jueves, 28 de abril de 2011

El sexto sentido


Hace unos días veía El sexto sentido, y me dejó una sensación distinta a las anteriores ocasiones en que la he visto. Siempre me ha impresionado el hecho de que haya personas que tengan una habilidad especial para percibir realidades que pasan inadvertidas a otros. Si esto le sucede a un niño, es aún más impactante.

Hay un programa en el Digital que trata este tema: aparecen diferentes casos de niños y algún adolescente que pueden “ver” a personas que ya han fallecido, y comunicarse con ellas. También, como en la película, viven estas experiencias como algo terrorífico. Ciertamente, si te pones en su lugar, y más si se es alguien aún tan joven, no es difícil imaginar lo mal que lo deben pasar. Tiene que ser espeluznante.

El protagonista de El sexto sentido no era desde luego un niño cualquiera. Experimentar percepciones extrasensoriales puede pensarse que es una cualidad excepcional. Para él era sin embargo una carga casi imposible de soportar. En el film la puesta en escena era sobrecogedora, con todos esos espíritus de gente fallecida en circunstancias violentas, seres llenos de ira o de tristeza, pálidos y ensangrentados. El hecho de que su boca exhalara vapor cada vez que ellos estaban cerca, como si de repente hiciera mucho frío, movía a espanto. “En ocasiones veo muertos”, le decía al otro protagonista, otra persona que no sabía que ya no pertenecía a este mundo hasta el final de la historia. “Ellos ven lo que quieren, y no saben que están muertos”, le dice con su voz infantil, con esa sesuda sensatez y resignación que sólo tienen los niños que pasan por circunstancias terribles. Es adorable.

Las premoniciones no sé si caerán dentro de la órbita del sexto sentido. Yo siempre he tenido, lo mismo que mi madre, y mi hijo ahora. Cuando los atentados de Atocha, la tarde anterior me abstraje por completo en un cierto momento y sin saber por qué y sin darle tampoco ninguna importancia, empezaron a pasar por mi mente una sucesión de imágenes, todas catastróficas, de cristales que reventaban como a cámara lenta, algo que debió durar unos segundos y que a mí me pareció que duraba mucho. Pensamientos negativos y apocalípticos son muy propios de mí, pero en aquella ocasión parece que sí tuvieron un fundamento.

Por lo general esas intuiciones, por llamarlas de alguna manera, no van más allá de recrear en mi mente la imagen de una persona que es significativa para mí o me ha dejado huella por alguna razón en el pasado, y verla ese mismo día o al día siguiente. La última vez que me ha pasado fue hace un par de días, que me encontré cerca del trabajo, cuando volvía del desayuno, a una antigua compañera del sitio donde trabajaba antes y en la que había pensado esa misma mañana, al encontrarme entre unos papeles el correo electrónico que me dejó en su momento. Paseaba con su marido y su hijo por allí. No tardó en mencionarme una carta que le escribí cuando se fue del sitio en el que trabajábamos, pues ella se marchó antes que yo, y que siempre me dijo que le había servido de ayuda para su vida, como si fuera un bálsamo para sus preocupaciones e incertidumbres. Su marido me dijo que al leerla le dio la impresión de que yo la conocía de toda la vida, cuando en realidad sólo habíamos hablado en algunas ocasiones, por los pasillos, aunque no hacen falta muchas palabras cuando hay empatía. Ella es una persona muy sensible, y me dijo que también tiene premoniciones. A lo mejor es sólo una cualidad de los que tenemos los sentidos muy receptivos, o quizá sea algo más que no se puede explicar, y que desde luego se transmite por herencia, como cualquier otra característica fisica o psiquica.
Cuando interactuamos con otras personas, percibimos detras de sus gestos y palabras una especie de aura que las acompaña, como un universo unico e irrepetible que los identifica y distingue, y que deja una impronta en nosotros. Con un poco mas que las lleguemos a conocer podemos imaginar por sus circunstancias cual ha sido su trayectoria vital y hasta sus mas reconditos pensamientos.

Dicen que el sexto sentido a veces está como adormecido, que hay épocas en que no está operativo. Otras, en cambio, en que funciona a pleno rendimiento. Es sin duda una extraña sensación la que se experimenta cuando se tiene, y a veces me da un poco de temor. En cualquier caso, parece que es algo inevitable e incontrolable.

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