lunes, 15 de junio de 2009

En honor a la verdad (XXIII)




- Lo primero que han hecho mis hijos en cuanto he puesto Internet en casa es meterse en una red social a chatear. Creo que se llama Habbo, y Miguel Ángel supo de ella por alguno de sus amigos al que se la oyó mencionar.
Todo consiste en crear un personaje, un muñeco bastante feo por cierto, al que le das la apariencia que quieras (tienes modelos de peinado, ropa y rostros, y una paleta de colores para todo), y le asignas un nombre. Con él participas en el chat introduciéndote en alguno de los ambientes de que dispone: el hall de un hotel, el ático de un edificio, unos grandes almacenes, una discoteca (aquí es donde Miguel Ángel se mete más), etc. Debe tener muchos espacios similares porque aunque están participando cada día miles de personas, en cada uno sólo se ve como mucho una docena de personajes.
Los bocadillos con las frases cortas de los que conversan se van sucediendo, cada uno con nombres que los identifican absolutamente disparatados. Miguel Ángel tuvo que cambiar el de “mafioso” por otro porque hubo gente que se asustó un poco.
Se conectan con gente de toda España y de Sudamérica. Ana contactó con una chica que vivía en Calama, pueblo de no sé qué parte de aquel continente que he oído mencionar por una canción que Víctor Manuel compuso hace años.
Por el contenido de los mensajes y la cantidad de mentiras que deben decirse, sobre todo en lo que a la edad se refiere, lo encuentro una cosa insulsa y sin mucho sentido.
Miguel Ángel, la primera vez que participó, se quedó un poco sorprendido y algo molesto porque estuvo conversando con una chica un año menor que él durante hora y media y, de repente, desapareció sin despedirse. Ésto debe ser como el que sale a la calle y se pone a hablar con cualquiera que pase en ese momento por tu lado, nunca sabes con quién vas a dar ni la educación de todo el mundo es la misma. Lo mejor es no tomarlo demasiado en serio.

- Me hizo mucha gracia cuando ví en un programa de sketchs de televisión el trozo de uno que se dedica a introducir a familias españolas en una tribu, africana supongo, y se tienen que adaptar a las costumbres de ésta. Uno de los miembros de la tribu probó el chopped y le dio un asco tremendo. Se lo pasó a su hijo diciendo que parecía un trozo de un brazo humano y que se lo diera a comer a los cerdos. Cuando fueron probando todos la Coca-cola pasó algo parecido, pusieron cara de repugnancia y decían que les escocía la garganta. No en vano se utiliza para quitarle el óxido a los metales.
Lo de tener que asearse con la propia orina o no tener lavadora sí son cosas por las que sí es difícil pasar, pero en muchas otras estamos nosotros más salvajes y más atrasados que ellos. Menos mal que los monopolios no han llegado a todos los rincones del planeta. Todavía hay sitios donde los alimentos artificiales no tienen ninguna acogida.

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