martes, 11 de marzo de 2014

La revolución de la Iglesia católica


El Papa Francisco nos sigue sorprendiendo con su particular forma de enfocar los asuntos religiosos. Desde luego con él no existe la rutina ni posibilidad de aburrimiento. A mediados de noviembre pasado, durante el rezo del Ángelus ante 80.000 personas, sacó una cajita diciendo que era una nueva medicina, la “Misericordina”, que según él “hace bien al corazón, al alma, y mejora la vida”. "Pensaréis que me he metido ahora a farmacéutico", exclamó ufano. Pero no, su curiosa intervención tenía como fin repartir gratuitamente un rosario, que venía con unas instrucciones en 4 idiomas diferentes.

Nadie diría, viendo la caja, blanca con un gran corazón impreso en ella, que no se trata de un medicamento para enfermos coronarios. “Contiene 59 píldoras dirigidas al corazón”, dijo divertido, al igual que los que le escuchaban, en alusión a las 59 cuentas que tiene un rosario.

Por otro lado, el mes pasado el Papa Francisco aplaudió sin reservas una intervención del cardenal alemán Walter Kasper, en una reunión de cardenales venidos del mundo entero, en la que proponía readmitir a la comunión a algunos divorciados vueltos a casar civilmente, siempre que el primer matrimonio haya resultado irremediablemente roto sin culpa del interesado. El cardenal presentó la propuesta como una mera posibilidad, y el Papa Francisco dijo que quería darle las gracias por sus palabras “porque encontré teología profunda y pensamiento sereno”. Afirmó sobre su ponencia que “me ha hecho bien, y me ha traído a la cabeza una idea…”

Más sorprendida me quedé hace un par de días tras ver a sor Lucía Caram entrevistada por Risto. No sabía nada de esta religiosa, y eso que ya lleva unos años dando qué hablar. Dominica contemplativa, monja de clausura, predicadora, es una mujer que acumula muchos adjetivos que nos pueden confundir. Muy contemplativa no se la ve, y la clausura está claro que la dejó atrás hace tiempo. Lo que no sé es cómo no ha recibido ya alguna llamada de atención del Vaticano, pues sale en los medios criticándolo casi todo: al presidente del gobierno, a la presidenta de su país de origen, Argentina (su incontinencia verbal hace que no pueda ser de ningún otro lugar), al Rey, a ciertas medidas que ha tomado la Iglesia sobre algunos religiosos, a los políticos en general… Cuando defiende lo hace también a capa y espada, como al apoyar el independentismo catalán y a Artur Mas, del que dice que es un gran político.

Tampoco tuvo pelos en la lengua cuando Risto le preguntó por su voto de castidad. Afirmó haber renunciado a la genitalidad, pero no a su sexualidad. Dijo que era humano sentirse atraído por otra persona en un cierto momento, y que un obispo conocido suyo, muy competente en su trabajo según declaró, había sufrido los rigores vaticanos por haberse enamorado, siendo relegado a un puesto sin importancia lejos de su diócesis. Sor Lucía pedía misericordia y comprensión para los religiosos también, no sólo para el resto de las personas no consagradas a la Iglesia. Comentó que al hacer la renuncia y tomar los votos se resintió más que nunca su naturaleza, pues una mujer nace preparada para la maternidad y la complementariedad con el hombre. Me gustó cómo lo explicó, no entrando en la dinámica de Risto, que dio rienda suelta a su morbo habitual, pues son preguntas que todos nos hemos hecho alguna vez pero nunca abiertamente.

Reconozco la labor de esta religiosa que da techo y comida a 1.600 familias, “sin un duro”, como dice ella, sólo con la caridad ajena y la labor de los voluntarios que no cobran nada por su trabajo. Y vale para ello, pues convence y sabe pedir, pero lo de criticar a diestro y siniestro no lo encuentro acertado, sobre todo por la forma como lo hace, entrando al trapo en plan destroyer. Puede que los que la escuchen crean que su opinión representa a la Iglesia, algo que no es cierto. Es como una teología de la liberación, pero femenina y lenguaraz.

Lo que sí hace es alabar al Papa Francisco, por ser un soplo de aire fresco que hacía falta desde hace mucho tiempo. Le gusta oirle hablar de pobreza, de no juzgar a los homosexuales y otros muchos temas que nunca antes se habían tratado con tanta libertad. Sor Lucía apoya el uso del preservativo, aunque como dice Risto, y yo misma, los religiosos que nunca han estado casados ni tenido relaciones sexuales poco pueden hablar sobre estos temas, lo que no les impide tratar el asunto constantemente.

Nuevos derroteros está siguiendo el pensamiento cristiano, que escandalizará a los más reaccionarios, aferrados a sus doctrinas arcaicas. La Iglesia católica intenta adaptarse a los nuevos tiempos, algo que hasta hace poco parecía impensable. Ojalá siga en ese progreso continuo.

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