lunes, 24 de febrero de 2014

Moverse en la Administración


Es frustrante comprobar lo cada vez más difícil que resulta poderse mover en la Administración. Había pedido plazas en 5 concursos de traslado desde este verano para acá, ya se han resuelto 4 y no me he podido llevar el gato al agua con ninguno. Antes, cuando participaba en concursos, nunca pensaba en tal o cual puesto porque tenía menos posibilidades de que me dieran algo, y aún así he logrado moverme, pero ahora que tengo tantos años de servicio y tantos cursos y sí que me interesa determinada vacante no consigo nada.

Ya no me muevo por el nivel del puesto, puesto que he llegado al máximo de mi grupo, sino por un mejor complemento específico. Y había unos cuantos en sitios muy interesantes: en Justicia, ministerio por el que ya pasé hace tiempo, con un par de puestos que no estaban mal, uno de ellos con cometidos muy parecidos a los que desempeñé cuando estuve allí destinada.

Otro en Asuntos Exteriores, que es el ministerio que más cerca me queda de casa, con un puesto en el que se desempeñaban labores periodísticas, aunque no fuese un grupo alto, y para el que había que tener titulación universitaria. Me hubiera venido al pelo, aunque llevar las notas de prensa y el seguimiento de los viajes de la Casa Real no sea lo más apasionante en lo que una licenciada en Periodismo pueda trabajar.

Luego otro en Hacienda, que dicen que paga mejor que otros ministerios, pero que al igual que el de Empleo y Seguridad Social una vez que estás en ellos luego no dejan que te vayas, siempre hay cláusulas en todas las convocatorias de concursos por las que te impiden moverte. Seguramente porque son sitios de mucho trabajo, sobre todo de atención al público, y la gente no los quiere, por bien pagados que puedan estar en un momento dado.

El concurso que queda por resolverse, el de Presidencia, tiene una vacante en las oficinas del Palacio Real, que también me queda a pedir de boca de donde vivo, en temas de conservación de edificios históricos.

Pero visto lo visto ya nada espero. En los 29 años que llevo trabajando en la Administración no he visto funcionar otra cosa que el tráfico de influencias. Casi todos los puestos que quiera pedir estarán dados de antemano, y sólo aparecen en el BOE para cumplir el trámite establecido. El BOE es la constatación escrita de la red de intereses creados que ha existido toda la vida en la Administración. Las personas que son nombradas o cesadas de sus puestos tienen una mano detrás que mueve sus hilos y que decide con antelación lo que va a suceder, y sólo unas pocas vacantes no tienen adjudicación previa, que son las que me han ido tocando. Como en cualquier otra profesión o ámbito de la vida, no tenemos todos las mismas oportunidades.

Donde trabajo ahora una chica se pudo ir sólo cuando decidió arrimarse a un miembro sindical de los muchos que parasitan por el edificio. Y cómo se lo debió hacer que consiguió marcharse justo a la localidad mallorquina que ella quería, no cerca o un poco más allá, al sitio exacto con el que siempre había soñado, que era su lugar de origen. En la trastienda de la Administración es donde se cuecen realmente todos los asuntos. Lo demás es la versión oficial, el paripé cara al público.

Y el colmo de las vergüenzas han sido siempre las vacantes de libre designación, que se suponía que eran el enchufismo más manifiesto, sin tapujos. Aunque ahora aparecen con frecuencia algunas que son declaradas desiertas, no sé si por simulación para acallar rumores y protestas o porque realmente nadie las ha pedido o reunía los requisitos necesarios. Es muy extraño. La mayoría sean para puestos de niveles altos, con que poco se podrá solicitar.

Y no será porque no haya puestos libres. En todos los ministerios se está jubilando la gente a punta pala, pero luego amortizan las vacantes. Al final no va a quedar en la Administración más que 4 gatos maullando. Y cada vez se convocan menos concursos, y muchos son restringidos, son sólo para grupos superiores. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen. En fin, habrá que armarse de paciencia, cuando menos se espera suena la flauta.

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