- Cuánta seguridad últimamente en los partidos del Atléti. Después de la muerte reciente del jugador del Depor a manos de los
ultras atletistas, que en realidad existen desde tiempo inmemorial y han
protagonizado toda clase de fechorías sin que se les denunciara, es
ahora cuando se ha decidido vigilarlos muy estrechamente, obligarlos a pasar varios
controles antes de entrar en el estadio, con las cámaras de televisión muchas veces captándolo todo, a las que increpan haciendo
culpables a los medios de comunicación de la mala prensa que tienen. Pues
para eso están los periodistas, para sacar a la luz todo lo que debe
saber la gente aunque haya quienes pretendan ocultarlo. Nada debe temer quien nada
malo hace. Estoy segura de que de todas formas ellos van a continuar haciendo lo mismo
de siempre.
- Me pregunto qué bolsillos habrá enriquecido el
cambio de marquesinas que nos han impuesto últimamente. Ninguna falta hacía ese
cambio, las que había eran incluso mejores que las actuales, ya que tenían luz
y podías ver la hora y la temperatura. Las de ahora tienen ese incómodo trozo
que divide el asiento, dicen que para que no se tumben los vagabundos
(¡inhumano!), un cuadrado vacío sobre soportes que no se sabe muy bien si es para
poner algún mapa de la ciudad, una guía de transportes públicos o simplemente
el trasero, que es para lo que lo está utilizando la gente, y un techo plano en el que
se acumulan las hojas y todo tipo de basuras que el viento deposita allí, al
contrario que en las anteriores, que tenían el techo curvo y se ensuciaba
menos.
Me ha parecido
ver que es el mismo modelo de marquesina que tienen en París. No sé por qué
tenemos que imitar lo que hay por ahí fuera, si es mejor que lo que tenemos
pues bien venido sea, pero no es el caso. Derrochar el dinero en cosas que no
hacen ninguna falta nos va a llevar a la ruina como capital europea y como
ciudad. En manos de quién estamos.
- En una conversación con unas compañeras de
trabajo salía a colación el tema de la prestancia viril, que en los hombres de
hoy en día parece tan ausente. Recordaba yo la belleza de Robert Redford en sus
buenos tiempos y también la impronta que su personalidad dejaba en todo lo que
hacía. Su manera de hablar, de mirar, de moverse, nos hacía percibir que detrás de
la perfección física había todo un mundo lleno de matices, rico y complejo.
Ahora, cuando contemplas a un actor en acción, de los muchos que hay apolíneos y a la
última, no ves más que un trozo de carne con ojos que se mueve de aquí para
allá sin conseguir transmitir nada. Es la ausencia de valores, la propia
vaciedad de la sociedad, la preponderancia de las cosas materiales y lo superficial, la
falta de reflexión, de cultura, de experiencias vividas con verdadera introspección e
intensidad, lo que hace que detrás de una simple fachada no hallemos nada
más.
Hoy en día, que
cada vez gusta más lo light a todos los niveles, hallamos una inconsistencia tal
a nuestro alrededor que el mundo entero amenaza con derrumbarse como un
castillo de naipes. No hay color, no hay calidad, ni en las cosas, ni en lo que
comemos, ni en las personas, en nada. Y sin embargo seguimos viviendo, seguimos
orbitando en el espacio y girando sin cesar en ese eterno efecto Coriolis que no
nos deja parar. Será que las fuerzas de la Naturaleza, con su imperturbable,
inexorable funcionamiento, son lo único auténtico, consistente, que existe. La
mecánica del Universo, con sus reglas inmutables, es lo único que al final
permanece inalterable en el tiempo.
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