viernes, 16 de enero de 2015

El plan urbanístico que nos asola

Al principio del curso, un miembro del AMPA del instituto donde estudia mi hija, interrumpió la reunión que tenemos por esas fechas los padres con los tutores de curso, para exponer brevemente la problemática planteada ante el Plan Urbanístico con el que el Ayuntamiento pretende asolar nuestro barrio. Habían estado hablando con la Asociación de Vecinos de la zona y comprobaron que tenían frentes comunes de reivindicación y lucha. Tiempo después nos mandó un correo electrónico que incluía unas apreciaciones personales y las alegaciones que un tal Pelayo Gutiérrez hacía, como presidente de dicha asociación vecinal, respecto al polémico Plan.
El tal Pelayo, cuyo nombre recuerda a aquel D. Pelayo del reino de Asturias que fue tan batallador, exponía a lo largo de 16 páginas todos los inconvenientes que supondrán las viviendas que se pretenden hacer en los solares donde se encontraba la fábrica de cerveza Mahou, y los rascacielos que ocuparán el emplazamiento que tiene actualmente el estadio del Atlético. Propone otras alternativas, entre las que se incluyen centros sanitarios, biblioteca, escuela de idiomas, centros para mayores, ampliación de aceras y del carril bici, entre otras muchas cosas. “En este proyecto”, dice lleno de exaltación y verdad, “se tienen en cuenta principalmente los intereses de los grandes promotores inmobiliarios, asociado al capitalismo financiero y apoyados por unos gobiernos neoliberales, que descubren en estos terrenos el lugar propicio para el gran negocio, una vez perdido el atractivo de las urbanizaciones periféricas, que se nos quiere presentar con un astuto marketing, envuelto en una falsa retórica de modernidad, competitividad, de la oferta turística y las compras. Pero esto es sólo un envoltorio para vendernos la “moto” a los ciudadanos y a la opinión pública y aceptemos un modelo de ciudad que nada tiene que ver con el desarrollo humano y social para las personas (…)
 La zona ganará prestigio con unas construcciones de calidad, de bella factura y funcionales, que estén pensadas sobre todo para el servicio y comodidad de los ciudadanos.
No hacen falta rascacielos e inmensas moles de edificios, que son todo lo contrario a la belleza, comodidad y funcionalidad al servicio del ciudadano”.
Pero antes de dejarme llevar por la pasión del relato, pues Pelayo parece dotado para la escritura de novelas épicas, lo que hizo que se me cayeran los palos del sombrajo fue la nota introductoria a las alegaciones que escribió el representante del AMPA que nos había visitado, refiriéndose a las instalaciones del instituto en el que estudia mi hija: “Los edificios del Gran Capitán, en la actualidad, tienen unas graves deficiencias de imposible subsanación con el presupuesto actual del Instituto y la distribución de los espacios, como son la estrechez de los pasillos por donde deben circular todos los alumnos y profesores en los cambios de clase, clases pequeñas para 30 alumnos, falta de aulas para desdoble de asignaturas, falta de aseos para profesores y alumnos, falta de espacio en el patio para albergar pistas deportivas, no están preparados para personas con movilidad reducida (no hay ascensor ni manera de acceder a las plantas superiores). También es necesario acomodar las instalaciones al plan de prevención de riesgos (instalación de tomas de agua para incendios, etc,), y una serie de deficiencias que urge solucionar para nuestra tranquilidad, ya que son nuestros hijos, nuestro bien más preciado, los que las padecen”.
Este instituto, en el que yo también estudié en tiempos, tenía unas flamantes aulas de 50-60 alumnos antes de que a alguna lumbrera años después se le ocurrió tabicarlas para hacer grupos más pequeños, lo mismo que los aseos, que antes eran enormes y los redujeron a la mínima expresión para dar ese espacio a otras cosas. Los pasillos siempre han sido los mismos, y las escaleras, y el patio, y a nadie le pareció nunca objetable. A lo mejor queremos instalaciones como las de los centros privados, pero es evidente que en los públicos hay ciertos lujos que no nos podemos permitir, y si los queremos tenemos que irnos a esos otros sitios y rascarnos el bolsillo. Y si las instalaciones están en malas condiciones es por el uso bárbaro que le dan los alumnos, algo que no sucedía hace años cuando yo estudié allí. La educación en casa y en la sociedad ha cambiado mucho.
En lo único que estoy de acuerdo es en la accesibilidad para personas de movilidad reducida, hace años, cuando se construyó el instituto, no se solía pensar en los que tienen minusvalías.  
En fin, que cada cual arrima el ascua a su sardina, y tonto el último. Mi barrio ha sufrido grandes transformaciones en las últimas décadas. De ser las afueras de Madrid a mediados de los 60 ha pasado a disponer de grandes urbanizaciones de alto standing, Madrid Río y un Pasillo Verde que en realidad nunca tuvo zonas verdes, porque como decía Pelayo, prima la especulación inmobiliaria antes que los parques y jardines, los pulmones de la ciudad. Qué será de nosotros, los que allí vivimos, nadie lo sabe aún.
Encontré en internet una curiosa imagen del famoso cuadro en el que Goya retrató la pradera de S. Isidro al que se le habían añadido en rojo, para resaltar aún más si cabe el anacronismo, los rascacielos que pretenden levantar en el lugar del estadio. Claro que la visión del campo del Atléti también horrorizaría al legendario pintor.


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