- “Mi esposa es tan gorda que yo soy cualquier cosa”.
“No sé si creeréis en la reencarnación, pero yo llevo ya cinco vidas siendo negro. Necesito un respiro”.
Éstas son algunas de las frases de Dave Chappelle, un humorista que hace furor en la televisión norteamericana. Alto, joven y muy delgado, se pasea por el escenario relajadamente y habla de prisa, con un ingenio ácido y elegante al mismo tiempo. Habla de racismo, de sexo, de política, y aunque dice cosas incómodas y cruza muchas veces la línea de lo que es permisible y lo que no lo es, no suenan en su boca de forma grotesca o vulgar. Sus ideas son sumamente originales. El éxito nunca se le ha subido a la cabeza. Sigue siendo un hombre sincero, fiel a sí mismo, realista, que empezó casi de adolescente participando en series de televisión que no tuvieron apenas acogida entre el público. Pero la gente se fijó en él y él continuó trabajando sin descanso, inasequible al desaliento.
“¿Sabéis lo difícil que es que un negro logre parar un taxi en Nueva York?. Pasan de largo como si tal cosa. Hace poco conseguí parar uno, y me llevé tal susto que tuve que decir: “Váyase, por favor”.
“En California hasta los pobres tienen tierras. ¡Y qué tierras!. Grandes extensiones de zona verde alrededor del gueto. Se pueden ver a gorilas mafiosos negros con el cortacésped bailando rap”.
Lo mejor de Dave Chappelle son los gestos que hace y los ruidos con los que acompaña sus shows. Una orquesta va con él a todas partes y es el contrapunto musical y de “gags” sonoros de sus intervenciones.
Inteligencia y humor.
- Me sobrecogen siempre que las veo las imágenes de las Torres Gemelas impactadas por los aviones y su desmoronamiento posterior. Parece mentira que ya hayan pasado siete años y medio de aquello, porque la impresión tan grande que todos recibimos ha dejado este suceso grabado permanentemente en nuestro cerebro y nos da la sensación de que hace poco que tuvo lugar.
En realidad casi no hay día desde entonces que no se haya recordado, quizá por el temor a que en cualquier momento pueda repetirse (la gente que se lanzaba desde las ventanas de las torres huyendo del fuego, una fracción de segundo para elegir la “mejor” forma de morir), los edificios deshaciéndose en mil pedazos entre llamas, cristales y amasijos de hierros, todo el mundo corriendo por las calles presa del pánico, y las cientos de historias que circulan sobre aquellas horas terribles, llenas de dramatismo y heroicidad en algunos casos, todo ésto forma parte de la manera como nuestro mundo “civilizado” inició el siglo XXI. Por no decir del avión que iba destinado al Pentágono, y cuyos ocupantes supieron con bastante antelación cuál iba a ser su final.
Siempre me llamó la atención esa lluvia de papeles que precedió al derrumbe de las torres. Se parecía a esa nube de confeti con que los americanos acostumbran a celebrar sus desfiles. Podrían ser los papeles de las muchas oficinas que albergaban los edificios (bonita forma de acabar tanta burocracia), o simplemente cenizas.
Sadismo a gran escala, otra de las especialidades que el hombre ha desarrollado en los últimos tiempos. Me pregunto cuál será la horrible y novedosa forma de matar con que tarde o temprano nos volverán a sorprender y obsequiar los terroristas.
Al final parecemos corderos que están esperando en el matadero el momento del sacrificio, y como no se sabe cuál va a ser esa incertidumbre nos va matando antes. Mejor no lo pensemos.
“No sé si creeréis en la reencarnación, pero yo llevo ya cinco vidas siendo negro. Necesito un respiro”.
Éstas son algunas de las frases de Dave Chappelle, un humorista que hace furor en la televisión norteamericana. Alto, joven y muy delgado, se pasea por el escenario relajadamente y habla de prisa, con un ingenio ácido y elegante al mismo tiempo. Habla de racismo, de sexo, de política, y aunque dice cosas incómodas y cruza muchas veces la línea de lo que es permisible y lo que no lo es, no suenan en su boca de forma grotesca o vulgar. Sus ideas son sumamente originales. El éxito nunca se le ha subido a la cabeza. Sigue siendo un hombre sincero, fiel a sí mismo, realista, que empezó casi de adolescente participando en series de televisión que no tuvieron apenas acogida entre el público. Pero la gente se fijó en él y él continuó trabajando sin descanso, inasequible al desaliento.
“¿Sabéis lo difícil que es que un negro logre parar un taxi en Nueva York?. Pasan de largo como si tal cosa. Hace poco conseguí parar uno, y me llevé tal susto que tuve que decir: “Váyase, por favor”.
“En California hasta los pobres tienen tierras. ¡Y qué tierras!. Grandes extensiones de zona verde alrededor del gueto. Se pueden ver a gorilas mafiosos negros con el cortacésped bailando rap”.
Lo mejor de Dave Chappelle son los gestos que hace y los ruidos con los que acompaña sus shows. Una orquesta va con él a todas partes y es el contrapunto musical y de “gags” sonoros de sus intervenciones.
Inteligencia y humor.
- Me sobrecogen siempre que las veo las imágenes de las Torres Gemelas impactadas por los aviones y su desmoronamiento posterior. Parece mentira que ya hayan pasado siete años y medio de aquello, porque la impresión tan grande que todos recibimos ha dejado este suceso grabado permanentemente en nuestro cerebro y nos da la sensación de que hace poco que tuvo lugar.
En realidad casi no hay día desde entonces que no se haya recordado, quizá por el temor a que en cualquier momento pueda repetirse (la gente que se lanzaba desde las ventanas de las torres huyendo del fuego, una fracción de segundo para elegir la “mejor” forma de morir), los edificios deshaciéndose en mil pedazos entre llamas, cristales y amasijos de hierros, todo el mundo corriendo por las calles presa del pánico, y las cientos de historias que circulan sobre aquellas horas terribles, llenas de dramatismo y heroicidad en algunos casos, todo ésto forma parte de la manera como nuestro mundo “civilizado” inició el siglo XXI. Por no decir del avión que iba destinado al Pentágono, y cuyos ocupantes supieron con bastante antelación cuál iba a ser su final.
Siempre me llamó la atención esa lluvia de papeles que precedió al derrumbe de las torres. Se parecía a esa nube de confeti con que los americanos acostumbran a celebrar sus desfiles. Podrían ser los papeles de las muchas oficinas que albergaban los edificios (bonita forma de acabar tanta burocracia), o simplemente cenizas.
Sadismo a gran escala, otra de las especialidades que el hombre ha desarrollado en los últimos tiempos. Me pregunto cuál será la horrible y novedosa forma de matar con que tarde o temprano nos volverán a sorprender y obsequiar los terroristas.
Al final parecemos corderos que están esperando en el matadero el momento del sacrificio, y como no se sabe cuál va a ser esa incertidumbre nos va matando antes. Mejor no lo pensemos.
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