miércoles, 6 de abril de 2011

Keith Richards (III)


De su relación con Mick Jagger dice de todo, tan pronto lo alaba y afirma que es como un hermano como le critica la más mínima peculiaridad de su carácter:

“Cuando era un crío solía ir a casa de Mick. Si querías algo de beber, abrías la nevera y no había nada salvo quizá medio tomate. Y era un frigorífico inmenso. Treinta años más tarde voy al apartamento de Mick, abro la nevera, una más grande incluso, ¿y qué hay?. Medio tomate y una botella de cerveza”.

Los percances se suceden hasta en los momentos más insospechados:

“Hubo una ocasión en que fue necesario sacar la navaja (…). No incluyo esta historia para alardear de mi buena puntería como lanzapuñales, sino para ilustrar el tipo de situaciones que me encienden la sangre. Uno de los ingenieros de sonido lo presenció todo, y será mejor que lo cuente él:

   “Un pez gordo de la industria invitado por Mick se presentó para hablar de no sé que contrato. Alardeaba de grandes conocimientos de producción musical, y estábamos escuchando una grabación de una canción que iba a ser el primer single. Keith estaba allí de pie con la guitarra y Mick también, escuchando. Acaba el tema y el tipo dice: “Una gran canción, Keith, tío, pero si cambias los arreglos un poco te digo yo que sonaría mucho mejor”. Así que Keith se va para su maletín de médico, saca la navaja y se la arroja: aterrizó justo entre las piernas del tipo. ¡Booooingg!. Fue como de Guillermo Tell, algo fantástico. Y Keith le dice: “Mira, hijito, yo ya estaba componiendo canciones cuando tú todavía no eras ni una chispa en la polla de tu padre. No vengas a decirme cómo se compone”. Y se largó. Luego Mick tuvo que suavizar la situación, pero fue increíble. Nunca lo olvidaré”.

Cuenta también los inconvenientes que se presentan durante los espectáculos, desde una lluvia monzónica en alguna parte de la India que casi le impide ver incluso el mástil de la guitarra, hasta el exceso de frío, de calor o contaminación:

“Hay veces en que es por la condiciones: no hay suficiente aire o hace demasiado calor.

- ¿Dónde se ha metido Mick?

- Está ahí detrás echando la pota”.

Es interesante la forma como Keith describe la conexión que existe entre los miembros de la banda:

“ Cuando Mick se aleja de la banda para dar sus paseítos por las rampas, ya no te puedes fiar de que lo que él esté oyendo allí sea lo mismo que estamos oyendo nosotros (…). La banda se acopla y se desacopla de nuevo un par de veces a fin de conseguirlo, y el público ni se entera. Yo espero a que Charlie mire a Mick para ajustar el ritmo siguiendo su lenguaje corporal, no por el sonido, porque hay eco y de eso no te puedes fiar. Charlie aguanta con un ligero redoble mientras observa cuándo va a entrar Mick y … ¡bang!, yo me engancho”.

Y, una vez más, nos habla de lo que siente cuando sale al escenario, de la pasión que le ha movido a dedicarse a esta profesión:

“La verdadera liberación es salir al escenario, porque estar ahí fuera tocando es divertido, es un placer (…). La única manera de mantener el impulso durante las largas giras es alimentarse con la energía que emana del público. Ese es mi combustible. Lo único que tengo es esa energía abrasadora (…). Siento una fuerza desbordante cuando se levantan de los asientos (…). Es casi como una dinamo o un generador gigantesco. Es indescriptible (…). En cada actuación, Mick se hace más de quince kilómetros, y yo casi diez con la guitarra a cuestas. Seríamos incapaces sin la fuerza del público”.

Para ciertas cosas es muy maniático: siempre tiene un pastel de carne recién hecho en su camerino, y nadie puede tocarlo hasta que no lo ha probado él, a no ser que quiera meterse en problemas. Además tiene una receta de salchichas con puré de patatas que justamente se puso a cocinar durante el banquete de boda de su hija mayor. A alguien se le ocurrió quitarle uno de los ingredientes para gastarle una broma. Se puso tan furioso que cogió dos sables que estaban colgados sobre la chimenea del salón de su casa y salió corriendo detrás del susodicho hasta que se perdieron en la noche. Aquel tipo se pasó el resto del tiempo escondido entre los arbustos del jardín, y cuando volvió a la fiesta se había puesto un pasamontañas para que Keith no le reconociera.

Cuando tuvo el accidente en una playa exótica, en el que se cayó de un árbol y se hizo daño en la cabeza, cuenta con mucho humor las cartas que recibió mientras se recuperaba:

“La primera frase de la que me mandó Tony Blair decía: "Querido Keith, siempre has sido uno de mis héroes…” ¿El destino de Inglaterra está en manos de alguien que me considera uno de sus héroes?. ¡Aterrador!. Incluso recibí una nota del alcalde de Toronto. Todo aquello fue como un interesante adelantos de mis obituarios, una idea general de lo que me esperaba”.

Al final del libro centra sus recuerdos en la 1ª vez que alguien le hizo un comentario sobre su forma de tocar, que fue su madre mientras estaban en casa. Me ha gustado esta forma de terminar, volviendo al origen de todo.

He omitido el largo proceso hasta que consiguieron el estrellato, las canciones que compusieron, los lugares en los que tocaron, porque resultaba demasiado largo. O sobre sus vivencias en la casa paterna (el padre de su madre fue el que le enseñó a tocar). Omití también todo lo relacionado con su adicción a las drogas y las sucesivas curas de desintoxicación porque son descripciones largas y muy penosas que se suceden a lo largo del libro intercaladas con otros recuerdos. También lo relativo a sus amores, porque con su 1ª mujer fueron muy turbulentos y con su 2ª esposa, y definitiva, muy románticos, y merece la pena que el lector se recree en ellos personalmente.

Yo, que apenas conocía a Keith Richards más que por sus imágenes en televisión durante algunos de sus conciertos, y siempre fiándome de las apariencias, le tenía por un colgado, he descubierto en él a un hombre lleno de vida, tierno aunque en muchas ocasiones se ponga una coraza de dureza para que no le hagan daño. Un tipo muy sincero que no se anda con chiquitas, muy directo, extremo en sus afectos, entrañable cuando te ganas su corazón. Alguien que, pese a los muchos altibajos de la vida, ha conseguido todo lo que se proponía y es una persona feliz. Recorrer con él la historia de su trayectoria existencial ha sido toda una experiencia.
Eterno Keith.

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