“Por ser mujer y vender muchos libros ya parece que lo que hago no es literatura”, declaraba recientemente la siempre maravillosa escritora Isabel Allende, durante una entrevista en 20 minutos. Estos días estuvo por Madrid para promocionar su último libro, El juego de Ripper.
Y tiene razón, como suele ser habitual en ella. Inteligente, trabajadora, buena gente, muy femenina, con mucha personalidad y una sensibilidad especial, su talento nos regala cada poco tiempo libros que los críticos suelen denominar de “realismo mágico”, aunque como ella dice, si se tratara de Suecia y no de Latinoamérica no se llamaría así. Es este un estilo denostado, calificado como poco serio, generador de personajes lunáticos, al borde de la locura.
Para Isabel Allende existen“premoniciones, sueños, cosas que no se pueden explicar. En el fondo, lo que nos mueve es irracional: pasiones, emociones, sentimientos”, que en el caso de personas con cualidades perceptivas tan desarrolladas como las de ella alimentan un mundo rico, una imaginación desbordante, un espíritu inquieto y abierto a toda clase de emociones, en el que la delicadeza y la crudeza se dan la mano.
La escritora cree en las sanadoras, esas mujeres que sanan imponiendo las manos. Una de ellas curó a su marido, al que habían dado 2 años de vida. Esta figura aparece en más de una de sus novelas. Ella se inspira en personas reales para crear sus personajes.
En la entrevista le preguntaron por la fallida colaboración con su marido, con el que estuvo a punto de escribir un libro. Isabel afirmó que fue imposible, que casi se matan. “Él es un gringo, no puede concentrarse más de 11 minutos”.
Se queja del machismo que hay en Latinoamérica. A pesar de los avances que la mujer ha hecho por ver reconocidos sus derechos y conseguir puestos relevantes en la sociedad, allí todavía las propias mujeres educan a sus hijos varones “como machitos”, dice. Y la crítica alcanza a EE.UU. donde “horroriza la idea de que una mujer sea presidenta”.
Isabel Allende tiene una fundación dedicada a ayudar a mujeres y niños víctimas de la violencia. Aboga por el reparto de la riqueza. Piensa que si el sistema político no funciona es porque sólo “80 personas tienen todos los recursos del mundo en su poder. Y es esa desigualdad la que puede generar una violencia desatada que nadie podrá controlar”.De todas formas cree que “la tendencia es hacia un mundo más liberal, más inclusivo y más tolerante. Los malos son muy ruidosos, y la gente buena suele ser más discreta”.
Isabel Allende tiene una fundación dedicada a ayudar a mujeres y niños víctimas de la violencia. Aboga por el reparto de la riqueza. Piensa que si el sistema político no funciona es porque sólo “80 personas tienen todos los recursos del mundo en su poder. Y es esa desigualdad la que puede generar una violencia desatada que nadie podrá controlar”.De todas formas cree que “la tendencia es hacia un mundo más liberal, más inclusivo y más tolerante. Los malos son muy ruidosos, y la gente buena suele ser más discreta”.
Le preguntaron a la escritora por su negativa a Hollywood para llevar al cine su novela Hija de la fortuna, debido a las abusivas condiciones que le imponían. “No podía firmar lo que querían. Ellos tienen todo el poder, pero hay escritores que les decimos que no. El escritor es el que menos gana y al que más roban”.
Su energía y su visión tan positiva de las cosas es contagiosa. “No caminamos en círculo”, dice, “caminamos en una espiral ascendente, aunque creamos que cometemos los mismos errores una y otra vez”.
En la entrevista le comentan que en sus libros se deja traslucir que el ser humano está tan hecho de cosas buenas como malas. “Yo no he tenido oportunidad de sacar a relucir la codicia, la maldad, la rabia. Agradezco a la vida no haber tenido que sacar a la bestia que todos tenemos dentro. Creo que no somos conscientes de hasta dónde somos capaces de llegar. Igual que tenemos la capacidad del mayor heroísmo y puede pasar la vida sin que lo saquemos, también creo en lo otro”.
Seguro que Isabel Allende habrá tenido motivos más de una vez en su vida para sacar lo peor de sí misma, porque todos tenemos luz y oscuridad, pero ella es lo suficientemente positiva como para dejar a un lado lo malo y explotar todo lo que es bueno.
Todavía recuerdo con delectación lo mucho que disfruté leyendo La casa de los espíritus y De amor y de sombra, con los que la descubrí. Son esos regalos que a veces te hace la literatura. Ahora quizá su estilo y sus historias ya no me causan tanta impresión por lo conocidas, pero en su momento me impactó mucho su forma de contar las cosas, tan tremenda y al mismo tiempo tan delicada, tan pasional, tan imaginativa. Ella llegaba a zonas de mi mente y mi corazón hasta entonces ignotas e inexploradas. Creo que compraré su última novela, aunque indaga en un tema como el policíaco que no suele ser de mi gusto. Seguro que en sus manos me sorprenderá.
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