miércoles, 17 de abril de 2013

Palabra de gitano (II)


Más tarde se ve a un nutrido grupo gitano esperando a la entrada de un hospital, donde acompañan a un marido cuya esposa está siendo sometida a una delicada intervención. Él está sentado en una sala de espera rodeado de varias personas, apoyado en su cayado con gesto apesadumbrado. Llora un poco de vez en cuando. Una de las gitanas dice tocándolo con afecto que es muy tierno y cariñoso, muy sentido, y que este momento lo lleva especialmente mal. El aludido permanece callado, medio abstraído en sus preocupaciones. Cuando sale el médico diciendo que todo ha salido bien, aparece una gran sonrisa en su cara, y llora otro poco, de emoción. Todos están contentos y aliviados.

Alguien dice que los payos no acompañan a sus enfermos, que sólo les visitan una o dos personas, y que eso es muy triste y está muy mal. Lo que no dice es que ellos se saltan las normas de los hospitales a la torera, que están para impedir la acumulación de personas y que no se moleste a los pacientes.

Otro dice que cuando se muere alguien es porque Dios lo ha querido así, y entonces todos dan grandes muestras de dolor, gritando, llorando, golpeando las paredes. Algunos hasta se desmayan. Lo que tampoco cuentan es que la mayoría son muy desconfiados y atribuyen la muerte a la negligencia del médico, por lo que no es raro que amenacen al personal sanitario con navajas.

El fallecimiento de algún miembro de la familia es una auténtica tragedia que nunca termina de superarse. Los ejemplos que muestra la serie son numerosos. Una mujer va con sus muchos hijos, ya mayores, al cementerio en el día del aniversario de la muerte del marido. Todos lloran compungidos. Una anciana acude también al cementerio asiduamente a visitar la tumba del marido difunto hace muchos años. Besa su retrato en la lápida y se enjuga las lágrimas con un pañuelo. Una mujer que vende flores junto al cementerio dice que desde que murió su padre hace 6 años la vida ya no ha vuelto a ser lo mismo para ella, ya no puede disfrutar con nada. Un hombre mayor llora la muerte de su mujer, hace mucho tiempo también, y aunque dice que tiene a sus hijos y nietos, no puede evitar lamentarse cada día recordándola. Nadie ha significado para él tanto como ella. Es por eso que los gitanos visten ropas oscuras, porque siempre están de luto.

Realmente tienen un sentido de la fidelidad y la familia como pocos. Esto no quiere decir que no haya gitanos mujeriegos, pero no es lo más frecuente. Como se casan tan jóvenes y tienen tantos hijos, y todos permanecen unidos en grandes clanes desde que nacen hasta que mueren, cualquier problema o ausencia se vive con mucho sentimiento.

En la serie sale a relucir un tema que no suele tratarse normalmente: la homosexualidad. El gitano que es afeminado se le rechaza, no es bien recibido en el grupo. Una mujer decente jamás se pararía a hablar con él. Uno de ellos, que vive apartado de su comunidad, se queja de esta situación. Critica las costumbres tan arcaicas de los de su raza, y señala que habría que preguntarle a las mujeres gitanas qué opinan ellas de muchas de esas tradiciones, como la del desvirgamiento durante las bodas, o tener que casarse tan pronto, entre otras cosas. Se siente injustamente tratado.

Los gitanos son, sin duda, un mundo aparte. En nuestra sociedad permanecen al margen porque ellos mismos lo han querido así, no se adaptan a las normas sociales, pero sí se aprovechan de los beneficios que su condición les proporciona, como ayudas, vivienda, o la que tenemos todos, asistencia sanitaria, etc.

Su animadversación hacia los payos está siempre latente, aunque ellos quieran disimularlo con fingidas amabilidades. A mí hace poco, porque no le quise coger lotería a una gitana que insistía mucho, como hacen siempre, persiguiéndome un buen trecho por la calle, cambió de repente su empalagosa insistencia por una serie de exabruptos que no voy a reproducir aquí.

La misma manía le tengo a las que se dedican a vender pequeñas ramitas de pino, o yo qué sé qué es eso que ofrecen por la calle, sobándote con ellas por el brazo y arrimándose más de lo que la buena educación aconsejaría. Yo siempre desconfío, por si lo que intentan es robarme, al igual que hacen con sus hijos, pobrecitos, que desde pequeños les enseñan a robar. Por supuesto, cuando les rechazas el ofrecimiento (quién quiere dar dinero por semejante ridiculez), se apresuran a echarte mal de ojo de muy mala manera, esa costumbre tan ridícula y de tan mal gusto con la que se creen los dueños y señores de la vida y la muerte de los demás, del bien y del mal. Estúpido alarde de soberbia que es una de las cosas por las que tienen tan poca aceptación en la sociedad. 

Parece ser que diversas asociaciones defensoras de la cultura gitana han denunciado el programa aduciendo que se pretende dar una imagen sensacionalista y sesgada de su pueblo, ahondando en las diferencias respecto al resto del contexto social y en los antagonismos. Sin embargo, está siendo un éxito de audiencia, pues son muchas las cosas que no conocemos de ellos, a pesar de vivir entre nosotros desde siempre, y es por eso que despiertan tanta curiosidad. No creo que nada de lo que aparece sea mentira, es su vida en diferentes momentos. Quizá el problema lo tengan ellos, porque se ven diferentes, y se avergüencen o se acomplejen.

Salvo por los contratiempos callejeros antes mencionados, y algunos otros que no vienen al caso, el mundo gitano es un universo antiguo y peculiar, que conserva sus costumbres desde tiempo inmemorial, defensores de la pureza de su sangre y sus tradiciones. Seguiremos viendo Palabra de gitano, y dejándonos sorprender con la revelación de sus secretos, que hasta ahora habían guardado tan celosamente. 

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