinada carrera tenga mucha demanda, para evitar la saturación de las aulas.
En Periodismo, que es la que conozco, creo que ha habido pocos cambios desde que yo me licencié: reiteración de asignaturas ya más que vistas en el instituto, y muy pocas asignaturas específicas de la profesión, algunas de las cuales, como Tecnología, son un completo anacronismo: confeccionar la hoja de un periódico de la forma complicada y tediosa como allí se hace y con semejantes artilugios nos acerca más a la época de Gutenberg que a la nueva era de la comunicación digital.
Luego hay asignaturas que son sólo una introducción a materias más amplias: Economía, Política, etc. Se tocan muchos palos muy superficialmente y ninguno en profundidad.
La hija de una amiga mía está empezando este año esta carrera y, por lo que se ve, el planteamiento del curso es cada vez más caótico, sobre todo por culpa de un profesorado ineficaz y muy poco profesional. La única novedad interesante que parece haberse introducido últimamente es una especie de bolsa de trabajo a la que puedes acceder cuando llegas a mitad de carrera, y también el hecho de que te lleven a los medios de comunicación para hacer prácticas y ver cómo funcionan.
Con la implantación del Plan Bolonia te obligan a hacer trabajos en grupo, lo cual puede ser muy estimulante si tienes la suerte de dar con gente que tenga tantas ganas de trabajar como tú.
Cuando yo estudiaba en aquella facultad sólo pudimos estar en una única ocasión en la emisora de radio que tenían, completamente obsoleta y a punto de ser cerrada para que empezara a funcionar otra que decían que habían hecho nueva y que nunca llegué a ver. Mientras hacíamos el programa radiofónico teníamos que estar pendientes del tocadiscos porque funcionaba mal: había que colocar una moneda sobre la aguja para evitar que diera saltos, con los consiguientes ruidos cada vez que queríamos introducir una ráfaga entre noticia y noticia. De pena. En aquel momento nos lo tomábamos a risa, pero ahora cuando lo pienso me pongo mala. Una vergüenza.
La única vez que fui a una emisora de radio fue al programa que hacía Gabilondo y por mediación de una amiga que tenía contactos. Sin embargo no tuve la misma suerte para poder visitar un periódico o un estudio de televisión en la hora de los informativos.
Los del ABC venían todos los años y nos reunían en el salón de actos a los que estábamos interesados en sus prácticas, pero sólo seleccionaban a los que sabían idiomas.
Con el Plan Bolonia parecer ser que quieren hacer también una “renovación tecnológica” en la universidad. No sé muy bien a qué nivel y en qué consistirá, pero la tarea es desde luego ingente, porque en todas las facultades los medios son precarios.
De momento este Plan tiene en pie de guerra a un amplio sector de la población universitaria. Ha habido incidentes de todas clases: cortes de vías y carreteras, encierros en facultades, donde terminan “acampando” literalmente, etc. El personal docente y el de seguridad ha sufrido también agresiones, lo que ha provocado la expulsión de varios estudiantes. Las protestas estudiantiles siempre han tenido fama de ser especialmente virulentas: la pasión que la juventud pone en todo y un futuro incierto son acicates para que ésto suceda.
No sabemos lo que va a pasar en adelante, pero creo que este Plan no nos traerá aportaciones realmente interesantes y positivas, ni mejorará el actual sistema de enseñanza universitario. En otros países de Europa con un programa educativo más avanzado quizá no haya tantos problemas, pero aquí está por ver su utilidad.
 
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