jueves, 11 de octubre de 2012

Un poco de todo (XXV)


- Siempre me sobrecoge la visión que del SIDA se nos muestra en Philadelphia. Tantas veces vea la película no puedo dejar de sentirme conmovida y desolada. Me invade una sensación de impotencia terriblemente frustrante. Es como si el hecho de que exista esta enfermedad le diera la razón a los que consideran que la homosexualidad es una desviación que merece un castigo. Qué horror.

Pero aunque el SIDA sea el asunto central, se trata otra cuestión, igualmente triste, como es la precariedad del puesto de trabajo. El protagonista trabajaba en un bufete de abogados prestigioso, y llevaba años dando un buen servicio a la empresa, pero de nada le sirvió cuando se encontró en problemas. Y no es sólo un tema más para el cine, es la cruda realidad.

La polémica está servida: hasta qué punto una persona tiene que hablar en su entorno laboral de su condición sexual, siendo como es un asunto privado, y hasta qué punto tiene que comunicar a sus jefes que está enfermo, si su dolencia no le impide seguir realizando su labor. Es cierto que no se sabía gran cosa del SIDA en aquel tiempo. También está claro que existe la confidencialidad en el motivo de una baja médica, el diagnóstico sólo es conocido por médico y paciente.

El protagonista da a entender que se le ha discriminado por su condición homosexual, cosa que también era cierto. Se ve que es simplemente un hombre que no quiere renunciar a su vida, que quiere seguir trabajando hasta que no pueda más. Se pretende denunciar un prejuicio social en torno a su condición y a esa enfermedad, que aún hoy en día siguen provocando rechazo.

Hasta el momento en que supo que estaba enfermo, su homosexualidad no había sido un problema para nadie, incluso había pasado desapercibida. Era una persona querida y respetada en su trabajo, inteligente y eficaz. Qué habría pasado si hubiera hecho pública su condición, aún no habiendo estado enfermo. Todavía se sigue utilizando la expresión `salir del armario´ para aquellos que hacen saber su homosexualidad, como si tuvieran que estar ocultándose hasta ese momento o fuera un asunto que concerniera a nadie más que uno mismo.

Philadelphia es una historia que conmueve sobre todo por lo mucho que nos concierne, lo cercana que es la situación, lo habitual que ha llegado a ser debido a la proliferación de la enfermedad y las precarias condiciones laborales a las que estamos todos expuestos. Conmovedora y desoladora experiencia vital la de este hombre, algo por la que cualquiera de nosotros puede llegar a pasar.

- Es muy cambiante el mapa de mis adeptos. Cuando me meto en las estadísticas de mi blog aparecen a veces nuevas zonas del mundo donde me leen. En una ocasión fue Rusia, en otra Francia, ahora Brasil. Pero dura poco: en el momento en que no persiste el interés por mucho tiempo, desaparece el color verdoso con que se tiñen los países del mapamundi que hay las estadísticas del blog cada vez que hay un nº de lecturas suficientes.

Asia, África y el resto de países europeos no han dado señales de vida, y eso que puse el gadget para traducir a todos los idiomas posibles. Aunque ya se sabe cómo funciona el Google translate, sus conversiones son macarrónicas, pero en fin, es lo que hay. Algún día se conseguirá que sea más perfecto.

- Y hablando de seguidores, aprovecho para agradecer a Ana Giner, escritora y poetisa, su reciente incorporación al pequeño tumulto de los que en ocasiones me leen.

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