lunes, 1 de octubre de 2012

Un poco de todo (XXIV)


- Ví hace tiempo un documental que me dejó sobrecogida y meditabunda. En él se seguía a una manada de leones por la sabana, su deambular pesaroso en busca de sustento. Sus cuerpos flacos, su pelaje encrespado de mala salud y su andar cansado evidenciaban que estaban al borde de la extenuación. Los cachorros se acercaban a las madres, que los rechazaban malhumoradas y exhaustas, con el mismo gesto que haría un ser humano en situación semejante. La situación me sobrepasa, no me molestes.

Las crías se apartaban sólo un poco, mirando con tristeza a un punto perdido de su horizonte vital, gesto que también se puede ver en las personas en momentos similares. No había comida y tampoco amor, no había nada. Qué culpa tenían ellas, pequeños seres indefensos, aún no lo bastante grandes para poder cuidar de sí mismas. Posiblemente no sobreviviría ninguna. Pensé en lo dura, cruel e injusta que puede ser la existencia para cualquier ser vivo que haya tenido la mala suerte de nacer en una determinada circunstancia y lugar.

No es la 1ª vez que veo en un documental cómo la necesidad, la impotencia y la desesperación hacen que una hembra deje por el camino a alguna de sus crías sin siquiera volverse para mirar atrás. Es otra forma de supervivencia, no nos detengamos a salvar lo que no puede ser salvado, es perder el tiempo, y uno mismo es lo 1º. La piedad no tiene lugar.

Cuánta rabia me da presenciar estas cosas sin poder hacer nada, qué poco me ha gustado siempre la famosa “ley de vida”, sentencia que cierra la puerta a la iniciativa y el cambio y la abre a la resignación más recalcitrante. No hay resignación posible ante el dolor ajeno, venga de quien venga. Quisiera entender alguna vez por qué son así las cosas.

- Volví a quedar con otra de las parejas sugeridas en eDarling. Aunque la cosa no pasó de la 1ª cita, como ocurrió la vez anterior, me ha dado motivo para la reflexión. En esta ocasión estuvimos un tiempo antes del encuentro intercambiándonos mensajes por WhatsApp, que hasta entonces no había utilizado, y llegó a parecerme una persona muy agradable. La noche antes de quedar, en lugar de estar nerviosa dormí mejor que nunca, con esa sensación reconfortante del amor cuando apenas se vislumbra, de ese importarle a otra persona y que haya alguien en tu vida que signifique algo especial para tí, cuando las preocupaciones parecen perder importancia y todo es relativo.

Pero la cruda realidad se impuso. No éramos lo que andábamos buscando, una vez más. Me dí cuenta de que las dos personas con las que he quedado tenían unas cuantas cosas en común, aunque aparentemente no tuvieran nada que ver. Ambos son informáticos y les encanta su trabajo, divorciados, adoran a sus hijos (hijos únicos). En esta última cita el pobre hombre se puso triste al final viendo que la cosa no iba a prosperar, aunque él ya era un poco tristón de por sí. Pensé que qué necesidad tengo de meterme en estos berenjenales, en pasar estas incomodidades. Todo esto me aburre mucho, pero en fin, de momento es la forma más factible que tengo de conocer a una posible pareja. 

El día después de mi cita pasaba por delante de un muro, en mi barrio, en el que un grafitero había escrito: “Desde que estamos juntos ya no tengo miedo de nada”. Qué gran verdad, el poder del amor, que infunde confianza, sosiego, estabilidad.

- Mis agradecimientos a l´alternativa y Yose Cool por sumarse al pequeño grupo de mis seguidores.

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