martes, 21 de febrero de 2012

Mi filmoteca particular

Hace poco decidí deshacerme de la colección de videos que tenía guardada en mi casa como oro en paño desde tiempo inmemorial. Cuando mis padres compraron su primer video hace ya 22 años, estuve grabando en los 5 años siguientes todas las películas que me encantaban, y fueron muchas, porque la programación por aquel entonces era estupenda. Luego, cuando me casé, grabé ya muy pocas, unas veces porque tenía poco tiempo y otras porque el interés de los films ha ido bajando progresivamente.

En cada cinta solían caberme 3 largometrajes. Grababa con el sistema SP, que era el más habitual, o con el LP, que comprimía la grabación para que se pudieran grabar más. Si era muy larga sólo me cabía un título, como con Ben Hur o El último emperador. Las guardaba en cartucheras que imitaban el formato de un libro, algunas de plástico azul marino, rojo o negro, y otras como aterciopeladas en negro o color vino con los cantos dorados.

En el lomo de la cartuchera colocaba una tira de papel que mi padre me imprimía en el ordenador de su trabajo con los títulos que yo le indicara, enmarcados con una doble raya muy historiada. Él comparte mi afición por el cine, lo mismo que él la compartía con su padre. Por dentro colocaba media cuartilla con el nombre de la película, una sinopsis del argumento, los intérpretes principales y la duración. En la portada ponía un recorte del Teleprograma, pequeña revista que creo que aún se edita, que solía tener carteles publicitarios de films.

Incluso me hice con unos estantes de madera de haya que mi padre colgó de la pared de mi por entonces habitación para otorgarle el merecido lugar que correspondía una pasión como la mía, el altar de las cosas sagradas.

Pero el nuevo video que compré hace pocos años, sustituyendo al que tenía, muy machacado con la grabación de películas y series infantiles cuando mis hijos eran pequeños, nunca funcionó bien, y las cintas con el paso de tantos años se terminan borrando. Efímera adoración la mía, que con el paso del tiempo se desintegra sin que nada pueda hacer para remediarlo. Ingenua de mí al pensar que la devoción hacia algo o alguien puede transmitirle a éste carácter inmortal.

Mi hijo me ayudó a hacer una relación con los títulos antes de comenzar a deshacerme de las cintas. Mi intención es comprármelas en DVD, y las que no encuentre en las tiendas porque no son comerciales y las pasaron por televisión fugazmente hace décadas, esas las tendré que piratear, si consigo aprender a hacerlo (se puede ser más torpe). Hay verdaderas joyas del celuloide que no están editadas, y ésta es la única manera de hacerse con ellas. Me compraré un DVD grabador para hacerme con las que me gusten del canal Digital.
En total tenía 89 películas. 5 ya las tengo en DVD. Luego había capítulos sueltos de algunas series que me gustaban. También hay un concierto de Génesis de 1992, y un debate que dirigió Jesús Hermida sobre la crisis de los 50, y que me encantó.

También han corrido la misma suerte los videos de películas infantiles que veían mis hijos de pequeños, y que eran muchos. Tengo DVD’s con dibujos animados que compré después, pero sus gustos han cambiado según se han ido haciendo mayores, y ya tampoco los ven. En este caso sería una tontería reponer las cintas, pero sí que hay algunos títulos significativos que no me importaría conservar, porque pese a los años que tengo sigo disfrutando mucho con las pelis de niños.

Tengo bastantes DVD's con películas recientes que nos han gustado a todos, y muchos otros que espero tener aún. Son ahora mi nueva filmoteca particular.

Cada noche bajo un par de las muchas bolsas que he acumulado con los videos viejos, y las dejo junto a los contenedores de basura, con la esperanza de que le interesen a alguien. Cuántas cosas he dejado así y han desaparecido al cabo de un rato, siempre hay quien quiere lo que a otros ya no les hace falta, y más en tiempos de crisis. Pero en esta ocasión sólo se llevaron unas pocas bolsas, los demás días se limitaron a revolver su contenido y esparcirlo. Cuando bajaba a la calle al día siguiente para ir al trabajo, me encontraba esparcidas por la acera cintas, algunas rotas, y el corazón se me encogía: el objeto de mi pasión era destruído. Habrá sido algún ser vil y despreciable, pensé. Aquello era incalificable.

Ahora, las pocas bolsas que quedan las depositaré en el contenedor de basuras, puesto que a nadie le aprovechan, todo menos verlos por ahí tirados.

Nadie se imagina cuántas horas de placer me han proporcionado estas películas, cuántas cosas he aprendido en ellas y cuántas emociones despertaron en mí. Y cuando mis hijos eran pequeños lo pasamos genial con las que ellos veían, lo que sucedía en aquellos largometrajes de dibujos animados fueron su primera ventana al mundo. Habrá películas que ahora quizá ya no quiera tener, porque aunque sean clásicos del cine las tenga muy vistas y ya no me dicen nada, pero el resto de las que ya tengo y las que vaya reponiendo de las que tenía en video pasarán a formar parte de mi nueva filmoteca particular. Espero que esta vez el formato sí sea duradero.

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