viernes, 28 de febrero de 2014

Una amiga de Facebook


Hace unos días me metía en el Facebook de una amiga reciente, que sabía que andaba mal de salud. Conocí a Ángeles cuando puso un “Me gusta” en una foto de mi muro, como había hecho un primo de mi padre al que ambas tenemos agregado. A través de él me conoció. Suelo mirar el muro de los que hacen esto para descubrir gente interesante, personas a las que poder pedir amistad y así ampliar el círculo de mis amistades virtuales, y mis horizontes vitales de paso.

Lo poco que te deja ver un muro ajeno cuando aún no te han agregado me dio a entender que ella era persona agradable, de confianza, y más si tenía por amigo a alguien de mi familia. Cuando por fin me aceptan echo un vistazo a las últimas cosas que haya puesto y poco más, por lo que no supe en un principio que Ángeles estaba enferma.

Poco tiempo después le volví a hacer una visita, y con sorpresa descubrí que tenía cáncer. La vi en unas fotos que me impactaron mucho, la cabeza sin pelo, sentada al borde de la cama de un hospital junto a sus hijos. Su hija la rodeaba con los brazos el cuello colocada a su espalda, en actitud cariñosa y protectora; su hijo, muy desmejorado, estaba sentado a su lado con una cara llena de pesadumbre que no podía disimular. En otra foto se la ve apoyando la cabeza en el hombro de él: parecía una niña grande, un ser en extremo dulce y adorable. La habitación era moderna y confortable, con estores blancos en las ventanas. No parecía un lugar malo para estar, a pesar de las circunstancias.

Ella, al contrario que yo, ponía fotos personales en su muro, y no tenía pudor en mostrar lo que le pasaba, cuando hay tanta gente que suele ocultar sus problemas, sus enfermedades, como si fueran algo de lo que hubiera que avergonzarse. Ángeles me pareció una mujer transparente, valiente y entrañable, sincera y llena de naturalidad, cualidades que valoro en extremo en las personas.

Supe que era gallega y que vivía en Madrid, que estaba licenciada en Psicología, que trabajaba en el Mº de Defensa y que había enviudado.

Añadí en su muro algunas palabras de aliento junto a las que ponían sus amigas, y ella me lo agradeció mucho. Pensé que usar Facebook la distraería y la acompañaría, manteniéndose en contacto con mucha gente a la vez. También pensé que su entereza debía ser enorme, pues en mi caso ante una situación semejante lo que haría sería pasar de todo, no querer ver ni hablar con nadie, aislarme en mi mundo a donde no llegaría nunca la conmiseración ajena ni nada que no estuviese encaminado a mi curación, si ésta fuera posible.

Pero Ángeles tuvo tiempo y ganas de seguir haciendo amistades. La admiro por ello profundamente, inasequible al desaliento, y lo que más siento es lo pronto que nos ha tenido que dejar, pues 51 años no es edad para morir, y el dolor de sus seres queridos, que por su forma de ser la tenían que adorar.

Me queda en la retina esa instantánea en el hospital, convaleciente, su rostro tan bondadoso y maternal, junto a sus hijos. Otra foto, en su perfil, la muestra cuando aún estaba bien, muy contenta con sus hijos también, muy sonrientes a su lado. Se ve que para ella, igual que para mí, ellos eran el centro de su vida. Su hija se le parece enormemente cuando era más joven, según pude ver en unas fotos suyas de hace años.

También hay imágenes en la maternidad cuando tuvo a sus hijos. Los contemplaba en sus brazos, ajena a la cámara, llena de felicidad. Hay muros que son el reflejo de toda una existencia, en las que la gente muestra sin pudor sus cosas más personales. A Ángeles se ve que eso no le importaba, antes al contrario, estaría orgullosa de todo lo que había logrado en la vida, deseando enseñarlo a los demás. Nunca le faltó la sonrisa, ni la bondad.

Sumé palabras de condolencia a las que ya había en su muro, dirigiéndome a ella como si aún pudiera leerme: “Hace poco que nos conocimos en FB, pero las escasas palabras que intercambiamos y las imágenes tan bellas con tu familia me dijeron que eras una magnífica persona. Lo siento de corazón. Ánimo para todos los tuyos..."
Aunque el desenlace no sabía que fuera a ser tan rápido y fatal, lamento ahora no haberla visitado más a menudo, cuando aún podía llegarme el impulso electrónico de sus mensajes y su amistad. Ese impulso se ha acabado, como se agotó el pulso de su corazón, pero queda el testimonio de su paso por este mundo, del que dan buena prueba sus fotos, sus palabras, sus preferencias acerca de muchas cosas (libros, cine, televisión). Un muro de Facebook es como un periódico personal que cada cual edita y que queda para siempre en la gran hemeroteca virtual que es Internet, archivo y memoria de todo lo que nos aconteció, a nosotros y al mundo.

Era una amiga reciente, pero ya se quedó para siempre en mi memoria.

PD: Alguna vez he imaginado qué sería de mis hijos sin mí, pero esa imagen no me ha dolido tanto como la de Ángeles. Por qué será que la tragedia ajena nos afecta a veces más que la propia, siendo en realidad igualmente terribles. Más la de uno mismo, porque es tu vida. Quizá no demos suficiente importancia a la propia existencia, aunque mejor sería no tener que poner a prueba nunca tal tesitura, porque puede que halláramos en esa situación la tristeza más infinita en el fondo de nuestra alma, la desesperación más absoluta por todo lo aún no vivido, la impotencia más desgarradora por no ser capaces de cambiar nuestro destino.

Ángeles fue capaz de superar todo eso, conmoviéndonos con su ternura, hasta el último momento.

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