jueves, 25 de abril de 2013

Pequeña miss Sunshine


La pequeña Olive viaja con su hermano, sus padres, su tío y su abuelo en un monovolumen tipo años 70, más de mil kilómetros camino de un concurso de belleza infantil en el que tiene mucha ilusión por participar.

El abuelo, con sus vaqueros, sus camisetas de manga corta y su chaleco de cuero y ese aire macarrilla, es el que pone la nota picante. Inefable la forma como le habla a su familia. Al nieto adolescente le alecciona respecto de algunos aspectos de la vida. “Tú folla todo lo que puedas, cuanto más folles mejor. Tírate a cualquier mujer que te encuentres. Y mejor ahora, si los dos sois menores de edad, porque en cuanto cumplas los 18, si te lo montas con una menor son 2 ó 3 años de cárcel”. El chico no contesta, a raíz de un enfado decidió dejar de hablar y comunicarse únicamente escribiendo en una libreta que siempre lleva consigo.

Son inútiles los esfuerzos de uno de sus hijos, el padre del chico, para intentar cambiar de conversación. Es el que conduce, y está preocupado porque su trabajo corre peligro y porque disponen de muy poco tiempo para llegar a su destino. Oli escucha música con sus cascos, ajena a las conversaciones subidas de tono del abuelo.

El otro hijo, que les acompaña un poco forzado por las circunstancias, lleva vendadas las muñecas tras un intento frustrado de suicidio. Un homosexual con penas de amor. “Papá, ¿pero tú en la residencia estabas mal?”, le pregunta. “Qué va, estaba fenomenal. Piscina, sauna… Había 4 ó 5 mujeres por cada hombre”.

La nuera le recrimina con afecto por haber consumido drogas, que fue el motivo por lo que tuvo que marcharse del geriátrico. “Tú no consumas nada de esa mierda”, le dice el abuelo al nieto. “Pero si tú lo haces papá”, le dice su hijo gay. “Yo sí puedo, cuando se es joven no, pero ahora que ya soy viejo debo hacerlo. Estaría loco si no lo hiciera”.

Cuando aparcan en una gasolinera, el hijo gay le pregunta a su padre si quiere que le traiga algo. “Sí, cómprame porno, las revistas más guarras que veas. Ya sé que eres marica, osea que si quieres cómprate alguna de esas revistas para maricas”.

En la tienda se encuentra con su antiguo amante, aquel por el que había estado a punto de quitarse la vida. Le oculta sus vendajes detrás de la espalda. El otro mira extrañado las revistas pornográficas de mujeres que está comprando. Cuando se va, vuelve a la furgoneta muy desanimado.

En una cafetería de carretera, a donde han entrado a comer algo, el padre de Oli le reprocha que haya pedido helado porque engorda. La niña no se atreve a probarlo cuando lo traen, pero cuando ve que todos empiezan a probarlo, ella recobra su apetito. El padre de Oli suele ser pedante y engolado respecto a muchos aspectos de la vida, algo que a su mujer le hace poner los ojos en blanco más de una vez, pero en los momentos en los que hay que tomar decisiones importantes, es decidido y valeroso, y lo daría todo por su familia.

Los frenos del monovolumen se estropean, y el encargado de un taller de reparaciones, como ve que no tienen tiempo de arreglar la avería, les aconseja que empujen el vehículo y ya en marcha lo hagan funcionar metiendo la 3ª. El resto del camino cada vez que quieran ponerse en movimiento deberán empujar todos a la vez y subirse en marcha, con la puerta corredera siempre abierta. Como al principio va despacio 1º Oli y el abuelo, luego la madre, después tío y sobrino, de acuerdo con las fuerzas de cada uno, pues el vehículo va cogiendo velocidad. El padre siempre al volante. Es muy cómico verlos en esa situación, y ellos parecen divertirse mucho.

Cuando paran en un motel para pasar la noche, el abuelo ensaya con su nieta algunos de los pasos que hará durante el espectáculo, un baile que él le ha enseñado, al ritmo de una música trepidante. Los padres de Oli no dejan de discutir en su habitación a grito pelado, y aunque el tío pone la televisión alta para que su sobrino no los oiga, éste la apaga y escucha complacido con una sonrisa un tanto siniestra, tendido en la cama con las manos debajo de la cabeza.

Al día siguiente el abuelo no se despierta. Ha sufrido una sobredosis por culpa de las drogas que habitualmente consume. Cuando le llevan al hospital les comunican que ha muerto. Todos lloran desconsolados. Para evitar todo el papeleo y el entierro, que les retrasaría, deciden sacar el cadáver por la ventana y, envuelto en una sábana, lo meten en el maletero del monovolumen.

Ya en ruta, y a modo de distracción, Oli se dedica a hacerle pruebas de visión a su hermano, y descubren que es daltónico. Su tío le dice que no va a poder ser piloto de aviones de caza, que era su sueño. El chico entonces comienza a dar golpes desesperado, hasta que paran junto a un terraplén. Sale corriendo y baja por él hasta una zona de campo, donde grita y se sienta a llorar, lamentando su suerte. Cuando se decide a hablar por 1ª vez desde hace mucho tiempo es para insultarlos. La madre va junto a él pero no consigue convencerlo para continuar el viaje. Sólo cuando baja Oli, que apoya la cabeza en su hombro sin decir palabra, decide levantarse, pedir disculpas a todos por los insultos proferidos, y continuar el viaje.

En la carretera un policía motorizado les para por exceso de velocidad. El claxon de la furgoneta suena todo el tiempo intermitentemente porque se ha estropeado, y se produce una situación muy cómica mientras el padre de Oli intenta explicarse con el agente con ese ruido de fondo. Éste le pide que abra el maletero, y ante el terror de todos en lo único que se fija es en las revistas pornográficas que compraron en la gasolinera. Distraído por el reclamo no sigue inspeccionando, y se queda con todas menos una, marchándose jocoso. Todos respiran aliviados.

Llegan por fin a las inmediaciones del sitio donde se celebra el concurso, equivocándose varias veces de dirección por los nervios y la gran velocidad a la que van, saltándose barreras, contra las que chocan, haciéndolas saltar por los aires. El tío se adelanta, corriendo hacia la mesa donde se hacen las inscripciones, con un trotecito extraño, pero llega tarde por unos minutos. La engolada mujer que le atiende les niega la inscripción, pero tras muchos ruegos el hombre que se encarga del ordenador les dice que no cuesta nada volver a encenderlo e inscribir a Oli, conmovido por el padre, que se ha puesto de rodillas.

El padre se desembaraza entristecido del abuelo contactanto con una funeria. Tío y sobrino pululan por allí aburridos, y mientras Oli se prepara salen a tomar el aire. El ambiente no les gusta nada, niñas repollo maquilladas, peinadas y vestidas como si fueran adultas, obligadas a ejecutar los ejercicios más rocambolescos para demostrar sus destrezas. El hermano de Oli piensa que ella no tiene ninguna posibilidad, pues no tiene el mismo aspecto que las demás.

Oli tampoco lo tiene claro, y ante las dudas y la expectación de sus padres, termina decidiendo participar. Su número despierta las iras de la señora de las inscripciones, que intenta detenerla, sin éxito. El abuelo había enseñado a la niña pasos de baile felinos, provocadores, como si fuera un espectáculo erótico. Los primeros sorprendidos son su familia, que no sabían en qué clase de baile la habían adiestrado. El jurado mira perplejo, sin poder salir de su asombro, mientras Oli va de aquí para allá sobre el escenario, disfrutando de su momento, ajena al revuelo causado a su alrededor. Poco a poco, 1º el padre, luego su tío, después la madre y el hermano, van subiendo al escenario cuando ven que mucha gente se va escandalizada. Al final todos juntos bailan y animan al escaso público que ha quedado para que aplaudan y disfruten.

Quedan descalificados y un policía los custodia hasta que abandonan el edificio, y el estado. Salen de allí rompiendo otra barrera, pues el monovolumen sigue sin frenos, ante el asombro y la furia de la encargada de las inscripciones, que los ve desde su coche. Misión cumplida, han hecho el espectáculo, en memoria del abuelo, y aunque Oli no ha ganado no importa, se ha atrevido, ha podido cumplir su sueño. Todos se sienten liberados, satisfechos. Son una familia, contra viento y marea, y al final lo han pasado bien viviendo una experiencia única. 


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