Desde que veo Palabra de gitano, a instancias de mi hijo, que le gusta mucho, me ha cambiado en cierta manera la forma de percibir el mundo que de esta raza tenía, gente que convive con nosotros pero que está siempre al margen.Y esto no sé si sucede porque no nos gustan sus costumbres o porque a ellos no les gustan las nuestras, tan distintas. Siempre han tenido como una rivalidad con nosotros, los payos, como una inquina.
En el programa se nos presentan en cada ocasión algunos de los aspectos cotidianos del gitano. Me pareció curiosa la figura del mediador o "arreglaor", persona de cierta edad, muy respetada por su fama y su buen criterio a la hora de dirimir conflictos. Todos acuden a ellos cuando tienen un problema que no saben resolver, y sus consejos son tomados al pie de la letra. Son como unos padres para todos, lo que sería el consejo de los sabios en la antigua Grecia. Pero ellos no son patriarcas aunque algunos los llamen así, no les gusta que se lo digan.
Y tienen mucho trabajo, porque son comunidades muy numerosas en permanente reyerta: dos mujeres que se han agarrado del moño, un joven expulsado del hogar por su suegra porque es drogadicto... El arreglaor le dice que se vaya a un centro de rehabilitación y que en 3 meses vuelva para hablar con él, que él ya lo habrá solucionado con la suegra.
Varios de ellos cuentan sus experiencias, apoyados en sus bastones, que son como un símbolo de autoridad, pensativos, cadenciosos. Dicen estar cansados porque es mucho el trabajo. Algunos niños se abrazan a uno de ellos, se ve que lo quieren mucho, y éste se deja hacer. Aprovecha para presentar a su nuera, una paya, que al principio fue mal vista por todos, dado su rechazo a los que no son de su raza, pero al final fue aceptada y querida. Su suegra lo cuenta con mucha naturalidad y le pide perdón delante de todos. La aludida tiene la misma pinta que ellos, nadie diría que no es gitana.
También hay "arreglaoras", para asuntos que sólo se pueden resolver entre mujeres. Las separadas son las que más las solicitan. A ellas las llaman las mal casadas, y casi todas se han tenido que buscar un trabajo, al no tener a nadie que las mantenga. Una de ellas dice que es muy difícil rehacer su vida con otro hombre, porque los gitanos las quieren jóvenes y vírgenes.
Nos presentan varias bodas. La 1ª es de mucho postín, porque se casa el hijo de un gitano muy adinerado que, por lo visto, ha amasado su fortuna como prestamista extorsionando a los que no pueden pagar debido a los altísimos intereses que impone. Vive en un chalet de lujo y goza de todo tipo de comodidades.
El hijo se da un baño en la piscina de su casa antes de prepararse para la boda. Es muy joven, y luce un look muy al uso de los jóvenes gitanos actuales, con penacho en lo alto de la cabeza y cejas muy depiladas. Ellos tienen costumbre de ir a buscar a la novia a su casa antes de la ceremonia. Ya vestido en su habitación hay palmeo, baile y cante. Cuando sale de su casa también, cuando llega a la de su novia otra vez, cuando ella sale más. Y así se pasan todo el tiempo sin descanso.
La novia es hija de un barrendero, pero eso parece no importarle a nadie. Para tener sólo 16 años es toda una mujer. Super ceñida en un estrambótico vestido blanco, se queja de las apreturas y de la corona con el velo, que le han ceñido tanto que le estalla la cabeza. Los novios van cada uno en su coche, limusina en este caso. Ella tiene que parar a medio camino porque tiene mucho calor y se marea.
Un gitano oficia la ceremonia, y después el padre de la novia dirige a la concurrencia unas palabras y un canto que emocionan a todos. La verdad es que tiene un aspecto estupendo, nadie diría que es gitano.
Se ha contratado para la ocasión un palacete. Se han dispuesto las mesas en un patio central gigantesco al aire libre, rodeado por una columnata blanca. Son más de mil invitados, y no dejan de sacar paellas, algo que me choca, pues es la cena de una boda, no la comida del chiringuito playero.
Cuando se encierra la novia con las mujeres casadas, para desvirgarla, los hombres fuera no paran de beber. El novio está preocupado por si la hacen daño, y el suegro está muy nervioso por si resulta que no es virgen, algo que parece ser de suma importancia para los giranos. Hasta que no se compruebe ésto la boda no se considera oficialmente realizada.
Cuesta mucho dinero contratar los servicios de la desvirgadora, que además cobra los pañuelos en los que quedará la muestra de la virginidad, atados entre sí y bordados por ella con el color que le ha pedido la novia. Cuando sale ésta, ya aliviada tras el mal trago, su madre señala a algunos de sus parientes con los 5 dedos de una mano, contenta y orgullosa, los 5 pañuelos que ha manchado su niña. Cuantos más manche más pura es.
En otra boda se vive de otra manera. Se ve que no hay tanto nivel económico, pero todos los invitados llevan igualmente trajes muy ostentosos y horteras. Las mujeres casadas han cogido invariablemente un sobrepeso importante que a duras penas contienen con los vestidos excesivamente ceñidos. Parecen estar orgullosas de ello, cuanto más jamona más mujer.
En esta boda la novia se enfada con el que han contratado, negro para más señas, para tomar con una cámara de video todo lo que acontezca, y no es para menos, porque no viene bien preparado. Ella y su madre le llaman "amigo" con tono poco conciliador, diciéndole lo que tiene que grabar.
A la hora del desvirgamiento la muchacha lo pasa mal, tardan mucho en hacérselo porque ella tiene miedo y al estar tan tensa no facilita el proceso. Le preguntan los del programa cómo se siente, y ella, abanicándose mareada, dice que mal, llorosa, pensando aún en el dolor y el temor que ha pasado.
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