lunes, 3 de febrero de 2014

Una aventura extraordinaria


Nunca antes el destino azaroso de unos animales había movilizado al mundo entero de aquella manera. En Una aventura extraordinaria, que en realidad se titula muy acertadamente El gran milagro, se narra la historia real de tres ballenas grises de California, una familia compuesta por macho, hembra y el hijo de ambos, que quedaron atrapados bajo el hielo de Alaska.

Pronto se corrió la voz del suceso en un lugar pequeño como aquel, en el que las noticias vuelan. Rachel, ecologista de Greenpeace, se pone al mando de una operación destinada a conseguir que las ballenas puedan seguir viviendo y logren salir de la trampa involuntaria en la que la Naturaleza les ha hecho caer.

Los nativos Inupiat son los primeros en movilizarse. Con sus sierra mecánicas van cortando el hielo en los bordes de la zona en la que se encuentran los infortunados cetáceos, para que se hunda y puedan salir a respirar. A través de un gran cuadrado la pequeña familia saca alternativamente la cabeza para tomar aire. Las ballenas grises no tienen la cabeza lo bastante fuerte para romper el hielo como hacen las ballenas boreales, por lo que están llenas de heridas.

Un reportero, antiguo novio de la ecologista, aburrido del escaso movimiento informativo del pueblo, y que tiene planes para marcharse a una gran ciudad, ve en este acontecimiento una noticia que le puede catapultar a la fama, ayudado por una ambiciosa periodista de una importante cadena de televisión que es enviada para cubrir el suceso.

Un ejecutivo del petróleo que vive allí se pone en movimiento, con el fin de conseguir buena imagen y contratos millonarios. La ecologista se enfrenta a él por los interesados motivos que le mueven. Y al principio es así, pero a medida que va pasando el tiempo y es testigo del sufrimiento de los animales, la preocupación desinteresada de la gente y el respeto con que son veneradas por los nativos, que les dedican cantos y rezos, cambiará de actitud y dará todo el dinero que sea necesario para que el incidente tenga un final feliz.

La noticia llega a oídos del mismísimo presidente de EE.UU., Ronald Reagan en ese momento, que mandará a la Guardia Nacional para que ayude. Helicópteros militares, al mando de un oficial, intentarán arrastrar con unas cuerdas a través del mar helado un hovercraft destinado a salvar a los animales, pero la dureza del hielo hace que se desplacen muy lentamente e incluso pone en peligro la vida de los pilotos, que están a punto de chocar entre ellos. El oficial conoce a la enviada del presidente cuando se está lamentando de lo infructuoso de sus esfuerzos, con la que ya había mantenido una crispada conversación telefónica, nervioso como estaba a causa de la dificultad de la misión.

Dos inventores de Minnesota acuden a ayudar con su máquina desheladora, después de que la ecologista los hubiera desechado. Con esto consiguen que el trozo abierto por los nativos en el hielo no se vuelva a congelar por la noche, donde se alcanzan temperaturas de 45 grados bajo cero.

El gobierno propone pedir la ayuda de un rompehielos ruso, a pesar de la Guerra Fría. La ecologista se opone porque los soviéticos son grandes cazadores de ballenas. El buque debe intentar con sus embestidas romper la barrera de hielo que impide salir a las ballenas a mar abierto.

La cría de las ballenas comienza a respirar con dificultad. Sus padres le ayudan a salir a la superficie cada vez que tiene que tomar aire porque le fallan las fuerzas. Cuando finalmente muere las otras deciden avanzar. Cientos de personas han estado ayudando a hacer agujeros en el hielo cada varios metros para que las ballenas puedan ir desplazándose por debajo y saliendo a respirar. El rompehielos tarda en romper la barrera, y los agujeros se han vuelto a helar, por lo que si se demoran las ballenas perecerían ahogadas. Finalmente lo consigue, y pueden marchar en medio de los aplausos y los gritos de entusiasmo de la gente.

Según cuenta la película, el reportero tuvo oportunidad de marcharse a donde quería pero renunció para estar cerca de la ecologista, con la que reanudó su relación. El millonario consiguió contratos sustanciosos para depurar aguas marinas. Los inventores se hicieron de oro. El oficial de la Guardia Nacional se casó con la enviada presidencial. El hecho real tuvo lugar en 1988 y se lo denominó Operación Breakthrough.

Pero lo que más destacó de aquel acontecimiento es el feliz desenlace de unos animales condenados a morir y que el mundo entero estuviera pendiente de un suceso que aunó esfuerzos y logró deshelar, nunca mejor dicho y por un momento, las frías relaciones entre americanos y rusos. Fue una causa común que consiguió que naciones enfrentadas y personas con intereses dispares unieran sus esfuerzos por un buen fin, un fin que nunca nadie hubiera pensado lo suficientemente importante como para que se desencadenaran tantas iniciativas, una corriente de verdadera humanidad.


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