Al principio del curso, un
miembro del AMPA del instituto donde estudia mi hija, interrumpió la reunión que
tenemos por esas fechas los padres con los tutores de curso, para exponer
brevemente la problemática planteada ante el Plan Urbanístico con el que el
Ayuntamiento pretende asolar nuestro barrio. Habían estado hablando con la
Asociación de Vecinos de la zona y comprobaron que tenían
frentes comunes de reivindicación y lucha. Tiempo después nos mandó
un correo electrónico que incluía unas apreciaciones personales y las alegaciones que un tal Pelayo Gutiérrez
hacía, como presidente de dicha asociación vecinal, respecto al polémico Plan.
El tal Pelayo, cuyo nombre recuerda a aquel D. Pelayo del reino de Asturias que fue tan batallador, exponía a lo largo de 16 páginas todos los inconvenientes que
supondrán las viviendas que se pretenden hacer en los solares donde se
encontraba la fábrica de cerveza Mahou, y los rascacielos que ocuparán el
emplazamiento que tiene actualmente el estadio del Atlético. Propone otras
alternativas, entre las que se incluyen centros sanitarios, biblioteca, escuela de
idiomas, centros para mayores, ampliación de aceras y del carril bici, entre
otras muchas cosas. “En este proyecto”, dice lleno de exaltación y verdad, “se
tienen en cuenta principalmente los intereses de los grandes promotores
inmobiliarios, asociado al capitalismo financiero y apoyados por unos gobiernos
neoliberales, que descubren en estos terrenos el lugar propicio para el gran
negocio, una vez perdido el atractivo de las urbanizaciones periféricas, que se
nos quiere presentar con un astuto marketing, envuelto en una falsa retórica de
modernidad, competitividad, de la oferta turística y las compras. Pero esto es
sólo un envoltorio para vendernos la “moto” a los ciudadanos y a la opinión
pública y aceptemos un modelo de ciudad que nada tiene que ver con el
desarrollo humano y social para las personas (…)
La zona ganará prestigio con unas
construcciones de calidad, de bella factura y funcionales, que estén pensadas
sobre todo para el servicio y comodidad de los ciudadanos.
No hacen falta rascacielos e
inmensas moles de edificios, que son todo lo contrario a la belleza, comodidad
y funcionalidad al servicio del ciudadano”.
Pero antes de dejarme llevar por
la pasión del relato, pues Pelayo parece dotado para la escritura de novelas
épicas, lo que hizo que se me cayeran los palos del sombrajo fue la nota
introductoria a las alegaciones que escribió el representante del AMPA que nos
había visitado, refiriéndose a las instalaciones del instituto en el que
estudia mi hija: “Los edificios del Gran Capitán, en la actualidad, tienen unas
graves deficiencias de imposible subsanación con el presupuesto actual del Instituto y la distribución de los
espacios, como son la estrechez de los pasillos por donde deben circular todos
los alumnos y profesores en los cambios de clase, clases pequeñas para 30
alumnos, falta de aulas para desdoble de asignaturas, falta de aseos para
profesores y alumnos, falta de espacio en el patio para albergar pistas
deportivas, no están preparados para personas con movilidad reducida (no hay
ascensor ni manera de acceder a las plantas superiores). También es necesario
acomodar las instalaciones al plan de prevención de riesgos (instalación de
tomas de agua para incendios, etc,), y una serie de deficiencias que urge
solucionar para nuestra tranquilidad, ya que son nuestros hijos, nuestro bien
más preciado, los que las padecen”.
Este instituto, en el que yo también
estudié en tiempos, tenía unas flamantes aulas de 50-60 alumnos antes de que a
alguna lumbrera años después se le ocurrió tabicarlas para hacer grupos más pequeños, lo mismo que
los aseos, que antes eran enormes y los redujeron a la mínima expresión para
dar ese espacio a otras cosas. Los pasillos siempre han sido los mismos, y las
escaleras, y el patio, y a nadie le pareció nunca objetable. A lo mejor
queremos instalaciones como las de los centros privados, pero es evidente que
en los públicos hay ciertos lujos que no nos podemos permitir, y si los
queremos tenemos que irnos a esos otros sitios y rascarnos el bolsillo. Y si
las instalaciones están en malas condiciones es por el uso bárbaro que le dan
los alumnos, algo que no sucedía hace años cuando yo estudié allí. La educación
en casa y en la sociedad ha cambiado mucho.
En lo único que estoy de acuerdo es en
la accesibilidad para personas de movilidad reducida, hace años, cuando se
construyó el instituto, no se solía pensar en los que tienen minusvalías.
En fin, que cada cual arrima el
ascua a su sardina, y tonto el último. Mi barrio ha sufrido grandes
transformaciones en las últimas décadas. De ser las afueras de Madrid a
mediados de los 60 ha pasado a disponer de grandes urbanizaciones de alto
standing, Madrid Río y un Pasillo Verde que en realidad nunca tuvo zonas
verdes, porque como decía Pelayo, prima la especulación inmobiliaria antes
que los parques y jardines, los pulmones de la ciudad. Qué será de
nosotros, los que allí vivimos, nadie lo sabe aún.
Encontré en internet una curiosa imagen del famoso cuadro en el que Goya retrató la pradera de S. Isidro
al que se le habían añadido en rojo, para resaltar aún más si cabe el anacronismo, los rascacielos que pretenden levantar en el lugar del
estadio. Claro que la visión del campo del Atléti también horrorizaría al
legendario pintor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario