lunes, 25 de mayo de 2009

Totalitarismos


Ahora que se está recordando en los medios de comunicación los 20 años que hace que tuvieron lugar los sucesos de la plaza de Tiananmen (no tenía consciencia de que hubiera pasado tanto tiempo), vuelven las imágenes de aquellos días terribles que en su momento se nos quedaron grabadas en la memoria: los estudiantes chinos en aquella plaza gigantesca poniéndose delante de los tanques del ejército, que sin embargo no detuvieron su marcha; los jóvenes masacrados por las fuerzas de seguridad…
Hablando de este tema con una mujer china a la que hace tiempo acudía para que me diera masajes (cuánto saben los orientales de los males del cuerpo y del alma, tradición milenaria como pocas), ella hablaba de que en su país no existen los derechos humanos. “Yo tengo sólo un hijo porque no me puedo permitir tener más”, me decía, “pero si estuviera en China lo tendría absolutamente prohibido por el gobierno. Allí, si descubren que estás esperando un segundo hijo, te encarcelan hasta que decides abortar, como si estuvieras cometiendo un delito”.
No puedo entender cómo es posible que en países tan inmensos como Rusia o China no surja un movimiento descomunal del pueblo en contra de sus regímenes totalitarios. Sus gobernantes se habrán asegurado una infraestructura lo bastante grande y fuerte como para mantener el orden establecido, y supongo que es cómodo formar parte de ella porque en naciones donde reina la pobreza, un trabajo estatal garantiza el sustento.
Muchos son los intereses creados, mucha gente no se atreve a iniciar una revolución por temor a lo que pueda pasar, a la incertidumbre del futuro. Sólo las clases más desfavorecidas, y los estudiantes porque el saber hace que te cuestiones muchas cosas y sus mentes trabajan y les mueven a buscar otras opciones, osan de vez en cuando protestar con pequeños conatos de incendio.
Lo que llamó la atención en Tiananmen fue la crudeza con que los universitarios fueron repelidos. Ellos casi no se defendieron. El gobierno chino tiene miedo, teme que se socaven sus cimientos, podridos desde sus orígenes, y la suya es la reacción habitual de los que son cobardes y mezquinos.
Algún intelectual chino, que por supuesto vive en el exilio, cree que aquella pequeña revolución fue un paso atrás más que un avance en la historia de China. Las autoridades reforzaron desde aquel momento sus medidas represivas contra la población, ya de por sí muy duras antes.
Cuando un gobierno establecido se pone a reprimir la voz del pueblo, no conoce límites, y da igual que se trate de un grupo numeroso de personas como de una sola. Algo que me ha impresionado de siempre es lo que le sucedió a Víctor Jara. Él era la cabeza visible de una ideología, la voz dulce, suave y sincera que denunciaba una injusticia absoluta. Bien saben los opresores a quién pueden exterminar fácilmente, aquellos que se encuentran indefensos y la única protección que les asiste es la Verdad, que por lo que se ve no sirve para protegerse y mantenerse con vida.
Por eso, como el pueblo llano ha sido eternamente maltratado y sometido desde hace siglos, cuando se levanta lo hace también con un odio mortal, con un deseo ciego de venganza, y es cuando los reyes franceses pierden sus cabezas, o cuando los zares de Rusia y toda su descendencia son fusilados y ultrajados después de muertos, o el dictador de turno es ejecutado y su cuerpo despedazado por las turbas enfurecidas como le pasó a Mussolini. La miseria y el dolor largamente soportados hacen desaparecer la compasión y la cordura.
Lo menos corriente es que un gobernante sanguinario sobreviva hasta bien entrada la vejez, como Pinochet, y se limite a última hora a sentarse en el banquillo y someterse a un juicio por delitos contra la Humanidad que ni él mismo recuerda casi ya, tantos como fueron y tantos años han pasado desde entonces. Estoy segura que gente como él no perdieron jamás ni una hora de sueño pensando en las atrocidades que cometieron, perfectamente en paz consigo mismos. Mientras se hiciera su voluntad, todo lo demás importó poco.
Si los habitantes de todos esos países con regímenes totalitarios los abandonaran y se fueran a vivir a otros lugares, si los tiranos se quedaran solos, entonces ya no tendrían a quién vejar, ya no tendrían razón de ser. Puede que terminaran desapareciendo por sí mismos, ahogados en sus propias inmundicias. Aunque es una pena que uno tenga que abandonar su hogar y la tierra que te vio nacer sólo porque no te dejen vivir en paz.
Mejor que enfrentarse a ellos es dejarlos a su aire. Ellos se lo buscaron.
Huyamos de los totalitarismos.

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